Casado con una Potter

By dramiones

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Una decisión de Lucius Malfoy le da un completo giro a la vida de Draco y Hermione. El verdadero pasado de He... More

Prefacio.
1. Un matrimonio peculiar
2. Tú no la amas, ni ella a ti
4. Mi bien es no enamorarme
5: Astucia paciencia y falsedad
6: La razón del rompimiento.
7: Decisiones tomadas.
8: Sombras secretas.
9: De franceses y decepciones.
10: Un bebé, ¿fruto del engaño?
11: Divorcio.

3. ¡Nuestros hijos se apellidarán Potter!

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By dramiones

Sonrió descaradamente antes de darle un último beso al castaño que estaba por irse.

—Nos vemos luego, Hermione —masculló con una sonrisa pícara antes de inclinarse a darle un beso de despedida.

—Espero que sea pronto —respondió ella mientras observaba como el joven Theodore Nott salía de su oficina.

Se sentó en su sillón de cuero color marrón antes de largar un suspiro. De entre su bolso sacó un espejo y su maquillaje para retocarse de nuevo el rostro.

De repente una figura llamó su atención, era alguien que estaba en el umbral de la puerta, y ciertamente no era Theo.

—¿Te importaría tocar? —espetó con frivolidad.

Él sonrió arrogantemente y se acercó a donde estaba ella, lanzando sobre el escritorio una gran carpeta con documentos.

—Revisa ése contrato, lee muy bien las letras pequeñas —ordenó—. Y lo hubiera hecho, pero tu "nueva conquista" —dijo con sorna, y desplomándose sobre una de las sillas frente a ella—, dejó la puerta abierta.

Hermione rodó los ojos antes de sacar un cepillo de su bolso.

—¿Y? Por lo menos yo no me besuqueo con "mis conquistas" en la cafetería del tercer piso —contraatacó con una sonrisa llena de satisfacción.

—Sabes que te mueres por ser una de ellas, Granger —dijo riendo.

—La envidia me mata, oxigenado.

Él sólo rió y se puso de pié de un salto. Se alisó algunas inexistentes arrugas de su costoso traje negro (oh claro, porque Draco no podía seguir usando las túnicas pasadas de moda que Lucius le recomendaba usar).

—Te dejo, sabelotodo. Procura no extrañarme demasiado —dijo con picardía— Y si eso sucede, pues... Sabes dónde queda mi oficina —concluyó mientras le guiñaba un ojo y salía a paso elegante de la estancia.

Hermione luchó contra el impulso de lanzarle su cepillo de madera en su bonito cabello rubio.

—Eres un maldito, mi querido esposo...

**

Unos extraños sonidos llamaron su atención... ¡Por supuesto! La cafetería... ¿Cómo no se le había ocurrido antes?

Rodando los ojos, y caminando lo más sigilosamente que pudo para que sus tacones no resonaran en el suelo, la castaña adornó su rostro con una malvada sonrisa.

Empujando la puerta con fuerza casi inexistente, Hermione se encontró con una escena que sinceramente, ya se esperaba...

¿Ése era el momento en que ella se debía poner a gritar y llorar desconsolada por encontrar a su marido besándose con su secretaria?

No. Claro que no.

Rió un poco antes de hacer notar su presencia a la entretenida pareja.

—Hora de irnos —anunció con voz firme, y provocando que la chica de cabello oscuro la mirada asustada, mientras casi lanzaba a Draco al otro lado de la estancia.

El ojigris sólo miró a la recién llegada con hastío.

—¡Señora Malfoy! Lo siento, yo no sabía que usted... —intentó excusarse la chica mientras se acomodaba el cabello.

Hermione levantó una mano, callándola y mirándola con frialdad.

—Sólo lárgate, Charlotte —ordenó.

La asistente asintió, dirigiéndose a la puerta, no sin antes hacer una mueca de desprecio a la castaña cuando ésta no la veía.

—¡Espera! —exclamó Draco, yendo tras ella.

—¿Qué se le ofrece, señor? —Hermione tuvo que contener una risita para no perderse nada de lo que sucedía frente a sus ojos.

Draco sacó del interior de su saco una cajita aterciopelada que extendió a la chica; la cual, miró con intriga a Hermione.

—Acepta el obsequio, vamos, es tu pago —acotó con malicia.

El rubio hubiera reído por el comentario malintencionado de su esposa, no obstante, ahora mismo estaba sumamente molesto con esa mujer por interrumpirlos.

Charlotte la tomó con ambición sin ocultar, y la abrió. Sus ojos azules brillaron emocionados.

Hizo gesto de lanzarse al cuello de Draco, sin embargo, Hermione se paró junto a él y la detuvo con la mano.

—No, no, querida —canturreó—. Allí tienes tu pago por los servicios ofrecidos a mi querido esposo... Y obviamente, por tu discreción —deletreó peligrosa—. No tienes nada que agradecer, además, eso no es la gran cosa... —enarcó una ceja al ver la joya— Sólo es un brazalete de perlas baratas... Sorpréndete cuando te regale diamantes, rubíes, o alguna bonita reliquia familiar —continuó con maldad, y levantando a propósito su mano derecha, donde un precioso y delicado anillo de oro adornando con costosos rubíes reposaba.

La chica la miró enojada.

—¿Me está amenazando?

Draco suspiró.

—Vete ya, Charlotte. Firmaste un contrato de confidencialidad, no puedes hablar con nadie sobre esto si quieres evitar ser arrestada —espetó tan fríamente como Hermione.

La bruja de mirada azul tuvo que morderse el labio con fuerza y apretar los ojos para evitar llorar allí mismo.

La castaña rodó los ojos, y mirándola con indiferencia, se colgó del brazo que Draco le ofrecía.

—Vete cuando quieras —dijo—, mi esposo y yo nos vamos —anunció antes de dirigirse junto al rubio a la salida de la cafetería, pero se giró un segundo antes—. Y no te molestes en presentarte a trabajar mañana.

Charlotte la miró con pánico e ira.

—¿M–me está despidiendo?

Hermione miró a Draco en busca de ayuda, incapaz de proferir una frase que no estuviera llena de insultos.

—Supongo que lo está haciendo —confirmó el joven.

—¡Pero señor Malfoy! ¡Ella no puede despedirme, yo trabajo para usted, no para esa mujer! —exclamó.

Malfoy jaló a Hermione hasta el otro lado de la puerta antes de que ésta se lanzara sobre Charlotte.

—Recoge tus pertenencias hoy mismo —sentenció antes de salir con una castaña sumamente enfurecida colgada de su brazo.

Cuando llegaron a la Mansión, una sonriente Narcissa los esperaba en el salón de estar mientras leía.

—Buenas noches, madre —la saludó, agachándose a ella para besar su frente.

—Narcissa —se acercó Hermione, besando su mejilla.

—¿Qué tal les fue hoy?

Draco no pudo evitar bufar mientras miraba mal a Hermione. Ésta sólo rió.

—Bastante bien —sonrió la castaña.

El chico chasqueó la lengua y Narcissa la miró extrañada.

—Hoy se vio con Theo —anunció.

El gesto alegre de quien alguna vez fue la señorita Black, se ensombreció.

—¿Theo? ¿Theodore Nott? ¿Tu mejor amigo? —inquirió sorprendida.

Draco soltó una carcajada.

—No creo que lo siga siendo, madre —acotó, mirando a Hermione de reojo.

—Subiré a leer un rato —habló Hermione, antes de que la conversación se pusiera más incómoda.

**

Dejó la carta que acababa de recibir en el buró que estaba junto a la cama antes de dirigirse a su armario.

Se decidió por un vestido con hombros descubiertos color rojo sangre que le llegaba a las rodillas. Combinó su atuendo con unos zapatos de tacón alto forrados en terciopelo negro, y unas joyas de diamante. Los labios carmesí y los ojos ahumados concluyeron su maquillaje, dejándola enigmáticamente hermosa.

Cuando Draco entró a la alcoba matrimonial, lo primero que descubrió antes que todo, era la deliciosa fragancia de vainilla y jazmines que Hermione solía ponerse. Ése perfume, que él mismo había ayudado a crear con el mejor perfumista de Londres, como un pedido especial para el vigésimo segundo cumpleaños de su esposa.

Lo segundo que vio, fue a la espectacular mujer que había firmado un contrato de matrimonio con él hacía cuatro años y medio.

Y lo tercero... La lechuza de quién alguna vez fue su mejor amigo, allí, junto a la ventana, comiendo una chuchería antes de volver a su dueño.

—¿Vas a salir? —preguntó con desinterés, dejando el saco de su traje sobre la cama y sentándose en ella.

Hermione se giró hacia él, y le espetó fríamente:

—¿No es obvio?

—No me respondas con otra pregunta —contraatacó molesto.

La castaña rodó los ojos y le dio la espalda, posteriormente tomó su varita para definirse el cabello en mechones ondulados.

—Sí, iré a la Mansión Nott —respondió finalmente.

Draco se puso de pié, y caminó hacia ella. Se cruzó de brazos y se recargó en el peinador, instalando en su rostro una sonrisa burlona.

—¿No crees que te estás obsesionando demasiado con Nott? —preguntó.

Hermione soltó una carcajada.

—¿De verdad estás preguntando esto?

El rubio la miró duramente.

—¿Sabes qué es de pésima educación seguir respondiéndome con otra pregunta?

Hermione enarcó una ceja, y le lanzó un beso al aire de manera sarcástica.

—Tú lo estás haciendo ahora mismo, cariño —e introduciendo su varita a su bolso de mano, se encaminó a la puerta.

—Eres insoportable, Granger.

La nombrada giró la cabeza y lo miró fingiendo indignación.

—¿Dejarás de llamarme Granger algún día? Te recuerdo que Harry Potter es tu cuñado —dijo con sorna.

Draco hizo una mueca, y yéndose detrás de ella, la tomó del brazo.

—Nunca, Granger, vuelvas a mencionarlo —le espetó serio.

Ella no pudo aguantarlo.

—¡Harry es tu cuñado! ¡Harry es tu cuñado! ¡Te casaste con la hermana de Harry Potter! ¡Nuestros hijos se apellidarán Malfoy-Potter! —y mientras exclamaba todo eso a los cuatro vientos, iba saliendo de la habitación; dejando a un molesto, y aún más que molesto, desconcertado Draco cruzado de brazos.

¿Nuestros hijos? Fue su pensamiento de la noche, hasta que se dirigió a su encuentro con Daphne Greengrass.

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