La Luz De Tu Mirada

Oleh JackieValand

107K 4.7K 880

Un choque de miradas accidentado. Así comienzan la mayoría de las grandes historias. Y esta, no iba a ser me... Lebih Banyak

BOOKTRAILER
Prólogo
OTOÑO...
I
II
III
IV
V
VI
VII
VIII
IX
X
XI
*Escena Extra*
XII
*Extra*
XIII
XIV
XV
XVI
XVII
XVIII
XIX
XX
*Extra*
INVIERNO...
XXII
XXIII
XXIV
*Extra*
PRIMAVERA...
XXV
XXVI
XXVII
XXVIII
XXIX
XXX (P.1)
XXX (P.2)
Último Capítulo
VERANO...
EPÍLOGO

XXI

1.8K 96 19
Oleh JackieValand



Dos semanas. 

14 días. 

400 horas para ser exactos. 

Ese es el tiempo que llevo viendo las cuatro paredes de esta habitación de hospital. Con mi ordenador portátil sobre las rodillas, cómo en este mismo instante, haciendo lo único que puedo hacer para sentirme un poco útil profesionalmente, redactar mi proyecto. Eso es lo único productivo que hago desde que llegué al pueblo de mis padres. Además, claro está, de cuidar a mi padre prácticamente las 24 horas del día. Lo cierto es que son escasos los momentos en los que estoy sola. Ninguno de los tres ha querido abandonar el hospital por demasiado tiempo en las últimas dos semanas. Quizás Daniel es el que más va y viene, ya que, aún tiene que asistir a algunas clases de la universidad. Pero restando eso y los momentos en los que lleva a nuestra madre hasta la casa, para que descanse, se bañe o simplemente realice sus pendientes, el resto del tiempo está aquí con nosotras.

Realmente, tanta dedicación no es del todo necesaria. Mi padre ya está en un proceso avanzado de recuperación. El susto no fue más allá de un amago de infarto y una apendicectomía, pero aun así, los médicos han decidido mantenerlo ingresado para realizarle diversas pruebas que creen necesarias y para controlar un poco su proceso de recuperación tras la operación. Y yo, con la insistencia de Marta, decidí quedarme hasta que le den el alta médica. Aunque ya no hay demasiado peligro, este estrés diario es demasiado para que mi madre y mi hermano lo afronten solos. Ella se niega a que su marido permanezca solo en esta habitación ni un segundo. Y en el fondo, esa dedicación y amor repentino hacia él, me resulta graciosa e incluso entrañable. Probablemente, esta sea la primera vez en la que nos siento como una verdadera familia. Y eso me gusta.

No obstante, a pesar de estar a kilómetros de distancia, contacto diariamente con Marta por correo electrónico para seguir con mi proceso de prácticas. Ella se encarga de enviarme expedientes y casos, solicitando mi opinión o punto de vista, y después de estudiarlo a fondo, redacto un informe con alguna conclusión que la mayoría de las veces coincide con la suya. En realidad, sólo lo hace para que no me sienta tan culpable por haber abandonado mi trabajo durante tanto tiempo, y lo que es peor, en el último periodo del mismo. Además de eso, cada dos días hago una llamada telefónica al centro, para que ella misma me ponga al tanto de las novedades e intentar hablar con Anahí. Pero esa segunda parte, todavía no ha sido posible en ninguna ocasión.

El primer día, un poco entrada la tarde, lo intenté. Llamé al centro y pedí que me comunicaran con su habitación. Pero al igual que pasó en la mañana cuando hablé con Marta, Anahí no se encontraba, y poner al personal a buscarla por todo el centro para una llamada personal, no me parecía demasiado profesional por mi parte. Así que, simplemente le pedí a Carla que le hiciera saber que había llamado. Por una cosa o por otra, así ha ido sucediendo cada día de las últimas dos semanas. Y aunque trato de no pensar demasiado en ello, me resulta extraño, muy extraño que en ninguna ocasión haya podido comunicarme con ella. Como si de alguna forma estuviera huyendo de mí, evitando mis llamadas. Y aunque me muera por escuchar su voz, por saber cómo se encuentra o por decirle cuanto la extraño a cada minuto, no puedo insistir demasiado. No puedo olvidar, que ese es mi trabajo, ella es mi paciente y Marta, antes que mi amiga, es mi jefa. A todo ello, le debo un respeto que trato de guardar lo máximo posible, a pesar de los acontecimientos, de mis sentimientos y de cualquier cosa. Además, me tranquiliza la idea de saber, que si algo grave estuviera ocurriendo, Marta no sería capaz de ocultármelo. O al menos, ese es el pensamiento que me hace racionalizar con la cabeza, continuar aquí y no dejarme llevar por el impulso de salir corriendo a buscarla, aunque me esté muriendo por abrazarla a cada segundo.

─¡Ya estamos aquí! ─exclamó Daniel apareciendo por la puerta.

─¡Shh! ─interviene mi madre dándole un suave manotazo en el brazo. ─¿A ti aún no te queda claro que esto es un hospital?

─Y que además, nuestro padre está durmiendo ─añadí sonriendo.

─Bueno, bueno, dejen de regañarme. ─continuó mientras se acercaba a darme un beso en la frente ─Encima que me alegro de ver a mi hermanita. ¿Cuántos años hace que no te veo todos los días durante dos semanas seguidas?

─Desde que me fui de casa.

─Demasiado tiempo ─volvió a intervenir mi madre. ─¿No ha despertado?

─Ya sabes que es peor que un oso perezoso. Puede caer una bomba a su lado sin que se inmute. ¿Cómo encontraron a White?

─Perfectamente. ─continuó ella ─No me habías contado que estuviera tan bien educado. La casa está intacta, sus necesidades en la terraza y el pobre parece que lo único que necesita es compañía, porque nada más abrir la puerta, vino a nuestro lado y no dejó de perseguirnos ni un minuto.

─Así es mi pequeño ─sonreí orgullosa.

─Deberías ir a descansar un poco ahora que estamos nosotros aquí. Estar todo el día frente a ese ordenador, te va a consumir la vista.

─Si. En un rato iré para la casa. White necesita salir a la calle y correr un poco.

Mi madre asintió y volvió la vista hacia la imagen de su marido, aun profundamente dormido.

─Voy a bajar a la cafetería, para comprar a mis chicas favoritas un café bien calentito. ─informó mi hermano ─¿Necesitan alguna otra cosa? Dul, ¿Quieres algo de comer?

─No, gracias.

─Pero no has desayunado ─inquirió seriamente mi madre.

─Aún no tengo hambre.

Me encogí de hombros despreocupada, pero a ella pareció no importarle en absoluto mi argumento

─Tráele algo de desayunar ─sentenció observando a Daniel, quien me miró esperando mi aprobación.

No pude hacer más que sonreír resignada y darle el permiso, porque llevarle la contraria a mi madre, era más agotador que un pulso chino. Y al fin y al cabo, en esta ocasión tiene razón. Así que, mi hermano abandonó la habitación dejándonos solas, con mi padre aún dormido y en medio de un silencio sepulcral.

Estaba dispuesta a continuar mi trabajo, creyendo que su vista estaba centrada en mi padre, cuando la escuché intervenir una vez más.

─¿Cómo llevas tu proyecto de prácticas? ─cuestionó, captando mi mirada.

─Bien. ─respondí observando cómo se acercaba ─En cuanto vuelva a la ciudad, espero acabar con los últimos detalles para solicitar fecha y presentarlo.

─Espero que tu padre ya se encuentre en casa para entonces. Si no, al hospital le va a tocar pagarnos un helicóptero de traslado, porque nada en el mundo va a impedir que tu familia esté presente ese día.

La miré sin decir una sola palabra, ni hacer un gesto, absolutamente sorprendida y ¿para qué negarlo?; desorientada ante su actitud. Siempre he estado a la defensiva con mi madre, siempre he tenido todos mis sentidos alerta, dispuesta a defenderme de cualquier comentario sarcástico que pudiera dirigirme. Y ahora, verla sonreír, mientras se muestra realmente interesada por mi vida, me resulta tan extraño, que ni siquiera sé cómo reaccionar. Por lo que opto por guardar silencio, corresponder la sonrisa y volver la vista a la pantalla del ordenador.

Lo cierto, es que en las dos últimas semanas, su actitud conmigo ha cambiado considerablemente. Conmigo y con todos. Hemos conseguido pasar quince días bajo una harmonía sorprendente, sin discutir, sin llevarnos la contraria porque sí. Conviviendo entre estas cuatro paredes, como probablemente nunca hicimos en nuestra casa.

─¿Acudirá ella también? ─volvió a cuestionar, rompiendo el silencio y consiguiendo que toda mi atención recayera en ella.

─¿A quién te refieres?

─A la chica que le robó el corazón a mi hija.

Permanecí absolutamente perpleja ante su afirmación. Y guardé silencio, mientras ella se sentaba a mi lado, como si acabara de decir algo completamente normal. Pero mi mente, no era capaz de asimilar el hecho, no sólo de que acabara de hablar en femenino, como si eso nunca hubiera sido un problema para ella, además, me pregunto de dónde demonios sacó que existe alguien en mi corazón.

─Yo sé que nunca he estado cerca, ni mucho menos, de ser una madre ejemplar, o aquella que tú deseabas tener. ─continuó al darse cuenta de que no pensaba abandonar mi silencio ─Soy consciente, de que durante toda tu vida, te he obligado a defenderte de mí. Como si no hubieras tenido suficiente con tener que defenderte del mundo ─sonrió con ironía ─Probablemente, eso no me lo perdonaré jamás. Porque de todos los errores que he cometido en mi vida, mi actitud hacía ti, ha sido el peor de todos. Pero aunque en ocasiones te cueste creerlo, tú estuviste nueve meses aquí ─señaló su vientre con una sonrisa ─Durante todo ese tiempo, el único mundo que conociste, fue mi vientre. Naciste de mí, Dulce. Te he visto crecer y pasar por todas las etapas que un ser humano debe pasar. Conozco absolutamente todas tus miradas. Sé distinguir cuando estás triste, preocupada, nerviosa, ilusionada o feliz... Y sé perfectamente, que aunque lleves dos semanas sin moverte de esta habitación más que para pasear a tu perro, cada segundo, tu mente ha estado en un lugar a muchos kilómetros de este hospital. En ocasiones, permaneces pensativa y sin darte cuenta, tus ojos adquieren un brillo distinto, como si te estuvieran invadiendo ciertos recuerdos que te hacen sonreír interiormente. Esos cambios, en la mirada de un hijo, sólo una madre los conoce, aunque siempre hayas creído que estoy muy lejos de conocerte realmente. Quizás así sea. Quizás nunca me haya molestado en averiguar cómo te sientes en cada momento. Seguramente, el miedo de verte crecer tan distinta a mí, me haya obligado a poner una barrera entre ambas que no ha hecho otra cosa más que alejarte. Pero a pesar de eso, y aunque muchas veces te he visto "sufrir por amor" ─enfatizó las últimas palabras, haciendo un gesto de comillas con los dedos ─La verdad es que nunca has tenido en tu mirada, el brillo que tienes en esos momentos de los que te hablo. Estoy segura, de que sería la primera vez, que no tendrías que defender tus sentimientos frente a mí y frente a nadie, porque el simple hecho de sentirlo, te basta para ti misma.

Cada palabra de este repentino e inesperado discurso de mi madre, estaba consiguiendo crear una sensación en mi pecho bastante difícil de explicar. Por un lado, estoy completamente segura de que jamás me ha hablado de esta forma tan sincera, tan relajada. Nunca me había sentido comprendida frente a ella. Pero por otro lado, la nostalgia y tristeza en sus palabras, me hacían sentir culpable. No quiero que se sienta mal, al fin y al cabo, me acostumbré a vivir de esa forma y el pasado no se puede borrar. Lo único que podemos crear, es el presente, y de esta forma, modificar el futuro.

No obstante, permanecí callada. Alguna parte de mí, sigue sin poder abrirse. No sé cómo hacerlo.

Pero entonces, sentí su mano agarrar fuertemente la mía, obligándome a observar el gesto confundida durante unos segundos. Al ver que no desistía, ascendí la mirada y la encontré observándome, sonriendo, esperando pacientemente hasta que yo decidiera cuando hablar.

─Háblame de ella... ─pidió en un susurro. ─inténtalo.

─Es complicado ─hablé por fin.

─¿Ella es complicada?

─No. La situación lo es. ─aclaré ─Pero con ella, todo es fácil. Es la mujer más especial que he conocido jamás. ─suspiré ─Pero no puedo hablar sobre ello. ─la tristeza en los ojos de mi madre me obligó a continuar ─No es por ti. Sólo que... es un tema del que no debo hablar.

─¿Ella te quiere?

Volví a suspirar. Y esta vez, pude sentir un atisbo de tristeza invadir mis ojos, al no tener respuesta para esa pregunta.

─Ojalá lo supiera ─sonreí con ironía ─Sólo sé, que con ella todo es fácil. Todo fluye. Desde el primer momento ha sido así. Cualquier persona del mundo, podría opinar que una historia así, es dañina, que no puede llevar a ningún buen lugar. Antes, cuando dijiste que me habías visto en ocasiones, "sufrir por amor", recordé esa relación de hace años, en la que todo parecía destinado a salir perfecto, y sin embargo, nunca me llegué a sentir en paz. Siempre tenía una constante sensación de miedo, porque yo sabía que faltaba algo, no había seguridad. Una relación con muchos altibajos, en la que lo único seguro para mí, es que tarde o temprano, por cualquier motivo, iba a terminar. Con ella, aunque la situación sea una completa locura, aunque todo esté destinado al fracaso, tengo sensaciones que nunca antes había sentido.

─¿Cómo cuáles? ─insistió ─¿Qué te aporta esa chica?

─Me aporta tranquilidad cuando estamos juntas, al mismo tiempo, que una locura impredecible. Es la persona más luchadora que he conocido jamás, aunque el mundo entero pueda pensar lo contrario. Sólo frente a mí, se muestra como una niña frágil, que necesita cuidados y protección. Y eso me hace sentir especial. Estar con ella, es descubrir un mundo nuevo, con los ojos de un niño que ve todo por primera vez. Es ternura e ilusión personificada. Me escucha y comprende, como nadie lo ha hecho nunca. Alguna vez... ─salí por un momento del trance, y clavé la mirada en mi madre, descubriéndola emocionada por primera vez en mi vida. ─¿Alguna vez has sentido en los ojos de alguien, que aunque no te diga absolutamente nada, siente tu dolor y tu felicidad, como si fueran suyos propios?

Ella, con los ojos ligeramente cristalizados, dirigió su mirada hacia mi padre.

─Si... ─afirmó después de algunos segundos ─Y nunca supe valorarlo. ─su vista volvió a recaer en mí ─Admiro de ti, que hayas sabido reconocer lo que estabas buscando, desde un primer momento.

─A veces en la vida, ni siquiera sabes lo que estás buscando, hasta que lo encuentras. Hasta que aparece alguien y te dice: "No soy perfecta, no vamos a vivir algo perfecto, pero aquí estoy. Ya no puedes escapar"

─¿Quieres escapar?

─No ─sonreí ─La verdad es que al único lugar que quisiera escapar, es a su lado.

─¿Qué es lo que te preocupa entonces? Porque no cabe duda, de que hay algo a lo que le estás dando vueltas desde que llegaste. ¿Por qué es tan complicado? Si todo lo que me cuentas es precioso.

─No puedo explicártelo. ─suspiré volviendo a la tierra ─Ni siquiera debería estar hablando de ella.

─Bueno, entonces voy a intentar aconsejarte desde la experiencia, porque en no hacer las cosas demasiado bien, soy la número uno. ─sonrió. Aunque en dicha sonrisa había más resignación que cualquier otra cosa ─Llevo más de veinte años, compartiendo mi vida con un hombre ejemplar, que en su momento fue capaz de dejarlo todo por mí y nunca ha cesado en su intento por agradarme para hacerme la mujer más feliz de mundo. Pero resulta, que yo nunca tenía suficiente. Ni con él, ni contigo, ni siquiera con tu hermano. Desgraciadamente, ha tenido que pasar esto, para darme cuenta del hombre tan maravilloso que siempre he tenido a mi lado y de la bonita familia que juntos hemos construido. No es una familia perfecta, porque ninguna lo es. Pero aquí estamos. Todos juntos. Y de no ser por mí, habríamos pasado muchos más momentos como este, sin necesidad de que ocurriera una tragedia. Sinceramente, Dulce, yo no sé qué haría si llegara a perder a tu padre ─volvió a mirarlo, dejándome observar de nuevo, una ligera emoción en sus ojos ─Es el mejor hombre que la vida pudo ponerme en el camino y me dio a los mejores hijos que cualquier madre podría tener: estudiantes, trabajadores, responsables, pero sobretodo, buenas personas. Por eso, aunque nunca te lo haya dicho, admiro que tú seas capaz de valorar cosas tan sencillas como las miradas, o como las sensaciones que te hace sentir esa chica. Que no pidas nada más. Nunca has pedido nada más. Nunca te ha importado lo material, el dinero, ni siquiera el éxito... Siempre, te he visto moverte por amor. Y no sabes lo feliz que me hace saber, que por fin llegó a tu vida, la persona elegida para que le entregaras el tuyo. Porque no importa lo que suceda de ahora en adelante. Si sale bien, o si sale mal, si es complicado como tú dices, o está destinado al fracaso. Lo que importa, es que estás enamorada, hija. Hasta la última partícula de tu cuerpo, está loca de amor por esa muchacha. Y aunque exista eso, que no me puedes contar, estoy muy tranquila, porque sé que nunca hubieras sentido algo así, por alguien que no lo mereciera. Así que, confía en tu corazón, deja que él te guíe como has hecho siempre y lucha, porque como bien dices, muy especial tiene que ser esa chica misteriosa, para haberse ganado el corazón, siempre tan protegido, de mi hija.

Tras finalizar con una sonrisa cómplice, presionó mi mano, esa que en ningún momento de la conversación había soltado, y entrelazó nuestros dedos. Como si quisiera con un gesto, transmitirme toda la comprensión que no me había transmitido nunca. Ambas permanecimos en silencio un largo instante. Ella sabe perfectamente, que aunque en mi interior siempre haya necesitado esa comprensión, jamás lo admitiría. Quizás han sido demasiados años creando esta coraza alrededor de mi corazón, para que en dos minutos, sea capaz de abrir una brecha y dejar escapar mi orgullo. No creo que sea tan fácil. Aunque definitivamente, la vida no deja de sorprenderme últimamente.

─Llevo toda la vida queriendo tener esta imagen frente a mí, ¿y ustedes deciden hacerlo, cuando me encuentro incapacitado para inmortalizar el momento?

La voz de Daniel nos sorprendió a ambas, obligándonos a mirar hacia la puerta, dónde lo encontramos prácticamente haciendo malabares para sostener tres cafés y algo que parecía ser un sándwich. Una imagen bastante graciosa, a decir verdad.

─Deja que te ayude ─pedí llegando hasta él y arrebatándole uno de los recipientes con café, para ofrecérselo a mi madre.

Seguidamente, me dio el sándwich para que desayunara, y descubrimos que había traído otro igual para él, como si no hubiera desayunado ya. El estómago de mi hermano tenía cabida para tres desayunos, tres almuerzos y tres cenas, como mínimo.

Empezamos a disfrutar del desayuno, mientras mi padre continuaba durmiendo y absolutamente ajeno a cualquier ruido o conversación que existiera a su alrededor. Estoy segura, que daría lo que fuera por poder ver esta imagen de su familia más unida que cualquier día de navidad.

─¿Por qué no vas a la casa para que descanses unas horas? ─preguntó mi madre una vez habíamos terminado ─Te vendrá bien pasar algún tiempo con White y despejarte.

─Si, voy a aprovechar ahora que están los dos aquí para ir a pasearlo y descansar un poco. Este sillón de hospital me tiene los huesos entumecidos ─Arqueé mi espalda sintiendo algo de dolor.

─Te estás haciendo mayor, Dul. ─bromeó Daniel mientras comenzaba a ejercer una ligera presión sobre mis hombros, para masajearlos.

─Seguramente. Pero como sigas haciendo eso, te obligaré a estar así el resto del día.

─Luego te paso la factura. ─informó ─Mis manos tienen un precio. Y no todas las mujeres tienen el privilegio de ser tocadas por ellas.

─La humildad por encima de todo ─le dije con ironía, rodando los ojos.

Él dejó un cariñoso beso en mi mejilla y observé a mi madre sonreír, al vernos pelear y reconciliarnos como siempre.

A continuación, me dispuse a guardar el ordenador en su maletín y recogí mi bolso dispuesta a partir hacia la casa.

─Cualquier novedad me avisan ─les pedí, dándole a ambos un beso de despedida ─No creo que tarde demasiado en volver.

─Descansa tranquila. Ya sabes que aquí todos los días son iguales. ¿Puedes poner en marcha la lavadora cuando llegues a casa? Dejé la ropa preparada, sólo tienes que presionar el botón. Ya está programada para el tipo de tejido, pero abre la puerta en cuanto acabe, si no, la ropa quedará con mal olor.

─Mamá, sé utilizar la lavadora, tranquila ─le sonreí ─¿Hay algo más que hacer? ¿Ir al supermercado...?

─No. Dejamos casi todo listo esta mañana.

─Está bien. Entonces me voy ya. Si quieren que traiga algo antes de venir, me hacen una llamada. Seguramente volveré para el almuerzo.

─Conduce con cuidado ─fue la última indicación de mi madre, antes de que abandonara la habitación definitivamente y seguidamente, el hospital.

Tardé menos de cinco minutos en llegar a casa y nada más introducir la llave en la cerradura, pude escuchar al otro lado de la puerta, los olfateos desesperados de White. Cosa que me hizo sonreír. Pero en cuanto abrí, ese pequeño terremoto se abalanzó sobre mí, tratando de lamer cada espacio de mi rostro y moviendo como loco su cola, en señal de alegría.

─¿Cómo está el cachorro más bonito del mundo? ─le pregunté mientras lo abrazaba y dejaba que me diera cariño ─¿Aburrido? ¿Sí? Te abandono demasiado tiempo durante el día, ¿verdad, pequeño? ¡Venga, vamos a la calle!

Al escuchar las palabras mágicas, se adentró apresuradamente en la casa, dirigiéndose hacia el mueble donde suelo dejar su correa y se sentó justamente ahí, jadeando con la lengua fuera y con aparente expresión de no haber roto un plato en su vida.

No pude hacer más que sonreír y dar de cabeza.

─Como te extraño ─le dije al tiempo que recibía un ladrido por su parte ─Dame un minuto.

Me dirigí hacia el cuarto de la limpieza para poner en marcha la lavadora, como había dicho mi madre, antes de que se me olvidara. Así le daba tiempo suficiente para acabar, mientras White y yo dábamos un paseo.

Volví a la zona de la entrada y lo vi echado junto a la misma encimera, esperando pacientemente mi regreso, pero al verme subir las escaleras, decidió abandonar su puesto y comenzar a seguirme.

Llegué hasta mi habitación y allí busqué algo de ropa más cómoda. De pronto me pareció una buena idea que fuéramos a correr por los alrededores. A pesar del cansancio que tengo, eso servirá para reactivar mis huesos, despejar mi mente y para que White desahogue toda la energía que tiene acumulada por pasar prácticamente todo el día sólo en casa.

Comencé a cambiarme, sin ninguna prisa, con la parsimonia que me caracteriza y cuando estaba a punto de terminar, volteé, encontrándomelo sentado sobre sus patas traseras, justo en el umbral de la puerta y con su cabeza ligeramente ladeada, sin apartar su vista de mí. Esa imagen, automáticamente me recordó al primer día en que acudí a mis prácticas en La Cascada, cosa que me hizo sonreír casi inevitablemente. Han pasado tres meses y medio desde aquel día en el que tan nerviosa me encontraba. ¿Cómo es posible, que en tan sólo tres meses y medio, en mi vida hayan ocurrido más cosas que en veinticinco años?

─Me estás presionando ─inquirí señalándolo con mi dedo índice y recibiendo un nuevo y sonoro "guau" como respuesta ─Está bien, está bien, ya voy.

Terminé de vestirme rápidamente y esta vez sí, volvimos a bajar las escaleras, busqué su correa y se la puse antes de salir. No porque se fuera a escapar sin hacerme caso, sino porque a esta hora de la mañana ya hay demasiada gente caminando por las calles y llevar al perro suelto, aunque sea el más pacífico y bueno del mundo, me pude ocasionar algún problema.

Durante algunos kilómetros, pude conseguir que mi mente solo pensara en correr, en la velocidad y en mantener la respiración a un ritmo medianamente normal para no quedarme sin oxígeno. Pero resultaba bastante obvio que mi cuerpo ya se ha desacostumbrado al ejercicio, aunque también es bastante probable que mis pocas horas de sueño y el cansancio que deber estar acumulado en mis músculos, influyan negativamente. Aun así, sentir la brisa en mi rostro y respirar aire fresco mientras veo a White trotando a mi lado, es suficiente para que aguante algunos minutos más corriendo por estas calles.

Después de algún tiempo, decidí que nos detuviéramos en un parque cercano y buscamos un lugar no demasiado transitado para poder quitarle la correa. Una vez liberado, comenzó a corretear alrededor, olfateando todo a su paso y cuando ya había investigado suficientemente el lugar, regresó a mi encuentro, para que le lanzara la pequeña pelota con la que solíamos jugar.

Continuamos jugando un largo rato, hasta que consideré que ya había agotado la suficiente energía y entonces volvimos a casa, trotando también, para que mi cuerpo no se enfriara y me costara más llegar.

En cuanto abrí la puerta, él se dirigió a la cocina para beber agua. Y yo, aunque el sofá estaba pronunciando mi nombre a gritos, tuve que acudir al cuarto de la limpieza para asegurarme de que la lavadora ya había terminado su trabajo. Al comprobar que así era, abrí la puerta y dejé que la ropa se aireara mientras acudía a la cocina a por un vaso de agua.

Una vez de vuelta en la sala, me dejé caer sobre el sofá, sintiendo al instante dolor en cada uno de los músculos, a medida que se relajaban. Pero antes de que pudiera realizar algún sonido de queja, White saltó sobre el sofá y estratégicamente acopló su cuerpo junto al mío.

─¿Y a ti quien te dio permiso para subirte al sillón? ─le pregunté observando cómo se acomodaba cada vez más y miraba hacia otro lado, haciéndose el sordo ─Si te ve mamá, vamos a terminar durmiendo en el coche Lo sabes, ¿verdad?

A continuación, hizo una especie de sonido y sus "inocentes" ojos azules, volvieron a dirigirse hacia mí, haciéndome suspirar al recordarla, mientras le acaricio la cabeza.

─¿Crees que se encuentra bien? ─continué preguntando como si realmente fuera a responderme, recibiendo una simple mirada por su parte ─Sabes que si no la llamo a cada cinco minutos, es porque cualquier indicio de que no sea así, me hará correr a buscarla. Si hubiera ocurrido algo, Marta me lo habría contado... Pero no dejo de preguntarme cómo se encuentra, o si realmente lleva dos semanas evitándome. ¿Habrá olvidado ya, todo lo que vivimos? Ni siquiera te haces una idea de cómo la extraño ─volví a suspirar ─¿Crees que ella también me extraña? ─otro pequeño sonido que no llegaba a ladrido, salió de su boca, haciéndome interpretarlo como una respuesta ─¿Entonces por qué no responde mis llamadas? Sé que me fui sin despedirme, pero... no he dejado de intentar comunicarme con ella desde que llegué y... Dios, ─suspiré de nuevo ─estoy tan cansada, que ni siquiera puedo tener pensamientos lúcidos.

Tras decir eso, alzó ligeramente la cabeza para dejar un pequeño lametón sobre mi mejilla y a continuación, la acomodó sobre mi hombro, acercando su cuerpo más al mío y dejándome observar como cerraba los ojos.

Continué acariciando su cabeza durante algunos minutos, hasta que entre pensamiento y pensamiento, fueron mis ojos, los que no pudieron retrasar más el cerrarse, permitiendo que me sumiera en un profundo sueño.


◊◊



Sin tener la más mínima idea de cuánto había transcurrido, extraños ruidos me hicieron abrir los ojos de una forma casi tortuosa. Sea lo que sea, lo que hubiera dormido, definitivamente, no había sido el tiempo suficiente para mis parpados, que estaban pesando toneladas ahora mismo.

Poco a poco, la luz fue entrando por mis ojos a medida que los abría, pero esa pequeña desorientación que se siente al despertar, en esta ocasión estaba ligeramente multiplicada, al sumarse con un profundo dolor de cabeza.

La imagen de Daniel fue lo primero que observé al abrir los ojos definitivamente. Me mira con una ligera expresión de pánico que aun no entiendo a qué se debe, y sin decir nada, comienza a hacer pequeños sonidos y señales para llamar la atención de White y que vaya hasta él. Es entonces, cuando el cachorro ya se encuentra siendo acariciado por mi hermano y yo trato de incorporarme mientras me sostengo la cabeza, cuando escucho la voz de mi madre aparecer por la sala. Daniel me mira divertido mientras continua acariciando a White. Si nuestra madre llega a verlo sobre el sillón, nadie hubiera sido capaz de librarnos de un gran sermón que duraría el resto del día.

En cuanto apareció frente a mí, me miró extrañada, probablemente confundida por encontrarme acostada en la sala en vez de en mi habitación. Seguidamente, observó cómo Daniel acaricia a White y volvió a mirarme con una ceja alzada, no muy convencida de la imagen que tenía frente a ella. Pero de pronto, otra voz apareció por detrás, consiguiendo la atención de todos, incluida la mía que se sumaba a la confusión.

─¡Hogar, dulce, hogar! ─exclamó.

─¿Papá? ─pregunté tratando de incorporarme más y sintiendo un ligero mareo que traté de disimular ─¿Qué haces aquí?

─Por fin esos médicos decidieron dejar de utilizarme como su experimento de laboratorio, hija.

─Acaban de darle el alta ─aclaró mi madre.

─¿Cómo? ¿Y por qué no me avisaron para ayudarlos a recoger todo?

─Porque llevas dos semanas prácticamente sin dormir, Dul ─respondió Daniel ─Suponíamos que estabas descansando.

─Y no merecía la pena despertarte para traer cuatro cosas ─añadió mi madre.

En cuanto me puse en pie, volví a sentir la ligera sensación de que mi cuerpo dejaría de sostenerme en cualquier momento. Me llevé ambas manos a los ojos, para frotarlos un poco y seguí con mi camino para saludar a mi padre con un cariñoso abrazo, sin que nadie se percatara.

─Bienvenido a casa ─le susurré. ─¿Te encuentras mejor?

─Perfectamente, cariño. Estar entre esas cuatro paredes iba a volverme loco en cualquier momento.

─Bueno, estar loco no es tan malo ─me encogí de hombros con una sonrisa. ─Pero ahora tienes que cuidarte y hacer caso de las instrucciones que te hayan dado. Nada de volver a cometer las tonterías de antes.

─Ya, ya... ─suspiró resignado ─No sé por qué presiento, que aquí estaré más vigilado que en el hospital.

─Eso es que tienes una familia que te quiere.

─Voy a tener que sufrir amagos de infartos más a menudo, para que mi familia se reúna durante dos semanas con más frecuencia.

─No digas eso ni de broma ─recriminó mi madre, mientras le daba un ligero golpe en el hombro y lo ayudaba a llegar hasta el sofá ─Que Dulce ha tenido que abandonar su trabajo solo para estar a tu lado.

Los dejé "discutiendo" en la sala para dirigirme a la cocina a por alguna píldora que me quitara el dolor de cabeza. En cuanto encontré algo no demasiado fuerte, ya que soy bastante extraña para esto de tomar medicinas, la ingerí ayudándome de un sorbo de agua para tragarla con más facilidad. Entonces sentí la presencia de White a mis pies.

─¡De la que te acabo de salvar! ─exclamó Daniel apareciendo ─Mamá hubiera puesto el grito en el cielo si llega a ver a White subido sobre su caro sofá de "cachemir".

─Lo pondrá en cuanto descubra pelo canino por toda la superficie.

─Ah, pues ahí sí que ya no podré salvarte.

─¿Huimos? ─pregunté descendiendo la vista hacia el cachorro y recibiendo un ladrido como respuesta. ─Sabia decisión.

Se produjo un pequeño silencio en lo que enjuago el vaso que acabo de utilizar, cosa que casi me hace perderme en el recorrido que hace el agua al caer por mis manos.

─¿Está todo bien? ─Interrumpió mi hermano, sacándome de ese estado de ausencia.

─Sí... claro ─respondí cerrando la llave del agua ─Ya está papá recuperado ¿Qué más podría estar mal?

─Bueno, no hay que ser demasiado inteligente para darse cuenta de que el cansancio te está pasando factura. Casi no te levantas del sillón hace unos minutos, tienes unas ojeras horribles, y apuesto a que tu escases de conversación es porque sientes que la cabeza te va a estallar. Eso es por no dormir, y no creo que lleves así dos semanas sólo por nuestro padre.

─Vaya, ¿Ahora además de arquitecto, eres médico y también psicólogo o adivino?

─Soy tu hermano ─se encogió de hombros ─Y te conozco desde que nací. Hablar de tus problemas no se te da bien y quejarte tampoco. ¿Recuerdas aquella vez, cuando éramos pequeños y la noche de navidad casi cojo una pulmonía que me tuvo una semana en cama, con fiebre, tos, etc.?

─Lo recuerdo ─sonreí ─Solo a nosotros se nos podía ocurrir salir a ver las estrellas durante horas con tremendo frio, mientras todos celebraban creyendo que estábamos durmiendo plácidamente en la cama.

─Tú también enfermaste. ─continuó captando mi mirada ─Y de no ser porque de pronto se te puso la nariz como para hacerle competencia a Rudolf, mamá nunca hubiera descubierto que también estabas ardiendo en fiebre.

─¿Y qué me quieres decir con esto?

─Que está bien bajar la guardia por una vez en la vida, Dul. Sé que no necesitas de nadie y que has aprendido a cuidarte solita durante toda tu vida. Pero no siempre puedes ser "Super Dulce". Te sientes mal, estás cansada, porque no has conseguido pegar ojo durante las dos últimas semanas y además, tu mente no para de darle vueltas a algo que te tiene agotada mentalmente. Tómate un respiro. ─pidió ─Nuestro padre ya está en casa, nosotros nos vamos a encargar de que siga las instrucciones de los médicos y todo va a estar bien. Esta parte de tu vida ya está solucionada, ahora vas a tener que coger el teléfono y enfrentar esa otra parte, antes de que tu mente y tu cuerpo te digan "basta", y sea a ti, a la que tengamos que visitar en el hospital.

En cuanto terminó de decir eso, mi teléfono móvil comenzó a sonar, cosa que me hizo mirarlo con el ceño fruncido y él sonrió triunfante, como si algún ser superior le estuviera dando la razón. Miré la pantalla y el nombre de Marta aparecía intermitente, mientras este continuaba sonando. Lo observé durante algunos segundos, con un temor incontrolable que comenzaba a invadir mi estómago. Es la primera vez que Marta no espera mi llamada y se adelanta. Inhalo aire profundamente, observo a mi hermano y me decido a pulsar el botón que descuelga la llamada.

─¿Diga?

─¿Dulce? ─preguntó al otro lado del teléfono.

─¿Cómo estás, Mar? Pensaba llamarte en unos minutos.

─Bien, yo estoy bien. ¿Y tú? ¿Cómo va todo con tu padre?

─Justamente acaba de llegar a casa. Le dieron el alta hace unas horas, aunque ya sabes, completa vigilancia para que no vuelva a ocurrir. Tiene que seguir los cuidados al pie de la letra.

─Entiendo. Ahora deberá cuidar su alimentación, sus rutinas y tomarse la vida con calma.

─Exactamente ─confirmé ─Pero... ¿Ocurre algo? Es la primera vez que llamas antes de que yo lo haga.

─No he querido molestarte demasiado con los asuntos del centro, ya bastante tienes con los problemas de tu familia. Pero hay algo que debes saber... ─dudó ─se trata de Anahí.

Escuchar su nombre, hizo que mi corazón quisiera dejar de latir por un instante, aunque lejos de eso, se aceleró, temeroso, ansioso.

─¿Qué pasa con ella? ¿Qué pasa con Anahí? ¿Le ocurrió algo? Dime por favor.

─Dul, tranquila. No le ha ocurrido nada excesivamente grave. Pero me pediste que te informara sobre cualquier cosa que pasara con ella y me acaban de llegar sus últimos análisis. ─en cuanto dijo eso, mi corazón volvió a bombear con mucha fuerza. La última vez que escuché esas palabras, no eran buenas noticias ─Anahí ha bajado de peso considerablemente desde que te fuiste, y es algo que no entiendo. Tuve la oportunidad de verla personalmente cuando le entregué el paquete que me pediste y como te dije en su momento, se veía muy diferente después de ese fin de semana. No he dejado de estar pendiente de ella y realmente, no sé qué pudo haber ocurrido, ni cómo se las ingenió para saltarse los controles, porque no es normal un cambio tan drástico. Además, vuelve a no querer hablar con nadie. Así que, tratar de llegar a ella, me ha estado resultando imposible. Lleva dos semanas muy extraña, apenas sale de su habitación y cuando se acerca la hora en la que tú sueles llamar, ya no se encuentra ahí. No le había querido dar importancia a los hechos, porque decidí darle un voto de confianza, esperar a ver cómo evolucionaba y no juzgarla a la primera de cambio. Pero veo que esos hechos, volvieron a materializarse en algo físico y creí que debías saberlo.

Me llevé una mano a la frente, aturdida. Me siento temblar, con ganas de llorar, de gritar y de correr a buscarla en este preciso instante. Pero no soy capaz ni siquiera de pensar con claridad.

─Salgo para allá ahora mismo. ─informé.

─Dulce, no es necesario. Pensaba pasar a visitarla ahora y tratar de hablar con ella una vez más.

─No, Marta. Si es necesario ─aseguré desesperada ─Había avanzado mucho. Algo tuvo que ocurrirle para que haya vuelto hacia atrás. ¡Mierda! No tendría que haberla dejado sola.

─No digas tonterías. Te fuiste porque tu padre estaba en el hospital, no por capricho. Dulce, está bien que quieras ayudarla. Pero no vas a poder culparte cada vez que ella recaiga y sabes que lo hará muchas veces. Esto no es fácil. Sabías que no sería fácil.

─Voy para allá, Marta. ─repetí ─En unas horas nos vemos.

─Está bien ─suspiró resignada ─Como quieras.

─No le digas nada. Gracias por avisarme.

Dicho esto, tras esperar su respuesta, colgué el teléfono. Fue entonces cuando recordé la presencia de mi hermano, al verlo de pie frente a mí, observándome con una mezcla de confusión, seriedad y no saber muy bien lo que decir.

─Vuelvo a la ciudad ─le informé.

─Eso ya lo acabo de escuchar... ¿Anahí?

─No tendrías que haber oído su nombre. ¡Genial! ─exclamé con ironía ─Encima me salto el sigilo profesional.

De pronto, mi hermano comienza a tratar de esconder la risa que le está invadiendo, cosa que me hace mirarlo como si quisiera asesinarlo con los ojos.

─¿Qué se supone que es lo gracioso?

─¡No fastidies, Dul! No te has enamorado en tu vida ¿Y vienes a hacerlo de una paciente? ─preguntó golpeando ligeramente su propia frente ─Esto son cosas que solo le pueden ocurrir a mi hermana.

No pude hacer más que llevarme ambas manos a la cara, tratando de esconder tras ellas mi desesperación, mi agotamiento, mi confusión. Entonces, sentí el cuerpo de mi hermano refugiándome en su pecho y en la calidez de su abrazo.

─Nunca he dicho que esté enamorada ─suspiré agotada.

─No hace falta que lo hagas ─susurró besando mi cabeza ─Cualquiera que te vea los ojos al pronunciar su nombre, se daría cuenta de ello. 

Lanjutkan Membaca

Kamu Akan Menyukai Ini

76.7K 4.4K 15
Luego de la muerte de su madre, Martha deberá hacerse cargo del negocio familiar, por lo que se verá obligada a dejar sus estudios por un tiempo. Sin...
Mi Alfa Oleh _Krive_

Fiksi Penggemar

6K 448 63
Tercera adaptación con Jeon Jungkook.
435K 28.2K 29
Escucho pasos detrás de mí y corro como nunca. -¡Déjenme! -les grito desesperada mientras me siguen. -Tienes que quedarte aquí, Iris. ¡Perteneces a e...
4.1K 373 19
Continuación de Mi mate, en mi perfil. "No la mató pero algo la dejo agonizando desde ese dia" -No eres las misma ¿Qué te sucedió? -pregunta con preo...