Sherlocked (BBC Sherlock & Tú...

By astronope

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Jennifer Watson, una joven ex-médica transferida a Londres para trabajar en Scotland Yard. Jamás imaginó que... More

Prólogo.
Parte 1.
Capitulo I
Capitulo II
Capitulo III
Capitulo IV
Capitulo V
Capitulo VI
Capitulo VII
Capitulo VIII
Capitulo IX
Capitulo X
Capitulo Final
Epílogo, Pt I.
Parte 2.
Prólogo.
Capitulo I
Capitulo II.
Capitulo III.
Capitulo IV
Capitulo V.
Capitulo VI.
Capitulo VII (Final Pt. 1)
Capitulo Final Pt. 2
Epílogo.

Capitulo XI (Final Pt. 1)

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By astronope

Sherlock y yo estábamos en el centro de el Baile Real, en la casa más grande de todo Londres. El equipo de Lestrade se encontraba disperso por el salón, atentos a cualquier sospechoso. Sherlock se había puesto un bigote falso, haciéndolo parecer levemente a un francés, y claro, una boina y un traje fino. Yo llevaba un vestido rojo y entallado, poco más arriba de los tobillos, ya que mis pies debían ser visibles en todo momento. Unos minutos después, Charles Allen llegó al evento. Lestrade me miró desde el otro lado del salón y habló por el micrófono. 

Es hora.

Asentí con la cabeza, me separé del lado de Sherlock y comencé a caminar lenta y discretamente hacia Charles Allen, seguida claro, del gran detective. Finalmente, llegué a la barra, dónde se encontraba Charles Allen. Me recargué al lado de él, intentando llamar su atención. Cuándo finalmente lo logré me hice un poco para atrás, en ese momento, noté su mirada fija en mis pies. Sherlock estaba de su lado derecho viendo sus movimientos con asco y disgusto. Finalmente, Allen quitó la vista de mis pies y la clavó en mis ojos. 

— Oh, un placer, Señorita...

— Miller, Sara Miller.— dije con una sonrisa falsa, pero discreta.

— Un placer, señorita Miller. Hace mucho ruido aquí, ¿le apetece acompañarme a un lugar un poco más...privado? — susurró en mi oido, por lo que Lestrade y Sherlock escucharon claramente a travez del micrófono.

— Por supuesto...— dije con un tono seductor, en el fondo tenía ganas de vomitar. 

Y había caído en la trampa. Charles tomó de mi mano y me dirigió a una sala privada, Sherlock me miraba fijamente, rogándome con la mirada que tuviése cuidado. Allen cerró la puerta detrás de mí, y metió la mano en su bolsillo. No escuchaba la voz de Sherlock, por lo que estaba bastante tensa. Aquel repugnante hombre me miró de PIES a cabeza, con una sonrisa pervertida. Se acercó peligrosamente a mi y me susurró en el oido: 

— No tienes ni idea de lo que voy a hacer contigo, Sara...

De repente, sacó una jeringa con un líquido de color raro y me la clavó en el cuello, dejando todo aquel suero en mí. Sentía una horrible sensación. Caí al piso por el dolor. Estaba inmóvil, no podía moverme, ni gritar, pero algo salió de mi...

— Sherlock...— susurré antes de caer por completo al suelo. 

Mientras mi vista se volvía borrosa y mis parpados pesados, logré ver cómo Sherlock entró a la habitación junto con el equipo de Lestrade. Sherlock caminó velozmente hacia Charles, y le dió un golpe en la quijada que lo dejó en el suelo, después de esa cruda venganza, corrió hacia mí, me tomó en sus brazos, tomó mi cabeza y la colocó en su regazo, cada vez sentía menos su tacto...

— Vas a estar bien...

Y finalmente, caí dormida en sus brazos.

(...) 

Desperté lentamente, moviéndome con dificultad...Miré mi reloj, y noté que habían pasado varias horas desde que atraparon a Charles. Mis sentidos no estaban muy bien aún, por lo que apenas podía ver o escuchar. Lentamente, mis oídos percibieron un agudo pitido, que al parecer, era mi receptor, que aún tenía conectado al oido. Escuché la voz desesperada de Sherlock gritar mi nombre, fruncí el ceño y débilmente, dije: 

— ¿Sherlock? ¿Que pasa...?

— ¡Jane! ¡Son dos! 

— ¿Eh? ¿Son dos qué? 

— ¡Son dos de ellos, Jane! ¡Dos asesinos, gemelos! ¡Hemos atrapado al equivocado, Charles Allen va a por ti!

Y antes de que pudiera contestar, sentí un fuerte golpe en la cabeza, dejándome inconsiente al instante...


(Narración temporal en 3ª persona.) 

— Muy tarde, Sherlock Holmes...— dijo el asesino, quién ahora tenía a Jane por su micrófono.

Sherlock sintió una fuerte desesperación, golpeó el portátil y maldijo a los cuatro vientos. Tomó su abrigo y salió corriendo del edifico, en camino a 221B Baker St...Al salir de Scotland Yard, pidió desesperadamente un taxi. Cuándo finalmente uno se paró, entró y dijo rápidamente la dirección. El taxista comenzó a conducir tranquila y lentamente, a lo que Sherlock gritó: 

— ¡Más rápido, es de vida o muerte! 

Y el conductor, quién era un anciano, aumentó la velocidad drasticamente. En cuestión de minutos, Sherlock se encontraba subiendo desesperadamente las escaleras de su piso, corrió hacia su habitación, dónde esperaba ver a Jane dormida, pero no fué así. La buscó por toda la casa, pero no había rastro de ella. 

— No, ¡no! ¡NO! — gritó revolviendo su cabello. 

Giró en su sitio repetidas veces, mientras repetía lo mismo. 

— Piensa, piensa, piensa. ¡PIENSA, PIENSA! 

Cayó al suelo de rodillas, sintió un temblor recorrer su cuerpo. De repente...se encontraba en su palacio mental. Todo ahí era tranquilidad para él. Todos sus recuerdos se encontraban ahí. De repente, Mycroft apareció. Sherlock se reincorporó, regresando a su postura firme e intimidante. 

— Oh, hermanito... —dijo Mycroft — has caído de nuevo. 

Sherlock apretó la mandíbula, Mycroft lo notó, a lo que rió por lo bajo. 

— Es una lástima que Jane esté muerta, era buena chica. 

— ¡NO ESTÁ MUERTA! — gritó Sherlock, haciendo retumbar todo su palacio. 

— Balance de probabilidad, hermanito.— sonrió cinicamente.  

Mientras Sherlock surfía por no saber dónde se encotraba su amada Jenn Watson, ella se encontraba desmayada con una fuerte contusión en la cabeza...

Fin de la naracción. 



Desperté poco a poco, sentía un fuerte dolor en mi cabeza, y mi cabello mojado. Sangre, pensé. Moví mi cabeza levemente hacia la izquierda, suspiré aliviada al sentir el micrófono aún encendido. Escuchaba la voz de Lestrade, comencé a susurrar y hacer ruidos en voz baja, pero, no parecían escucharme. Las lágrimas se hicieron presentes, cómo era de esperarse ante aquella situación llena de frustración y miedo. Cuándo desperté por completo, noté que estaba amarrada a una silla. Perdí el control, empecé a agitarme, a llorar, gritar por ayuda, pero nada funcionó. Guardé silencio al escuchar pasos acercarse a la habitación en la que me encontraba. Mi respiración estaba agitada, mi corazón podría salirse en cualquier momento. La perilla comenzó a girar lentamente, provocando que aquella sensación de terror que sientes al ver una peli de suspenso inundara mi cuerpo...La puerta se abrió, dejándome ver a Charles Allen. 

— Tsss, creí que tu novio el detective era un poco más inteligente. — dijo negando con la cabeza. — ¿Cómo no se dieron cuenta de que era mi hermano? 

En eso, un segundo hombre entró por la ventana. Un...un segundo Charles Allen. Abrí la boca, petrificada. 

— Oh, por favor, linda. Quita esa cara...— dijo uno de ellos. — Mira, hermano...Mira esos pies.— dijo poniendo los ojos en blanco al ver mis pies descalzos.

Uno de ellos se acercó y se agachó justo frente a mí, colocó una mano en mi rodilla izquierda, hizo lo mismo con la otra mano, comenzó a dibujar circulos con los dedos. Comenzó a subir poco a poco, hasta que nuestros rostros quedaron muy cerca. Demasiado. Estaba asustada. 

— Mírate...con razón el detective está loco por tí, eres muy guapa.— sonrió cínicamente.— Ohh...Me cuesta controlarme teniéndote aquí enfrente...— suspiró en mi boca. 

Cómo acto de asco, giré mi cara hacia otro lado, intentando evadir su incómoda respiración sobre la mía. Pero cómo era de esperarse, tomó mi rostro fuertemente con sus manos y me obligó a verlo fijamente. Sin decir palabra lamió mi mejilla. Y sin pensármelo, alzé la rodilla, golpeándolo justo en los testículos. Él cayó de la silla, y comenzó a retorcerse de dolor en el suelo. En eso, su hermano corrió hacia mí. Me miró y con una enorme sonrisa en la cara, me dió un puñetazo. Me golpeó tan fuerte que me tiró al piso con todo y silla. En ese momento, sentí mi vestido enseñar de más, y una increíble humillación. Segundos después, logré sentir el dolor acumularse en mi mejilla y la sangre salir de mi boca. Cerré los ojos con fuerza, intentando dejar de sentir dolor. 

¡EL DOLOR SIEMPRE ESTARÁ AHÍ! ¡PERO NO TIENES QUE TEMERLE! 

Abrí los ojos de golpe ante aquel recuerdo, en ese preciso momento...Dejé de sentir dolor, al menos por ahora. Seguramente la adrenalina ya había subido a mi rostro, anulando mi dolor. Escuché a uno de los hermanos arrojar cosas por toda la habitación, enojado, frustrado. No lo sé. De repente, comenzó a acercarse con un cuchillo en mano, y ahí estaba el dolor de nuevo, el miedo, la frustración..Sentí cómo Allen comenzó a deslizar el cuchillo desde mi cuello hasta mis pies, lentamente. Ahora entendía su punto, quería asustarme. Y lo había logrado. Sin siquiera levantarme del suelo, comenzó a destrozar mis medias sin importar si me hacía daño. Comencé a llorar lo más silenciosa que la situación me lo permitía. Tenía mucho miedo, no sabía que hacer. Nadie me había advertido antes que ésto ocurriría eventualmente... 

(...) 

Me encontraba en ropa interior ahora. Me habían arrancado las medias y el vestido, dejándome muerta de frío sobre aquella silla, aún en el suelo. Ni siquiera podía llorar. No sentía mi cuerpo. Toda la sangre se me había acumulado en la cabeza por aquella incómoda pocisión en la que me encontraba. Llevaba horas ahí. Finalmente habían encontrado mi micrófono al quitar mi vestido, por lo que recibí una buena golpiza. En ese momento, me dí cuenta de que sólo uno de ellos me había hecho daño: el verdadero asesino, el otro sólo se encargaba de inventar cuartadas que encajaran con su falsa historia, y así, salir impunes de cualquier delito por el que fueran acusados. 

Comenzé a mover mi cabeza hacia los lados, aburrida. Ya no sentía miedo, a decir verdad. Ya hasta había pensado en 1678 formas de deshacerse de mi cuerpo sin ser vistos. Vivir con un Sociópata Altamente Funcional. 

Hoy era el día de mi muerte, y no hay nada que pueda evitarlo. 

Había logrado echar un vistazo a la mesa de metal dónde seguramente van a desmembrarme. Ví todas las esquinas, paredes, y no hay salida alguna. Al menos no una accesible. 

Me había resignado. 

Hoy yo, Jane Harley Watson, moriría de manera, probablemente, dolorosa. 

Y lo pero de todo, es que moriría sin haber sentido los labios de Sherlock Holmes, el tipo del que...me estaba enamorando. 

Y de repente, pum, ¡ví el lado bueno! Ya no tendré que sufrir por esa gran duda que me come la mente: ¿El sentirá lo mismo por mí? No lo sé, y jamás lo haré.

¿O sí? 

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