Perdón, pero Tú eres Mía I...

By AndreeBooks

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Ella: No volveré a repetir la historia. No hay espacio para el amor. No soy tuya. Él: Basta de diversión. Qui... More

Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
NOTA
NOTA "50Sombras"

Capítulo 4

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By AndreeBooks

Durante el fin de semana no pude dejar de pensar en todo lo que había pasado. La manera en cómo Alexander se había preocupado por mí no dejaba de darme vueltas en la cabeza, sus ojos verdes furiosos al encontrarme en el baño de aquel bar, su insistencia por traerme a casa, su rostro tan cerca del mío, todo eso me hizo sentir cosas que no sentía desde hace mucho.

Esas cosas de las que juré no volver a sentir, de las que me tengo que alejar.

El domingo por la noche fui a cenar a casa de mis padres, amo visitarlos y ellos aman que lo haga ya que soy su única hija.

—¿Cómo te fue en el bufete hoy papá?

—Bien cariño, un poco estresante por un caso pero nada que no pueda ganar —dice riendo.

Mi padre es uno de los mejores abogados del país, pero solo presume de lo buen abogado que es, no anda restregándole su dinero a todo el mundo. Es algo que amo de él.

—La cena estará lista en unos minutos —dice mi madre desde la cocina, elegante como siempre y una feliz ama de casa.

—¿Qué cocinaste mamá? —me acerco a la cocina y la abrazo.

—Un pollo al horno con un puré exquisito, tú favorito.

Sonrío y vuelvo a abrazarla, pero esto es interrumpido por el sonido del timbre. Me alejo y miro a mi madre.

—¿A quién invitaste?

—Oh, cariño se me olvido comentarte que Carolina nos acompañará esta noche.

Sí, mi jefa y mi madre son muy buenas amigas. Estudiaron juntas en el colegio, el mundo es un pañuelo.

—Lenna, cariño llego Carolina —dice mi padre entrando a la cocina. Ambas giramos y sonreímos al ver a Carolina—, también vino su hijo Alexander.

Con eso último mi sonrisa se oculta.

¿He escuchado bien?

¿A caso dijo su hijo Alexander?

Lo confirmo al verlo de pie, detrás de su madre, vestido con unos vaqueros, una camisa azul cielo manga larga de vestir y su hermosa sonrisa al posar sus ojos en los míos.

Se ha hecho un nudo en mi estómago y no logro controlar mis emociones.

¿Qué hace él aquí?

—¡Caro, querida! —mi mamá se quita el delantal y se apresura para abrazarla.

—¡Lenna, estas radiante como siempre!

Mientras se saludan y charlan un poco Alexander no deja de mirarme con su sonrisa egocéntrica, sabe que no me agrada verlo.

—¿Éste es Alexander? ¡No me lo puedo creer! Pero que guapo está —mi madre se acerca y lo saluda— ¿No te parece Julia?

Me ahorro mi comentario sarcástico, solo porque esta Caro presente así que me limito a sonreír.

Saludo a Carolina con un abrazo y cuando ésta se va con mi madre a ayudarla con los platos yo hago el ademán de salir de la cocina pero Alex se posiciona al frente.

—¿Buenas noches? ¿No piensa saludarme?

Tratando de esconder toda la vergüenza de la otra noche, lo miro a los ojos y suspiro.

—Buenas noches, señor Müller.

—No estamos en ninguna oficina, señorita Green. Puedes tutearme.

—No lo creo, señor Müller.

—Debería. —Recorre mi cuerpo— Estas hermosa esta noche, incluso mejor que el viernes.

Me sonrojo. No quiero que mencione el tema.

—Gracias. Le agradezco no hacer ningún comentario sobre esa noche, mucho menos delante de mis padres. —lo amenazo.

-Tranquila, potra. Tu secreto de hija buena esta a salvo conmigo —susurra.

Lo miro mal y él sonríe.

Una vez todos los platos puestos en la mesa, cada uno se sienta en su puesto. Como siempre, mi padre en la cabecera de la mesa, mi madre a su lado, Carolina al frente de mi madre y Alexander al frente de mí.

Mientras mis padres mantenían una conversación con Carolina, el juego de miradas entre Alex y yo había comenzado y el cosquilleo en mi estómago había aumentado.

La comida estaba deliciosa y ya era hora del postre.
Torta de chocolate.

—Julia, me han llamado de la comisaría por lo del caso de...

—Sí —interrumpo a mi padre antes de que diga el nombre— ¿Y?

—Encontraron unas cintas de vídeo en donde se aprecia un presunto auto como el que describieron los testigos.

Mis ganas de comer el pastel se esfumaron y siento el estómago revuelto. Mi padre continúa:

—Tardarán, son muchas cintas y deben encontrar una en donde se vea el dueño del auto, comprobar que sea él, registros médicos, será un proceso largo pero estamos cerca.

—No veo la hora —digo en un susurro. Mi madre acaricia mi espalda y yo le sonrío sin ganas.

Me levanto y recojo los platos mientras mis padres y los invitados se dirigen al jardín a beber vino.

—¿No vienes Julia? —me dice mi madre.

—Adelántense, iré al baño y los alcanzo.

Asiente y yo subo las escaleras para ir a mi antiguo baño.
Una vez en él, mis lágrimas salen de su escondite e inundan mi rostro. Cada tema de Liam, cada recuerdo de esa terrible noche en el que un imbécil al volante me lo arrebató me lastiman y no puedo evitar llorar, aunque trate de disimular siempre llego a algún escondite y libero mis lágrimas.

Después de esa terrible noche, juré hacer todo por encontrar a ese individuo y hacerlo pagar, así sea matarlo con mis propias manos pero lo haré y mi padre me prometió ayudarme moviendo a todos sus contactos policiales.

Cuando seco mis lágrimas y arreglo un poco mi maquillaje corrido, respiro profundo y abro la puerta.

Brinco de un susto al ver a Alexander parado a unos pasos de la puerta con una copa en su mano y la otra en su bolsillo.
Al girarse y clavar sus ojos en los míos junta su ceño y dejando su copa en una mesa con un arreglo floral de al lado, se acerca a mí a la velocidad de un rayo y me toma de ambas mejillas.

—¿Estuviste llorando? —susurra cerca de mi rostro.

—No —digo bajando la mirada.

—Ya no eres tan buena mintiendo —dice levantando mi rostro para que lo vea a los ojos. Tiene una leve sonrisa en sus labios.

—¿Qué hace aquí? —me alejo de su agarre pegándome de la puerta.

—Tu madre me mandó a buscarte al ver que tardabas mucho, ¿estás bien?

—¿Por qué le preocupa tanto?
—digo cruzando mis brazos delante de mí. No me gusta que me vean débil, porque lo soy, soy muy débil pero trato de ocultarlo.

—¿Por qué siempre eres tan dura? —dice juntando un poco su ceño.

—Estoy bien —susurro.

—Entonces vamos —gira y camina hacia las escaleras.

No debo ser tan dura con él. No después de lo mucho que se preocupó la otra noche, por no delatarme durante la cena y por volver a preocuparse.

—Señor Müller —lo llamo y éste se detiene—, hay una cosa que quiero decirle...

Se acerca de nuevo hasta mí.

No puede ser que cada vez que lo sienta tan cerca mi cuerpo reaccione de alguna manera que quiera volverse de gelatina.

—¿Sí? —dice firme y serio.

—Yo... Quería agradecerle por lo de la otra noche. Después de lo que vio debe tener la peor impresión de mí pero...

Pone una mano al frente.

—No tienes por qué explicarme nada, es tu vida, yo no soy quién para decirte qué hacer y qué no...

—No he terminado, señor Müller —se muerde el labio inferior para aguantar una risa—. Con esto no quiero decir que me importe lo que opine o no, solo que no es lo que usted se imagina...

Se acerca más a mí, y apoya sus brazos a cada lado de mi cabeza, como en el ascensor. Junta su rostro al mío.

—Si no te importa entonces, ¿por qué te molestas en darme explicaciones? —el calor de mi cuerpo aumenta al igual que mi respiración, sus ojos pasan de los míos para posarse en mis labios tardándose varios segundos en admirarlos pero luego vuelve a posar su vista en mis ojos. —Con lo que pasó esa noche, no quiere decir que me importas.

Escucharlo decir eso con aquella sonrisa petulante, no puedo negarlo, me ha dolido pero no pienso dejar que me gane.

Sonrío de la misma forma que él lo hace y lo toma de la nuca para acercarlo más a mi rostro.

Esta vez su respiración es la que aumenta y su aliento choca contra el mío, estoy a escasos centímetros de su boca y mirándonos a los ojos susurro sin tocar sus labios.

—Si no le importo entonces, ¿por qué insistió tanto al punto de que aceptara, para llevarme a casa?

Una vez dicho eso y con otra radiante sonrisa de mi parte, lo empujo para que se aparte y camino hacia las escaleras.
Giro sobre mis talones para ver si me sigue y sonrío al notar que está en el mismo sitio y sin palabras donde lo dejé.

—¿No viene, señor Müller?

Pasando la mano por sus labios se gira para sonreírme forzadamente y una vez que toma su copa, baja detrás de mí.

Una hora después seguimos charlando en el jardín, intervengo en la conversación solo cuando es necesario mientras que Alexander habla con mi padre como si se conocieran de toda la vida.

—¿Cuánto tiempo llevas siendo piloto? —pregunta mi padre mientras bebe de su copa.

—Cumpliré tres años el mes que viene.

Miro embobada cómo estos hombres hablan de sus cosas y me impresiono al ver que Alexander ya lleva tiempo siendo piloto.

—Una vez eso de ser piloto llamó mi atención, incluso hice un par de pruebas con un buen amigo pero no era lo mío, fue algo pasajero. Y lo de ser abogado jamás salió de mi cabeza.

—Y que bueno que fue algo pasajero, no me habría gustado nada que fueras piloto —digo metiéndome en su conversación.

Alexander junta su ceño y mi padre me mira sonriendo.

—¿Por qué no cariño? Viajarías gratis todo el tiempo.

—¿Y de qué me vale eso? Te la hubieras pasado viajando todo el tiempo y yo no habría disfrutado momentos de calidad contigo —digo abrazándolo por detrás de su asiento—. Además, en mi opinión ése es el peor trabajo del mundo.

Miro a Alex que está que echa humo por las orejas y sonriendo sin que nadie me vea le pico un ojo.

—No lo creo cariño...

—Definitivamente esta muy equivocada, señorita Green —dice Alexander interrumpiendo a mi padre.

—Mi padre estaba hablando, no debería interrumpirlo —digo burlonamente y eso hace que Alexander vea a mi padre y se torne rojo como un tomate.

—Adelante hijo, no te preocupes —ríe mi padre.

—Gracias señor Green —pasa sus ojos de mi padre a los míos—. Decía que ser piloto es uno de los mejores trabajos del mundo, de mucho control y en el mejor ambiente. En mi opinión, es mucho mejor que estar hablando delante de una cámara.

Cuando dijo eso último sentí la vena de mi frente hincharse, él nota mi molestia y sonríe de oreja a oreja con su perfecta dentadura.

Me incorporo y decido responder.

—Al menos paso más tiempo con mi familia y no más de ocho horas sentada apretando botones sintiendo como se me duerme el culo.

Su cara es mi satisfacción más grande. Creo que si sus ojos dispararan ya estuviera muerta y enterrada.

—Bueno, bueno, bueno cariño creo deberíamos bajar un poco...

—No se preocupe señor Green, de seguro la señorita está un poco estresada. Tal vez no disfrutó lo suficiente el fin de semana —susurra lo suficientemente alto para que escuchemos.

Una pequeña punzada llegó a mi pecho y solo quiero golpear su rostro hasta borrarle la maldita, chocante y perfecta sonrisa.
Sabía que lo sucedido el viernes lo usaría a su manera cuando le diera la jodida gana pero no lo voy a permitir.

—Pues fíjese que se equivoca esta vez. Después de una aburrida cena que tuve el viernes y una que otras cosas interrumpidas —digo eso último con énfasis—, puede disfrutar lo suficiente el sábado.

Miento y su mandíbula se contrae pero intenta disimularlo bebiendo el resto de contenido de su copa de un solo trago.
Sonrío triunfante al ver que no lo logró conseguirlo.

—Entonces, espero que haya sido todo de su agrado.

—Créame, lo fue.

—Claro, supongo que fue muy fácil...

Miro a mi padre y éste parece ajeno a todo, pues esta pidiéndole a mi madre otro pedazo de pastel.

¿Cómo se le ocurre decirme todo esto? En mi casa, al frente de mi padre que, gracias al cielo no logró escucharlo.

La pequeña punzada en mi pecho logró expandirse al punto que no logré controlarlo y caminando hacia él hice la mejor actuación de tropiezo y eché el resto de vino que quedaba en mi copa en su preciosa y cara camisa.

Luego de eso todo es silencio absoluto, Alexander mira su camisa ahora con una enorme mancha de vino y noto su semblante profundo. Me vale mierda. Mi madre se levanta y se acerca a nosotros para observar la gravedad de lo que había pasado, todo esto mientras que ambos no dejamos de retarnos con la mirada.

—No te preocupes Alex, esa mancha sale rápido con un producto exclusivo que tengo, si me acompañas...

—No se preocupe señora Green —dice sin quitar sus ojos de los míos.

—Claro que sí, permiteme tu camisa querido —un poco abrumado empieza a desabotonar su camisa. Cansada de seguir viendo su estúpida cara y con el nudo en mi garganta decido entrar a la casa—. Julia, busca el detergente. Ya sabes cual es cariño.

Asiento a regañadientes y me dirijo al cuarto de lavado. Entro y cierro la puerta, me recuesto sobre ella y trato de calmar mis emociones.
Maldito alemán americano, sabe jugar el mismo juego que yo. Por un momento puede hacerte sentir importante y por otro te deja como si fueras alguien más, sin sentimientos, sin nada.

Lo peor es que no se equivoca con lo que dice, desde que Liam murió no he vuelto a tener una relación seria porque así lo quiero, sin embargo, que él me vea como una chica facil me ha dolido y me ha dolido un montón.

Me iré. No pienso seguir viendo su estúpido rostro, suficiente con tener que aguantarlo en mi trabajo para además tener que verlo en mis días no laborables.

Seco un par de lágrimas que se han escapado y tomo rápidamente el producto y abro la puerta.

Estoy a punto de cruzar por el pasillo para dirigirme al jardín cuando Alexander aparece y camina hasta mí, enfadado y sin camisa, me sujeta fuerte de mi brazo izquierdo, me hala y me arrastra nuevamente al cuarto de lavado. Entramos y me suelta para cerrar la puerta y pasarle seguro, gira para encararme y noto que respira agitado.

—¿Qué pretendes, Julia? —dice apretando tanto su mandíbula que temo que rompa su dentadura perfecta.

—¡Más bien qué pretende usted!

—¡Yo no pretendo nada! ¡Tú empiezas con tus juegos de mierda! Y, ¿qué pretendes? ¿que me quede callado?

—¡Bien, admito que empecé el puto juego! Pero eso no le da derecho a decir todas esas cosas...

—¿A caso dije alguna mentira?

Sin dudarlo mi mano se estampa contra su cara y mi respiración aumenta más y más. Alexander se queda con su rostro de lado mirando al suelo y no dice ni una palabra.

—Ya lo sé, ¿de acuerdo? Soy una jodida fácil, no es necesario que me lo recuerde cada vez que me vea y mucho menos delante de mi padre.

—Julia...

—Vayase al puto infierno.

Paso por su lado para salir de ese cuarto que se ha quedado sin aire pero vuelve tomarme del brazo y me pega de la puerta dejándome sin escapatoria al presionar su cuerpo con el mío. Me arrebata el detergente de una de mis manos lanzándolo al suelo y sujeta mis brazos por encima de mi cabeza. Estoy presa.

—Suélteme —digo forcejeando pero sin éxito.

—No he terminado —sigo intentando soltarme de su agarre pero es inútil.

—¡No quiero escucharlo! Suélteme o gritaré.

—Julia escúchame...

—Eres un hijo de puta, juzgas a todo el mundo y ni siquiera sabes como son realmente o qué esconden.

—Te recuerdo que mi madre es tu jefa y le acabas de llamar puta.

—¿Y vas a ir a decirle? Dile, dile como de seguro te encargarás de regar por todo el jodido canal que soy una fácil.

—¿Quieres dejar de ponerme siempre como el malo de la historia? Tú comenzaste a meterte conmigo y... Me haces... Estallar de una manera que no pienso lo que digo.

—Usted no me conoce.

—No. Pero quiero hacerlo.

De nuevo reina el silencio y solo se escucha el sonido de nuestras agitadas respiraciones al decir lo que cada uno tenía contenido.
Éste hombre me reta pero estoy agotada, acalorada y distraída al sentirlo tan cerca de mí. Sus ojos vuelven a posarse en mis labios y pasa la lengua por los suyos, juntando su frente a la mía y nos quedamos así por varios segundos.

—Lo siento —susurra.

No digo nada. Solo miro al suelo mordiendo mi labio inferior. Levanta mi rostro con su dedo índice y me obliga a verlo a los ojos.

—¿De verdad estuviste con alguien el ayer? —pregunta con cara de... ¿Dolido?

Asiento y él cierra los ojos.

—Con mi mascota.

Abre los ojos y le sonrío, él niega con la cabeza y también sonríe.
Acaricia mi mejilla y suspira a la vez que libera mis brazos.

—¿Por qué le importa tanto? —pregunto.

—Porque no quiero que lo hagas más.

Lo miro confundida, él solo sonríe y junta su rostro al mío sosteniendo mis mejillas.

—Sal conmigo. Una cita.

Me mira exasperante al ver que me tardo en responder y niego con la cabeza.

—Ya no hago esas cosas, no voy a citas.

—Entonces solo sal conmigo.

Suspiro. No puedo creer que después de todo, esto esté pasando. Mis manos están sobre su pecho desnudo y puedo sentir su corazón latiendo muy rápido, cosa que me hace sonreír.

—¿Cuándo? —me mira emocionado.

—El próximo viernes, una cena. Prometo que no será aburrida.

Rio y él me acompaña.

—De acuerdo... Solo salir.

—Solo salir...

Esta vez mis ojos se enfocan en sus provocadores y poco gruesos labios y Alex al notarlo se acerca a los míos pero lo detengo.

—No.

Suspira asintiendo y besa mi frente. Se aleja de mí y me agacho para recoger el detergente, lo miro antes de salir y detallo mejor su tonificado cuerpo.

Noto una pequeña cicatriz en su pectoral pero ignorándola, sigo mi mirada hasta sus ojos y me sonríe.

Giro sobre mis talones para ocultar mi risa y salgo de la habitación más prendida que nunca.

• • • • •

¡Holaaaa!

Muchas⭐⭐ y comentarios❤

ASG<3

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