Alfa Y Omega

Od ElPekas

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¿Cómo te imaginas el futuro del planeta Tierra? A lo mejor te lo imaginas con una próspera civilización que r... Více

Prólogo: El comienzo del fin
Crónica de un traficante en apuros
Una ladrona con el pelo rosa
Una agradable conversación vespertina
El extraordinario Leviathan
Rose

Citius, Altius, Fortius

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Od ElPekas

Con un mal sabor de boca, me encaminé hacia el comedor, guiada por las indicaciones imprecisas y confusas de Darian, y tras discutir unos minutos otro veterano que pasaba por ahí nos indicó el camino correcto.

Mientras caminaba a paso ligero por los estrechos pasillos, con Darian detrás mío mirando al suelo, yo me sentía frustrada por no saber qué había hecho yo para que Dar me echara una bronca semejante.
Esta extraña tensión se mantuvo unos dos minutos, hasta que Darian aceleró para colocarse a mi lado, con una sonrisa que le devolví agradecida.

-Lo siento, pelirrosa. No debí ponerme así contigo -suspiró-.
Supongo que tocaste mi parte sensible. Todos tenemos un punto débil, ¿no?
-Ah, ¿sí? ¿Cuál es el mío?
-Tu debilidad soy yo, está claro. Mi corpulento cuerpo de culturista es tu kryptonita -sonreí, mirando sus brazos flacuchos.

Esperé unos segundos y, todavía incómoda, proseguí:
-Entonces, ¿todo en orden? ¿No estás enfadado?
Negó con la cabeza, y yo suspiré.
-Menos mal, no soporto tener a la gente enfadada conmigo.
Dar echó una carcajada.
-Eres una ingenua, pelirrosa. Con esa filosofía no llegarás a ningún lado.
El éxito no se mide con los amigos que haces, sino con los enemigos que consigues.
-Lo que tú digas. Al contrario que tú, Míster Peligro, duermo mejor cuantas menos personas estén intentando matarme, que por el simple hecho de estar hablando contigo ahora mismo, calculo que son bastantes.
-Eso significa que soy muy exitoso -sonrió.

Continuamos hablando de cosas intrascendentes hasta que alcanzamos el comedor, que me dejó maravillada a pesar de que Dar ya me lo había descrito con exactitud.
Darian me guió hasta la mesa donde se sentaban Josh y Sophie, quienes me dieron los buenos días a su manera.
-¡Buenos días, Diana! -comenzó Sophie-. ¿Has dormido bien?
-Perfectamente -mentí. Ese maldito sueño me estuvo persiguiendo toda la noche, y a pesar de que había dormido junto a Darian, había sido una noche bastante horrible.
-¿Habéis terminado ya de fornic... -Sophie dió un codazo a Josh para que se callara- ...de comer?
-Podría preguntaros lo mismo, tortolitos -respondió Darian, y yo le di otro codazo.

-¡Atención, mierdecillas! -gritó una autoritaria voz que ya nos resultaba familiar-. ¡En pie!
Y, acto seguido, todos nos levantamos al unísono.
-Así me gusta, novatos -vaciló unos segundos, y prosiguió-. Como ya sabréis, el simple hecho de haber desayunado en esta nave es un privilegio mucho mayor de lo que muchos os merecéis. Pero no pensaríais que bastaría con pagar la cuota de acceso, ¿verdad? No, eso no funciona así, novatos.

Alcé la mirada y pude ver al sargento de pie encima de una mesa, con un soldado uniformado a cada lado de la mesa, tan rígidos que parecían estatuas.

Luego hubo una larga pausa en la que se dedicó a pasar la mirada por todo su público, durante la cual la mayoría de los observados giraban la cabeza al posarse los penetrantes ojos de Heatwave sobre ellos.
Tras ese incómodo momento prosiguió su charla:
-No, caballeros, tan solo 200 de vosotros tendrán hoy el honor de servir a una causa mayor que cagar sin mancharse el culo, y las pruebas de acceso se encargarán de cribar a esta maremágnum de inútiles que sois. Los cocineros han tenido que preparar hoy algo más de 5000 desayunos, comidas y cenas para todos vosotros, y creedme si os digo que mañana por la mañana, cuando comuniquemos los resultados de las pruebas, estarán aliviados de preparar 4800 menús menos.

Hizo de nuevo otra parada, para hacernos reflexionar sobre lo que acababa de decir.
-¿Alguna pregunta?
Un chico de piel color caramelo, y cabello rizo y corto preguntó:
-Los que no aprueben, ¿cómo volverán a la ciudad, puesto que estamos ya volando?

-De hecho, aunque la niebla matutina nos impida verlo, seguimos sobre la plaza principal, solo que 300 metros por encima, así permitimos que el comercio de la ciudad vuelva a su cauce habitual. En cuanto acabemos, los más débiles volverán a la ciudad, y les reembolsaremos el 90% de su tasa de entrada. Para los demás afortunados, esa tasa servirá para pagar su estancia en esta nave durante el periodo máximo de 10 años de servicio.
-¿Qué quiere decir con eso? -susurré a Sophie, mientras Heatwave seguía hablando.
-Cuando te unes al Leviathan, debes cumplir el mínimo de 5 años de servicio, pero sin embargo a los 10 años debes irte obligatoriamente. De no ser así, habría demasiada gente a bordo.
Asentí con la cabeza.

-¿En qué consisten las pruebas? -preguntó una chica rubia perfectamente peinada y con voz chillona, que tenía pinta de no haberse roto una uña en la vida.
-Buena pregunta -se detuvo unos segundos y respondió-. Las pruebas están dedicadas a analizar todos los aspectos del usuario.
Son 9 las pruebas de: fuerza, velocidad, resistencia, flexibilidad, inteligencia teórica, idiomas, relaciones interpersonales, manejo de armas teórico y manejo de armas práctico.
Después de unas cuantas preguntas absurdas sobre la comida a bordo o la cantidad de almohadas que se podía tener, se dió por terminado el desayuno y nos indicaron el camino para la prueba de fuerza.

Nos condujeron como un rebaño de ovejas por los pasillos oxidados y mal iluminados hasta que llegamos a una puerta de metal de unos 10 centímetros de grosor, el la cual hicimos una parada breve.
Al abrirla el viento nos golpeó violentamente, y pudimos ver que al otro lado de la puerta había un chirriante puente de cobre de unos 20 metros suspendido en el aire.
Este era firme y seguro, pero eso no me evitó sentir vértigo al mirar por la barandilla y no alcanzar a ver el suelo.

El puente dió paso a otra puerta de metal gruesa la cual descubrió un pabellón de unos 30 metros de alto, y 50 metros de ancho, del cual ni siquiera se alcanzaba a ver el fondo.
El pabellón estaba bien iluminado gracias a las incontables ventanas que dejaban pasar la luz natural, y permitían respirar aire fresco, lo cual se agradecía después de estar encerrada en aquellos pasillos llenos de sudor y testosterona.
Nos indicaron el camino a la prueba de fuerza, que consistía en varias máquinas con una cuerda gruesa conectada a un mecanismo.

Darian y yo nos pusimos a la cola de una de las filas, y esperamos especulando sobre el ojo perdido de Heatwave, y concluimos que probablemente lo habría sacrificado en cambio del conocimiento supremo.
Cuando al fin llegamos a la máquina, el veterano encargado de la máquina le entregó unos guantes a Darian.
El veterano, de pelo castaño muy corto, parecía infinitamente aburrido.

Darian tiró con todas sus fuerzas y esperó un poco: 34, 65 Kilos de fuerza. Comparándolo con la media de los demás, unos 50 Kilos, era una nota bastante mala, pero él parecía feliz.
Cuando me puse los guantes, tuve compasión y tiré lo suficiente para aprobar, pero sin esforzarme demasiado. 45,34 Kilos. Cuando me giré sonriente hacia Darian, él tenía el ceño fruncido.
-Hazlo de nuevo, y hazlo bien -replicó enfadado-. Si me sale mal a mí, más razones para que te salga bien a ti.
-Pero...
-A mí no me engañas. Tú, el encargado -señaló al veterano, que le devolvió una desagradable mirada condescendiente- ¿Puede repetir la prueba?

Vaciló unos segundos.
-Pero rápido -respondió en esperanto con un marcado acento francés-. No tengo todo el día.
Resignada, tiré de la cuerda con ambas manos y sin mucha dificultad la rompí, y de repente me di cuenta de que todo el mundo me estaba mirando, así que simplemente me encogí de hombros.
El veterano parpadeó muy rápido dos veces y llamó al siguiente en la fila.

De camino a la prueba de velocidad, repliqué:
-¿Quién eres, mi padre?
-¿Por qué finges? -preguntó, serio.
-¿Por qué ahora te importo tanto?
-Solo me preocupo por ti, tonta.
Suspiré.
-Mi padre siempre me decía que tenía que ser discreta con mis... Talentos especiales -susurré.
-¿Talentos especiales? ¿Como tocar el codo con la lengua?
-Como pegar saltos de 4 metros, correr a 40 kilómetros por hora...
-¿Puedes hacer eso? -preguntó, emocionado.
-¿Tú no?
-Eh, no puedes dejarme así, dime algo más.
-Es que no sé si estás preparado.
-¡Venga ya, claro que estoy preparado!

Vacilé unos segundos para introducir tensión....
-De acuerdo, te lo contaré: pero prométeme que no se lo contarás a nadie... puedo leer la mente -susurré aún más bajo.
A Darian se le iluminó la cara como a un niño que ve un juguete nuevo.
-¿En serio? ¿En qué estoy pensando ahora mismo?
-¿Estás seguro de querer saberlo? Algunos se han quedado traumatizados al descubrir mis dotes... sobrenaturales.
-¡Sí, sí, claro que quiero! -dijo con una sonrisa de oreja a oreja.
Me acaricié ambas sienes, haciendo como que le estaba leyendo el pensamiento, y lentamente comencé a hablar.
-Estás pensando en los abonos artificiales... Te preocupa mucho la contaminación de la tierra, y estás contemplando la posibilidad ir de nómada por los campos de cultivo proporcionando tu propio abono natural... -dije entre risas.
Entonces su sonrisa se convirtió lentamente en una expresión de sorpresa y luego en un ceño fruncido.
-¡Eres idiota! ¡Me lo había creído! ¿Todo era mentira?
-No lo sé, depende de tus preferencias sobre el abono... -respondí aún riéndome.
-En serio...
-Lo de leer la mente era mentira, todo lo demás era verdad.
-Demuéstralo -dijo, ya desconfiado después de yo le hubiera tomado el pelo.
-Ya lo verás.
Para demostrarlo, quedé primera en la prueba de velocidad, aguanté corriendo media hora para la prueba de resistencia, y conseguí tocar la frente con el pie para la de flexibilidad.

Para la prueba de idiomas, la mayoría de preguntas iban dirigidas a conocer mi nivel de esperanto, aunque también evaluaban los idiomas extranjeros ya que, según el veterano del puesto, un gran porcentaje de la población del tercer mundo todavía no hablaba el idioma universal.

Especialmente interesante me resultó el examen de inteligencia teórica, que presentaba un espectro de preguntas desde mi perspectiva filosófica, pasando por un poco de matemáticas y lengua, hasta preguntas sobre cultura popular e historia.

Ya con agujetas físicas y mentales, nos retiramos al comedor, donde nos esperaban Josh y Sophie con dos platos de puré de patatas para nosotros.
-¿Qué tal las pruebas? -preguntó Josh mientras masticaba un desagradable pegote de patata.
-Regular -dije, mientras devoraba con ferocidad mi plato. Era una de mis primeras comidas decentes después de muchos años en la pobreza, y no la iba a desaprovechar la oportunidad.
-¿Regular? -dijo Darian- ¡Has sido la primera en casi todas las pruebas!
-Pero tú has quedado bastante abajo -susurré, con la mirada perdida en mi puré.
-Sobreviviré -contestó Darian, indignado.
-Diana solo se preocupa por ti... -intervino Sophie.
-Lo que vosotros digáis, entraré igual entre los 200 primeros -miró hacia otro lado mientras comía una melodramática cucharada de puré con muchos aspavientos.
-A propósito, chicos, -añadió Josh- Sophie y yo estaremos al cargo de las pruebas de manejo de armas, aunque a ella le haya tocado la prueba buena, yo estaré por ahí, saludadme si me veis.
-Solo está celoso de que me haya tocado la práctica y a él la teórica, aunque no sabe desmontar ni una navaja -explicó Sophie.
-¿Qué utilidad tiene montar y desmontar un arma? El día que Ikea empiece a fabricar rifles de plasma llámame y tendremos una seria discusión.

Iba a argumentar, pero entonces sentí algo frío que se posaba en mi pelo. Una sustancia espesa y pegajosa bajó lentamente por un mechón rosa, hasta llegar a la oscura punta del mismo y caer en la bandeja, estropeando mi deliciosa comida.
Me quedé paralizada, no por el hecho de que me estuviera cayendo puré de patatas del pelo, sino por no poder seguir comiendo, y mi estómago rugió airado.
-Vaya, vaya, mirad quién tenemos aquí, chicos, la señorita Knight en persona -dijo muy alto una voz grave y desagradablemente gutural detrás mío.
Le siguieron un coro de risitas estúpidas, propias de una pandilla de hienas que encuentran buen alimento.

Me giré calmada para ver quién había sido el artífice del homicidio de mi puré, y pude ver a un rubio, corpulento, y demasiado musculoso que me miraba con desprecio.
Si tuviera que apuntalar (que conste que lo hago porque me lo habéis pedido, no porque quiera yo), destacaría lo desagradable que eran sus voluptuosos bíceps comparados con el resto del cuerpo, que daban la impresión de soportar constantemente una horrible gangrena.
Aunque quizá haya exagerado un poco, creo que merezco regodearme en este individuo que tantos dolores de cabeza me daría en un futuro no muy lejano al narrado.
A cada lado tenía un pequeño secuaz, bastante bajitos y con pinta de débiles, y mientras que el de la izquierda tenía el pelo corto castaño, el de la izquierda estaba completamente calvo.

-¿A qué se debe esta interrupción? -contesté no muy alto, intentando que no se notara lo asustada que estaba.
-Seré breve, monada, ahora que te he echado mi puré por encima aprenderás a no meterte en los pódiums de tus compañeros. ¿Quién quedó segundo en la prueba de velocidad? Yo ¿Y en la de resistencia? También yo ¿Fuerza? Lo adivinaste, un servidor. ¿Por qué? Porque una flacucha de pelo rosa hasta el culo de esteroides quedó primera en mi lugar. Suspenderé las demás pruebas, necesitaba ser el primero en esas tres para entrar en este maldito barco, avión o lo que sea esta mierda andante.

Noté cómo Darian se tensaba en el asiento, así que posé mi mano lentamente sobre su puño, y le dirigí una mirada tierna, lo que lo calmó bastante, como un leopardo que es alcanzado por un dardo tranquilizante.
-Seguro que podemos arreglarlo de manera civilizada -añadí.
-Cállate, zorra.
-¿Besas a tu madre con esa boca? Discúlpate, hijo de puta -gritó Darian al levantarse tirando la silla al suelo y generando un ruido horrible. El que no estuviera mirándonos en el comedor se puso a disfrutar del espectáculo mientras yo me ponía roja como un tomate. Le pasé el testigo a Dar para que dejase por los suelos a aquel fantoche y no participé más en la conversación, no recuerdo si por vergüenza o por miedo.

-¡Oh, señoras y señores, ha llegado el caballero de la brillante armadura! -entonó irónico mi musculado nuevo amigo.
-Discúlpate.

Darian se puso delante mío, supongo que para protegerme, lo que fue súper adorable, pero estúpido también, porque me impedía ver la acción.
-Nadie se mete con el jefe, hippie de mierda -intervino uno de los secuaces.
-Muy buena, tío -dijo el otro.
-Es por el pelo, ¿sabes? Lo he estado pensando largo rato, y creo que es un buen insulto.
-Has acertado de pleno.
-Gracias, tío.
-¿Vais a atacar o no? Se me van a dormir las piernas -alentó Dar.

Los dos subalternos se miraron uno al otro, sin saber muy bien qué hacer, y tras unos segundos uno de ellos lanzó un puñetazo al estómago de Dar, quien empujó con un golpe seco la muñeca de su atacante, lo que redirigió el ataque lejos de él, e hizo trastabillar al secuaz por la inercia del golpe, tras lo cual recibió un golpe en la espalda por parte del codo de Darian, que le hizo caer al suelo.

El segundo atacó más rápido, por lo que Darian no pudo esquivar adecuadamente y recibió un golpe en el hombro, que le devolvió a su agresor en forma de un barrido con la pierna derecha, lo que levantó al pobre, incrédulo, por los aires, y lo hizo caer.

Entre los gemidos de los dos heridos, se abrieron paso las palabrotas de su jefe, que estaba preparando un puñetazo directo a la cara de Darian cuando sintió que alguien le agarraba del brazo, impidiéndole moverse.
-¿Qué...cojones? ¡Suéltame, tío!
-Muestra un poco más de respeto, mierdecilla -susurró Heatwave a sus espaldas.
Sonreí al ver el miedo en los ojos de aquel estúpido matón.
Me giré y pude ver que todo el comedor se estaba fijando en nuestra pelea; había estado tan concentrada que no me había dado cuenta que estábamos siendo el centro de atención.

-Vosotros cuatro, venid conmigo. La del pelo rosa, tú también vienes -manteniendo la rigidez y la calma, se giró hacia la multitud curiosa y gritó- ¡Que cada uno mire su bandeja, esta pelea no le importa a nadie!

Con la cabeza baja, salimos del comedor, bajo las atentas miradas de los curiosos, y dejando a Josh y a Sophie solos en la mesa.
Heatwave nos sacó del comedor, y serpenteó por los confusos pasillos hasta llegar a un largo pasillo oxidado con varias puertas que, según Heatwave, eran las habitaciones de los altos cargos de la nave.

Se paró delante de una puerta con una placa de bronce, también muy desgastada.
En el centro del cartel había un cúmulo de rayones que hacían sospechar que debajo solía haber una palabra grabada, que había sido sustituida por la palabra "HEATWAVE" escrita a rotulador.
-Vosotros dos -nos dijo a Dar y a mí- esperad aquí. Los otros tres entran primero.

Resignado, Darian se sentó a esperar en el suelo, y yo le imité.
Me quedé unos segundos sin decir nada, miré al suelo y susurré:
-Lo siento. Te peleaste por mi culpa.
Dar me miró a los ojos.
-Da igual, pelirrosa, les di una buena paliza -rió, pero la sonrisa rápidamente se convirtió una mueca y se tocó el hombro, dolido.
-¿Te duele mucho? -intenté acercarme a él, pero al instante se retiró.
-No es nada, tonta, casi no me duele.
-Déjame ver.
-No es nada.
-Porfa, déjame verlo.
-Tranquila, no me duele nada.
-¡Déjame, Dar!
-Dios, qué pesada. Como quieras.

Me ofreció el hombro derecho, resignado, y yo le remangué la camiseta para ver la zona afectada.
-¡Madre mía, Dar! ¡Está horrible!
-No me ayudas mucho... ¿Opinión de experta?
Suspiré y presioné un poco en la zona más oscura del moretón, lo que provocó a Darian retirar el hombro de inmediato.
-Está morado como una remolacha, no tiene buena pinta. No vas a poder seguir con las pruebas.
-Tonterías​, soy ambidiestro. De todos modos, gané la pelea, ¿no?
Sonreí.
-Claro, estuviste muy caballeroso luchando por tu dama en apuros.
-Entonces ha merecido la pena el gasto de testosterona.

En ese momento salieron los tres matones, con la cabeza baja, del despacho de Heatwave.
-Los otros dos -gritó una voz desde dentro.
Antes de entrar, Darian dirigió una mirada de desafío a nuestros 3 atacantes que le devolvieron con gusto.
Entramos en la sala, donde el sargento nos estaba esperando detrás de una mesa de roble. El único mobiliario era aquella sobria mesa, un armario semiabierto y un colchón maloliente.
-Tomad asiento.
Cerré la puerta y cada uno se sentó en una de las cuatro sillas que había.
Heatwave mantenía una expresión seria, sin mostrar ningún sentimiento. Era un actor bastante bueno. Miré a mi alrededor: era una sala con paredes de madera con una gran alfombra roja que cubría absolutamente todo el suelo

-¿Se han ido ya?
-Sí, habrán vuelto al comedor, si no se pierden por el camino -contestó Darian.
Le dirigí una mirada penetrante a Dar, intentando hacer que dejara de tratar al sargento como un colega.
Captó la mirada y me respondió, calmado:
-Tranquila, pelirrosa, ¿no ves que estamos entre amigos?
Miré extrañada al sargento, que me respondió con una sonrisa tranquilizadora. Esperó unos segundos y me dijo:
-Es verdad, no soy el pitbull agresivo que finjo ser. Tu amigo me cazó a la primera -comenzó Heatwave, aliviado-. Pero esto es como la selva, o comes o te comen. Tengo que sacar los dientes a menudo si quiero que la tripulación me respete. La mayoría son estúpidos hormonados que no saben discernir la diferencia entre bonito y atún.
-¿Y el parche también es solo para aparentar? -pregunté, ya más calmada.
-De hecho, el parche sí lo necesito. Es del zarpazo de un jaguar en el Amazonas -me mostró una sonrisa amplia, y nunca llegué a saber si estaba bromeando o no.

De repente Darian dijo:
-¿Y entonces por qué nos has llamado?
-Es exactamente lo mismo. Si no parezco imparcial en una pelea, los demás pensarán que tengo favoritos y perderé su respeto. Aunque había otra cosa que no recuerdo bien.

Se rascó el rastrojo de barba canosa, como intentando recordar algo y luego sacó una agenda que tenía en debajo de la mesa y se puso unas gafas que tenía sobre la cama.
Abrió la agenda por la mitad y buscó algo con el índice, entrecerrando los ojos de vez en cuando.
-Con las gafas puestas parece un abuelo que mira la lista de la compra -susurré a Darian, que aguantó la risa.
El sargento no pareció darse cuenta, y unos segundos después dijo:
-¡Ah! Está aquí. Me comunicaron que vuestro pequeño percance burocrático con las habitaciones ya está solucionado -sacó unas llaves del bolsillo y nos las entregó-. Es la 118 y la 119, ya no hay más pruebas por hoy, así que podréis descansar hasta mañana. Para llegar, preguntad a un veterano, casi todos se saben la ruta. ¡Ah, y guardad mi secreto!
-¡Cuenta con ello!
-¡Adiós!
Al salir, oímos un grito muy violento a nuestras espaldas, probablemente destinado a unos novatos, que estaban esperando a hablar con Heatwave en el pasillo, temblando de miedo.

Una amable chica bajita y con un acento muy alemán nos guió hasta nuestras habitaciones, en un pasillo metálico bastante frío, y yo memoricé la ruta.
Darian cogió la habitación 118, porque, según él, estaba más cerca del baño, y yo cogí la habitación adyacente.
Cuando entré observé un patrón parecido al del despacho: un colchón mugriento con una almohada rota por varias sitios y un armario del que colgaba una camiseta larga blanca y unos pantalones de chándal gris. Ilusionada, me vestí con él rápidamente. Puede que suene ridículo, pero era la primera vez en mi vida que me ponía algo que no había cogido de la basura. Agotada, me tumbé en la cama, y antes de dormirme Darian entró:
-Voy a darme una ducha, ¿me acompañas? Estoy muy perdido.
-Estoy cansada, Dar. Ve tú -dije, secamente, pues era verdad que estaba agotada.
-Como quieras, pero te vendría bien, hueles a manzana podrida -sonrió.
-Es mi perfume favorito. ¡Vete ya! -gruñí
-Buenas noches, preciosa.

Cerró la puerta y pronto la habitación se quedó en silencio.
-Me ha llamado "preciosa" -sonreí, pensando que probablemente llamara a todas así. Pero me encantaba.
Me dormí, y tuve un sueño corto y empalagoso en el que Darian me llevaba a París.
Poco después alguien abrió la puerta, despertándome.
-¿Dar?
-No, soy Sophie -dijo la causante de irrumpir mi sagrado letargo-. Son las 9. Pensé que querrías cenar.
El olor a sopa de verduras y a la leche recién calentada penetró en mis fosas nasales, haciéndome sentar en la cama.

-Gracias -sonreí-. ¿Y dónde está él?
-Josh está dándole un tour por el edificio. "Por si no pasa las pruebas", dijo, e hizo a Darian enfadar mucho -Sophie rió.
-Joph te gufta, ¿no? -dije, con una cucharada en la boca.
Enrojeció como un tomate y susurró:
-¿Tanto se nota?
-Bastante. A todo esto, no consigo pillar el tranquillo a las cucharas -papá me había intentado enseñar modales, pero nunca tuvimos cubiertos reales, así que nunca aprendí a comer con ellos.

Dejé la cuchara, cogí el plato con las dos manos y bebí todo de golpe, limpiándome luego con la manga.
Devolví el plato a la bandeja, repetí la operación con la leche y, tras darme unas palmadas en la barriga, dije:
-Bueno, cuéntame ¿desde cuándo te gusta Josh?
Me contó una larga historia sobre cómo ellos dos se conocieron que quizá adapte en futuros episodios, y luego conversamos hasta que fueron las 11 y dijo que tenía sueño.

Me quedé sola con mis pensamientos y miré al techo intentando dormirme, pero no lo conseguí. Giré a la derecha y a la izquierda, metí la cabeza debajo de la maltrecha almohada y me puse boca abajo... Pero seguía insomne. Decidí tras media hora que no me iba a dormir, pues estaba nerviosa por el día siguiente, así que me propuse dar un paseo.
Me volví a poner las deportivas y salí al pasillo, y entonces recordé que me había olvidado la llave en la habitación. Por suerte, no había cerrado la puerta todavía, así que entré y recuperé mi preciosa llave.
Decidí que un paseo a la terraza del día anterior para mirar la luna sería relajante, así que usé mi memoria eidiética para recordar el camino.
En silencio, y tiritando del frío, fui recorriendo los pasillos, y cada paso que daba era reflejado en forma de sonido que contrastaba con el silencio tan puro que poblaba el aire.
Me encontré algún que otro insomne fuera de su habitación, tan somnolientos que parecían zombies.

Finalmente llegué a la puerta, que chirrió mientras la abría, y me mostró la terraza, pero al contrario de lo que yo esperaba, la manta había desaparecido sin rastro alguno.
Resignada, me senté de piernas cruzadas en el suelo, esperando aclimatarme de forma natural, y observé la luna.
Aquella noche la luna parecía diferente. Parecía expectante. Parecía... atenta. Me pregunté si, en algún sitio de la luna, habría un extraterrestre observando la tierra con la misma atención que yo.
"Qué estupidez" pensé.
Y entonces pasó una corriente de aire volví a tiritar de frío, a pesar de que ya me había adaptado más o menos.

Entonces noté cómo algo me cubría la espalda, y pronto me di cuenta de que se trataba de alguien tratando de taparme con una chaqueta.
-¿Sabes? Hay tres tipos de tipos de personas en el mundo: las que saben contar y las que no.
Sonreí.
-Eres idiota.
-Pero te encanta que lo sea.
Volví a sonreír.

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