Lo que pasó esa noche

By Little-evil-soul

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Una noche. Una confesión. Un número equivocado y un corazón roto. El mío. More

Lo que pasó esa noche.
1. Esa noche.
3. Ruptura.
4. Huir.
5. Deshilachado.
6. Extraños.
7. El acuerdo.

2. Pacto con el rompecorazones.

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By Little-evil-soul

D O S


• KIERAN •


Golpes fuertes en la puerta son los que me despiertan esa madrugada.

Bostezo, tragando la serie de maldiciones que se desliza por la punta de mi lengua. Estoy ebrio o eso adivino cuando me toma mucho más tiempo del normal identificar en qué parte del mundo me encuentro. De forma descuidada, palpo mi torso hasta dar con los bolsillos delanteros de mi jean. Hurgo durante varios minutos y finalmente encuentro mi billetera junto al número telefónico de una chica llamada 'Candy' escrito de forma ilegible al respaldo de una factura de supermercado.

Pequeños fragmentos de anoche salen a la luz.

Noah arrastrando mi cuerpo calle abajo, yo sacando la cabeza por la ventanilla de un coche, mi gorra favorita volando lejos debido al exceso de velocidad y el viento entumeciendo mis mejillas.

Froto mis ojos, observando el reloj que indica la hora, son las cuatro de la mañana. Cuatro de la mañana... cuatro de... cuatro... el viento frío me arrulla y en contra de mi voluntad, el sueño vuelve a vencerme. Mis párpados revolotean varias veces antes de cerrarse y mi mente se sumerge en los recuerdos de algún video de un gato esquiando que vi en Internet.

Suelto un pequeño gruñido por lo bajo en cuanto los golpes se hacen más fuerte y los pasos de Noah no surgen en el pasillo. Un segundo después lo recuerdo, probablemente se encuentre follando con una chica... Kelly o Krista. Como un molesto zumbido en los oídos, evoco el sonido se risas escandalosos junto al repiqueteo de tacones y los besos ruidosos y húmedos justo antes de desaparecer dentro de su habitación.

Si soy honesto, vivir temporalmente con Noah apesta, incluso más de lo que pensé. Sabía que al mudarme, mis privilegios se reducirían pero jamás imaginé que terminaría siendo el esclavo de un bastardo engreído con aires de Dios que ni siquiera puede lavar su propios platos. Supongo que esa es la cosa cuando dos niños mimados deciden revelarse contra sus padres y actuar como si supieran algo sobre la vida, ahora solo queda sobrevivir.

En este punto, ni todo el dinero del mundo puede compensar el daño emocional que uno de mis mejores amigos me ha ocasionado. 

Casi extraño a mi familia.

La palabra mágica es casi.

Llevo fuera de casa menos de tres semanas, pero el olor a libertad aún se percibe en mi camiseta favorita. Honestamente, no aguantaba más la presión que viene con mi apellido. Todos en la ciudad conocen a la perfecta familia Donovan, excepto que nada es perfecto.

Desde Aisling, mi madre, una elitista autoproclamada más preocupada por el aspecto de su cabello que de su matrimonio hasta William, un hombre honesto de negocios, quien finge ser un padre y esposo devoto cuando en secreto folla con chicas de la mitad de su edad. Es desagradable, especialmente aquellos días que salía temprano de la práctica de baloncesto, sólo para pillarlo unas calles más abajo con una mujer entre sus piernas, los botones de su pantalón de vestir desabrochados y su cabeza inclinada hacia atrás, recostada en el respaldo del coche.

Varias veces intenté decirle a mamá, pero continúo ignorándome, alegando que el amor real no existe y el matrimonio es un convenio entre dos personas que temen la soledad.

La puerta vuelve a sonar con brusquedad y no dudo en salir de la cama, recorriendo todo el camino hasta la entrada con la mandíbula apretada. Mis pies descalzos se arrastran a través del suelo y mis hombros se hunden, demasiado pesados para cargar con ellos. Se siento como si en cualquier momento un volcán fuera a estallar en mi mente y que me hayan despertado en medio de un buen sueño, solo aumenta mi irritabilidad.

—¿Qué? —Pregunto con desdén, abriendo la puerta de golpe.

Entonces, me encuentro dando un paso hacia atrás mientras parpadeo repetidas veces debido a la sorpresa.

Me toma más de un segundo procesar a la pequeña rubia rabiosa frente a mí. Unos intensos ojos azules perforan los míos, con llamas ardiendo en ellos y el cabello rubio de apariencia suave, cae descuidadamente sobre su rostro. Ava Collins está en mi entrada, en un pequeño vestido de escote profundo color esmeralda, el cual se aferra a sus caderas tan condenadamente bien que tengo que aclararme la garganta ¿qué demonios quiere? Porque estoy seguro que hace tan sólo un par de horas me proclamó su amor eterno pensando que era mi hermano.

—El refugio de indigentes está en la otra esquina, niña —Es lo primero que suelto, recostándome contra la puerta entreabierta, sin importar mi falta de camisa o los vaqueros colgando descuidadamente de mis caderas.

Ella me mira con incredulidad, su mandíbula está tensa y tengo que morderme los labios para evitar reír.

—¡Tú! —Me señala, avanzando a pasos temblorosos. Esto es nuevo —. Jodido imbécil —Murmura, casi tropezando con sus propios pies.

—Has tocado la puerta equivocada, cariño. Cade no vive aquí —Hago amago de cerrar en su cara, pero rápidamente interpone una mano y las pequeñas uñas blancas casi me arañan el rostro. Como si fuera la maldita reina de Inglaterra, entra al lugar, golpeando mi hombro de forma intencional. Su aroma suave me golpea con fuerza, transportándome a algún lugar en mi infancia. Ella huele a algodón de azúcar ¿eso tiene sentido? ¿las chicas pueden oler como dulces? de nuevo, contengo el aliento por mi estúpido pensamiento.

El alcohol está jodiéndome.

—Sal de mi casa o vas a arrepentirte —Advierto, cruzándome de brazos al verla tirarse sobre el sofá como un saco de papas, ¿qué tiene en esa cabeza? ¿por qué la dejé entrar? Es decir, la conozco desde los doce, después de todo Aspen es uno de mis mejores amigos, pero jamás interactuamos demasiado hasta los quince cuando proclamó odiarme en voz alta y de algún modo, me encontré haciéndola rabiar. Ni siquiera recuerdo un motivo real por el que no me agrada aparte de que es amiga de alguien como Cade.

Mis ojos traidores no dudan en viajar más allá, al lugar exacto donde el dobladillo de su vestido asciende, exponiendo la piel suave de sus muslos. Mierda, esto está mal, estoy ebrio y está jugando con mi puta cabeza.

Sacudo los malos pensamientos, respirando con brusquedad.

—Sal de mi casa o vas a arrepentirte — Arremeda, haciendo una lamentable imitación de mi voz. Ruedo los ojos, queriendo que se largue por donde vino.

Como si hubiera leído mi mente, se pone de pie, pero en vez de dirigirse a la salida, camina coquetamente hacía mí o es lo que creo intenta hacer, aunque desde mi punto de vista solo luce ridícula. En medio de mi desconcierto, me empuja con todas sus fuerzas a la pared más cercana, provocando que mi cabeza rebote contra el concreto. Suelto un par de maldiciones en cuanto la punzada de dolor me hace apretar los dientes. ¡Demonios! que maldita salvaje.

La observo como si hubiera enloquecido. Maldición, esta chica es molesta y de todas formas, ¿cómo terminamos en esta situación? ¿qué sigue? ¿besar a un vagabundo? ¿decirle a Cade que su cabello no es ridículo?

— No puedes comentarle a Cade lo que te dije o voy a asegurarme de que no vuelvas a caminar —Amenaza, con voz extremadamente exigente.

—¿Es tu forma sutil de decir que tendrás sexo salvaje conmigo hasta que no pueda moverme? — Su boca se abre y al instante suelta un pequeño chillido que me hace reír. Parece más escandalizada que mi madre después de que le dije que me mudaría.

—Mira, imbécil. Sólo promete que no dirás nada y ambos podemos seguir con nuestras vidas... —Me mira a través de sus largas pestañas, ocasionando que mi mente viaje en muchas direcciones a la vez —...Así que mueve tu hocico y ladra a otra parte... —Sigue vociferando mientras mis ojos cuentan las pecas en sus mejillas y recorren el arco de su labio superior, el cual parece tan lleno. Mierda, la falta de sueño comienza a afectarme.

—¿Estás escuchándome? —Cuestiona.

—Cada palabra — Miento y sin pensar en las consecuencias, me inclinó hacia adelante dispuesto a besarla.

• E N  L A  A C T U A L I D A D •

Robar.

Deslizo el paquete de cigarrillos junto a la botella de Jack Daniels en el bolsillo interno de la chaqueta y luego miro alrededor con cautela. Mi corazón late con fuerza, dispuesto a salirse de mi pecho en cualquier segundo mientras mis ojos se desvían a la caja registradora, donde un hombre mayor ojea una revista Forbes desinteresadamente.

Entonces, mi respiración se detiene cuando su vista se alza tropezando con la mía. Sé que debo actuar con naturalidad y salir del lugar, pero simplemente me quedo allí. De pie, totalmente congelada. Lentamente, él me registra de pies a cabeza y antes de que pueda darme cuenta, los cigarrillos hurtados se deslizan entre mis dedos. Todo se detiene. Él ya no me mira, sólo al paquete de Marlboro sabor menta en el suelo.

Mis ojos se abren en estado de shock.

—Oye, niña ¡Detente! — Lo oigo gritar. Sin embargo, mis pies se mueven más rápido y sin un plan de respaldo, me encuentro corriendo fuera del sitio, escuchando el sonido que producen mis zapatos al chocar contra el suelo. Mi mente se nubla con todo lo que acababa de pasar y en mi desconcierto, tropiezo con una pila de cajas amontonadas que se esparcen creando un desastre.

Alguien me atrapó robando.

No es mi primera vez, sin embargo, nunca me habían descubierto. Miro alrededor, a las calles vacías, atenta a los pasos del hombre que me sigue. El pánico se apodera de mí, no quiero ir a prisión. Mi padre me matará. Los golpes en el estómago son soportables, pero es la mirada de asco lo que me preocupa.

Mis pies duelen y la punzada en mi pecho me obliga a apoyarme contra la pared de ladrillos rojos fuera de un local abandonado. La luz titila creando un halo sobre mi cabeza y las puertas eléctricas se cierran bajo la ausencia de movimiento. Tomo una respiración profunda, donde mis pulmones se dilatan, llenándose de aire limpio sin olor a desinfectante.

Sé que robar está mal, pero parece ser lo único real que he conocido en mucho tiempo. «Solo es un juego, Ava» Me repito, limpiando el sudor de mi frente. Así lo llamaba West. Mi primer y único novio. Siempre robaba, esa era su idea de diversión y en cierta forma, parecía mucho más fuerte y astuto que yo.

Valiente.

Las piernas empiezan a arderme como si con cada nuevo paso, mis extremidades se descosieran un poco. Sorprendentemente, el hombre de la tienda sigue detrás de mí, pisándome los talones. Mis ojos registran un auto parqueado en la siguiente intersección con las luces estacionarias puestas. Echo una mirada por encima del hombro y entro en pánico al notar al sujeto cada vez más cerca.

Antes de que sepa lo que estoy haciendo, abro la puerta, dejándome caer en el asiento del copiloto. El cuero tibio me recibe, invitándome a desaparecer. Me hundo en mi sitio, sin apartar la mirada del espejo retrovisor. Sigo al hombre al igual que las sombras creciendo en su rostro y mis pulmones vuelven a llenarse con aire cuando maldice antes de dar media vuelta, dispuesto a caminar devuelta a su local.

Con algo de alivio, salgo del auto deseando volver a casa y una sonrisa nerviosa se apodera de mi rostro.

Eso casi fue entretenido.

(...)

Recuerdo haber leído en alguna parte que las drogas que te llevan al infierno se sienten como el cielo.

Kieran Donovan es una droga, la peor y como toda droga tiene la capacidad de matarme. O al menos parece de esa manera, no puedo creerlo... le he confesado al mayor idiota de la historia la única cosa que no controlo sobre mi vida, mis sentimientos por Cade.

Acabo de cederle el poder de destruirme.

Dejo caer la cabeza sobre mi almohada intentando respirar. Mi padre aún no está en casa y la mezcla amarga entre la culpa y la decepción me golpea con tanta fuerza que permanezco un par de segundo sin moverme. Ni siquiera disfruto robar, sólo quería poder estar presente en el momento exacto en que esa sonrisa se dibujara en su rostro al ver su bebida favorita y encender uno de los cigarrillos sabor menta que tanto le gustan. Deseaba con todas mi fuerzas que me amara de la manera en que lo hacia antes de la muerte de mamá, incluso si no era por las razones correctas quería su aprobación. Entonces, tal vez no nos abandonaría. Supongo que llegué demasiado tarde.

Siempre lo hago.

Mi intento por suavizar su pelea con Aspen resultó todo un fracaso. Yo soy un fracaso. Ahora no estoy segura de cuándo volveré a verlo e intento no pensar en la cara de decepción de Alan al enterarse.

Desde que mi madre murió en aquel accidente de tráfico, Rory nunca volvió a ser el mismo. Poco a poco, dejó que nuestro hogar se viniera abajo y junto a mi hermano, hacemos todo lo posible por proteger las piezas que aún quedan, pero cada vez es más difícil. El dolor, el alcohol, las peleas, la violencia, sus deudas. Sólo tenía quince años al enterarme de su muerte, sin embargo, hice lo mejor que pude y luego surgió lo de mi padre. Simplemente no puede evitar que todos en la ciudad nos señalara, viéndonos tan culpables como Rory, porque a los ojos de otros, ser la hija de borracho con problemas de ira te hace igual.

Froto mis ojos, removiéndome en la cama, Aspen tampoco está en casa, a pesar de que el reloj sobre mi mesa de noche marca las ocho de la mañana, a este paso probablemente no lo vea hasta el lunes en la escuela.

Sin poder evitarlo, muerdo mi labios, recordando lo que pasó en la madrugada. Lo he estado haciendo desde que las imágenes no paran de repetirse constantemente. Su pelo tan rubio como fibras de oro deslizándose entre mis dedos, piel del color del sol siendo fragmentada bajo la luz pálida y magnéticos ojos miel absorbiendo cada uno de mis movimientos. Tal vez, durante la noche, algo dentro de mí, creyó que sería una buena idea acercarme a Kieran y contarle cada uno de mis secretos, pero no lo era. Y ahora no dejo de pensar en la forma salvaje en que lo empujé sobre su cama o como los botones de mi vestido terminaron rotos por su deseo de deshacerse de él.

Kieran es fuego.

Mis dedos se arrastran por su cuello, enredándose en su cabello y jalándolo con deseo. Entonces, a pesar de la escasa iluminación, soy capaz de percibir sus ojos rodando hacia atrás y  el breve gruñido que escapa del fondo de su garganta. 

Sus manos me tocan, me palpan, me consumen, como si llevara atada a sus dedos una sensación de vértigo, dispuesta a nublar mi mente y jugar con mi razón.

Trago saliva, repasando lo que pasó la noche anterior desde esa estúpida llamada hasta la caminata a casa de Kieran, donde se suponía lo convencería de no decirle nada a Cade, pero nada salió acorde al plan, las cosas se descontrolaron, él estaba borracho, yo estaba ebria... en un momento discutíamos y al siguiente, nos besábamos como si la vida dependiera de ello. 

Antes de que pueda empezar a divagar más sobre mis problemas, el teléfono vibra bajo mi almohada.

— Espero que sea importante — Menciono con voz soñolienta, a quien sea, llevando el aparato hacia mi oído derecho.

— Siempre tan amable, Ava — La voz sarcástica y profunda del otro lado me hace congelar en mi sitio y noto con pánico el pequeño brinco en mi pecho. Esta no es una buena señal. Sin duda no esperaba que Kieran decidiera ser mi infierno personal tan pronto, solo han pasado un par de horas.

Me aclaro la garganta.

— ¿Cómo conseguiste mi número? — pregunto nerviosa, jugando con el borde de mi camiseta. En realidad, estoy más nerviosa por lo que tiene que decir. Kieran me odia, es decir, nosotros lo dimos por sentado un par de años después de que mi hermano me lo presentara. Él es simplemente el tipo de persona con la que no necesitas interactuar demasiado para saber que va a desagradarte, pero en este caso, esa molesta sensación fue reforzada por un motivo. 

Todo comenzó justo después de conocer oficialmente a Cade, no había transcurrido un mes, cuando las miradas de escudriño y desaprobación aparecieron. De repente, Kieran actuaba como si yo anduviera por la vida con un cartel en la frente que ponía 'soy proxeneta' en letras mayúsculas. Jamás habíamos hablado demasiado, por lo que supuse que su repentina atención se debía a la reciente muerte de mi madre al igual que la de los demás, pero como la mayor parte del tiempo estaba equivocada. Un día, después de mi clase de cálculo, Cade me confesó que su hermano solía burlarse de mí y mi padre durante la práctica de baloncesto.

Nunca le dije a Aspen porque no quería generar discordia, sin embargo, el sentimiento de desagrado no tardó en echar raíces y junto con la lista de razones para detestarlo creciendo tras cada conversión con mi mejor amigo, no volví a verlo igual. En primer lugar, era el clásico idiota que jugaba con las chicas por diversión, en segundo lugar, disfrutaba burlándose de las personas por su aspecto físico y finalmente, hacía comentarios desagradables a espaldas de los demás. El odio eventualmente apareció.

—Me llamaste hace un par de horas... no eres muy brillante ¿cierto? — se burla y detengo el insulto que tengo dirigido hacia él, por miedo a que sea el detonante que necesite para revelar mi oscuro secreto.

—Estoy ocupada— Menciono, dándole una mirada fugaz al reloj, son las diez de la mañana.

—Apuesto a que lo estás — Siento la sonrisa del otro lado del teléfono.

—¿Qué se supone que significa eso?

La línea se queda en silencio un momento y luego él suspira. Quiero colgarle, pero de nuevo, no tengo opción.

—Necesito un favor.

—No voy a quitarte la virginidad, Donovan — Me recuesto sobre la cama intentando no reír. Ese chiste es algo estúpido, ya que claramente en el improbable caso de que fuera virgen (sé que no), desde anoche no lo sería más, pero hay cierto deleite en oírlo bufar. Si me esfuerzo lo suficiente, soy capaz de imaginar esa mueca de arrogancia apoderándose de cada centímetro de su rostro.

—Muy graciosa, Ava— Menciona, sarcástico, antes de retomar su encantador discurso. Énfasis en la parte de encantador —. ¿Sabes que sería más gracioso?

—¿Qué? —pregunto, con una imagen muy visual de lo que dirá a continuación.

—Que el "perfecto" Cade se enterara de tu enamoramiento— Mi pecho se eleva con brusquedad. Eso duele, pero no voy a darle la satisfacción de saberlo —. Él nunca saldría con alguien como tú — Las cadenas que envuelven mi corazón se clavan con firmeza y muy dentro de mí, algo se quiebra. Sé que Kieran tiene razón, pero eso no hace que duela menos. No hace que no sea el mayor imbécil de la historia.

—¿Qué quieres, Donovan?

—Necesito un lugar donde quedarme un par de noches — Mis ojos se abren como platos cuando registro el significado de sus palabras.

Estoy atrapada.

Atrapada con el rompecorazones.

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