Una agradable conversación vespertina

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Tras unos minutos cabalgando bajo la tenue luz del atardecer londinense, me di cuenta de un detalle del que no me había percatado anteriormente.

Tenía el pelo rosa. Un precioso rosa intenso que era irremediablemente llamativo.
Hasta ahí no te estoy contando nada nuevo, lo sé.
Pero el caso es que me pregunté cómo una pobre harapienta (y no lo digo peyorativamente, solo destaco lo que era evidente) podría teñirse el pelo. Es una tontería, pero si te paras a pensarlo no se puede dar una explicación demasiado convincente respecto a ese tema.
Además, era un tinte buenísimo, parecía que hubiese nacido con ese color.
No sabía por qué, pero ese pelo encajaba a la perfección con esos rasgos tan dulces. No me malinterpretéis, no quiero estereotipar el colo rosa. Lo que quiero decir es que aquel pelo era extraordinariamente concordante con su precioso rostro. Le encajaba como un guante.

Era como la deliciosa música que acompaña a los versos de una canción. Y que desempañaba su labor con una efectividad impresionante. Resultaba extremadamente complicado imaginártela con otra color de pelo, no sé si me explico.

Obviamente, había varias posibles razones:
La primera, la más lógica, que antes tuviera más dinero y que luego se arruinara, conservando ese color.
La segunda, mucho menos probable, que a pesar de su pobreza no soportase su anterior color (o le encantara el actual) y se tiñiera, a pesar del coste económico.
O la tercera, que me equivocara por competo al juzgarla, y tuviera más dinero del que yo pensaba.
O la cuarta, que tuviera un amigo que se lo hiciera gratis...

-Diana -me dijo, de repente-.
-¿Qué? -repliqué como un estúpido-.
-Me llamo Diana -repitió muy lentamente, girándose para dedicarme una sonrisa fugaz-.

-Ah -murmuré una disculpa a la vez que sonreía- Darian. Yo me llamo Darian. Quizá hayas oído hablar de mí. Me bebí 30 cervezas y después gané una partida de ajedrez. Estoy muy orgulloso de eso -añadí con una sonrisa de suficiencia-.
- Pues yo... -hizo una pausa, como si se estuviera preguntando si decírmelo o no-. Yo soy Diana, y hablo con los animales - Volvió a sonreír. Una sonrisa preciosa.
-Y tienes un humor pésimo -puse los ojos en blanco-.

-¿Ah, sí? -contestó con una sonrisa cómplice-. Venga, Starlight, vamos a enseñar a nuestro desconcertado amigo mi impresionante habilidad -detecté un levísimo deje de regocijo en la palabra "amigo", como si se alegrase de poder usar esa palabra. Cuando estoy atento, hay pocas cosas que se me pasan por alto-. Gira sobre ti mismo aleatoriamente -le ordenó. Entonces se detuvo unos segundos, como esperando una respuesta del propio caballo- ¿Cómo? Ya, ya sé que no es muy elegante, pero... Sí, tampoco es muy civilizado, pero... Ufff. ¿Puedes hacerme el favor de comportarte? Ésta rabieta parece típica de un niño pequeño. Gracias.

Yo me reí, porque sabía que pudiera comunicarse o no con los animales, esa situación era cómica de todas maneras.

Entonces el caballo empezó a girar sobre sí mismo. No me lo podía creer.
-¡Salta! -gritó Diana en medio de aquella maniobra tan extraña y complicada, a la vez que reía con gran regocijo-.
Y el caballo empezó a saltar a la vez que giraba. Yo también empecé a reír.

-Vale, dile que pare que me voy a marear -supliqué-.
-Jo... De acuerdo, para, Starlight, por favor -el caballo, obediente, se detuvo en cuanto ella se lo pidió-.
-Vale -razoné una vez que me hube recuperado del mareo-. ¿Qué me impide pensar que es un caballo amaestrado de una forma impresionantemente efectiva?
-Lo creas o no, nos acabamos de conocer. Pero tienes razón, podría haberlo amaestrado. ¿Cómo podría demostrarte mi don? -se llevó un dedo a la barbilla para fingir una expresión pensativa, mientras esbozaba una sonrisa traviesa. Una conveniente mosca se posó en su hombro, y acto seguido su rostro se iluminó-. ¡Ya lo sé! Mosca, ¿Me podrías hacer el inmenso favor de posarte sobre la rodilla de Darian?

Alfa Y OmegaWhere stories live. Discover now