Prólogo

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Pepper

Estoy mareada y dolorida, acostada en una cama que no es mía. Trato de abrir los ojos pero no puedo, mis párpados se sienten pesados.

¿Dónde estoy?

-Sus signos vitales son buenos -escucho una voz masculina que me parece familiar-. Casi no sufrió daño, sólo un brazo y tres costillas rotas. Se recuperará sin contratiempos.

-¡Gracias a Dios! -ahora la voz es de una mujer y me parece que también la conozco-. Pero, ¿qué va a pasar?

-En cualquier momento llegarán los de servicios sociales, ellos nos dirán que hacer -contesta el hombre.

-¡Dios! ¿Cómo pudo pasar? Todo iba de maravilla.

Es Kristeen, la mejor amiga de mis padres. Pero aún no reconozco quién es él.

Quiero preguntar qué pasó, pero ni siquiera puedo abrir los ojos. No puedo moverme.

Después me empiezo a ir de nuevo.

~ · ~ · ~ · ~ · ~ · ~

Me siento consiente otra vez. Me duele todo y estoy entumida hasta los huesos.

Trato de abrir los ojos y esta vez lo logro. Una luz brillante me ciega la vista, pero luego empiezo a distinguir lo que tengo a mi alrededor: estoy en un cuarto de hospital. Tengo tubos que me introducen liquido con algún medicamento, en uno de mis dedos tengo esa extraña cajita que ponen para ver el pulso del corazón o algo así y mi brazo izquierdo está enyesado. De fondo se oye ese molesto bip-bip que me retumba en la cabeza.

Intento levantarme, pero un dolor invade mi pecho y me hace quejar.

-Oh no, querida, no -escucho a alguien y veo que Kristeen se acerca a donde estoy. Tiene los ojos rojos y su cara hinchada y me doy cuenta de que ha estado llorando-. Quédate quieta. Tienes tres costillas rotas además de tu brazo.

-¿Qué pasó? -pregunto desconcertada-. ¿Por qué estoy aquí?

-Oh, pequeña. Hubo... -su voz se empieza a cortar y sus ojos se llenan de lagrimas-... Hubo un accidente.

Entonces lo recuerdo todo.

Veníamos de regreso de la entrevista para la universidad de Emma, mi hermana gemela. Kristeen les hizo un favor a mis padres quedándose en casa cuidando a nuestra pequeña Nicole. En un semáforo nos detuvimos. Estábamos platicando emocionados porque esa misma mañana llegó la carta donde anunciaban que sí me aceptaron en mi universidad, y también porque aceptaron a Emma en la suya. Recuerdo que también platicábamos de lo raro que sería estar separadas después de estudiar toda la vida juntas en las mismas escuelas.

Empezamos a avanzar. Luego sentí una gran embestida y todo se puso negro.

-¿Dónde están? -mi voz suena muy áspera, como si tuviera un desierto en mi boca. Apenas y puedo hablar-. ¿Emma? ¿Mis papás?

La expresión en el rostro de Kristeen se pone más y más triste y trata de contener las lagrimas.

-Pequeña, fue... Fue un terrible accidente.

Lagrimas empiezan a resbalar por sus mejillas.

Mi corazón late cada vez con más fuerza y siento que se va a salir de mi pecho. Un nudo enorme se forma en mi garganta.

-Todos... -me mira con dolor y sus labios empiezan a temblar-... Todos murieron. Lo siento mucho.

El mundo entero se me vino encima.

Se abre la puerta y entra una mujer con traje y se dirige hacia donde estamos Kristeen y yo.

-Mi nombre es Amanda Monroe, de servicios sociales. Estoy aquí para atender su caso y ayudarles en lo que necesiten... -sigue diciendo algo a Kristeen, pero no supe qué. Dejé de escuchar todo. Sólo oía los fuertes latidos de mi corazón y sólo podía pensar en Nicole.

¿Que iba a pasar con nosotras?

Me doy cuenta que en el mismo instante ella y yo habíamos quedado huérfanas, perdimos a nuestras familias. Yo era lo único que le quedaba. ¿Cómo iba a hacer para que no a alejaran de mí?

-Nicole -murmuro, callando a Miranda, Samantha o como se llame.

Quería llorar.

Quería correr y desaparecer.

Pero no podía. Necesitaba pensar en Nicole.

Kristeen vuelve su atención a mí-. Oh no, cariño. No te preocupes por eso. Ella está bien.

-¿Quién es Nicole? -pregunta Renata.

-Es...

-Nicole -interrumpo a Kristeen-. ¿Qué va a pasar con ella? ¿Con nosotras? No me la pueden quitar. Soy lo único que le queda. Es lo único que me queda -mi voz suena frágil y temblorosa.

Estaba empezando a desmoronarme. Mi visión empieza a nublarse por las lagrimas que intento contener.

-Pepper -la mano de Kristeen se aferra a la mía y con la otra aparta los mechones de cabello de mi rostro-, sé que es difícil, pero necesitamos que mantengas la calma para solucionar esto lo mejor que se pueda. No voy a permitir que te la quiten.

-No me la quiten -suplico.

No puedo permitir que la alejen de mí. ¿Pero qué voy a hacer? ¿Cómo la voy a cuidar yo sola?

Estoy empezando hiperventilar, a temblar, a desesperarme.

-No, cariño, no pasará, te lo prometo -afirma Kristeen y luego se empieza a alejar-. Tengo que salir un momento para hablar con Amanda para que nos ayude y nos diga que hacer, ¿vale?

-¡No! -estoy en pánico-. No me dejes. ¡¿Dónde está Nicole?! -digo gritando.

Se abre la puerta y entra un doctor.

-Está entrando en estado de shock -anuncia y se acerca corriendo hacia donde estoy-. Respira, pequeña -toma mi brazo bueno y pone su otra mano en mi espalda. Ni siquiera me di cuenta de cuándo me senté-. Tranquilízate, todo va a estar bien. Respira conmigo, ¿sí? Inhala... -empieza a tomar aire y trato de imitarlo-... Exhala, dos, tres, cuatro. Eso es, otra vez. Inhala... -vuelve a tomar aire y lo vuelvo a imitar.

Cuando empiezo a calmarme, lo reconozco. Es Will, el esposo de Kristeen, y también el mejor amigo de mis padres.

-Eso es, Pepper, cálmate. Te prometo que todo va a estar bien.

-Están muertos -susurro con la cabeza baja.

Ni siquiera estoy segura si lo dije en voz alta o si Will me escuchó.

-Lo sé, corazón, lo siento mucho.

-¿Qué voy hacer? -volteo a verlo, pero ni siquiera lo puedo visualizar bien. Mis lagrimas empañan por completo mis ojos.

-Vamos a tratar de hacer lo mejor que podamos, ¿vale? No estás sola. No te vamos a dejar sola -asegura con compasión y luego se dirige a Kristeen y Ramona-. Vayan a mi oficina, ahí podremos hablar. Kristeen, indícale el camino, en un segundo me reuniré con ustedes.

-Acompáñeme -le pide Kristeen a Fernanda y luego salen de la habitación.

Estoy sudando como si hubiera corrido una maratón. De repente me inclino hacia el lado donde no está Will, echo mi cabeza hacia abajo y todo lo que tenía en mi estómago sale de mí. Después empiezo a sentir que todo da vueltas, todo se vuelve oscuro y ya no estoy aquí.

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© Huellas en la Piel por Michelle Acero. Todos los derechos reservados.

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