La Luz De Tu Mirada

By JackieValand

110K 4.8K 884

Un choque de miradas accidentado. Así comienzan la mayoría de las grandes historias. Y esta, no iba a ser me... More

BOOKTRAILER
Prólogo
OTOÑO...
I
II
III
IV
V
VI
VII
VIII
IX
X
XI
*Escena Extra*
XII
*Extra*
XIII
XIV
XV
XVI
XVII
XVIII
XIX
XX
*Extra*
INVIERNO...
XXI
XXII
XXIII
*Extra*
PRIMAVERA...
XXV
XXVI
XXVII
XXVIII
XXIX
XXX (P.1)
XXX (P.2)
Último Capítulo
VERANO...
EPÍLOGO

XXIV

1.9K 100 18
By JackieValand




Un terrible espasmo sacudió mi cuerpo, haciéndome despertar bruscamente y aferrarme a lo que quiera que tuviera debajo. Por un momento no fui capaz de recordar dónde estaba y tampoco el motivo por el cuál desperté así de sobresaltada. Sólo siento mi corazón latir a toda velocidad dentro de mi pecho y mi respiración agitada.

Poco a poco, voy situándome en el tiempo y el espacio. Siento el cuerpo de Anahí bajo el mío y recuerdo que estoy en el hospital, en su cama. No sé en qué momento me quedé dormida, ni cómo llegamos a esta posición, pero la sensación de calor que me provoca su abrazo, la tranquilidad de escuchar los latidos de su corazón en mi oído, van devolviéndome la calma y seguridad que sólo siento cuando duerme a mi lado.

Alzo un poco la cabeza y me sorprendo al encontrarla con los ojos abiertos, observándome atentamente. Debo estar expresando la peor cara de pánico de la historia, porque su rostro parece preocupado mientras lleva una de sus manos a mi mejilla.

─Una pesadilla ─informó acariciándome con ternura el rostro ─Sólo estabas teniendo una pesadilla.

─¿Te desperté?

─Tranquila. Llevo un rato sin pegar ojo.

En ese momento, me di cuenta de que su otra mano estaba por detrás de mi cabeza, acariciándome suavemente el cabello. Y yo debo llevar horas durmiendo sobre su pecho. La verdad es que no lo recuerdo.

─¿Y por qué no duermes? ─le pregunté.

─Me gusta acariciarte. Estaba disfrutando de la calma que me produce tenerte durmiendo en mi pecho. Y creía que tú también estabas en calma, durmiendo plácidamente. Pero te despertó una pesadilla.

Noté claramente la culpabilidad en su tono de voz.

─Ha sido un día muy largo y pesado.

Aunque traté de tranquilizarla, en su rostro seguía habiendo preocupación y culpabilidad. Me gustaría hacerle entender que ella no es culpable de mis miedos, ni de mis pesadillas, aunque sea la protagonista de ellos. Sólo que, realmente ha sido un día horrible, llevo dos semanas casi sin dormir y mi cerebro continúa a mil por hora. Seguramente haya sido por eso, que tampoco pude dormir tranquila esta noche. No por ella. Al contrario, despertar y sentirme en su abrazo, es toda la calma que necesito y que me gustaría sentir el resto de mi vida.

Levantar la mirada y encontrarme con sus ojos azules, sentir el latido de su corazón golpeando mi oído, estar envuelta en su calor durante toda la noche. Cada noche, de toda mi vida. Eso es todo lo que necesito.

─Entonces intenta dormir de nuevo ─sugirió ─Estoy aquí.

Volvió a llevar su mano libre a mi mejilla y me acarició con dulzura, tratando de aportarme con su gesto y su mirada, toda la tranquilidad para que pudiera descansar sin preocupaciones. Lo consigue. Absolutamente. Me basta mirarla a los ojos, para que cualquier temor desaparezca y en mi interior solo haya paz.

Recuesto la cabeza en su pecho, cierro los ojos y me concentro en el sonido de su corazón, pausado, tranquilo. Imagino que debe tener las pulsaciones a 60 por minuto, porque bombea una vez cada segundo aproximadamente. Me encanta escucharlo. En este momento podría asegurar, que es mi sonido favorito. Involuntariamente, trato de amoldar mi respiración a su ritmo, pero descubro que es inútil. Me marearía si sigo inhalando tan rápido. Sonrío estúpidamente. No puedo creer que esté analizando sus latidos. Debería estar ya en el quinto sueño. Sus caricias en mi pelo, me transportan a un estado de calma absoluta. Pero lo que está claro, es que el sueño parece haberse esfumado.

─¿Sigues despierta? ─pregunto en un susurro, con miedo de despertarla.

─No. Tengo un robot automático acariciándote el pelo mientras yo duermo.

Alzo la vista con el ceño fruncido y encontrarme con su sonrisa de frente, hace que olvide cualquier protesta que estuviera a punto de realizar.

─No puedo dormir. ─acepté con resignación, volviendo a recostar la cabeza en su pecho.

─¿Estás intranquila?

Suspiré, disfrutando de sus caricias un momento más.

─No creo que nunca en mi vida, haya estado tan cómoda y relajada.

─Entonces debió desvelarte la pesadilla.

─Tal vez. O tal vez ya haya dormido demasiado.

─Tu cara no dice lo mismo ─espetó, consiguiendo que volviera a alzar la cabeza. Pero antes de que pudiera quejarme, volvió a hablar ─¿Quieres ver la tele?

Por primera vez desde que llegué, caí en la cuenta de que hay un televisor en la habitación. Ni siquiera me había percatado. Me encogí de hombros, no resultándome mala la idea, de que pusiéramos un rato la tele. Aunque por experiencia suponía, que a estas horas no debe haber nada interesante. Sin embargo, traté de incorporarme para alcanzar el control, que se encontraba sobre la mejilla, cuando sentí un agudo dolor por todo mi cuerpo, como si me estuviera rompiendo en pedazo. Mi expresión debió ser demasiado obvia.

─Tu cuerpo tampoco dice que hayas dormido suficiente ─añadió con una sonrisa, estirando su brazo para alcanzar el control ella misma.

─Siento como si me hubiera pisoteado un equipo de rugby.

Es cierto. Todos los huesos me dolían, como si me hubieran pegado una paliza o un camión me hubiera utilizado como pista de derrape. No me había dado cuenta hasta ahora. Quizás porque no ha sido hasta ahora, que mi cuerpo ha podido relajarse, para percatarse de todos esos dolores.

Enciende el televisor y comienza a cambiar canales. Teletienda, videos musicales, más teletienda, tarot, y...

─Me encanta esta serie ─informó.

Yo suspiré al ver que había decidido detenerse ahí.

─Odio este capítulo.

─¿Por qué?

Volví la mirada hacia ella y la confusión en su rostro, me indicó que definitivamente, no lo había visto.

─No tiene gracia si te lo cuento.

─¿Te gusta la serie? ─preguntó, pareciendo sorprendida de que en este momento tuviera más información que ella.

─Es una de mis favoritas. Por eso odio este capítulo.

─¿Quieres que busque otra cosa?

─No, no. ─negué, volviendo a recostarme ─Vamos a cortarnos las venas en esta bonita noche de invierno.

─Que poética. ─se rio, subiendo  el volumen del televisor.

Esta vez, decidí recostarme un poco más a su altura, apoyando mi cabeza entre su hombro y su cuello. Rodeé con mi brazo su abdomen, sentí sus dedos volver a enredarse con caricias en mi pelo, el olor de su cuello impregnarme por completo, y así permanecimos durante minutos; disfrutando de la calma que se siente en un momento tan sencillo, como el de estar viendo tu serie favorita, con tu persona favorita.

Aproximadamente media hora más tarde, el capítulo llegó a su fin, y con él, mi vuelta a la realidad. Una realidad en la que mis mejillas, están tan mojadas como el cuello de Anahí. No pretendía abandonar esa posición en un futuro cercano. De hecho, me hubiera quedado inmóvil hasta que mis ojos decidieran cerrar el grifo de lágrimas, que en algún momento había abierto. No es que me sorprenda. Siempre me pasa. Bueno, en realidad sí me sorprende. No es normal que haya visto este episodio miles de veces y todavía me haga llorar. Pero aunque me hubiera quedado ahí durante horas, si fuera preciso, la mano de Anahí alzó mi mentón con mucha delicadeza. Me obligó a encontrarme con sus ojos, que me esperaban con muchísima curiosidad. No pude mantenerle la mirada más de un segundo.

─Estas llorando.

─Ya te dije que odiaba este capítulo. ─respondí, frotándome los ojos. ─Es cruel e innecesario. ¿Y sabes qué es lo peor? Que en la próxima temporada lo reviven. ¿Ves por qué digo que es innecesario?

─Te agradezco el spoiler.

─¡Mierda! ─exclamé llevando una mano a mi boca ─Lo siento. Es que me sacan de quicio. Vivo indignada con los guionistas americanos y su manía de matar a los mejores personajes. Además es... es... ─suspiré ─Acaban de matar al amor de su vida. No los han dejado ser felices más de un capítulo. Es angustiante ver como la persona que amas se va, así, sin más. No es justo ─la miré, encontrándola con una sonrisa ─Y tú debes pensar que soy idiota.

─¿Por emocionarte con una serie?

─Te prometo que en la vida cotidiana, me cuesta muchísimo derramar una lágrima. Y probablemente, para el mundo resulta muy difícil de entender, pero es que, te pasas años viendo las aventuras y desventuras de un personaje en la televisión, o días leyéndolas en las páginas de un libro. Y al final, ese personaje, es parte fundamental de tu vida. Es ficticio, no existe, no es más que un actor, actriz o los dedos de una lunática transformando emociones en letras. Pero es parte de ti. Los conoces, aunque no existan. ─hice una pequeña pausa ─Olvídalo ─volví a suspirar ─Es ridículo.

─Me gusta. ─sentenció, captando por completo mi atención y mirada confusa. ─Me gusta que te emociones con una serie o con un libro. Eso quiere decir que estás viva, que sientes y que tu mundo no se reduce a esta realidad. Que tal vez, sea precisamente en otras realidades, donde dejas salir a la verdadera Dulce. Hay mucho aquí ─señaló con su dedo en mi frente ─Y me gusta que llores. No porque me agrade verte sufrir. Sino porque me dejas ver lo sensible que realmente eres y eso me hace sentir más cerca de ti. Me gusta que seas intensa y apasionada. Que sientas la vida como la sientes. Y como me la has hecho sentir a mí.

Me quedé sin palabras, observándola fijamente, sentí mi labio inferior temblar y unas nuevas lágrimas volver mi vista borrosa.

─Perdió al amor de su vida. ─repetí en un susurro.

Ella sonrió y como si fuera un bebé desprotegido, atrajo mi rostro hacia su cuello, para abrazarme y que me refugiara en ese lugar, cuyo olor no podía transmitirme otra cosa más que tranquilidad.

─¿Pero ella no estaba enamorada del hermano? ─preguntó después de varios segundos.

─Te has perdido mucho.

─Eso parece. ─confirmó, mientras sentía como mis lágrimas iban desapareciendo en la calidez de ese lugar ─¿Y luego lo reviven?

─Ajá.

─¿Y están juntos?

─La matan a ella. ─informé, sintiendo en el acto mi rostro siendo arrastrado. En un principio tuve la intención de quejarme, por haberme sacado de ese lugar tan cómodo y adictivo, pero en cuanto me encontré con sus ojos azules, cualquier intento de queja, se esfumó. Aunque su mirada de terror me obligó a continuar ─ Bueno, en realidad no la matan. La vinculan al cuerpo de su mejor amiga y la dejan en coma hasta que ella muera. Pero luego él quema su cuerpo sin querer. ¡Quema el cuerpo del amor de su vida! ─exclamé, como si ni yo misma me lo creyera aún.  ─ Y luego... ─resoplé ─Odio esta serie.

─¿Pero qué tipo de tortura china integrada en la sociedad es esta? ─me preguntó escandalizada, consiguiendo que simplemente me encogiera de hombros ─¿No decías que era tu favorita?

─Lo es. A veces. ─aclaré ─Y a veces la odio. Tenemos una relación muy toxica.

─¿Cómo la que tienes conmigo?

─Lo nuestro no es un relación tóxica. ─rebatí frunciendo el ceño ─Todo lo contrario. Creo que tanto tú, como yo, cuando estamos juntas, todo lo que sentimos es... paz. Nos inspiramos a ser la mejor versión de nosotras mismas. Eso no es en absoluto, tóxico.

Ella sonrió, y aunque me hubiera quedado toda la vida observando esa sonrisa y esa mirada, volví a refugiar mi rostro en su cuello, antes de que alguna otra tentación se volviera insoportable.

─¿La veremos juntas? ─volvió a preguntar, segundos más tarde.

─Que viva el masoquismo.


◊◊



No dormimos en toda la noche. Bueno, tampoco es que faltara demasiado para que amaneciera, y yo me tenía que ir muy temprano para pasar por casa, pasear a White, dejarle comida, ducharme y a las 8:00 a.m estar en La Cascada. Además, tampoco podíamos arriesgarnos a que me descubrieran acostada en su cama tranquilamente, como si estuviéramos en un hotel y no en un hospital. Pero el caso, es que no volvimos si quiera a intentar dormir. Ni falta que me hace. Con las pocas horas que descansé sobre su pecho y las otras que permanecimos hablando, abrazadas, siento que recuperé toda la energía que había perdido en las dos últimas semanas. Aunque honestamente, sigo sintiendo como si un camión hubiera pasado numerosas veces por encima de mi cuerpo.

Al llegar al despacho de Marta, encuentro la puerta entreabierta. Iba a golpear con mis nudillos la madera, justo en el momento en el que la descubrí al frente, sentada en su mesa, como siempre, rodeada de un millón de papeles y con su mano moviendo un bolígrafo a toda velocidad, escribiendo quien sabe qué cosas. No la interrumpo. Me regalo unos minutos para observarla; tan concentrada en su trabajo como siempre, tan responsable y organizada, tan digna de dirigir este centro y todo lo que se le ponga por delante. Recuerdo el primer día que llegué a este lugar, su recibimiento, la tranquilidad que me aportó, la confianza que depositó en mí y la admiración que me despertó desde el comienzo. Admiración que no fue más que creciendo, a medida que la conocía. Es una gran profesional. La mejor que he conocido hasta ahora. Y es una gran amiga. Ayer, cuando sentía que en cualquier momento me desvanecería, ahí estaba ella, para sostener mis mejillas, obligarme a mirarla y traerme de vuelta al mundo real. La he puesto en muchísimos aprietos y cualquier otra persona me habría suspendido y echado a la primera de cambio. Sin embargo, ella siempre ha estado ahí, siendo ese "pepe grillo" que a veces me hace falta. Sin duda alguna, estos tres meses y medio en La Cascada, han aportado a mi vida, cosas que jamás imaginé. Me han puesto en contacto directo con la humanidad. Un contacto que hace muchos años había perdido. He conectado de manera directa, con personas de las que hace unos meses no conocía ni su existencia; Marta, doña Rosa, Anahí. Todas ellas, han aportado algo fundamental a mi día a día. Todas ellas, son las responsables de que estos cuatro años de carrera, merezcan la pena.

─Ahora entiendo lo que sentía Anahí, cuando te quedabas mirándola con cara de idiota ─su voz me sacó por completo de mis pensamientos y la descubrí observándome con una sonrisa ─Es todo un privilegio.

─Buenos días ─sonreí accediendo al despacho ─Iba a llamar, pero te vi tan concentrada.

─Que decidiste quedarte a observar lo sexy que me veo rellenando informes.

─Algo así.

Con una sonrisa por parte de ambas, me senté frente a ella.

─¿Has dormido algo? ─me preguntó entrecerrando los ojos, como si fuera más un regaño que una pregunta.

─Algo.

─¿Y piensas formar frases de más de tres palabras hoy? ¿O vamos a estar así todo el día?

─Lo siento ─me reí ─¿Te puedo ayudar en algo?

─Creo que deberías irte a descansar. Parece que no has pegado ojo en toda la noche, ni en dos semanas.

─No. ─negué numerosas veces con la cabeza ─Por favor, déjame trabajar. Necesito tener la mente ocupada y llevo demasiados días sin hacerlo.

─¿No me digas que ya te hiciste adicta a la psicología? ─se burló, guiñándome un ojo y extendiendo unos papeles frente a mí ─Ayúdame a terminar esto y vamos a hacer la ronda.

─¡Perfecto!

Me puse manos a la obra rápidamente, absolutamente concentrada en ayudarla a terminar los informes. Tenía muchas ganas de hacer la ronda y ver a doña Rosa, saber cómo ha estado durante todos estos días que llevo sin venir a trabajar. Aunque por otro lado, es la primera vez que estoy en La Cascada sin Anahí. El hecho de no verla por los pasillos, asomarme a la ventana y que no esté en el jardín leyendo, la hora del almuerzo sin ella y el pensamiento de que está en el hospital, sola y que hasta dentro de varias horas, no podré estar con ella... me hace sentir, que será una mañana muy larga.

─¿Cómo se encuentra? ─vuelve a interrumpir la voz de Marta.

Detengo el movimiento del bolígrafo y alzo la vista para mirarla, encontrándola observándome expectante.

─No durmió en toda la noche ─informé ─Nos pusimos a ver una serie y pasamos el rato hablando. Ninguna de las dos podía dormir. Bueno, yo lo conseguí unas horas, pero ella no. Y está mejor. El suero que le están administrando, le ha dado un poco de fuerza. Sin embargo, creo que lo peor va a ser, cómo lleve los próximos días; estar ahí vigilada, las comidas, no poder salir. Aquí hacía lo que quería, pero allí va a estar controlada y aburrida, y no sé hasta qué punto, eso será bueno ─suspiré ─Ni siquiera sé qué puede ser bueno ya.

─¿Han hablado de lo que va a ocurrir ahora? ¿Has notado algo diferente ella? ¿Alguna reacción ante lo ocurrido?

─Ni siquiera sorpresa ─sonreí con ironía ─Es como si ya lo hubiera anticipado. Como si supiera que esto, tarde o temprano, pasaría. Supongo que así era ─me encogí de hombros ─¿Quién mejor que ella para saberlo?

─¿Y no vas a sacar el tema? ¿No le vas a preguntar qué piensa hacer ahora? ─negué ligeramente con la cabeza y quise volver al trabajo, pero su voz me lo impidió ─¿Por qué?

─Tengo miedo. ─reconocí volviendo a mirarla ─Tengo miedo de enfrentar su respuesta o la ausencia de la misma. Tengo miedo de sentir indiferencia en ella. Estoy paralizada, Marta. Estoy bloqueada. Porque creía que habíamos avanzado mucho, que habíamos llegado a algún lugar. ¿Y ahora qué? ¿Estamos peor que al principio? Tal vez ahora no se haya tomado un bote de pastillas. Pero su corazón dijo "basta". Y me aterroriza la idea de que lo vuelva a hacer.

─Las cosas no están como al principio. ─corrigió ─Hace tres meses, cuando llegaste, Anahí se negaba a tener algún tipo de contacto con el mundo y con sus emociones. Quería dejar de existir, dejar de sentir. No sentía. Realmente no sentía nada. Y tú conseguiste lo que nadie más consiguió; devolverle sus emociones. Ella si ha desarrollado sentimientos hacia ti, Dulce. Y con ello, también se le han despertado el resto de sentimientos que tenía guardados; la tristeza, la rabia, la culpa. Eso, la convierten en la Anahí que es ahora y no en el robot que era cuando llegaste. El problema, es que todo en esta vida tiene dos caras. Y en este caso, Anahí también ha desarrollado una importante dependencia emocional hacia ti. Fuiste la única persona que le devolvió su parte humana. La hiciste sentir viva y ver un mundo diferente. Es completamente lógico que haya pasado esto. Los apegos son inevitables para el ser humano. Desde que nacemos. Pero como bien sabes, existen diferentes tipos de apego. Y Anahí probablemente, nunca tuvo una figura de apego seguro en su infancia. Eso la ha condicionado a lo largo de toda su vida y la ha llevado a sentir esta dependencia hacia ti. Ese sentimiento de que si tú no estás, si tu figura no le da fuerza, no puede conseguir nada por sí misma.

─O sea, ─exhalé aire con resignación   ─¿que yo soy ahora, su mayor enfermedad?

─No. Tú has sido su sacudida. Su punto de inflexión. Pero ahora, llegó el momento de soltarle la mano. Ahora, ella sola tiene que luchar por salir adelante. Porque ella misma lo desee. Porque quiera tener el control de sí misma y de una vida sana. Le has mostrado que puede existir una vida bonita, si ella lo decide, si ella lo elige. Eso es todo lo que puedes hacer. El resto, depende de ella.





Continue Reading

You'll Also Like

1.1M 132K 44
Lista de preocupaciones de Lila Cruz: 1. Su banda está a punto de disolverse. 2. La relación que tiene con su mejor amiga no es la mejor de todas. 3...
128K 4.5K 31
La historia continúa...
38.3K 1.8K 26
los chicos de seabrook viajan por algo desconocido y llegan a un reino en donde conocen a una princesa quien deja flechado desde el primer dia a un h...
494K 64K 49
Clara se muda con dos músicos famosos: Beto, que siempre la amó, y Luis que siempre amó a Beto y por eso la odia a ella. *** Tras dos años de inimagi...