¿Quieres mi ayuda? ➳ Fred Wea...

Por MarieWeasley

165K 13.4K 3.1K

El mundo mágico por fin había conseguido la paz que tanto ansiaba, que tanto anhelaba. Por desgracia, para co... Más

¿QUIERES MI AYUDA?
i. Final de una vida.
ii. Un nuevo comienzo.
iii. Decisión tomada.
iv. ¿Quieres mi ayuda?
v. Nuevos sentimientos.
vi. Barrera.
vii. Duro pasado.
viii. Cero amor, cero debilidad.
x. Amor correspondido.
xi. Deseo desenfrenado.
xii. Éxtasis y locura.
xiii. Te quiero aquí.
xiv. Despreciable jugadora.
xv. Promesa cumplida.
xvi. De vuelta a la vida.
xvii. Eterna condena.
xviii. Inesperado milagro.
Epílogo.
Extra i. Los que se quedaron.
Extra ii. La boda.
Extra iii. El dolor de George.
Extra iv. Nuevo miembro.
Extra v. Magia.
Agradecimientos.

ix. Confesión.

4.5K 449 118
Por MarieWeasley

┌───── ∘°❉°∘ ─────┐

CAPÍTULO NUEVE

CONFESIÓN

└───── °∘❉∘° ─────┘

«La sentencia ya está hecha», Zaira escuchaba esa frase una y otra vez en su cabeza. La detestaba. Pero no tenía intención de hacerle caso al Consejo con aquella sentencia que habían dictaminado sin más. Rompería las normas si era necesario. No le importaba. Si Fred podía regresar con los suyos, estaba bien. No importan las consecuencias, las asumiría sin problemas. Si recibía un castigo, lo cumpliría con gusto. 

Desde las respectivas conversaciones con Keigar y Kain, su mente no dejaba de divagar, de atormentarla. Ya había tomado una decisión y no quería que nadie le hiciera cambiar de opinión. No importaba si la sentencia estaba hecha, no importaba si no volvería a ver a Fred por ello, lo enviaría de vuelta, costara lo que costara, porque se lo había prometido y no iba a romper su promesa. Era la única promesa, que había hecho a lo largo de su vida, que no tenía intención de romper.

Suspiró, colocándose las gafas que llevaba puestas para que no se le cayeran. Demasiado papeleo, demasiado trabajo. Se le estaba acumulando y acabaría estresada si seguía así.

Fred llevaba ya unas tres semanas trabajando en la mansión y poco a poco, parecía que se había ido acostumbrando a tener que dirigirla y a solucionar los problemas que se le presentaban. También se estaba llevando bien los diferentes sirvientes del lugar y además, siempre contaba con la ayuda de Kain, que pasaba mucho tiempo a su lado y lo aconsejaba bastante. Zaira sabía que su mano derecha le estaba contando cosas sobre ella, pero no había replicado, le daba igual. Pero, eso sí, no entendía porque el pelirrojo quería saber tanto de ella. No le veía sentido después de la forma en que lo estaba tratando.

Cogió uno de los papeles esparcidos por el escritorio y comenzó a leerlo. Era una nueva norma que iba a dictarse en el reino y como ella era miembro del Consejo, se necesitaba su aprobación. Pero a ella no le gustaba lo que prohibía. En el pasado, hubiera firmado sin más, sin leerla y sin importarle las consecuencias que podría traer para a los espíritus del reino, pero todo había cambiado desde que Fred había aparecido en su vida. Resopló, no importaba como lo mirara, aquella norma no le parecía justa para los humanos. 

«¿Desde cuánto te importan tanto?», preguntó una vocecita en su cabeza. «Desde Fred», pensó como respuesta.

Desde que aquel hombre, llamado Andrey, compañero de su padre en el Consejo, la había utilizado de aquella manera, había cambiado, habían dejado de importarle los demás, solo se preocupaba por ella misma. Desde entonces, se había dedicado a jugar con esos humanos que aparecían en el reino después de morir y que deseaban regresar al mundo de los vivos. Ella se había aprovechado de ellos, los había seducido, los había hecho caer, les había hecho creer que los amaba, luego se los había tirado por su propio capricho y placer y los había desechado como si no fueran más que menos desperdicios. Ella despreciaba a los humanos, a aquellos espíritus que la miraban con desdén, los consideraba seres insignificantes que se podían manipular con suma facilidad. No había humano que se resistiera a ella. No había humano al que no pudiera aplastar. No había humano capaz de enfrentarse a ella. No había humano que le hiciera sentir remordimiento. No había humano que la hiciese sentir débil. No había humano que le hiciera sentir algo... No lo había hasta Fred. Él lo había cambiado todo, con su cabello pelirrojo, sus adorables pecas, su atractivo cuerpo y su cautivadora sonrisa... ¡Maldita sea! Cada vez se volvía más loca por él. Sólo con pensar en él era suficiente para que sus sentimientos aumentasen, al igual que sus deseos más lujuriosos. 

Al final, Zaira había caído en su propio juego, Fred la había derrotado sin darse cuenta. Y ahora lo único que sabía era que volvería a sufrir y que jamás nadie la libraría de su dolor. Porque Fred Weasley la abandonaría tarde o temprano. Debería haberlo asimilado desde el principio, pero nunca había pensado que acabaría enamorándose. Pero lo peor era que sabía que Kain tenía razón; cuando Fred se marchara, se arrepentiría de dejarlo ir. Porque él se había vuelto lo más importante de su mundo, él la ayudaba a salir de la oscuridad.

¡Boom! De golpe, un gran ruido, similar al de una explosión, sonó por toda la mansión. ¿Qué había pasado? La morena soltó el pergamino sobre el escritorio y salió rápidamente de su despacho para descubrir que había pasado. Ya estaba a punto de caer la medianoche, así que no entendía que o quien podría haber causado tanto alboroto; la mayoría de sus sirvientes ya habían dejado de trabajar y estarían preparándose para dormir. 

Caminó lo más rápido que pudo y cuando llegó al lugar donde se había producido el ruido, se encontró a su atractivo pelirrojo junto con unos niños, hijos de los sirvientes. Los tres estaban llenos de cenizas y había una gran humareda a su alrededor. Además, los pelos de los tres estaban en punta por la explosión.

—¿¡Qué ha pasado aquí!? —exigió saber, molesta, al ver como la alfombra y los objetos de alrededor estaban quemados.

—N-Nosotros... lo sentimos... —empezó a disculparse uno de los niños, el de cabello blanco, temblando de miedo. 

—No me valen las disculpas, ¿qué pensáis hacer ahora? —cuestionó ella, fulminándolos con la mirada.

Los dos niños, tanto el de pelo blanco como el rubio, se echaron a llorar. Eran jóvenes y sensibles, no debían pasar de los siete años de edad. 

—Ha sido culpa mía —dijo Fred, acercándose a los niños para abrazarlos—. No deberías ser tan cruel con ellos, solo son niños —la miró mal. Ella era demasiado cruel ahora, no era su ángel.

—Me da igual de quien haya sido la culpa y si son niños o no.

—Mejor iros de aquí, id con vuestros padres —les dijo el pelirrojo a los niños, después de revolverles el cabello, tratando de calmarlos.

—Pero... —empezó a replicar el rubio.

—Yo me encargaré, no pasa nada —les sonrió y ellos asintieron.

El niño albino miró a Zaira antes de marcharse y habló:

—La señorita era mucho más divertida antes, ahora da miedo —mencionó antes de empezar a correr arrastrando al rubio.

Zaira no dijo nada ante ese comentario, solo miró a Fred con el ceño fruncido. El pelirrojo la miraba desafiante mientras se incorporaba y se sacudía las cenizas de la ropa, para finalmente tratar de peinar su cabello con la mano, para que volviese a su estado original.

—¿Se puede saber que ha pasado? —volvió a preguntar ella.

—Les estaba enseñando a usar uno de los productos que vendía en mi tienda, pero se salió de control —contestó, más tranquilo de lo que esperaba.

—¿Uno de tus productos? —musitó, extrañada. Eso significaba que él los había estado haciendo desde que estaba en el reino, a pesar de que él había tratado de desvincularse de su vida pasada para no sufrir demasiado hasta que puede volver—. Me da igual—negó, no debía darle importancia a eso—. Tú estás aquí para ayudarme a dirigir la mansión, no para que la destruyas y juegues con unos mocosos.

—Esos mocosos, como tú los llamas, son mucho mejores que tú —contradijo, decepcionado—. Ya no te reconozco, Zaira.

—Tú nunca me has conocido, humano.

—¿No ves? ¿Por qué cojones me llamas humano? Tú siempre me llamabas Fred o lindo humano, ¿por qué has cambiado? ¿Por qué me tratas así? ¿¡Se puede saber qué te he hecho!? —estalló.

Todas las preguntas que había guardado en su mente, que había contenido, salieron de su boca como un bombardeo. Había estado mucho tiempo conteniéndose, pero ya no podía más. Sabía que ella había tenido una vida difícil, pero no le gustaba que lo pagara con él o con unos niños inocentes. Además, necesitaba saber si lo que le había dicho Kain era verdad, quería saber si de verdad él significaba algo para la morena. Porque se estaba muriendo de dolor por como lo trataba. Simplemente, necesitaba saber si podía tener alguna esperanza; alguna esperanza de que ella sintiese lo mismo que él. 

La morena se quedó callada, atónita. ¿Qué se suponía que debía decirle ahora? ¿Cómo se suponía que debía responder a todas esas preguntas? ¿Cómo iba a contestar sin poder evitar lastimarlo? Estaba segura de que él no se conformaría con volver a decirle que era mentira. Solo le quedaba decir la verdad, pero eso la aterraba demasiado, pues a larga solo sufriría más si lo hacía. 

—¿¡Por qué has puesto una barrera entre nosotros!? ¿¡Tanto me odias!? 

—¡Nunca podría odiarte! —se escapó de los labios de ella.

—¿¡Entonces, por qué!?—la desesperación se reflejaba en sus ojos.

—No tengo que porque darte explicaciones —siseó, dándose la vuelta.

Cuando iba a empezar a alejarse, Fred la sujetó del brazo con bastante fuerza, impidiendo que pudiera marcharse. Siempre había tratado de tocarla con delicadeza, pero, por la rabia y la desesperación, ahora no podía evitar hacerlo de esa forma.

—No pienso permitir que huyas, me vas a decir la verdad, Zaira.

—No hay ninguna verdad que decir —intentó soltarse de su agarre.

—No te soltaré hasta que lo digas —aseguró él.

—¿Es que estás sordo, humano? No hay nada que decir. 

—No te creo, eres una mentirosa.

Zaira estaba destrozada. Le dolía demasiado lo que estaba pasando. Le dolía tener que tratar así a Fred. En lo más profundo de su corazón, quería decirle la verdad, quería gritarle que se había enamorado de él y después arrojarse a sus brazos, pero no podía. No podía permitirse caer, por lo menos no más de lo que ya había caído. El miedo la cohibía.

—Suéltame —su voz sonó amenazante. 

—No, no lo haré.

—¿Por qué te interesa tanto lo que yo haga o piense? Después de todo, al final acabarás marchándote y no volveremos a vernos —dijo con una tranquilidad fingida.

Ya no forcejeaba, había perdido las fuerzas y tenía la vista clavada en el suelo, tratando que no se viera el dolor en ellos. Ya no tenía ganas de pelear, lo único que quería era llorar.

—Porque me importas, Zaira —respondió Fred en un susurro.

—¿Ahora quién es el mentiroso? —preguntó ella con sarcasmo.

—No estoy mintiendo, te lo aseguro.

—Sí lo haces —lo contradijo y suspiró—. Solo estás aquí porque deseas volver a la vida y yo soy el único medio que existe para poder hacerlo. No te importo ni nunca te importaré. Lo único que te importa es que puedo enviarte de vuelta, solo eso —siseó ella. Su corazón se estaba haciendo añicos. Por eso no le gustaba el amor, solo hacía daño.

—¿De verdad crees que soy de esa manera? —cuestionó él sin creérselo.

—Demuéstrame lo contrario, si no es así —lo retó, mirándolo al fin.

—Como quieras —aceptó sin más. Ella volteó un poco para poder mirarlo al fin. ¿Realmente él iba a ser capaz de demostrar que le importaba?—. ¿Recuerdas que el día del festival me preguntaste si había habido alguien en mi corazón cuando estaba vivo?

—Sí, y me contestaste que no —murmuró, recordando aquella noche; la noche en que se había dado cuenta de que estaba enamorada y la misma noche que decidió que debía mantener las distancias para no sufrir—. Eso no prueba nada —añadió segundos después.

—Eso es lo que tú dices, déjame continuar —se acercó un poco más a ella, prácticamente rozando su torso con la espalda de ella; aún seguía sin soltar su brazo—. Es cierto, nunca nadie ocupó mi corazón cuando estaba vivo... —dijo recalcando la palabra «vivo».

—¿Qué quieres decir con eso? —lo miraba, confundida.

Gracias a eso, Fred se había dado cuenta del dolor que había en esos hermosos, dorados y felinos ojos. Esos ojos que lo habían cautivado desde la primera vez que los había visto.

—Quiero decir, que cuando estaba vivo nadie lo hizo, pero que ahora que estoy muerto, sí lo hizo alguien... irónicamente —explicó él.

En ese momento, soltó el brazo que tenía sujeto. Ella casi por inercia, se giró para quedar frente a frente. En seguida, sus ojos se encontraron una vez más. Zaira se sentía inquieta, nerviosa y un hormigueo recorría su estómago. ¿Qué quería decir Fred con eso? ¿Significaba qué se había enamorado de alguien del reino? ¿Podría ser...?

—¿Quién es? —preguntó, tratando de ocultar sus celos, pero no sirvió de nada, pues fácilmente se reflejaron en su mirada.

—¿Celosa? —inquirió Fred, sorprendido, pero encantado.

—¿Por qué iba a estarlo? —refunfuñó ella, cruzándose de brazos.

—No tienes por qué estarlo —aseguró—. Después de todo, esa chica que ha capturado mi corazón, esa chica de la que me he enamorado sin poder evitarlo... eres tú, Zaira —dijo lo último en un susurro casi inaudible. Pero ella lo escuchó perfectamente.

Los ojos de la morena estaban abiertos como platos. No podía haber escuchado bien, pero sus oídos nunca la habían traicionado. El pelirrojo acababa de decir que ella era la chica de la que se había enamorado, que ella le había robado el corazón, igual que él había hecho con ella. ¿En serio, era verdad? No podía ser. No podía terminar de creérselo.

—Me has pedido que te demuestre que me importas y eso es lo que he hecho —continuó él—. Si te digo la verdad, no hay persona que me importe más que tú ahora, por eso me estás destrozando al comportarte así, al tratarme a mí así, Zaira.

Y la mencionada lo vio, el dolor por el cual le estaba haciendo pasar. Pero no solo lo vio en sus ojos, si no en su aura, que cada vez tenía un color más apagado. Así ella supo que él le estaba diciendo la verdad. Fred de verdad estaba enamorado de ella y era algo que no cabía en su cabeza. Quería saltar de alegría, quería tirarse a sus brazos, quería besarle, quería hacer muchas cosas en ese momento, pero el dolor le impedía hacer siquiera una. Porque aun así, él se iría. Él se alejaría de ella pronto cuando lo enviase de vuelta al mundo de los vivos.

Seguir leyendo

También te gustarán

4.9K 765 5
𝐅𝐈𝐕𝐄 𝐇𝐄𝐀𝐑𝐓𝐒, 𝐃𝐈𝐅𝐅𝐄𝐑𝐄𝐍𝐓 𝐔𝐍𝐈𝐕𝐄𝐑𝐒𝐄𝐒: "𝙎𝙞𝙚𝙢𝙥𝙧𝙚 𝙡𝙚𝙨 𝙝𝙖 𝙜𝙪𝙨𝙩𝙖𝙙𝙤 𝙟𝙪𝙜𝙖𝙧 𝙘𝙤𝙣 𝙛𝙪𝙚𝙜𝙤" ...
5.8K 312 11
Desde lo ocurrido en Liyue y el despertar de Osial, muchas cosas han cambiado... Aparición de varios ships: es la historia del juego Genshin Impact...
4.6K 460 5
Que pasaría si un día viajas al pasado, renaces allí siendo otra persona diferente y no recuerdas nada de tu vida anterior? Eso le pasó a nuestros pr...
47.4K 9.5K 68
¡Ganadora de los Watty 2020 Paranormal! Elliot tiene 14 años y estudia en un internado de arte en Francia. En un viaje escolar a España descubre la...