PRISMA: La Corona de los Infi...

By Maserez

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Algo se corrompe en el corazón de I-Naskar, el principal de los reinos humanos del sur. Después de años de es... More

Nota del autor
Agradecimientos y dedicatorias.
Cartografía de Prisma
PRÓLOGO: La Caída.
CAPÍTULO 1: La pérdida de una madre.
1-Sola
2- Moroii
3- Agria
CAPÍTULO 2: La amenaza del Ego.
1- Moroii
2- Verena
3- Enjuto
4- Sola
CAPÍTULO 3: La pérdida de los quelmana.
1- Viendel
2- Adrilia
CAPÍTULO 4: Las confesiones nunca son cosa de dos.
1- Agria
2- Enjuto
3- Viendel
4- Sola
CAPÍTULO 5: Hilos de Kamura.
1- Moroii
2- Adrilia
3- Verena
CAPÍTULO 6: Búsquedas
1- Venna
2- Guante de Plata
3- Adrilia
CAPÍTULO 7: BASTARDO
1- Enjuto
2- Guante de Plata
3- Venna
CAPÍTULO 8: RUMBO CIEGO
1- Moroii
2- Selnalla
3- Guante de Plata
4- Venna
CAPÍTULO 9: ERBUM
1- Adrilia
ANEXO I: Consideraciones básicas sobre el idioma de los quelmana

4- Enjuto

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By Maserez


Enjuto. Palacio Real de I-Naskar. 9 de Junio del 1223 d.D.

¡Es del todo inaceptable!atronó la encapuchada. Tu única labor era proteger el reino y han asesinado delante de tus narices al único y legítimo rey.

El Enjuto agachó la cabeza.

He hecho todo lo que estaba en mi mano.

Pues no ha sido suficiente replicó la encapuchada. El reinado de Sola no durará mucho y cuando se elija al próximo candidato... ¿qué nos asegura poder manejarlo? Has dejado que la traición y la intriga creciesen en Palacio como hiedra enfermiza. Ahora sus zarcillos nos han arrebatado a la familia Ysha y, por muy poco, también tu vida.

El Enjuto levantó la mirada y sus ojos se encontraron con los de su confidente. El techo del sótano era bajo y un olor a orines y humedad impregnaba el ambiente cargado. La encapuchada respiraba con hartazgo.

Desde el mismo día en que Ardo llegó a este mundo, estuvo destinado a morir. Lo sabíamos todos, incluso las nodrizas que corrían a por mantas con las que arroparlo, incluso los pájaros que lo despertaban las frías mañanas de aquel invierno con sus jolgorios. Durante más de tres décadas lo previne de todo mal.

Y en el último momento te confiaste y bajaste la guardia.

No se apresuró a negar El Enjuto . Llevo incontables lunas tras el rastro de los Darne y su conspiración. Eran todavía demasiado poderosos como para ser confrontados cara a cara, pero intuía que estaban preparándose para actuar. Por desgracia, todas las pistas eran falsas, todo eran caminos sin salida. Agria, la matriarca de los Darne, es una mujer mucho más inteligente de lo que parece. Y dudo que trabaje sola.

El Enjuto calló y apartó la mirada. Era un anciano temido y respetado por igual en todo el reino. No tanto por su manejo de la espada; sus brazos estaban más hechos a cargar con libros que con acero, tampoco por sus conocimientos alquímicos. No. El Enjuto era un hombre sagaz y complaciente, un perfecto diplomático con agentes y espías en todos los rincones del país. Su influencia se extendía desde el Palacio Real hasta las granjas más pobres, y pese a todo, muy pocas personas conocían su verdadero nombre.

Pero incluso alguien de su poder debía rendirle cuentas a las matriarcas de su Orden.

Esa tal Agria Darne, ¿quién es? inquirió la encapuchada. El Enjuto ladeó la cabeza, como intentando poner orden a sus pensamientos.

La cabeza visible de una de las principales familias del reino. Su marido es un viejo senil y ella se encarga de todo. Quizás cuente con la ayuda de su hijo, quizás con el apoyo de dinastías menores. El nacimiento de Ardo hace ya más de veinte años supuso un gran revés para las ambiciones de muchos de ellos. Ante la falta de descendencia de Sola y Angus, la mayoría se preparaba para presentar a sus candidatos y reclamar el trono; todo eso lo frustró la concepción del heredero. Desde entonces, y aunque en las sombras, siempre ha existido una corriente... subversiva.

¿Saben de tu alineación?

No, pero la intuirán. Agria será muchas cosas, pero como digo, tiene lo justo de tonta.

La encapuchada lo miró con aspereza.

Si consiguen el trono te apartarán de su lado, eso en el mejor de los casos. Esta no era una partida que quisiera verte jugar, pero parece que al final tendrás que tener un papel en todo esto; asegurarte de que el candidato elegido sea alguien a quien podamos usar. Alguien capaz de conciliar las tensiones y contentar a todos.

No existe tal persona espetó El Enjuto , pero podría haber uno que resuelva el conflicto sucesorio. Sé de buena mano que el rey, mucho antes de casarse con la heredera de los Elgaunt, la tal lady Marye, engendró un bastardo. Lo he buscado sin éxito durante mucho tiempo, pero con la ayuda de Agria tal vez pueda sentarlo en el trono.

El eco de unos pasos alejados llegó hasta el pequeño sótano y una puerta se cerró en alguno de los pasillos del calabozo. Continuaron en susurros.

No veo como Agria, causante de todos nuestros males, podría ser de ayuda murmuró la encapuchada. El Enjuto esbozó una sonrisa amarga y dijo:

Cuando le llegue la noticia a través de su hijo de que hay un bastardo con sangre Ysha en algún lugar del reino, los mismos mecanismos que ha usado para asesinar a Ardo los empleará en buscar al niño. Sin saberlo, me guiará hasta él, y cuando su victoria esté próxima podré destapar sus intrigas y desbaratar sus planes, todo a la vez. Así, el bastardo será mío para educarlo en el próximo rey, y sus mayores detractores serán arrojados al calabozo, donde no darán más problemas.

Nadie aceptará un bastardo en el trono del reino, ni siquiera Sola, su "abuela"contradijo la encapuchada.

Como tampoco me aceptaron a mí al principio, y heme aquí, después de todo.

La encapuchada refunfuñó algo pero unos nuevos pasos acercándose ahogaron el sonido de sus palabras. El Enjuto asomó un poco la cabeza afuera de la habitación y cuando volvió a mirar dentro la figura de su maestra ya no estaba. Soltó un suspiro largo y salió al encuentro del guardia que se acercaba.

Señor, hay alguien arriba que quiere veros.

¿Arriba? repitió El Enjuto, sorprendido . ¿No dije que no se me molestara?

Dijo que era urgente, mi señor. Os aguarda en la sala del trono.

Cerró la puerta del cuartucho tras de sí y acompañó al guardia a través del dédalo de pasillos y salones de las mazmorras hasta la Sala del Trono. Cuando los techos combados y las paredes claustrofóbicas se abrieron a pasajes más amplios y ventilados, El Enjuto inspiró profundamente, aliviado, y llenó sus pulmones con el aire fresco de la mañana. Estaba cansado. La noche había sido larga y llevaba sin conciliar el sueño desde la muerte de Ardo. Y sí, había algo de pena en las razones de aquel insomnio, pero fundamentalmente había miedo; miedo a fallar por última vez a sus maestras, miedo a que el gobierno del reino se le escapase de entre las manos como la arena de un reloj.

Llegó a su asiento a los pies del trono inmerso en sus propias cavilaciones; tanto que ni siquiera reparó en la harapienta figura que aguardaba en el medio y medio del ciclópeo salón.

Fue la extraña quien habló primero:

Mi nombre es Viendel y hablo con la voz de los últimos dioses. Vengo allende el mar.

El Enjuto se acomodó contra el respaldo de su asiento y la resiguió con su diligente mirada. La tal Viendel era una figura esbelta, hechizante y majestuosa como un unicornio, más soberbia que un halcón. Pese al gran jirón de tela bajo el que se escondía, aquellas medidas tan perfectas, aquellas curvas tan cuidadas, muy difícilmente podrían considerarse humanas.

El anciano, desde su silla, frunció el ceño y se enderezó.

Revélate.

Viendel no reaccionó al instante y el misterio se acentuó. Al cabo de unos segundos dejó que la tela se escurriese y revelara un rostro ovalado, blanco y suave como la nieve, y unos cabellos del mismo color que la tierra en otoño. Su mirada, también castaña, consiguió traspasar la indiferencia del Enjuto y poner al viejo en jaque.

¿Qué clase de ser sois?

Depende de quién pregunte; el mundo siempre depende del observador. Algunos me llamarían ángel, otros me llamarían traidora, otros besarían el suelo ante mí y me venerarían como a un dios. Pero ya no soy ni una cosa ni la otra. Soy el Eco de un pasado que ya muy pocos recuerdan, un fantasma que no ha querido morir. Pero traigo nuevas que atañen a vuestro reino, y consejo para el Rey de vuestras tierras en esta hora oscura.

El descubrimiento de la criatura levantó un murmullo de sorpresa que atravesó la sala. El Enjuto se incorporó con pesadez y habló con un tono que no admitía réplica:

Muy bien. El rey de estas tierras ha muerto y los fantasmas no necesitan consejos fríos miró a su alrededor y la inmensidad de la sala le devolvió una sensación de vacuidad. Juraría haber visto a Lady Verena tras la hilera de columnas, al fondo, junto a otros nobles y cortesanos. Debía cuidar sus palabras . Dices venir de más allá del mar e insistes en turbar mi descanso aun cuando he dicho expresamente que no se me moleste. Debes de ser una loca o una iluminada, pero no te conozco, y te daré el beneficio de la duda. Habla, rápido.

Los cuernos de la guerra resuenan una vez más. ¿Acaso no los oís en el horizonte, no los sentís en el frío de la mañana, en la oscuridad de la noche? Del otro lado del ancho mar zarpa una flota cuya única motivación es arrasar hasta los cimientos la civilización del Hombre. Y lo harán, porque una reina más vieja que todos vuestros antepasados quiere algo de vosotros.

Viendel hizo una pausa y extrajo algo de la faltriquera roída que llevaba a la espalda. Era una cabeza, la cabeza de un hombre que en otro momento pudiera haberse considerado hermoso, pero había algo ominoso en ella: dos cuernos, negros y sedosos como el carbón, le nacían a ambos lados de la frente, y en sus ojos apagados subyacía una amenaza vedada, aunque indiscreta, que desafiaba a todo aquel que lo mirase. Arrojó la cabeza a los pies del Enjuto.

Aunque trató de controlar su expresión, el rostro del anciano perdió toda compostura.

Volvió a sentarse.

Esta cabeza es el testimonio de mi sinceridad. He recorrido un largo camino hasta vuestra ciudad y no he estado exenta de peligros, ni lo estaré en mucho tiempo. Pero observad mi obsequio: algunos de vosotros lo llamaríais demonio, no os faltaría razón. Pero esto es un annan, exiliados en un principio que buscaron más tarde venganza contra los nuestros, y su reina y diosa es Kamura la Imperecedera. Existen, sí, y hay otros catorce más como éste, todavía vivos, en vuestro reino. Preparaos para la guerra que se avecina. Forjad alianzas, olvidad los conflictos menores.No hay demasiado tiempo, pero sí una mínima esperanza.

Una risa suave y sarcástica sonó tras la hilera de columnas. Algunos nobles intercambiaron susurros que atravesaron la sala hasta el Enjuto, aunque para cuando llegaban apenas eran un eco pernicioso. Verena miró fijamente al Enjuto con la cara transformada en un mohín.

Bien dijo el anciano, y aplaudió con burla , definitivamente no eres una iluminada; solo una loca. ¿Cómo era tu nombre? ¿Vendaval?

Viendel murmuró la mujer, apocada. De pronto, pareció como si hubiese perdido todo el fuelle que había tenido al principio, y los que habían podido escuchar claramente sus primeras palabras sintieron como si se hubiera roto toda la magia.

Viendel... repitió El Enjuto y sonrió amargamente, suena a nombre de... bueno, da igual. Si te interesa, estoy seguro de que alguien de tus... buscó la palabra , "características", podría ser perfecta para atender los caprichos de algunos de los nobles de Palacio. Si te interesa, claro.

El Enjuto era demasiado inteligente como para concederle algo de credibilidad a la mujer frente a tantos nobles. Los miró a todos ellos fijamente y luego volvió a centrarse en ella. Muy probablemente hubiese algo de verdad en lo que decía: él lo sabía, su excelsa Orden lo sabía, los sabios del mundo lo sabían; pero no lo sabían aquellos nobles envidiosos, y no podía arriesgarse a que ninguno lo tachase de necio, supersticioso, o viejo senil. Debía mantener una posición hegemónica como consejero de la corte, a cualquier precio.

Esperaba encontrar más sabiduría en alguien del que se espera ser sabio respondió finalmente Viendel. <<Y la hay>>, quiso gritar El Enjuto, pero se mordió la lengua. Si los "sabios" del mundo en esto os habéis convertido, entonces bienvenido sea vuestro Fin, pues es nuestro justo castigo. Quizás otros más inteligentes hagan caso a los presagios que porto.

Viendel recogió la larga toga negra del suelo y, con una sutil reverencia, se cubrió con ella y abandonó la sala. Bajo la seda, toda aquella belleza y gracilidad se vieron nubladas de pronto, como un cielo negro frente al sol. Tuvieron la impresión de que la luz del salón declinaba.

Mientras se alejaba y le abrían las puertas, El Enjuto reflexionó largamente sobre cada una de sus palabras. Aún había sabios en el mundo, si bien él no se consideraba uno de ellos. Miró con aprensión la cabeza decapitada a sus pies y, como un pellizco, repentino y punzante, acudió a su mente el nombre de alguien que quizás pudiera darle algunas respuestas.

Arrancarle las palabras a aquella persona no sería nada fácil, pues rara vez abandonaba su estudio y siempre que lo hacía era para dirigirse a la biblioteca del palacio. Sabious era su nombre, embajador del triunvirato de los magos de O-un y, en teoría, Consejero de Hechicería de la Corona.

El Enjuto se incorporó de su asiento y ordenó a un guardia que recogiera la cabeza con cuidado. Sólo esperaba que el mago hiciese honor a su nombre.

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