¿Quieres mi ayuda? ➳ Fred Wea...

Por MarieWeasley

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El mundo mágico por fin había conseguido la paz que tanto ansiaba, que tanto anhelaba. Por desgracia, para co... Mais

¿QUIERES MI AYUDA?
i. Final de una vida.
ii. Un nuevo comienzo.
iii. Decisión tomada.
iv. ¿Quieres mi ayuda?
v. Nuevos sentimientos.
vi. Barrera.
vii. Duro pasado.
viii. Cero amor, cero debilidad.
ix. Confesión.
x. Amor correspondido.
xi. Deseo desenfrenado.
xii. Éxtasis y locura.
xiii. Te quiero aquí.
xiv. Despreciable jugadora.
xv. Promesa cumplida.
xvi. De vuelta a la vida.
xvii. Eterna condena.
xviii. Inesperado milagro.
Epílogo.
Extra i. Los que se quedaron.
Extra ii. La boda.
Extra iii. El dolor de George.
Extra iv. Nuevo miembro.
Agradecimientos.

Extra v. Magia.

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Por MarieWeasley

┌───── ∘°❉°∘ ─────┐

EXTRA CINCO

MAGIA

└───── °∘❉∘° ─────┘

—¡Papá! ¡Vamos, arriba! —decía George mientras sacudía a su padre aun dormido en la cama.

—¡Despierta! —exigió Logan, imitando a su gemelo.

Lentamente, Fred empezó a removerse en la cama un tanto molesto y acabó entreabriendo los ojos para mirar a los dos niños que estaban a su lado. Se pasó una mano por los ojos, restregándolos, y luego llevó la mirada hasta el reloj que había colocado en la mesilla de noche.

—¡Por Godric! George, Logan, aún es muy temprano —apenas eran las siete y media de la mañana—. ¿Qué queréis?

—Dijiste que hoy nos llevarías a Sortilegios Weasley —contestó George entusiasmado. A ambos les brillaban los ojos de la emoción.

━Y lo haré, pero no tan temprano —sus hijos hicieron un puchero—. Vuestro tío George y yo no abrimos la tienda tan temprano.

—¡Pero habrá que limpiar y colocar las cosas! —replicó Logan.

El mayor suspiró y entonces notó como la persona que dormía a su lado comenzaba a moverse. Habían conseguido despertar a Zaira y eso no estaba bien pues ella llevaba unos días agotadores debido a que la pequeña Layla lloraba a cada dos por tres y era muy difícil conseguir que se calmara y volviera a dormir.

—¿Qué sucede? —preguntó en un mero susurro.

—Tus hijos insisten en que los lleve ya a la tienda.

—¡Mamá, dile a papá que nos lleve ya! —le pidió George.

—¡Eso, eso! ¡Es un vago y no quiere moverse de la cama! —añadió Logan.

━Hablad más bajo, por el amor de Dios, o despertaréis a vuestra hermana.

Tarde. En el momento en que pronunció aquellas palabras, el llanto de la pequeña, que dormía en la cuna a su lado, inundó la habitación. De mala gana, la morena se levantó de la cama y se acercó a la cuna para coger a la pequeña Layla y empezar a mecerla.

—Estaréis satisfechos, habéis hecho llorar a vuestra hermana —les reprochó Fred, con mala cara y suspirando.

Los dos pequeños bajaron las miradas, arrepentidos, pero el arrepentimiento solo duró unos segundos y entonces, una sonrisas traviesas aparecieron en sus rostros.

—Si tú te hubieses movido de la cama desde el principio no habría pasado —se quejó George, sacándole la lengua.

—Pero, serás... —Fred tuvo que contenerse para no decir nada malo.

—Llévalos de una vez, así Layla y yo podremos volver a dormirnos —dijo Zaira, un poco molesta, y Fred terminó asintiendo.

—Id a desayunar y luego nos iremos —los gemelos no tardaron en salir corriendo de la habitación e ir a la cocina—. Por Merlín...

Se levantó resignado de la cama y se dirigió al otro lado para acercarse a su mujer y a su hija. Rápidamente, la rodeó por la cintura desde detrás mientras apoyaba la barbilla en su hombro y observaba al bebé que poco a poco dejaba de llorar. Honestamente, si fuera por él, ese día se quedaría en casa y estaría todo el día abrazado a la morena. Después de todo, desde que había nacido Layla no tenían mucho tiempo para estar juntos o intimar y empezaba a echar de menos el calor de Zaira y estar hasta las tantas de la noche hablando de sus cosas o intercambiado besos. Pero, claro, ahora tenían tres hijos y uno de ellos era un bebé, así que ya no podrían tener esos momentos de tranquilidad hasta dentro de mucho. 

—Siento que os hayan despertado —murmuró, besando su hombro.

—Está bien, no se puede evitar, son niños. 

Zaira le dedicó una pequeña sonrisa y él se la devolvió antes de elevar el rostro y darle un suave beso en los labios. Un beso que trató de alargar lo máximo posible, pero el bebé empezó a hacer ruiditos requiriendo la atención de sus padres y Fred se separó, soltando su agarre, y besó la frente de su hija antes de retirarse al cuarto de baño para cambiarse.

Después de aquello, cuando se hubieron preparado y hubieron desayunado, los tres hombres de la casa partieron rumbo a Sortilegios Weasley a través de la red flu de la chimenea. Inquietamente, los niños corretearon por todo el establecimiento mientras Fred comenzaba a preparar las cosas para abrir. Estaba que se caía de sueño, las dos tazas de café que se había tomado no habían servido para nada.

Unas horas más tarde, George apareció junto a su hijo Fred II y se sorprendió al ver que su gemelo ya estaba allí. Normalmente, era él quien llegaba el primero y no al contrario.

—No preguntes —se apresuró a decir Fred.

Cuando la tienda se abrió, los tres niños dejaron de estar jugueteando y empezaron a atender a los clientes como si el negocio fuera suyo. Recomendaban productos y daban sugerencias de donde y como era mejor utilizarlos. Eso sorprendió a los verdaderos dueños de la tienda. No se esperaban que siendo tan pequeños ya entendiesen tanto. Pero era un alivio, ya que de esa manera tendría a alguien a quien heredarle la tienda.

La mañana y la hora de la comida terminaron. Justo cuando la tienda iba a volver a ser abierta a media tarde, los dos gemelos comenzaron a pelear fuertemente mientras que su primo Fred trataba de calmarlos. Sin querer, un producto con el que jugaba Logan había explotado en la cara de George y ahora su nariz estaba sangrando. La pelea fue a más a cada minuto que pasaban y cuando los padres fueron a darse cuenta, las estanterías de la tienda comenzaron a moverse fuertemente, haciendo caer decenas de productos al suelo. Los vidrios de las ventanas también comenzaron a llenarse de grietas y el suelo parecía temblar. Entonces, los dos gemelos mayores comprendieron que los gemelos menores estaban usando magia. O más bien, estaban teniendo su primera muestra de magia debido a las fuertes emociones que estaban sintiendo. Aunque era una muestra de magia demasiado elevada para dos niños tan pequeños, pero Fred pensó que quizás se debía a la sangre de ángel que corría por sus venas.

No fue hasta que Fred II gritó de dolor, porque una poción se había caído directa en su cabeza, que los gemelos se dieron cuenta de lo que estaba pasando, de lo que estaban haciendo. Fred y George corrieron hasta ellos; George fue a atender a su hijo y Fred se acercó a los suyos, quienes estaban terriblemente asustados.

—Calmaos y todo se pasará —les dijo sujetando a cada uno por un hombro. 

Ambos empezaron a respirar profundamente en un intento de calmarse y poco a poco, todo volvió a la normalidad. O al menos la tienda dejó de destruirse y la magia que habían despertado en su interior se esfumó como si nunca lo hubiese despertado en primer lugar.

—¿Qué... qué ha pasado? —preguntó Logan con algunas lágrimas en los ojos.

—Habéis tenido vuestra primera muestra de magia —explicó su padre mientras sacaba la varita y curaba la nariz de George que aun sangraba—. Eso significa que cuando tengáis once años recibiréis sin falta vuestra carta de Hogwarts. ¡Enhorabuena!

—¡Enhorabuena, enanos! —dijo su tío George, quien ya había curado la pequeña herida que su hijo se había hecho la cabeza. Por suerte, no había sido nada grave.

—Enhorabuena, primos —añadió Freddie en un murmullo—. Qué suerte tenéis, yo todavía no he dado ninguna muestra de magia.

—Ah, no, eso no importa —negó uno de ellos—. ¿¡Estás bien, Freddie!? ━inquirió Georgie, preocupado porque habían hecho daño a su primo.

—¡Perfectamente! —el niño no tardó en sonreír y hacer el símbolo de la paz para aliviar a sus primos mayores—. No soy tan débil y papá ya me ha curado.

—Bien, ahora que ya está todo solucionado, iros a tomar la merienda mientras nosotros arreglamos esto —dictaminó Fred y los niños obedecieron.

—Han salido bastante poderosos —comentó George cuando ya se habían alejado.

—Creo que se debe a Zaira, a la sangre de ángel.

—Es probable —George comenzó a formular hechizos para reparar la tienda y Fred lo imitó segundos después—. ¿Cuándo se lo diréis?

—¿El qué? ¿Qué su madre es un ángel y que, por lo tanto, ellos también lo son en parte? ¿Qué yo morí una vez y su madre me revivió? —cuestionó con una ceja alzada.

—Sí, ¿cuándo le diréis todo eso?

—Cuando sean lo suficientemente mayores como para entenderlo —Fred dirigió la mirada hacia los niños que estaban sentados en las escaleras comiéndose unos dulces mientras hablaban de lo que harían cuando estuvieran en Hogwarts—. Ahora mismo son demasiado pequeños y podrían acabar soltándolo sin querer... Eso sería un problema. Sería peligroso si alguien descubre la condición de Zaira y tratan de hacerle algo.

—No creo que nadie quiera cazar a un ángel, como se caza a un vampiro o un hombre lobo —replicó su gemelo, aunque no estaba muy seguro.

—Ya, puede ser, pero nunca se sabe y no quiero correr el riesgo de perderla de nuevo.

Ya había tenido suficiente cuando él había regresado a la vida y ella había sido encerrada en el Laberinto.


Cuando cayó la noche, todos regresaron a sus respectivas casas. Los gemelos estaban entusiasmados por decirle a su madre que habían hecho magia. Incluso Fred lo estaba, aunque la primera muestra que habían tenido había sido un tanto desastrosa.

—¡Zaira, hemos vuelto! ¡No te vas a imaginar lo que ha pasado! —exclamó después de haber sacudido las cenizas que le habían dejado los polvos flu—. ¡Los gemelos han tenido su primera muestra de magia!

Extrañamente, no recibió respuesta y los tres, rápidamente, se dirigieron hasta la cocina donde escucharon algunos ruidos. Un olor a quemado llenó sus fosas nasales. Quizás, a Zaira se le había quemado la cena mientras cocinaba. Era la razón más lógica y más posible, pues la morena no era muy habilidosa en ello.

Sin embargo, estaban totalmente equivocados. Cuando llegaron a la cocina, se la encontraron chamuscada por todos lados. Todavía había algunos rastros de fuego en las cortinas de la ventana o en algún mueble de madera. ¿Qué había pasado allí? Zaira se encontraba en medio de la cocina de pie, cargando a Layla en brazos y cubriéndola con su cuerpo. La morena también estaba un tanto chamuscada, aunque el bebé parecía estar perfectamente.

—¿¡Qué ha pasado aquí!? —preguntó Fred, alarmado.

—¡Mamá, Layla! ¿Estáis bien? —inquirió el pequeño Logan, asustado.

Zaira se giró hacia su marido y sus hijos y lo primero que hizo fue soltar un largo y profundo suspiro. Fred no sabría decir si de agotamiento o de alivio.

—Digamos que aquí también hemos presenciado una primera muestra de magia bastante incontrolable.

—¿Qué? —el pelirrojo no podía creérselo. 

¿Su hija Layla también había tenido su primera muestra de magia? ¡Pero si apenas tenía unos cinco meses! ¿Cómo podía ser?

—Layla tuvo una fuerte rabieta y de repente, todo comenzó a arder —explicó la morena—. Por suerte, fui lo suficientemente rápida para protegerla a ella, aunque la cocina no ha tenido tanta suerte. Habrá que arreglarla.

—Por Merlín, eso sí que no lo esperaba.

—Ni yo mucho menos.

—¡Layla, eres injusta! —exclamó George de pronto—. Este era nuestro momento de gloria para alardear ante mamá, no es justo que tú también hayas hecho magia. ¡Eres muy pequeña! ¡Tenías que haberte esperado unos cuantos años más! 

Y como si lo hubiera entendido, el bebé comenzó a reírse. Casi parecía que se estuviese burlando de su hermano mayor.

—¡Se está burlando de mí! —se quejó, molesto.

—Eso es lo de menos ahora, Georgie —dijo Fred, aproximándose hasta las dos mujeres de su vida. Con cuidado, le arrebató a la pequeña de los brazos y se la dio a Logan, quien era mucho más cuidadoso con ella que George━. ¿Por qué no la laváis un poco? —pese a que la bebé no se había quemado, si estaba llena de cenizas.

—¡Claro! —respondió Logan servicial. En cambio, George refunfuñó.

—Chicos, enhorabuena por vuestra primera muestra de magia. Me siento muy orgullosa —fue que Zaira dijera eso y que George comenzara a sonreír como un idiota. Estaba claro que le encantaba recibir halagos de su madre.

—¿Estás bien? —preguntó Fred, cuando los niños se hubieron retirado mientras observaba las quemaduras en su rostro y brazo.

—Están tardando en curarse más de lo habitual debido a que estoy agotada, pero estoy bien —sonrió, aunque fue un tanto forzado—. Entonces, ¿ellos también...?

—Así es. Parece que tenemos a tres hijos bastante poderosos —rio.

—Supongo que eso es culpa mía, aunque también me siento aliviada —Fred enarcó una ceja sin entenderla—. Me preocupaba que ellos no despertaran la magia habitual en los humanos debido a los genes que han heredado de mí y no pudiesen ir a Hogwarts con sus primos.

—Pues ya puedes quitarte esa preocupación de la cabeza. 

La pareja se miró y comenzó a reír de solo imaginar como sus hijos podrían patas arriba a Hogwarts con lo traviesos y poderosos que eran.


Cinco años después.

Los gemelos, por fin, se habían montado por primera vez en el expreso que les llevaría a Hogwarts, allí donde vivirían mil y una aventuras y gastarían cientos de bromas. Con la poderosa magia que tenían en su interior y con su gran sentido del humor, estaban seguros de que acabarían conquistando Hogwarts. 

Le habían prometido a su madre y a sus abuelos que se portarían bien, aunque su padre y su tío George los habían animado a hacer travesuras. Tampoco se podía esperar otra cosa de los grandes gemelos Weasley, los mayores bromistas que Hogwarts había presenciado hasta el momento, aunque quizás eso estaba a punto de cambiar. 

Justo cinco minutos después de que el expreso se alejase de King's Cross, se escuchó una explosión seguida de la risa de dos gemelos de cabellos morenos. Definitivamente, no iban a cumplir la promesa de que se portarían bien, pero sí la de que se iban a meter en líos e iban a hacer de las suyas. Y harían muchas más travesuras cuando al año siguiente sus primos James y Freddie entraran también en Hogwarts. 

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