El encuentro de las Nubes

By Endoriel

5.4K 487 103

Una épica batalla se presencia a los pies de Erebor, el último reino de los enanos; "La Batalla de los Cinco... More

Capítulo 1
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9

Capítulo 2

849 67 12
By Endoriel

Capítulo 2

El campamento elfo comenzó a montarse fuera de Valle, puesto que dentro de la ciudad no había espacio suficiente para todos los soldados que habían acudido a la desolación de Smaug. Todos los sanadores estaba ocupados atendiendo a los heridos y tal como había dispuesto el rey, varios soldados ayudaban a construir refugios improvisados para los hombres del Lago.

Era increíble la perfecta organización de los elfos y su coordinación al hacer cualquier cosa; desde limpiar la zona para poner las tiendas para dormir, hasta como se dividían de forma equitativa para que nadie hiciera más que otros y mucho menos que alguien estuviera ocioso.

Sin duda alguna en poco tiempo el campamento estaba casi listo y la tienda real terminada de pies a cabeza, tal y como si se hubieran tardado horas en arreglar el improvisado dormitorio del Rey.

Con satisfacción Thranduil se paseaba por la tiendas y daba un rápido chequeo de sus soldados disponibles; algunos continuaban arreglando las tiendas, otros comenzaban a despojarse de la armadura para cambiarla por una más ligera de cuero, algunos más estaban dispersos en puntos específicos para brindar seguridad tanto a su gente como a las personas del Esgaroth.

Ada* —el Rey giro su mirada a su hijo— ¿Crees que se desate un guerra? —aunque lo disimulaba a la perfección su padre sabía que tenía miedo y con justa razón, el joven príncipe jamás había participado en una batalla de grandes dimensiones, luchando únicamente con grupos de no más de cincuenta orcos, cuando mucho y dentro de la seguridad que le proporcionaba los árboles.

—Thorin tiene muchos parientes —no quería ser duro, pero jamás le mentiría al respecto—; está sentado sobre montañas de oro y su poca cordura pronto se verá segada por la avaricia de poseer más... la enfermedad del dragón, asecha a su familia —Legolas bajo la cara imperceptiblemente—. No arriesgaré la vida de mis súbditos, por la locura desmedida de un enano...

—¿Pero creí que por eso estábamos aquí? —Llegaron por fin a la tienda real y Thranduil con un movimiento ordeno a sus soldados que los dejaran solos—. Habías dicho que deseas fervientemente recuperar el collar de...

—Lo sé —no quería que siquiera se mencionara algo al respecto de su finada esposa—. Pero un buen Rey tiene que saber diferenciar que es más importante para su pueblo; los hombres del Lago pasan por necesidades que nuestro pueblo jamás ha enfrentado. Solo hago honor a los convenios que se han firmado entre nuestros pueblos.

Sirvió un poco de su amado vino en una copa y en otra vertió hidromiel para su hijo. Dio un sorbo perdiéndose en sus pensamientos ante la mirada inquisidora de su hijo; en cuestión de segundo rememoro cada una de sus decisiones respecto al tesoro del dragón y nuevamente se volvió a convencer que lo mejor era olvidarse de tomar por la fuerza lo que por derecho le pertenecía.

—No participare en ninguna guerra innecesaria —sentencio dejando la copa de vino en la mesa.

Legolas no continúo con aquella conversación; se alegraba que su padre desistiera de su intento por recuperar un tesoro y aun no comprendía muy bien porque cambiaban las cosas el simple hecho de que trece enanos mal alimentados continuaran con vida dentro de la montaña. Sí ellos eran muchos más...

Claro, el jamás había vivido en carne propia el dolor de una guerra y su padre siempre trataba de alejarlo de ello; jamás se lo dijo directamente pero sus acciones siempre se lo demostraban. Su padre no temía por su propia muerte, sino por la muerte de Legolas, temía llevar a la desgracia a su pueblo sin necesidad.

Por supuesto que cambiaban las cosas; todos creían que los enanos no continuaran con vida y por ello su padre se aventuró a tomar posesión no solo de las joyas blancas de Lasgalen, sino también de una parte del tesoro, no tendría que luchar por ellas simplemente las tomaría.

Con ese propósito fue que la comitiva élfica se había puesto en marcha y a mitad de su camino se encontraron con emisarios de Lago pidiendo su ayuda; ayuda que sin meditarlo mucho el Rey había brindado desviando su trayecto, pero sin cambiar su planes.

Enterarse de la supervivencia de los enanos cambiaba todo, ya no podía internarse en la montaña y tomar las joyas a su antojo; ahora tendría que batirse en duelo para conseguirlo, al igual que era consiente que eses pobre hombre habían perdido todo y merecían parte del tesoro del dragón.

Mientras seguía caminando, Legolas le daba mil y un vueltas a las decisiones de su padre. Había posibilidad de salir victoriosos, pero algo le decía que su padre intuía o sabía algo que el ignoraba por completo.

Se introdujo entre los hombres del Lago, abandonando por completo el campamento de su gente; se colocó la capucha hasta tapar la mayor parte de su cara para evitar ser reconocido por los guardias. Al poco tiempo se paseaban entre la gente prestando su ayuda en todo lo que pudiera.

Pero para su mala suerte apenas se topó con un soldado este lo reconoció inmediatamente y estaba a punto de hacer una reverencia, cuando Legolas con un rápido e imperceptible movimiento para los humanos le indico que no lo hiciera.

El soldado comprendió de inmediato y se pasó de largo; sin embargo no le extraño el comportamiento en el príncipe, él era así y pudo adivinar que no quería ser reconocido para que los hombres no se incomodaran con su presencia, a final de cuentas de no ser por los guardias elfos nadie lo reconocería como el hijo de Thranduil, que muchos ignoraban incluso que se encontraba ahí el mismísimo Rey.

Continuo su caminata entre la destruida ciudad y tal parecía que se había corrido el rumor de su anonimato, pues se encontró con varios elfos pero estos solo le dedicaban miradas llenas de respeto sin delatar quien era.

Se detuvo frente a la improvisada casa de curación llenando sus ojos aún más de asombro al ver humanos con los cabellos blancos y el rostro completamente arrugado. Ver humanos para Legolas era completamente nuevo, cada movimiento lo dejaban sorprendido y su forma de platicar entre ellos lo maravillaba de cierta forma.

Entro sin más y acercándose silenciosamente a una de las elfas que ayudaba a vendar una herida, se colocó detrás de ella observando su trabajo.

—Hay mucho por hacer —hablo de la nada la elfa ignorando por completo quien la observaba, pero estaba más que segura que humano no era—. Deja de estar parado sin hacer nada y ponte a ayudar a tus compañeros a construir los refugios —ordeno la elfa.

—Permítame ayudarla —Legolas sonrió de lado viendo la reacción inmediata de la mayoral, quito las vendas de sus manos y se puso a terminar lo que la elfa había dejado inconcluso.

Hîr nîn*...

—Has sido muy valiente pequeño —interrumpió el príncipe a la sanadora antes de que dijera algo más y centro sus ojos en el niño que tenía la frente abierta—. ¿Cómo te llamas? —el niño no dejaba de observarlo con los sus grandes ojos cafés.

—Aren —respondió tímidamente.

—Mucho gusto, Aren —le mostró una sonrisa a un mayor—; yo soy Legolas... ¿Tienes sed? —era evidente que era cierto, los labios resecos y la lengua agrietad del pequeño lo delataban de inmediato; un poco temeroso Aren asintió con la cabeza. El rubio saco rápidamente de su alforja un odre lleno de agua fresca y lo ofreció—. Toma, vamos sé que tienes sed... adelante —el príncipe del bosque acaricio con cariño su sucia mejilla acercando la boquilla a los labios del niño.

La sanadora solo podía observar la nobleza de su señor; con una sonrisa vio como Aren al principio con vergüenza tomo un pequeño sorbo, pero ante la mirada cálida del príncipe se animó a saciar su sed.

Legolas revolvió cuidadosamente los cabellos del niño y con su penetrante mirada busca alguna otra herida en el pequeño y delgado cuerpo del infante. Confundido no sabía si preguntar por los padres del muchacho o simplemente retirarse de ahí y ofrecer una sonrisa reconfortante.

—Es increíble que a pesar de todos estos años de conocerlo —hablo la sanadora en un susurro cerca del oído del elfo que observaba de pie como el pequeño se bebía el agua a vivamente— aun me sigue sorprendiendo su carisma —el elfo la volteo a ver confundido—. Posee muy buena mano con los niños; antes de que llegara Aren no dejaba de llorar, se removía y cuando por fin logre sentarlo no dejaba de quejarse —Legolas quedo perplejo pero no lo demostró, había supuesto que las lágrimas que se marcaban en su rostro eran de hacía tiempo.

—Dame un par de vendas, gasas... —ignoro por completo el comentario de la elfa.

—De ninguna manera, mi señor —se alarmo Noreth.

—Es una orden —se puso rígido imponiendo sus deseos—. Mejor que nadie sabe que no estaré sentado cómodamente en la tienda mientras el sufrimiento y el dolor me rodean.

—Como ordene —accedió de mala gana; con un movimiento de su mano una joven elfa se acercó con lo que le exigía el príncipe—. Solo heridas superficiales —sentencio antes de entregarles lo utensilios al príncipe; con una sonrisa Legolas asintió.

Noreth se alejó del lugar solo para detenerse un par de metros después a supervisar el servicio de una joven sanadora. El pequeño hacía rato que había dejado de tomar agua, solo se quedó sentado tratando de descifrar lo que decían los extranjeros en su extraña pero hermosa lengua. Sonrió cuando aquel elfo que transmitía tranquilidad poso de nueva cuenta sus ojos sobre él y le mostró esa sonrisa segadora, le devolvió el gesto lo mejor que pudo.

El príncipe elfo sonrió para sus adentros al ver la dentadura incompleta del niño que no dejaba de observarlo con detenimiento; le indico que le regresara el odre pues lo ocuparía para seguir con su voluntariado; sin decir nada Aren obedeció de inmediato y Legolas lo guardo de nuevo en su alforja donde ya tenía varias vendas y algunas gasas.

—¿Quieres ser mi ayudante? —apenas había avanzado un par de pasos y pudo notar como el niño de no más de cuatro años no dejaba de observarlo, no era capaz de dejarlo solo y el que lo acompañara fue lo único que le vino en mente ese momento.

El pequeño humano asintió enérgicamente y toco su cabeza dolorida de inmediato recordando su herida; el elfo con una sonrisa le extendió una mano que el pequeño no dudo en tomar.

Aren apenas llegaba un poco más arriba de las rodillas de las largas piernas del elfo, por tanto Hoja Verde tenía que inclinarse ligeramente a su costado para poder tomar adecuadamente la mano del pequeño.

Apenas había avanzado un par de pasos cuando encontró a su siguiente paciente, un adolescente que parecía tener dislocado el hombro. Legolas sabía perfectamente como acomodarlo, aunque no poseía un gran conocimiento como sanador, al ser un gran guerrero tenía que saber tratar las lesiones más comunes en sus patrullas por el Bosque Negro.

El muchacho al igual que él niño vio con sorpresa como el elfo se acercaba a él, el joven sabía que sus heridas no eran de prioridad para los sanadores y era más que consiente que tendría que esperar un muy buen tiempo antes de que alguien pusiera siquiera sus ojos sobre él.

Con mayor sorpresa vio como el elfo traía de la mano a un pequeño niño que la sostenía como si de ello dependiera la salvación; y es que justamente eso representaba Legolas con solo verlo caminar entre tanta desgracia: la esperanza de la salvación.

Perecía irreal como un espíritu tan hermoso vagaba entre los moribundos, era como si solo se tratase de una ilusión o una mala jugada de sus mentes. El muchacho no pudo emitir palabra alguna cuando ese ser se arrodillo frente a él y con delicadeza soltando la mano del niño pasaba sus dedos por su estropeado hombro.

El príncipe regresó la mira a Aren que lo veía atentamente sentado de cuclillas y con las manos en su boca apenas unos pasos lejos de Legolas; el rubio hizo un gesto infantil tapándose los ojos mientras mostraba esa sonrisa que tanto tranquilizaba al niño pues no quería que él pequeño fuera testigo de cómo con fuerza movía un hueso, aunque no fuera de gravedad; Aren lo imito de inmediato.

Legolas volvió a pasar sus dedos delgados dedos sobre la zona dañada apenas rozándola mientras los ojos del joven seguían cada uno de sus movimiento; como si su hombro estuviera perfectamente el príncipe comenzó a inspeccionarla la rodilla que incluso a simple vista se notaba que no tenía daño alguno. El elfo volvió a sentir los ojos de Aren que lo seguían y volvió a repetir el gesto; apenas el niño dejo de observar el príncipe siguió con su tarea... sin previo aviso y con la agilidad que lo caracterizaba, dejo de tocar la rodilla para de inmediato tomar el hombro y componerlo.

Un grito ahogado se escapó de los labios del sorprendido joven que para nada se esperaba la reacción del elfo; Legolas continúo dando un pequeño masaje por la zona dañada, coloco en silencio un ungüento de aspecto verdoso y sin decir nada se puso de pie en silencio tocando con delicadeza el hombro de su pequeño acompañante para darle la mano y rápidamente seguir buscando a sus pacientes.

—Gra... gracias, señor —pudo decir el joven viendo las espalda de Legolas girarse ligeramente y mostrar simplemente una sonrisa.

Durante poco más de una hora continua haciendo lo mismo que con el joven, solo se acercaba en silencio y hacia su trabajo; en ocasiones si las heridas no tenían un aspecto deplorable o ningún hueso tenía que ser removió, dejaba su alforja al cuidado de Aren y le pedía que le diera los utensilios necesarios.

Durante su caminata en lugar de que su zurrón se fuera vaciando, muy por el contrario se hacía más pesado; pues si él consideraba necesario tomaba más vendas de las mesitas que usan los curanderos e incluso comenzó a meter diferentes hierbas o ungüentos, aguja e hilo, gasas nuevas y muy a menudo rellenaba su odre con agua para limpiar las heridas.

Sus súbditos solo lo observaban con admiración pero no se atrevían a quitarlo de su trabajo, pues conocían la persistencia del príncipe y aunque lograran quitarle su botiquín de primeros auxilios, el hijo de Thranduil no se quedaría quieto y pronto encontraría otra forma de ayudar.

Pasaba de medio día cuando el sonido imperceptible del estómago de Aren lo distrajo por completo; apenas y había sido consiente del paso del tiempo, alzo el pequeño en brazos y sin preguntarle nada salió del lugar, comenzó a caminar por la calles de la ciudad que a pesar de estar completamente destruida era más que transitados cada uno de los pequeños callejones.

Pronto encontró un módulo donde sus compañeros repartían los víveres tanto a elfos como a hombres; al observar las largas filas de hambrientos campesinos no se atrevió a usar su posición para situarse al principio y recibir sin problema alguno una porción mucho mayor que la que estaban sirviendo.

Se colocó al final de la fila con el niño en brazos y saco del fondo de su alforja un biscocho perfectamente envuelto y sin pensarlo se lo dio por completo a Aren para apaciguar el hambre del humano.

La mayoría si no es que todos los ahí reunidos eran los sobrevivientes de Esgaroth, solo pudo distinguir a tres de su raza en aquellas filas. Era de suponer que serían pocos los ahí presentes, a decir verdad ni el mismo tenía un poco de hambre; al ser elfo podían soportar mucho tiempo sin ingerir alimento alguno y encontrarse en perfectas condiciones.

Debido a la buena organización de los silvanos, mientras unos traían ollas con sopa otros llevaban las bacías a lavar, mientras otros se encargaban únicamente de servir algunos más pasaban los platos a las manos de los campesinos, otros más se encargaban de que en ningún momento se quedaran sin juncos y unos más hacían la labor de recolectarlos. Ante los ojos de los hombres las acciones de los elfos parecían maquinadas y meditadas desde hace mucho, como si todos fueran uno, además de que ninguno emitían una sola palabra.

De aquella forma el estar formado no se convertía en una espera interminable pues la fila nunca dejaba de avanzar. Aren que ya había tomado mucha confianza con el elfo, comenzó a juguetear con uno de sus mechones dorados tratando de hacer que este se enredara, pues por más que lo anudaba el lacio cabello del príncipe siempre encontraba la forma de soltarse sin esfuerzo.

A pesar de haber bajado aún más su capucha hasta cubrir completamente su rostro y usar al niño como escudo, los elfos lo reconocieron incluso antes de tenerlos frente a él. En silencio estiro la mano para recibir el junco y de la misma forma lo hizo el niño.

—La ropa lo delata, majestad —soltaron los elfos en su propia lengua antes de dejar partir a su príncipe.

¡Claro! Como no se había dado cuenta antes, de todos los elfos era el único que iba con ropa de casería, pues todos o portaban la armadura de metal o llevan puesta la de cuero. Y ni como pasar por humano, aunque su capa le cubría la mayor parte del rostro y la ropa, su elegante forma de caminar y su esbelto cuerpo delataban de inmediato que era elfo.

Bajo con cuidado al pequeño y ambos se sentaron en los escalones más próximos. Aren que apenas y había probado bocado los días pasados, prácticamente se devoro el pequeño junco que le habían dado.

—Toma —ofreció Legolas de inmediato con la sonrisa que tan común se había vuelto aquel día.

—¿Qué comerás tú? —pregunto el pequeño apenado.

—Descuida —le quitó importancia al asunto haciendo énfasis con una de sus manos—; comí algo antes de ir a la casa de curación —volvió a extender el plato, pero el niño no lo acepto—. Me parce que traigo algo por aquí —comenzó a rebuscar en su mochila cuidando de no desacomodar sus cosas; con ojos curiosos el pequeño parecía querer meterse dentro del morral del elfo—. ¡Aquí esta! No hay nada mejor —exclamo Legolas mostrando una galleta curiosamente envuelta en hojas verdes.

Por fin acepto con recelo Aren el plato de comida que le ofrecía su acompañante; más tranquilo el niño tomo la cuchara y comenzó a comer la porción del elfo.

—¿Qué es eso? —cuestiono el niño poco tiempo después señalando la galleta del elfo.

—Es... cram —el niño frunció la nariz con algo de asco.

—¿Seguro que no quieres de vuelta tu comida?... he probado el cram y no es muy rico —su boca se retorció un poco recordando lo mucho que le dolieron los dientes al morder un poco de ese pan preparado por su gente y el mal sabor que tenía.

—Sabe muy bien —Legolas luchaba por no dejar escapar su risa; Aren lo veía con incredulidad—. Se llama lembas —explico—, tiene la misma función del cram solo que este lo prepara mi gente...

—¡Oh! Si es así debe de ser muy rico —mostro una sonrisa— porque esta sopa es la mejor que he probado en ¡Todo el mundo! —realizo un gran circulo con sus manos dándole énfasis a su última expresión.

Los dos continuaron con su comida y para gran sorpresa del niño el elfo ingirió poco menos de un cuarto de todo el pan. Casi al instante en el que terminaron devolvieron los juncos a un elfo y se dispusieron a reanudar con su trabajo.

Aun no llegaban a la casa de curación cuando el niño se durmió en los brazos de Legolas; sonrió para sus adentros y al dar la vuelta se encontró con una señora en extremo demacrada y con la tristeza claramente reflejada en todo su semblante. Legolas la toco del hombro preocupado, pues la mujer tenía la mirada clavada en el piso.

La aldeana apenas logro levantar sus ojos y apenas poso su mira en el elfo grandes lágrimas comenzaron a descender de sus mejillas; con efusividad tomo al niño en brazos sin dejar de besarlo un millón de veces en la frente.

—¿Esto es real? —cuestiono estrujando al pequeño contra su pecho sin dejar de llorar.

—Lo es mi señora —los ojos cafés de la mujer se clavaron en el rostro de Hoja Verde.

—No puede... tiene que... no es verdad —sus ojos se fijaron en los azules de aquel ser lleno de paz—. He buscado por todas partes... temía jamás encontrarlo... Lo has traído a mi lado, devuelta conmigo. Solo en un sueño esto tiene sentido; no hay humano que brille y tenga esos ojos... no es real.

La mujer creía estar muerta; no existía forma alguna de que un ser tan hermoso existiera... solo tenía la oportunidad de despedirse de su pequeño, de abrazarlo y sentir su tranquila respiración, recorrer una última vez con sus manos su cabello rebelde y besar por última vez sus mejillas eternamente sonrojadas.

—Mi señora —Legolas tomo entre sus manos las frágiles manos de la mujer; la voz del elfo solo le hacía ser más consiente del encanto de ese momento—; todo esto es real —sonrió—, Aren esta junto a usted, sano y salvo; de eso me he encargado yo...

—No eres humano —se negaba a creer que eso sucedía.

—Tiene razón —ancho su sonrisa mientras quitaba su capucha dejando al descubierto sus orejas en punta—; pero eso no quiere decir que no soy real —los ojos de la mujer se abrieron de más y al momento la voz del niño la convecino por completo.

No pudo evitar soltar más lágrimas de alegría mientras sostenía la cálida mano del pequeño. Legolas se retiró en silencio dejando que la familia disfrutara su reencuentro; solo escucho como a sus espaldas la mujer le daba las gracias al igual que el pequeño, solo respondiendo dándose media vuelta y mostrando esa sonrisa tranquilizadora.


Continue Reading

You'll Also Like

19.6K 691 6
Hogwarts nuevamente se viste de gala para alojar a sus invitados, un torneo de quidditch se avecina y con él, un sin fin de aventuras surgirán para u...
52.3K 3.7K 21
Sasuke Uchiha un chico que lo perdió todo. Su hermano acabó con su familia y todo su clan. Hinata Hyuga una chica quien sabe lo que es el dolor y cae...
3.5K 228 17
en esta historia los Hyuga y los Uchiha son aliados muy cercanos,así que Sasuke y Hinata son amigos de la infancia,Sasuke se enamora de Hinata pero t...
8.6K 785 25
Estoy obsesionada con Spain rp, escribo 15 historia y dudo que vaya a terminar alguna 🙃