—Eres un idiota—dijiste fríamente, con la intensión de molestar a Cameron. Él te mira un momento, te toma de las muñecas y te acorrala contra la pared. Te toma de las caderas y las pega firmemente contra las suyas lentamente, alzando nuevamente sus brazos y apoyandolos contra la pared. Susurra cerca de tu oído, con su voz suave y aspera; su caliente y cosquilleante aliento contra tu cuello:
—¿Quieres decirlo de nuevo, nena?
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