Otra comedia romántica absurd...

By TheLemonAuthor

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La historia se centra en Sophie Adams, una chica solitaria y pesimista que piensa en la adolescencia y el rom... More

Dedicación
Prólogo
1. Es un fastidio.
2. No quiero a nadie más.
3. Su verdadero yo.
4. Era imposible.
5. No lo entiendo.
6. Madre e hijo.
7. Comenzaba a cambiar.
8. Una estrella fugaz.
9. Travesura realizada.
10. Me haces preocupar.
11. La sexta es la vencida.
12. Su agradecimiento.
13. Nuevo sentimiento.
14. Lo intentaré.
15. Encontré el amor.
16. Me pareces interesante.
17. Justo lo contrario.
18. Victorias y derrotas.
19. Tú ganas.
20. Confío en ti.
⤅ESPECIAL MASIVO
21. Idea espectacular.
22. No ocurrirá de nuevo.
23. Ser amigas.
24. Mentes crueles.
25. No son simples personas.
26. Pareja de cupidos.
27. Una fuerza malvada.
28. Trabajo duro.
29. No puedo fallar.
30. Podrán hacerlo.
31. Lo que somos capaces de hacer.
32. Tregua.
33. Regalo.
35. ¿No hay amor en tu corazón?
36. Buongiorno, principessa.
37. Jamás estaré contigo.
38. Deseo.
39. Quería disfrutar esto.
40. Lo haré.
41. Saludar al pasado.
42. Atrapada en el ayer.
43. Pase lo que pase.
44. Sentimientos reales.
45. Lo que he aprendido.
Epílogo
Agradecimientos

34. Solo se vive una vez.

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By TheLemonAuthor

Suri entornaba los ojos sin apartarlos de mí ni por un segundo.

—¿Irás a un campamento? —preguntó.

—Sí, ¿por qué me observas así? —le dediqué una mirada por encima del hombro. Estaba guardando mi ropa, un libro, artículos de aseo y otras cosas en mi maleta.

—No sales muy seguido así que me sorprende que aceptaras irte durante una semana —se rio un poco—. Es mucho menos creíble ya que no tendrás internet.

Lo pensé mejor y estuve a punto de sacar lo que acababa de meter.

—¡No! —exclamó mi hermana y me obligó a dejar mis manos quietas—. Por Dios, Sophie, no morirás por despegarte un poco. Necesitas aire fresco, compañía... novio —me sonrió con picardía.

—Si te refieres a Dante, déjame decirte que no pasará nada entre nosotros.

—¿Segura? ¿Entonces qué es ese regalo que veo encima de tus cosas? —inquirió, arqueando una ceja.

El italiano cumplió su parte del trato, me impresionó porque obtuvo calificaciones excelentes en la mayoría de las materias, especialmente en química.

—¡No te importa! —cerré la maleta mientras notaba como mis mejillas se calentaban.

—A ambas nos importa —dijo mi madre, irrumpiendo en mi habitación—. Tal vez regreses y Dante sea mi yerno. Todo es posible en esta vida, ¿no creen? Por cierto, hija, ¿podrías contarme con lujo de detalle lo que hagas allá?

—¿Por qué quieres saberlo? —fruncí el ceño con confusión.

—¿Una madre no puede tener una buena relación con sus retoños? —me dedicó una sonrisa que no me hizo dudar del terror que a veces me producía mi madre. 

(...)

Ellos llegaron poco tiempo después, Nick había dicho que en su camioneta nos dirigiríamos al campamento, el cual se ubicaba a un par de horas de nuestra ciudad. Dante me ayudó a acomodar mis cosas en la parte trasera del automóvil y se sentó a mi lado. La camioneta del deportista era bastante grande, por lo que Coraline, Alexis, Dante y yo cabíamos perfectamente en los asientos traseros mientras que An y él ocupaban los lugares del piloto y copiloto.

—Esto será un camino largo —suspiró Nick, despidiéndose con la mano de mi familia.

—Unas cinco horas, dímelo a mí —respondió An a la vez que se tendía con pereza en el asiento.

—¿Qué hay de tu madre, Alexis? —interrogué, volviéndome en su dirección.

—Ella quiso adelantarse con mi hermana. Dios, no puedo estar más agradecido. Nos obliga a llevar un equipo de primeros auxilios, repelente y cremas. Nos convierte prácticamente en un hospital andante. Se fueron anoche así que pude hacer mi equipaje en paz —Alexis se estremeció.

—Vaya, debe ser duro. Mi madre se encarga de emparejarme con cualquier humano que esté cerca de mí, estamos empatados, supongo —dije entre risas.

—¿Te ha emparejado conmigo? —Dante sonrió de lado.

—Miles de veces. Lo he negado cada vez, tú y yo sabemos que no es muy probable.

Todos soltaron risitas, salvo Dante y yo.

—¿Qué es tan divertido? —preguntó, fulminándolos con la mirada.

—Nada, nada —contestó An cuando se calmó.

El chico suspiró y se inclinó para encender la radio, escogiendo una estación en tiempo récord. Se escuchó el sonido de una batería acompañada de un bajo y una guitarra. ¿En serio existía un inicio de canción tan increíble?

Some people think they're always right. Others are quiet and uptight —cantó Dante a la par con el cantante.

Others they seem so very nice, nice, nice. Inside they might feel sad and wrong —le siguió Nick.

Ellos continuaron cantando, parecía como si hubiéramos asistido a un concierto, estaban tan emocionados que hasta Dante había encontrado una botella de agua vacía y la usaba como micrófono.

Oh, don't, don't, don't get up! —Alexis se les había unido, con cierta timidez, aunque el hecho de haberse unido fue suficientemente impresionante para mí.

I can't see the sunshine. I'll be waiting for you, baby —Dante me guiñó un ojo, entonando esa parte de la letra.

Las chicas canturrearon también, lo cual me hizo reír un poco. La canción terminó y los demás se mostraron decepcionados, me acerqué al aparato y la reproduje de nuevo.

(...)

—¿Quieren jugar algo? —Coraline rompió el silencio luego de dos horas en las que endulzamos los oídos de los automóviles contiguos con nuestra celestial voz, apenas podíamos hablar ahora.

—¿Por qué no decimos nombres de animales alfabéticamente? Por ejemplo, empiezo con abeja, luego Sophie con búho y así —sugirió An, encogiéndose de hombros—. Sería aburrido jugar verdad o reto aquí.

—Está bien —acordamos.

—Veamos... águila —inició la pelirroja.

—Ballena —continuó Coraline.

—Canguro —dijo Nick.

El juego estaba a punto de terminar, solamente restábamos Coraline y yo. Decidimos que no había animales que conociéramos con «w» y «x», así que seguimos a partir de ahí.

—Yegua —declaré, preparada para la segunda ronda, por alguna razón quería ganar.

—¿Zebra? —dudó Coraline.

—Se escribe con ce —afirmé.

—No, es con zeta, ¿verdad? —preguntó Alexis.

—Creo que es con ce —opinó An.

—Claro que no, zeta —intervino Nick.

—Aquí todos somos amigos, no lo olviden —bromeó Dante.

—Estoy bastante segura que se escribe con ce, demonios, no tenemos internet para investigarlo —gruñí.

—¡Es con zeta, créeme! —exclamó Nick.

Por una idiotez como esa hicimos que nuestro viaje hacia el campamento fuera más entretenido. Canciones, discusiones y bromas. Cualquier trivialidad se volvía más interesante con las personas correctas. Tal como decía la canción, solo se vive una vez y me alegraba que fuera con su compañía.

—No es posible que estuviéramos debatiendo media hora por ese juego —Dante puso los ojos en blanco.

—Lamentable, pero ayudó a que el viaje fuera menos aburrido y ahora estamos a punto de llegar, ¿ven esa entrada al final de este sendero? Es el campamento —anunció Alexis, apartando la mirada de su libro.

—Qué grande —exclamaron Nick y An al unísono. Nick se detuvo y estacionó a lado del sendero. Luego bajamos e intentamos sobrellevar nuestros equipajes. Dante se ofreció a ayudarme, pero me negué. A diferencia de An o Alexis, quienes prácticamente empacaron su guardarropa y biblioteca respectivamente, decidí llevarme lo esencial.

El campamento tenía un aire similar al descrito en los libros de «Percy Jackson», lo que me entusiasmó. Cuatro cabañas enormes, el bosque con árboles que relucían sus vivaces hojas, un sitio para comer, una fogata y un escenario que contaba con gradas en las que podríamos sentarnos e instrumentos musicales disponibles.

—¡Qué bueno que ya llegaron! ¿Te pusiste el repelente, hijo? —preguntó una mujer con semblante preocupado mientras salía de una de las cabañas que estaban cerca de la entrada. Había una niña a su lado que cargaba un libro, una mujer joven con una belleza abrumadora y un hombre bastante alto e intimidante.

—¿Cómo que no te lo pusiste? ¡Ven acá! ¡Te lo pondré yo! —ordenó ella. No cabía duda de quien era. Su cabello negro, ojos castaños y mirada reservada que solamente podía pertenecer a la madre de Alexis, además de su característica sobreprotección de la que el chico nos había hablado. Tampoco se podía negar el parecido de la niña con su hermano mayor.

—Me alegra verlos de nuevo, chicos —sonrió, rociando a su hijo con un repelente contra mosquitos—. Oh, no recuerdo haberte visto antes, ¿cómo te llamas? —dijo, observándome con atención.

—Sophie Adams —respondí, estrechándole la mano.

—¿Sophie Adams? ¿No es la chica que te gustaba? —preguntó la señora, echándole un vistazo a su retoño, el cual se ruborizó.

—Vaya, lo siento. Sophie, ella es mi hija Ginny, hermana menor de Alexis —dijo su madre a lo que la niña sonrió levemente.

—Les presentaré al resto de los niños. Yo soy su maestro, August Astor —habló el hombre e intentó sonreír. Su rostro se inclinó hacia un lado y pareció una mueca extraña en su lugar.

—Yo soy su tutora, Denise Fontaine. Acompáñenos, los niños y los otros chicos nos esperan —anunció la mujer de baja estatura que logró que nos ruborizáramos con aquella sonrisa amigable. De un momento a otro, sentí la mirada de los compañeros de Ginny, quienes nos miraban desde una de las cabañas junto con un chico y una chica de más o menos nuestra edad, los cuales también nos analizaban con interés.

FIN CAPÍTULO 34.
















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