Doble Elección (Orígenes de l...

By vickyspark

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Todos saben que la Selección de América y Maxon no fue la primera del reino. Dos generaciones antes la segund... More

Aclaraciones, ambientación y dedicatorias
Capítulo uno. Escogida
Capítulo dos. Dos personas, cuatro caras.
Capítulo tres. Una flecha, una visita y una pastilla.
Capítulo cuatro. Tres y a escena.
Capítulo cinco. Más débil, más bonita.
Capítulo seis. Flechas envenenadas
Capítulo siete. Confesiones indecentes
Capítulo ocho. La verdad termina saliendo a la luz
Capítulo nueve. Corazón por corazón
Capítulo once. La Élite
Capítulo doce. Bienvenue
Capítulo trece. Sin ataduras.
Capítulo catorce. Un sacrificio por amor.
Capítulo quince. El consuelo en la esperanza
Capítulo dieciséis. Un anillo de pedida y una despedida.
Capítulo diecisiete. Corona de espinas
Epílogo. Cartas de amor a los muertos
¡Especial curiosidades!
Canciones y PDF!

Capítulo diez. Máscaras que no engañan

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By vickyspark

A una sola semana de volver al instituto (noo!) os traigo el siguiente capítulo. Puede que sea un poco corto, pero ocurren bastantes cosas. No me alargo, disfrutad del capítulo.

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"Our hands are gently interwined, a feeling I just can't describe"


Los preparativos para el baile no se hicieron esperar. Laura llegó al Salón de las Mujeres al día siguiente con una sonrisa impresa y su carpeta llena de ideas. Las chicas parecían verdaderamente entusiasmadas con el baile, aunque Violet seguía preguntándose por qué. Había bailes cada semana, ¿por qué era ese diferente?

Fueron dos días frenéticos. El servicio se quejaba del poco tiempo que habían dado para preparar todo el material, algunas doncellas se quedaban toda la noche tejiendo el vestido que sus seleccionadas querían llevar, los pedidos no llegaban... Pero, al final, todo estuvo a tiempo.

Violet había diseñado su máscara siguiendo el modelo impreso en papel que Laura había entregado a todas. Después, ella misma había añadido los detalles. La máscara era de color crema, casi blanco, con dibujos de estrellas en negro y notas musicales. También tenía varias plumas en la parte superior y se sujetaba con una banda por la parte de atrás. Alice y Emily insistieron en que llevara una peluca, pero ella se negó. En cambio, dejó que sus doncellas la hicieron un intrincado recogido que ocultaba su mecha morada. Llevaba un vestido muy largo, tanto que no podía verse los pies debido a la tela, similar al color de su máscara. El vestido estallaba en la parte inferior en flores, la tela se doblaba y arrugaba para conseguir tales figuras que la hacían sentirse en un jardín. Peyton había querido maquillarla, pero Violet dijo que no era necesario, ya que llevaba una máscara que cubría la mayor parte de su cara.

Hanna sujetó la mano de Violet mientras esta se levantaba. No estaba acostumbrada a llevar unos tacones tan altos y sus tobillos amenazaban con acabar con ella. Con ayuda de su doncella, caminó por su habitación hasta, más o menos, conseguir mantener el equilibro sin parecer un pato. Volvió a dar las gracias a aquellas mujeres y bajó al salón de baile.

No pudo quedar más impresionada al entrar. La sala había sido decorada tal y como habían pedido que estuviera. Las telas colgaban del techo formando la forma de un cono, todo el mundo llevaba máscaras y la comida estaba escogida de forma correcta. Pero ninguna seleccionada había mencionado cómo iría vestida o qué máscara llevaría. Las chicas pululaban por la sala, esperando a que llegara el resto de invitados. Violet enarcó las cejas al ver a varias de ellas con el pelo teñido del mismo color que su cabello y zapato plano. Cruzó los brazos delante de ella y se sentó en una de las sillas, disgustada. Había propuesto el baile de máscaras para hacer algo fuera de lo común, no para que un puñado de estúpidas aprovechara la oportunidad para imitarla.

La familia real entró, detrás de ellos, los invitados de todas partes de Illéa. Violet reparó en la presencia de más invitados de lo habitual, incluso vio a varios niños de la mano de sus padres. Todos llevaban las máscaras puestas. Emma llevó la voz cantante al colocarse delante de ellos:

—Les doy la bienvenida al baile de máscaras de palacio. Algunos de ustedes han tenido la suerte de decorar sus propias máscaras, pero tienen a su disposición muchas más en aquella mesa. Solo hay una norma: No se pueden quitar las máscaras hasta que la señorita Laura de la señal. Esperamos que disfruten de la velada—dijo con una voz segura. Realmente Emma tenía un don para la oratoria y había tenido el detalle de continuar con su precioso pelo rubio.

Todos los presentes entraron en el salón, sonrientes. A la vez, se giraron hacia Laura, que asintió con la cabeza unos segundos más tarde. Los invitados, que solían ser extranjeros o altos cargos de las diferencias provincias, se quitaron las máscaras que les tapaban la cara. Varias seleccionadas ahogaron gritos o se echaron a llorar. Violet se tapó la boca con las manos al ver a su familia a menos de diez metros de ella, con los trajes más elegantes que llegarían a llevar en su vida. Su madre, con un vestido azul preparado expresamente para ella, la esperaba con los brazos abiertos. Tras ella estaba su marido, David Elesse, con un traje de tres piezas, todo de negro y con el pelo engominado hacia atrás. Apoyaba su mano en el hombro de su esposa y admiraba a su hija con un orgullo que se reflejaba en los ojos. Por último estaba Jamie, que también llevaba un traje oscuro con tirantes, pero no parecía tan cómodo con él como el resto de su familia, ya que se rascaba todo el tiempo y no podía moverse a su antojo.

Violet corrió hacia ellos sin importarle lo que nadie pudiera pensar de ella y se fundió en un abrazo con su madre, que la atusó el pelo con lágrimas en los ojos. Después, abrazó a su padre y se puso de rodillas para hacer lo mismo con su hermano pequeño, que la apretó tan fuerte contra ella que le faltó el aire.

—Violet, por favor, ponte de pie—pidió su madre mientras la ayudaba a levantarse.

Bonitas palabras de bienvenida, mamá. Pensó Violet mientras trataba de mantener el equilibrio en aquellos horrendos tacones. Martha cogió las manos de su hija entre las suyas y la miró con curiosidad. Notó lo mucho que había cambiado en un par de meses. Aparte del cambio radical de su vestuario, que se solía definir por las faldas arrugadas y los moños caseros y rápidos, vio que toda ella había sufrido un cambio mayor. Su actitud era otra. No encogía los hombros, mantenía la cabeza alta y rezumaba confianza por todos sus ángulos.

—Estamos tan orgullosos de ti, cariño—dijo, entusiasmada por volver a ver a su hija.

Violet sonrió y volvió a abrazar a su madre. Sí, les había echado de menos. Vio como a su alrededor todas las familias hacían lo mismo. Todas, excepto Emily, abrazaban a sus familiares con ilusión. La seleccionada restante se mantuvo en su lugar, retorciéndose las manos de forma nerviosa mientras observaba a los demás. Miraba al suelo con algo parecido a la tristeza reflejado en su expresión, escondida tras la máscara oscura.

—Cuéntanos, ¿cómo van las cosas por aquí?—pidió su madre atrayendo de nuevo su atención.

—Bueno, estoy segura de que ya habéis visto los Reports y las revistas así que no sé qué más os puedo contar—respondió Violet, tratando de evitar hablar con su familia de aquellos temas.

—Pero, tú y el príncipe Justin... ¿Es serio?—preguntó su padre.

—¿Qué?—dijo sorprendida Violet, intuyendo las intenciones de su padre de dar un puñetazo a cualquiera que se acercara a su pequeña— Bueno, nos estamos conociendo. Es muy amable y me lo paso muy bien con él pero... Papá, esto es una Selección, nada es serio hasta el final—concluyó la seleccionada, repitiendo las palabras que decía en todos los programas y entrevistas para no ser específica.

David asintió y uno de los laterales de sus labios se elevó, formando una sonrisa de lado que Violet sabía que era de complicidad. Le guiñó un ojo a su hija y ella soltó una risa nerviosa. Se volvió a poner a la altura de su hermano pequeño, que comenzaba a aburrirse de no ser el centro de atención.

—¿Cómo van las cosas por casa, Jamie?—preguntó ella poniendo sus manos en los hombros de su hermano.

—Todo va muy bien, Violet. He cuidado de papá y mamá, como me dijiste. Además, han vuelto a venir reporteros para grabarnos. Dicen que tengo...—buscó la palabra que tenía en la punta de la lengua— "La chispa"—concluyó, chasqueando los dedos cuando encontró finalmente la expresión.

—Seguro que la tienes—rio Violet.

—Todos en el cole dicen que voy a ser un Uno y que tú vas a ser la reina. Que te vas a casar con el príncipe Justin.

Violet se puso roja y esperó que nadie más les hubiera escuchado.

—¿Eso dicen?

Jamie asintió:

—Todos apuestan por ti. Ya no dicen cosas malas sobre ti, en clase hemos hecho un cartel enorme con tu nombre y un montón de chicas mayores dicen que son tus amigas a la gente que viene a grabarnos—Violet hizo un mohín, pero todos querían su minuto de fama ¿no?—. ¿No has visto la tele, Vio? Hubo un reportaje sobre Paloma y todos en el cole lo vimos desde los televisores del comedor.

Jamie y Violet habían tenido la suerte de ir al colegio en el que enseñaba su madre, una escuela de mucha importancia y de muy buena calidad. Por eso tenían comedor y televisores, pero Violet había oído que los Seis iban a colegios más pequeños y tenían que traer la comida de su casa.

—No he tenido tiempo de ver todos los programas, Jamie. Pero en cuanto pueda lo buscaré.

—¡Ah, claro! Has estado practicando lo del tiro con arco. ¿Puedo practicar contigo?—preguntó él tirando de su vestido.

Ella rio, pero negó con la cabeza.

—Ahora no nos podemos ir. Todas las seleccionadas hemos preparado este baile para vosotros. Estoy segura de que muchas de mis amigas quieren conocerte.

Jamie dio palmas de alegría y le pidió que se las presentara a todas. Ella le prometió que durante la noche, lo haría.

—Ahora, por favor, vamos a comenzar con el baile de padre e hija—anunció Laura.

Violet no quería bailar, se caló bien la máscara para no ser muy reconocida, pero su padre la alcanzó antes de que se pudiera sentar. Cogió su mano y la obligó a bailar con él. Los músicos afinaron sus instrumentos y comenzaron a pasar los arcos por sus instrumentos de cuerda. Una melodía suave y lenta inundó la pista de baile, envolviendo a todos los presentes en una atmósfera pacífica.

—¿Qué tal estás, Violet?—le preguntó su padre mientras bailaban.

—Estoy bien, papá. La Selección está resultando mejor de lo que pensaba.

David asintió y siguió haciendo preguntas:

—¿Y el resto de chicas? ¿Te tratan bien?

Violet dudó en decirle la verdad a su padre o no. Vio como el resto de seleccionadas bailaban con sus padres, con la excepción de Emily, que miraba a las parejas con una melancolía que casi dolía. No, no se merecía ser criticada en aquel momento.

—Sí, he conseguido hacer amigas. No todas, claro, pero no es todo como una competición. Nos contamos las cosas, son abiertas y saben hablar de más cosas que no sean los príncipes.

Su padre se alegró mucho de oír que su hija había hecho amistades, teniendo en cuenta que nunca traía a nadie a casa para pasar la tarde. Violet volvió a arrastrar su atención hacia Emily. De acuerdo, había sido un poco mala con el resto de personas, pero no había dejado de ser justa. Era una competición y ella jugaba para ganar, pero no había hecho trampas.

Violet detuvo sus pies, obligándose a dejar de bailar, cogió la áspera mano de su padre y lo llevó hasta Emily. Ella alzó la vista, arqueando las cejas sin comprender qué ocurría.

—Emily, este es mi padre, David Elesse. Papá, esta es lady Emily Bush.

David bajó la cabeza como saludo y Emily se puso de pie para hacer una leve reverencia. David entendió a su hija sin que tuviera que decir nada, él también había visto a la seleccionada sentada durante el baile.

—Aún quedan unos minutos de canción. ¿Querríais bailar conmigo, lady Emily?—preguntó galante.

Emily sonrió de oreja a oreja, asintió con decisión y tomó la mano que el padre de Violet le tendía. Juntos caminaron hacia la pista de baile. Emily se giró para mirar a Violet y susurrar:

—Gracias.

Violet asintió y se sentó en la silla que Emily había dejado desocupada. Su madre se acercó y le dio un suave toque en el hombro:

—Violet, vas a arrugar el vestido. Ponte de pie.

Su hija obedeció haciendo rodar los ojos y escuchó una risa ahogada cerca de ella. Se giró para descubrir a Justin mirándolas.

Noah y Justin llevaban máscaras que les cubrían la mitad derecha de la cara. Llevaban el mismo traje elegante, Justin de color rojo y Noah, azul. El hermano mayor la saludó con un ademán de cabeza y caminó hacia ellas. Martha se ruborizó al ver al príncipe besar su mano.

—Lady Violet, ¿no vas a presentarme a tu hermana?—bromeó Justin.

—Justin...

—¡Violet!—se escandalizó su madre al ver que su hija no utilizaba el título correspondiente.

—Príncipe Justin—continuó Violet haciendo un gesto cómico hacia el príncipe—, esta es Martha Elesse, mi madre.

—Es un placer, alteza—dijo Martha haciendo una reverencia.

—El placer es mío, señora Elesse. Debo decirle que ha criado usted a una joven encantadora, aunque con un toque de rebeldía—dijo mirándola.

—La rebeldía no es algo que yo la haya enseñado—contestó su madre.

Justin rio y no apartó la mirada de Violet, que imitó al príncipe. Martha carraspeó, haciendo que ambos volvieran al presente.

—¿Quién os ha invitado, mamá?—preguntó Violet, sabiendo que no había sido cosa de las seleccionadas.

—Los príncipes, por supuesto. Es un honor poder quedarnos en el palacio.

La joven giró el cuello para echar una mirada sorprendida al príncipe, volviendo rápidamente a su madre.

—¿Cuánto tiempo os quedáis?

—Nos vamos mañana por la tarde—aseguró Martha.

Violet asintió, aquella era la cantidad de tiempo perfecta para poder volver a estar con ellos sin que comenzaran a resultar cargantes.

—Si no le importa, señora Elesse, voy a robarle a su hija durante unos minutos—pidió Justin.

—No, claro, en absoluto—dijo la madre, soltando palabras al azar debido al nerviosismo.

Violet sabía que no podía negarse a un baile delante de su madre o se llevaría una reprimenda delante de todo el mundo. Si había algo que Martha no tenía, eran pelos en la lengua. Se apoyó en el brazo que Justin le ofrecía y caminaron a la pista de baile cuando la canción para padre e hija se acabó. Violet, mirando desde abajo a Justin, le rodeó el cuello con las manos y él colocó las suyas en su cadera. Comenzaron a bailar un vals lento, girando alrededor de la pista. A su alrededor, todo desapareció. Escuchaban ligeramente el rumor de los violines, para llevar el ritmo de sus vueltas, pero el resto de personas simplemente dejaron de existir. Solo necesitaban centrarse el uno en el otro.

—¿Cómo sabías que era yo?—inquirió ella.

—Vamos, Violet, sé que eres tú. El hecho de que varias seleccionadas hayan tratado de imitarte no quita tu verdadero ser.

—¿Incluso aunque se parezcan más a mí que yo misma?

—Incluso así. Solo hay una de ojos grises.

Ella volvió a sonreír. Se dio cuenta de que solo con la presencia de Justin, las comisuras de sus labios tiraban hacia arriba de manera inconsciente, un detalle que no dejaba de hacerla sentir débil. Incluso cuando trataba de mantenerse seria, una pequeña sonrisa aparecía en ella.

—Bonita máscara, por cierto—indicó ella.

Justin rio para sí, soltando un ronroneo que le hacía vibrar los huesos y que Violet pudo notar bajo su traje rojo escarlata.

—La tuya tampoco está mal. Déjame adivinar: La has hecho tú.

Violet asintió con satisfacción de su obra de porcelana. La mirada de Justin se desvió para mirar a su alrededor.

—Aquel es tu padre, ¿verdad?—preguntó señalando con la cabeza al hombre de barba espesa que le había dado la vida.

—En efecto. ¿Por qué?

—Simple curiosidad—atajó Justin, mintiéndola.

¿Cómo iba a reconocer delante de Violet que tenía pensado hablar con su padre aquella misma noche? Lo había estado pensando desde que había visto la sonrisa de orgullo que había esbozado David con solo ver a su hija tan feliz, pero no pensaba confesar nada.

—¿Ha sido tu idea?

—¿El qué?

—Traer a nuestros padres aquí.

Justin negó con la cabeza:

—No, en realidad fue de Noah. Pero me pareció genial así que le eché una mano.

Violet asintió, agradeciendo en silencio el detalle que había tenido Noah.

—¿Y los padres de Emily?

Justin también había visto a la seleccionada sentarse sola mientras el resto de sus compañeras corrían a los brazos de sus padres, pero no se había decidido a hacer nada. De nuevo, Violet le había impresionado dejando a su padre bailar con ella.

—Se han negado a venir. Dicen que tienen demasiados asuntos como para ver a su hija. Que vendrían para la coronación.

Violet frunció el ceño. Sus padres debían de poner demasiada presión sobre ella como para estar tan seguros de que fuera a ganar. Martha ya era demasiado opresora con ella, pero nunca se negaría a visitar a su hija, aunque solo fuera por ver el palacio.

—Eso es cruel—resumió ella sus pensamientos.

Justin asintió de nuevo y centró su atención en el niño de no más de siete años que bailaba con tres seleccionadas en un corro.

—Y si no me equivoco, ese debe de ser tu hermano.

Violet buscó al enano con el que solía jugar a la pelota en el patio de atrás de su casa en Paloma y volvió a asentir. No había niño más dicharachero que él.

—Así es, señor cotilla. ¿Por qué?

—Me gustaría aprovechar la ocasión para conocer a las familias de las seleccionadas—explicó él.

El silencio les invadió de nuevo. Se coló entre los dos cuerpos que bailaban lentamente y allí se estableció, con una única acompañante: la música. Violet y Justin siguieron girando, sin necesidad de fijarse en no pisar al otro, recordando las características de la otra persona como si fuera la última vez que fueran a verse. La canción dio a su fin y el hechizo que les mantenía unidos se desvaneció.

—He prometido un baile por cada seleccionada—explicó el príncipe bajando sus manos de su cintura. Se acercó a ella hasta que Violet notó su respiración en el oído—. ¿Me reservas un último baile?

Ella asintió y trató de no ruborizarse, consciente de que todos tendrían la vista puesta en ellos en aquellos instantes. Justin se despidió de ella con un breve beso en el dorso de su mano derecha y la guiñó un ojo.

Violet volvió con su madre, que tenía las manos entrelazadas y una sonrisa muy amplia. Soltó un chillido agudo pero en voz baja cuando su hija llegó a su altura.

—Oh, cariño. Sois adorables.

—¡Mamá!—protestó Violet.

—Así es como se conquista a un príncipe, Violet. Sabía que escondías algo—continuó su madre, ignorándola.

—Mamá, por favor—rogó su hija.

Su padre se acercó para salvarla, pero también parecía ligeramente emocionado. Rodeó a su esposa con un brazo y la estrechó contra él.

—Vamos, Martha, ya sabes lo tímida que es nuestra pequeña.

—David, ¿pero tú la has visto? ¡Ya no es nuestra pequeña!—exclamó alzando las manos— Yo no sé qué la habrán hecho, pero de tímida ya no tiene nada.

Violet sonrió, con algo más de confianza sobre sus hombros. Al poco rato llegó su hermano y la arrastró para que le presentara a todas las seleccionadas. Violet hacía lo que le pedía con la mayor dulzura posible. Todas las seleccionadas estaban encantadas de conocerle: Le tiraban de los carrillos, le abrazaban, jugaban con él o le presentaban a sus hermanas pequeñas. Jamie estaba disfrutando a lo grande.

—Violet—dijo Jamie tirando del vestido de su hermana para llamar su atención—, ¿me presentas a la reina?

La joven se quedó paralizada unos instantes. No había hablado muchas veces con Grace y no creía tener la cercanía suficiente como para hacer tal cosa. Jamie la miró con ojos de cachorro y su hermana suspiró, no tenía la fuerza para negarse.

—Pero tienes que portarte muy bien—le indicó señalándole con el dedo.

El niño se puso la mano en el pecho, encima del corazón y cerró los ojos. Violet rio y caminaron hacia los tronos de los reyes, donde la seleccionada sujetó a su hermano por los hombros por si acaso se le ocurría salir corriendo hacia ellos.

—Majestad—comenzó haciendo una reverencia y obligando a su hermano a hacer lo mismo—, este es mi hermano Jamie. Estaba deseando conocerla.

Grace sonrió tímidamente y descendió de su trono. Se puso de rodillas para estar a la altura de Jamie y él volvió a hacer una reverencia.

—Es un placer conocerte, Jamie.

—Igualmente, majestad. Es usted más guapa en persona.

Violet abrió mucho los ojos, pero no dijo nada al ver cómo Grace soltaba una carcajada. Dio un suave toque en la nariz del niño.

—Muchas gracias, Jamie. Tú pareces muy simpático, como tu hermana.

Jamie alzó la cabeza para mirar a Violet, que le dedicó una mirada de complicidad y le guiñó un ojo.

—¿Cree que mi hermana se casará con su hijo?

Violet contuvo la respiración, aguantando las ganas de pegar una colleja a ese diablillo y esperó a la respuesta de la reina. Esta observó a la seleccionada como si leyera un libro. Menos mal que la máscara de Violet podía ocultar el color en sus mejillas.

—Si las cosas van como hasta hora, tengo muchas esperanzas puestas en ella.

—Pero, ¿con qué hijo?

—Eso solo lo puede elegir ella, ¿no crees?

Jamie asintió haciendo que se le pusiera el pelo oscuro en la cara. Él y su hermana hicieron una reverencia para despedirse y la reina volvió a su lugar. Jamie corrió a los brazos de su padre, que lo lanzó al aire y lo recogió antes de que pudiera hacerse daño. El niño salió corriendo para volver a jugar con cualquiera que tuviera la paciencia como para soportarle más de dos minutos. Sus padres, sin embargo, no se preocuparon por él y caminaron, cogidos de la mano, hasta la pista de baile. Violet se sentó en una de las sillas, aprovechando que su madre no podría reñirla, y les observó bailar.

Se miraban a los ojos sin despegarse, sus rostros muy cerca; sus cuerpos, aún más. Violet volvió a encontrar aquel brillo en la mirada del que estaba enamorada. Se miraban como si no hubiera otra persona en el mundo, como si fuera su última noche juntos, como si nada más importara. Bailaban como si lo hubieran hecho toda la vida, se abrazaban como si jamás fueran a soltarse. Y sobre todo aquel brillo, tan especial y tan único; tan inesperado y tan espontaneo.

Alguien se sentó junto a ella, atrayéndola de nuevo hacia la realidad. Violet giró el cuello para descubrir, a su derecha, al príncipe Noah, demasiado cerca de ella. La seleccionada se movió ligeramente hacia la izquierda, perdiendo así, cualquier contacto físico establecido. Noah levantó una ceja pero asintió.

—¿Bailas?—preguntó, sabiendo perfectamente qué obtendría por respuesta.

—No—respondió ella cortante.

No tenía por qué recordarle que seguía enfadada con él. Sabía que no estaba siendo justa con él, habiendo perdonado a su hermano, pero no tenía que dar explicaciones a nadie.

—Genial, yo tampoco—dijo con el tono chulo que solía utilizar al principio de la Selección—. Al menos hemos avanzado un poco, puedo hablar contigo.

Violet puso los ojos en blanco y dejó caer su espalda en el respaldo, soltando un suspiro de cansancio.

—¿Vas a dejar de devolverme los regalos?—preguntó él.

—No.

—¿Por qué?

—Porque no necesito regalos, Noah. No necesito que me envíes todas esas cosas para tenerme contenta. Te necesito a ti—exclamó y al instante se tapó la boca con las manos. Noah enarcó una ceja, curioso y algo esperanzado—. Lo que quiero decir, es que... No necesito nada de esto, sino que seas sincero de una vez.

—¿No fui sincero ya?—inquirió él, recordando aquella larga confesión.

—No. Si lo hubieras sido no habrías hablado de mí como un simple objeto.

—¿Qué? Yo no hice nada de eso, lady—se paró y cambió su respuesta— Violet.

—Claro que lo hiciste. Os oí perfectamente, Noah.

Noah comenzó a enfadarse. Se acercó más allá y bajó la voz antes de que cualquiera pudiera oírles.

—No creo que estés siendo objetiva, lady Vi. No quería tener problemas con mi hermano así que le conté lo que ocurrió. Fue él quien empezó a gritarme.

—Muy maduro, Noah. Echarle la culpa a tu hermano—dijo Violet, aunque sabía que Noah tenía razón.

—Por el amor de Dios, Violet. Eres tú la que se está comportando como una niña—le riñó él.

Violet no quería llamar la atención ni que nadie se enterase, así que se encorvó más en el asiento, se colocó de nuevo la máscara estrellada e hizo todo lo posible por bajar la voz. Noah intuyó sin lugar a dudas lo que Violet proyectaba a simple vista con sus gestos y su tono de voz disminuyó, al igual que su enfado. Era irremediable y bastante cargante, pero era un hecho: No podía estar enfadado con ella.

—Violet, sabes perfectamente cómo ocurrió—la apuntó con el dedo—. Entiendo que te interese Justin y no yo, por mucho que me duela, pero no permitiré que tergiverses la verdad—Noah, que trataba de ser diplomático y justo, exponía sus opiniones casi con rabia en la voz, mientras la cara de Violet había dejado de enrojecer y le miraba a los ojos como un cordero—. Yo traté de...

Ella le cortó, cogió su mano y se levantó. Noah dejó de hablar, impresionado y sin entender qué se proponía. Violet llevó al príncipe a la pista de baile, algo inédito en ella, cuando la música volvió a envolver la sala. Al cogerle la mano, notó algunas diferencias: Su palma no era áspera, sino increíblemente suave, como si se echara cremas cada día; sus dedos, alargados y finos, estaban fríos al contacto; su pulso se aceleraba. Le rodeó el cuello con los brazos, por una vez siendo capaz de mirarle a la misma altura debido a aquellos mortificantes tacones. Las comisuras de los labios del príncipe se elevaron, formando una sonrisa traviesa. Él la rodeó por la cintura y comenzaron a bailar a un ritmo lento.

Violet apoyó su cabeza en el hombro de Noah, de ese modo no sería capaz de verle el rostro y ahogaría las ganas de golpearle o besarle. Escuchó los latidos de su corazón, que comenzaban a retornar a un ritmo más normal y no al de un atleta tras una carrera. Noah, por su parte, aspiró el aroma del cabello de Violet con los ojos cerrados, casi sin alterarse al descubrir que olía a violetas. Sus gafas se apoyaban en la coronilla de la chica debido a la cercanía. Trató de estar tranquilo, relajado, pero no podía evitar pensar lo maquinadora que había sido Violet.

—Nuestra conversación no ha acabado, lady Vi—dijo cuando ella separó su cabeza de su hombro, para desgracia de él.

Ella asintió:

—Lo sé, y lo siento, pero no nos beneficiamos ninguno de los dos discutiendo delante de todos.

Noah intentó dar sentido a sus palabras y cambió de parecer. No era manipuladora sino tremendamente inteligente, lo que le asustaba y atraía a partes iguales.

—De acuerdo—susurró mientras daban vueltas por la pista—, pues como iba diciendo...

—No—Violet le cortó. Se había dado cuenta de que debía ser justa. Si había perdonado a Justin, que era el que había empezado la pelea, tenía que perdonar a Noah, que había tratado de evitarla. Negó con la cabeza, cogió aire y soltó las palabras que pensó que jamás diría a aquella persona—. Tienes razón ¿vale? Olvida lo ocurrido.

Noah exageró notablemente su expresión de sorpresa hasta volver a estar serio.

—¿Todo, todo?—preguntó algo asustado, esperando que Violet no se refiriera al beso.

Ella reprimió una risa y negó con la cabeza.

—No, principito, no todo.

Violet volvió a apoyar la cabeza en su hombro y él la acercó a sí, evitando hablar. La seleccionada sabía que les estaban mirando, todos y cada uno de los presentes estarían cautivados con la escena y no podía disfrutarlo más. Escuchó los latidos del corazón de Noah y se preguntó si creería en el amor o si la aceleración de su ritmo se debería a ella.

La canción concluyó y ambos se separaron. Antes de que Violet pudiera volver junto a su madre, que obviamente tendría muchas cosas que comentar (más allá de todo lo que habría contado ya en Paloma), Noah agarró su brazo. A Violet se le erizaron los pelos de dicho brazo con el simple contacto de la mano helada. Se giró para enfrentarse a la mitad de la cara de Noah, la otra mitad seguía tapada por la máscara.

—Lady Vi, no vuelvas a intentar alejarte de mí.

—No trates de ahuyentarme—respondió ella.

Él volvió a sonreír y le quitó la máscara de la cara, pasando sus dedos por su nuca. Violet le observó, preguntándole con la mirada qué hacía.

—Quería estar seguro—bromeó él y ella le golpeó con el puño.

Le arrebató la máscara de las manos, se la colocó de nuevo, despeinándose y se marchó a grandes zancadas, lo que solo provocó que Noah soltara una carcajada tan grande que llamara la atención de todos.

Cuando acabó el baile y pudo volver a su habitación, despidiéndose previamente de su familia, comenzó a darse cuenta de que seguía sin ser justa, ni con los príncipes, ni con ella misma. Violet no creía en el amor, pero estos dos hermanos comenzaban a volverla loca. Recordó porqué vino a la Selección: Para demostrar a toda su provincia que era una justa candidata. En ese momento ese objetivo había cambiado. Ya no se quería ir, pero tampoco sabía qué hacer. Sabía que tendría que elegir a uno de los dos pronto, antes de que volvieran a pelearse; el problema era a quién elegir como esperanza. En quién confiar. Justin significaba confianza, tranquilidad y seguridad. Noah significaba riesgo, aventura y miedo. Esperaba no empezar a sentirse influenciada por los medios. Ella no creía en el amor, ¿pero qué era aquello?

Mientras esto ocurría, Justin hundía su cabeza en una de sus mullidas almohadas forradas en lino. Continuaba con aquella estúpida sonrisa de adolescente que se le dibujaba en la cara con solo pensar en Violet. Él también había notado las incomodidades durante el baile, pero seguía teniendo esperanza. Confiaba en estar equivocado, comenzaba a creer en el amor y eso le aterraba. Sabía que Violet era de opiniones firmes y no caería en la misma trampa en la que había caído él. Tenía todo apostado en ella, la mayor diferencia entre él y su hermano.

Noah, en su habitación, dibujaba con carboncillo el perfil recortado de su ciudad natal ante una gigantesca luna en el horizonte, bajo una noche estrellada. Seguía teniendo esperanza, pero tendría que luchar por ella. Violet y Justin estaban muy unidos, no quería hacer daño a su hermano. Su corazón estaba dividido entre la familia y el amor. Si elegía luchar por Violet con uñas y dientes, su relación con su hermano acabaría mal. Si elegía mantener firmes sus principios y apoyar a su hermano, perdería a la única chica a la que había prometido buscar toda su vida.

***

Al día siguiente las seleccionadas pudieron pasar todo el día junto con sus familias en los alrededores del castillo. Insistiendo mucho, Violet y Jamie convencieron a sus padres para hacer algo de tiro con arco. También visitaron la sala de música, en la que a Violet se le encogió el corazón con solo recordar a Helen y la cantidad de tiempo que debía haber pasado allí. Recorrieron los diferentes pasillos de palacio, admirando los retratos y paisajes de los cuadros que tanto le gustaban a Martha hasta que llegó la hora de marcharse.

Jamie abrazó a Violet con la misma fuerza con la que la había recibido el día anterior. Violet le dio un beso en la frente y sonrió:

—Recuerda que sigues al cargo—le dijo, haciendo que su hermano se pusiera recto y serio.

—Violet, ¿tú crees que podré volver para verte? En casa no hay nadie para jugar a la pelota y este sitio es muy grande—sus brazos se extendieron cuan largos eran—.

—¿Quieres visitarme a mí o al castillo?

—¡A los dos!

Violet soltó una carcajada, escuchando a su hermano:

—Bueno, volveré pronto. Seguro que ganas.

La seleccionada trató de mantenerse tranquila, no estando tan segura a como lo estaba todo el mundo respecto a ella. Le alborotó el pelo mientras se levantaba. Su padre la abrazó y acarició su mejilla con el pulgar.

—Haz siempre lo que quieras, ¿de acuerdo? No dejes que te controlen. Sigue estudiando—le recomendó su padre, el cual había puesto su cuerpo y alma en los estudios de su hija, en que tuviera todo lo necesario para convertirse en arquitecta—.

Ella sonrió, parpadeando varias veces para ahuyentar las lágrimas de emoción que amenazaban con llegar a sus ojos.

—Violet, por favor, no llores, se te va a correr el maquillaje—.

Ella suspiró, agotada de los comentarios de su madre, que se esmeraba en permanecer entera por su hija. La dio un largo abrazo mientras peinaba los mechones largos de su hija con los dedos, notando como las lágrimas caían por su cara.

—Mamá, estás llorando—apuntó Violet.

—No, no estoy llorando, Violet—colocó sus manos en los hombros de su hija y la miró seriamente—. Quiero que sepas que, pase lo que pase, en casa te estamos esperando. Tú disfruta y sigue así. ¿Quién sabe? A lo mejor la siguiente reina de Illéa es de Paloma.

Violet tragó saliva y asintió. De nuevo aquella palabra "reina". Daban por sentado que si ganaba, si la Selección acababa con ella, debía ser con Justin. Nadie apostaba por Noah, nadie excepto ella y él tenían esperanzas.

La seleccionada, junto con varias compañeras, observaron a las limusinas salir del castillo por la puerta principal. En las aceras de las calles se acumulaban viandantes con carteles coloridos y brillantes. Debido al poco tiempo que pasaban las seleccionadas fuera del castillo (por no decir ninguno), cualquier ocasión era buena para poder verlas en persona. Violet leyó varios carteles con su nombre y distintas fotos suyas. Saludó con la mano al coche en el que viajaba su familia, de vuelta a Paloma, de vuelta a la normalidad. Las puertas se cerraron delante de ella, oscureciendo el pasillo principal.

Al darse la vuelta se dio cuenta de que solo estaban con ella diez seleccionadas. Laura las llevó al Salón de las Mujeres de inmediato, sin dejarlas tiempo para hablar, cambiarse de ropa o descansar. Las apremió para entrar en la sala y cerró la puerta tras ella. Violet se dio cuenta de que aún faltaban varias seleccionadas por llegar, todas las que no habían salido a despedir a sus familias, entre ellas Sheila y Kalasha.

—¿Y las demás? ¿Por qué ellas no tienen que venir rapidísimamente?—preguntó Violet imitando en la parte final el tono agudo e irritante que había utilizado Laura mientras caminaba a paso ligero hacia aquella habitación.

La coordinadora negó con la cabeza y se miró la punta de sus tacones rojos. Dejó la carpeta en una mesa y se apoyó en ella con ambas manos, casi con tedio.

—Las demás no tienen que venir, Violet—dijo la organizadora con una voz cansada—.

—¿Por qué?—preguntó Zhen.

—Porque no van a volver. Han sido eliminadas.

Violet miró al resto de seleccionadas que quedaban: Alice, Philippa, Jacquette, Emma, Constance, Abby, Andrómeda, Dorothy, Zhen, Emily y ella. Once chicas de treinta y cinco. Analizo sus rostros: Algunas estaban contentas, no era de extrañar; otras seguían sorprendidas de haber llegado tan lejos, como su caso. Cada vez estaba más cerca, cada vez se complicaban más las cosas.

—Vosotras sois la Élite.

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Nota de la autora:

Para que os hagáis una idea del tiempo que llevan allí, ya han pasado dos meses y medio desde que empezó la Selección.

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¡Tachán! Y así acaba el décimo capítulo. ¿Qué os ha parecido? ¿Sabríais que vendrían las familias? ¿Y los padres de Emily? ¿A qué pruebas se enfrentarán ahora que están en la Élite? 

La semana que viene: "La Élite"  -VickySpark. (wow, vaya título más original Vicky)

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