La Luz De Tu Mirada

By JackieValand

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Un choque de miradas accidentado. Así comienzan la mayoría de las grandes historias. Y esta, no iba a ser me... More

BOOKTRAILER
Prólogo
OTOÑO...
I
II
III
IV
V
VI
VII
VIII
IX
X
XI
*Escena Extra*
XII
*Extra*
XIII
XIV
XV
XVI
XVII
XIX
XX
*Extra*
INVIERNO...
XXI
XXII
XXIII
XXIV
*Extra*
PRIMAVERA...
XXV
XXVI
XXVII
XXVIII
XXIX
XXX (P.1)
XXX (P.2)
Último Capítulo
VERANO...
EPÍLOGO

XVIII

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By JackieValand



Esos segundos al despertar, justo antes de abrir los ojos, es un momento extraño en el que te preguntas qué ocurre, dónde estás, qué está pasando. Son apenas unos instantes, en los que tu mente trata de separar la realidad del sueño. Intenta situarse en el tiempo y el espacio.

Mi cerebro en este momento, se encuentra luchando frenéticamente con mi corazón. Este último, siente una sensación de bienestar, libertad y felicidad, que jamás antes había sentido. Sin embargo, mi mente me hace barajar la posibilidad de que esa sensación, no haya sido más que fruto de un sueño. Un hermosos sueño que desaparecerá en cuanto abra los ojos.

Aun así, debo hacerlo. Debo enfrentarme a mi realidad, sea cual sea.

Abro despacio los ojos, parpadeando numerosas veces para que la claridad no haga estragos en ellos. Y cuando consigo que mi vista sea completamente nítida, encuentro frente a mí, esa mirada azul que produce un automático hormigueo en mi pecho.

Me observa fijamente sin decir absolutamente nada. Exactamente igual que me observaba justo antes de dormir. Con su mano posada sobre mi pecho, algo de lo que no me había percatado hasta ahora. Me pregunto cuánto habrá estado mirándome. Pero lo cierto es que eso carece de importancia, porque es real... esto es real... y todo lo que sucedió hace unas horas, también es real.

Después de unos minutos, dirige su mano hacia mi rostro y me acaricia con dulzura.

─¿No me piensas dar los buenos días? ─preguntó rompiendo el silencio.

─Aún estoy asimilando que esto es real.

─¿Y por qué no iba a serlo?

─No lo sé... Parece un sueño.

─Entonces quizás sea un sueño hecho realidad ─Sonrió.

Correspondí la sonrisa y asentí, mientras un nuevo y nada incómodo silencio amenazaba con volver.

─Buenos días, guapa.

─Uhm... ─musitó posicionándose sobre mi cuerpo ─eso está mucho mejor.

Su pelo caía completamente sobre mi rostro, por lo que me vi en la obligación de colocar un mechón detrás de su oreja para poder observar debidamente, cómo me sonríe.

─¿Preparada para comenzar un nuevo y diferente día?

Ella asintió sin dejar de sonreír. Pero ahora puedo apreciar algo diferente en esa sonrisa, ya no tan alegre.

─¿Qué ocurre? ¿Ya te aburriste? ¿Demasiados días aisladas? ¿Quieres que...?

─Todo lo contrario ─interrumpió posando un dedo en mis labios ─Me muero por comenzar un nuevo día en este lugar contigo. CONTIGO ─repitió enfatizando la última palabra ─De esta forma. Pero no puedo evitar sentir tristeza porque es el último día... Y porque hayamos esperado tanto, para estar así.

─¿Y por qué no te lanzaste a mis brazos desde el primer día que llegamos? ─bromeé queriendo hacerla sonreír.

─¡Eso es lo peor! ─exclamó mostrando indignación, ─Que yo lo hice. Pero no tengo la culpa de que tú seas una lenta.

─¡¿Perdona?! ¿En qué momento te lanzaste a mis brazos? Porque no lo recuerdo.

─En la fiesta del pueblo. Casi te beso. Me acerqué peligrosamente... ─comenzó a descender sus labios hasta casi rozar los míos ─Y me quedé así un buen rato... ─susurró ─¿Lo vas recordando ahora? ─sólo fui capaz de asentir, al sentir su respiración golpeando mis labios ─Pero tú permaneciste absolutamente inmóvil. Ni parpadeabas. ─se rio apartándose ─Así que...

─Eso no fue más que un extraño y absurdo ataque de celos. ─la interrumpí frunciendo el ceño ─No cuenta como lanzarse a mis brazos. Lo que hiciste anoche... ─sonreí con picardía ─Eso, sí fue lanzarte a mis brazos.

─¿Quieres que lo haga de nuevo?

─Lo estoy deseando.

Y antes de que pudiera decir algo más, su boca atrapó a mis labios, consiguiendo que un escalofrío recorriera mi cuerpo de pies a cabeza. No pude evitar estremecerme en cuanto la humedad de su lengua acarició la mía. Se extrañaban, sin duda.

Agarré sus mejillas con delicadeza, queriendo unirla a mí lo más posible y ni siquiera sé cuánto tiempo es que transcurrió. Únicamente estaba concentrada en explorar cada centímetro de su boca. Sentirla, saborearla, acariciarla.

─Admiro profundamente la enorme capacidad de tus pulmones ─comentó riendo y respirando con dificultad ─Pero al menos yo, necesito oxigeno de vez en cuando.

─Cuando te beso... Me olvido de todo. Incluso de respirar.

─Creo que ya almacené oxigeno suficiente ─concluyó sonriendo y volviendo a besarme.

Transcurrieron unos minutos antes de separar nuestros labios otra vez y darnos cuenta, de que el deseo no hacía más que aumentar.

─A este ritmo, nos quedaremos todo el día en la cama. ─susurré tratando de respirar con normalidad.

─No creo que eso sea una idea tan descabellada.

─No... Definitivamente, no lo es.

Justo en el momento en el que íbamos a besarnos de nuevo, algo o alguien, se abalanzó sobre la cama como si acabara de ser invitado.

White llegó coleteando hasta nuestro lado y comenzó a reclamar con lametones, la falta de atención que estaba sufriendo en los últimos días.

─¿Qué te tengo dicho acerca de subirte en las camas, sofás y cualquier otra cosa blanda y cómoda que no sea tu lugar para dormir? ─pregunté fingiendo que lo regañaba.

─¿Ahora es cuando finges haberle puesto límites? ─comentó Anahí, con una sonrisa burlona ─Se nota a leguas, que este pequeño es tu niño mimado y le consientes absolutamente todo.

─Bueno, es mi fiel compañero. ─reconocí orgullosa ─Pero te aclaro, que sí le pongo límites; muy amablemente, le pido que baje de la cama o el sofá y vuelva a su sitio. Pero se niega ─me encogí de hombros ─No puede separarse de mí.

─Eres adictiva... ─susurró ella, volviendo a descender pícaramente hacia mis labios.

─¿Eso crees?

─Si...

La inminente unión de nuestros labios, fue interrumpida por un sonoro ladrido, que casi consigue matarnos de un infarto. Ambas miramos a White, queriendo cometer un delito al instante, pero no pudimos hacer otra cosa más que reír en cuanto lo vimos moviendo el rabo juguetonamente.

─Está bien, está bien ─acepté ─Ya nos levantamos.

Ambas nos resignamos y decidimos abandonar la cama de una vez.

Lo primero que hice fue dirigirme al cuarto de baño, mientras ella, después de haber buscado su ropa interior por algún lugar de la cama, comenzó a jugar con White como si de una niña pequeña se tratase. Escuchaba su incontrolable risa y los jadeos del cachorro, tan fuertes, que no pude evitar la tentación de asomarme al umbral y ver lo que estaba pasando, olvidando por completo lo que iba a hacer. La imagen que descubrí, me enterneció al instante; El pequeño, se revolvía y mordía sus manos con cuidado, llenando absolutamente todo de pelo canino. En algún que otro momento, me habría lamentado porque dentro de cinco minutos, mis estornudos serían imparables. Pero en este instante, la visión me parece tan perfecta, que cualquier mal, pierde absolutamente todo su sentido. Y yo, también amenazo con perderme definitivamente al mirarlos juguetear. Pero es el momento perfecto. Quiero que esa imagen se quede conmigo toda la vida. Así que, con mucho cuidado de no distraerlos, salgo del dormitorio, en busca de mi cámara fotográfica. No tengo que subir a la buhardilla, porque la que utilizo normalmente, ha estado dentro de la mochila todo el tiempo.

Cuando regreso a la habitación, descubro que han comenzado una lucha de fuerza por hacerse con uno de los cojines que había en la cama. Él lo sostiene con la boca y ella con sus manos. Ríe sin parar y es esa risa, la que me hace olvidar las ganas de matarla por estar permitiendo que destroce mi cama. Coloco la cámara frente a mi rostro, observo la imagen a través del visor, ajusto los anillos ligeramente para lograr el enfoque perfecto y... capturo una imagen. Y otra. Y otra. Desde diferentes ángulos, captando una gran variedad de sus movimientos, sus expresiones, sus risas. Todo, está quedando grabado en esta cámara, como mismo está grabado en mi retina y en mi corazón. No se ha percatado de mi presencia porque tengo el flash desactivado. La luminosidad que entra a través de la ventana a esta hora, es perfecta. Y además, ambos parecen estar muy concentrados en su juego. Pero de pronto, ella alza la vista y me descubre. Observa la cámara, que aún apunta en su dirección y me sonríe, haciéndome comprender al instante, que soy yo, la que no tenía la más mínima idea sobre el sentido de la vida, hasta hace apenas unas horas.

Correspondo la sonrisa sin más y ella extiende su mano, invitándome a que regrese a la cama. No lo dudo ni un instante. Me acerco y White emite un ladrido, pidiéndome a su manera, que participe en el juego. Anahí me quita la cámara de las manos, lo que me permite poder sentarme sin dañarla y rápidamente tumbo al cachorro boca arriba, comenzando a acariciar efusivamente su panza, haciéndolo retorcer. Entonces escucho un chasquido familiar y detengo un momento el juego, para comprobar cómo acaba de hacer un selfie de los tres. Le sonrío, me sonríe. Y continuamos jugando, entre risas, caricias, e instantáneas de esta bonita y perfecta familia que el destino trajo a mi vida.

Al cabo de unos minutos, recuerdo mis ganas de ir al baño y abandono el juego, dejando que ellos continúen en la cama. Aprovecho para darme una ducha rápida con la intención de refrescar mi cuerpo. Pero cuando vuelvo al dormitorio para vestirme, no hay rastro de ninguno de los dos. Por lo que, después de ponerme algo fresco y cómodo, decido salir a la sala. Y exactamente igual que la noche anterior, la observo de espaldas, haciendo algo sobre la encimera de la cocina. Me acerco sigilosamente. Tiene su cabello estratégicamente recogido y enredado en una especie de lápiz. Nunca he sabido hacer eso. Pero lo cierto es que le sienta, extremadamente bien. Mis manos se dirigen solas hacia su cintura, sintiendo un pequeño brinco por su parte, al no esperarme. Pero dicha sensación de susto, debe comenzar a desaparecer en cuanto acerco los labios hacia su cuello completamente descubierto. Ella ladea su cabeza, permitiéndome más acceso. Por lo que comienzo a ascender con mis labios a escasos centímetros de su piel, prácticamente rozándola, jugando con mi aliento y su cuerpo, mientras mis manos juntan nuestras cinturas.

─Es demasiado peligroso que tengas el cuello tan descubierto... ─amenacé en susurros.

─¿Por qué?

─Porque existe una fuerza... ─comencé a jugar con mi lengua y su piel ─Que me impide separarme de él.

Su respiración comenzaba a acelerarse, sus ojos ya estaban cerrados y para este entonces, lo que quiera que estuviera haciendo previamente, perdió toda su importancia. Se dio la vuelta con decisión para encararme. Y ante mi sonrisa inocente, a la vez que repleta de picardía, respondió comenzando a acariciar mi labio inferior con su dedo pulgar. Analizando con sus ojos, cada centímetro de mi rostro. Llevando sus manos por el mismo recorrido que hace su vista, hasta detenerse en mi mirada.

Allí permanece durante segundos, dejando que el silencio se apodere de la situación, dándome a entender que algo debía estar pasando por su mente. Pues su mirada adquirió cierto atisbo de seriedad.

─Nunca había sentido lo que me hiciste sentir anoche. ─confesó ─No sé qué es lo que tienes o como lo haces, pero consigues que no quiera estar separada de ti más de 10 segundos. ¿Es eso normal?

─No tengo ni idea ─sonreí ─Pero si no lo es, te aseguro que me encanta no ser normal.

─¿Y no tienes dudas? ¿Preguntas? ¿No te gustaría saber cómo o por qué sucedió esto?

─Hoy no. ─aseguré ─Las dudas, las preguntas, las complicaciones... Ya habrá tiempo para ellas mañana. Hoy, eres para mí. Y eso es lo único que me importa.

─¿Y tú eres para mí? ─preguntó con tono de inseguridad ─¿Eres mía?

─Completamente.

Esa simple palabra, pareció ser suficiente para que la seguridad apareciera en su mirada. Anahí podía tener mil problemas de autoestima, de seguridad en sí misma, o de lo que fuera. Pero a pesar de todos esos fantasmas que podían atormentarla, algo era seguro; ella confía en mí Desde el primer instante. Incluso cuando no confía ni en sí misma.

Me ofreció una sonrisa, mientras acaricio su mejilla con ternura durante algunos segundos.

─¿Qué hacías?

─Prepararte el desayuno ─sonrió orgullosa.

Husmeé por encima de sus hombros, descubriendo una gran jarra con zumo de naranja natural, junto a algunas piezas de fruta picadas y mezcladas en un recipiente.

─¡Vaya pinta más deliciosa tiene eso!

─Para que veas, que sé pelar y cortar la fruta desde muy pequeña.

─¿Y por qué no ibas a saber? ─le pregunto mientras busco dos vasos para servir el zumo.

─Bueno, como llevas más de dos meses, dejándome la fruta de tu almuerzo, tan cuidadosamente despedazada, como si se la estuvieras preparando a un bebé. Creía que igual alguien te había contado que no sé pelar fruta.

Volteé a mirarla entrecerrando los ojos, observando cómo sus labios dibujaban una sonrisa burlona.

─Además de guapa, resultó graciosa ─me quejé mostrándole la lengua ─¿Alguna vez te la comiste?

─¿Qué importa eso?

─¿Lo hiciste? ─insistí, deteniendo mi tarea de servir zumo para mirarla.

─Alguna vez ─confesó, encogiéndose de hombros ─A veces pensaba, que si tú creías y esperabas que hiciera algo, quizás podía hacerlo.

─Puedes hacerlo ─le aseguré, ofreciéndole uno de los vasos ─Cualquier cosa que desees... Puedes hacerla.

Ella me ofreció una pequeña sonrisa, justo antes de llevarse el vaso a los labios para ingerir la bebida. Yo hice lo mismo y me dispuse a abandonarla un momento para acercarme al reproductor de música. Siempre he creído, que no hay mejor manera de empezar el día, que con una pegadiza y divertida canción a todo volumen. O por lo menos, lo creía hasta que mis días, comenzaron con ella a mi lado. Entonces descubrí que esa, era la mejor manera. No obstante, me apetece contagiarle la alegría que desprende este CD, que acostumbro a escuchar con el volumen al máximo, cada mañana que despierto aquí. Lo mejor de tener una casa tan aislada de la sociedad, es que los vecinos no van a quejarse.

Le doy al play y comienzan a sonar los primeros acordes de una movida canción, a la que rápidamente empiezo a subirle el volumen, con la intención de que no pueda escucharse ninguna otra cosa.

─¡Tú madre está sorda! ─le grita a White.

La miro y la veo con el ceño fruncido, sosteniendo con una mano el vaso de zumo y con la otra, tapando su oído. White a sus pies, no deja de moverse contento, completamente acostumbrado a esto y viene hacia mí coleteando. Entonces acerco el vaso a mis labios, y como si fuera un micrófono y la sala mi escenario, comienzo a gesticular la letra de la canción, mientras camino hacia ella.

─No sé qué tiene tu voz, ni el porqué de ese mal humor. Tan distante y tan molesta... ─Su cara de pocos amigos al recibirme, me hace sonreír. ─¡Pero no hay otra mejor! ─sonríe y da de cabeza ─Tienes fama de mujer, diferente a las demás. Por eso es que me gustas... ¡cada día más! ─extiendo mi mano y la invito a bailar por toda la sala ─Eres fuego y eres mar. Si me miras; ¡ay, ay, ay! ─su incontrolable risa ante mis exagerada interpretación, me impide parar de hacer la payasa Tan imperfecta, que eres perfecta. ¡Esa es la verdad! Eres lluvia y eres sol, calma y tempestad de mi corazón. ─le doy una vuelta y continuamos bailando por la sala.

Por supuesto, sin olvidarnos del desayuno. Entre vuelta y vuelta que nos regresa a la cocina, un pedazo de fruta va a parar a su boca. Otro a la mía. Y así, entre risas de complicidad, miradas repletas de dulzura, música a todo volumen y pequeños juegos en los que el tenedor, terminó resultando un auténtico Boeing 747, continuamos desayunando, bailando y disfrutando.

Yo nunca había sido así; tan ridícula y payasa, con esta continua necesidad de hacerla reír a carcajadas, de lograr que se relaje y se deje llevar. Mis continuos intentos por alegrarle cada minuto de su vida, están haciendo que conozca una parte desinhibida de mí, de la que hasta ahora no tenía constancia. Pero me gusta. Me encanta que estando juntas, perdamos el control y nos falte oxígeno para reír. 

Reír, es la mejor terapia.

Minutos más tarde, habiendo apagado primero el reproductor de música, agarro su mano y nos dirijo hacia el exterior de la casa, donde nada más cruzar el umbral de la puerta, observamos como el sol mañanero irradia su luz sobre el lago. En un principio, la luminosidad tan intensa afecta mis ojos, ocasionando que parpadee con frecuencia y apenas pueda abrirlos. Pero al dirigir mi mirada hacia Anahí, la descubro sonriendo de lo más tranquila.

─¿Cómo es posible que teniendo los ojos tan claros, no te afecte la luz?

Sin responder absolutamente nada, se acerca despacio, con su aire sugerente, seductor, a la vez que dulce, rodea mi cuello con su brazo y une nuestros labios en un beso cálido e inocente, que no por dicha sencillez consigue que mi estómago, deje de sufrir ese hormigueo incontrolable que lo invade cuando se me acerca, cuando me toca o simplemente cuando me mira. Para este entonces, cualquier otra cosa pasa a un segundo plano.

─¿Mejor? ─preguntó al separar nuestros labios, permitiéndome sentir aún su calidez muy cerca de mí.

─No hagas eso si un día discutimos, ¿vale? Porque luego no voy a recordar ni por qué estaba enfadada...

Su risa llegó, volviendo este paisaje y esta mañana, aún más perfecta de lo que ya era.

─Tienes los ojos muy sensibles.

─Lo sé. A veces resultan un auténtico fastidio. Pero bueno, olvidemos mis faceta de vampiro por un momento ─volví a agarrar su mano ─¡Vamos! ¡quiero enseñarte algo!

─¡Espera, espera! ¿Dejamos la puerta abierta? Estoy en pijama.

─¡Oh! No, claro que no.

En este pueblo nunca ocurre nada. De hecho, son escasas las personas que transitan por esta carretera y descubren mi casa. Pero no sé cuánto tiempo vamos a tardar en regresar, así que prefiero no correr el riesgo de llegar y no encontrar si quiera las almohadas.

Cierro la puerta y vuelvo a su encuentro, agarrando nuevamente su mano.

─Vale, ya solucionaste uno de los problemas. ¡Pero sigo estando en pijama!

─Eso no es un pijama. ─corregí sonriendo ─Es un pantalón corto y una camiseta. Así que, ¡vamos! ─exclamé agarrando su mano y consiguiendo que comenzara a andar con paso apresurado.

─Definitivamente, correr a primera hora de la mañana por un bosque solitario y en pijama, es algo que sólo podría haber hecho contigo ─rió. ─Pero oye... ¿Dónde está White?

─No te preocupes por él. Suele salir a olfatear los alrededores cuando le apetece. Volverá a casa en cuanto se aburra o tenga hambre. Por eso construí su pequeña entrada. ¡Ahora, corre!

Sin dar más explicaciones, aceleré el paso, ocasionando que empezáramos a correr por en medio de los árboles y arbustos, bordeando el lago. Lo cierto es que no había ningún motivo para ir tan rápido. Pero me gustaba la sensación de libertad que produce hacerlo y la euforia que Anahí comienza a sentir. Es curioso darse cuenta, cómo todo lo que antes disfrutaba, adquiere un nuevo sentido realizándolo junto a ella. Lo que parecía bueno, pasa a ser perfecto. Y sentir la unión de nuestras manos, corriendo en libertad por este lugar, en el que tantas veces he estado para olvidarme del mundo, hace que juntas creemos un nuevo mundo.

En cuestión de minutos, avanzamos por un pequeño camino que poco a poco deja atrás los árboles, dando paso nuevamente a una vista del lago, aún más hermosa de la que habíamos apreciado hasta ahora. Una pequeña orilla, completamente despejada de árboles, hace que la profundidad sea inferior, y el color, de un azul mucho más claro que el resto del agua. De todos los kilómetros que rodean el lago, sin duda, este es mi rincón favorito. Y sólo durante las primeras horas de la mañana, el agua adquiere este color que le da nombre.

Anahí lo observa todo completamente hipnotizada y maravillada.

─Este lugar es precioso...

─¿Ves el color del agua? ─le pregunté observándola asentir ─Pues de ese color se ponen tus ojos, cuando les da el sol.

─¿Calipso?

─¿Lo recuerdas? ─me sorprendió que recordara aquella conversación.

─¡Por supuesto! Prometiste que un día me lo enseñarías.

─Y aquí estamos.

Me miró con una sonrisa cargada de curiosidad y permaneció así un instante, hasta que volvió la vista hacia esa agua casi transparente.

─Así que, este es tu color favorito.

─Y mi lugar favorito ─añadí. ─Solía venir cada mañana a disfrutar de la vista o bañarme en la orilla.

─¿Tú sola? ─asentí ante su pregunta ─¿Y cómo lo descubriste?

─Seguramente, en alguna de mis solitarias excursiones cuando era pequeña. Solo sé que se convirtió en costumbre venir cada día a primera hora, para disfrutar del único momento en que el sol le daba este color al lago. Solo ocurre en días soleados y las primeras horas de la mañana. Así que, me gustaba aprovechar esos momentos.

─Entonces... Nunca has venido aquí con nadie. Soy la primera con quien lo compartes.

─A no ser que consideres a White como "alguien" ─le sonreí ─Sí, eres la única a la que he querido mostrarle este lugar.

─¿Y eso por qué? ─insistía, mostrándome confusión y curiosidad ─¿Por qué nunca has querido mostrárselo a nadie?

─Soy muy recelosa con mis cosas, Any. Siempre he tenido la sensación de que si comparto mis lugares con alguien, cada vez que esté en ese lugar, inevitablemente recordaré a esa persona. Y necesitaba tener un rincón neutro, que solo me perteneciera a mí, dónde mi mente pudiera desconectarse del mundo.

─Entonces ¿por qué a mí, sí? ¿Y si un día no quieres recordarme? Ya no te vas a sentir bien en este lugar.

─Ahí está la diferencia; contigo siento que no importa lo que suceda a partir de ahora, porque el recuerdo de lo que estamos viviendo, de lo que hemos vivido estos días, no va a traerme otra cosa más que felicidad. Quiero compartirlo todo contigo, enseñarte todo lo que soy, que conozcas a una Dulce, que pocas personas o nadie, han conocido. Además, soy consciente de que recordaré todo esto, aunque huya a miles de kilómetros de distancia. Así que, lo único que nos queda, es disfrutarlo juntas. Quiero que entiendas algo ─la volteé, agarrando sus mejillas para mirarla fijamente a los ojos ─Esto que está pasando, es la locura más increíble que podría llegar a vivir. Y aunque me saques un lado cursi que creía que sólo podía mostrar escribiendo; cada sonrisa que me regalas, hace que cualquier cosa en esta vida, merezca la pena. De verdad... es que no puedes hacerte una idea de lo que significa verte reír, tus ojos brillar, correr sin importarte nada. Vivir... Vivir siendo feliz... Es... Es...

─Por favor... ─interrumpió agarrando mis mejillas con decisión ─Ven aquí.

Y sin dejarme decir una sola palabra más, sorprendiéndome incluso a mí misma, atrapó mis labios con desesperación. Como si hiciera días que no me besara. Como si necesitara de mis labios para sentirse viva. Consiguiendo que una vez más, olvidáramos el significado de la palabra respirar y de cualquier otra palabra que pudiera existir.

Segundos más tarde, separó nuestros labios y la observé cerrar los ojos.

─No es posible que seas así ─me dijo respirando agitadamente ─No es posible que me estés haciendo esto...

─¿Qué te estoy haciendo? ─le susurré, juntando nuestras frentes con su misma desesperación.

Abrió los ojos. Y sentí su mirada clavarse en la mía, tan cerca, tan intensa.

─Me estás enloqueciendo...

─Ya estabas loca, ¿recuerdas? Vives en un manicomio.

─Ya... Pues tú no te quedas atrás; seduciendo a tu desquiciada paciente.

─Y me encanta ─aseguré ─Pienso seguir seduciéndote... y enloqueciéndote... para no dejar de vivir nuestra... ¡bonita locura!

Tras decir eso, la abracé por la cintura, haciendo la fuerza necesaria para cargar su cuerpo y contagiándome de su risa al haberla pillado desprevenida, nos metimos poco a poco en el agua.

─¡Dios, está congelada! ─exclamó en cuanto sus pies se hundieron en el frío lago.

─Aún es demasiado temprano. El sol no ha tenido tiempo de templarla.

En el lugar en el que estamos, el agua apenas nos llega un poco por debajo de las rodillas. Se encuentra tan calmada y transparente, que perfectamente podemos ver nuestros propios pies sobre la mezcla de arena y piedras.

Anahí se desprendió de mí y avanzó unos pasos hacia el interior, donde se quedó observando al frente, la inmensidad del lago Turquesa, rodeado de árboles y montañas hasta donde nuestra vista alcanza. Pero el agua continuaba creciendo en la lejanía, hasta quien sabe dónde. La imagen de estos momentos, es propia de una hermosa postal promocional de vacaciones. Con la diferencia, de que este lugar no era ni mucho menos de transito turístico. Es más, parte de su encanto, es la intimidad que encuentras y la escases de turismo. Me pregunto entonces, ¿Cuántos lugares habrá en la tierra, tan hermosos como este y desconocidos para el mundo? Sin duda, una gran aventura sería, salir en busca de esos lugares. Disfrutar de los rincones hermosos que tiene nuestro planeta y que aún no hemos podido destruir.

─No te haces una idea de lo interesante que resultas, cuando tu mente se ausenta para filosofar sobre vete a saber qué cosa.

Ni siquiera me había percatado del momento en el que se dio la vuelta y comenzó a observarme. Ahora, tendía su mano con una sonrisa, esperando que dejara de "filosofar" como había dicho, y me reuniera con ella. Cosa que por supuesto, ni siquiera dudé en hacer.

─¿En qué estabas pensando? ─preguntó mientras me recibía.

Como si estuviéramos en una pista de baile, giré su cuerpo sobre sí misma para que pudiera volver a observar el paisaje que teníamos enfrente. Perdió un poco el equilibrio, cosa que nos hizo reír a ambas, pero fui capaz de sostenerla y quedarme en aquella posición; a su espalda, con mis brazos rodeando su cintura, y su cabeza apoyada sobre el lado izquierdo de mi rostro.

─Algún día, te llevaré a descubrir más rincones como este, alrededor del mundo.

Ella levantó la vista para observarme a los ojos. Deteniéndose en ellos algunos segundos.

─Es tan grande tu capacidad de soñar.

─¿Y es eso malo?

─No... ─negó ligeramente ─Pero hoy en día, las personas suelen tener los pies atados al piso. En cambio tú, continuamente quieres volar.

─El secreto está, en que tus pies pisen el suelo y tu mirada roce el cielo... ─le dije, dirigiendo mis ojos hacia el mismo y suspiré antes de volver a mirarla ─No sé en qué momento, nuestra vida comienza a limitarse en pasar las hojas de un calendario. Tachas un día, esperando que llegue el siguiente. Vives un lunes, deseando que sea viernes. Y así, sucesivamente. No sé a qué edad empieza a ocurrir, pero llega un momento en el que te das cuenta, que estás viviendo de esa forma y el problema es que tienes demasiadas cosas en juego para cambiarlo ahora. Te acostumbras, es lo más fácil... entonces continuas.

─Si. Es difícil cambiar algo a lo que estás acostumbrado.

─Muy difícil ─confirmé ─Pero no nos damos cuenta de que, la elección está en nosotros. Las opciones son únicamente dos; vivir o sobrevivir. Y los resultados también son dos; puede salir bien o puede salir mal. Pero la decisión de arriesgarnos, es nuestra. No quiero limitarme a sobrevivir más.

─Soy un globo. ─afirmó seriamente.

Aquella repentina y extraña frase, además de hacerme reír sonoramente, me confundió bastante.

─¿Perdón?

─Sí. Soy un globo. ─repitió ─Cuando hablas, siento que mis pies se van despegando de la tierra con cada palabra, y comienzo a flotar sin siquiera darme cuenta. Sin manejarlo... Simplemente al escucharte e imaginar ese tipo de vida, me siento volar. Y lo más extraño del asunto, es que consigues que lo desee. Que desee empezar a partir de este momento, a volar de tu mano.

No pude evitar observarla con una sonrisa de estúpida absolutamente incontrolable. Un globo ─reí en mi interior ─¿Es esta chica real? Agarré sus mejillas con ternura y después de mirarla unos segundos. Me arrodillé, hundiendo una de mis piernas bajo el agua y mojando en el acto el pequeño pantalón que tenía puesto.

─Anahí Valente. ─mencioné, extendiendo los brazos hacia los laterales, como si estuviera a punto de recitar el poema más romántico de la historia. O en cualquier caso, de pedirle matrimonio ─ Aquí, en mi rincón favorito, frente a mi chica favorita... Yo te prometo; que vas a ser un globo, por el resto de tu vida.

Su rostro pasó a dibujar una especie de sonrisa e incredulidad, que expresaban algo así como: "Que estúpida eres, pero como me gusta", mientras rodeaba mi cuello con sus brazos, y se dejaba caer, consiguiendo que mi cuerpo arrodillado perdiera el equilibrio, y ambas quedáramos sentadas, sin importar en absoluto la ropa que ya estaba empapada.

─Que estúpida eres... ─confirmó uniendo nuestras frentes.

─¿Pero cómo te gusta?

─Como me encanta...─susurró ─Me encantas.

No pude esperar ni un segundo más para demostrarle quien encanta a quien. Atraje su cintura hacia mi cuerpo, consiguiendo que casi accidentalmente, nuestros labios se unieran con deseo... Y allí, en aquel pequeño rincón del lago, entre juegos de risa y complicidad, con los árboles y montañas de testigo, con el agua bañando nuestros cuerpos; Le hice el amor. De la misma forma en que se lo había hecho la noche anterior. Pues no había una manera diferente en la que pudiera hacérselo. Mis manos, no conocían otra forma de acariciarla. Mis labios, de besarla. Y mi corazón, de amarla.

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