La Luz De Tu Mirada

By JackieValand

107K 4.7K 880

Un choque de miradas accidentado. Así comienzan la mayoría de las grandes historias. Y esta, no iba a ser me... More

BOOKTRAILER
Prólogo
OTOÑO...
I
II
III
IV
V
VI
VII
VIII
IX
X
XI
*Escena Extra*
XII
*Extra*
XIII
XIV
XV
XVI
XVII
XVIII
XIX
XX
*Extra*
INVIERNO...
XXI
XXII
XXIII
XXIV
*Extra*
PRIMAVERA...
XXV
XXVII
XXVIII
XXIX
XXX (P.1)
XXX (P.2)
Último Capítulo
VERANO...
EPÍLOGO

XXVI

1.6K 90 15
By JackieValand



Las paredes de estos despachos son agradables. Nunca me había fijado. Bueno, sí. Pero no cuando trabajaba aquí. Quiero decir que cuando tenía mi despacho, nunca me fijé en el color de las paredes o del techo. Me fijaba en todo su conjunto; un lugar agradable para trabajar y punto. Pero ahora, viéndolo desde esta perspectiva, desde esté diván, asumo que está todo fríamente calculado. Las cuatro paredes tienen un color beige, crema, o no sé exactamente como definirlo, que resulta muy relajante. Además, el gran ventanal que hay siempre detrás del escritorio, hacen que estas oficinas sean muy luminosas. Y la luz, es símbolo de paz y tranquilidad. Por no hablar, de la música instrumental que tenemos de fondo; una fantástica pieza de piano, que suena débilmente desde algún reproductor.

Sí, todo está fríamente calculado, para que cualquier ser humano en busca de ayuda, que se recueste sobre este diván, llegue a un estado de relajación absoluta en el que sus quebraderos de cabeza y el motivo de su visita, dejen de bloquear su mente. Para cualquier ser humano, menos para mí, por supuesto. ¿Cómo voy a lograr semejante estupidez, observando estas paredes y escuchando un piano? Es imposible.

─Dulce, ¿Me estás escuchando?

La voz que viene de algún lugar a mi izquierda, me hizo salir abruptamente del estudiado análisis que le estaba haciendo a estos veinte metros cuadrados. Dirigí mi mirada hacia ella y me encontré con sus ojos verdes, clavados de manera intensa sobre mí.

─¿No se supone que soy yo, la que debería hablar?

─Si esperamos a que eso suceda, me temo que me estarías pagando por tratarte en silencio.

─El silencio es bonito. ─comenté volviendo la vista al techo.

─Pero no demasiado útil en una terapia.

Suspiré resignada y decidí cambiar mi postura, temiendo que si permanezco medio acostada, mi mente va a volver a volar en cuestión de segundos. Así que, me senté, quedando cara a cara con ella.

─¿Qué me decías?

─Que eres un caso perdido. ─espetó.

─¡Oye! Eso no es muy profesional, doctora Acosta.

─Es que tú eres muy irritante, doctora Andrade.

Le sonreí. Con complicidad, con misterio y hasta con picardía.

─No soy doctora. ─corregí.

─¿Y cuándo piensas ponerle remedio a eso? Llevas un año con tu proyecto terminado. ¿No crees que es hora de presentarlo?

─Opinas que eso supondrá cerrar la etapa, ¿no? Piensas que es necesario para culminar con esto.

─Pienso que ya tienes cerrada la etapa. ─aseguró más convencida incluso que yo ─Pero debes liberarte de eso en concreto. Por algún motivo, todavía no has querido hacerlo.

Suspiré y dejé caer los hombros con pesadez, sin dejar de ser observada en ningún momento por ella.

─El proyecto no era de mis mayores preocupaciones.

─El proyecto, es la culminación de cuatro años de tu vida. El fin de tu carrera universitaria. En algún momento tendrás que enfrentarlo. Si lo sigues posponiendo, no vas a poder avanzar profesionalmente. Estás preparada para afrontarlo, créeme.

─Está bien. ─volví a suspirar ─Solicitaré una nueva fecha esta misma tarde.

─¿Así? ¿Sin más? ─preguntó perpleja ─¿Me das la razón?

─¿No es eso lo que me estás pidiendo, Cris?

─Sugiriendo ─corrigió ─Y es normal que me sorprenda. Nunca haces caso.

─A ti sí te hago caso ─me quejé ─Si no, no habría dejado de tener las pesadillas.

─De eso precisamente te estaba hablando cuando me ignorabas. ¿Sabes lo duro que es, como terapeuta y como mujer, que las paredes te parezcan más interesantes que yo?

─No te ignoraba. ─sonreí ─Y no me parecen más interesantes que tú. ¿Me puedes repetir lo que me estabas diciendo? ¿O vas a seguir torturándome durante cuarenta minutos más?

─En primer lugar; ya quisieras tener cuarenta minutos más ─informó señalando el reloj de su muñeca ─Te quedan cinco, porque llevas contemplando las paredes, media hora aproximadamente. Y en segundo lugar; te preguntaba si recuerdas cuándo tuviste la última pesadilla.

Traté de hacer memoria. Echar la vista atrás y recordar el momento exacto en el que tuve uno de esos horribles sueños que me hacían despertar sobresaltada, temblando, y con un sudor frío recorriendo mi frente y espalda.

─Meses. ─respondí ─Hace varios meses.

─¿Y sabes lo que significa eso?

─¿Que mi paranoica cabeza ya dejó de ser paranoica? ─bromeé con una ligera sonrisa.

─Que ya la soltaste. ─concluyó ella ─Rompiste el vínculo con Anahí.

Escuchar su nombre provocó que mi corazón diera un vuelco inmediato y se pusiera a latir desesperado. Cuando ocurre eso, siento que una bola gigante se posiciona en mi garganta, impidiendo el paso del oxígeno.

Sí, ya veo lo roto que está el vínculo.

─Tus pesadillas eran fruto de la responsabilidad que sentías por ella. ─continuó explicando ─Tu necesidad de protegerla y tu miedo después de su marcha, provocaban que tu subconsciente almacenara toda esa información y en las noches la transformara en esas horribles pesadillas. Sesión tras sesión, hemos conseguido que entiendas y que asumas por fin, que no estás vinculada a ella y que no eres responsable de lo que le ocurra. Esté o no esté en tu vida, tú no puedes cargar con ello. La soltaste, Dulce. ─repitió ─Por fin, la soltaste.

Le ofrecí una media sonrisa tras su lógica explicación.

─Eso quiere decir, ¿Qué nuestras sesiones han terminado?

─Quiere decir mucho más que eso. Pero sí ─confirmó poniéndose en pie y extendiéndome la mano ─Nuestro trabajo juntas ha terminado, doctora Andrade. Salvo, que haya algo más en lo que pueda ayudarla.

Me puse en pie y estreché su mano como me pedía. Me recuerda mucho a Marta, en eso de llamarme doctora Andrade, sólo por molestar.

─Con todos mis respetos, doctora Acosta, espero que nada me haga tener que volver a su oficina.

─En calidad de paciente, yo también lo espero.

Su reluciente sonrisa, me obligó a permanecer observándola un instante, mientras nuestras manos continúan unidas.

─Será mejor que te deje seguir trabajando ─informé soltando su mano ─Voy a ver si Marta está en su despacho, para verla antes de irme.

La chica asintió, y con una última sonrisa, me dispuse a avanzar hacia la puerta de su oficina.

─¡Dulce! ─llamó, consiguiendo que me detuviera justo antes de salir ─¿Te gustaría... ir a cenar conmigo? ¿Algún día?

Me tendría que haber sorprendido ante tal proposición. Mi corazón tendría que haber latido a toda velocidad a causa de los nervios porque no me lo esperaba. Pero la verdad, es que no ocurrió nada de eso. Puede que su propuesta no me haya pillado tan desprevenida como debería.

─¿Cómo una... cita?

Ella se encogió de hombros. Por primera vez desde que la conozco, noto cierta timidez en Cristina.

─Ya acabaron tus sesiones de terapia. Estaba deseando que este momento llegara, para no incumplir la regla de involucrarme con una paciente cuando te pidiera que salieras conmigo.

En ese momento, sentí mi expresión volverse seria. O más bien, pensativa. Romper reglas, involucrarse con una paciente.

─No tienes que responder ahora ─aclaró al ver mi silencio ─Sólo... piénsalo. Tienes mi teléfono.

Asentí, sin decir absolutamente nada. Volví a ofrecerle una sonrisa, y esta vez sí, abandoné su despacho.

Cristina Acosta; cabello castaño claro, estatura media, cuerpo estilizado, color de ojos en un punto entre el café y el verde intenso, sonrisa deslumbrante. Mujer divertida, inteligente. Fue compañera de Marta en la facultad y buenas amigas. Es además, una gran psicóloga. Acudí en su ayuda por recomendación de la propia Marta.

Cuando Anahí se fue, mis pesadillas se convirtieron en algo diario y atormentante. Algo que no me permitía dormir de noche y me mantenía angustiada de día. Llegamos a la conclusión de que necesitaba ayuda profesional, algo a lo que, aunque en un principio no quise acceder, no tardé demasiado en aceptar. Realmente me estaba consumiendo esa forma de vida. Y como Marta no podía tratarme, porque nuestra amistad condicionaría su trabajo, me recomendó a Cristina. Durante los primeros meses, nuestras sesiones se llevaban a cabo en su consulta privada, pero pasado un tiempo, Marta le ofreció un puesto de trabajo aquí, en La Cascada. Así que, prácticamente por obligación, me vi en la necesidad de regresar. Nuestras terapias pasaron a desarrollarse en su nuevo despacho. Uno, prácticamente igual al que yo tenía cuando realizaba mis prácticas.

Me negué durante mucho tiempo a regresar a este lugar. No me sentía preparada para enfrentar estas paredes, estos pasillos, este olor. No me sentía con la fuerza suficiente para caminar por este lugar, sin que la imagen y el recuerdo de Anahí apareciera en cada esquina. Y al final, la vida me hizo venir a la fuerza.

Me gustaría decir que ya no sucede. Que puedo caminar tranquilamente por este pasillo, sin recordar el primer día que la vi, cuando chocamos y nuestras miradas se cruzaron por primera vez. Me gustaría asegurar, que mi corazón no se alborota cuando recuerdo ese momento, o que mi estómago no se encoge, cuando paso por delante del cuarto de baño donde una vez la vi hundida. Me gustaría decir, que cuando subo al tercer piso, para visitar a doña Rosa, no me detengo en la puerta de la que era su habitación, preguntándome quién la estará ocupando ahora, y que las imágenes de aquel fatídico día, no me asaltan como si hubiera ocurrido ayer mismo. Por un momento, lo revivo todo; la veo ahí, desplomada entre mis brazos, prácticamente sin vida, mientras mi corazón se encoge cada vez más. Y al segundo siguiente, el pasillo está completamente vacío y reina una calma absoluta. Pero mi corazón, exactamente igual de encogido que aquel día. También me gustaría decir, que mis piernas ya no me dirigen automáticamente hacia el jardín y que cuando cruzo la puerta, ya no espero verla sentada sobre nuestro banco, con un libro en la mano e ignorando por completo al mundo. Me gustaría decir todo eso. Pero lo cierto, es que no puedo. Porque la realidad es que aquí estoy de nuevo, sentándome en nuestro banco, subiendo las piernas y abrazando mis propias rodillas, mientras observo fijamente el lado en el que ella solía estar.

Marta no se encontraba en su despacho. Así que, mientras todos esos recuerdos me invadían, como cada semana que piso este lugar, mis piernas me dirigieron hacia este sitio. Nuestro sitio.

Una hoja cae repentinamente sobre mi rodilla. La sostengo entre mis manos y me sorprendo al descubrir el color entre verde y amarillo que posee. Es bonita. Asciendo la vista y me encuentro directamente con el lugar del cual se desprendió dicha hoja, volviendo a sorprenderme con lo que observo. Es ese árbol que siempre ha estado aquí. Ese que el primer día que lo vi, se encontraba prácticamente deshojado, sin vida, desprendiendo una a una, las últimas hojas que el otoño dejaba en sus ramas y proporcionando un poco de sombra, a una chica casi tan apagada y sin vida como él. Ahora, sin embargo, se encuentra repleto de hojas verdes, volviéndolo uno de los árboles más bonitos y frondosos que he visto jamás. Además, tiene algunas flores amarillas que en otra época, jamás hubiera imaginado que podrían nacer de él.

El milagro que trae el paso de las estaciones; un árbol puede perder cada una de sus hojas durante el otoño, lucir seco y apagado mientras resiste al paso del invierno, y de pronto, cuando menos te lo esperas, una nueva flor vuelve a brotar, dando comienzo al principio de esta maravilla a la que llamamos; primavera.

Y el resultado, es este; un tronco fuerte, que resiste el paso de los años, de las tempestades y de las estaciones, dejando caer lo dañado, para volverlo a dejar crecer con mayor fuerza después. Renovado.

La sabiduría de la naturaleza.

─Bonito, ¿verdad?

La familiar voz que irrumpe sacándome de mis pensamientos, me hace apartar la vista de la copa del árbol para dirigirla hacia ella, parada junto al banco, con un rayo de sol impidiéndome que la vea con claridad. Pero aprecio perfectamente su bata blanca.

Se sienta, justo frente a mí, permitiendo que ahora sí pueda verla perfectamente. Su sonrisa y su mirada, como siempre, cargada de ternura hacia mí. Aunque he de reconocer, que desde hace algún tiempo, su forma de mirarme no es como al principio. Siempre puedo notar cierto atisbo de preocupación en sus ojos. Y he de reconocer también, que está más hermosa cada día, si es que eso era posible.

Marta Andoni. Esta mujer que tan importante fue en mi vida desde el momento en el que la conocí, siendo mi tutora de prácticas, después mi amiga y ahora... Ahora es más importante que nunca.

─Nunca lo había visto así. ─respondí refiriéndome al árbol.

─Llegaste aquí en pleno otoño. Es normal.

─¿Cuánto ha pasado ya?

─¿Me lo preguntas como si no llevaras la cuenta exacta? ─alza una ceja para ponerle más ironía a su pegunta ─Casi un año y medio.

─Casi un año y medio ─repetí como si me costara asimilarlo ─Es mucho tiempo y sin embargo, parece que hayan pasado cinco años.

─Es lo que ocurre, cuando los días se vuelven lentos y las noches largas. Y cuando tu vida, sufre en tan sólo unos meses, un cambio superior a todos los que pudiste haber experimentado en años anteriores.

Aparté la mirada de ella y permanecí en silencio un instante, analizando el significado de sus palabras.

─Deberían prepararnos para ello en la universidad, ¿no crees? ─pregunté volviendo a enfrentarla ─Deberían decirnos; Vas a empezar tu periodo de prácticas y tienes que estar lista. Alerta. Porque tu vida ya no va a ser la misma a partir de entonces. Estás a punto de experimentar el mayor cambio que has sufrido hasta ahora. Así que, si no estás preparada ─suspiré ─retírate a tiempo.

─¿Lo habrías hecho? ¿Te habrías retirado?

Su mirada permaneció clavada sobre mí de una forma más intensa. Esperando una respuesta absolutamente sincera por mi parte, o quizás, simplemente esperando que realmente tuviera la respuesta.

─No. ─acepté por fin.

Exacto. Si alguien me hubiera advertido de cuanto iba a transformar mi vida, la decisión de hacer las prácticas en este centro, habría actuado exactamente igual. Habría venido aquella mañana, a la misma hora. Habría dejado que una desconocida, se atravesara en mi camino inesperadamente, cambiando por completo, todo lo que hasta ese día creía conocer de mí misma y del mundo que me rodeaba.

─Nunca vamos a estar preparados para las cosas extraordinarias que ocurren en nuestra vida, Dulce. ─continuó Marta ─Pasan, mientras estás viviendo. No avisan. No llaman a la puerta y nadie puede advertirnos sobre ellas. Están ahí, llegan y se van cuando les da la gana. Y entonces todo cambia. Y ese ciclo vuelve a empezar continuamente, a lo largo de nuestra vida.

¿Qué sentido tiene, entonces?, me pregunté. ¿Qué sentido tiene que ese cambio venga, te alborote la vida y luego se vaya? Sin más. Dejándonos con el duro trabajo de reaprender a vivir.

─Hoy fue mi última terapia ─le informé después de unos instantes de silencio.

─¿Y qué tal?

─Perfectamente. Ya no hay rastro de las pesadillas y Cristina me sugirió que solicite fecha para presentar mi proyecto. Cree que es como el último paso necesario para culminar. Ya sabes.

─¿Lo harás?

─Supongo ─me encogí de hombros ─Aunque espero que no me den fecha para muy pronto. Debo preparar bien la exposición.

─Me parece bien.

─También me invitó a salir.

En ese momento, la mirada de Marta se clavó en mis ojos de forma extraña. Interrogante, curiosa.

─¿Lo harás?

─Parece que no te sorprende.

Ella apartó la vista hacia el frente. Me extraña su actitud, es cierto que no parece en absoluto sorprendida.

─Hace tiempo me pidió permiso para hacerlo.

─¿Te pidió permiso para pedirme una cita? ─reí sorprendida.

Volvió a mirarme, pero su semblante continúa serio, sin dejarme saber muy bien lo que está pensando.

─Quería saber si entre nosotras había algo o tenía vía libre.

En este momento, fui yo la sorprendida. O bueno, no tanto sorprendida, sino intrigada.

─¿Y qué le respondiste?

─Que entre nosotras no hay nada y que podía hacer lo que creyera conveniente.  

Asentí y aparté la vista esta vez yo.

 ─¿Lo harás? ─volvió a preguntar, consiguiendo que enfrentara sus ojos una vez más ─¿Vas a salir con ella?

Me encogí de hombros despreocupada, sin saber muy bien qué responder.

─Quizás haya llegado el momento de abrirme ante esas "cosas extraordinarias", como tú dices. Tal vez debo prepararme para un nuevo cambio.

Ella sonrió, pero no era una sonrisa de ternura, ni de comprensión. Era una sonrisa cargada de ironía. Y de pronto, su mirada se perdió en algún lugar del cielo.

─El día que te conocí, una de las primeras cosas que vi de ti, fue cuando te acercaste a la ventana de mi despacho. ─recordó señalando hacia la misma. En ese momento, me di cuenta de que no estaba mirando al cielo, sino hacia su ventana ─Estabas ahí arriba, observando algo que había en este banco. Preguntándote y preguntándome, quién era ese algo. Recuerdo que tu mirada era de absoluta curiosidad. Te brillaban los ojos ─volvió a enfrentarme ─Al día siguiente, viniste y te sentaste justamente donde estás ahora. Cuando te vi desde arriba, me resultó extraño y curioso al mismo tiempo, que hicieras tal cosa. Me quedé observándote un rato y a veces, te veía alzar la vista para mirarla, como me estás mirando a mí en este momento. A partir de entonces, nunca dejaste de repetir lo mismo, día tras día.

─¿Qué me quieres decir con esto? ─pregunté apretando con fuerza mi mandíbula.

No es mi intención ponerme a la defensiva con ella, aunque ella parezca estarlo conmigo esta mañana. Pero lo cierto, es que no sé para qué me relata los hechos, como si yo no los hubiera vivido. Como si mi cerebro fuera lo suficientemente inteligente, para ser capaz de no recordarlo.

─Que las cosas extraordinarias y los cambios, llegan sin buscarlos y sin que te des cuenta. No existe un "tal vez". Sucede o no sucede.

─¿Y qué pasa si lo tengo delante y no lo veo? ¿Qué pasa si tengo justo en frente, la posibilidad de avanzar y la dejo ir?

─Has avanzado, Dulce. Por supuesto que has avanzado. ─aseguró ─Abandonaste tu apartamento, cogiste a tu perro y te fuiste a vivir a tu casa del lago. Decidiste suspender la presentación de tu proyecto, porque no te sentías con la fuerza suficiente para enfrentarlo. Trabajas en una floristería, ayudando a una vieja amiga de tu abuela y sé que eso te llena más de lo que te llenaría estar aquí. La relación con tu familia ha mejorado y pasas con ellos más tiempo del que has pasado en toda tu vida. Decidiste recibir ayuda profesional para acabar con ese tormento que te estaban causando unas pesadillas. Has seguido con tu vida. La marcha de Anahí no te mató, como ningún ser humano muere cuando alguien se va. Y ahora, estás lista por fin, para presentar tu proyecto y cerrar ese libro de una vez. Sólo quiero que no te engañes, que no intentes demostrar nada, porque con eso, lo único que vas a conseguir será frustrarte más. Nadie te va a obligar a sentir algo que no sientes. Ni siquiera tú misma. Y si te fuerzas a ello para demostrar que estás bien, que eres fuerte y que nada te afecta, como llevas haciendo un año, vas a seguir encerrándote en ti misma, como también has hecho durante un año. Una vez me dijiste, que sabías que nunca te habías enamorado, porque siempre habías podido elegir. Siempre habías podido decidir si estar o no con alguien, si tener una cita, conocerla o simplemente, no perder el tiempo. Creo que en este momento, te estás preguntando si quieres o no quieres, tener una cita con Cris. Porque es una mujer estupenda y una candidata perfecta, para pasar una noche o incluso una vida. El problema, es que mientras lo haces, estas aquí sentada, precisamente en este banco.

Si algo tienen en común los cambios inesperados, además de llegar sin previo aviso, es que son como las estaciones. Cuando aparecen, cuando pasan por nuestra vida, arrasan con todo lo que encontraron, a veces para bien, a veces para mal, pero nunca sobrevivimos a un cambio siendo la misma persona que éramos antes de que nos arrasara. 

Y aquí estoy yo, sin saber exactamente quién soy ahora.


Continue Reading

You'll Also Like

66K 2.6K 19
Bueno como leyeron en el titulo este fanfic se trata de Naruto reaccionado a varias cosas. Me disculpo por algunas fallas ortográficas, no sean malos...
4.1K 373 19
Continuación de Mi mate, en mi perfil. "No la mató pero algo la dejo agonizando desde ese dia" -No eres las misma ¿Qué te sucedió? -pregunta con preo...
76.7K 4.4K 15
Luego de la muerte de su madre, Martha deberá hacerse cargo del negocio familiar, por lo que se verá obligada a dejar sus estudios por un tiempo. Sin...
162K 6.5K 50
Un choque de personas? Un reto? Desamor? Después de 7 años se vuelven a reencontrar para ver si su destino es estar juntas o dificultades las separar...