Midnight

By wickedwitch_

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¿Una chica caminando sola por la ciudad a altas horas de la madrugada? Listo. ¿Un callejón oscuro... More

☽ | Prólogo
☽ | Chapter 1.
☽ | Chapter 2.
☽ | Chapter 3.
☽ | Chapter 4.
☽ | Chapter 5.
☽ | Chapter 6.
☽ | Chapter 7.
☽ | Chapter 8.
☽ | Chapter 9.
☽ | Chapter 10.
☽ | Chapter 11.
☽ | Chapter 12.
☽ | Chapter 13.
☽ | Chapter 14.
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☽ | Chapter 16.
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☽ | Chapter 24.
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☽ | Chapter 26.
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☽ | Chapter 28.
☽ | Chapter 29.
☽ | Chapter 30.
☽ | Chapter 30. [02]
☽ | Chapter 31.
☽ | Chapter 32.
☽ | Chapter 33.
☽ | Chapter 34.
☽ | Chapter 35.
☽ | Chapter 36.
☽ | Chapter 37.
☽ | Chapter 38.
☽ | Chapter 39.
☽ | Chapter 40.
☽ | Chapter 40. [02]
☽ | Chapter 41.
☽ | Chapter 41. [02]
☽ | Chapter 42.
| SEGUNDA PARTE |
☽ | Chapter 43.
☽ | Chapter 44.
☽ | Chapter 45.
☽ | Chapter 46.
☽ | Chapter 47.
☽ | Chapter 48.
☽ | Chapter 48. [02]
☽ | Chapter 48. [03]
☽ | Chapter 49.
☽ | Chapter 50.
☽ | Chapter 51.
☽ | Chapter 52.
☽ | Chapter 53.
☽ | Chapter 54.
☽ | Chapter 55.
☽ | Chapter 56.
☽ | Chapter 57.
☽ | Chapter 58.
☽ | Chapter 59.
☽ | Chapter 60. [01]
☽ | Chapter 60. [02]
☽ | Chapter 61.
☽ | Chapter 62.
☽ | Chapter 63.
☽ | Chapter 64.
☽ | Chapter 65.
☽ | Chapter 67.
☽ | Chapter 68.
☽ | Chapter 69.
☽ | Chapter 70.
☽ | Chapter 71.
☽ | Chapter 72.
☽ | Chapter 73.
☽ | Chapter 74.
☽ | Chapter 75. [01]
☽ | Chapter 75. [02]
☽ | Chapter 76. [01]
☽ | Chapter 76. [02]
☽ | Chapter 76. [03]
☽ | Chapter 77.
☽ | Chapter 78.
☽ | Chapter 79.
☽ | Chapter 80.
☽ | Chapter 81.
☽ | Chapter 82.
☽ | Chapter 83.
☽ | Chapter 84.
☽ | Chapter 85.
☽ | Chapter 86.
☽ | Chapter 87.
☽ | Chapter 88.
☽ | Chapter 89.
☽ | Chapter 90.
☽ | Chapter 91.
☽ | Chapter 92.
☽ | Chapter 93.
☽ | Chapter 94.
☽ | Chapter 95. [01]
☽ | Chapter 95. [02]
☽ | Chapter 95. [03]
☽ | Chapter 96. [01]
☽ | Chapter 96. [02]
☽ | Chapter 96. [03]
☽ | Epílogo.
☽ | EXTRA 01.
☽ | EXTRA 02.
☽ | EXTRA 03.
☽ | EXTRA 04.

☽ | Chapter 66.

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By wickedwitch_

AH, LA PASIÓN FRANCESA...

No respondí a las provocaciones de Anna. La vampira tenía el mismo modus operandi de intentar hacerme sentir mal, pero yo me había vuelto inmune a su veneno; la primera vez que comprobé la maldad que ocultaba Anna en su interior fue cuando Derek decidió recluirme en mi antiguo dormitorio, con un grillete al tobillo para impedir que pudiera herir a alguien. La aún prometida por aquel tiempo de Derek se presentó en mi habitación con la excusa de encontrarse bastante preocupada por mí; después decidió intentar jugar conmigo, utilizando a su amiga Ursula para intentar ponerme celosa respecto a Hunter.

Era evidente que tenía que cambiar sus métodos si quería hacerme daño realmente, puesto que nunca lo había conseguido.

Anastacia y Emilia fueron las primeras en separarse del grupo que se encontraba en el césped, dirigiéndose hacia el interior de la mansión; el resto regresaron a la mesa donde estábamos las que habíamos decidido no participar, sirviéndose un poco de té. La conversación empezó a fluir de nuevo, haciéndome olvidar del desencuentro que había tenido con Anna; la vampira no tardó en olvidarse de mí también, ya que una de las doncellas humanas se le acercó sigilosamente al oído para murmurarle que alguien quería hablar con ella por teléfono. Se levantó con elegancia y, sin tan siquiera despedirse de ninguna de nosotras, se marchó hacia la mansión.

Poco después, otra doncella irrumpió de nuevo en el jardín, acercándose directamente a mí. Mi espalda se puso rígida a cada paso que daba la humana, acrecentando la sensación de que iba a darme malas noticias; cuando se inclinó en mi dirección, emulando a la otra doncella, el vello se me puso de punta.

-Señorita Riley –me susurró, con un leve temblor en la voz-. El señor Vanczák quiere verla en su despacho.

De haber podido, las manos me hubieran empezado a sudar a mares, delatando lo mucho que me inquietaba que Derek hubiera enviado a alguien del servicio a buscarme; me consideraba culpable de estar trabajando a sus espaldas junto a sus dos mejores amigos, tratando de encontrar cualquier tipo de dato turbio que hubiera en la historia de Anastacia Ashford para poder deshacerme de ella.

Retiré mi silla con cuidado y me puse en pie. Me disculpé ante mis compañeras de mesa y abandoné los jardines, seguida de cerca por la doncella humana; el vestíbulo estaba lleno de su habitual actividad y tránsito, con vampiros y humanos yendo y viniendo por las habitaciones de la planta baja. Dirigí mis pasos hacia el pasillo que conducía al despacho de Derek y me detuve frente a su puerta; mi paranoia había vuelto a hacer acto de presencia, trayendo consigo un extraño cosquilleo en el estómago que nada tenía que ver con el deseo.

Llamé a la puerta y aguardé al otro lado, esperando a que Derek me diera permiso para pasar. El aire se me escapó de los pulmones cuando Anastacia apareció al otro lado, sonriendo y con sus ojos fijos en mi persona; su camiseta se encontraba caída por su hombro izquierdo, dejando al descubierto su pálida piel. No me gustó aquello y menos me gustó las feas imágenes que desfilaron por mi cabeza en las que esa viperina mujer intentaba seducir a mi novio.

Ni siquiera me molesté en fingir agrado al verla allí.

-¿Annie? –resonó la voz de Derek en el interior de la habitación.

Anastacia se relamió el labio inferior y se hizo a un lado, mostrándose como una complaciente secretaria.

-Es Galatea, Derek –trinó ella.

Casi la aparté de un empujón para entrar al despacho. Derek se encontraba al otro lado del escritorio, con algunos botones de su camisa desabrochados, mostrando más piel de la que estaba acostumbrado a que enseñara cuando estaba en compañía; procuré no dejarme llevar por mis malos pensamientos y esbocé una diminuta sonrisa que pretendía ser pacificadora.

Anastacia se encontraba junto a la puerta, poniendo a prueba mi paciencia y autocontrol. ¿Acaso Derek pensaba hablar conmigo teniéndola a ella aún con nosotros, escuchándolo todo?

Me quedé sentada en uno de los sofás que había en su despacho, aguardando a saber la decisión de Derek sobre la presencia de Anastacia en aquella reunión que había creído que iba a ser privada. Los ojos azules de Derek se desviaron hacia la vampira, que seguía pegada a la puerta.

-¿Te importaría dejarnos a solas, Annie? –le preguntó con amabilidad.

La susodicha se despidió del vampiro con una sonrisa y salió en silencio de la habitación, dejándonos a nosotros dos solos. Derek se arremangó las mangas de su camisa, soltando un suspiro cansado; la superficie de su escritorio se encontraba abarrotado de documentos y volúmenes cuyos títulos parecían estar en distintos idiomas. Me recosté sobre el respaldo del sofá.

-¿Desde cuándo la llamas Annie? –pregunté con retintín.

Por Dios, si su diminutivo me resultaba empalagoso al pronunciarlo.

Derek alzó la mirada de los papeles que estaba ojeando, con una expresión que indicaba que mi pregunta lo había puesto en alerta, sospechando que debía cuidar bien lo que quería decir; apartó con cuidado unos documentos de la mesa y me observó, intentando encontrar una respuesta que no me hiciera saltar.

¿Qué nos estaba pasando? Al principio todo había ido bien entre los dos. Habíamos tenido algunos pequeños desencuentros, pero habíamos encontrado la solución... habíamos podido con ello; pero la cercanía de una guerra civil entre los vampiros de Londres nos había afectado a todos y sabía que la posición de Derek como líder del aquelarre se había convertido en una presión enorme, más incluso que antes. Y eso nos había afectado a nivel emocional; Derek arrastraba hacia nuestra relación todo lo que sucedía en el ámbito profesional y yo hacía lo mismo con mis propios fantasmas.

Derek se masajeó la frente con actitud agotada.

-Intento que se sienta cómoda –explicó-. Galatea, tú mejor que nadie, deberías saber cómo se siente cuando lo pierdes todo y te topas con alguien que te proporciona una salida...

Me crucé de brazos.

-Ella no ha pasado ninguna noche en las mazmorras –hice notar, quizá sonando demasiado rencorosa-. Ni siquiera su llegada a la mansión fue como la mía, Derek. Anastacia no ha tenido que pasar por lo mismo que yo; jamás te atrevas a compararme con esa vampira.

Resopló.

-Te recuerdo que habías asesinado a humanos, Galatea, poniéndonos en riesgo a todos los vampiros.

No mentía... pero las cosas no habían sido del todo así.

-Yo no era la única neófita suelta por Londres en aquel entonces –le corregí con suavidad-. Kenneth también participó activamente en ello...

Derek hizo un aspaviento con la mano, sin dejar de observarme. Ambos estábamos sumidos en los primeros meses de mi llegada a la mansión, cuando no paraba de meterme en líos mientras trataba de encontrar una vía de escape; Derek tampoco es que hubiera sido todo amabilidad conmigo. Nuestra relación había sido tirante y tensa, lo que había afectado al resto de la mansión.

-Galatea, quizá no fue la forma correcta de tratarte, pero tú tampoco lo ponías fácil.

Lo sabía perfectamente. Mi comportamiento había sido pueril y, ahora que podía verlo todo en perspectiva, me avergonzaba de algunos episodios que había vivido en aquella misma mansión; me levanté del sofá con lentitud, acercándome a la silla de Derek con una sonrisa que pretendía asegurarle que no tenía intenciones de empezar ninguna discusión con él.

Él se reclinó sobre su silla y se separó un poco de la mesa, brindándome algo de espacio para que pudiera sentarme sobre su regazo. Y así lo hice.

Bala y Étienne confiaban en lo que Derek sentía por mí; sus dos mejores amigos habían creído ciegamente que teníamos una oportunidad de intentar sacar al vampiro de su error gracias a mí.

Pues bien, iba a comprobarlo en aquel mismo instante.

-Derek –dije en voz bajita, acariciándole la nuca-. Sabes que ella no puede quedarse aquí, con nosotros.

El cuerpo de Derek se tensó bajo mi peso. Había optado por ir directa al grano, pero se me había olvidado por completo intentar hacerlo con tacto; el vampiro sabía que estaba refiriéndome a Anastacia. La situación de los aquelarres se encontraba en un punto bastante complicado; las relaciones estaban tirantes y cualquier error por alguno de los miembros podía ser considerado como una traición.

Si alguien se enteraba de la presencia de Anastacia en la mansión, el resto de aquelarres no iban a dudar en echársenos encima.

-Galatea –me convino.

-Por favor –insistí-. Dices que amas al aquelarre por ser tu familia... Estás poniéndolos a todos en riesgo al admitir a una vampira sin informar al Consejo de los Cuatro. Si de verdad tanto te preocupas por ellos, dejarías que Anastacia se marchara de la mansión y que todo esto quedara en una anécdota.

-No voy a echarla a la calle como a un perro –respondió.

Quise resoplar de pura frustración. Mi cabeza no lograba encontrarle ningún sentido a por qué Derek parecía estar tan volcado en una vampira a la que no tendría que conocer de nada; a una mujer a la que no le unía nada... en apariencia.

Entonces tuve un mal presentimiento, un presentimiento que no me gustó lo más mínimo.

-¿Qué te ha ofrecido Anastacia a cambio de tanta protección, Derek? –le pregunté de improvisto, mirándolo con desconfianza.

Derek entrecerró los ojos.

-¿Qué estás insinuando?

-Que me resulta sospechoso tu comportamiento en todo lo relacionado con esa vampira –repliqué, incapaz de seguir conteniendo mi lengua-. Porque me parece demasiado extraño que te preocupes tanto por una desconocida, arriesgándote a que el resto de aquelarres se nos echen encima.

Nos quedamos en silencio, contemplándonos como si fuéramos dos leones que estaban esperando al mejor momento para lanzarnos al cuello del otro. Había procurado no entrar en ningún tema espinoso para ambos, pero no lograba entrarme en la cabeza que alguien como Derek (y más contando con cómo me había tratado a mí a mi llegada forzada a la mansión) pudiera haber sufrido ese repentino cambio.

-Somos el aquelarre más poderoso de Londres –siseó.

Lo miré de hito en hito, creyendo que mis oídos me habían traicionado. ¿Desde cuándo Derek alardeaba de esa circunstancia? Siempre había hablado de su aquelarre con pies de plomo, a pesar de ser consciente de la ventaja que tenía frente a los otros tres aquelarres.

-Pero eso podría ponérsete en contra, Derek –traté de hacerle entrar en razón.

Me encontraba casi rozando la desesperación. Jamás había visto a Derek en ese estado tan obnubilado, como si no le importara lo más mínimo el futuro del aquelarre; hubiera preferido encontrarme con un Derek enfadado, un Derek distinto al que se encontraba frente a mí.

-Le haremos frente a todo lo que se nos ponga por delante –aseguró Derek y su mano acarició distraídamente la curva de mi espalda, sobresaltándome.

-No somos invencibles –murmuré-. Anastacia Ashford no me da buena espina, Derek. Hay algo en ella que no termina de encajarme.

De la garganta de Derek salió un gruñido.

-Cualquiera diría que te sientes amenazada por Annie –dijo, chasqueando después la lengua-. Y no tienes de qué preocuparte, Galatea; no hay nada de lo que tengas que preocuparte.

Traté de ponerme en pie, ofuscada por cómo se estaba desarrollando aquella conversación. Derek seguía completamente obcecado con la idea de que Anastacia necesitaba ayuda y que él debía hacerse el héroe, sin importarle nada las posibles consecuencias de sus actos; me temía que Bala y Étienne habían errado al afirmar que yo tendría alguna oportunidad de hacerle cambiar de opinión respecto a la recién llegada, nuestro nuevo problema y obstáculo.

El brazo del vampiro rodeó mi cintura, impidiéndome que pudiera apartarme de su regazo.

-Te has enfadado –adivinó.

-Es que hace tiempo que no te entiendo, Derek –le expliqué, desviando la mirada de su rostro-. Creímos que estábamos preparados para lanzarnos de lleno a una relación, pero no veo ningún avance entre nosotros –hice una pausa-. Vamos hacia atrás, en vez de hacia delante; no paramos de discutir y eso está abriendo una brecha entre ambos... poco a poco.

Y eso me hería profundamente. Derek y yo habíamos tenido que pasar por mucho para poder estar juntos y aquello era lo único que habíamos recibido: gritos, discusiones y más problemas.

Nada de lo que había imaginado cuando había aceptado finalmente a convertirme en la compañera de Derek Vanczák.

-Todas las parejas pasan por baches –expuso Derek-. Las circunstancias tampoco son del todo propicias.

Contuve el aliento cuando escuché a Derek hablar con aquella impersonalidad sobre nuestros problemas. De nuevo tuve la sensación de que no parecía darle la importancia que tenía, al menos para mí; había escuchado advertencias al respecto en las que Derek al final terminaba por actuar con indiferencia cuando tendía a aburrirse. Como le había sucedido con Anna, al descubrir que quizá no estaba enamorado de ella.

-Supongo que nunca lo han sido –comenté, intentando mantener a raya mi propio pesimismo.

Alguien decidió llamar en ese instante a la vuelta, salvándome de tener que escuchar la próxima excusa de Derek de por qué creía que nuestra relación no parecía estar yendo a ninguna parte; me levanté de un brinco del regazo del vampiro antes de que pudiera atraparme. Me situé a su espalda, de la misma forma que había hecho cuando pertenecía al cuerpo de seguridad de la mansión.

Bala asomó medio cuerpo por el hueco de la puerta que había abierto, lanzándonos a ambos una pícara mirada; sus ojos se desviaron ligeramente hacia mi rostro y yo negué discretamente con la cabeza, indicándole que no había conseguido ningún cambio. El amigo de Derek no mudó de gesto, aunque mis malas noticias le habían importado más de lo que aparentaba.

-¿He interrumpido alguna sesión furtiva de manoseos? –preguntó, intentando relajar el ambiente.

Vi que Derek sonreía, casi asemejándose al Derek que yo quería que apareciera de una vez por todas.

-En absoluto, Bala –respondió el vampiro-. Nos has interrumpido justo cuando íbamos a saltarnos al cuello, y no en el buen sentido, precisamente.

La sonrisa de Bala titubeó unos instantes ante la sincera respuesta que le había dado su amigo.

-Yolanda Poirier está aquí –nos informó.

Hice ademán de abandonar el despacho, ya que sospechaba que Derek querría tener la conversación con la líder a solas, pero la mano de Derek me detuvo en seco; miré a Bala, sin entender muy bien qué significaba aquello. Al mirar a Derek vi que tenía el ceño fruncido y que me miraba fijamente.

-He creído que querrías la reunión con Yolanda sin público –me excusé.

-Y yo quiero que estés aquí, ocupando el lugar que te pertenece –repuso Derek; después desvió la vista hacia Bala, que seguía observándonos a ambos desde la puerta-. Hazla pasar de inmediato, por favor.

Bala asintió, inclinándose en una graciosa reverencia. Cerró la puerta para comunicar a Yolanda que Derek estaba listo para recibirla y el vampiro se recolocó en su silla, haciéndome un gesto para que ocupara una de las cómodas sillas que se encontraban frente a su escritorio, justo al lado de la que ocuparía Yolanda; contuve el aliento cuando la puerta sonó de nuevo y Derek respondió con voz segura.

La imponente presencia de Yolanda pareció llenar toda la habitación cuando entró. Bala se despidió de mí con un guiño de ojo, desapareciendo de escena una vez la vampira se encontró en el centro de la sala; Derek le hizo un elegante gesto para que ocupara la silla vacía que se encontraba a mi lado, pero ella tenía su mirada clavada en mí.

Ambos comprendimos que no se encontraba cómoda con mi presencia allí.

-Galatea se quedará con nosotros –aclaró Derek, por si acaso Yolanda había albergado alguna duda.

Vi que el vampiro enarcaba ambas cejas, preguntando en silencio si aquello suponía algún problema para la reunión. Yolanda nos observó a ambos con una expresión neutral, aunque sus mejillas se encontraban ligeramente coloreadas de plateado.

-Supongo que debe entender cómo funciona nuestro mundo, Derek –aceptó la vampira, cruzando la distancia que la separaba de la silla.

Se sentó con cuidado, lanzándome una mirada de soslayo; por unos segundos me pregunté a mí misma si Yolanda no tendría miedo de que le mordiera. Derek colocó los codos sobre la mesa del escritorio, a la espera de que Yolanda le explicara qué necesitaba del aquelarre Vanczák; ambos sabíamos que aquella visita sorpresa se debía a lo ocurrido en Seven Sisters, zona que pertenecía a su jurisdicción como líder del aquelarre Poirier.

-No creas que no ha llegado hasta mis oídos lo que sucedió con aquellos vampiros sin aquelarre –empezó a hablar Yolanda, ganando seguridad a cada palabra que pronunciaba; sabía que había venido con las de ganar, pues estaba segura que el comportamiento de Derek había quebrantado las normas-. Te recuerdo que Seven Sisters es parte de mi territorio y que está prohibido inmiscuirse en asuntos ajenos, como fue el caso.

Yo me mantuve en silencio, con la espalda rígida contra el respaldo de la silla que ocupaba. En aquel asunto debía mantenerme como una simple espectadora; la masacre de Seven Sisters pertenecía únicamente a Derek y Yolanda, por mucho que yo quisiera intervenir, y casi suplicar, sobre los problemas que nos había traído aquel suceso a la mansión (y a mi ya tocada relación con Derek).

Desvié la mirada hacia Derek, que se mantenía en una postura desenfadada.

-Recibí una llamada anónima pidiendo que acudiera a esa dirección –le explicó el vampiro, esbozando una pequeña sonrisa-. Como es evidente, no pude hacer oídos sordos ante esa llamada de auxilio.

-Era mi territorio –repitió Yolanda.

-Y lo sé, Yolanda –coincidió con ella Derek con un tono pacificador-. Pero tú también sabes que, desde hace mucho tiempo, estoy tras la pista de las irregularidades que comete Calígula Lara; fue por eso mismo por lo que no pude negarme a ir hasta ese sitio, a expensas de saber que estaba incumpliendo una de nuestras normas más sagradas.

Parpadeé de asombro cuando Yolanda se puso en pie de un brinco y golpeó el escritorio con ambas manos. Aquella desproporcionada reacción por parte de la vampira no pareció coger por sorpresa a Derek, que contempló a Yolanda con una expresión de absoluta tranquilidad.

-¡Eso no es excusa suficiente! –exclamó y luego me dirigió una mirada feroz-. Estás acostumbrado a hacer lo que te venga en gana, Vanczák. Te crees el niño bonito de todos nosotros porque cuentas con la ayuda de Akito Shiroi; crees que puedes hacer todo porque tu padre consiguió que el aquelarre Vanczák se convirtiera en lo que es ahora –su dedo índice apuntó hacia mi rostro de manera amenazadora; la miré con sorpresa, pues no había abierto la boca en toda la reunión-. Permitimos que la neófita se quedara con vosotros porque creímos que estabas haciendo una buena acción... una buena acción que te proporcionó un miembro más a tu aquelarre, acrecentando la diferencia de vampiros que se encuentran bajo tu mandato con el resto de aquelarres.

-La neófita tiene un nombre, Yolanda –intervine, incapaz de poder soportar que aquella vampira picajosa hubiera decidido atacarme directamente a mí-. La neófita se llama Galatea y agradecería que lo tuvieras en cuenta para la próxima vez.

Yolanda me miró con una expresión iracunda. No teníamos buena relación y no conocía todavía el motivo; la primera vez que nos vimos, y conocimos, fue cuando uno de los vampiros de Wolfgang decidió atacarme. Ella, por supuesto, no me creyó.

-Y yo agradecería que no te metieras en conversaciones ajenas, Galatea –replicó con acidez.

-¡Basta! –nos cortó Derek-. Si has venido hasta mi propia casa para insultar a mi compañera y mi hospitalidad, me temo que tendrás que marcharte inmediatamente.

Yolanda dejó escapar una seca risa.

-No querrás tenerme en contra, ¿verdad? Tu propuesta ante el Consejo necesita, al menos, que dos aquelarres estén de acuerdo contigo; Akito evidentemente te apoyará sin reservas... pero ¿qué pasará con los Herz y conmigo? Las malas lenguas dicen que estás enemistado con ellos porque les has robado a su preciosa medio hermana –sus ojos volvieron a clavarse en mí-. No estás en posición de perder apoyos, querido Derek.

Derek esbozó una sonrisa cargada de frialdad.

-Nos necesitamos mutuamente, Yolanda –habló de manera lenta y con un tono que pretendía emular una peligrosa suavidad-. Yo también sé cosas sobre tu aquelarre... sobre ti. Tus hombres no están preparados para una amenaza real; tu ejecutor deja bastante que desear... Tu rebaño no te respeta y tampoco te ve como una amenaza; quizá el resto de aquelarres tampoco lo hace –hizo crujir sus nudillos sin perder la sonrisa, consciente de que la situación estaba regresando a sus manos-. ¿Qué sucedería en caso de que propusiera tu censura del Consejo, Yolanda? ¿Crees que los Herz se opondrían? Wolfgang está muerto y, si no recuerdo mal, las malas lenguas también hablaban sobre ti y sobre él... Algo sobre que teníais algo más que negocios.

El rostro de Yolanda se puso lívido al terminar de hablar Derek. Yo misma también me encontraba completamente noqueada de haber visto esa faceta del vampiro; en el pasado, Derek no había dudado en amenazarme... pero jamás le había visto en aquella actitud, dispuesto a arrebatarle a Yolanda el liderazgo de su aquelarre.

Bien era cierto que Yolanda había tratado de presionarlo, jugando con la posibilidad de retirarle su apoyo (un apoyo que realmente no existía, ya que Yolanda siempre le había puesto trabas a Derek), pero el hecho de que Derek hubiera decidido jugar con la misma baza... me había provocado un escalofrío; era evidente que, como líder del aquelarre más poderoso de Londres, debía guardar algunos ases bajo la manga para impedir que alguien intentara aprovechar la oportunidad.

Miré a Yolanda, sorprendida de que hubiera sido amante de Wolfgang. Siempre le había visto bastante enamorada de su marido, y me había parecido una mujer leal y fiel a su compañero.

Estaba equivocada, al parecer.

-Todos conocemos los trapos sucios de todos –le recordó Derek con fingida amabilidad.

Miré de manera intermitente a Derek y Yolanda, que se miraban con una expresión irritada. ¿Sabría Yolanda algo sobre mi novio, algo que pudiera ponerlo en un compromiso? Conocía a Derek, creía conocer todos sus fantasmas y secretos... ¿habría algo que seguiría ocultándome, de igual modo que yo?

La vampira frunció el ceño y me miró de soslayo, creyendo que no me daría cuenta. Derek permanecía tras el escritorio, completamente en calma; dudaba que la reunión pudiera alargarse mucho más, pues todo parecía haberse dicho.

-No quiero que vuelva a repetirse esto, Vanczák –exigió Yolanda, haciendo referencia a la actuación ilícita de Derek la noche que trajo a la mansión a Anastacia-. De lo contrario, lo expondré ante el Consejo de los Cuatro... y tus amenazas no tendrán ningún efecto.

Casi poniéndose de acuerdo mentalmente, ambos se pusieron en pie a la par. Derek le tendió la mano a Yolanda de manera cortés; la vampira pareció dudar unos segundos, con sus ojos clavados en ella. Cuando creí que no iba a aceptarla, se la estrechó con aire forzado.

-Siempre es un placer verte por aquí –se despidió Derek, zanjando ahí la reunión.

Contemplé a la vampira dar media vuelta y marcharse del despacho con un gesto cargado de dignidad y orgullo; había salido apaleada del enfrentamiento, cuando había creído de primera mano que regresaría a su hogar victoriosa. Esperé unos segundos más y me disculpé ante Derek para ir tras la vampira; su humor debía ser pésimo, y también estaba el factor que yo no le caía del todo bien. Quizá me odiaba.

Salí de la habitación, deseando fervientemente que Yolanda aún no hubiera abandonado la mansión. Aceleré mis pasos hasta encontrarme en el vestíbulo, donde un pequeño cortejo de doncellas humanas se estaba encargando de despedir a Yolanda; de manera inconsciente la llamé por su nombre, atrayendo su atención.

Sus ojos se entornaron y frunció los labios en una mueca de desagrado.

-No dispongo de tiempo –me advirtió mientras me acercaba a ella apresuradamente-. Como tampoco de ganas, Galatea.

Ignoré su comentario y me centré en lo que verdaderamente importaba: contar con su ayuda... Aunque lo tenía muy complicado gracias a la tensa reunión que había mantenido con Derek.

-Lamento mucho lo sucedido en el despacho –me disculpé en nombre de Derek.

Yolanda se mostró sorprendida ante mi disculpa.

-Sospecho que quieres algo de mí –apuntó de manera acertada, frunciendo el ceño; después chasqueó la lengua con fastidio-. Nunca nos hemos llevado bien, Galatea; siempre te he visto como una amenaza y tú no eres capaz de entender lo que supones para el resto de aquelarres. No estuve de acuerdo cuando Derek pidió que se te permitiera quedarte con ellos, como tampoco lo estuve con el tema de tu reclamo; creí que Wolfgang se negaría... pero no lo hizo. Y ahora entiendo por qué –finalizó con amargura.

Estaba haciendo referencia a que ya conocía la verdad. Pensé en las palabras de Derek sobre la relación que existía entre mi creador y la mujer; lo que acababa de decir Yolanda parecía apuntar en la dirección de que mi novio no había mentido al respecto. ¿Lo habría sabido desde siempre y por eso parecía odiarme de aquella forma?

Yolanda leyó el desconcierto en mi gesto.

-Has engordado las filas de Derek y sé de primera mano que eres una de sus mejores activos –me explicó entre dientes-. Tuve que luchar mucho para conseguir llegar hasta donde estoy, Galatea; en el mundo de los vampiros, con unas costumbres tan arraigadas en el pasado, las mujeres tenemos que pelear con uñas y dientes para conseguir que se nos vea del mismo modo que a los hombres.

-Lo sé –coincidí con ella-. Pero jamás le pedí a Derek nada de lo que hizo. Yo tampoco lo he tenido fácil, Yolanda; no puedes juzgarme sin tan siquiera conocer mi historia.

Ella soltó un suspiro cargado de frustración y cansancio.

-¿Qué es lo que quieres de mí, Galatea? –me pidió.

Era evidente que aquella reunión no nos serviría para convertirnos en amigas, pero me daría la oportunidad de tratar de conocer mejor a la misteriosa Anastacia.

-Necesito información sobre una mujer –respondí, espiando por los rabillos del ojo para comprobar que no hubiera oídos indiscretos atentos a aquella conversación.

Yolanda parpadeó, en silencio y sin negarse a mi petición.

-Esa vampira residía en tu territorio, supuestamente –continué, notando un nudo en mi garganta.

La mujer me sonrió con un tinte de burla.

-¿Tan rápido crees que tu adorado Derek ha corrido detrás de otras faldas? –me preguntó.

Apreté los dientes, pues la sospecha que tenía sobre Anastacia iba en aquella dirección.

-Quiero información sobre Anastacia Ashford –le exigí, abandonando la diplomacia.

Yolanda enarcó una ceja.

-¿Y si no lo hago qué sucederá, Galatea? –siseó.

-Como tú bien me has explicado, tu posición dentro del Consejo de los Cuatro es difícil de mantener –empecé, saboreando la bilis al estar a punto de emular a Derek en el despacho-. Y, como también debes saber, podría contar con el apoyo de los Herz si decidiera que tú ya no debes estar allí y que tu aquelarre podría ser degradado a un simple aquelarre más dentro de Londres; evidentemente, te quedarías sin nada y tu territorio sería distribuido entre los otros tres aquelarres, quedando tú a merced de uno de ellos. Derek siempre contará con el apoyo de Akito... y yo con el apoyo de mi familia. ¿Qué crees que sucederá contigo, Yolanda?

Resultó claro que la vampira no se encontraba al tanto de las disputas ocultas que existían entre los Vanczák y los Herz por mi culpa. Sin embargo, y aprovechándome de esa situación, decidí amenazarla del mismo modo que había visto a Derek dentro de su despacho; Yolanda se quedó pálida al escuchar mis planes de no cumplir con lo que le había pedido.

Me mantuve impasible cuando me mostró los colmillos de forma amenazadora.

-Eres una zorra altamente venenosa, Galatea –hizo una pausa, fulminándome con la mirada-. Pero has tenido un buen maestro, sin duda alguna.

Ignoré la punzada que me provocaron sus palabras, lo que habían significado para mí. Decidí encogerme de hombros, fingiendo indiferencia ante las iracundas palabras que había escupido Yolanda.

-Espero noticias tuyas muy pronto –la despedí, haciéndome a un lado.

Observé cómo terminaba de arreglarse el abrigo negro que había traído consigo, recolocándose después su cabello corto; sus ojos me contemplaron con desagrado, pero no me amilané: estaba desesperada por desenmascarar a la auténtica Anastacia Ashford frente a todo el mundo, no temía a las posibles consecuencias.

Pues sabía que las consecuencias de los actos de Derek iban a ser mucho peor que las que seguirían mis actos.

Anastacia Ashford

Sus orígenes suponen un auténtico misterio. 

Se vio avocada a la calle desde que era muy joven, por lo que se vio malviviendo convertida en vampira; no se tiene constancia de que decidiera unirse a ningún aquelarre.


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