Algo para recordar © A LA VEN...

By blytherose

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Caitlin tiene, junto a su madre, una existencia tranquila y feliz, hasta esta fallece en un accidente de trá... More

Prólogo
[O1] El Viaje
[O2] La carta
[O3] Welcome to Landonville
[O5] Cueste lo que cueste
DISPONIBLE EN AMAZON

[O4] ¿Qué está pasando?

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By blytherose

Todo el mundo se puso a aplaudir como locos, como si el tipo fuera una especie de celebridad local, supuse que así seria.

Me fijé en él pero no le vi la cara bien porque estaba un poco retirado, pero si hacerte a ver que ese... salvaje no llevaba ningún tipo de protección, ¿estaba loco?

¿Se daba cuenta de que podría morir?

<<A lo mejor es lo que quiere...>> me dije mentalmente mientras le veía acomodarse en la montura del toro.

Nada más abrirse las puertas que mantenían al animal (con el toro bajo él) encerrados, ambos salieron y vi como el toro se sacudía fuertemente para tirar al jinete que llevaba sobre él.

Contuve el aliento los ocho segundos que duró sobre él, porque cuando hubo pasado el tiempo y el hombre no se cayó de su montura todo el mundo comenzó a aplaudir y fue el momento en el que él cayó al suelo.

De pronto se hizo el silencio hasta que el hombre se levantó de la arena y su público comenzó a vitorearle como a un héroe mientras se llevaban al toro entre siete hombres.

Reconocí al jinete loco en cuanto se quitó el sombrero para saludar levemente con él, aunque solo le había visto un poco, reconocí la cicatriz, pero esta vez con la luz del sol que me ayudaba a verle mejor, vi que era un hombre bastante atractivo, no muy guapo, pero tenía algo... Sus ojos eran de color miel y su cabello corto castaño, pero aunque era obvio que era su momento, no sonrió en ningún momento, pero tampoco se avergonzaba de su rostro marcado, aunque con el gesto severo que se apreciaba estaba segura de que nadie sería capaz de meterse con él, ni siquiera a sus espaldas.

Luego dieron unos premios y él fue el ganador, tres mujeres le entregaron un trofeo, una botella de champan y un cheque, respectivamente, mientras se frotaban descaradamente contra él.

Al parecer su apariencia le daba un aire de tipo duro que a las mujeres les resultaba llamativo, ya que a mi alrededor varias mujeres (algunas incluso con sus hijos en brazos y sus maridos al lado) suspiraban con él.

Le miré una última vez y él miró en mi dirección, en ese momento no supe si fue a mí, pero sin sonreír se volvió a quitar el sombrero e hizo una especie de reverencia burlona.

No soporté más ese tosco espectáculo y salí del mogollón de gente a codazos prácticamente para encontrar al famoso cura.

Aunque ciertamente esta misión me estaba empezando a molestar, ¿dónde estaba ese cura?

Di la vuelta al rodeo sin prever que me encontraría con las escaleras de entrada y salida de la plaza, estaba el mismo tipo junto a tres hombres más que le continuaban felicitando, aunque si debo decir algo a su favor, lo cierto era que parecía que no quería que le dieran tanto bombo al asunto, pero no me vio y si lo hizo no me prestó atención, cuando pasé junto a ellos mientras giraba los ojos y bufaba silenciosamente.

Continué recorriendo la feria mientras se iba llenando la gente, ya que el espectáculo había llegado a su fin y todo el mundo volvía a repartirse por todas partes.

Una hora después me di por vencida, no iba a encontrar al cura entre toda esa gente, así que volví al aparcamiento para montarme en el coche, por un momento se me ocurrió la idea de volver a Tallahassee pero no señor, no iba a darme por vencida, quería saber, era lo único que me quedaba.

Estaba caminando lejos del ruido de la multitud cuando escuché unos pasos detrás de mí, me paré para coger impulso y salir corriendo, pero antes de que pudiera hacerlo me agarraron fuertemente y me giraron.

Eran un grupo de tres chicos jóvenes, quizá de mi edad que iban visiblemente borrachos.

-¿Dónde va tan deprisa, señorita? La fiesta continúa- me dijo acercando su asquerosa boca a mí.

-Suéltame- le dije con todo el valor que pude provocando la risa de los otros chicos.

-¿Y si no lo hago? Podemos pasar un buen rato- comenzó a bajar su mano por mi espalda.

Justo en el momento en el que estaba preparándome para pisarle el pie, el chico fue apartado de mí y lo tiraron al suelo.

Los otros dos salieron corriendo y el hombre que había apartado de mi la chico le cogió por las solapas de la camisa y le susurró algo que no alcancé a oír pero provoco que el chico repitiera el gesto de sus compañeros.

Cuando el hombre se giró y me miró, supe que planeaba regañarme a mí también, parecía enfadado, ¿pero que...?

-¡Parece que sigues siendo la misma inconsciente de siempre, nunca vas a madurar!- me gritó él quitándose el sombrero.

-¿Qué? No sé de qué me habla...- me aparté de él dando un paso hacia atrás.

-No tienes que hablarme de usted, milady, entre nosotros eso está de más.

Se acercó a mí y me agarró por la cintura apretándome contra él.

-Voy a gritar- le amenacé conteniendo el aire, pero de pronto él me soltó se sacudió las manos como con asco.

-No hace falta, Arianne.

-Creo que se confunde de persona, yo no me llamo así... -le dije con voz más calmada, ya que al fin entendía algo de todo aquello.

-¿Qué...?- pero no pudo continuar porque se acercaba un grupo de personas hablando en voz alta y al reconocerle le llamaron.

Por lo que aproveché para marcharme de allí, me subí a mi coche y arranqué borrando de mi mente toda la situación anterior, decidí hacer guardia en la puerta del cura callejero para poder interceptarle al entrar.

Tuve que esperar unas horas hasta que por fin le vi cruzar la plaza en dirección a la iglesia.

Salí corriendo y llegué justo cuando él abrí la puerta.

-Hola, buenas tardes- dije rápidamente y con voz entrecortada por la falta de aire de la carrera.

-Buenas tardes- me saludó sonriendo, era más joven de lo que pensaba, tendría más de cuarenta años, pero era pelirrojo y de ojos azules, su presencia trasmitía mucha paz, por un momento sus facciones me recordaron a mi madre... Aunque no entendí muy bien de donde salía esta comparación me dejó un tanto perpleja, aunque no quise profundizar mucho en esto.

-Me llamo Caitlin Patterson- le dije atropelladamente, mientras a él se le borraba la sonrisa de la cara.

-No esperaba conocerte tan pronto, Caitlin- dijo él pausadamente, como pensándose mucho las palabras.

-Enterré ayer a mi madre- le dije de golpe- Antes de morir me dijo que viniera a este lugar y yo encontré una carta suya.

-Pasa, Caitlin, no podemos tener esta conversación en la calle- él terminó de abrir la puerta y entró en la casa.

Yo le seguí mientras él iba encendiendo las luces y me ofreció algo de tomar, pero negué con la cabeza.

Luego volvió a salir del salón y cuando volvió me entregó una cajita.

Me instó a abrirla sin saber muy bien lo que me encontraría.

En el interior había otra carta y una medalla con una "A" rodeada por un círculo alargado de oro con pequeñas piedras incrustadas.

Abrí el sobre y había simplemente una nota.

Mi pequeña niña:

Si estás leyendo esto significa que ya no estoy por allí, y que he sido lo suficientemente egoísta como para no contarte nada personalmente. Espero que puedas perdonarme, ya que nunca quise hacerte daño. Siempre te he querido como a una hija, y aunque no conozco la historia completa y me aproveché de los acontecimientos, me he comportado como una cobarde al no poder plantar cara a mis errores, aunque no los considere como tal, ya que no me arrepiento de nada.

Solo tú puedes llenar los huecos que faltan, pero lo que sí puedo decirte es que no eres mi hija, por desgracia no, nos conocimos por casualidad cuando mi marido y yo te recogimos en la carretera y aunque no contaste nada de lo que ocurría supe que escapabas de algún lugar, dijiste que ojala no tuvieras esa familia y fue en lo único que pensé cuando tuvimos el accidente.

Y luego el destino quiso que no recordaras nada de lo que habías vivido anteriormente, deseaba tanto tener a mi Caitlin conmigo o al menos alguien al que poder llamar así, que no pude evitar hacerte creer que eras mi pequeña.

Ese colgante es lo único que llevabas de tu vida anterior, espero que pueda serte útil, también sé que tu familia es de Landonville, porque tú misma lo dijiste aquella noche, siento no poder serte de más ayuda.

Me puse en contacto con el párroco de allí, ya que era en la única persona en la podía confiar para dejarle algo tan importante y ahora le tendrás frente a ti, le tuve que contar todo esto, porque solo podía confiar en alguien como él, aunque él sabía que algún día se presentaría una muchacha llamada Caitlin no te conoce físicamente, es posible que pueda decirte algo más.

Siento mucho haberme aprovechado de ti y espero que puedas perdonarme.

Elizabeth.

Todo era... ¿una mentira? Arrugué la carta entre mis manos y cerré los ojos.

Estaba tan confundida llevaba pensando en mi como Caitlin Patterson desde hacía casi cuatro años y ahora todo era una mentira, yo no era Caitlin.

-¿Quién soy?- pregunté susurrando y levantándome de la silla- No... Entiendo nada- solté la carta como si quemara.

-Tranquilízate, ¿qué quieres decir?- preguntó agachando y cogiendo la carta.

La leyó rápidamente y me miró sin decir nada.

-Dios mío... Nunca pensé que se tratara de algo... así- dijo él.

-Ella dice que usted lo sabía- le dije con voz ronca.

-Me dijo que debía guardar esto hasta que vinieras a por la caja, pero no me contó nada de eso.

-¿Usted no... me conoce?- le pregunté un tanto insegura.

-No... Solo llevo en esta iglesia dieciocho meses y todo esto fue anterior- dijo el agarrándome de las manos.

-¿Entonces...?

Negué con la cabeza, ya que pensar esas cosas sería como aceptar la locura que decía mi madre... Tenía que hablar con Tía Becca.

Agarré la caja, el colgante y la carta y me dirigí a la puerta.

-¿Dónde vas, Caitlin?- me preguntó el reverendo siguiéndome.

-Voy a buscar una pensión para dormir un poco y a cambiarme de ropa y mañana... volveré a casa- le dije con una inclinación de cabeza y cerré la puerta tras de mí.

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