CRÓNICAS NEGRAS ©

By Arassha

5.4K 1K 578

Lamentos desgarradores como cuchillos afilados; pasos ágiles abandonando la escena; peticiones desesperadas... More

~1~
Para toda la eternidad
~2~
La Gallera Fantasma
~3~
~4~
Ya tengo dientes.
~5~
Espeluznante navidad
#HappyDeathDay ~ El Recolector de Almas
#100WordScream: Pasión Asesina
Nocturno #31Creepywords
~6~
Nadie te escuchará
~7~
~8~
Muerte en navidad
Ambrosía carmesí
Vendetta
~9~
Herencia sombría
Sombras #31Creepywords
~10~
Halloween sangriento
~11~
Dulce o muerte

Las Totoras #campFireGhost

262 53 36
By Arassha

La época estival arribó a la localidad de San Pablo. Muchos eran los niños que ansiaban la llegada del verano, el mismo que era sinónimo de diversión. Varios centros ofrecían diferentes tipos de entretenimiento para los pequeños de la casa. Entre ellos el campamento Gotitas de Luz, que tenía a su cargo un total de treinta y seis niños que rondaban los seis y  trece años.

El primer día fue de interacción social. Los demás días, pintaron, jugaron e hicieron otras actividades típicas de esa edad.    

Un poco más de alegría no les vendría mal antes de que todo terminara...  

El penúltimo día, antes de cumplirse las dos semanas, los adultos a cargo les dieron a escoger a los niños lo que querían hacer como actividad final. Unos se decidieron por una visita al zoológico. Otros por ir a ver el último estreno infantil en el cine del pueblo. Y otros se decantaron por acampar en algún lugar del bosque.  

Raúl  y Tomás fueron los encargados de llevar al grupo de niños de excursión.
Después de una considerable caminata, hicieron una parada frente a unos frondosos árboles de pino, para recuperar el aliento. Llevaban algunos kilómetros recorridos sin encontrar un sitio idóneo donde asentarse.  

—¿falta mucho?— preguntó jadeando, Benjamín. Gotas de sudor descendían por su frente, perdiéndose entre las pecas que le salpicaban el rostro.  

Raúl sacudió la cabeza. Era la cuarta vez que le preguntaba lo mismo. Era un niño curioso y demasido preguntón,  pero ¿Qué niño no lo era. Optó por no responder esa vez y en lugar de ello observó alrededor: los árboles y la tierra que los rodeaba. Parecía un lugar seguro. Aunque prefería una zona más despejada, tendrían que conformarse con aquel sitio. Los niños se veían agotados.
Entonces, cuando iba a dar la voz para levantar las carpas, un exquisito aroma floral se coló por su nariz. Aspiró rápido y con fuerza, tratando de atrapar un poco más de ese dulce olor.  

No fue el único que notó el fragante perfume. El mismo gesto se repitió en el grupo que dirigía. Inspiraban anhelantes, mientras que con la vista trataban de ubicar de dónde provenía esa fragancia silvestre.  

—Parece que viene de ese lugar—señaló con el índice, Tomás. El segundo al mando.  

—¡Vamos, chicos! —Raúl azuzó al grupo para que lo siguieran—. A lo mejor es una zona ideal para acampar.

Aquello podría cuestionarse. Pero es sabido que las reflexiones, la mayoría de veces, suelen llegar tarde.  

Al llegar al sitio, observaron un increíble paisaje compuesto de alisos, orquídeas y una diversidad de vegetación. Era un pequeño Edén en medio del bosque.

La idílica rosaleda estaba rodeada por una planicie verde que atrajo la atención de Raúl. Decidió que esa era la área perfecta para levantar el campamento.  

—He oído hablar de este lugar. Estas son las Totoras.  Lo mejor será que nos vayamos. Aquí no es seguro— dijo Tomás, con voz temblorosa.  

—¿De qué hablas?, ¿qué puede tener de inseguro este sitio? —Raúl, extendió la mano hacia la maravillosa campiña.  

—Si no nos vamos... nosotros seremos los próximos—insistió Tomás, nervioso— ¿Acaso no has escuchado la leyenda?  

Raúl hizo una mueca de no entender.  

—Cuando era un crio, mi abuelo me contó que hace mucho tiempo los integrantes de un campamento cómo éste, murieron ahogados junto a su cuidador al intentar cruzar el río  que había crecido debido a las lluvias. Ninguno de los cuerpos fue encontrado. Se dice que, debido a ello, al no haber recibido cristiana sepultura, sus almas vagan entre el cielo y la tierra. Noche tras noche aguardan que alguien llegue a reemplazarlos en su agonía y poder ser libres. Para ello, crean el ambiente propicio para que los infortunados bajen la guardia sin darles oportunidad a reaccionar.  

Raúl, frunció el entrecejo. Había escuchado esa historia.
Al llegar la mañana, los campistas y el guía fueron sorprendidos por la crecida del río. Este último trató de salvar la situación haciendo que los niños cruzaran por encima de un tronco de apariencia robusta, pero que en el interior estaba apolillado. Cayeron sin remedio en las lodosas y turbulentas aguas. Mas en lo referente a que sus almas penaran, era algo a lo que nunca había dado credibilidad. Para él, la muerte era el final de la existencia.  

—Eran trece, el grupo que pereció aquel fatídico día—continuó hablando, Tomás—. El mismo número que nosotros. Bueno, en realidad nosotros somos catorce— corrigió.  

—Pues tendremos suerte si uno de los dos sobrevive para que pueda dar testimonio, ¿no?— dijo entre risas, mofándose de su joven ayudante—. Lo que has dicho no son más que cuentos relatados bajo la débil luz de una lámpara para darle dramatismo al asunto. Ahora, ayúdame. Las tiendas no se van a alzar solas—dio por finalizada la conversación.    

Una vez hubieron levantado las tiendas de campaña, el resto del día y tarde jugaron con los pequeños y degustaron alimentos al aire libre. Al caer la noche, cansados,  cada uno fue a sus respectivas tiendas en grupos de dos: niños con niños y niñas con niñas.

Tomás por su parte,  fue en dirección a la carpa que estaba alejada del resto, alegando que así podría tener una completa visión del grupo y de todo lo que sucediera.  

Ni él mismo se imaginó la verdad que rezumaban esas palabras. Desde aquel lugar vería en primera fila los acontecimientos próximos a suceder.  

—Espero que dormir alejado de nosotros sea por seguridad—soltó Raúl en tono burlón, viendo a su compañero marcharse a una tienda verde marrón que se mimetizaba con los árboles que la rodeaban—. Y no por miedo que te alejas.  

Seguridad y miedo, pensó Tomás, sin responder ni darse la vuelta.  

Tiempo después, los ruidos nocturnos  y el crepitar de la fogata, se adueñaron de  la atmósfera, junto a uno que otro ronquido de Raúl. Mas la situación, en cuestión de minutos tomaría otro cariz...  

Una forma oscura, tal vez humana, tal vez demonio, recorrió una por una las carpas que se acomodaban en un círculo. No se percató de la que estaba oculta entre los árboles, lejos de ahí. Contó el número de personas que dormían en ellas. Luego regresó la vista a los pequeños espectros de apariencia repulsiva que aguardaban expectantes la señal de cambio.  

—Son trece, igual que nosotros— sonrió, malévolo —. Nuestra condena ha llegado a su fin. Tomen al que quieran para que ocupe su lugar. Son trece, igual que nosotros— volvió a repetir.  

Felicidad. Un sentimiento olvidado, se abrió paso en la oscuridad de aquellas criaturas.  
—¡Hora de romper cadenas! De ponérselas a otros —el ser señaló con una huesuda mano a los indefensos niños y a su guía. Tan indefensos como ellos lo fueron un día.

A continuación, se oyeron telas desgarrándose con fiereza. Alaridos de terror rompiendo la quietud de la noche.  

Almas siendo liberadas... Almas siendo encadenadas.    

Los frenéticos gritos no fueron advertidos por Tomás, debido a la música rock que escuchaba por los audífonos a todo volumen. Un método que usaba para conciliar el sueño.

Raúl lo llamaba con desesperación, suplicaba auxilio,  pero él no oía nada, excepto los electrizantes acordes de guitarra, batería y platillos siendo golpeados sin pena alguna. Si oyó algún grito, lo confundió con la voz del cantante.  

Lo único que provocó que abandonara aquel estado de nirvana rockera, fue la intensa ráfaga de aire que sacudió con violencia la tienda de campaña en la que dormitaba. Abrió los ojos, invadido por un inusitado miedo. A través de la carpa,  vislumbró siluetas extrañas que se movían con rapidez de un lado a otro, creando imágenes  que lo sobresaltaron.  

Se quitó los audífonos y entonces el infierno se desató...  

Escalofriantes gritos infantiles. Gemidos apagándose. Una voz adulta que maldecía a alguien. La misma voz clamando su ayuda.  

Bajó el cierre de la carpa, temeroso  por el panorama  a encontrar. A lo mejor es una broma de Raúl,  reflexionó.  
Sin embargo, no tuvo que esperar mucho para descubrir  que aquello no era una inocentada.  

Tomás, salió de la carpa en absoluto sigilo. Agazapado tras un árbol, contempló la siniestra escena. Se santiguó una y otra vez, sin poder apartar los ojos de aquel sobrenatural evento. El corazón latiéndole desbocado.
Espíritus de infantes, guiados por un espectro mayor, intercambiaban lugar con los desesperados niños, cuyo vocerío iba en crescendo, presos del pánico.  

Impotente, con un terror profundo danzando en él, observó cómo uno por uno iban cayendo.

El deceso de los niños fue sutil. Situación que no ocurrió con Raúl, que fue lanzado con ferocidad a un árbol por el guía fantasma, muriendo de contado.  

Una vez todos hubieron muerto, luces azuladas comenzaron a ascender al cielo y una luminosidad roja incandescente se perdió en las profundidades de la tierra.

Luego, el lugar antes bello, se tornó tenebroso. La planicie verde se volvió blanda y húmeda, empezó a brotar agua de él, trasformándose en un pantano. Se llevó consigo la vida que hace unos instantes albergó.

Aquel suceso terrorífico que experimentó Tomás, dejó una insondable marca en su esencia. El campamento Gotitas de Luz fue tragado por la oscuridad y no hubo nada que él pudiera hacer para evitarlo.
Dio la vuelta, emprendiendo carrera por el bosque, sin rumbo fijo. A una velocidad envidiable para cualquier corredor profesional.  No regresó a ver ni un segundo atrás.        

Bastante tiempo después.

—¡Este es el lugar ideal que estábamos buscando, Rita!—dijo embargada de admiración la líder del grupo a su ayudante.  

—Profe Rosi. Estas son las Totoras. Mi abuelo Tomás me dijo que si alguna vez encontraba este sitio, debía alejarme enseguida, porque es una trampa de los espíritus que habitan en el y así cambiar lugar con aquellos que lo encuentran.    

La profesora miró con ternura al pequeño que extendió la advertencia.  

—Tranquilo, Matias. Solo son cuentos. No hay nada que temer. Ahora, vamos a levantar las tiendas en este fabuloso lugar.  

La mujer contempló el increíble paisaje compuesto de alisos, orquídeas y una diversidad de vegetación. Un pequeño Edén en medio del bosque, rodeado por una planicie verde.        


~Fin~


Saludos apreciados lectores. Espero que el presente corto de terror haya sido de su agrado. 
:)

** Este cuento fue creado por el reto enviado por @DanielaCriadoNavarro.

Con las siguientes condiciones:

1. Que el relato sea de terror paranormal.

2. Deberá tener un mínimo de 100 palabras.

3. Estar basado en la frase: "En un campamento cómo éste"

4. El narrador debe ser un campista, un testigo o un agente paranormal.

5. La historia deberá basarse en un campamento y causar terror.

6. El título debe llevar: #campFireGhost.

7. Etiquetar  a 10 amigos.

El último punto no lo realizaré, debido a que la propuesta me la enviaron en agosto como reto de verano. Pero si alguno de ustedes desea escribir un relato basado en los puntos mencionados, puede hacerlo con confianza.

Atte.

Ada.   :)

Continue Reading

You'll Also Like

18.2K 1.8K 13
Cada signo es una personalidad y forma de vivir distinta. Es algo complicado de entender, pero los signos a pesar de existir, no tienen forma, ni lo...
5.9K 525 12
¿Tienes que crear una portada pero no sabes cómo hacerlo? Pues deja de buscar consejos, ¡yo puedo hacerlo por ti! En los primeros capítulos de esta o...
448K 22.3K 42
[HISTORIA GRATIS] Una maldición antigua bajo la luz de la luna roja. Un príncipe y una princesa. Uno guiará a su nación a la grandeza, el otro destru...
140K 5.1K 55
Todo empieza a complicarse en la vida de Brooke Doyle cuando dos años atrás su padre abandona a su familia en Bristol. Su madre Alice Doyle entra en...