Crónica de un traficante en apuros

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Empezemos por el principio:

Lo primero que tengo que destacar es que si alguna vez has jugado al póker sabrás que es bastante útil saber si tus contrincantes tienen buenas cartas o no. Bueno, una forma muy complicada, y a la vez efectiva de saberlo es fijándote en sus tics, la mayoría, casi imperceptibles, ocultos en las expresiones faciales.

Tenía una buena jugada: full de tres sietes y dos ases.
Así pues, me dispuse a observar a mis tres contrincantes con mayor detenimiento:

El primero tenía una tripa considerable, estaba rapado, y llevaba una camisa muy apretada con un cinturón, a la cual se notaba el sudor de las axilas. Se notaba que era un principiante.
El segundo tenía el pelo hacia atrás, muy engominado. Tenía unas gafas de sol reflectantes, cosa que me llamó mucho la atención, porque desde el inicio de La Guerra del Plasma no había visto gafas, ya que para fabricarlas se precisaba electricidad. Deduje que debía tener mucho dinero. También llevaba un polo verde. Tenía un gran control del póker, saltaba a la vista que había jugado muchas partidas.
El tercero era el peligroso. Tenía el pelo de color rojo intenso, además de una barba compuesta de pelillos sueltos que le daba un aspecto sucio. Tenía una chaqueta azul sin abrochar que dejaba entrever una camiseta verde lima. Lo que más me asustaba de él era su suerte. Podéis decir que la suerte no existe, pero puedo aseguraros que a la hora de jugar al póker, la suerte es el factor más influyente de todos. Bueno, en lo que llevábamos de partida había tenido 2 pókers, 3 repókers, 12 fulls, 7 colores, y 5 escaleras de color. Sin hacer ninguna trampa, de lo contrario yo me habría dado cuenta. Hasta los menos entendidos de este juego sabrán que esa es una suerte increíble.

Bueno, volvamos a la partida. Puse una Pieza de plata en la mesa; empezaba fuerte. Rápidamente me puse a observar las reacciones de los demás.

El experto se rascó una ceja: tenía una buena jugada. El suertudo tiró las cartas con gran dramatismo. El experto subió a 5 piezas de plata. El novato también se retiró. Solo quedábamos nosotros dos. Subí a 7 piezas de plata. Subió a 10. Subí a 40, acompañado de mi mejor sonrisa de suficiencia. 50. 60. 60. Y al fin me igualó. Él enseñó sus cartas: color. Con grandes aspavientos, fui descubriendo mis cartas, una a una. Full gana a color. Se le quedó una mueca de desagrado que disimuló bastante bien.

Recogí mis piezas.
Repartieron cartas. Las miré y regalé una sonrisa de suficiencia a los demás jugadores. El suertudo puso 10 piezas de plata en la mesa. El experto puso 20. El novato puso 25. Yo puse 40. El suertudo puso una pieza de oro, de repente, y se mantuvo impasible. El experto y el novato tiraron sus cartas. Puse 3 piezas de oro sobre la mesa. 4. 5. 20 piezas de oro. 25. Me las iguala. Él pone una doble pareja de 10 y 9. Se estaba tirando un farol. Di un golpe a la mesa, y, mirando hacia otro lado, descubrí mi pareja de ases. Doble pareja gana a pareja. Él puso una sonrisa de oreja a oreja. Pero poco a poco, mi mueca de disgusto se convirtió en una sonrisa, y le enseñé un tercer as. Trío gana a doble pareja. Su sonrisa se congeló y yo recojí las piezas en mi macuto. Y con una gran sonrisa, me retiré.

Con el peso de unas cuantas monedas en los bolsillos, me dispuse a salir del casino, cuando mi amigo Josh (Jose en su idioma natal, pero prefería su nombre adaptado al inglés, Josh) me llamó. Tenía la tez negra, y unos ojos oscuros y penetrantes.
-¡Darian! ¡Darian, escúchame! -llegó corriendo a donde estaba, y posó las manos sobre las rodillas para recuperar el aliento- De camino hacia aquí, se me ocurrió pasar por tu casa para invitarte a unas copas, y oí unos ruidos extraños, así que miré por la ventana...-se paró para recuperar el aliento.
-¿Y? ¡Sigue! -exigí, asustado.
-Unos hombres con pasamontañas han destrozado tu casa, Dar, han cogido todo tu dinero. Llevaban el emblema de los Bladder.

Alfa Y OmegaWhere stories live. Discover now