Caminé hacia donde estaba él.
Estaba sentado en su lugar de siempre, alejado de todos. Tenía una pluma en la mano y la movía entre sus dedos.
¿Cómo hace eso?
Basta, ese no es el punto, Lucí.
Antes de acercarme, me arreglé el cabello y acomodé unos cuantos cabellos que estaban despeinados. Seguí caminando y conforme avanzaba más nerviosa me ponía.
Antes de poder hablarle, levantó la mirada y me miró.
Nunca lo había visto así de bien y ahora que lo pienso, tiene unos ojos hermosos.
Me observó sin decir nada esperando a que yo dijera algo pero las palabras no salían de mi boca.
- uhhh - fue lo único que dije para después darme la vuelta y salir corriendo hacia el pasillo.
No.
Puedo.
Creer.
Que no dije nada.
Ashley me vio y se me acercó entusiasmada.
- ¿qué le dijiste? ¿Aceptó tus disculpas? - preguntó con una sonrisa en su cara.
- mm, no, en realidad no- me rasqué la cabeza - no... No le dije nada.
Abrió los ojos y boca con sorpresa y comenzó a golpearme en el brazo.
- ¡¿cómo que no le dijiste nada?!
- ¡me puse nerviosa! ¡Me estaba viendo fijamente!
Dejó de darme golpes y me volteó a ver con una sonrisa de oreja a oreja.
- ¿p-por qué estás feliz ahora? - pregunté asustada. Cambió muy rápido de ánimo.
- te gusta - su sonrisa se agrandó más como el gato de Alicia en el País de las Maravillas.
- ¿eh?
- Luke, te gusta Luke - comenzó a dar saltitos y yo le tapé la boca con la mano.
- ¡cállate, obviamente no!
Me mordió la mano y salió corriendo.
- ¡OUCH!- exclamé con dolor.
- ¡muy pronto lo admitirás! - gritó desde lejos.
Dios, me va a volver loca.