¿Quieres mi ayuda? ➳ Fred Wea...

By MarieWeasley

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El mundo mágico por fin había conseguido la paz que tanto ansiaba, que tanto anhelaba. Por desgracia, para co... More

¿QUIERES MI AYUDA?
i. Final de una vida.
ii. Un nuevo comienzo.
iii. Decisión tomada.
iv. ¿Quieres mi ayuda?
v. Nuevos sentimientos.
vi. Barrera.
viii. Cero amor, cero debilidad.
ix. Confesión.
x. Amor correspondido.
xi. Deseo desenfrenado.
xii. Éxtasis y locura.
xiii. Te quiero aquí.
xiv. Despreciable jugadora.
xv. Promesa cumplida.
xvi. De vuelta a la vida.
xvii. Eterna condena.
xviii. Inesperado milagro.
Epílogo.
Extra i. Los que se quedaron.
Extra ii. La boda.
Extra iii. El dolor de George.
Extra iv. Nuevo miembro.
Extra v. Magia.
Agradecimientos.

vii. Duro pasado.

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By MarieWeasley

┌───── ∘°❉°∘ ─────┐

CAPÍTULO SIETE

DURO PASADO

└───── °∘❉∘° ─────┘

Al mismo tiempo, Fred se encontraba en la mansión recorriéndola por cuarta vez para tratar de memorizarla por completo; aunque se le estaba haciendo la mar de complicado, se perdía a cada dos por tres. Pero cuanto más la recorría, más se sorprendía con los lujos que había. Era una mansión digna de gente de alta cuna. Y no dejaba de preguntarse como la familia de la morena se había hecho con ella. Además, por lo que Zaira le había dicho, tenía más terrenos a parte de la mansión y no sabía si eso debía sorprenderle o asustarle. Sin embargo, cuanto más lo pensaba, más se daba cuenta de que no sabía nada de Zaira. Lo cual era molesto, pues ella sabía prácticamente toda su vida y él no sabía nada de la suya. 

Se apoyó en una pared exhausto y de pronto, escuchó como una de las puertas cercanas, era abierta. Giró el rostro y vio salir a un hombre mayor, ya bien entrado en años; algo bastante evidente por las canas que tenía su pelo negro, ya casi blanco. El hombre lo miró durante unos segundos de forma fija, luego le dedicó una sonrisa amable e hizo una pequeña inclinación con la cabeza a modo de saludo.

—Usted debe de ser Fred Weasley, ¿cierto? —preguntó con un tono igual de amable que la sonrisa que no quería desaparecer de sus labios.

—Así es, ¿cómo lo sabíais? —preguntó ahora Fred, con una ceja alzada.

—La señorita Zaira me ha hablado de usted —contestó y el pelirrojo se preguntó que le habría contado ella de él—. También mencionó que vendría hoy finalmente a la mansión y por como habló de usted, seguro que está muy contenta de que estéis aquí. 

—Oh, ya veo...  

Fred dudó de las palabras del mayor. Zaira no había mostrado precisamente alegría cuando lo había visto entrar a su despecho. En realidad, había mostrado frialdad en su forma borde e indiferente de tratarlo. Sólo de pensarlo, sentía que su corazón dolía.

—¿Se encuentra bien? —inquirió el hombre, acercándose, con pasos cautelosos, hasta donde se encontraba—. ¿Necesita algo?

—Estoy bien, solo recordé algo no muy agradable, pero no importa —trató de tranquilizarlo, pues el contrario parecía bastante preocupado.

—¿Algo relacionado con la señorita? —enarcó una ceja, observándolo.

—¿Es usted adivino o algo así? —cuestionó Fred, sorprendido.

—No, pero puedo ver su aura.

—¿Mi aura? —el pelirrojo no entendía a que se refería.

—Los ángeles podemos ver el aura de las personas, podemos ver cómo cambian según el estado de ánimo de la persona o sus pensamientos y sentimientos —le explicó—. Sólo si queremos hacerlo, por supuesto, no es como si siempre estuviésemos espiando el aura de los humanos. Eso sería un tanto inadecuado y desconsiderado.

—Espere... ¿Eso significa que usted es un ángel?

—Así es, soy Kain, un ángel que sirve a la señorita Zaira y a su familia desde hace mucho —se presentó haciendo una reverencia y sonrió al mencionar a la morena—. Ahora bien, ¿la señorita ha hecho algo que le disguste, señor Weasley?

—Sólo Fred está bien —el mayor asintió—. ¿Cómo decirlo? Ella... ha estado actuando diferente conmigo, siempre ha sido muy amable y alegre, pero ahora es fría y distante... —dudó ante lo siguiente que iba a decir—. Creo que ella me ha empezado a odiar. 

—Dudo que eso sea así y estoy seguro de que la señorita tiene sus motivos para comportarse de esa manera, siempre los tiene —aseguró Kain—. Así que cuando vuelva debería hablar con ella y aclararlo todo.

—Me preocupa que diga que de verdad me odia.

—Eso no pasará, no se preocupe —el mayor parecía completamente convencido—. Vayamos a la salita y hablemos allí —sugirió después—. Creo que la señorita le ha dejado a cargo de la mansión y probablemente, tenga algunas dudas.

━Tengo bastantes, en realidad... 

—No se preocupe, yo le ayudaré y también le responderé a todas sus preguntas acerca de la señorita —le dedicó una sonrisa de complicidad a la misma vez que un guiño. 

Definitivamente, aquel hombre estaba leyendo su mente. Le decía todo lo que él pensaba o quería oír. Pero, pensándolo, si los ángeles podían ver el aura de las personas eso significaba que Zaira también lo podía hacer. Y si había visto su aura, entonces, ella seguramente sabía cómo se sentía, cuales eran los sentimientos que tenía hacia su persona. Quizás era por eso que ella estaba actuando así, porque no quería que un insignificante humano sintiera algo por ella.

Llegaron a la salita, donde tomaron asiento y comenzaron a hablar. Kain le explicó todo de nuevo a Fred, con claridad y repitiendo las partes de las que no se enteraba. Si Zaira se lo hubiera explicado así, probablemente lo habría pillado a la primera.

—La señorita, como puede ver, tiene mucho trabajo —concluyó Kain.

—¿Cómo es ella capaz de hacerlo todo sola? 

—Con mucho esfuerzo —respondió sin más. Fred rio por la simplicidad. 

—Ella me mencionó que tenía más terrenos, ¿es cierto?

—Claro, esta mansión no es nada comparado con todo lo demás que posee —rio por lo bajo—. Sus terrenos se extienden a kilómetros de aquí. Además, es dueña de la pastelería Le Flour, de una pequeña discográfica, también es parte del grupo de los organizadores de eventos del reino y colabora de vez en cuando con la academia de ángeles —dictó Kain. A Fred se le había ido abriendo la boca a medida que escuchaba—. Eso sin contar que trabaja para el Consejo.

—¿¡Es parte del Consejo también!? —había escuchado esa palabra varias veces en el bar al que solía ir con Leo y sabía que era el organismo más importante del reino.

—Así es, la señorita tuvo que ocupar el puesto de su padre cuando éste falleció, aunque ella odia ese trabajo con todas sus fuerzas —suspiró.

Durante un par de minutos, el silencio reinó en la habitación. Fred estaba pensativo y Kain esperaba a que éste hablase de nuevo, pues sabía que la conversación no había terminado.

—Me gustaría saber más sobre ella, si es posible —le informó el pelirrojo al rato, mirándolo con cierta determinación en los ojos.

—Por supuesto, pero no le diga a la señorita que se lo he contado, debe quedar entre nosotros   —Fred asintió sin dudar—. Hm... ¿por dónde debería empezar? Bueno, supongo que por su infancia, sería lo lógico... —murmuró después de cavilar—. ¿Está preparado? 

—Sí, quiero saber más de ella para poder comprenderla mejor.

—Antes de nada, debo decir que es un chico bastante interesante, Fred —mencionó el mayor mientras se ajustaba las redondas gafas.

Fred no dijo nada, simplemente espero a que empezara a hablar.

—La señorita Zaira nació en esta mansión, obviamente —comenzó a narrar—. Su madre, la señora Layla, murió cuando ella era aún muy joven. Fue algo muy triste y desolador, porque estaban muy unidas y apenas pudieron pasar tiempo juntas —un pequeño suspiró escapó de sus labios—. Desde la muerte de la señora Layla, el señor Gabriel, se volvió muy estricto con la señorita, no le dejaba hacer nada, siempre le estaba poniendo normas... A Zaira no le gustaba nada eso y lo odiaba por ello —los recuerdos comenzaron a invadir, poco a poco, al mayor—. El señor la educó para convertirla en la hija perfecta. Sin embargo, desde la adolescencia, ella mostró su rebeldía y se saltaba constantemente las normas. Por ejemplo, por las noches se escapaba por la ventana de su habitación para poder salir de la mansión —rio y se detuvo para beber del té que había en la mesa—. Teníais que haberla visto en aquel tiempo, era siempre alegría, no importaba lo que le dijera su padre. Era amable, justa, determinada y extrovertida, se parecía tantísimo a su madre —sonrió con tristeza y nostalgia—. Me sentía tan orgulloso de ella, pero el señor no y la castigó duramente.

—¿¡Qué le hizo!? —preguntó Fred, bastante preocupado.

—La azotó hasta que le hizo prometer que nunca más volvería a salir de la mansión sin su permiso, hasta que cada herida se grabó en su piel. 

Fred se encogió de dolor. Su ángel parecía haber sufrido mucho. No podía imaginarse estando en esa situación. Junto con su gemelo, siempre había sido muy rebelde y problemático, pero nunca podría haberse imaginado a su padre levantándole la mano. 

—La señorita cambió desde entonces, se veía tan triste y yo me sentía impotente e inútil por no poder hacer nada por ella. Nada la hacía sonreír, nada la hacía emocionarse ni reaccionar. Casi parecía que estaba muerta en vida —volvió a suspirar—. Pero lo peor llegó cuando un compañero del trabajo de su padre, jugó con ella, dañó su ya frágil corazón y lo dividió en miles de pedacitos —frunció el ceño, molesto de solo recordar a aquel hombre—. La sedujo, la cautivó, hasta que ella creyó que se había enamorado, cosa que no era así, y luego la desechó como si de basura se tratase —Fred apretó los puños con fuerza, estaba empezando a enfadarse—. El señor no hizo nada, parecía incluso divertido por la situación...

—¡¿Cómo que parecía divertido?! —estalló Fred, incrédulo—. ¿¡Cómo pudo dejar que le hicieran algo así a su única hija!? 

—Eso mismo me pregunté yo, pero creo que fue porque la señorita juró que jamás volvería a enamorarse después de aquello, porque el amor solo hacía daño. Creo que le gustó el hecho de que su hija renunciase a una emoción tan banal, para él —el corazón del pelirrojo se resquebrajó un poco al oír aquello—. Poco después, el señor murió durante un trabajo y entonces, Zaira tuvo que hacerse cargo de todo. Ella era muy joven todavía, pero aun así trabajó duro y consiguió que todo marchase bien, junto a mi ayuda —tomó aire—. Sin embargo, ella cambió todavía más de lo que ya había cambiado, su sonrisa desapareció y su personalidad se retorció, se volvió oscura y sombría... —suspiró, bajando la mirada—. Ahora medio reino la teme.

—Imposible... —pero entonces recordó como lo había tratado, como había actuado. Quizás si era posible que fuese tan temida—. ¿Entonces, esa es su verdadera personalidad?

—No, esa es solo la personalidad que le muestra al mundo para no sufrir —le corrigió Kain.

—¿Entonces, por qué ella me trataba bien al principio?

—Hm... quien sabe —sí que sabía porque ella lo había tratado así, pero no podía decírselo. No porque eso haría que el pelirrojo se alejase de ella—. Fred, usted hace que la señorita se sienta bien, desde que le conoció se parece más a aquella niña a la que cuidaba. 

—No estoy tan seguro de eso... 

—Fred, por favor, prométame que, pase lo que pase, oiga lo que oiga, sus sentimientos hacia la señorita no cambiaran —los ojos grises del mayor se clavaron en los suyos con intensidad, casi parecía que se lo suplicaba con la mirada.

—¿Qué sabe usted sobre mis sentimientos? —Kain rio ante la pregunta.

—Soy mucho más mayor de lo que parezco, sé cuándo una persona está enamorada, puedo verlo en sus ojos y en los suyos lo veo, veo a través de ellos que usted quiere ayudar a la señorita a ser feliz —se ahorró decir que también lo veía en su aura.

Fred no pudo decir nada ante aquella respuesta. Permaneció en silencio, dándole vueltas al té con la cucharilla antes de darle unos cuantos sorbos, mientras asimilaba toda la información.

—Ella ha sufrido más de lo que me esperaba... No sé cómo es capaz de soportarlo, ¿por qué no dejó el trabajo de su padre si no le gustaba? 

—La señorita Zaira piensa que es su obligación como última cabeza de la familia. Debe de ser fuerte, fría y distante para mantener lo que su familia consiguió a lo largo del tiempo, con tanto esfuerzo y sacrificio.

—Parece como si fuera una cárcel de la que no puede escapar.. 

—Oh, lo ha definido igual que la señorita —rio levemente—. Ahora entiendo porque a ella le agradas —el pelirrojo lo miró extrañado—. Porque usted tiene una personalidad similar a la que ella dejó atrás, aunque no sé si habrá dado cuenta.

—¿Zaira era como yo? —preguntó aún sin creérselo. Kain asintió.

—Usted ha estado con una Zaira todo este tiempo que nadie ha visto en décadas, debería sentirse afortunado, Fred.

—Entonces, supongo que debo de hacer lo posible para romper la barrera que ella ha puesto entre nosotros.

—Si ella ha puesto una barrera significa que está intentando protegerse de algo —indicó Kain, como si le insinuase algo.

—¿De mí?

—O de ella misma —sonrió forzadamente—. Ella es más amable de lo que el mundo piensa, pero lo que pasa es que no quiere que lo vean, porque teme ser dañada.

—Kain... ¿usted la quiere mucho, verdad?

—Más de lo que se imagina, es como una hija para mí —sonrió, ahora, sinceramente—. Ojala hubiera podido hacer algo para librarla de todo el sufrimiento por el cual ha pasado.

—¿Y de verdad piensa que yo puedo hacerlo?

—No me cabe duda, Fred —asintió, asegurándolo—. Quizás eso es lo que ella realmente quiere de ti a cambio de que te envié de vuelta al mundo de los vivos —señaló.

El pelirrojo miró al mayor, parecía que fuese a decir algo más, pero se quedó callado, pensativo, al igual que Fred segundos después. Ahora sabía más cosas de Zaira, pero no sabía si era bueno o malo. Había descubierto que su hermoso ángel había estado sufriendo desde temprana edad y aun así, ella había sido capaz de sonreírle de esa manera tan bella y gentil. Suspiró. Sus problemas comparados con los de Zaira no eran nada. Debía salvarla. Debía ayudarla.

—Una última pregunta... ¿Cuál es la verdadera edad de Zaira?

Sospechaba que seguramente la morena no tenía la edad que aparentaba. Los ángeles llevan habitando el reino desde su existencia y era probable que algunos hubieran vivido por mucho tiempo. Al igual que los humanos, las almas, que iban allí. Ninguno de ellos envejecían y lo había comprobado al ver a James y Lily, quienes tenía la misma apariencia que en las fotos que había en un álbum de Harry. O por Leo que había muerto alrededor de 1932, mucho antes de que el mismo hubiera nacido; sin embargo, aun así aparentaba prácticamente su misma edad, quizás solo un par de años mayor.

—Eso es algo que deberíais preguntarle a ella, pero le aseguro que tiene mucho más de lo que aparenta —contestó Kain, mirándolo de reojo y reprimiendo una risa. 

Imaginaba que Fred debía estar preocupado por la diferencia de edad. Pero en el reino, la edad era sólo un número, pues todos sobrepasaban la edad que aparentaban, y no había nadie que le diese importancia.

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