La Luz De Tu Mirada

By JackieValand

107K 4.6K 880

Un choque de miradas accidentado. Así comienzan la mayoría de las grandes historias. Y esta, no iba a ser me... More

BOOKTRAILER
Prólogo
OTOÑO...
I
II
III
IV
V
VII
VIII
IX
X
XI
*Escena Extra*
XII
*Extra*
XIII
XIV
XV
XVI
XVII
XVIII
XIX
XX
*Extra*
INVIERNO...
XXI
XXII
XXIII
XXIV
*Extra*
PRIMAVERA...
XXV
XXVI
XXVII
XXVIII
XXIX
XXX (P.1)
XXX (P.2)
Último Capítulo
VERANO...
EPÍLOGO

VI

2.2K 120 46
By JackieValand




─No puedo respirar...

Esa fue la frase clave para que mis brazos dejaran de presionar su cuerpo como si la vida se me fuera en ello.

Ni siquiera sé si transcurrieron minutos o simplemente fueron segundos. Solo sé que de no haber sido por estar cortando el paso de su oxígeno, hubiera permanecido en esa misma posición incluso horas.

─Lo... lo siento... ─Me disculpé apartándome rápidamente ─Yo...yo...

Y no. No me salió ni una sola palabra más, en el momento en el que me encontré con sus ojos observándome tan de cerca.

Ella me mira atenta, incluso confundida me atrevería a decir. Probablemente, el repentino abrazo que acabo de darle, no haya sido nada en comparación a lo que debe pensar, mientras observa el brillo que seguramente tengan mis ojos en este momento. Un brillo que le otorgan las lágrimas, que a toda costa intento contener desde hace minutos.

─¿Estás segura de que quieres quedarte aquí, Anahí?

La voz de Marta interrumpió el contacto visual entre ambas, haciéndonos recordar, o haciéndome recordar, que no estamos solas en esta habitación.

─No demasiado. Pero... por algo debo estar aquí.

─Está bien... ─Aceptó la doctora, extendiendo unos papeles sobre la mesa ─Entonces firma este documento.

─Hay una cosa más. ─Advirtió ella ─No quiero terapias, ni charlas, ni absolutamente nada de lo que intentaron hacer conmigo cuando llegué a este lugar.

─¿Entonces, como pretendes que podamos ayudarte?

─No necesito ayuda. Solo quiero... ─Dirigió su mirada hacia mí antes de continuar ─Mantenerme lejos de ese mundo exterior, al que no consigo verle nada bueno.

La observé en completo silencio, mientras la escuchaba repetir las mismas palabras que yo le había dicho anteriormente. Y una extraña emoción invadió mi pecho.

Lo cierto, es que no sé si no intervenía porque quería limitarme a escuchar, o porque realmente parecía haber olvidado la forma en que debían ser articuladas las palabras.

─Pues lamento informarte de que esto es un centro de salud mental, no una residencia de verano. Y tú eres una paciente que necesita ayuda.

─Marta... ─Intervine por fin, sin apartar la vista de Anahí.

─Dulce, no ─Sentenció mi amiga, adivinándome como siempre.

─Marta... ─Volví a repetir, esta vez sí, volteando para mirarla  ─...Confía en mí.

Ella me observó con el ceño fruncido, tratando seguramente de aniquilarme con la mirada, o advertirme de lo que está pasando por su cabeza; "No haces más que echarte tierra sobre ti misma y meterte en un terreno que no conoces". Pero la insistencia de mis ojos, expresando una especie de súplica, emoción y alegría, fueron suficientes para que segundos más tarde, suspirara resignada y le ofreciera un bolígrafo. Anahí se acercó, aceptando el objeto y procediendo a firmar allí donde Marta le indica.

─Solo les voy a advertir una cosa... ─Amenazó con su dedo índice acusador, mientras intercalaba la mirada entre ambas ─Cuando tu padre venga hecho una furia, ustedes se van a hacer cargo.

─¿No tienes otro papel para autoprohibirme las visitas?

En ese instante, se produjo un repentino silencio. Marta la observaba con una ceja alzada, esperando que algún gesto suyo le hiciera entender si se trataba de una broma o hablaba realmente en serio. Ni siquiera yo lo sabía, pero el comentario me hizo ahogar una risa entre mis manos y Anahí como si nada, prosiguió firmando el documento mientras mi amiga rodaba los ojos.

─¿Eso es todo? ─Preguntó una vez había terminado de firmar.

─Si. Con esto ya nadie podrá sacarte de aquí, hasta que tú misma decidas que te quieres marchar.

─Muy bien... ─Finalizó volteando para marcharse ─Entonces voy a volver al jardín.

Caminaba hacia la puerta, en el momento exacto en el que la voz de Marta volvió a interrumpir, justo cuando comenzaba a pasar por mi lado.

─Bienvenida, Anahí.

La interrupción hizo que se detuviera a mi altura. Me observó fijamente durante unos segundos en los que definitivamente, el tiempo se detuvo junto con su marcha.

─Siempre he estado aquí... ─Susurró.

Y una vez más, mi corazón se acelera, sintiendo nerviosismo a la vez que emoción, al escucharla repetir aquellas palabras que yo misma le dije hace unos minutos. Este órgano, comienza a tener vida propia. Y lo curioso, es que yo misma estoy empezando a disfrutar de su sonido, así como, de la desconocida sensación que me provoca.

Le ofrecí una media sonrisa, que fue más producto de los nervios que de cualquier otra cosa. Y ella, después de permanecer un largo instante observándome fija e intensamente, abandonó el despacho.

En cambio yo, permanecí en esa posición, sin mover un solo musculo y sin ser capaz siquiera de pestañear. Por momentos hasta dejo de respirar para asegurarme de que sigo viva, y de que esto acababa de ocurrir realmente.

─¿No vas a correr tras ella para comértela a besos? ─preguntó la voz de mi amiga, consiguiendo detener de forma súbita mi corazón.

─¡¿Perdona?!

Volteé confundida y la encontré nuevamente con los brazos cruzados sobre su pecho y observándome de una forma algo extraña.

─Si con su primera frase, consiguió que la abrazaras como si tu vida fuera en ello, cuando te sonría, tendré que amarrarte para que no te la comas a besos. O peor aún, para que...

─Espera, espera, espera ─la detuve antes de que dijera una barbaridad ─¿De...de qué estás hablando, Marta? La abracé porque me dio emoción. Porque no la esperaba. Y sobre todo, porque esto significa que no está tan perdida como creías.

─Ya claro... ─Suspiró sentándose nuevamente y llevándose ambas manos a la cabeza. Parece aturdida ─Esto es una completa locura.

─¿Qué ocurre?

Mi amiga guardó silencio durante unos instantes, detuvo su mirada en aquel documento que hace apenas unos minutos había firmado Anahí y volvió a clavar su mirada sobre mí.

─Ocurre que ahora soy yo, la que está perdida.

─¿Por qué?

─Porque Anahí ha estado interna en este centro casi tres meses y nunca, le ha dirigido si quiera una mirada a ninguno de los que trabajamos aquí. Por no decir, que cada vez que alguno de sus familiares o amigos la visitaron los primeros días, los ignoró por completo. Además, a todo eso debes sumarle, que llevo años trabajando como psicóloga, especialmente en "La Cascada" y nunca he conocido a un paciente que prefiera permanecer internado, antes que volver a su casa... Y bastaron unas simples palabras tuyas, para conseguir en ella, todo lo que nadie ha conseguido en meses. Así que sí, estoy completamente perdida. Y me pides que confíe en ti, Dulce. Ahora sé que probablemente tú seas la única persona que consiga llegar a ella, pero al mismo tiempo me da miedo... porque has estado acompañándola diariamente, en completo silencio y aunque tú no lo veas con claridad, durante estos dos meses has tenido que crearte una imagen de ella en tu mente, de su personalidad, de su forma de hablar... ¿Qué ocurre si esperas demasiado? ¿Y si ella resulta no ser como tu creías? Creo que en este momento, harías cualquier cosa que Anahí te pidiera, y no sé hasta qué punto eso es bueno para ella, ni para ti.

─Marta, te aseguro que no tengo ni la más mínima idea de qué fue exactamente lo que la hizo reaccionar. Y también te aseguro, que no, no haría cualquier cosa que Anahí me pidiera. Todo lo que pasó hoy, es simplemente porque haría cualquier cosa para protegerla, pero no voy a influir en la forma en la que ustedes decidan tratar su enfermedad, si es eso lo que temes. No voy a esconderle la comida si llega a pedírmelo, ni a permitirle ir sola al cuarto de baño, rompiendo las reglas que hay con ella, ni voy a encubrirla en ningún sentido. No sé absolutamente nada de lo que ella necesita y no estoy siguiendo un patrón de ningún tipo a la hora de tratarla... simplemente la he estado acompañando. Eso no puede tener nada de perjudicial, ni para ella, ni para mí.

─No, eso no es perjudicial. Lo que es perjudicial, es que llegues a interesarte por una mujer a la que realmente no conoces, simplemente por una imagen que tu mente se hizo de ella.

─¡No estoy interesada en Anahí, por dios!

─Puede que aún no.

─Vamos Marta, apenas he cruzado tres frases y cuatro miradas con ella.

─Solamente te voy a pedir un favor; ten siempre presente, que esto es un centro de salud mental, donde hay pacientes enfermos, entre los cuales se encuentra Anahí. No es un cuento de hadas, no va a surgir el amor y todo será color de rosa, no es una película romántica en la que después de dos horas, los protagonistas solucionen todos sus problemas y son felices para siempre. Esto es una realidad. Una realidad incluso más cruel que la que existe en el mundo, tras cruzar las puertas de este centro. Ayúdala, haz todo lo que consideres necesario y todo lo que tu corazón te dicte, pero ya que no puedo pedirte que mantengas tus sentimientos al margen, al menos prométeme que vas a estar preparada, para cualquier cosa que pueda suceder a partir de ahora.

◊◊



Sí, definitivamente, iba a estar preparada para cualquier cosa que ocurriera, o al menos eso creía.

En cierto modo, creo que Marta exageró bastante en cuanto a sus deducciones y temores. Puede que sienta por Anahí un cariño que no siento por el resto de los pacientes. Pero también pienso que no tiene por qué ser nada diferente a la ternura que me inspira Doña Rosa. Simplemente son personas con las que conecté desde el primer momento, o que llegaron a mí, de una forma distinta que el resto. Obviamente, Anahí es el objeto de mi proyecto, y aunque mi amiga opine lo contrario, estar a su lado y observarla diariamente durante estos dos meses, me ha hecho conocerla de una forma en la que probablemente no la conozca ningún otro trabajador de esta residencia. Y sí, también es cierto que sentí pánico cuando creí que su padre se la llevaría. El pánico que debe sentir cualquier doctor, cuando cree que la vida de un paciente corre peligro y no podrá hacer nada por evitarlo. Esa angustia que se crea en el pecho, presionando tus órganos y entorpeciendo el paso del oxígeno. Estoy segura, de que es una sensación completamente normal en una situación límite. Por no hablar, del latido desenfrenado que experimentó mi corazón cuando escuché su voz a mi espalda. Así como la cantidad de emociones que recorrieron mi cuerpo en cuanto entendí el significado de sus palabras y de mis hombros desapareció ese peso, que no eran más que kilos y kilos de miedo. Además, también debo mencionar la sensación que me produjo tenerla entre mis brazos...

No. Mejor no voy a recordar esa sensación.

Y en este preciso instante, voy a obligarme a dejar de pensar en cosas que no tienen sentido. Al fin y al cabo, le hice esa promesa a Marta. A partir de este momento, iba a estar preparada para todo lo que pudiese ocurrir. Para todo.

Suspiro, observando frente a mí aquel jardín. Creo que nunca he estado tan nerviosa antes de entrar, y probablemente mi comida se encuentre completamente revuelta en el interior de este recipiente, a causa del temblor que invade mis manos. No la he vuelto a ver desde lo ocurrido en el despacho. Podría perfectamente haber ido tras ella para resolver todas las dudas que en ese y este momento me asaltan. Pero decidí actuar como cada día, y esperar que llegara la hora de nuestra "cita" diaria. Además, ni siquiera sé si lo que ocurrió significa que ya abandonó el voto de silencio, o por el contrario, va a continuar ignorándome cuando la salude.

Quizás por eso, es que mis pasos se volvieron más lentos de lo normal mientras camino a su encuentro, pareciendo que en vez de metros, estoy recorriendo kilómetros.

Pero esos metros llegan a su fin. Y aquí estoy una vez más, frente a ella, más perdida que nunca en cuanto a lo que debo hacer o decir. Tanto, que mis cuerdas vocales deciden ponerse en huelga en el peor de los momentos, y por mucho que lo intento, no soy capaz de emitir ni una sola palabra.

Tiene entre sus manos el mismo libro que hace unas horas y su mirada está clavada en él una vez más. Pero debió sentir mi presencia en el mismo instante que aparecí frente a ella, y mi silencio sepulcral, tuvo que ser suficiente para que alzara la mirada y me encontrara.

Ahí estaba, mirándome a los ojos una vez más, consiguiendo que mi cuerpo se helara y me maldijera por volverme tan estúpida en los momentos más inoportunos.

─Hola... ─Dijo al ver que mi vocabulario pareció haberse perdido en algún lugar del camino.

"Hola", "Hola"... Eso es exactamente lo que yo he estado diciéndole durante dos meses. Un simple "Hola". Y ahora... esto quiere decir que su voto de silencio llegó a su fin y que además, debe pensar que soy la mujer más tonta del mundo en este momento.

─Hola... ─Sonreí ligeramente.

¡Por fin! Gracias al cielo pude hacer y decir algo, parece que mi cuerpo y mi mente volvían a sintonizarse. Así que segundos más tarde, cuando volvió la vista a su libro, me senté a su lado, de la misma manera en que cada día lo hacía. Y comencé a destapar mi comida, dispuesta a intentar que algún alimento llegara a mí estómago.

─Creí que hoy no vendrías ─Volvió a hablar después de unos instantes.

Dirigí la vista hacia ella para encontrarla observándome fijamente.

─¿Y por qué no iba a hacerlo?

─Bueno, tenía la seguridad de que venías a almorzar conmigo, porque aquí tienes el silencio que no existe en ese comedor lleno de ruido.

─Si lo que tú quieres es permanecer con ese silencio... ─Me encogí de hombros ─No tengo problema. No hay porqué decir nada.

Ella me miró entrecerrando los ojos, confundida, descolocada e incluso sorprendida.

─Eres muy extraña, Dulce ─Finalizó y devolvió la vista a su libro.

Obviando por un momento, la emoción que sentí al escucharla pronunciar mi nombre por primera vez, no pude evitar reírme antes de preguntarle:

─¿Por qué lo dices?

─Porque cualquier otra doctora ─Volvió a mirarme ─hubiera corrido detrás para atiborrarme a preguntas. Y sin embargo, tú no sólo no viniste, sino que además te da igual continuar sin decir absolutamente nada.

─Bueno, para empezar, aún no soy doctora —le aclaré —Así que no entro del todo en ese grupo al que acabas de hacer referencia. Y para continuar... Sí, claro que me gustaría saber cosas y hablar contigo. Pero todo tiene su momento. Y sinceramente pienso, que nunca han hecho demasiada falta las palabras entre nosotras.

Ella asintió, con la mirada aún confundida y volvió su vista a la lectura. El gesto no parecía haber sido una forma de estar de acuerdo con mis palabras, más bien resultaba una manera de finalizar la conversación.

Permanecí observándola unos instantes, descubriendo que no podía apartar la mirada de ella. Es cierto que no me importaría continuar con nuestro silencio el resto de la tarde, porque con sentir su compañía me es más que suficiente. Pero también es cierto, que fácilmente podría acostumbrarme a la sensación que me produce, tener su mirada clavada en la mía.

─Gracias... ─Susurré sin siquiera pensarlo, consiguiendo que abandonara su lectura una vez más y se dirigiera hacía mí con confusión. ─Por haber reaccionado a tiempo y... firmar ese documento.

─Me lo agradeces por segunda vez, como si te hubiera salvado la vida ─Se encogió de hombros ─Y lo único que hice fue aceptar, que este lugar probablemente sea mejor que cualquier otro.

─¿Por qué?

─Bueno, aquí todos están locos, puedo pasar desapercibida fácilmente.

─Sea como sea, me alegra que estés aquí.

Se produjo un silencio que me resultaba un tanto incomodo al descubrir que no apartaba sus ojos de mí. No es que me molestara, en absoluto. Pero en este momento, estoy descubriendo que cuando me observa con esa intensidad con la que parece estar buscando algo en el fondo de mi mente, me intimida.

Y al mismo tiempo, me resulta curioso descubrir, que son las propias palabras, las que vuelven incómodos los silencios.

─¿Cuál es tu plan? ─Preguntó después de unos segundos completamente callada.

─¿A qué te refieres exactamente?

─¿Qué pretendes hacer conmigo? ¿Ganarte mi confianza con paciencia y dulzura, para un día comenzar a ofrecerme charlas de lo hermosa que es la vida y la importancia de sentirme bien conmigo misma?

─¿Es eso lo que crees?

─No lo sé, por eso te lo pregunto. No sé lo que pretendes conseguir desde el primer momento que te sentaste frente a mí, sin esperar absolutamente nada. No creo que esto sea gratis, no creo que no tengas ningún fin.

─¿Quieres que te responda la verdad? ¿O lo que estaría bien decir?

─La verdad.

Observé hacia el frente, exhalando un suspiro, justo momentos antes de dirigir mi vista nuevamente hacia esos ojos azules, con la intención de comenzar a explicar lo que quiera que fuese a explicar.

─La verdad es que el primer día que me senté a tu lado, lo único que buscaba era acompañarte y que me acompañaras. Por alguna razón me daba...paz, compartir ese silencio contigo. Sentía que no hacía falta absolutamente nada más. Pero te mentiría, si te dijera que no me pregunto a diario lo que piensas, lo que sientes, qué es lo que hay dentro de tu corazón para que dejaras de verle sentido a la vida. Me lo pregunto, al igual que me pregunto, si existe algo que yo pueda hacer para cambiar eso ─Suspiré ─Pero no. No pretendo conseguir nada, ni llevar a cabo un plan maestro para acercarme a ti. Mi único propósito es que, al menos los pocos momentos en los que estés conmigo... la vida no te parezca tan terrible. Simplemente eso.

Segundos después de mis palabras, habiendo permanecido completamente atenta e incluso algo desorientada durante las mismas, apartó su vista de mí sin decir nada, ni expresar una sola emoción de acuerdo o desacuerdo.

─¿Desconfías de mí? ─Pregunté deseando leerle la mente en este momento.

─No confío ni en mi misma, Dulce.

─¿Desconfías de mí? ─Insistí.

Ella, volvió a clavar su mirada sobre mí, entornando los ojos ligeramente, como si tratara de averiguar algo.

─No.

Esa respuesta, fue todo lo que necesité escuchar. Aunque quizás para ella no era suficiente, ya que cuando bajé la mirada dispuesta a continuar con mi almuerzo, su voz me obligó a volver a enfrentarla.

—Hay algo que me obliga a confiar en ti, cuando ni siquiera me fio de mi misma.

Sin duda, eso fue mucho más de lo que esperaba escuchar de sus labios.

Si ella confía en mí, significa que esos momentos de silencio que hemos compartido durante los últimos meses, crearon una conexión real. Algo que no sólo me ha ocurrido a mí. Y eso es más de lo que podía esperar o pedir.

─Anahí, ¿Qué crees que vaya a pasar con tu padre, cuando se entere de lo ocurrido?

─Que pondrá el grito en el cielo y hará hasta lo imposible por sacarme de aquí.

─Por suerte eso ya no puede hacerlo.

─Lo sé, Dulce. Pero no te enfrentes a él. Es muy testarudo y podría buscarte problemas.

─Yo no le tengo miedo ─Afirmé alzando una ceja.

─De eso ya me di cuenta, créeme. Pero no te origines un problema innecesario.

─Está bien ─Acepté no muy convencida ─Me mantendré al margen, siempre y cuando no se pase de la raya contigo.

─Cuando se te mete algo en la cabeza, no hay quien te lo saque, ¿verdad?

─¡No puede ser! ¿Apenas una hora hablando y ya me descubriste? ─Exageré riendo.

─Te descubrí desde el primer minuto ─Corrigió ─Pero he tenido dos meses para confirmarlo.

Pues sí. Aunque aún continua causándome emoción, saber que no he sido la única aquí presente en estos dos meses, una parte de mí se sigue sorprendiendo, por esa extraña sensación de que a pesar de ser esta, la única conversación que hemos mantenido, la conozco... y ella me conoce a mí.


Había terminado de almorzar hacía bastante tiempo y automáticamente, había decidido triturar la pieza de fruta que tocaba hoy; pera, dejándola cuidadosamente preparada a su lado, como cada día. Fue prácticamente un acto reflejo, algo que hice sin pensarlo, mientras manteníamos esta pequeña conversación en la que ni siquiera sabía cuánto tiempo había transcurrido exactamente. Observé el reloj de mi muñeca y cierta sensación de decepción me invadió al descubrir que era hora de marcharme.

─Será mejor que vuelva al trabajo ─Informé con desgana ─O le daré una excusa más a tu padre para que mis prácticas terminen antes de lo esperado.

─Y no queremos eso.

Simplemente sonreí, y al ver su semblante serio, me asaltó un pensamiento: algún día, más tarde o más temprano, conseguiría arrancarle una sonrisa sincera. Algún día, estando a mi lado, su corazón dejará de sentir ese peso y podrá ser libre, aunque sea por un instante.

Me levanté de aquel banco y permanecimos mirándonos unos segundos, sin saber qué decir, ni como despedirme.

─¿Nos veremos mañana? ─Pregunté torpemente.

─No creo que tenga muchos otros lugares a los que ir.

─Claro... ─Volví a sonreír ─Espero que tengas un buen resto de día.

─Igualmente, Dulce.

Sin más, dispuesta a marcharme, avancé unos pasos. Pero al instante, sentí la necesidad de decir algo más antes de perderla de vista definitivamente.

─¡Anahí! ─Llamé al tiempo que volteaba, captando su atención rápidamente ─Me gustó mucho hablar contigo.

Y ahora sí, sin recibir nada más que una fija y aparentemente intrigada mirada por su parte, me alejé de allí, sabiendo que no sólo el resto de este día iba a ser diferente, sino el resto de los días que vendrían a partir de ahora, supondrían un cambio importante en lo que hasta ahora había sido mi vida.


Continue Reading

You'll Also Like

27.3K 1.4K 27
Cuando la periodista Jazmín Del Rio, de 27 años, es enviada como estudiante encubierta a un colegio secundario, no sabe qué esperar. Sin embargo, lo...
76.7K 4.4K 15
Luego de la muerte de su madre, Martha deberá hacerse cargo del negocio familiar, por lo que se verá obligada a dejar sus estudios por un tiempo. Sin...
3.7M 163K 134
Ella está completamente rota. Yo tengo la manía de querer repararlo todo. Ella es un perfecto desastre. Yo trato de estar planificada. Mi manía e...
1M 89.8K 44
Emma Brown es una chica que desde niña supo que todos los hombres eran iguales. Cuando creció se permitió salir con ellos pero dejando los sentimient...