La Luz De Tu Mirada

De JackieValand

108K 4.7K 880

Un choque de miradas accidentado. Así comienzan la mayoría de las grandes historias. Y esta, no iba a ser me... Mais

BOOKTRAILER
Prólogo
OTOÑO...
I
II
III
IV
V
VI
VII
VIII
IX
X
XI
*Escena Extra*
XII
*Extra*
XIII
XIV
XV
XVI
XVII
XVIII
XIX
XX
*Extra*
INVIERNO...
XXI
XXII
XXIII
XXIV
*Extra*
PRIMAVERA...
XXV
XXVI
XXVII
XXVIII
XXX (P.1)
XXX (P.2)
Último Capítulo
VERANO...
EPÍLOGO

XXIX

1.8K 107 22
De JackieValand




No sé cuánto tiempo ha transcurrido. Cuántos minutos o segundos llevo mirándola sin mediar palabra. Ni siquiera siento el paso del oxígeno o algún sonido que me haga comprobar que estoy respirando. Lo único que puedo hacer, es clavar mis dedos en la barandilla que tengo a mi espalda, para que la fuerza de mis manos me haga confirmar que sigo viva, que estoy despierta y que esto no es un sueño. Que ella no es un sueño.

Porque perfectamente podría serlo, ¿no? Podría haberme quedado dormida en cualquier momento, mientras contemplaba los árboles y podría estar soñando con lo único que deseaba que pasara esta noche y lo único que he deseado cada noche y cada día del último año.

Aunque bueno, de ser así, creo que ya me hubiera roto la cabeza por haberme quedado dormida de pie. Es impresionante la cantidad de estupideces que podemos llegar a pensar los seres humanos cuando estamos nerviosos, paralizados, petrificados. Cuando le ordeno a mi cuerpo que haga algo, y él simplemente puede observar a la persona que tiene en frente. Esa ligera sonrisa que dibujan sus labios desde que apareció. Esos ojos tan llenos de brillo, que siguen teniendo el poder de humedecer los míos.

Comienza a acercarse sin pronunciar una palabra, consiguiendo que con cada paso suyo, mi corazón aumente el ritmo de sus latidos. Y yo, el único movimiento que puedo hacer, es el de girar ligeramente mi rostro para observarla detenerse a mi lado, mirando al frente. Permanece contemplando el bosque que hace tan sólo unos minutos yo observaba con tanto interés y gracias a eso, me permite apreciar su perfil.

¡Está hermosa, por dios!

Hasta este momento, ni siquiera me había percatado de ello. Mi mirada no había podido dirigirse a otro lugar que no fueran sus ojos o su pequeña sonrisa. Pero ahora, desde esta posición, recuperando un poco el control de mi cuerpo, me doy cuenta de que su cabello luce de un castaño ligeramente más oscuro, aunque continúa con unos reflejos claros, como si el sol hubiera mechado su pelo de manera natural. Está muy lejos de ser el cabello descuidado que solía tener antes, recogido despreocupadamente, con apariencia débil y apagada. Al contrario, puedo ver que ha crecido considerablemente, formando unas ondas naturales. Y lo más importante, desprende brillo, fortaleza y vitalidad.

La piel de su rostro también parece más oscura, o más dorada, mejor dicho. Cómo si llevara un año en las playas del caribe y no en un centro de rehabilitación. Además, el hueso de sus pómulos no se ve tan pronunciado como antes, ni su piel escamada, ojerosa o apagada. Tiene los ojos ligeramente maquillados y desde esta posición, puedo apreciar perfectamente, la pequeña luz que la luna irradia sobre ellos, volviéndolos más brillantes.

Continúa mirando al frente, sin decir una sola palabra y provocando que tenga que seguir con mi análisis. Porque sinceramente, no encuentro otra cosa mejor para hacer en este momento, que mirarla. Ni siquiera estoy segura de poder hacer algo más, si en algún momento me lo propusiera. Ni siquiera respirar me parece necesario ahora mismo.

El curioso y elegante "mono" negro con el que decidió vestirse esta noche, deja sus brazos al descubierto, permitiéndome ver una ligera marca en sus bíceps. Tiene un brazo igual de fino que siempre, pero a comparación con hace tan sólo un año, ahora no se ve delicado, frágil y fácilmente rompible. Se ve fuerte. Al igual que su abdomen, que si bien es cierto que siempre estuvo un poco marcado, indicándome su afición por el deporte, la primera vez que la vi desnuda, sus costillas se encontraban muy pronunciadas y además, nunca la vi lucir este tipo de ropa. En la cascada, siempre vestía con prendas holgadas o de deporte, que no permitiera apreciar la realidad de su cuerpo. Sin embargo ahora, puedo ver perfectamente su abdomen al descubierto, su cintura rebosando salud y no la apariencia de romperse en cualquier momento.

En definitiva...

‒Todavía no te escucho respirar.

El susurro de su voz me hizo alzar la vista automáticamente para descubrirla mirándome con una pequeña sonrisa. ¿Cuánto tiempo lleva así? ¿Cuándo tiempo llevo haciéndole un escáner exhaustivo? ¿Y cuánto tiempo más, piensan estar mis cuerda vocales sin funcionar?

‒Dulce, en serio, respira ‒me pidió con cara de preocupación.

‒Estoy respirando ‒respondí por fin.

En cuanto hablé, noté un ligero brillo invadir sus ojos, como si se hubieran humedecido. Tampoco tengo muy claro si es por su parte o por la mía, porque creo que hace varios minutos que mi vista está borrosa por lo mismo.

‒Lo sé. Tienes el pecho agitado ‒informó con una sonrisa, apartando su mirada hacia el bosque nuevamente ‒Extrañaba tu voz.

Me volví a quedar en completo silencio. Quiero decirle tantas cosas, que mi cerebro no es capaz de procesar ninguna, y siento que si trato de hablar, todas y cada una de las palabras se van a quedar atoradas al final de mi garganta.

Ella vuelve a dirigir su mirada hacia mí, haciendo temblar cada centímetro de mi cuerpo por culpa de un escalofrío que me recorre de pies a cabeza.

¡Joder! ¿Cómo es esto posible?

‒Enhorabuena, ‒susurró ‒Ya eres oficialmente Psicóloga.

‒Todavía no.

Sonrió ante mi tajante respuesta.

‒Ya veo que no has cambiado.

Yo también sonreí. Creo que es la primera vez que soy capaz de gesticular desde que la vi aparecer. Y me muero por llevarle la contraria, por decirle que está equivocada y que ni siquiera yo misma, sé hasta qué punto, he cambiado en el último año. Pero sin embargo, simplemente puedo sonreírle, mientras el tiempo amenaza con detenerse nuevamente en nuestras miradas.

‒¿Cómo es posible que esta sea tu fiesta y nos hayas tenido media hora buscándote? ‒interrumpe una voz, haciéndome despertar y voltear. ‒Lo tuyo no es normal.

Claudia me mira con los brazos cruzados bajo su pecho y el ceño fruncido en una expresión de querer matarme. Cristina sin embargo, que está a su lado, me ofrece una dulce sonrisa, como siempre.

‒Quería tomar aire.

‒Llevas tres horas tomando aire y la fiesta empezó hace tres horas y quince minutos ‒espetó alzando una ceja.

‒¿Te importaría dejar de regañarme como si fuera una niña?

‒Es lo que eres ‒se encogió de hombros ‒Una niña que en el último año se ha vuelto una aburrida y en vez de disfrutar de su fiesta de graduación, está aquí... ‒dudó al percatarse por fin de la presencia de Anahí ‒bien acompañada.

Suspiro y doy de cabeza con una sonrisa incrédula. Definitivamente, Claudia no tiene remedio.

‒Claudia, Cris, les presentó a Anahí. Anahí, estas son; Claudia, una amiga y... Cris, ‒miré a la psicóloga, para descubrirla absolutamente sorprendida e intrigada ‒otra amiga.

Anahí le ofreció una sonrisa a ambas, antes de que Cristina hablara por primera vez.

‒Encantada de conocerte, Anahí. Dulce me ha hablado mucho de ti.

‒¿Ah sí? ‒preguntó ella, observándome con cierta curiosidad y desconfianza.

‒Pues a mí, no, ‒intervino Claudia ‒Pero claro, como a mí ninguna me cuenta nada. ¿Desde cuándo son un equipo ustedes, si ésta no sale de su lago nunca? ‒le preguntó a Cristina ‒Voy a pensar que están quedando las tres a mis espaldas ‒su tono se volvió amenazante al mirarnos a las dos, y se encogió de hombros ‒Un gusto, Anahí. Te aconsejo que te unas a mi equipo, porque si no, te puedes encontrar con que estas dos se van solas a cenar ‒mi cuerpo se tensa al escuchar eso y solo puedo desear que Claudia no empiece a meter la pata ‒y luego vuelven, creándose una tensión cortante en el ambiente, y nadie bebe ‒continúa mientras trato de asesinarla con la mirada. Sin éxito ‒y Dulce termina yéndose con Marta a su casa, dejándonos cruelmente abandonadas en un bar. ¿A ti qué te pasa? ‒me dio un pequeño golpe en el hombro ‒¿Y desde cuando no me cuentas que te habías enamorado de una paciente? ‒mi respiración se detiene fulminantemente ‒O sea, sí recuerdo aquella noche en el bar, cuando Marta mencionó algo. Pero no creía que fuera en serio. ¿Y por qué no me lo cuentas? ¿Eres idiota? A mí, que somos familia. Si no llega a ser por mí, jamás habrías conocido al amor de tu vida. Somos... ‒se llevó una mano al mentón, pensativa, mientras yo sólo podía desear que me tragara la tierra o alguien le amordazara la boca ‒Si yo soy la dueña, de la madre de White, ¿qué se supone que somos? ‒me pregunta, como si fuera lo más importante del asunto ‒Bueno, ya se me ocurrirá algún nombre para nuestro parentesco. El caso, es que eres idiota. Y yo necesito una copa.

‒¡¿Pero qué te pasa?! ‒exclamé exasperada ‒Por favor, cállala.

Mi mirada suplicante recayó sobre Cris, que no dejaba de mirar a nuestra amiga, tan atónita como yo. Aunque a ella le causaba cierto nivel de gracia. Pero a mí, no tanto.

‒Me pasa que la próxima semana empiezo mis prácticas y estoy de los nervios. ‒suspiró dramáticamente ‒¿No lo comprendes? ¿Cómo estabas tú antes de empezar?¿Recuerdas tu primer día? ‒miré de reojo a Anahí, que también observaba a Claudia, con una expresión imposible de descifrar ‒Claro. Lo tienes que recordar, porque fue el día que conociste a esa chica. ¿Me pasará lo mismo? ¿Conoceré al amor de mi vida en unos días? ¡Oh dios! ¡Qué emocionante! ‒exclamó ‒Por cierto, ¿de verdad no sabes nada de ella? Ahora entiendo por qué llevas un año vagando por el mundo como alma en pena, deprimida y aislada de la sociedad. Muy mal, Dul. Muy mal. Porque si esa chica vuelve, tiene que verte feliz y hermosa, para caerse de espaldas. Aunque sigues estando igual de buena, pero...

‒Dios, necesito una copa ‒murmuré comenzando a ahogar una risa, no sé si de nervios o de incredulidad.

‒¿Ahora bebes? ‒volvió a la carga con expresión de confusión ‒¿Ahora vas a beber algo más que una pobre cerveza? Por qué...

‒¡Quítale la pila! ‒exclamé mirando a Cristina suplicante ‒¿Pero qué tenía tu cena?

‒No me simpatizas, ermitaña. No me simpatizas. ‒frunció el ceño hacía mí y acto seguido cambió de tema ‒Mejor me voy a buscar otra copa. Anahí, nuevamente, encantada de conocerte. Y hazme caso, no te unas al lado oscuro. Se mi amiga.

‒Eso acaba de sonar muy desesperado por tu parte ‒intervino Cris.

‒Es que no me dejan otra opción.

Dicho eso y después de encogerse de hombros como si nada, comenzó a caminar en dirección hacia una mesa donde habían bebidas, dejándonos a las tres absolutamente perplejas mirándola.

‒Por favor, no dejes que conduzca. ‒pedí mirando a Cris.

‒No está borracha ‒aclaró ‒Es así de nacimiento. Parece mentira que aún no te hayas acostumbrado.

La chica me miró con una sonrisa entre tierna, comprensiva y hasta con lástima, por el apuro que me acaba de ver pasar.

‒Voy a asegurarme de que no está bombardeando al camarero. ‒informó, consiguiendo que asintiera completamente de acuerdo. Entonces nos miró a ambas ‒En un rato las veo.

El silencio vuelve a adueñarse de la situación, mientras permanezco observando como Cris se aleja. Con la ridícula situación que acabo de vivir, mis nervios de hace un momento, terminaron esfumándose. Pero lo cierto, es que no soy capaz de asimilar aún, qué acaba de pasar, qué está pasando y por qué esta noche está resultando tan extraña.

‒Vaya, ‒volví a escuchar la voz de Anahí en un susurro ‒Cuanta energía acumulada.

‒¿Acumulada? ‒le pregunto riendo ‒Esa no deja que la energía se le acumule ni dos minutos. Es hiperactiva.

‒Acabo de comprobarlo. Me hizo un resumen de todo un año en treinta segundos. Y sin darse cuenta.

La miré en el acto. Por un momento, tuve la esperanza de que no hubiera escuchado nada, o entendido, o que simplemente lo ignorara. Pero no. Escuchó absolutamente todas las palabras de la imprudente de mi amiga. Y ahora no sé si tengo que explicar alguna parte o debo cambiar sutilmente de tema, porque me mira fijamente y siento mis piernas flaquear nuevamente y amenazar con dejar de sostenerme.

‒¿Cómo está White? ‒pregunta sin más, después de algunos segundos.

‒Cada día más guapo e inteligente.

‒Y a ti se te sigue cayendo la baba.

Me sonríe y sólo puedo encogerme de hombros.

‒Soy una madre orgullosa.

Nuestras miradas volvieron a quedarse clavadas la una sobre la otra, mientras un nuevo silencio se hace dueño de la situación.

‒¿Y tú? ‒me atrevo a preguntar por fin ‒¿Cómo estás?

Se detuvo un momento, supongo que a pensar qué o cómo responder. Pero justo en el momento en el que iba a hacerlo, una voz volvió a interrumpir nuestro intento de conversación.

‒¡Por favor, por favor, por favor! ‒se acercaba un suplicante Daniel ‒Necesito tu ayuda.

Nunca había visto a mi hermano con esa expresión de cachorro desamparado. Así que por un momento, sólo por un momento, me preocupé. Hasta que sacó de su bolsillo una pequeña caja y la abrió frente a mis ojos, mostrándome un resplandeciente anillo que me dejó atónita.

‒¿Le gustará?

‒¡No! ‒exclamo sorprendida.

‒¿No? ‒pregunta él mirándome aterrorizado ‒¿Por qué no?

‒Quiero decir que... ¿Lo vas a hacer? ¿se lo vas a pedir?

‒¡Por fin te encuentro! ‒exclamó Marta, apareciendo por detrás. Menos mal que mi hermano fue rápido y guardó la caja en cuanto escuchó a su novia. Porque si hubiera tenido que esperar por mí... ‒¿Qué estás haciendo aquí?

A pesar de la mirada amenazante de mi cuñada, Daniel parecía no percatarse de nada.

‒¿No puedo hablar con mi hermana?

‒No deberías, en este momento.

Gracias a su insistencia, Daniel volvió la vista hacia mí, dándose cuenta por fin de que estaba acompañada.

‒¡Oh! Lo siento mucho ‒se disculpó extendiendo su mano ‒Soy Daniel, el hermano de Dulce. ‒esta vez me miró a mí ‒¿Desde cuando tienes tan buen gusto?

Mi rostro debió ponerse pálido o morado al instante. ¿Qué tienen hoy en mi contra?

‒Mucho gusto, ‒respondió ella, estrechándole la mano y captando su atención ‒Soy Anahí.

‒Encantado, A... ‒él volvió a mirarme perplejo ‒¿Anahí? ¿Tu Anahí? ¿Tú eres su Anahí? ‒le preguntó.

Por favor, tierra... ¡trágame ya!

‒Cariño, ‒intervino Marta ‒Tienes la boca abierta y están saliendo extraños sonidos de ella.

‒¿Quieres que la abra para otra cosa?

Se acercó con picardía a sus labios, revolviéndome el estómago en el acto.

‒¡Oh, por dios! ¿No tienen otro lugar mejor, para decir y hacer esas cosas?

‒No seas envidiosa ‒espetó Daniel, pasando un brazo alrededor de los hombros de Marta y mirándome triunfante. ‒Tú ya tienes a la tuya. Deja a mi mujer en paz.

‒¿Sabes que tú mujer quiso llevarme a la cama antes que a ti? No presumas tanto.

En ese momento, se volvió a crear un silencio sepulcral y nuevamente quise que la tierra me tragara. ¿Quién me manda?. Observé de reojo como la mirada de Anahí iba directa a los ojos de Marta, con una expresión de absoluta sorpresa. Sin embargo, Daniel me mira como si quisiera fulminar a su pobre hermana. Y Marta vuelve la vista también hacia mí, enarcando sus cejas y sus hombros.

‒Eres consciente de que te estás perjudicando a ti misma, ¿verdad? ‒me preguntó.

‒¡Me tienen estresada! ‒exclamé ‒Entre Claudia y él, es imposible que me centre.

‒Eso es porque todavía no me conocía ‒volvió Daniel al tema.

Lo miré alzando una ceja. Cómo diciéndole en silencio. que eso ni él mismo se lo creía. Y todas las miradas recayeron de pronto sobre Marta, esperando que se pronunciara.

‒Siento en este momento, tres espadas muy afiladas rozando mi cuello ‒comentó intercalando su mirada entre los tres ‒Me voy a buscar a Claudia y Cris, a ver si hay menos tensión que aquí.

Dicho eso, se dio media vuelta y se alejó dignamente, dejándonos a los tres observando su marcha.

‒Y se va ‒comenta mi hermano, encogiéndose de hombros ‒Sin aclararlo.

‒Eso es porque no te iba a gustar la respuesta.

‒Cállate ‒me ordenó frunciendo el ceño ‒No tienes ningún tipo de compasión con tu hermano pequeño. ‒bufó ‒Pero díganme; ¿le gustará?

‒¿El qué? ‒pregunté.

‒¡El anillo, Dulce! ¡Céntrate!

‒Daniel Andrade, ¿de verdad le vas a pedir matrimonio a Marta Andoni? Dios... ¿Cómo quieres que me centre? Esto es un día histórico.

Él se encogió de hombros inseguro.

‒Le encantará ‒intervino Anahí ‒A mí me encantaría.

La observé con intriga durante un instante. Hasta que la voz Daniel volvió a relucir.

‒Gracias. Entonces ya sé que si me dice que no, puedo intentarlo contigo.

La palma de mi mano, fue directamente a parar al hombro de mi hermano sin siquiera darme cuenta. Me percaté, porque sentí un ligero hormigueo recorrer la misma y él me mira con una sonrisa de venganza.

‒Es una buena idea ‒volvió a intervenir Anahí, consiguiendo que desviara la mirada hacia ella ‒Una vez me dijeron que tendría que casarme contigo, si quería conseguir la receta secreta del pescado al horno Andrade. Y... ‒se encogió de hombros ‒todo sea por la receta secreta.

En este momento, no sé si matarla o sonreírle. Porque me está provocando un conflicto interno, en el que tengo ganas de hacer lo primero, pero mis labios sin embargo, hacen lo segundo.

‒En ese caso, me temo que no tengo nada que hacer, ‒vuelve a hablar mi hermano ‒porque la única que conoce dicha receta, es Dulce. Así que, vas a tener que casarte con ella.

Ella me mira. Siento su mirada clavada en mí, pero en algún momento, la mía fue a parar a algún lugar del suelo y no me atrevo a enfrentarla.

‒Aceptará. ‒vuelvo a mirar a mi hermano, después de unos segundos ‒Si Marta Andoni tiene que casarse con alguien, ese sin duda, vas a ser tú.

‒¿Estás tratando de arreglar lo de hace un momento? Porque funciona.

‒No, ‒sonreí ‒Eres el mejor hombre que se le pudo cruzar en el camino y ella la mejor mujer que se te pudo cruzar a ti. Si se dejaran escapar el uno al otro. Sería un error del que se arrepentirían toda la vida.

Se formó un instante de silencio. Daniel me mira fijamente con una sonrisa y Anahí no tengo la más mínima idea de lo que hace, porque sigo sin atreverme a enfrentarla.

‒Te quiero. ‒susurra mi hermano.

‒Yo también te quiero ‒sonrío ‒¿Lo vas a hacer esta noche?

‒No, por supuesto que no. Esta es tu noche. Y bastante histórico es que me hayas dicho que me quieres ‒se burló, obligándome a rodar los ojos ‒Sólo quería saber tu opinión antes de hacerlo. Últimamente no hemos tenido demasiado tiempo para hablar, con todo este lío de tu proyecto y lo tensas que estaban las cosas. Bueno, aunque en realidad, tampoco es que lleve tiempo barajándolo. La semana pasada, me detuve instintivamente frente a una joyería, vi este anillo en el expositor y lo primero en lo que pensé, fue que me encantaría verlo en su mano, durante el resto de mi vida. Así que, decidí compararlo, porque esas cosas no se sabe cuándo pueden volver a pasar. Ya sabes. Ya me conoces.

‒Es bonito, ‒intervino la voz de Anahí ‒Ver a alguien y tener la certeza de que quieres pasar el resto de tu vida con esa persona. Es bonito. ‒esta vez, sí la mire con curiosidad. Sin embargo, ella continúa mirando a mi hermano ‒Así que, hiciste bien.

‒Me caes bien, Anahí. ‒aseguró él, ofreciéndole una sonrisa antes de volver a mirarme ‒Me gusta. Y ahora entiendo muchas cosas.

Yo asentí de acuerdo, siendo testigo de que se volvía a crear un momento de silencio, en el que mi hermano me mira fijamente. No sé si tratando de decirme algo o porque se le está pegando eso de evadirse.

‒Las dejo solas. ‒informó ‒Voy a ver si Claudia no ha acabado con la poca cordura de mi novia. Está un poco intensa hoy, ¿no?

‒Si te escucha, te mata.

‒¿Claudia o Marta?

‒Ambas ‒me reí.

‒Pero cómo tú eres la mejor hermana del mundo y no vas a decir nada ‒aseguró dándome uno de sus besos en la frente ‒Y cómo tú eres la mejor futura cuñada del mundo y tampoco vas a decir nada ‒continuó besando caballerosamente su mano y dándome ganas de matarlo ‒Estoy a salvo.

‒Lárgate ‒le ordené en tono amenazante.

Él me guiñó un ojo y volvió a dirigir su mirada hacia ella.

‒Espero volver a verte pronto, Anahí. Y bienvenida.

Recibiendo una sonrisa por su parte, mi hermano terminó de alejarse definitivamente, dirigiéndose hacia el lugar por el que momentos antes se había ido Marta. Creo que mis ganas de matarlo, aumentan con cada paso que da.

‒Parece buen chico. ‒interrumpió la voz de Anahí mis pensamientos homicidas ‒Y muy simpático. ¿Cuánto hace que Marta y él son pareja?

‒Se conocieron cuando mi padre estuvo en el hospital. No sé en qué momento exacto comenzaron a salir formalmente. Pero se podría decir que a partir de ahí, fue creciendo y ya no se han vuelto a separar.

‒Vaya. ‒comentó con sorpresa ‒Pues hacen una bonita pareja.

‒Son tal para cual ‒aseguré sonriendo ‒Y se adoran. Nunca había visto dos personas, que estuvieran tan aparentemente predestinadas a no funcionar, y sin embargo, encajaran de una forma tan asombrosa. ‒desvié la vista hacia ese lugar en el que vi a Marta y Daniel volviendo a encontrarse ‒Es increíble. Pero mágico.

‒Yo sí. ‒sentenció, consiguiendo captar mi atención ‒Ya lo había visto antes.

El silencio, nuestro silencio, volvió a hacer acto de presencia, dejándonos con el único lenguaje que siempre expresan nuestras miradas al encontrarse.

‒Me temo que tengo que irme. ‒informó después de un instante, dejándome ver cierta tristeza en el fondo de sus ojos ‒Mañana debo hacer algo muy temprano y...

‒Lo entiendo, ‒la interrumpí ‒No te preocupes. Además, esto hoy ha sido una casa de locos. Ni siquiera nos han dejado hablar.

‒Pero lo haremos ‒aseguró ‒Quiero decir, si tú quieres. En los próximos días...

‒Sí, ‒volví a interrumpir ‒Está bien.

‒Bueno, pues...

‒Que tengas buena noche.

‒Gracias. ‒sonrió ‒Tú también. Y otra vez; Enhorabuena.

Asentí, tratando de ofrecerle una sonrisa lo más real posible. Dándome cuenta de que, el hecho de verla marchar, sigue provocando la misma exacta sensación dentro de mí.

‒Hasta pronto. ‒susurra comenzado a caminar.

Me gustaría detenerla, me gustaría que mis piernas tuvieran vida propia y me llevaran corriendo para abrazarla. Me gustaría que mi cuerpo no estuviera petrificado ni mi cerebro bloqueado. Me gustaría haberle dicho tantas cosas, desde el momento en el que la vi aparecer.

‒Dulce, ‒vuelve a llamar, volteando para mirarme. Se queda en silencio, observándome y dejando que la observe, cómo si al igual que yo, quisiera decir un millón de cosas y no supiera por dónde empezar, o no encontrar las palabras exactas. Duda, espera, y... ‒Me alegro de volver a verte.

Volví a asentir. Y mis labios no fueron capaces de pronunciar absolutamente nada. Ni un "Yo también", ni un "No te vayas", nada... Simplemente pude quedarme a observarla marchar, sintiendo como una vez más, aquí estoy, despidiéndome de ella y viéndola alejarse, sin saber cuándo la volveré a ver.

Otra vez.


Continue lendo

Você também vai gostar

112K 8.4K 25
Hazel, una chica que es famosa en la escuela por agarrar a patadas a todos y ser muy extrovertida y Noah, la chica mas popular de toda la escuela, a...
1.1M 190K 160
4 volúmenes + 30 extras (+19) Autor: 상승대대 Fui poseído por el villano que muere mientras atormenta al protagonista en la novela Omegaverse. ¡Y eso jus...
126K 8.1K 35
En una noche violenta y sangrienta de vampiros, Lauren Jauregui quién estaba hambrienta esa noche le llegó el aroma de una sangre muy especial. Cuand...
58.7K 4K 36
Perrie Edwards conocía las reglas del juego cuando se convirtió en la amante secreta de la príncesa Jade Thirlwall. No habría matrimonio entre ellas...