La Luz De Tu Mirada

Autorstwa JackieValand

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Un choque de miradas accidentado. Así comienzan la mayoría de las grandes historias. Y esta, no iba a ser me... Więcej

BOOKTRAILER
Prólogo
OTOÑO...
I
II
III
IV
V
VI
VII
VIII
IX
X
XI
*Escena Extra*
XII
*Extra*
XIV
XV
XVI
XVII
XVIII
XIX
XX
*Extra*
INVIERNO...
XXI
XXII
XXIII
XXIV
*Extra*
PRIMAVERA...
XXV
XXVI
XXVII
XXVIII
XXIX
XXX (P.1)
XXX (P.2)
Último Capítulo
VERANO...
EPÍLOGO

XIII

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Autorstwa JackieValand




Todo estaba completamente listo para comenzar el fin de semana. Estacioné mi coche, como cada mañana, frente a la puerta del centro, pero esta vez, dejé la ventana medio abierta y me dispuse a entrar en su busca. Esperaba no tardar demasiado. Pues lo cierto es que estoy bastante impaciente por comenzar esta pequeña aventura. Saludé a la secretaria con una sonrisa y una vez en el ascensor, en vez de pulsar el botón del primer piso, como habitualmente, fui directamente al tercero. Hoy, mi destino eran las habitaciones.

Llegué al cuarto de Anahí. Me detuve frente a la puerta y respiré hondo unas cuantas veces. No sabía por qué pero estaba nerviosa.

Después de unos minutos, me decidí a llamar por fin.

─Adelante ─escuché como me daba paso.

Abrí la puerta de inmediato y la encontré sentada en la cama, con un libro entre sus manos y un pequeño bolso ya cerrado a su lado.

Y... además, me encuentro en plenas facultades de asegurar, que esta mañana, está especialmente hermosa. Su cabello no estaba húmedo como habitualmente, ni recogido. Caía ondulado sobre sus hombros, demostrando que era considerablemente largo. Vestía con ropa de calle. Comúnmente, aunque nunca la había visto con el pijama del hospital, solía llevar ropa más informal, deportiva o más cómoda. Pero hoy, tenia puesto unos jeans ajustados a su cuerpo y una camiseta celeste, que resaltaba enormemente el color de sus ojos. Su rostro, estaba ligeramente maquillado. No había rastro de ojeras, y la línea de sus ojos, estaba marcada de forma que estos, parecieran más intensos y rasgados. Creo que me quedé absolutamente hipnotizada desde que la vi, porque no fue hasta que llegué a su mirada, que me di cuenta de que esta vez no había continuado con su lectura, como hizo ayer. Esta vez, su vista estaba puesta en mí, y en la cara de absoluta estúpida que seguramente debo tener.

Una vez más, mi vocabulario parece haber desaparecido. 

Tic-tac... tic-tac... ¡Despierta, Dulce!

─¿Lista? ─sonreí por fin.

─Para lo que venga  ─aseguró respondiendo a la sonrisa.

─Eso me gusta. Entonces vamos.  Aún tengo que ir al despacho de la Doctora Andoni para firmar los documentos y como tardemos demasiado, alguien terminará calcinado en mi coche.

─Espera, espera.  ─me detuvo ─¿Cómo que alguien? ¿Acaso no vamos solas?

─¡Claro que no! ─exclamé mostrando excesiva felicidad  ─Nos acompaña el amor de mi vida.

Esa información pareció no agradarle demasiado, ya que cruzó los brazos sobre su pecho y me observó con el ceño fruncido, en una expresión realmente graciosa. No voy a negar que me estoy aprovechando del momento.

─Yo no voy a ningún sitio, lo siento.

─Claro que vendrás. Es parte de tu terapia. No tienes elección.

─Me importa un pimiento mi terapia. Tú me dijiste que íbamos solas, en ningún momento mencionaste a ningún amor de tu vida.

Su repentino cambio de humor me estaba ocasionando tanta gracia y ternura, que no pude hacer más que acercarme a ella lo máximo posible. Y en un acto casi involuntario, agarré sus mejillas, observando cómo me desafiaba con su mirada.

─Vamos... ─le susurré a modo de petición ─Sé que él te caerá bien. Solo dale una oportunidad.

─¡¿Él?! ─exclamó apartando mis manos y mirándome aun más confundida  ─¿Pero tú no eras... no eres...?

Obvié su acto y volví a colocar mis manos sobre sus mejillas, obligándola a mirarme con esa cara de berrinche que lleva minutos expresando.

─¿Puedes dejar de hacer preguntas y quejarte de una vez, y venir conmigo? Sabes perfectamente que nunca haría nada que te incomodara.

Permanecí con una sonrisa inocente, dejando que me observara y poco a poco, la expresión de sus ojos cambiara.

─Que conste, que no voy a hacer lo que quieras cada vez que me pongas esa cara de ángel, que no ha roto un plato en su vida.

─Me basta con que lo hagas hoy. ─sonreí, viendo como continuaba con su ceño fruncido ─Anda, vamos.

Esperé a que agarrara su bolso, observando cómo continuaba con esa expresión que pone una niña pequeña cuando quiere hacer algo, que se niega a aceptar, porque simplemente es más fácil quejarse. En cuanto todo estuvo listo, agarré su mano y la dirigí hacia la salida de su habitación.

─Te noto un tanto impaciente ─comentó en tono burlón.

─El camino es largo y quiero comenzar ya.

─¿Comenzar a qué?

─¡A vivir!

Sin decir más, emprendimos el camino hacia el despacho de Marta, al que llegamos en cuestión de unos minutos. Llamé a la puerta y esperé a que me diera paso para entrar.

─Buenos días ─saludé.

Mi amiga alzó la vista.

─¿Listas para su viaje?

─¿Ella sabe a dónde me vas a llevar? ─susurró Anahí muy cerca de mi oído.

Giré mi rostro hacia la derecha, encontrándola más cerca de lo que esperaba. Pero con una sonrisa, negué ligeramente con la cabeza.

─Completamente listas ─volví a dirigirme a Marta. ─Venimos a despedirnos y a firmar los documentos que necesitas.

─Aquí están.

Al ver como extendía unos papeles sobre su mesa, avancé dispuesta a firmarlos, mientras Anahí permaneció en su sitio. Cosa que me hizo recordar, que nuestras manos estaban unidas. Así que volteé, observando mi propio brazo extendido, la miré a los ojos, y simplemente sonreí, viendo como ella me devolvía una también tímida sonrisa. A continuación la solté y llegué hasta la mesa de mi amiga, que me observaba con una de sus cejas levantada y sonreía, al mismo tiempo que daba de cabeza y me ofrecía un bolígrafo.

Rápidamente firmé cada hoja, en el lugar indicado.

─¿Esto es todo?

─Así es. Según estos documentos, la terapia consistirá en una convivencia con la naturaleza y un momentáneo aislamiento de la vida en la ciudad. Como te dije ayer, todo lo que suceda desde que crucen las puertas de este centro, quedará bajo tu responsabilidad. Y además, tuve que insistir mucho y firmar también yo, asegurando que tenía plena confianza en tus facultades como profesional y que estabas completamente preparada para llevar a cabo este tipo de trabajo. Así que, más te vale no hacer que me arrepienta.

─No lo haré. ─le aseguré sonriendo.

─Pues no me queda más que desearles un buen fin de semana.

─Gracias, Marta, de verdad. El lunes a primera hora estaremos de regreso.

Ella asintió seriamente, aparentemente mostrando su autoridad, o quizás su preocupación. Pero yo sabía que en el fondo, se alegraba y confiaba plenamente en mí.

─Cuídense ─finalizó observándonos a ambas.

Con una última sonrisa, me di la vuelta y emprendí el camino hacia la puerta, abriendo la misma y permitiendo que Anahí pasara primero. Justo antes de salir definitivamente, observé una vez más a Marta y esta me sonrío, al tiempo que asentía ligeramente, supongo que tratando de transmitirme tranquilidad o aprobación. Exhalé un suspiro, dejando allí cualquier rastro de duda que pudiera poseer, y salí de su despacho.

Nos dirigimos al ascensor, y una vez dentro, llevé a cabo la rutina necesaria que nos llevaría hacia la salida. Segundos más tarde, la puerta trasera del ascensor se abrió, dándonos paso a la recepción del centro.

Ella salió primero, bajo mi petición, encontrando como siempre a Carla, muy sumida en su labor de teclear algo en el ordenador. Labor que detuvo un instante al sentir nuestra presencia para mirarnos.

─Que pasen un buen fin de semana, Doctora Andrade.

─Gracias Carla, igualmente.

Ofreciéndole una leve sonrisa y recibiendo otra por su parte, nos dirigimos hacia la salida. Comenzando a abandonar definitivamente La Cascada.

En cuestión de segundos, llegamos a la cerca donde observé mi coche justo al frente. Nos dirigimos hacia él y pulsé el control que automáticamente abría las puertas. Agarré su bolso y lo introduje en el maletero, observando como ella permanecía de pie junto al coche, sin saber muy bien qué hacer.

Volví a la parte delantera y le abrí gentilmente la puerta para que pudiera entrar. Pero entonces, un sonoro ladrido y la imagen de White en el asiento del copiloto, la sobresaltaron consiguiendo que diera un pequeño brinco.

─¿Y tú qué haces aquí, pequeño travieso? ─le pregunté mientras zarandeaba su pelo.

Observé a Anahí, que había permanecido absolutamente atónita mirándolo, como si en vez de un perro, estuviera frente a un extraterrestre.

─Mira, White... te presento a Anahí ─continué ─Anahí, este es White, el amor de mi vida.

Recordar esas palabras, pareció ser suficiente para hacerla reaccionar. Pues me miró con los ojos más amenazantes que hasta ahora le había podido ver.

─Tú eres imbécil ─exclamó dándome un pequeño golpe en el hombro. Tras el cual, se acercó más al pequeño ─Y tú eres una cosa preciosa.

Zarandeaba el pelo de su cabeza, mientras él, dejaba numerosos lametones y babas por su rostro. Ella cerraba los ojos y reía, pero en ningún momento se apartaba. Creo que me quedé absolutamente idiotizada observando semejante imagen.

─Me parece que le caíste bien.

─¿Tú crees? ─preguntó mirándome insegura.

─Solo conmigo se pone de esa forma. Así que, sí, está claro que le gustas.

─Bueno... él a mí también me gusta ─continuó acariciándolo ─Eres precioso, White.

Estoy segura, de que por primera vez en mi vida, durante unos instantes, sentí envidia de mi propio perro. Pues la manera en la que lo acariciaba y se dejaba dar cariño por él, era absolutamente enternecedora. Seguramente podría pasarme el resto del día, observando esto. Pero en algún momento, debíamos comenzar el viaje. Así que me dirigí a la puerta trasera y la abrí, dando numerosas palmadas en el asiento para que el cachorro acudiera a mi llamada. En cuanto me hizo caso, lo amarré a la correa de seguridad y automáticamente se recostó. Entonces volví a la parte delantera, donde aún continuaba Anahí de pie.

─Está lleno de pelos ─Informé sacudiendo como pude el asiento. ─Te vas a poner perdida.

Ella detuvo el movimiento de mis manos. Cosa que me sorprendió, y poco a poco me incorporé mirándola. Por algún motivo, que en ese instante no pude descifrar, me acarició el rostro mientras me sonreía, consiguiendo que mi cuerpo temblara a causa de su gesto y simplemente pudiera mirarla nerviosa.

─Está bien así. Gracias.

No pude hacer nada más que volver a sonreír y extender mi mano para que entrara definitivamente en el coche, antes de que la tentación de permanecer horas mirándola, me superara. A continuación, se sentó en el asiento del copiloto y cerré la puerta, dirigiéndome rápidamente a mi sitio. Una vez dentro del auto, observé por el espejo retrovisor que White siguiera cómodamente echado sobre el sillón. Me puse el cinturón de seguridad, encendí el motor y con él también el reproductor de música.

─No sé si te guste este estilo. Pero a tu derecha hay un estuche con varios CD's, elige el que prefieras y cámbialo cuando te canses. Te cedo el cargo de DJ.

─Ese que suena me gusta ─Sonrió ─Pero aún así, voy a cotillear, a ver qué estilo de música suele escuchar la doctora.

─Tienes todo un viaje por delante, para cotillear lo que quieras ─Respondí a la sonrisa.

Sin decir más, observando cómo se concentraba en su tarea de inspeccionar uno a uno los CD's, emprendí la marcha, que nos llevaría hacia las afueras de la ciudad.

El viaje transcurría prácticamente en silencio, pues subió tanto el volumen de la música, que era prácticamente imposible escucharnos la una a la otra. Pero lo cierto es que ninguna de las dos, pretendía hablar. La observaba de reojo de vez en cuando, encontrándola contemplando el paisaje muy concentrada. Cada vez que eso sucedía, no podía evitar preguntarme lo qué debía estar pasando por su cabeza. Pero a pesar de todo, me gustaba esa imagen. Y sabía perfectamente, que estaba disfrutando del viaje, del silencio, de la música, del paisaje, de la brisa que entraba por su ventanilla, consiguiendo ondear su cabello con libertad. Quizás se sintiera libre en estos momentos. A lo mejor hacía mucho tiempo que no se sentía de esta forma. En alguna que otra ocasión, alcanzó a preguntarme hacia donde nos dirigíamos. Pero yo simplemente sonreía y continuaba conduciendo. Entonces la veía sonreír a ella también, mientras daba de cabeza y volvía su vista al paisaje.

Aproximadamente una hora después, comencé a detener el coche a la derecha de una carretera, donde aparentemente, no había absolutamente nada.

Me miró confundida.

─¿Qué estás haciendo? ─preguntó.

─Detener el coche.

─Eso ya lo veo, gracias. ¿Pero aquí? ¿Ya llegamos? Aquí no hay nada.

Quedé libre del cinturón de seguridad y me giré hacia el asiento trasero, donde vi a White levantarse, emocionado al creer que ya habíamos llegado.

Agarré una mochila que había allí y salí del coche, sugiriéndole que hiciera lo mismo.

─Acompáñame. ─Le pedí.

Avancé unos metros por la carretera, situándome junto a un cartel que daba la bienvenida a un sitio llamado "Lago Turquesa".

Segundos después, mientras observaba el acantilado, escuché como la puerta del coche se abría y ella comenzaba a caminar hacia mí.

─¿Ahora es el momento en el que me confiesas que eres una asesina en serie y que vas a tirar mi cuerpo al vacío?

La miré completamente sorprendida por su pregunta y se encogió de hombros sonriendo.

─Creo que tanto leer está comenzando a afectarte. ─sonreí ─Quítate la ropa.

─¡Vaya! ─exclamó alzando una ceja ─Me hubiera sorprendido menos lo de asesina en serie, que lo de pervertida sexual.

─Vamos, quítate la ropa ─supliqué abriendo la mochila y ofreciéndole ropa nueva que había dentro. ─Aquí tienes lo necesario para cambiarte.

─Dulce... Tú te volviste completamente loca, ¿verdad? ¿Por qué iba a quitarme mi ropa para ponerme esa?

─¿Ves ese cartel? ─pregunté señalando el mismo.

─Bueno, dicen que estoy algo demente, pero por el momento creo que no soy ciega.

─Ese cartel... ─continué ignorando su comentario ─Es el comienzo del pueblo donde vamos a pasar los próximos tres días. Quiero que hagamos un juego... o... un trato, como prefieras llamarlo.

─¿Qué tipo de trato?

─Desde este instante, vamos a dejar aquí, en este preciso lugar, todo lo que significa nuestras vidas. Vamos a jugar durante estos días, a ser exactamente quienes queremos ser. No van a existir problemas, ni enfermedades, ni vacío, ni miedos, ni confusión, ni carrera, ni trabajo, ni proyecto, ni prácticas. Tú vas a dejar de ser Anahí y serás simplemente... Any, una chica que desde el momento en el que cruce la línea que limita este pueblo, será únicamente quien desea ser. Y yo, dejaré de ser la doctora Dulce Andrade, para ser simplemente...Dul. Así que cámbiate de ropa, tírala al vacío. Y con ella envía todo lo que alguna vez te hizo infeliz. Yo te prometo... ─Me acerqué aún más a ella ─Que me encargaré de llenar tus días de nuevos momentos y nuevos recuerdos, que simplemente te aporten felicidad.

Se detuvo unos segundos a observarme, completamente atónita.

─Estás absolutamente chiflada ─Aseguró.

─Puede ser ─Acepté ─Puede que cuando regresemos tengas que solicitarme una habitación junto a la tuya. De hecho, creo que Marta ya comenzó con los trámites. Pero no perdemos nada con intentarlo. Son sólo tres días. Cuando volvamos a este lugar, el lunes, tú podrás decidir, si vuelves a ser Anahí, o sigues siendo... simplemente Any.

Lo pensó durante unos instantes. La observé en silencio, dándole tiempo a recapacitar sobre cada palabra que le acababa de decir, pues todo fue muy rápido. Ella, por un momento, dirigió su vista alrededor, observó el acantilado, las montañas, los árboles, el cartel, la carretera que continuaba más allá de lo que nuestra vista podía distinguir, y volvió a observarme a mí, quien esperaba expectante.

─Muy bien ─Aceptó ─No perdemos nada con intentarlo.

Dicho esto, antes de que yo pudiera aunque sea sonreír satisfecha o emocionada, comenzó a levantarse la camiseta, dejando su estómago al descubierto. Cosa que amenazaba con volver a dejarme atontada.

─¡Espera, espera, espera! ─Me apresuré inconscientemente a detenerla, pasando mis manos alrededor de su cintura, en un extraño intento por cubrir su cuerpo con el mío ─¿Qué estás haciendo?

─Quitarme la ropa ─Sonrió con picardía a muy pocos milímetros de mi ─¿No es eso lo que me pediste?

─S...si... Pero no así. ¿Quieres que te vea todo el mundo? Traje una toalla para cubrirte.

─Entonces... ─Susurró ─¿A qué estas esperando?

"A que mi cuerpo decida moverse" era la respuesta correcta, pues sentirla tan cerca de mí, susurrando a unos milímetros de mis labios y mirándome tan fijamente, consiguió que, como ya había anticipado, ninguna parte de mi cuerpo respondiera a mis gritos de auxilio.

Y es en este mismo momento, cuando me pregunto; ¿Cómo demonios voy a soportar tenerla tan cerca durante tres días? No pensaste en eso, ¿verdad Dulce?, en tu maravilloso plan, no se te ocurrió pensar cómo vas a hacer para que tus sentimientos por ella no crezcan imparablemente a cada minuto. Pero definitivamente, ya no había marcha atrás. Así que, sin demorarme un segundo más, ordené a mi cuerpo reaccionar y saqué una toalla que había en el interior de la mochila, la extendí, y cubrí el cuerpo de Anahí, rodeándolo con la misma. Ella comenzó a desvestirse nuevamente, sin importarle que yo aún la estuviera mirando, cosa que me hacía más imposible poder apartar mis ojos hacia otro lado. Por eso, me vi obligada una vez más, a ordenarles que reaccionaran y miraran a cualquier otra parte.

Después de unos minutos, estaba completamente lista, con su cuerpo bajo un vestido fresco, celeste, casi del mismo color de la camiseta que antes llevaba. No me equivoqué en la talla, ni en el estilo, y mucho menos en el color. Pues la prenda le queda absolutamente perfecta.

─¿Contenta?

Tras haberme pasado unos segundos observándola con aquel vestido, el sonido de su voz me hizo alzar la vista para encontrarme con la suya, que esperaba alguna reacción.

─Estás preciosa ─aseguré, siendo lo único que mis labios pudieron pronunciar.

─Parece que la doctora tiene buen gusto. Es cómodo, bonito y además acertaste con la talla.

─Nada de doctora a partir de ahora.

─Tienes razón... ─Sonrió ─Gracias...Dul.

Con una simple sonrisa, agarré su mano y nos dirigimos hacia el coche. Abrí su puerta y le indiqué que entrara, dirigiéndome a continuación hacia la mía.

Me senté en mi asiento, encendí el motor del auto y la miré una vez más. Ella me sonrió, haciéndome interpretar que estaba preparada. Aún no sé exactamente para qué, pero ambas estamos preparadas para lo que el destino tenga planeado, desde el momento en el que nos adentremos más allá de ese cartel de bienvenida. Correspondí la sonrisa y sin dudarlo un momento más, emprendí la marcha, dejando que el coche avanzara.

Recorrimos unos kilómetros más de carretera, hasta que empezamos a observar numerosas casas a nuestro alrededor, comercios, personas andando, parques, y en definitiva, civilización. Ya estamos definitivamente adentradas en el pueblo. Hoy, parece que está todo más vivo que nunca. Los habitantes caminan de un lado para otro, las calles están adornadas con luces, banderas y muchos colores.

─¿A qué se debe tanto alboroto? ─Preguntó mientras avanzábamos despacio por las calles.

─El pueblo celebra sus fiestas anuales ─Informé ─Están preparando todo para el resto del día. Los vecinos suelen reunirse en las calles, hay fuegos artificiales, música, comida, bebida, cada uno aporta algo. Desde que amanece, salen de sus casas y no vuelven hasta bien entrada la noche. Es realmente mágico, porque aunque no pertenezcas a la comunidad, el pueblo te acoge como un habitante más.

─¿Por eso me trajiste aquí? ¿Es donde tú vives?

─No. He pasado aquí la mayor parte de mi infancia. Pero mi familia vive en otro lugar. Pensaba traerte igualmente en cualquier otro momento, pero tuvimos la suerte de que dicho momento, coincidiera con las fiestas. Esta noche vendremos a ver los fuegos artificiales, son realmente impresionantes.

─Parece todo muy bonito ─Comentó observando a nuestro alrededor.

─Pues te aseguro que no has visto nada aún.

Observando de reojo la intriga en su mirada, sonreí mientras continuaba conduciendo. Ella volvió su vista hacia las calles, donde los habitantes continuaban de un lado para otro, observándolo todo. Podía apreciar una mezcla de emoción e intriga en ella, y eso, sin duda, me gustaba. Pues no pretendía más, que enseñarle un nuevo mundo y si este lugar había conseguido hacerme feliz a mí durante tantos años, estoy segura de que con ella, también lo conseguirá.

Continuamos avanzando carretera adentro, mientras el pueblo, sus casas y sus habitantes, quedaban cada vez más atrás y nos aproximábamos a nuestro destino. Sé perfectamente que ese hecho le extrañó, quizás creía que el pueblo era nuestro lugar. Pero definitivamente, en algún momento había decidido confiar en mí y dejar de hacer preguntas.

Minutos más tarde, comenzamos a ver a través de los árboles, el agua perteneciente al lago que daba nombre al pueblo. A pesar de la frondosidad del bosque que lo acompaña montaña arriba, el agua del lago, es completamente turquesa. Si una cosa me encantaba de este lugar, era ese tipo de agua, limpia y tranquila. Sin duda, por muchos años que transcurrieran, este siempre iba a ser mi sitio, mi lugar favorito del mundo.

Comencé a detener el coche, en un espacio donde ya no podíamos apreciar el lago, ya que unos altos arboles lo alejaban de nuestra vista, aunque seguía estando ahí. White emitió un ladrido. Haciéndonos saber que estábamos en nuestro destino. Anahí, al no esperarlo, dio un pequeño y gracioso brinco sobre su asiento, tras el cual sonreí.

─Llegamos... ─informé.

─¿Me trajiste a dormir al interior de un bosque?

─Vas a tener que aprender, que no todo es lo que parece.

Con una sonrisa misteriosa, bajé del auto y me dirigí a la puerta trasera, solté la correa de White, mientras Anahí abandonaba su asiento, y este salía rápidamente del coche, empezando a correr hacia algún lugar, al otro lado de los árboles.

A continuación, saqué del maletero todas las cosas que necesitaríamos, incluidas unas bolsas con comida. Ella, vino rápidamente a ayudarme y le ofrecí el bolso de la ropa. Una vez todo estaba listo, cerré el maletero, presioné el botón que activaba el seguro del coche y comenzamos a caminar hacia el mismo sitio por el cual había desaparecido el cachorro. Sólo tuvimos que avanzar unos metro para descubrir, al otro lado de los árboles, el lugar más hermoso que seguramente habría en este mundo.

El lago, con sus aguas azules y tan calmadas como siempre. Sobre él, una pasarela de madera, que llevaba hacia una pequeña casa situada en la superficie del agua. White, ya había cruzado dicha pasarela y esperaba ansioso en el porche de la pequeña cabaña. Observé por un momento a Anahí, encontrándola mirando hacia el lugar, completamente hipnotizada.

─Bienvenida a la casa del lago ─Susurré tratando de hacerla volver.

─¿Es... es esta tu casa?

─Y durante los próximos tres días, también la tuya.

Su mirada abandonó el lago, clavándose en mí, con toda esa intensidad que la caracterizaba.

─He estado en lugares bonitos alrededor del mundo. Pero esto, es... ─Volvió su vista hacia la casa ─Simplemente mágico.

Asentí sonriendo y ella volvió a mirarme.

─¿Estás preparada para conocer el resto de la magia?

Tras escuchar esa pregunta, fue ella la que esta vez asintió. Así que, agarré su mano y juntas comenzamos a caminar sobre la pasarela de madera que nos lleva hacia ese lugar, donde tantos momentos he vivido y en el cual, pretendo crear nuevos y mágicos recuerdos junto a ella.

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