La Luz De Tu Mirada

By JackieValand

107K 4.7K 880

Un choque de miradas accidentado. Así comienzan la mayoría de las grandes historias. Y esta, no iba a ser me... More

BOOKTRAILER
Prólogo
OTOÑO...
I
III
IV
V
VI
VII
VIII
IX
X
XI
*Escena Extra*
XII
*Extra*
XIII
XIV
XV
XVI
XVII
XVIII
XIX
XX
*Extra*
INVIERNO...
XXI
XXII
XXIII
XXIV
*Extra*
PRIMAVERA...
XXV
XXVI
XXVII
XXVIII
XXIX
XXX (P.1)
XXX (P.2)
Último Capítulo
VERANO...
EPÍLOGO

II

3.5K 125 13
By JackieValand


No sé cuánto tiempo estuve observando a través de la ventana, mientras recreaba en mi mente esa frase de la doctora: "Anahí no es trabajadora del centro, es una paciente".

La verdad, no sé por qué me sorprendí tanto. En cierta manera, eso explica la actitud que tuvo cuando nos encontramos; fría y ausente. Pero ahora me encuentro preguntándome; ¿Cuál será su problema? ¿Qué la habrá traído a este lugar?

─¿Te gustaría conocer las instalaciones? ─interrumpió la voz de mi acompañante, recordándome al instante su presencia.

Dirigí mi mirada hacia ella, que esperaba con su habitual sonrisa y respondí de igual manera.

─Claro, me encantaría.

La doctora se dirigió amablemente hacia la salida del despacho, esperando que la siguiera. Cerramos la puerta a nuestro paso y continuamos andando por aquel largo pasillo, donde unos pocos metros más adelante, desaparecían las numerosas puertas y encontrábamos el famoso ascensor que me trajo a este lugar.

─Cómo ves, aquí termina la zona de oficinas del equipo ─me explicó ─Si sigues por este pasillo, un poco más adelante encuentras las salas de rehabilitación física. Digamos que esta planta es, la habilitada para dedicar a la salud de los pacientes, tanto mental como físicamente.

Con un ligero asentimiento, continúo observando todo a mí alrededor, cuando el sonido del elevador anuncia su llegada. La doctora me cedió el paso una vez más y juntas nos adentramos en el mismo.

─El edificio consta de tres plantas ─prosiguió explicándome, al mismo tiempo que señalaba los botones del ascensor, que efectivamente, indicaba 3 pisos ─La tercera, está dedicada a las habitaciones de los residentes y en la primera, tenemos dos divisiones, por un lado está la recepción; salida y entrada del centro, a la cual sólo puedes llegar introduciendo esta llave ─me mostró una llave muy pequeña ─en esa ranura. Solamente tienes que girarla a la derecha para que se encienda una pequeña luz roja y automáticamente el ascensor bajará a la primera planta. Pero en vez de ésta ─señaló la puerta por la que acabamos de entrar ─se abrirá esa puerta que está detrás de ti.

Me giré ligeramente y en el momento en el que la vi, recordé que, efectivamente, antes había entrado por una puerta y salido por otra. Me volví hacia Marta Andoni, sorprendiéndome al encontrarla estrechando la pequeña llave frente a mis narices.

─¿Para mí? ─le pregunté agarrándola como si en vez de una llave fuera un artefacto explosivo.

─Si no tienes una de estas, me temo que deberás usar el sofá de tu despacho como cama a partir de ahora. Y la verdad es que no te lo recomiendo... Es cómodo, pero bastante limitado en cuanto a posturas se refiere. ─mis ojos se abrieron enormemente y creo que hasta me sonrojé por un momento. Sin embargo, ella sonrió con picardía ─Al principio pasaba tantas horas aquí, que en algún momento tenía que dormir. Puedes volver a respirar y eliminar de tu mente cualquier imagen perversa que se te haya creado.

─Lo haces a propósito ¿verdad? ─una mezcla entre risa nerviosa y alivio, acompañaron mi pregunta y aumentaron su sonrisa.

─Si te hubieras visto la cara, tú también lo habrías hecho.

─¿Eres así con todas tus alumnas en prácticas?

─¿Así de simpática y poco autoritaria? ─asentí sonriendo y ella se encogió de hombros ─Eres mi primera alumna en prácticas. Así que, aquí vamos a aprender la una de la otra. ─me guiñó el ojo y seguidamente pulsó el botón del número uno ­─En el mismo piso pero tras la puerta contraria, está la zona de ocio. Creo que ya debiste verlo antes, pero es en esta planta desde dónde se puede acceder al jardín. En él, es donde las y los usuarias y usuarios pasan la mayor parte del tiempo cuando el clima lo permite. Cuando no es así, disponemos de salas interiores, donde pueden ver la televisión, hay una pequeña biblioteca, una sala de juegos... ¿Voy demasiado rápido?

─No ─sonreí ─Supongo que poco a poco me iré habituando y conociéndolo todo.

─¡Claro! Pero si ves que voy demasiado rápido me frenas. Te doy permiso.

─Está bien ─acepté, escuchando nuevamente el sonido del ascensor, anunciando nuestra llegada al primer piso.

─Vamos a conocer el jardín. Allí están algunas de las enfermeras que quiero presentarte. Con ellas deberás contar siempre que necesites algo, son las que más relación directa tienen con los usuarios.

A medida que la doctora me daba su breve explicación, casi sin darme cuenta, llegamos a la puerta principal que daba acceso directo al jardín. Entonces me di cuenta de que no era tan difícil acceder como había creído antes, se encontraba a penas unos metros pasando el ascensor.

Una vez allí, observamos lo mismo que pude ver minutos atrás desde la ventana; un importante número de personas, algunos paseando, otros leyendo bajo la sombra de algún árbol casi deshojado, otros compitiendo en algún juego de mesa. Todo aparentemente muy... normal.

─¿Te sorprende tanta normalidad? ─preguntó de pronto.

La miré y no pude evitar sonreír algo confusa.

─Sinceramente, sí... ─acepté incluso avergonzada ─Hay mucha más tranquilidad de la que esperaba.

─Normalmente este es un lugar muy tranquilo. Los usuarios están siempre bajo medicación y aunque no te voy a mentir y te advierto, que en estos meses, te tocará vivir bastantes crisis, por lo general, obviando esos momentos, esto es así usualmente. Por eso siempre me escucharás referirme a La Cascada como un centro o una residencia. Esto no es un hospital psiquiátrico, simplemente es un lugar dónde intentamos que personas con alguna enfermedad mental de cualquier tipo, convivan en armonía y lleven una vida lo más normalizada posible. Hay algunos que son muy independientes, les gusta leer bajo la sombra de un árbol y que nadie les moleste. Otros, sin embargo, tienen la continua necesidad de estar acompañados y se pasan el día jugando entre ellos. A otros, incluso los verás andando solos y hablando como si estuvieran acompañados, pero no molestan, ni hacen daño a nadie.

Aunque la doctora continuaba hablando, sus palabras comenzaron a perderse en algún lugar de aquel inmenso jardín, en el momento en que mis ojos se encontraron por tercera vez con esa muchacha. La culpable de que mis documentos salieran por los aires cuando llegué y la misma que minutos antes estaba observando a través de la ventana del despacho.

Se encontraba en el mismo lugar, sentada en aquel banco y mirando al frente, como si nada de lo que hubiera a su alrededor consiguiera perturbarla. Ni siquiera esa enfermera que, junto a ella, parece estar diciéndole algo mientras sostiene una bandeja.

─...Y otros, como ves... ─volvió de pronto, la voz de la doctora ─Simplemente te ignoran y hacen como si no existieras.

Hice un esfuerzo sobrehumano para que mi mirada se apartara de esa chica y poder dirigirme hacia Marta, expresando con mi ceño fruncido, la profunda curiosidad que estaba comenzando a nacer en mi interior.

─¿Por qué? ─es lo único que me atrevo a preguntar.

Ella se encogió de hombros y observó de nuevo la imagen de la enfermera tratando de mantener una conversación con la chica, pero siendo completamente ignorada. Parecía que ni siquiera se daba cuenta de que había alguien a su lado.

─Algunos pacientes pasan por ese proceso cuando ingresan en el centro. No quieren estar aquí. Es un cambio muy brusco en la vida de una persona y produce una especie de shock, que te demuestran con su más absoluto silencio... Pero poco a poco, se van habituando y entienden que quizás este sea el mejor lugar donde puedan estar. Aunque lo de Anahí, es completamente distinto. No lleva interna demasiado tiempo, pero se niega a pronunciar una sola palabra con alguno de nosotros. Ni siquiera te mira... es como si, simplemente no existieras. Y no está en ese estado de shock que te mencionaba. Ella sabe perfectamente donde se encuentra y por qué llegó a este lugar. Siempre la verás haciendo algo; leyendo, escribiendo en su cuaderno o simplemente escuchando música... Pero nunca la verás con alguien. O al menos no, hasta que ella así lo decida.

¿Por qué? Me volví a preguntar en mi interior mientras continuaba observando esa imagen. ¿Por qué una chica tan joven como ella está en un lugar como este? ¿Por qué no habla con nadie?

─Vamos, acerquémonos... ─escuché la voz de la doctora que una vez más se encargó de interrumpir las numerosas preguntas que amenazaban con inundar mi mente.

La seguí, y avanzamos unos metros para encontrarnos con esa enfermera que comenzaba a expresar en su rostro, algo parecido a la frustración, mientras emitía algunas palabras, las cuales mi mente ya no escucha. Pues en este momento, teniendo a esa muchacha tan cerca, me es completamente imposible evitar detenerme a observarla y casi sin querer, el mundo comienza a detenerse, como mismo se había detenido cuando nos encontramos en el pasillo. O bueno, cuando la encontré en el pasillo. Porque ya no estoy segura de que ella estuviera muy presente en aquel momento.

Ella, continúa mirando al frente, ignora mi presencia, así como la de cualquier otro ser humano que pueda haber alrededor. Entonces, me permito a mí misma, observarla por primera vez con total detenimiento, analizando cada parte de su cuerpo.

Es una mujer delgada... algo que sentí cuando la agarré de los brazos y me pareció tan delicada, que pensé que en cualquier momento podía romperse. Pero en aquel instante y cuando la vi desde la ventana, realmente no asimilé del todo su casi extrema delgadez... parece una muñeca. Una muñeca frágil a la que hay que cuidar.

Su cabello es largo, prácticamente tan dorado como las pocas hojas que le quedan al otoñal árbol que le está dando sombra. Su rostro se ve tan fino y casi pálido, como sus manos; pequeñas y proporcionales a su cuerpo. Uñas muy cortas, bien arregladas, aunque soy capaz de distinguir una pequeña línea blanca en el centro de ellas. A decir verdad, a simple vista, tiene rostro y manos de princesa... Aunque si la observas un poco, es fácil darse cuenta de que, su piel no desprende vitalidad de una persona sana.

Lo cierto es que me confunde todo sobre ella. Es una chica realmente bonita... o al menos, eso me parece... Pero a su alrededor, no existe ni un solo ápice de luz.

─Dulce ─escuche como mi acompañante me llama, casi sobresaltándome ─Te presento a María, ella es una de las enfermeras que trabajan en el turno de la mañana.

La chica, con una enorme sonrisa, extendió su mano.

─¡Encantada Dra. Andrade!

─Por favor, llámame Dulce ─pedí estrechando su mano a modo de saludo. ─Aún no asimilo del todo eso de ser doctora.

─Pues tendrás que irte acostumbrando ─intervino nuevamente Marta ─Pronto todos comenzarán a llamarte así.

─Será cuestión de habituarme...

─No te costará demasiado ─afirmó con su ya habitual sonrisa de complicidad ─Bueno... ¿continuamos con el camino?

─¿Y qué hago con esto doctora? ─le preguntó María, mostrando la bandeja con comida que tenía entre sus manos.

─Llévatelo y más tarde vuelves a intentarlo...Quizás entonces tengamos más suerte.

Cuando la enfermera asintió dispuesta a marcharse, se creó un incómodo silencio mientras las dos permanecieron observando a la chica, que continúa en su propio mundo sin inmutarse.

Un incontrolable impulso me hizo intervenir sin siquiera pensarlo.

─¿No pueden dejar la comida a su lado?

Mis dos acompañantes me miraron confundidas a la vez que sorprendidas gracias a mi extraña pregunta. Por lo que me vi obligada a continuar.

─Quiero decir que... si alguien estuviera encima de mí, esperando que haga algo, probablemente no lo haría... Quizás si dejan ahí la bandeja, ella decida comer cuando... le apetezca ─me encogí de hombros dubitativa ─No sé...

La doctora y la enfermera se miraron un segundo, ocasionando un silencio que me puso algo nerviosa. Quizás acabo de meter la pata, no debí entrometerme, ellas saben bien como hacer su trabajo.

─Creo que esto es un poco más complicado que eso, Dulce ─me explicó Marta ─Pero... sí... en cierto modo tienes razón. Si hay alguna posibilidad de que Anahí se coma eso, desde luego no ocurrirá mientras la estemos controlando.

─A nadie le gusta sentirse agobiado, presionado y mucho menos controlado...

─Tienes razón ─aceptó con una sonrisa ─María, sigamos la primera intervención de la Dra. Andrade y dejemos la bandeja al lado de Anahí, hasta que sea ella misma quien decida comer.

La enfermera obedeció la indicación de la doctora y depositó la bandeja cuidadosamente en el banco, justo al lado de esa muchacha, que continuaba sin inmutarse, como si nada de esto tuviera algo que ver con ella.

Seguidamente después, mis acompañantes se dispusieron a continuar el camino, para mostrarme el resto del jardín. Pero yo, antes de seguirlas, tuve el impulso de mirar a esa chica por última vez, estando absolutamente convencida de que me iba a ignorar, como mismo había hecho durante los últimos minutos.

Sin embargo... justo en el momento en el que iba a apartar mi mirada y continuar con el camino, sus ojos se dirigieron hacia los míos, clavándose en ellos de una forma tan intensa y directa, que sin darme cuenta, mi cuerpo sufrió una especie de escalofrío y temblor, nunca antes sentido.

Me observó fijamente, sin demostrar ni un solo atisbo de expresión en esa mirada azul y helada que posee... Simplemente me mira, consiguiendo que mi corazón, a pesar de la frialdad que desprenden esos ojos, lata a un ritmo algo más acelerado de lo normal...

Intenté sonreír, intenté pronunciar alguna palabra, pero nada sucedía. Mi tiempo se detuvo en sus ojos y la intensidad del nerviosismo me creó una extraña parálisis corporal y mental.

─¡Dulce! ─escuché una voz llamarme en la lejanía.

Instintivamente volteé al escuchar mi nombre y observé como la doctora, que ya se había alejado unos metros, esperaba que llegara hasta ella.

Volví a darme la vuelta rápidamente hacia la chica, con la intensión de encontrarme con su mirada aunque fuera una vez más antes de marcharme, pero como si solo hubiera sido producto de mi imaginación, ella ya había vuelto a su antigua posición, observando al frente. Perdiendo su vista en la lejanía de los árboles y olvidando por completo mi presencia.

Por puro instinto, sacudí ligeramente la cabeza, intentando que mi mente vuelva a la realidad. Pero algo de lo que acaba de suceder, me hace esbozar una leve sonrisa. Aunque por el momento, no soy plenamente consciente de, qué fue exactamente, eso que me hizo sonreír.

Minutos más tarde me encontraba de nuevo con la doctora, que me guia a través de ese jardín, presentándome a los diferentes doctores y enfermeras que forma el equipo de trabajo.

El resto del día transcurrió con total normalidad y a decir verdad, bastante más rápido de lo que esperaba. Conocí cada rincón de la residencia, así como a todos los empleados que a partir de ahora serían mis compañeros.

La doctora Andoni, me facilitó una especie de credencial que me permitía ser identificada como miembro del equipo de trabajo y además, tuvo la amabilidad de enseñarme como acceder a los informes digitalizados de los pacientes. Sólo necesitaba una contraseña y cada vez que lo necesitara, podría entrar desde la computadora que había en mi despacho.

Absolutamente todo había parecido ir viento en popa y ahora me encuentro regresando a mi apartamento, donde mi pequeño trasto empieza a ladrar contento mientras abro la puerta.

─¿Cómo has estado, pequeño?

El cachorro comienza a mover la cola, mientras deja húmedos "besos" por toda mi cara.

Hace aproximadamente un año que decidí adoptar a White, y creo que es la mejor decisión que he tomado en toda mi vida. Era un día como otro cualquiera, en el que acudí con mi familia a una fiesta en casa de unos viejos amigos. Generalmente, las multitudes no son mi especialidad, así que cuando quise darme cuenta, me había escabullido y me encontraba en el jardín de la casa, donde un columpio me estaba resultando más interesante que cualquier tipo de socialización con la humanidad.

De pronto, sentí unas ligeras cosquillas junto a mis pies y cuando miré hacia abajo, descubrí a una hermosa bola de pelo blanca, con los ojos azules más bonitos que había visto en mi vida, al menos hasta ese momento así lo creía.

El pequeño intentaba escalar por mis piernas y me resultó tan gracioso que tuve que cargarlo en brazos. Entonces fue cuando descubrí su babosa afición de lamerme la cara todo el tiempo.

Supe que en ese momento se había creado una conexión entre él y yo. Siempre me habían encantado los animales, sobre todo los perros y desde que me independicé, sabía que algún día tendría uno. Pero probablemente fuera mi falta de tiempo la que me impedía aceptar esa responsabilidad.

A los pocos minutos, Claudia, la hija de los dueños de esa casa, me informaba que estaban intentando vender a la manada de cachorros que habían nacido dos meses antes. Al principio me resultó demasiado cruel separarlo de su madre y hermanos, aunque el hecho de que él no se despegara de mí ni un solo minuto durante el resto de la noche, me hizo decidirme por fin.

White se había ganado mi corazón y convertido en mi mejor amigo, apenas unos minutos más tarde de haberlo conocido, cosa que hasta ahora ningún ser humano había logrado. Así que, me lo llevé a casa con la condición de que pudiéramos visitar a su familia siempre que fuera posible.

Por ello, siempre que puedo, trato de organizar una cita con Claudia. Coincidimos en un parque cercano y dejamos que madre e hijo jueguen al menos durante un rato.

En cuanto a sus hermanos, diferentes familias los adoptaron y es prácticamente imposible que coincidamos alguna vez. Sobre todo, por el hecho de que, prácticamente todos viven en el pueblo.

White, un nombre algo extraño para un perro. Aunque con cierta lógica, ya que se trata de un Husky Siberiano complemente blanco. El único de su camada que nació con ese color. Pero lo cierto, es que la elección viene de White Fang, "Colmillo Blanco" en Inglés, el título de mi película favorita. Siempre soñé con tener un perro de esa raza, parecido a Colmillo Blanco y al ver que mi pequeño era completamente de ese color, quise aprovechar el nombre. Aunque mi primera opción fue en español, pero... digamos simplemente que, White sonaba mejor.

Así que, aquí lo tengo, moviendo su trasero frente a mí y observándome con esos ojos dormilones, que pone cuando está pidiéndome algo.

─¿Quieres ir a la calle? ─pregunté sabiendo perfectamente la "respuesta".

Él comenzó a ladrar y rápidamente se dirigió hacia el mueble donde siempre dejo su correa, completamente feliz. Una vez allí, se detuvo a observarme con la lengua fuera.

─Eres demasiado inteligente ─murmuré con el ceño fruncido.

Pero como siempre, accedí a su petición y minutos más tarde nos encontrábamos en el habitual parque por el que solemos pasear.

La tarde comienza a caer, unos rayos anaranjados de sol indican que pronto llegará la noche. Así que, empezamos a jugar con su pelota lo antes posible. Yo se la lanzo y él corre como loco a buscarla para que repita el movimiento una y otra vez.

Pero en una de esas, cuando estaba dispuesta a hacerlo una vez más, lo vi echar a correr en dirección opuesta, pasando por mi lado y consiguiendo que poco a poco me diera la vuelta para descubrir el motivo por el cual había decidido ignorarme.

Observo como Claudia me sonríe desde unos metros de distancia, mientras se aproxima y White recibe contento a su madre.

─No te esperaba por aquí a estas horas, Dul ─me saludó con un beso en la mejilla.

─Hola Clau ─le sonrío ─Probablemente a partir de ahora solo pueda venir a esta hora de la tarde.

─Es cierto, hoy comenzabas tus prácticas ¿Verdad?

─Exacto. Hace menos de una hora que llegué a casa.

─¿Y qué tal fue ese primer día? ¿Tan terrorífico como creías?

Al realizarme esa pregunta, sin saber cómo, ni por qué, vino a mi mente la imagen de aquella chica, Anahí. Su rostro casi perfecto y el color de su mirada. No había vuelto a pensar en ella desde nuestro último encuentro, pero ahora me descubría sintiendo un extraño escalofrío por todo mi cuerpo, que casi sin querer, me hizo fruncir el ceño.

─Parece ser que sí ─añadió mi amiga, recordándome que aún estaba ahí.

─¿Qué? Oh no, para nada... De hecho, fue muchísimo mejor de lo que esperaba... Todo demasiado... normal.

─¿Normal? ─preguntó alzando una ceja ─¿Ningún suceso interesante, digno de contar?

─Apenas fue mi primer día, Clau ─volví a sonreír ─Ya tendré tiempo de vivir emociones. Déjame disfrutar la tranquilidad de los comienzos.

Lo cierto es que le acabo de mentir. Porque si voy a ser completamente honesta, a pesar de la normalidad con la que transcurrió el día, en este momento hay algo que me mantiene intrigada; Anahí, probablemente lo más extraño e interesante que haya visto en ese centro. Pero como es de suponer, a Claudia no le iba a mencionar nada sobre ella. En primer lugar, porque tenemos terminantemente prohibido nombrar a los pacientes fuera de la residencia. Aunque podría hablar de ella omitiendo su nombre. Pero... ¿Qué iba a decirle?

"Pues mira, Clau resulta que hay una paciente que me resulta tremendamente preciosa. Sí... así es... No habla e ignora a cualquier ser humano que se le acerque. Pero no importa, porque es una de las chicas más bonitas que he visto en mi vida y gracias a ti acabo de acordarme de ella"

No...Por supuesto que no voy a decirle eso.

Claudia y yo hemos entablado una muy buena relación a partir de aquel día en el que decidí adoptar a White. Desde entonces, nos vemos prácticamente a diario en este parque y además, salimos de "fiesta" cada vez que nuestra universidad nos lo permite. Vamos a la misma facultad, aunque ella está un curso por detrás de mí.

Ella es mucho más alocada que yo. Le gusta ir a discotecas y pasarse la noche bailando sin parar. Yo sin embargo, soy bastante más tranquila. Obviamente me gusta salir y bailar, como a cualquier persona de 24 años, pero también necesito momentos de tranquilidad. Salir a tomar algo o a cenar, mantener conversaciones agradables y desde luego, no tengo tanto aguante como ella. Cuando vamos a alguna discoteca, me canso mucho más pronto de bailar que Claudia. Así que, la dejo acompañada y me retiro hacia algún lugar tranquilo de local, desde el que pueda analizar y observarlo todo.

Ella sólo se acerca, cuando se siente deshidratada y decide robarme mi bebida, acusándome además, de estar echándole el ojo a cuanta mujer se me pasa por delante. Cosa que por supuesto, no es cierta y aunque lo sabe perfectamente, le encanta molestarme.

Siempre me dice que una de las cosas que jamás logrará entender de mí, es mi soltería.

¿Acaso hay algo que entender? ¿Por qué el mundo está empeñado en vender una vida en pareja?

Creo que ese es uno de los principales problemas de nuestra sociedad y la culpa de que tantas personas vivan terriblemente frustradas por no encontrar el amor.

Me gustan las mujeres, y además, me considero una chica romántica, que cree fiel y firmemente en el amor verdadero. Pero eso nunca es suficiente, porque a pesar de todo, hace tiempo que poseo una fuerte incapacidad para el compromiso. No soy capaz de tener una relación estable y mucho menos de enamorarme. Y lo más "extraño", es que ni siquiera se trata de que soy muy exigente y estoy buscando a la mujer perfecta. Para nada. Simplemente creo que existe algo que aún no he conocido. Un tipo de sensación que no me dará tregua para replantearme absolutamente nada. Un sentimiento que me abordará de súbito sin darme posibilidad de elección. Creo que eso es lo que busco... y lo que aún no he encontrado. Nadie, hasta el momento, ha sido capaz de introducirse en mi corazón de esa forma, aunque en algún tiempo creí que así había sido. Por eso, en este punto me es inevitable volver siempre al mismo pensamiento; puede que el problema lo tenga yo. Me paso la vida tan sumergida en mi propio mundo, que cuando alguien intenta entrar en él, se encuentra directamente con una barrera imposible de quebrantar. A veces me pregunto si existirá esa persona capaz de derribar la barrera.

Mantuve lo que se dice una conversación con Claudia, durante unos minutos más, los suficientes para que mi pequeño cachorro correteara de un lado para otro con su madre y compañera de juegos. Si llega a ser por él, probablemente me pasaría aquí el resto de la noche. Así que, me vi obligada a interrumpir la actividad antes de quedarme dormida en cualquier lugar, pues el cansancio estaba comenzando a afectarme y a la mañana siguiente tenía que volver a madrugar.

Me despedí de Claudia y nos dirigimos de vuelta a casa, donde mi primera acción fue ponerle agua a este pequeño terremoto que llegó jadeando como si hubiera corrido una maratón.

Seguidamente, decidí darme una ducha relajante antes de tumbarme en el sofá, porque de lo contrario, nada en este mundo tendría la fuerza suficiente para levantarme.

Minutos más tarde, introducida en un fresco pijama, con mi cabello ligeramente húmedo y con una sensación de tranquilidad en mi cuerpo, comencé a preparar la cena, mientras el pequeño aguardaba a mis pies, esperando que algún pedazo de comida se me escapara y fuera a parar a su boca. Lo tengo demasiado consentido.

Una fresca y sana ensalada fue la elección de esta noche y con ella me dirigí al cómodo sofá que adorna mi sala, donde el televisor aguarda para relajarme durante unos minutos. Traté de buscar algún canal interesante, pero nada resultaba demasiado entretenido. Lo cierto es que con tantos exámenes, la televisión había quedado prácticamente olvidada para mí, y si tenía algún momento libre durante el día, prefería invertirlo en las profundidades de internet. No obstante, esperé a terminar la cena, mientras veía un programa de humor, antes de sumergirme en la red.

El sueño estaba acaparando cada espacio de mi mente, mientras comprobaba mi correo, así como las novedades de alguna red social, cuando White, ocupándose la mayor parte del sofá, alzó la cabeza para mirarme.

─El día que decida ponerte límites ─le dije resignada, como si me entendiera ─me mandarás a dormir a tu caseta

Él emitió un pequeño gemido, que ni siquiera llegó a ser ladrido, como si realmente estuviera de acuerdo con esa afirmación.

─Seguramente si alguien me viera hablando contigo, suspenderían mis prácticas de inmediato... ¿Qué tengo yo de psicóloga, White? ¿Qué tiene mi mente de racional y coherente? No soy más que una chica corriente hablando con su perro, ¿A quién demonios voy a poder ayudar yo?

El pequeño juguetón ladeó ligeramente su cabeza, volviendo a emitir aquel extraño sonido y observándome con esos ojos azules, que le hacían parecer un ángel bajado del cielo, nada travieso y revoltoso.

Entonces, algo volvió a asaltar mi mente; aquellos ojos azules, que en un momento dado, se clavaron en mi mirada helándola al instante. Descubrí a mi corazón latiendo a una velocidad algo acelerada, mientras recordaba aquel encuentro en el pasillo y por unos segundos, sentí como mi mente se trasladaba a ese lugar.

─¿Sabes? Hoy conocí a una chica con los ojos azules, igual que tú... Bueno, los tuyos son más celestes... Los de ella son de un azul algo más oscuro, aunque también tiene ligeros toques celestes alrededor de la pupila ─expliqué, recreando en mi mente la imagen exacta de aquella chica y sorprendiéndome por los detalles que pude apreciar en tan solo unos segundos ─¿Y sabes que es lo más curioso? Estoy completamente segura que en el fondo de esa frialdad que expresaba, se esconde un brillo y una luz que en este momento, simplemente se encuentran apagados... ¿Por qué? ─le pregunté al pequeño cachorro ─¿Qué crees que pueda haber apagado la luz de una mujer como ella?

De pronto, una idea llegó a mis pensamientos; quizás si introduzco su nombre en un buscador de internet, aparezca alguna noticia que me dé una pista ¿No?

─¿Cómo era? ─pregunto mirando al techo, tratando de recordar ─Anahí... ¿Anahí qué?

Trato de hacer memoria y volver al momento exacto en el que observando a través de aquella ventana, pude verla sentada sobre un banco, ignorando todo lo que ocurría a su alrededor y entonces la voz de la doctora Andoni, llegó a mí en el momento justo y necesario:

"¡Oh! Ella... Es Anahí... Anahí Valente."

─¡Valente! ─grité más alto de lo que esperaba ─¡Eso es! ¡Anahí Valente!

White emitió un ladrido algo más sonoro que los anteriores en cuanto comencé a teclear ese nombre en mi computadora. A lo cual, respondí mirándolo de reojo para descubrirlo observándome con una mirada algo...acusadora.

─Ya sé, ya sé... Estoy quebrantando la primera ley de la psicología "No mezcles lo profesional con lo personal" Pero no lo estoy mezclando ─me defendí ─Simplemente quiero ver si hay algún dato sobre ella en internet. Al fin y al cabo, mañana podré buscar su informe en mi despacho. Pero por el momento... la curiosidad me llama ─finalicé sacándole la lengua, al mismo tiempo que presionaba el botón de "enter".

En cuestión de segundos, numerosas noticias encabezadas con el nombre de Anahí Valente, aparecían en mi pantalla. Simplemente tuve tiempo de leer el titular de una de ellas, cuando mi corazón comenzó a latir a demasiada velocidad por lo que allí se explicaba:

"Anahí Valente y su intento de suicidio"

Rápidamente pulsé sobre aquel titular, esperando que la página web se abriera de inmediato, aunque parecía ser que mi conexión de pronto se había vuelto demasiado lenta. Eso, o yo estaba completamente desesperada por continuar leyendo.

"Anahí Valente y su intento de suicidio", volví a leer.

"Como ya hemos venido anticipando, la hija menor del famoso empresario, Oliver Valente, intentó acabar con su vida, hace apenas unas semanas. Fuentes cercanas a la familia, aseguran que la joven Valente, lleva años sumida en un problema de drogas que la ha llevado a su deterioro físico y mental, hasta el punto de querer acabar con su propia vida. Se desconoce el método utilizado por la joven, pero los rumores apuntan a que una sobredosis controlada fue la causa del "accidente". Como podemos observar y como hemos comprobado a lo largo de los años, la fama y el dinero, adquiridos a una edad muy temprana, puede introducir a los adolescentes en un mundo de fiestas y oscuridad, donde siempre quieren recibir más. Al menos ese es el único motivo coherente que encontramos para que una persona que lo tiene todo, desprecie su vida de tal forma."

Creo que permanecí minutos observando aquella pantalla, leyendo las mismas líneas una y otra vez. Algo no permitía a mi cerebro procesar ni asimilar la noticia que estaba leyendo.

Desde el primer momento en que la vi, sentí que Anahí no tenía ninguna enfermedad mental, al menos no una que la obligara a estar ingresada en un centro. Hay algo en ella que es diferente, puede que su mirada sea ausente en ocasiones, pero la he visto mirándome a los ojos. A pesar de todo, he sentido como me observaba fijamente y sé perfectamente, que hay algo en el interior de ella. No es una chica que tenga problemas con las drogas. Estoy segurísima de que ese no es el motivo de su estado. Pero entonces... ¿Cómo puede ser? ¿Qué cosa la hizo sentirse tan vacía, como para querer acabar con su vida?

¿Qué hay detrás de Anahí Valente?

No lo sé... Aún no lo sé.

Pero algo en mi corazón, repentinamente encogido, me dice que tengo que averiguarlo.


Continue Reading

You'll Also Like

362K 17.6K 18
Camila la ama Lauren le es infiel Camila quiere venganza ¿Que sucede cuando no sale como lo planeas? Están casadas y todo parece ser perfecto. ...
6K 448 63
Tercera adaptación con Jeon Jungkook.
162K 6.5K 50
Un choque de personas? Un reto? Desamor? Después de 7 años se vuelven a reencontrar para ver si su destino es estar juntas o dificultades las separar...
6.6K 420 10
𝘼𝙏𝙀𝙉𝘾𝙄𝙊́𝙉 𝙉𝙊 𝙇𝙀𝘼𝙎 𝙎𝙄 𝙉𝙊 𝙏𝙀 𝙂𝙐𝙎𝙏𝘼 ⚠️ 𝙀𝙎𝙏𝙊 𝙀𝙎 𝘽𝙊𝙔𝙎 𝙇𝙊𝙑𝙀 ⚠️ 𝘚𝘰𝘶𝘭 𝘴𝘦 𝘷𝘦 𝘢𝘵𝘳𝘢𝘱𝘢𝘥𝘰 𝘤𝘰𝘯 𝘴𝘦𝘯𝘵𝘪...