Huellas en la Piel ©

By MileMoony

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La tragedia que marcó su vida y el casi perderlo todo, hizo de Pepper una chica fuerte e independiente, ademá... More

Prólogo
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41. Parte 1
41. Parte 2
41. Parte 3
41. Parte 4
41. Parte 5
41. Parte 6
Epílogo
Agradecimientos
Descargalo!!! :D
Primer borrador de Huellas en la Piel

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By MileMoony

Pepper

Siempre que pinto me pierdo en mi mundo, nada más existe mas que mis pinceles, mis óleos, mi lienzo y lo que planeo hacer. Puede haber un caos total a mi alrededor y yo ni me daría cuenta.   

Estamos en taller de técnicas húmedas. Se supone que tenemos que pintar el bodegón que está en el centro de la sala, pero la verdad nunca he hecho las cosas tal cual se supone que son. Lo normal es aburrido. ¿Por qué pintar las peras verdes y no moradas? ¿Y por qué una pera tal cual? Si vieran mi lienzo, pues sí, parece un bodegón normal, pero hay que prestar atención a los detalles. 

­–...tá sonando –oigo a Bemou, un compañero de clase, y regreso a la realidad. 

–¿Qué? 

–Que tu teléfono está sonando –repite. 

Cuando tomo mi teléfono, ha dejado de sonar y noto que tengo tres llamadas perdidas. Cuando quiero ver de quién son, me llega un texto. 

¿En dónde estás?

Es Dastan. 

Me pongo nerviosa. Después de ayer no he podido dejar de pensar en él, incluso hasta soñé con él, y después de lo que casi pasó a noche pensé que lo había molestado cuando me dijo que tenía que irse. De seguro pensó que soy una fácil, ¡pero no lo pude evitar! El tenerlo tan cerca hizo que mi cuerpo se llenara de electricidad y quería sentir más de eso. Pero tonta de mí, un tipo como él, que lo tiene todo y que seguro tiene una fila enorme de chicas hermosas esperándolo, jamás se fijaría en alguien como yo.

En clase, ¿por qué?

¿Cuál es tu salón?

Estoy en los talleres, en el L108.

Te veo en 3.

¿Qué? ¿Está aquí? ¿Y aún quiere verme después de que ayer casi me le aviento encima? 

–¿Buenas noticias? –me pregunta Bemou. 

–¿Cómo sabes? 

–No dejas de sonreírle como idiota a tu teléfono –dice con humor.   

En eso, se abre la puerta del taller, y ahí está.

–¡Anker! Que alegría verte muchacho –lo saluda el profesor, y se dan ese abrazo de medio lado como los hombres se lo dan cuando se saludan. 

–¡Es Anker Wolf! –dice Bemou con un susurro, aunque con emoción. 

Cuando pongo atención, me doy cuenta que todo el mundo ha dejado de hacer lo que hacían y empiezan a cuchichear emocionados.

–Muchachos, no creo que él necesite presentación –nos dice el profesor–, pero les presento a Anker Wolf. 

Dastan saluda a todo el mundo con un movimiento de cabeza, aunque sólo me está viendo a mí. Siento que de nuevo me empiezo a ruborizar. 

–¿Y a qué se debe tu visita, muchacho? –le pregunta el profesor. 

–En realidad, vine a ver a alguien –contesta sin dejar de mirarme–. Me preguntaba si podía quedarme un rato. 

–Por supuesto, pasa y ponte cómodo –le dice el profesor, mientras le abre el paso–. Todo el mundo, regresen a lo que estaban haciendo y dejen de comportarse como adolescentes idiotas. 

–¡Viene hacia acá! –dice Bemou y pienso que si los ojos comieran, Dastan ya sería un esqueleto. 

–Hola –me saluda cuando llega a mi lado, y por el rabillo del ojo veo que Bemou se sorprende y creo que hay que traerle una cubeta o algo para la baba que no tardará de salir de su boca. 

–¿Qué haces aquí? –le pregunto a Dastan. 

Prensándolo bien, creo que la cubeta también la necesitaré yo, tal vez pueda servir el tazón que está en el bodegón. La verdad es que Dastan se ve tan jodidamente guapo y elegante con su traje negro. ¿Quién dijo que la gente con tatuajes no puede verse tan sofisticada? 

–Toma –. Me extiende su brazo donde trae un vaso de Starbucks–. No pude enviártelo con Kaa porque ya viene ella sola, así que vine a traértelo. 

–¿Viniste para traerme un chocolate? 

–Pues te gusta. 

¡Mierda! ¿Cómo voy a hacer para sacarlo de mi cabeza si sigue siendo tan detallista? Pensé que después de lo de ayer, iba a desaparecer. 

–Gracias –. La verdad no sé que más decir. No quiero cometer una estupidez como la de ayer. 

Siento que mi rostro cada vez está más y más rojo y lo veo sonreír. 

–¿Cómo se le llama a lo que están haciendo? –me pregunta cuando desvía la mirada hacia mi lienzo. 

–Es un bodegón. 

Dastan se acerca a mi lienzo y lo mira detenidamente. 

–¿Son animales ó frutas? –pregunta con asombro. 

–Ambas. 

–Animales que dibujaste de cierta forma para que parecieran frutas. Pepper, ¡esto es genial! 

Aunque parecía imposible, me ruborizo más todavía. Jamás me había importado tanto que a alguien le gustara lo que hago. 

–Te ves tan bonita cuando te sonrojas, ¿sabías? –dice cuando voltea a verme y se acerca más a mí–. ¿Todavía sigue en pie lo de hoy? 

–¿Vendrás a lo de Nicole? 

–¿Pensaste que lo había olvidado? 

–No. 

–¿Entonces? 

–Pensé qué después de lo de anoche, ya no querrías ir –le digo, algo avergonzada. 

–¿Qué? ¿Por qué no? 

–¿No te molestaste? 

–¿Por qué iba a molestarme, Pepper? Ayer pasé uno de los mejores días contigo –. Mientras lo dice, se acerca más a mí y de nuevo su cuerpo está a escasos centímetros del mío. Muero por tocarlo, tengo que poner todo mi  autocontrol para contenerme–. ¿A qué hora sales? 

–A las dos y media –. Apenas y puedo contestar de forma coherente. 

–¿Te veo entonces? 

–Sí –digo anonadada, pero después reacciono–. No, espera, tengo que ir por Nicole. 

–Obviamente vamos a ir por ella –me dice, y luego toma mi mano para llevarla a su boca y la besa mientras su mirada sigue en mis ojos. Luego sonríe mientras me suelta y se va. 

–...cías? –me dice Bemou, y de nuevo no entendí qué dijo. Me siento en las estrellas. 

–¿Qué? 

–¡Cielos, mujer! Ese hombre te trae perdida. Lastima que no le gusten los hombres, porque si no, seguro te lo robo. Aunque te tienes que cuidar de todas las chicas. 

–¿A qué te refieres? 

–¿Tan ciega estás? Ese hombre está que se muere por ti. Pero te tienes que cuidar de las chicas,  las mujeres son perras cuando quieren a alguien, en especial a un bombón como él. 

–Claro que no, él no se fijaría en alguien como yo. 

–Pues es obvio que sólo tiene ojos para ti. Si me gustaran las chicas, seguro él tendría que cuidarte más, porque estás para comerte. 

No sé qué decir. ¿Qué Dastan sólo tiene ojos para mí?

~ · ~ · ~ · ~ · ~ · ~ 

‹Ya estoy aquí.

Es otro texto de Dastan. 

‹Pero si son las dos. Falta media hora para que salga.

‹¿Y qué? Voy a esperar. Sólo quería avisarte.

‹Vale, te veo en un rato.

‹¿Ahora en qué salón estás?

‹En el 305, ¿por?

Ya no contestó, aunque dos minutos después supe el por qué de su pregunta. De nuevo estaba aquí. Cuando se asoma a través de la puerta del aula, el profesor le indica que pase, y Dastan se sienta en uno de los pupitres de más arriba. Ya no trae su chaqueta y las mangas de su camisa están dobladas, lo que deja ver los tatuajes de sus brazos.

¿Cómo es que todo el mundo te deja pasar como si estuvieras en tu casa?

Ponga atención, señorita Frost.

Cabrón.

Te faltó mandón.

Me giro para verlo y noto que se está riendo. Su sonrisa es contagiosa y hasta yo termino riéndome. 

Media hora después, empiezo a guardar mis cosas para salir y Dastan me sigue. 

–¿Y bien? –le pregunto. 

–¿Bien qué? –me pregunta, mientras me quita mi morral de mi hombro y me ayuda a llevarlo. 

–Dijiste que no habías estudiado y al parecer todos los profesores te conocen. 

Se encoje de hombros–. Soy el dueño de la facultad. 

–¿Cómo? –digo, sorprendida.

–Soy dueño de muchas cosas, Pepper. 

–¿Cómo qué? 

–La semana pasada compré el MGM Grand. 

¡Que cabrón! 

–¡Pero eso está en las Vegas, Dastan! 

–¿Y qué? 

–¿Para qué tienes un hotel que está al otro lado del mundo? –. Mientras platicamos, me doy cuenta que caminamos hacia el estacionamiento de la facultad, pero no hacia donde está mi Jetta – ¿A dónde vamos? 

–Al auto, ¿por qué?

–Nicole no puede ir en uno de tus autos. Mi auto está hacia el otro lado. 

–Traigo el Land Rover. 

–¿Qué? 

–Pues sí, no puedo llevar a Nikky en uno de mis otros autos. 

–¿Cómo que otros?

–Lo compré esta mañana. 

–¡Qué cabrón! –no pude evitar decirlo y él se empieza a reír–. ¿Para qué compraste otro auto, Dastan? 

Se encoje de hombros y llegamos a un bonito Land Rover negro del año. El de ayer era blanco–. Necesitaba un auto donde cupieran más de dos personas y fuera más seguro para llevar niños –dice, mientras abre la puerta del copiloto. 

–¿Mi auto lo llevará Thomas? 

–Sí. Sube –me dice, y aunque no lo hace como una orden, yo no me muevo de mi lugar–. ¿Qué pasa? 

–¿Puedo conducirlo? 

Sus ojos se abren con asombro–. ¿Quieres conducir? 

–Vamos, Dastan. Además, ni siquiera sabes dónde es la escuela de Nicole –le digo, y cuando no dice nada, entiendo algo que ya debería de serme obvio de él– ¿Lo sabes? 

–Pues sí, aunque te iba a decir que me señalaras el camino tú –contesta, mientras me avienta las llaves y entra al auto por el lado del copiloto. 

¡Voy a conducir un jodido Land Rover! Me pregunto si después me dejará conducir su Maserati. 

Cuando subo al auto, noto que ya se puso el cinturón de seguridad y no puedo evitar sonreír. 

–Gracias. 

–Si chocamos, jamás te volveré a dejar conducir, ni siquiera tu auto. 

Aunque lo dijo de broma, eso desencadena todo. Empiezo a ver a Emma y después escucho un golpe y veo cómo de repente es empujada hacia mí, luego todo empieza a dar vueltas.

­–¡Pepper! –. Dastan se oye lejos. Volteo a verlo, aunque no lo hice voluntariamente, sus manos están en mi rostro y es él el que giro mi cabeza. Está a escasos centímetros de mí, pero lo siento como si estuviera a kilómetros–. ¡Pepper, nena. Reacciona! –. Lo oigo más cerca y luego veo sus ojos tan azules como el agua más cristalina y pura que hay, y empiezo a volver a la realidad. 

–Emma –. Es lo único que sale de mi boca. 

Luego empiezo a sentir que todo se me revuelve, así que me zafo de sus brazos y como puedo salgo del auto, y cuando estoy afuera, todo lo que había comido sale de mí. 

Ahora Dastan está a mi lado–. ¡Thomas! –oigo que grita–. Tranquila, nena –me dice cuando volteo a verlo, después noto que se mueve rápido hacia mí para sostenerme mientras todo se vuelve negro.

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© Huellas en la Piel por Michelle Acero. Todos los derechos reservados.

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