Princesa Juliana: La maldició...

RainaBlank által

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Hace mucho tiempo existió una princesa dispuesta a ensuciarse las manos para subir al trono. Ella aseguró su... Több

Epígrafe
Prefacio
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capitulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Epílogo
Nota de autor

Capítulo 11

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RainaBlank által

La sensación de asfixia aún sigue presente.

Al abrir sus ojos no puede ver nada puesto que todo está envuelto en la oscuridad. No hay un objeto o una persona a su alrededor, tampoco hay otro color más que el negro.

Ella cierra sus ojos ya que, al parecer, no hay nada que hacer. El aire no llega a sus pulmones.

De repente, el sonido de unos pasos firmes y fuertes, irrumpen en el lugar. Éstos se detienen a un lado de Julia.

―Con esto será más que suficiente ―dice una voz que no logra identificar―. Espero que hayas aprendido a respetar a tu ama.

Aquello que oprime su garganta, desaparece. Los pulmones de la niña vuelven a ser llenos de oxígeno por lo que abre sus ojos asombrada, solo para percatarse que la oscuridad que la rodeaba se ha disuelto.

Un candelabro de cristal aparece frente a ella; el brillo que emite es magnífico. Por primera vez, vislumbra que se encuentra en el suelo, acostada. Así que, Julia se levanta del frío suelo y mueve su cabeza de un lado a otro impactada; ya no se encuentra en su casa, está en un lugar desconocido.

La descripción del sitio es simplemente irreal y fantástica: El suelo no es de un azulejo cualquiera, está hecho de oro; las paredes y el techo están hechos del mismo material, excepto que las paredes tienen colgadas pinturas de paisajes y edificios que parecen antiguos, además de que tienen incrustaciones de gemas preciosas como zafiros, rubíes, amatistas, esmeraldas, jaspes, topacios, entre otras. Por si fuera poco, al lado de los pies de la menor, hay una enorme alfombra roja con rubíes en los extremos.

La pequeña Julia, fascinada por el panorama sacado de un cuento de hadas, recorre con su vista el camino que sigue la alfombra. Se detiene ante unos escalones que llevan a un gran trono donde logra ver a una mujer joven de cabellos rubios ondulados y unos penetrantes ojos verdes esmeraldas que está sentada en aquel estrado. Por alguna extraña razón, aquella mujer le parece conocida.

De manera inconsciente, ella empieza a caminar por la alfombra hasta situarse frente a la joven. La observa con detenimiento y presta especial atención al hermoso vestido rojo que cubre el delgado cuerpo de la doncella. Posterior, los ojos azabaches de Julia siguen inspeccionando y se fijan en la gargantilla que lleva la mujer en su largo y fino cuello. La alhaja contiene una rosa de color rosáceo con una pieza delicada en forma de gota debajo de ella; el color púrpura que posee es enigmático, pareciese que una especie de líquido estuviera en el interior.Es hasta este momento que la niña entiende quién es la persona que está frente a ella. La joya y sus rasgos físicos le han revelado su identidad. Cruza su mirada con ella y se percata de la mirada de desdén que le dirige.

Tras analizar estos detalles, la niña entiende quién es la persona que está frente a ella. La joya y sus rasgos físicos le han revelado su identidad. Por lo tanto, cruza su mirada con ella y se percata del desdén que la soberana le dirige.

―Estoy esperando que realices la reverencia. ―Señala la joven con fastidio―. ¿Cuándo lo harás?

Julia la observa asustada. Su prioridad es saber en qué lugar se encuentra y dónde está su maestra y su familia.

―¿Dónde estoy? ¿Dónde está la señorita Carroll? ―Pregunta mientras sus ojos se llenan de lágrimas―. ¿Dónde están mis papás y mi hermanita?

―Al parecer, no bastó mi castigo.

La princesa Juliana se levanta del trono y empieza a caminar hacia Julia. Se detiene frente a ella y la observa llena de rabia.

―Espero que no se te ocurra llorar. Odio a las niñas estúpidas que lloran por tonterías. Eres una vasalla inútil y fastidiosa. Eres el peor contenedor que he tenido. Ni siquiera tienes el mínimo de respeto hacia tu ama, pero ¿qué debería de esperar si nadie te ha enseñado a venerarme?

Con miedo, la niña limpia sus lágrimas y trata de controlarse. Le parece imposible estar frente a Juliana.

―Yo... Solo quiero regresar con mi familia. ―Pide con voz débil y temblorosa―. Regréseme a mi casa.

―No lo haré ―sentencia con altanería―. Estoy aburrida aquí y quiero algo de compañía.

―¡¿Qué?! ―Pregunta incrédula sin entender las razones de la joven.

―¿Crees que diría algo así? ―Sonríe con sarcasmo y añade―: No es mi intención permanecer con una pequeña llorona. La única razón por la que te hice venir es para darte una lección. Ni tus padres ni Nicole te han fomentado la obediencia, así que lo haré yo.

―¿De qué está hablando?

―De tú falta de respeto, obviamente. ―Se acerca y coloca sus manos en el rostro de la niña apretándola con fuerza―. ¡¿Te parece bien decir que me odias y que esperas mi muerte?! Me llamaste Juliana, ni siquiera mencionaste mi título. ¡¿Crees que soy cualquier persona para que solo me llames por mi nombre?!

Suelta su rostro y a Julia le invade el miedo. Sus pensamientos giran en la posibilidad de que la princesa trate de matarla.

―No pienses en cosas superfluas ―comenta interrumpiendo su pensar―. El matarte no me traería ningún beneficio. Eres mi contenedor y necesito que te encuentres bien para que cuando llegue el día, pueda poseerte.

―¿Cómo sabe que pensé eso? ¿Puede leer la mente? ¿Cómo sabe que dije que la odiaba y quería que muriera?

―No eres más que una pequeña idiota ―expone volviendo a la tranquilidad, dejando un poco la ira―. Puedo ver y escuchar a través de tus ojos y oídos. Si lo deseo, puedo leer tus pensamientos. Sin embargo, en esta ocasión no lo hice. Tus gestos son fáciles de leer. Además, esto último no es algo que haga a menudo. No me gusta perder energía en cosas innecesarias.

La soberana toma una pequeña pausa y fija su mirada en Julia, la analiza con cuidado. A pesar de lo que le ha dicho, sabe que su nuevo contenedor es diferente. Después de todo, fue sencillo crear un contacto con ella, hecho que se le había resultado imposible con sus anteriores recipientes.

―No quiero desviarme del tema. Así que, continuaré.

Juliana levanta su mano derecha y unas luces empiezan a juntarse para terminar formando una espada que sostiene en dirección hacia un escudo que se encuentra en la pared, arriba del trono. El escudo de la organización Juliana.

―¿Sabes qué significan las palabras del escudo? ¿A qué hace referencia Intelligentia, potestamen, passionis?

―Lo leí... Hace unos días. ―Titubea la niña, tratando de recordar―. Intelligentia significa inteligencia ―señala la imagen de un cerebro en el escudo―, hace referencia al alto coeficiente intelectual que tienen los miembros de la organización. Ninguna otra estructura en el mundo tiene agentes con un nivel tan alto. Potestamen ―apunta la espada―, el poder de tener los mejores guerreros tanto en nivel de ataque como en nivel defensivo. Passionis significa pasión ―puntea el dibujo del collar―, la pasión que cada agente debe entregar en su trabajo para engrandecer el nombre de su ama.

―No está mal, pero estás olvidando lo más importante.

Ella sujeta la espada y la embiste contra el suelo. La niña cae debido al miedo ya que por un momento pensó que Juliana la atacaría.

―Passionis también hace referencia al respeto y la veneración que deben tenerme los miembros de la organización. Tú aún no has tomado el compromiso que los agentes promulgan y tampoco has asistido a la academia, pero debes venerarme.

Se acerca a Julia y se coloca a su altura, acaricia un mechón de su cabello.

―¿Recuerdas la sensación de asfixia de hace unos minutos? ―La niña asiente y ella continúa―: Yo fui quien lo provocó.

―¿Cómo?

―Estoy dentro de tu cuerpo por lo que, si lo deseo, puedo hacer contigo según me plazca. Lo único que quiero es darte una advertencia: ¡No vuelvas a faltarme el respeto!

―Está bien, no volveré a hacerlo ―expresa temerosa.

―Perfecto. ―Sonríe con suficiencia―. Si vuelves a ejecutar otra estupidez, te castigaré de forma más cruel que la anterior y te traeré aquí, a tu inconsciente, para torturarte.

Suelta el cabello azabache de la niña y empieza a caminar hacia el trono. Se sienta con sutileza y alarga su mano. Inmediatamente, la espada que estaba impregnada en el suelo es atraída hacia su mano.

―Es suficiente, es hora de que regreses.

Dicho esto, sostiene la espada con su mano derecha y la arroja contra Julia. Ella, en acto reflejo cierra sus ojos esperando recibir el impacto.


Caroline llora desconsolada sosteniendo el cuerpo de su pequeña niña. A su lado se encuentra Nicole angustiada junto a Leonti y John.

¿Por qué no despierta, Nicole? Dice alarmada la madre―. Se supone que está respirando con normalidad, ¿por qué no reacciona?

―¡Leonti! ―Grita con furia―. Tú eres el médico, ¿por qué no despierta?

―¡No lo sé! ―Contesta desesperado―. Tal vez solo hay que darle tiempo para que reaccione y...

De forma inesperada, Julia abre sus ojos y la mirada de todos los presentes se dirigen hacia ella. Caroline no tarda en abrazar a su hija con desesperación mientras llena de besos su rostro.

La señorita Carroll respira aliviada pues temía por la vida de su pupila. Su miedo era grande cuando observó a su alumna colapsar y todo empeoró al notar que no respiraba. Por lo que, si algo entendió en unos segundos agónicos, fue que su conciencia no podría con la carga de presenciar la muerte de dos princesas que estaban bajo su cargo.

Por otro lado, en medio de la dicha de los adultos, la niña observa llena de asombro a su madre y a los demás. Se supone que hace menos de un parpadeo, una espada estaba a punto de atravesarla y ahora, está en los brazos de su progenitora. ¿Cómo puede explicarse esto?

―¿Dónde está? ―Interroga confundida―. ¿Dónde está la princesa Juliana?

―Su majestad, ¿de qué habla? ―Indaga John.

Un malestar profundo invade la cabeza de la niña. Hace semanas que no había sentido uno así. Debido al sufrimiento, lleva sus manos al lugar afectado y se queja. Luego de varios segundos, el dolor disminuye.

―Será mejor que la princesa descanse ―indica el joven Góluveb al notarla cansada―. Seguramente la falta de oxígeno le haya producido migraña.

Entendiendo con claridad el asunto, Nicole asiente y sus hombres salen a encargarse de la seguridad de la casa. Caroline con sus facciones muestra desaprobación y la joven maestra sale por unos segundos del cuarto con ella. Ambas intercambian palabras y Nicole realiza su mejor esfuerzo para que Caroline se tranquilice y acepte ir a cuidar a Anne. Después de una larga conversación, finalmente logra su cometido. Tras esto, la joven se gira y observa la puerta de la habitación de Julia cerrada.

Una parte en el interior de la señorita Carroll se inclina a dejar a la niña descansar, pero otra, pide respuestas a la reacción que tuvo su pupila luego de que recobrase la conciencia. Esto, porque considera que existe la posibilidad de que la pregunta de Julia acerca de su majestad, no fuera solo una simple y tonta confusión producto de su vivencia extraña.

Despacio y para no quedar con la duda, Nicole toca la puerta de la habitación de la doceava, haciéndola estremecer. Posterior, entra en el cuarto colorido y lleno de vida que solo está siendo opacado por el miedo y la tristeza de Julia, quien se encuentra acostada, con la cabeza en medio de las almohadas.

―¿Puedo hablar contigo un momento, Julia? ―Pregunta la maestra con sutileza.

―Señorita Carroll, quiero dormir ―menciona con tristeza sin dejar su lugar.

Lo dicho por Julia no convence a Nicole. Así que, con cuidado, se acerca a la cama y se sienta al lado de la pequeña.

―Comprendo que quizás te sientas cansada, pero me gustaría que conversáramos. Si lo piensas, tal vez sea bueno para ti porque me imagino que puedes sentirte asustada por lo que te sucedió. Al fin y al cabo, momentos antes estabas algo agitada, ansiosa y... ―No observa un cambio de comportamiento en la menor, sino una dura negativa a hablar de parte de ella. Así que, resignada, expresa―: Será mejor que te deje sola.

En tanto Nicole se prepara para marcharse y aunque Julia no quiere hablar debido al miedo y a la confusión en su mente, ésta última decide sentarse en la cama y hablar con la señorita por ser a sus ojos, la persona más idónea. Después de todo, primero, no le gusta comportarse de esta manera y segundo, no le puede contar lo vivido a su madre porque la haría preocuparse.

―Señorita Carroll ―llama antes de que la mencionada salga del cuarto y cuando se gira, añade mirándola a los ojos―: Hablé con ella.

―¿Con ella? ¿A quién te refieres?

―Hablé con la princesa Juliana.

―¡Eso es imposible! ―Niega sorprendida ante la declaración de la pequeña―. Debiste haber soñado con ella ―apunta regresando a su lado―. Caroline me dijo que en ocasiones puedes verla en sueños.

―Sí, pero ahora hablé con ella y me dio mucho miedo.

De inmediato, la niña inicia a narrar todo lo ocurrido a Nicole con gran facilidad, debido a la mejoría presentada en su relación de instructora – discípula.

Mientras la niña expone los detalles de su conversación con Juliana, Nicole la observa sorprendida. No cabe duda por la cantidad de detalles que le brinda, que su hipótesis de que todo había sido sacado de un sueño, ha sido refutada por la descripción minuciosa de Julia acerca de lo vivido con la princesa.

―Es difícil de creer. No existen registros de que la princesa Juliana haya tenido comunicación directa con alguno de sus contenedores y mucho menos, de que los haya llevado a su inconsciente.

―Yo no miento ―señala Julia haciendo un puchero.

―Lo sé, pero lo que me estás diciendo es sorprendente.

―A mí me da mucho miedo.

―No tienes que preocuparte. Según lo que dijiste, lo que desea la princesa es que la respetes. Mientras no incumplas lo anterior, no te hará nada. No tienes que dudar de su palabra. ―Sonríe y se levanta de la cama―. Realmente eres diferente a tus predecesoras.

Lo último, Nicole lo pronuncia con orgullo pues sabe que la séptima familia en esta ocasión, ha sido beneficiada con la aparición de una princesa que pueda que los alce en gloria y que, además, podría permitir que se olviden las problemáticas sucedidas con la anterior gobernante. Así, después de casi seis años de búsqueda intensa de la doceava princesa y de todo el esfuerzo invertido en ello, valdrá la pena si lo que piensa Padre se convierte en realidad.

―Señorita ―dice Julia sacando a Nicole de sus pensamientos―. ¿Puede hacerme un favor?

―Por supuesto.

―No le diga a mi mami y a mi papi nada de lo que hablamos.

―¿No quieres que les hable a tus padres de tu conversación con la princesa Juliana?

―No. ―Niega rotundamente―. No quiero que se preocupen.

―De acuerdo. No les diré a tus padres, pero tú debes de comportarte mejor y no faltarle el respeto a la princesa. ―Julia asiente―. Te dejaré descansar, mañana seguiremos con las lecciones. Tienes mucho que aprender.

Olvasás folytatása

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