La Luz De Tu Mirada

By JackieValand

110K 4.8K 884

Un choque de miradas accidentado. Así comienzan la mayoría de las grandes historias. Y esta, no iba a ser me... More

BOOKTRAILER
Prólogo
OTOÑO...
I
II
III
IV
V
VI
VII
VIII
IX
X
XI
*Escena Extra*
XII
*Extra*
XIII
XIV
XV
XVI
XVII
XVIII
XIX
XX
*Extra*
INVIERNO...
XXI
XXIII
XXIV
*Extra*
PRIMAVERA...
XXV
XXVI
XXVII
XXVIII
XXIX
XXX (P.1)
XXX (P.2)
Último Capítulo
VERANO...
EPÍLOGO

XXII

1.6K 106 30
By JackieValand



Nunca, el trayecto de la casa de mis padres hasta la ciudad, me había resultado tan horrorosamente largo. En un momento dado, incluso llegó a parecerme que la carretera no tenía fin, volviéndose eterna con cada kilómetro. Apuesto lo que sea, a que White pensaba de la misma forma. De vez en cuando, lo observo a través del espejo retrovisor y lo descubro inquieto, moviéndose de un lado a otro del sillón trasero, hasta donde la correa le permite.

─Tranquilo pequeño, ya estamos llegando.

Lo único que intento hacer al hablarle, es tranquilizarlo con mi voz, o quizá tranquilizarme a mí. En momentos como este, me pregunto si alguna parte de él sabe lo que está ocurriendo y realmente está igual de preocupado que yo, o sin embargo, es mi propio estado de nerviosismo, el que le fue contagiado y a eso se debe su inquietud.

─A veces desearía que pudieras hablar. Algo me dice, que tendrías las palabras exactas para calmarme en este momento.

En ocasiones, compruebo la veracidad de ese mito que dice que los perros se parecen a los dueños. White, en cierta forma, es muy parecido a mí. Es un perro tranquilo, paciente, observador. Nunca expresa su alegría de una forma alborotada, como otros muchos cachorros de su edad. Y sobre todo, nunca te hace sentir sola, basta mirarlo, para saber que está presente, que te escucha, aunque probablemente no entienda ni una sola de las palabras que le dices. No es un "Super perro", ni mucho menos. Es algo más que eso... Es mi cachorro. Siempre será mi cachorro.

Y si realmente pudiera entenderme, le agradecería todo lo que sin saber, hace por mí a diario. Él siempre está conmigo, aguanta mis días malos y también los buenos. Me acompaña a cada lugar con alegría y disposición. Cuando lo necesito, no tengo más que descender la vista y ahí está, junto a mis pies, con su lengua fuera, como si eternamente sonriera. Y todo eso, a cambio de un plato de comida y unas caricias de vez en cuando.

Supongo, que cualquier ser humano quiere a su perro como parte de su familia, pero la conexión que yo tengo con White, es mucho más que eso. Él me eligió siendo apenas un cachorro y desde entonces ha estado siempre a mi lado. Es por eso, que a pesar de la insistencia de Daniel y de mis padres para que lo dejara en casa y volviera tranquila a arreglar mis asuntos, no pude hacerlo. No porque crea que va a estar mal cuidado, ni mucho menos. Sino porque él, con sus pequeños ladridos o su mirada inocente, me da la fuerza que en ocasiones me falta para enfrentarme a algunas situaciones. Y él, también sabe, que en todo lo que tenga que ver con Anahí, necesito un extra de fuerza y valentía, pues jamás nada me ha hecho sentir tan vulnerable como ella.

Detengo el coche justo en la puerta de mi pequeño apartamento. Me doy la vuelta y lo encuentro de pie sobre el sillón, jadeando y esperando impaciente que lo libere de la correa.

─Ya llegamos a casa ─comento, más para darme unos segundos de relajación a mí misma, que para informarle a él sobre una situación que ya conoce.

Sin querer retrasar mucho más el momento, bajo del coche, abro la puerta trasera y lo libero, dirigiéndonos a continuación hacia nuestro hogar.

Al abrir la puerta, él se adentra husmeando todo a su paso, reconociendo cada rincón de su casa, y yo permanezco en la puerta, observándolo, hasta que pasados unos minutos, vuelve a mi encuentro y me arrodillo para acariciarlo.

─Eres el mejor amigo que alguien podría tener ─Él ladra, como si hubiera entendido perfectamente la frase y empuja su cabeza contra mi cuerpo de un modo cariñoso. ─Todo va a salir bien, ¿verdad? ─vuelve a ladrar y yo sonrío, dándole un beso en su pequeña cabeza. ─volveré en unas horas.

Tras decir esto, me levanto, y observándolo por última vez, mirándome fijamente mientras mueve su cola, sonrío y extraigo de él, la fuerza necesaria para enfrentarme a lo que venga a continuación.

Abandono el apartamento, vuelvo a mi coche y en cuestión de minutos abordo de nuevo la carretera, esta vez, para dirigirme con prisa a mi lugar de trabajo y averiguar de una vez por todas, que ha sido de ella durante estas dos últimas semanas.

No creo que haya tardado siquiera diez minutos en llegar a la puerta de La Cascada y estacionar mi coche a pocos metros de la entrada. Podría perfectamente vacilar antes de entrar, respirar hondo, tratar de calmar mi ansiedad, pero lo cierto es que no quiero hacer nada de eso, no quiero retrasar ni un segundo más, el momento de volver a verla.

Camino a toda prisa por la entrada, prácticamente ignorando al guardia que me ofrece una sonrisa.

─Doctora Andrade ─observo como la secretaria se levanta, extrañada al verme ─No sabía que iba a volver hoy, ¿Cómo se encuentra su...

─En unos minutos hablamos, Clara ─interrumpo cualquier intento de conversación mientras veo las puertas del ascensor abrirse ─Lo siento, tengo mucha prisa.

Las puertas vuelven a cerrarse, alejando de mi vista la imagen de aquella chica a la que prácticamente dejé con la palabra en la boca. Pulso el botón que lleva al tercer piso y espero impacientemente los minutos o segundos que este tarda en ascender. Tampoco este trayecto se me había hecho tan largo y desesperante nunca. El elevador se detiene, las puertas se abren y avanzo con prisa por el pasillo hasta la puerta de su habitación. Entonces si me detengo, frente a ese pedazo de madera, que es lo único que nos separa en este momento. Sostengo el pomo unos segundos e inhalo aire profundamente. Un gesto bastante iluso, pues no creo que haya nada en el mundo, capaz de conseguir que mi cuerpo deje de temblar como en este momento lo hace. Giro con sigilo el pomo y cuando quiero darme cuenta, ya estoy dentro, con la puerta cerrada tras de mí, en unos segundos en los que mi cuerpo parece haber adquirido vida propia, volviéndose automático.

Y ahí está ella, sentada sobre la cama, con las rodillas flexionadas junto a su pecho, la cabeza inclinada ligeramente hacia atrás, apoyándose en el cabecero, sin dejarme distinguir si sus ojos están cerrados o abiertos y sin hacer absolutamente nada.

Mi corazón se acelera de sobremanera, pero debe ser el único órgano de mi cuerpo que funcione en este momento, porque cada una del resto de extremidades, permanecen inmóviles. Creo incluso, que el trabajo de mis pulmones se detuvo en cuanto la vi. O quizás no, porque algo, tal vez mi respiración, le advierte de mi presencia. Alza la cabeza y me descubre aquí parada, sin hacer absolutamente nada más que mirarla. Su expresión cambia en cuanto me ve. Incluso en la distancia, puedo apreciar su cuerpo tensarse. Su ceño se frunce ligeramente, extrañándose al verme. Probablemente, era a mí a la última persona que esperaba encontrar en este momento. Me observa fijamente sin decir nada. Y yo, la observo sin pronunciar palabra. No sé muy bien qué podría decir en un momento como este. Lo cierto, es que mi cuerpo entero me pide a gritos que vaya a abrazarla y que permanezca abrazándola el resto del día sin mediar una sola palabra. Mis ojos en cambio, quieren observarla. Observar esa imagen que han extrañado durante dos semanas. Observar los cambios, que estos pocos días han hecho en ella, consiguiendo que mi corazón se encoja a medida que mi vista lo asimila. ¿Cómo es posible que haya empeorado tanto en tan poco tiempo? Su rostro se encuentra más demacrado incluso. que cuando la conocí. Sus ojeras están terriblemente pronunciadas. Sus pómulos parecen haber sido absorbidos por algo, como si hubiera estado meses sin probar bocado. Sus labios, desde esta distancia podía apreciarlos de un color blanquecino, debido a la sequedad que debían estar sufriendo. Al igual que el color de su piel, carente de brillo... Por no hablar de su mirada, absolutamente apagada, sin rastro de esa luz que tanto me costó encontrar. Por algún motivo que aún desconozco, decidió cambiar su ropa deportiva, por el horrible pijama del centro, ese blanco que nunca quiso utilizar. Además, su cabello está recogido descuidadamente, haciendo que su rostro se viera aún más delgado si era posible. Cada uno de esos detalles, hacían un daño en mi interior, que jamás pensé sentir. Tanto, que apenas sin darme cuenta, mis ojos comenzaron a cristalizarse. Y ella, al percatarse de ello, desvió su mirada, dirigiéndola hacia la ventana que tiene a su izquierda.

Después de algunos segundos, aún sin saber qué hacer ni qué decir, sintiéndome completamente abatida y cansada, me senté sobre un pequeño banco que hay justo al lado de la puerta. Apoyé los codos en mis rodillas y me fue inevitable la necesidad de esconder la cabeza entre mis manos, a ver si de esta forma, el peso que sentía en todo mi cuerpo, cesaba por un momento. No quería llorar. Me negaba rotundamente a hacerlo presionando mis ojos con fuerza, sintiendo incluso latidos en ellos, debían estar enrojecidos. Mi lucha interna en este momento, es absolutamente agotadora.

─Siento haber tirado por la borda tu proyecto ─habló por fin, dejándome apreciar un tono frío en su voz.

Alcé la vista y la encontré mirándome. Corroboré al instante, que la frialdad de su voz, también se había apoderado de su expresión y su mirada. Por lo que, solo pude exhalar el aire que había estado siendo retenido en mis pulmones.

─¿De qué hablas, Anahí? ─pregunté confusa.

─Ya no tienes que ocultarlo más.

─Nunca he intentado ocultar nada.

─Sólo fue un dato que se te olvidó mencionar, ¿no?

─¿Él qué? ─pregunté a medida que me levantaba del banco, pero sin avanzar hacia ella ni un solo metro ─¿Qué te elegí a ti como proyecto de fin de carrera? ¿Qué tiene que ver eso con todo esto? ¿Contigo? ¿Con nosotras?

─¿Nosotras? ─repitió sonriendo con ironía ─¿Acaso alguna vez existió un "Nosotras"? ¿O todo fue parte de tu intento por rescatar a una pobre chica, para ganarte la mejor nota de la universidad?

─Creo que no tienes ni idea de lo que estás hablando.

─¿Ah no? Quizás sea porque te largaste. Porque me dejaste tirada, con una maldita nota de tres palabras. Dejando que me enterara de ese "pequeño dato" ─volvió a enfatizar con ironía ─al escuchar accidentalmente una conversación y no por ti misma. Quizás por eso no tengo ni idea de lo que estoy hablando.

─Así que, ¿eso es lo que ocurre? ¿Por eso estás así? ¿Porque me fui?

─¿Así como, Dulce? ─preguntó levantándose y encarándome ─¿Demacrada? ¿Abandonada? ¿Horrible?

─Perdida. ─susurré con dolor ─Vuelves a estar perdida.

─¿Quién te dice que alguna vez me haya encontrado? Si todo lo tuyo fue una mentira, quizás lo mío también lo haya sido. Unos días de falsa ilusión, no cambian toda una vida de realidad.

─No vas a conseguir herirme con tus palabras, si es lo que pretendes.

─No. Claro que no ─se rio irónica ─A Dulce nada le duele. Dulce no alza la voz, ni se altera. Todo está bien en su mundo. Nada le afecta. Siempre perfecta.

Aunque tratara de ocultarlo, sí me estaba hiriendo. Pero no precisamente sus palabras. En este momento, no hay mucho rastro de la Anahí que hasta ahora conocía y definitivamente, estaba decidida a no continuar con esta conversación.

─Mejor hablamos en otro momento ─sentencié dándome la vuelta con la intención de abandonar la habitación.

─No va a haber otro momento.

Esa frase, me hizo detenerme. En cierta forma, esperaba haber escuchado mal o que sólo fuera una manera más de hacerme daño. Así que, me volteé para encararla de nuevo.

─¿Qué quieres decir con eso?

─Que me voy ─aclaró ─Que ya no tiene caso, seguir esperando algo que no va a suceder.

Al escuchar eso, esa simple frase, que probablemente no fuera la más grave de las que hasta ahora había dicho o podía decir, por alguna extraña razón, sentí que todo se me vino encima. Todas las emociones contenidas, me asaltaron. En mi pecho parecía no haber espacio suficiente para mi corazón, ni para el paso del oxígeno. Siento una presión tan grande, que apenas puedo respirar.

Me senté nuevamente en el banco, clavando mi vista en el suelo un instante, sintiendo que me ahogaba, que el aire no tenía hueco para pasar por mi garganta, se encontraba de frente con un nudo que se lo impedía. Enredé mis dedos en mi propio pelo y apreté con tanta fuerza, que probablemente podría habérmelo arrancado. Entonces las sentí. Las lágrimas comenzaron a abandonar mis ojos sin control, como si alguien hubiera abierto la llave de paso y todo lo que había estado contenido, dejara de estarlo. Lloré... como jamás en mi vida había llorado. Mi cuerpo sufría espasmos y mi garganta emitía sollozos en su intento por respirar. No respiraba. El aire no pasaba y lo único que había en mi mente, eran súplicas para poder controlar el ataque de ansiedad que estaba sufriendo.

A mi alrededor no ocurría nada más. No se escuchaba nada más. Sólo mis sollozos, que de un momento a otro, después de varios minutos, comenzaron a descender. El oxígeno comenzó a llegar débilmente hasta mis pulmones y me aproveché de eso para centrar toda mi atención en respirar. Dejé de hacer fuerza en mi cabello... Y respiré... Dejé de apretar mi mandíbula... Y respiré... Y así sucesivamente, hasta que mis músculos se relajaron y el aire encontró un hueco justo por el que atravesar el nudo de mi garganta. Dejé que mis pulmones recibieran el oxígeno necesario para darme un poco de fuerza y me armé de valor para alzar la vista.

Ahí estaba ella.

En el mismo lugar. Sin haberse movido ni un solo centímetro, como si se hubiera quedado petrificada, con una ligera expresión de pánico en su rostro. Sin decir, ni hacer, absolutamente nada.

Fue entonces cuando lo entendí.

Nada de esto tenía sentido ya.

Yo no le importo y quizás nunca le haya importado. Se me rompió el corazón en mil pedazos al entender, que acabo de derrumbarme frente a ella y no fue capaz de hacer absolutamente nada. Alguien a quien le importas, olvida su orgullo y corre para envolverte entre sus brazos. No te observa con esa frialdad, con la que ella me está mirando a mí en este momento.

Se acabó.

Me levanté, con mi rostro aún empapado por las lágrimas y sin si quiera mirarla, volví a dirigirme hacia la puerta. Pero antes de poder abandonar la habitación, sentí su brazo agarrarme con brusquedad, cosa que prácticamente me obligó a darme la vuelta.

─¡¿Ni siquiera ahora vas a decir nada?! ─preguntó desesperada, permitiéndome ver como sus ojos también estaban empapados en lágrimas.

Tragué saliva, pretendiendo que ese gesto fuera suficiente para poder hablar. Ni siquiera estoy segura, de que mi garganta vaya a ser capaz de pronunciar algo.

─¿Qué quieres que diga?

─¡Algo, Dulce! ¡Por dios! ─exclamó exasperada ─¡Grita! ¡Enfádate! ¡Haz algo, maldita sea! ¡Di lo que sientes de una maldita vez! ¡Odiame! ¡Odiame ya!

─¿Por qué tengo que gritarte, si escuchas perfectamente, Anahí? ─le pregunté tranquilamente, secando las lágrimas de mis mejillas ─¿Por qué tengo que decirte lo que siento, si tienes una venda en los ojos, que no te permite ver más allá de tus narices? Dime... ─pedí observando confusión en su rostro ─¿Qué quieres que haga? Tomaste la decisión ya, ¿no es así? Te rendiste. Estás decidida a marcharte de este lugar. Una vez más, pensando únicamente en ti. De eso se trata todo esto. De Anahí. Siempre de Anahí. Y no, no estoy enfadada si eso es lo que pretendías conseguir o lo que quieres escuchar. Y tampoco decepcionada contigo. Lo estoy conmigo. Porque creía que esto era diferente, creía que tú eras diferente. Que yo te... ─suspiré resignada ─Y nada de lo que puedas decir, ninguna de las palabras que sueltes por tu boca ahora mismo, va a conseguir herirme más de lo que me hiere, verte así de consumida. Porque podrás engañar a quien quieras, Anahí. Pero no a mí. Yo vi con mis propios ojos, como eres capaz de hacer las cosas bien. Cómo tienes la fuerza suficiente para salir de esa maldita enfermedad, si realmente te lo propones. Sin embargo, eres tú misma, la que está optando por hundirse cada vez más.

─Te crees que es muy fácil, ¿no? Que un día digo "basta" y ya está, se acabó. ¡¿Te crees acaso, que no se me hicieron eternos cada uno de los minutos en que no estabas aquí?! ¿Qué no me sentí como una basura cuando descubrí que para ti soy solo un maldito proyecto de universidad? ¿Un experimento? Y qué ni siquiera titubeaste antes de largarte corriendo, dejándome sola y vacía de nuevo, como una egoísta.

─¡Mi padre casi tiene un infarto, joder! ─grité esta vez sí, con rabia ─Y ni siquiera has sido capaz de preguntarme, qué ocurrió o cómo he estado las dos últimas semanas. ¿Quién es la egoísta, Anahí? ¿Quién es la que está tan hundida en su propia miseria, que no es capaz de ver lo que sucede a su alrededor? El proyecto... Sí. Es sobre ti. ¿Y sabes por qué? ¿Sabes por qué te elegí, a pesar de que me advirtieran, que era la peor opción que podía escoger si quería sacarlo adelante? Porque desde que llegué a este maldito lugar, desde que te vi caminando por ese pasillo, con la mirada perdida, lo único que he querido, ha sido cuidarte. ¿Se te olvida que hace tres meses, no pronunciabas ni una sola palabra? ¿Qué mis posibilidades de sacar algo de ti, era una entre cien? ¿Crees que eras un reto? ¿Qué no hubiera sido más fácil escoger a otra persona y lucirme con una investigación? ¿Pero sabes que habría ocurrido si hubiera hecho eso? Que entonces no hubiera podido estar cerca de ti. ─sentencié, viendo a través de las lágrimas, como mis palabras se clavan en ella igual que una cuchilla. Y Suspiré ─Me equivoqué al pensar que podía ayudarte. Y me equivoqué también al pensar, que sentías algo por mí. Algo lo suficientemente fuerte, para que quisieras salir adelante. Soy una estúpida y una ilusa. Nunca te ha importado nadie más que tú.

─Eso no es cierto ─negó llorando ─¿Tanto te cuesta entender, que me volví loca cuando te fuiste? ¿Qué te necesitaba aquí a cada momento? ¿Qué no sé cómo salir de esto si tú no estás? No digas que no siento nada por ti, Dulce... porque yo...

─¡No soy una maldita tabla de salvación! ─interrumpí desesperada ─¿Lo entiendes? Durante tres meses, lo único que he pretendido, ha sido enseñarte a amar la vida... por ti misma. No rescatarte. No hay nadie que pueda rescatarte, más que tú misma, Anahí. Entiéndelo de una vez, por favor, cariño.

Continúo sintiendo como las incontrolables lágrimas descienden por mis mejillas, impidiéndome tener una visión clara de ella. Pero a pesar de eso, sé perfectamente que está llorando. Que no ha parado de llorar desde que me levanté y que ambas sentimos cómo esta conversación, está desgarrando algo en nuestro interior.

─Si tuvieras idea de lo que significa estar ahí dentro... ─continuó con la voz quebrada ─Si tan solo supieras lo que se siente... El pánico, el terror de enfrentar un nuevo día. El simple pensamiento de que cualquier cosa, por insignificante que sea, te hará caer de nuevo y no vas a poder hacer nada por evitarlo... Si lo entendieras, sabrías que es como estar caminando continuamente sobre una cuerda floja, que cruza de lado a lado un acantilado. Cualquier movimiento mal hecho, te hará caer al vacío. Y créeme que no existe sensación de miedo más grande, que la de no controlar tu propia vida. ─apartó la mirada ─Jamás podrías entenderlo.

─Claro que no. Nadie te entiende, Anahí. ─aseguré con tono irónico, captando su atención y mirada confusa. ─Nadie puede ayudarte, según tú. Nadie es tan sumamente especial, para hacerse una idea de lo que estás viviendo. Por supuesto que no. ¿Pero alguna vez, te has parado a pensar, qué sentimos los que estamos a tu lado? Te crees que vives sola, dentro de una burbuja, mientras los demás observamos todo desde una perspectiva exterior. Simplemente esperando... a ver qué ocurre, a ver como acabas con tu vida, sin que eso afecte en lo más mínimo la nuestra. Pero... ¿quieres que te hable de lo que significa realmente, tener miedo? ─le pregunté, dispuesta a expresar por primera vez, todo lo que tanto tiempo llevo aguantando, callando, controlando ─Tener miedo, es que las únicas noches que he conseguido pegar ojo en los últimos tres meses, han sido esas en las que tú estabas a mi lado. En las que sentía tú mano agarrada a la mía y sabía que nada iba a ocurrirte, mientras yo estuviera ahí para impedirlo. Tener miedo, es vivir una pesadilla cada noche, en la que recibo una llamada diciéndome que tu cuerpo no aguantó más, que te tiraste por una ventana o que te volviste a tomar un bote de pastillas, consiguiendo esta vez tu objetivo. ─sentí mi corazón hacerse más pequeño al pronunciar esas palabras que tanto me aterrorizaban ─Tener miedo, es despertar cada día, con la sensación de que me falta el aire y sentir pánico a cerrar los ojos, porque esas pesadillas están ahí siempre. Tener miedo, es dedicar cada hora de mis días, a buscar una solución para ayudarte a superar esa maldita enfermedad y no encontrar absolutamente nada. Ni en libros, ni en informes, ni en ningún lado. Es sentirme inútil, porque en el fondo sé, que ninguno de mis intentos, ni nada de lo que haga, va a servir, porque tú eres la única que puede salvarte. ¡Es mirarme las manos! ─exclamé observándomelas, al tiempo que cierro los puños con fuerza ─y entender, que no sirven para nada, porque no van a poder rescatarte, mientras tú decidas quedarte hundida. ─solté los puños y suspiré, volviendo mi vista a ella, que había apartado sus ojos hacia algún lugar en el suelo, lejos de los míos. Nos regalé a ambas, unos segundos totalmente necesarios entre tanto llanto, y continué con la verdad más absoluta que había dicho jamás ─Tener miedo, Anahí... es estar enamorada de una persona que no le encuentra sentido a la vida. ─en ese momento, su mirada volvió a clavarse en mis ojos, mostrándome un atisbo de sorpresa y confusión entre tantas lágrimas. ─Y te equivocas, al pensar que la sensación de mayor miedo, es la de no controlar tu propia vida. Te aseguro, que es mucho más aterrador, ver como la vida de alguien a quien amas, se te va de las manos, sin que puedas hacer absolutamente nada por evitarlo. ─inhalé aire profundamente y me sequé las lágrimas antes de continuar ─Querías que te dijera lo que siento, ¿no? Pues ahí lo tienes. Mi iluso corazón, decidió enamorarse de la única persona que no quiere ser amada y de la única, que jamás podrá siquiera quererme. Porque es imposible que quieras a alguien, cuando sientes tanto odio hacia ti misma.

─¡Mira lo que tienes frente a ti! ─gritó desesperada, señalándose a sí misma ─¿Cómo puedes estar enamorada de esto? ¿Cómo puedes siquiera, continuar mirándome con esa expresión de amor, a pesar de lo que ven tus ojos? ¿Por qué, Dulce? ¿Por qué me haces sentir culpable de lo que he estado pensando durante dos semanas? Soy una basura... ¿A caso no lo ves? ¿No ves que destruyo todo lo que me importa? ¿Qué te estoy destruyendo también a ti? ¿Cómo puedes amar eso?

─¿Sabes? En este momento, ni siquiera sé quién destruye más a quien. Creía que con simples gestos de amor, verías a la persona que realmente eres y aprenderías a quererte. Pero creo que eso, sólo te ha conseguido una excusa para seguir hundida. Tú sabes perfectamente el motivo por el cual me marché. Sabías que había ocurrido algo y que si no fuera grave, no me habría marchado. Pero claro... fue más fácil dejar que se te nublara la mente y aferrarte a eso para no luchar, ¿no?. Porque pelear cuesta, Anahí. Los brazos se cansan, las piernas a veces no resisten tanto camino, el corazón, no aguanta tanto resentimiento hacia sí mismo. Así que, es más fácil rendirse, dejarse morir... Yo no te hago bien ─acepté entre lágrimas ─creía que sí... Pero lo cierto, es que ponerte las cosas tan fáciles, no funciona. Ahora lo comprendo. El amor, por muy grande que sea, no puede salvar a quien no quiere ser salvado.

Traté de volver a secarme las lágrimas y negando continuamente con la cabeza, sin mirarla, decidí marcharme definitivamente.

─Dulce, no te vayas ─suplicó llorando ─Cuando estoy a tu lado, todo es fácil. Cualquier lucha es insignificante. Pero cuanto tú no estás, me siento perdida, ─se llevó ambas manos a la cabeza ─Enloquezco... Todo es ruido y no sé quién soy.

─Ahí está el problema, mi amor ─susurré, sintiendo como cada palabra me rompía en mil pedazos por dentro ─tienes que encontrarte tú misma.

Ella me miró fijamente. Siento su mirada ida, perdida, está aquí, me está escuchando, pero no está entendiendo. Su corazón no es capaz de comprender lo que le quiero decir.

─Te necesito, Dulce.

Me acerqué a ella y agarré suavemente sus mejillas, sintiendo como el recorrido de sus lágrimas llegaba hasta mis manos. La miré a los ojos durante unos segundos, y no me hizo falta sacar fuerza para volver a hablar. Las palabras ya salen solas. Porque no puedo más.

─Pero yo no quiero, ni merezco que me necesites, Anahí... sino que me ames. ─volví a sentir como mis lágrimas comenzaban a descender nuevamente ─No puedo siquiera soportar, el pensamiento de una vida en la que tú no existas. No puedo. Y lo peor de todo esto, es que sé, que puedes salir adelante... Sé que puedes conseguirlo, porque lo he visto con mis propios ojos, porque yo conozco a la verdadera Anahí. La que se esconde detrás de ese miedo, detrás de ese resentimiento, la que se ilusiona con unos farolillos de luz, la que disfruta plantando un bambú, nadando en un lago, a la que le brillan los ojos cuando observa las estrellas, la que ríe a carcajadas hasta quedarse sin aire cuando le hago cosquillas, o incluso a esa, que tiembla cuando le hago el amor ─me detuve unos segundos, antes de soltar su rostro y volver a separarme ─Pero está claro que no quieres hacerlo. Y yo no puedo seguir aquí parada, viendo cómo te apagas... como se te va la vida... y la mía se va contigo. Necesitas la ayuda de alguien, que no sienta lo que yo siento por ti. Alguien a quien no te aferres como a un salvavidas. Que sea firme, que sea duro. El amor no sirve... Mi amor no te sirve.

─Dijiste que no lo harías... Dijiste que nunca me abandonarías.

─No lo estoy haciendo. Te estoy dejando libre, para qué elijas qué camino quieres tomar. Pero por ti misma y no por mí. Las opciones son únicamente dos; Vivir o morir. La primera, quizás sea la más difícil, implica una lucha constante, eterna, de la que no tendrás descanso y en la que sentirás la tentación de rendirte, en innumerables ocasiones. Pero a cambio de todo eso, experimentarás momentos que llenarán tu corazón de felicidad, cómo sé que has comprobado. En cambio la segunda, morir... es algo más fácil. Sólo tienes que bajar los brazos, dejar de pelear, limitarte a existir, hasta que llegue el día, en el que todo se detenga, en el que nada exista. Ni felicidad, ni yo... ni siquiera tú misma.

Después del silencio que se produjo, en el que ella no parecía tener nada más que decir, sacudí ligeramente la cabeza y con un suspiro abandoné la habitación, dando por finalizada la conversación y... todo. Pero antes de que pudiera siquiera dar dos pasos en el pasillo, sentí que sus brazos me volvían a retener, obligándome a dar la vuelta.

─¡Estamos hablando! ─gritó mirándome con desespero ─No puedes irte si estamos hablando.

─¡No estamos hablando, Anahí! ¡Me estás gritando! Eso no es hablar. Ni siquiera estás escuchando lo que te digo. Hace unos minutos me dijiste que te ibas y ahora no me dejas marchar a mí. No sabes lo que quieres, nunca lo has sabido.

─Quiero... ─comenzó llevándose ambas manos a la cabeza ─Quiero que pares. Quiero que pares de sermonearme. Sólo necesito que estés aquí.

─¿Lo ves? ─pregunté con dolor ─No has escuchado ni una sola palabra de las que te he dicho. Yo no soy tu padre, Any. No soy una doctora ni tampoco una nutricionista. No te estoy regañando porque no comas, porque vomites o porque tus análisis sean un desastre. Estoy llorando, delante de ti. Me acabo de derrumbar frente a tus ojos y no fuiste capaz de abandonar esa postura ni un minuto. Te estoy suplicando que pares. Estoy sufriendo...porque te estás matando.

─¡Está bien! ─exclamó con rabia, dejando a la vista el collar que le regalé, el cual se encontraba escondido entre el pijama y su cuello, y con un gesto forzado, lo arrancó lanzándolo a mi pecho. ─¡Lárgate! ¡Vete si es lo que quieres! Al fin y al cabo, resultas ser como todos... No sé que me hizo pensar, que podía esperar más de ti.

Al finalizar esa frase, observé como apartaba la mirada y volvía a llevarse ambas manos a la cabeza. Es la tercera vez que lo hace en lo que llevamos de "conversación", y su silencio de ahora consigue preocuparme.

─¿Qué ocurre? ─le pregunté acercándome, pero ella me empujo ligeramente, con la poca fuerza que tenía y se apartó aún más, mirándome con rabia.

─Márchate. ─pidió ─Es lo que estabas haciendo.

Y antes de que pudiera volver a decir nada más, se desplomó entre mis brazos. Haciéndome sentir, que todo mi mundo se desmoronaba en ese instante, junto a su cuerpo.

─¡Anahí! ─grité desesperada, colocándola sobre el suelo para intentar hacerla reaccionar. Acaricié sus mejillas, sin saber qué hacer ─¡Mi amor! ─las golpeé a continuación, con algo más de fuerza, dejando que el pánico se apoderara de mi cuerpo ─¡Una ambulancia!

Sin saber cómo, ni de dónde había salido, Marta apareció a mi lado, agarrando mis mejillas para obligarme a mirarla. Aunque por algún extraño motivo, mis ojos veían como sus labios se movían, pero mis oídos no escuchaban ni una sola de las palabras que con desesperación me decía.

Volví mi vista hacia Anahí, encontrándola aún entre mis brazos, con los ojos cerrados y sin ningún signo vital aparente. Fue entonces, cuando al observar su cuerpo, el latido de mi corazón comenzó a volverse cada vez más lento, débil, convirtiéndose en el único sonido que soy capaz de escuchar en el espacio que me rodea.


Continue Reading

You'll Also Like

965K 1.6K 11
Tori Baker es una dámara cuyo poder considera más una maldición que un don. Cuando los misteriosos ataques de unos monstruos empiezan a suceder, Tori...
5.1M 425K 51
Nunca me había imaginado con un chico. Hasta que apareció él. [Basado en hechos reales]
2.6M 351K 35
Minho adoraba su jardín. Las flores en las esquinas de diversos colores, las torpes enredaderas en su valla al final del terreno y la brisa de primav...