Saber que se casaba ese mismo día, en sólo un par de horas la hacia temblar. No sólo el hecho de que temía por los preparativos. Sino que también, no estaba a pleno. Se suponía que debía estar feliz. Pero, ¿cómo? Bien sabía que no amaba a Richard. Le temía. ¿Hacía bien en casarse? Ya era tarde para retractarse. Cientos de invitados y súbditos la esperaban ver llegar al altar.
-Debería comer, alteza, está muy pálida-le decía la criada.
-Me duele el estómago, no tengo hambre.
Eran apenas las siete de la mañana. Catherine estaba acostada en su cama, con una bandeja y su desayuno en ella. Estaba muy cansada para bajar al comedor principal, así que la mujer creyó que llevarle la comida daría hambre a la futura reina. Pero no, ella tenía el estómago cerrado.
-¿No comerá?
-No, gracias. Creo que debería levantarme...
-Oh, si. La señora que se encarga de su maquillaje y cabello no tardará en subir.
-Está bien.
Se desperezó y bostezó, intentando quitarse ese molesto sueño. Es que últimamente, no había dormido nada. Los preparativos y el encuentro de su padre la tenían loca.
-¿Cat? ¿Puedo pasar?-una voz femenina al otro lado de la doble y enorme puerta de su habitación. Era Kiara.
Sin dudarlo, ella corrió para abrirle a su prima y la abrazó en cuanto la tuvo cerca. Su olor a vainilla con chocolate la llenó de una extraña paz. Quería quedarse con ella, para de alguna manera, estar tranquila y no sobrellevar las responsabilidades. Kiara la apartó luego de unos minutos y la miró sería.
-¿Qué te pasa?
Estuvo a punto de llorar y contarle todo lo que sentía, pero se contuvo. Suspiró de una manera profunda para tragarse el dolor y carraspeó, alejándose un poco de la rubia. No tenía que abrirse, no ahora. Se iría todo.
-Nada, Ki, estoy muy nerviosa, eso es todo.
-¿Estás contenta? ¿Emocionada?
-Bueno...si...
Diablos. ¿Por qué su duda había sido tan obvia? Esperaba que Kiara no se diera cuenta. Salió rápidamente de sus pensamientos cuándo dos golpes en la puerta, rápidos, sonaron. Seguro era la modista.
-Adelante.
Dos de las costureras más rápidas del reino, llevaban en sus manos un abultado vestido blanco e intacto. La modista perfeccionista, encargada siempre de sus prendas, apareció atrás de ellas con esos aires de superioridad que siempre había tenido. Sus hermosos trabajos siempre habían gustado a todo el mundo. Era la mejor.
-Su vestido está listo, alteza. Me gustaría ver como le queda, en caso de que halla que realizar algún mínimo ajuste. Se ve radiante, por cierto.
-Gracias. Y si, ahora me lo pongo.
Se puso la prenda y le sentó como guante. Nunca había estado tan hermosa. No de está manera. Con un vestido blanco, nítido, y ese aire de pureza.
-Si, por lo que veo, está perfecto. ¿Algo que desee cambiar?
-No, está hermoso. Le agradezco su hermoso trabajo.
Y así, ya estaba lista para llegar a Richard y unirse en sagrado matrimonio. Sólo tenía que ir hasta el salón en donde la ceremonia se preparaba, cruzar el pasillo y dar el sí.
Unos golpes nuevamente rápidos en la puerta, y el pequeño Tim que entró corriendo a la habitación de su hermana, estaba llorando.
-¿Qué sucede? ¿Qué pasó?-cuestionó ella.
-Charles, tuvo un accidente-quiso explicarse, pero el llanto no lo dejaba respirar-Está mal.
¿Charles? ¿Su Charles? ¿El chico que ella amaba realmente? No.
-¡¿Qué le pasó?!-ahora ella también estaba llorando.
-Su carruaje, desbarrancó. Unos guardias fueron por ayuda. Está mal, Caty.
Los hermanos se abrazaron y lloraron juntos. Por la puerta, su madre vino corriendo y se aferró a sus dos hijos que lloraban en el suelo. Sintió un profundo dolor por verlos así. La noticia les había llegado y Timothy había escuchado todo. Juliet corrió, pero el niño fue hasta la habitación de su hermana. Sabía cuánto lo quería. Creía que ella podría hacer algo por él. Pero, ¿qué? Catherine era solo una novia destrozada a punto de casarse.
La reina ordenó que todos se fueran de la habitación y así fue.
-Tengo que verlo, mamá. Tengo que ir.
Juliet la miró con ternura al escucharla decir mamá. Desde que había ocurrido todo, ella se había limitado a llamarla por su nombre. Pero la tristeza, y desesperación de aquel momento, hicieron que la princesa se adhiriera a las personas en quienes confiaba y amaba.
-Vas a casarte, no puedes dejarlo, están todos esperándote allí-le explicó.
-No, tengo que irme, por favor.
¿Qué se suponía que iba a decirle ahora? ¿Qué iba a hacer esa mujer con la chica? Le rogaba que la dejará ver a su amigo, que incluso tal vez, vería por última vez. No podía prohibirle, ella ni siquiera tenía esa responsabilidad. Todo lo que hacía, era por amor a su pueblo.
-Ve. Ve a verlo.
Sin esperarse esas palabras de su madre, Catherine se levantó de manera rápida y corrió hacia la puerta.
-¡Pero espera! ¡El vestido!
Pero ella ya se había ido. Sin importarle de que estaba descalza y con su vestimenta de novia. Se levantó con las manos la falda para correr más rápido y llegó hasta el exterior. Un cochero descansaba sentado en la pequeña fuente con forma de delfín. Al verla, se levantó y realizó una rápida reverencia. ¿Por qué no estaba casándose? No tenía idea.
-Llévame al castillo del rey Carlo. Necesito llegar lo más pronto posible-casi suplicó.
-Seguro, alteza. Suba.
El carruaje real se movía a toda prisa por el camino de tierra. El polvo volaba por alrededor, pero a la chica no le importaba en absoluto. Sólo quería verlo. No, necesitaba verlo y saber que iba a estar bien.
Cuando llegaron, el castillo parecía muerto. Un silencio predominaba el ambiente. Catherine bajó del vehículo y el cochero dijo que la esperaría afuera. Así que, ella se apresuró a entrar y pedir indicaciones para saber dónde estaba. Cuando llegó a la habitación, un doctor salió con una toalla y ese olor a desinfectante que tanto odiaba. Lucía un rostro cansado y también preocupado.
-¿Cómo está?-preguntó.
El señor pareció asombrado y aturdido por ver a la princesa tan de repente frente a él. Paseó su mirada disimuladamente por su vestido y le dedicó una mirada triste.
-Él se halla estable...-estaba dubitativo-Puede pasar, pero procure no hacer mucho ruido, aún está sensible.
No esperó a que terminara y abrió la puerta. Y allí estaba. Tenía su rostro magullado y con algunas vendas. Ambas piernas estiradas y descubiertas. Un doctor se hallaba con una especie de aguja, pinchando. ¿Qué le hacía? La mirada de Charles estaba perdida en algún punto de la nada. Allí también visualizó al rey y la reina, abrazados, consolandose.
-¿Ahora?-preguntó el médico.
-Nada.
La reina soltó un pequeño sollozo que se cayó en el hombro de su esposo. El hombre de ropa blanca se levantó de donde estaba sentado y se quitó los anteojos. Tenía el ceño fruncido, al igual que el otro especialista. Guardó el objeto con el cual pinchaba a Charles en las piernas y volteó hacia los desesperados padres. Nadie se había percatado de la presencia de Catherine.
-No tiene sensibilidad en las piernas, no podrá usarlas. Lo lamento muchísimo.
Sin terminar de entender esas palabras, aturdida por el llanto de los reyes, giró para ver a Charles. Estaba con esa misma mirada perdida, viendo a la nada.
En ese mismo momento las palabras del doctor se repitieron en su mente y se desplomó a causa del llanto.
...
Em yo...u.u estoy triste. La novela se va a extender en un capítulo más y el epílogo :'( Así que...sin más que decir...hasta la próxima...♡