☽ | Prólogo

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LA NOCHE QUE EMPEZÓ TODO


Supongo que la salida que habíamos hecho para celebrar que Rose cumplía los dieciocho años se nos había ido un poco de las manos. Le había prometido a mis padres que no llegaría tarde a casa, pero no había cumplido con lo establecido: eran las cuatro de la mañana y me encontraba recorriendo sola las despejadas calles de Londres.

En mi cabeza no paraban de repetirse las multitudes de advertencias que había recibido por parte de mis padres, en las que no perdían oportunidad de recordarme por qué era peligroso que una jovencita con un atuendo nada adecuado para la situación estuviera caminando sola cualquier zona de Londres a altas horas de la madrugada.

«Hay gente muy peligrosa rondando por la ciudad, Galatea –mi padre pocas veces me llamaba por mi nombre completo; además, supe que estaba haciendo una referencia implícita a sus congéneres masculinos en aquella conversación-. Gente que no dudaría ni un segundo en arrastrarte hacia el callejón más cercano para hacerte Dios sabe qué...»

A mi padre le gustaba exagerar las cosas mientras que mi madre era mucho más práctica y se limitaba a dejarte las cosas bastante claras, sin necesidad de exagerar nada; todo esto se veía agravado por el simple hecho de ser hija única. Mis padres se veían en la obligación de proteger a su inocente y dulce hija de dieciocho años prácticamente recién cumplidos de las monstruosidades que se escondían en el mundo. ¿Y qué mejor forma que meter el miedo en el cuerpo con historias que mi padre, perteneciente al cuerpo de policía, había escuchado o tenido que hacer frente en su puesto de trabajo? Con sus relatos ricos en detalles nauseabundos habían logrado su objetivo aquella noche.

Giré la cabeza en todas las direcciones, comprobando que la calle estuviera completamente desierta y yo me encontrara cada pasito más cerca de la boca de metro más próxima. Me arrebujé en mi abrigo para tratar de no echarme a temblar, tanto por frío como por temor, y le di más celeridad a mis pasos; la zona en la que me encontraba ahora no recordaba si entraba dentro de la larga lista de «puntos problemáticos», como le gustaba decirle a mi padre, pero decidí no retrasarme ante la duda.

El aire se me quedó atascado en la garganta al creer escuchar un sonido. Fue leve, pero más que suficiente para que mi columna vertebral se pusiera rígida y titubeara mientras trataba de tranquilizarme a mí misma, diciéndome que posiblemente se tratara de un gato callejero; por seguridad, y para mi tranquilidad, me crucé de acera y continué mi camino, divisando al final de la misma la boca de metro.

Pensé en la bronca que me iba a llevarme por parte de mis padres, especialmente por mi padre y su miedo irracional a que me pasara algo, cuando algo me agarró del brazo y tiró de mí con violencia, haciéndome perder el equilibrio hacia uno de los callejones por los que me encontraba pasando en aquellos instantes.

Mis ojos se cerraron de manera mecánica mientras mi cuerpo esperaba el impacto contra el duro suelo.

Pero la caída nunca llegó.

En vez de acabar en el suelo, mi espalda impactó con violencia contra la pared de uno de los edificios que conformaban aquel callejón y mi corazón empezó a golpear con auténtico terror mis costillas; abrí los ojos de par en par cuando la misma mano que me había desequilibrado, arrastrándome hasta ese nauseabundo lugar, comenzó a palparme por encima del abrigo.

El callejón se encontraba en penumbra, haciéndome muy complicado ver la identidad de la persona que había decidido apresarme. Un ligero olor a tabaco, alcohol y algo que parecía hierro impactó de lleno en mis fosas nasales, provocando que mi estómago se agitara con desagrado y mi cara se contrajera en una mueca de asco.

MidnightDonde viven las historias. Descúbrelo ahora