La Luz De Tu Mirada

By JackieValand

110K 4.8K 884

Un choque de miradas accidentado. Así comienzan la mayoría de las grandes historias. Y esta, no iba a ser me... More

BOOKTRAILER
Prólogo
OTOÑO...
I
II
III
IV
V
VI
VII
VIII
IX
X
XI
*Escena Extra*
*Extra*
XIII
XIV
XV
XVI
XVII
XVIII
XIX
XX
*Extra*
INVIERNO...
XXI
XXII
XXIII
XXIV
*Extra*
PRIMAVERA...
XXV
XXVI
XXVII
XXVIII
XXIX
XXX (P.1)
XXX (P.2)
Último Capítulo
VERANO...
EPÍLOGO

XII

1.8K 101 11
By JackieValand



De un sobresalto me despierto, completamente aterrorizada. Puedo sentir mi respiración agitada y una especie de sudor frío recorriendo mi frente. No era más que una pesadilla y a pesar de eso, aún continúa invadiéndome la sensación de temor.

No es la primera vez que sueño lo mismo. Últimamente, me despierto en plena madrugada, habiendo vivido una experiencia horrible mientras dormía. En ocasiones, recibo una llamada telefónica de Marta, diciéndome que encontraron a Anahí desmayada en el piso de su habitación. Otras veces, soy yo misma, la que va a buscarla y la encuentra en dicha posición, quedándome absolutamente paralizada. De diferentes maneras, mi subconsciente desarrolla este temor interno que me es imposible controlar. Aunque lo cierto, es que al abrir los ojos y darme cuenta de que sólo fue un sueño, mi corazón vuelve a sentir liberación.

Me siento en la cama aún algo aturdida y dirijo mi mirada hacia el reloj despertador, que marca exactamente las 6:55 a.m, apenas faltan cinco minutos para que suene. Así que decido apagarlo antes de que su sonido me rompa los tímpanos.

White aparece rápidamente por la puerta, moviendo su cola con entusiasmo, como si le resultara completamente indiferente lo temprano que es.

─Buenos días, pequeño ─comienzo a acariciar su cabeza mientras recibo lametones en mis manos. ─Es hora de comenzar un nuevo día ¿No crees?

Verlo a él, tan contento como siempre, sin duda hace que olvide por completo el miedo que minutos atrás sentía.

Es cierto lo que acabo de decir, ahora comienza un nuevo día. Y a pesar de la pesadilla, el simple pensamiento de que en una hora la veré, me hace levantarme con fuerza, dispuesta a empezar el ritual de cada mañana, para estar junto a ella, lo más pronto posible.



Una hora más tarde, me encuentro absolutamente desesperada en medio de una hilera de coches que parece no avanzar. Ya debería estar llegando a La Cascada y sin embargo, llevo minutos sin que mi coche se mueva más de dos centímetros. Por lo que decido pulsar el altavoz de mi teléfono y seguidamente, la tecla de abreviación que me comunica directamente con el centro.

─Centro de salud mental, La cascada, ─Responden después de varios tonos ─Buenos días, ¿En qué puedo ayudarle?

─Buenos días Carla, soy Dulce. ¿Podrías comunicarme con el despacho de la Doctora Andoni?

─Por supuesto, Doctora Andrade, aguarde un segundo en lo que desvío la llamada a la oficina de la doctora.

─Gracias.

Transcurren unos segundos hasta que comienzo a escuchar de nuevo la señal indicando que la llamada está entrando. Un tono, dos tonos...

─¿Dulce? ─Escucho justo antes de que suene el tercer tono ─¿Estás bien? ¿Ocurre algo?

─No Marta, tranquila, es solo que llevo treinta minutos parada en el tráfico y esto parece no avanzar. Quería avisarte de que me iba a retrasar.

─¡Ah! No te preocupes. ¿Estás muy lejos?

─A unos diez minutos simplemente. Pero no entiendo lo que sucede, debe haber habido un accidente.

─Está bien, tranquila. Te esperaré para hacer la ronda. Pasa por mi despacho cuando llegues.

─Vale, gracias.

─Que te sea leve la espera ─dijo riendo.

─Si en cinco minutos esto no se mueve, dejo el coche aquí y llego caminando.

─Dulce, no puedes dejar el coche en medio de la carretera, salvaje.

─Ya lo sé ─suspiré ─Por eso sigo aquí hablando contigo y no estoy llamando a tu puerta. Esto es desesperante.

─Bueno, tómatelo con paciencia, mira que eso se te da de maravilla.

Fruncí el ceño aunque era consciente de que no me estaba mirando.

─Muy graciosa. ─me quejé con ironía, escuchando su risa al otro lado.

─Llámame para cualquier cosa, anda.

─Gracias otra vez, doctora. Nos vemos en unos minutos.

─Hasta ahora. ─Se despidió.

Dicho esto, colgué el teléfono y subí el volumen de la música, deseando que la espera se volviera más amena.


Al cabo de otra media hora, ya estaba entrando por las puertas de La Cascada. Después de saludar a Carla, entré al ascensor y sabiendo que dada la hora, ya no encontraría a Anahí en el pasillo, pulsé directamente el botón del segundo piso.

Llegué al despacho de Marta y llamé a la puerta, recibiendo automáticamente su permiso.

─Siento el retraso ─me disculpé sin siquiera saludar ─Te prometo que a partir de mañana, saldré antes de casa, por si acaso.

Ella, que había levantado la vista y detenido su escritura en cuanto me escuchó, me miraba ahora de una forma algo divertida.

─Deberías respirar. Parece que viniste corriendo desde tu casa. Oh... ─se detuvo con expresión de susto, como si hubiera descubierto algo ─No me digas que al final dejaste el coche en medio de la carretera y llegaste corriendo hasta aquí.

─Tranquila, que deseché esa idea en cuanto el resto de autos comenzaron a moverse. Pero odio llegar tarde al trabajo.

─Dulce, sólo llevas media hora de retraso, no es para tanto. Le puede pasar a cualquiera y fue por culpa del tráfico. No todo lo vas a poder controlar, ¿verdad?

─Supongo que no ─me encogí de hombros resignada. ─¿Comenzamos la ronda?

─Si quieres puedes ir a tu despacho, dejar las cosas, ponerte tu uniforme, beber un vaso de agua y... ─hizo un gesto exagerado de inhalar aire profundamente para luego expulsarlo muy despacio ─respirar. Que no me voy a ir de aquí. Te noto un poco nerviosa esta mañana.

─Creo que mi mala noche trajo consigo algo de ansiedad. ─dejé caer mis hombros con resignación ─Y parece que mientras más pronto quieres llegar a un sitio, más obstáculos aparecen en el camino.

─Así es el Universo, siempre poniendo a prueba nuestra paciencia.

─Siempre... ─sonreí por fin. ─Mejor te hago caso y voy a beber agua. A ver si me relaja.

─Aquí te espero.

Sin decir más, abandoné el despacho de mi jefa y amiga, dirigiéndome al mío, donde lo primero que hice fue colgar el bolso en un perchero y ponerme la bata blanca. Seguidamente, serví agua en un vaso y mientras la bebía, caminé hasta la ventana, intentando centrarme y relajarme, pues es cierto que esta mañana estoy un poco nerviosa, algo no demasiado habitual en mí. O al menos, no a simple vista. Dada la tranquilidad que me caracteriza, mis nervios siempre han sido interiores. Pero desde luego, observar el paisaje a través de la ventana, lejos de tranquilizarme, consiguió que mi cuerpo se tensara aún más, al no ver a Anahí en su sitio habitual. No tenía por qué preocuparme, si hubiera ocurrido algo, Marta me lo habría dicho en seguida. Pero aun así, el hecho me extrañó. Así que volví a abandonar mi despacho, entrando en el de al lado.

─¿Dónde está Anahí? ─pregunté apresuradamente.

Marta alzó la vista confusa por mi nueva interrupción.

─¿A qué te refieres exactamente con, "dónde está"?

─No está en el jardín. ¿La has visto?

─No, no la he visto, Dul. A lo mejor hoy se le pegaron las sabanas, quien sabe.

─No lo creo. ─negué repetidas veces con la cabeza ─Ella se acuesta muy tarde y se levanta muy temprano.

─Si hubiera ocurrido algo te habría informado. A lo mejor está en la biblioteca, o en su habitación. A lo mejor incluso se está bañando.

Me detuve un momento a analizar las opciones.. Cada una de ellas tenía su lógica.

─Si... Puede ser. ─suspiré ─Estoy paranoica, ¿verdad?

─Estás preocupada. Y es absolutamente normal. ─aseguró poniéndose en pie ─¿Qué te parece si empezamos la ronda y así puedes buscarla cuanto antes?

─Me parece una idea perfecta.

Marta llegó hasta mí y pasó su brazo por mis hombros, dirigiéndome hacia la puerta.

─Ay... ─suspiró ─¿Qué voy a hacer contigo, eh?

─Puedes ir reservándome una plaza aquí. Creo que la voy a necesitar.

─No sería tan mala idea.

Me encogí de hombros resignada y con una sonrisa tierna por su parte, abandonamos el despacho, dispuestas a comenzar la ronda del día.


◊◊


Aproximadamente dos horas, estuvimos de habitación en habitación, revisando que todo estuviera en orden. Mi nerviosismo no había disminuido en absoluto. Al contrario. Incluso Doña Rosa se percató de ello nada más verme. No hizo falta ni que la saludara, para que me preguntara qué me ocurría hoy. Y yo, al igual que a Marta, solo le dije que había pasado una mala noche. Cosa que la perspicaz anciana no creyó en absoluto. Pero tampoco insistió demasiado, pues a pesar del poco tiempo que hace que me conoce, sabe perfectamente cuando quiero hablar de algo y cuando no. Y precisamente hoy no es un buen día para hablar de nada. Solo quiero llegar al jardín y comprobar que está ahí, como cada mañana, leyendo o simplemente mirando el paisaje.

Camino a toda prisa por el pasillo del primer piso, dispuesta a llegar cuanto antes a ese jardín. Pero al pasar por una de las puertas que están a ambos lados del mismo, escucho un ruido que me hace detenerme. Dicha puerta se encuentra entreabierta. Miro a mi alrededor, esperando encontrar a alguien merodeando, pero estoy completamente sola. Entonces, vuelvo mi vista hacia ese lugar del que provino el sonido y descubro que mis prisas, me hicieron pasar por alto el hecho, de que es uno de los servicios que se encuentran en el primer piso, pues su cartel así lo indica. Frunzo el ceño con algo de desconfianza. Sé perfectamente que los baños siempre están cerrados con llave y ningún paciente puede acceder a ellos sin compañía de una enfermera. Algo extraño sucede, y es inevitable que un mal presentimiento se instale dentro de mí, antes incluso de que pueda detenerme a pensar, durante al menos un segundo, en lo que podía estar pasando.

De pronto volví a escuchar ese sonido de minutos antes y sin racionalizar absolutamente nada, abrí completamente la puerta y pasé al otro lado, cerrándola tras de mí. Justo enfrente, hay otra puerta que separa el inodoro del resto del cuarto. Esta, también se encuentra entreabierta. Y fue el mismo impulso que me había llevado hasta allí, el que me hizo abrirla definitivamente, sintiendo como el latido de mi corazón se detenía en el instante en el que descubrí, lo que había al otro lado.

Anahí...

Arrodillada en el piso, escondiendo su cabeza casi en el interior del propio inodoro, con el cabello cayendo a ambos lados de su rostro, tratando de sacar con cada arcada, todo el dolor de su corazón.

Está vomitando.

Está expulsando de su interior, cualquier resquicio de soledad o preocupación que la invade... Está lanzando su propia alma hacia las alcantarillas con cada impulso de su garganta. Y con ello, con esa imagen, mi corazón se rompió en mil pedazos, creando un nudo en mi pecho que apenas me permite respirar.

Es... es realmente imposible transmitir con palabras, lo que se siente en un momento como ese. Por mucho que trate de expresarlo en unas líneas, la impotencia y el dolor de ver a alguien que quieres, en el máximo punto de su destrucción, es un sentimiento absolutamente insoportable. Tanto, que me hace sentir el peso del mundo sobre mis hombros.

No pude hacer nada durante unos instantes. El tiempo se había detenido y mi cuerpo era incapaz de responder al movimiento. Sólo podía observarla vaciar su interior, mientras sentía mi alma quebrarse con esa imagen. Quizás ni siquiera transcurrieron unos segundos. Quizás mi estado de shock fue más corto de lo que pienso. Solo sé que cuando mi cuerpo decidió por fin reaccionar, cogí una pequeña toalla y me coloqué detrás de ella. Agarré su pelo con mis manos y al no ver ningún movimiento por su parte, me pregunté si había sentido mi presencia en algún momento. Pero ella escondió su rostro de mí y trató de apartar mis manos de su pelo. No se lo permití. Volví a insistir y ella volvió a empujarme, sin decir nada, simplemente tratando de esconderse aún más.

Entonces, comencé a escuchar sollozos y su cuerpo se movía ligeramente, haciéndome entender que estaba llorando. Fue en ese instante, en el que mis piernas dejaron de sostenerme. Caí a su espalda, quedando arrodillada en su misma posición. Mis manos se dirigieron a sus brazos y una vez más, intenté apartarla de aquel lugar que ahora me parecía un infierno. Esta vez, su cuerpo pareció darse por vencido, y simplemente dejó de ejercer presión. Fue entonces cuando puse la toalla en sus manos, y mientras ella misma se la llevaba hacia la cara, atraje su cuerpo hasta el mío, consiguiendo que se diera la vuelta y ambas cayéramos definitivamente, quedando completamente sentadas.

Con mi espalda apoyada en la pared, refugié su cuerpo entre mis brazos y permanecí en silencio mientras ella limpiaba de su propio rostro, los restos de su odiada soledad. Escucho su llanto desesperado sobre mi cuello. Siento las pequeñas convulsiones que sufre su cuerpo, y eso me hace abrazarla cada vez más fuerte. Aferrarla a mí, o aferrarme a ella, mientras las lágrimas que habían estado bañando mis ojos, comienzan a descender mejilla abajo.

No podía soportarlo.

No era capaz de aguantar su dolor ni un segundo más. No podía seguir sentada, observando cómo su vida se desvanecía mientras yo intentaba encontrar una solución.

Sentí que poco a poco, comenzó a despegar su rostro de mi cuello, ascendiendo su mirada hacia a mí. Por un momento, me invadió el pánico y permanecí con la mirada al frente. No puedo mirarla, porque siento que en el momento en el que lo haga, las lágrimas comenzaran a brotar de mis ojos sin control alguno. Pero mis mejillas están mojadas, y continúo sintiéndolas descender por mi piel, lo que me recuerda, que ya no tengo control alguno.

La observé entonces, y por primera vez desde que entré en este cuarto de baño, vi sus ojos, completamente enrojecidos y bañados en lágrimas. Me mira con confusión, al ver que yo también lloro. Y también con vergüenza, como si sintiera haberme decepcionado. Pero sobretodo, me mira con miedo. Un profundo temor, se había apoderado de su mirada triste.

Así que, sintiendo como unos escasos centímetros, separan su rostro del mío, llevé una de mis manos a su mejilla y acaricié su piel con dulzura, secando las rebeldes gotas de agua salada que continúan cayendo.

─Se acabó... ─le susurré. Le supliqué ─Por favor, no te hagas más esto.

─No puedo... ─escuché su voz entrecortada ─no puedo evitarlo.

Quise llorar como una niña pequeña. Sentía mis ojos cada vez más empapados y mi vista cada vez más nublada. Quería llorar y suplicarle que no siguiera dañando su vida. Sentía mi labio inferior temblar mientras esos ojos azules me miraban como si toda ella, estuviera a punto de romperse.

─No voy a permitir que te sigas haciendo daño, ─aseguré agarrando su mejilla con decisión y clavando mis ojos en los suyos ─¿entiendes? No lo voy a permitir.

─Tengo miedo, Dulce. Mucho miedo ─yo asentí, haciéndole ver que lo sabía perfectamente, y entonces su boca se abrió, como si algo más estuviera a punto de salir de ella, pero ni un solo sonido salió de sus labios. Disminuí la presión de mi mano en su mejilla y simplemente la acaricié. Con la intención de hacerle saber, que no había nada que temer, yo estaba aquí, yo... ─Ayúdame... ─suplicó entre lágrimas ─Por favor, ayúdame.

Y no hizo falta nada más.

Deposité en su frente, el beso más honesto y protector que jamás le había dado a nadie. Y sin decir una sola palabra más, volví a atraer su cuerpo, permitiendo que mis brazos respondieran cualquiera de sus dudas. Por supuesto que iba a ayudarla. Por supuesto que iba a protegerla. Por supuesto que iba a sacarla de su oscuridad. Y sólo encontraba una forma de hacerlo; mis brazos, a partir de ahora, llenarían su vida de instantes inolvidables. Estoy completamente dispuesta a conseguir, que vea la vida a través de mis ojos, que toque con mis manos y que sienta con mi propio corazón. Voy a hacer todo lo que esté en mi mano, y no voy a parar, hasta lograr llenar de color, su gris existencia.

─Va a desaparecer, cariño. ─le aseguré dejando suaves caricias en su pelo ─Te prometo que el dolor, va a desaparecer. Lo vamos a conseguir.

Sus manos se aferraron fuertemente a mi pecho y continuó desahogando sus lágrimas en mi cuello durante minutos. Hasta que todas y cada una de ellas, salieron. Hasta que ya no había nada más que expulsar de su interior. 

Por el momento.




Continue Reading

You'll Also Like

451K 32.8K 12
Alex se dirige a la cena familiar de todos los años ¿Qué podría salir mal? Todo... absolutamente todo. Por error e impulso el tal vez haya dicho una...
214K 23.1K 34
🏆| Ganadora de los premios Wattys 2021. Leslie Valera ha regresado al pueblo de Los Limos después de diez años, decidida a aprovechar las vacaciones...
454K 33.3K 36
"-Me dijiste que eras una persona terrible. -¿Y? -Yo creo que una mala persona nunca hubiera hecho lo que hiciste." ~ LA PERSONA QUE ASPEN VANN MÁS...
543K 45.5K 32
Ser maestro no es fácil. Y tener un alumno "problema" no mejora la situación. -Cierre la boca viejo amargado. -¡No me hables así mocoso! SasuNaru \u...