PERFECTA 2. Dime que me amas...

By Deborahhirt

665K 38.4K 2.1K

Sinopsis: Lo inevitable sucedió. Ambos nos enamoramos perdidamente. Con él no necesito fingir ser alguien qu... More

1. La ciudad del amor
2. Noche de bodas
3. Playas paradisíacas
5. Annie
6. Múnich
7. Ella
8. Travesuras
9. Signos
10. Felicidades
11. Muy pronto
12. Abuelo
13. Feliz cumpleaños
14. Se acabó
15. Olvídalo
16. James
17. Negro
18. Disculpas
19. Una cita
20.Sorpresa
21. Otra vez
22. Pepinillos

4 .Noche mágica

28.9K 1.6K 88
By Deborahhirt

Adrien toma mi mano mientras que caminamos por la cubierta del inmenso crucero en el que estamos. Un hermoso viaje de tres días por los mares del Mediterráneo, una aventura increíble y al mismo tiempo indescriptible.

Hay demasiada gente en el lugar. La piscina se ve repleta de niños que juegan sin detenerse y revolotean alrededor del inmenso tobogán de agua con más de diez metros de altura. Miro a mi esposo de reojo y sonrío. Me siento completamente diferente, renovada y feliz.

—¿Por qué sonríes? —pregunta, volteando su rostro hacia dirección. No puedo evitar perderme al verlo. Su cabello alborotado por el viento, los lentes de sol de estilo aviador, su sonrisa... todo en él me encanta—. Responde mi pregunta —me pide con impaciencia.

Me rio levemente y coloco mis manos con mucho cuidado detrás de su cuello.

—Me rio porque estoy muy feliz —respondo—. ¿Tú no lo estás?

Nos besamos durante un largo rato y luego nos acercamos hacia la borda. El agua se mueve de un lado al otro debido a los movimientos del barco, la brisa hace que mi piel se erice y mi cabello se mueva de aquí para allá. Es la combinación perfecta de cielo azul, sol y viento. Simplemente perfecto.

—¿Tienes frío, preciosa?

—Solo un poco.

Tomo mi celular, enciendo la cámara y ambos nos ponemos en posición para otra mini sesión de fotos personalizadas. Le damos la espalda al mar para que todo el hermoso paisaje salga en la fotografía. Sonreímos y luego tomo la primera foto. En la segunda nos besamos y en la tercera hacemos muecas graciosas.

—Te amo. ¿Lo sabes, cierto?

—Claro que lo sé —alardeo con una sínica sonrisa—. Yo también.

Nos besamos nuevamente para luego seguir con nuestro paseo por la cubierta exterior del barco. Hay mucho alboroto, pero logramos encontrar dos reposeras a unos cuantos metros de las gotas de agua que salpican los niños en la piscina.

—¿Quieres algo de beber?

—No —digo rápidamente.

Estoy tan relajada que no quiero ni siquiera hablar. Esto es lo que necesito. Calor, mar, crucero... todo es perfecto.

—¿Está ocupado? —pregunta una voz femenina distrayéndome de mis propios pensamientos. Abro los ojos y me siento sobre la reposera rápidamente. Observo a la mujer de unos treinta años que luce un bañador color verde esmeralda y trae un bebé de un año en sus brazos.

—No, puedes usarla —murmuro, refiriéndome a la reposera.

—Oh, qué bueno. He buscado una por todos lados, pero no he tenido suerte —Comenta distraída—. No tienes idea de lo difícil que es caminar con un bebé en brazos por todas partes.

No, no tengo idea de lo que eso significa, pero si mis teorías son ciertas, tal vez alguna vez, quizá en un año, lo entienda.

—¿Tú tienes hijos? —cuestiona inoportunamente mientras que acomoda las cosas del pequeño niño para que se siente en el piso y juegue con muchos juguetes y mordillos.

—No —digo algo espantada.

Adrien me lanza una mirada de reojo y luego regresa su vista hacia su teléfono celular.

—Es una lástima, son tan hermosos y divertidos. Mi pequeño Sam es el motor de mi vida. ¿Verdad que sí, cariño? ¿Verdad que eres el bebé de mamá? —le pregunta a su bebé haciendo muchas caras graciosas, provocando que el niño ría sin control. No estoy del todo molesta, pero no me agradan los extraño y mi burbuja personal se siente algo invadida, sin sentido alguno, por esta desconocida. Solo quiero que se marche y que me deje sola.

—Ya estás molestando a otros pasajeros, Gina —musita un hombre de unos cuarenta años que, a primera vista, parece ser su esposo, debido que el bebé y él tiene mucho en común, son completamente idénticos.

—Claro que no los molesto, solo le hablaba a esa chica sobre Sam —Se defiende y besa a su esposo en los labios.

Adrien parece distante, no quiere ser partícipe de la conversación y yo tampoco. No soy buena haciendo amistades y menos si ella tiene un carácter tan atrevido e irritante. Ya lo he dicho, pero la mayoría de las personas no me agradan.

—Lo lamento mucho, señorita —Se disculpa en mi dirección—. Ya no la molestará.

Sonrío como aceptación y luego elevo las gafas de sol encima de mi cabeza.

—Señora —Aclaro rápidamente. Pude leer los pensamientos de Adrien inmediatamente, como si estuviésemos conectados o algo así—. Él es mi esposo —Señalo a Adrien que aparta el celular de su cara, los saluda con la mano y luego regresa su atención a la pantalla.

—Oh, pero que gusto. ¡Son tan jóvenes! —Exclama sorprendida—. ¡Soy Gina Heller! Y él es mi esposo Gail.

Extiende su mano hacia mi dirección y, aunque no quiero estrechársela, sé que debo hacerlo. No sería bueno que una mujer como yo diera una impresión de mala educación. Debo de comportarme y mantener el control.

—Gea Eggers —respondo con un leve apretón de mano.

—¡Son ingleses! —Exclama emocionada de una manera que me parece exagerada y molesta al mismo tiempo. Debo fingir que soy amable—. ¿Verdad que lo son?

—Así es —respondo cortante—. Vivimos en Londres.

—¡Nosotros somos de Oxford!

Veinte minutos después, el esposo de Gina y el mío descubren que tiene mucho en común y comienza a hablar de futbol y todo ese tipo de cosas a las cuales no les doy importancia. No tengo otra opción y debo de hablar con la pobre mujer que se ve desesperada por hacer algo de amistad. No me interesa en lo más mínimo, pero, últimamente, me he comportado amable y no quiero arruinarlo. Dejo que me cuente de su increíble vida como ama de casa y todo ese tipo de cosas. El niño juega con sus juguetes por muy poco tiempo, comienza a lloriquear y su madre lo carga en brazos. Empiezo a desesperarme por dentro. ¿Y si estoy embarazada? ¿Tendré que pasar por todo esto? ¿Cómo haré? No soy una persona paciente, no quiero... simplemente estoy confundida.

—Oí que habrá una fiesta de bienvenida, en la cubierta, esta noche —comenta Gail rompiendo el silencio que se generó cuando el pequeño Sam por fin se durmió en brazos de su madre—. ¿Ustedes asistirán?

—Tal vez lo hagamos —respondo con una forzosa sonrisa.

—Estaría bien. Si quieren, podemos reunirnos luego —Propone con esperanzas, pero no quiero reunirme con nadie, no hoy, no luego. Quiero a mi esposo solo para mí, no se me apetece compartirlo con nadie, quiero toda esa atención puesta en mí, su esposa.

—Mi esposa y yo tenemos otros planes —Les informa mientras que besa mi hombro al descubierto. El sol aún calienta mi piel y la noche se asoma en unas tres o cuatro horas—, pero si cambiamos de opinión nos reuniremos con ustedes.

Más tarde regresamos hacia los camarotes. Me doy un baño y luego Adrien se encarga de cambiar el vendaje de mi brazo. Pensé que era algo enorme, sin embargo, es un corte pequeño, pero profundo. Eso explica la cantidad de sangre.

Miro el reloj de mi celular. Aún es temprano y necesito hacer algo de ejercicio. Necesito seguir manteniendo mis rutinas o todo se saldrá de control. Corro hacia mis maletas y quito mi atuendo deportivo. Me cambio en el baño y salgo a la habitación para que Adrien me vea.

Llego las calzas cortitas, que apenas cubren la mitad de mi muslo, un corpiño deportivo, que deja todo mi vientre y espalda al descubierto, y una alta cola de cabello.

—¿Qué haces vestida así? —pregunta, poniéndose de pie rápidamente. Sé que le gusta lo que ve, pero le alarma que salga así y que todos me vean. Oh, sí. Mi plan no planificado está resultando excelentemente bien.

—Haré ejercicio —respondo con una malvada sonrisa.

—Tú y yo hacemos mucho ejercicio.

—Lo sé, pero necesito hacer otro tipo de ejercicio, Adrien —respondo poniendo los ojos en blanco.

—No saldrás vestida así —dice con completa seguridad.

—¿Por qué no? —cuestiono, mirando mi atuendo con inocencia.

—¡Por qué no! —responde, saliéndose de control. Verlo de esa manera me encanta—. ¡Solo mírate, Gea! Estás... y tus piernas... Simplemente no dejaré que mi esposa... oh, Dios, vas a matarme.

Se sienta en la cama e intenta calmarse. Se ve completamente desesperado y no puedo evitar reírme al verlo de esa manera. Es demasiado divertido.

—Bien. Si no quieres que salga, entonces, haré ejercicio aquí dentro, pero no quiero ni una sola queja —Le advierto.

Él parece estar de acuerdo. Se relaja y luego vuelve a sentarse en la cama, para seguir viendo su programa de televisión. Conecto los auriculares a mi i—phone y dejo que la música electrónica comience a sonar. Hacer los primeros ejercicios de calentamiento va a excitarlo.

Comienzo con los típicos y básicos estiramientos. Lo hago sin obtener muchas miradas.

Después un poco de yoga, el saludo al sol y blablablá, me volteo apropósito y hago que mis manos toquen mis tobillos, me levanto y vuelvo a bajar, pero esta vez mis manos tocan el suelo. Sé que está mirándome, tiene la vista perfecta de mi trasero y mis piernas. Siento su mirada clavada en mi cuerpo. Esto comienza a funcionar.

Me volteo hacia su dirección y lo atrapo justo cuando me mira. Sonrío en mi interior, pero finjo que nada sucede. Repito la acción anterior, pero esta vez le enseño mis tetas. Mi mirada está perdida en el suelo, pero la suya mira mis senos sin disimulo. Oh, genial. Todo sale a la perfección.

—Lo estás haciendo apropósito —dice cuando enderezo la espalda.

—¿Qué? ¿Yo? ¡Claro que no! —protesto con inocencia.

Se pone de pie y rápidamente me toma entre sus brazos. Atrapa mis labios y me besa apasionadamente. Sus manos acarician mi espalda y mi trasero con desesperación. No logro reaccionar. Solo dejo que me lleve hacia la dirección que él quiera.

Me coloca a horcajadas sobre su cintura y besa mi cuello. Camina un par de pasos y ambos caemos sobre el colchón. Me quita la cola de caballo y deja que mi cabello caiga alrededor de los hombros, luego toma mis zapatillas y las arroja a un lado, al igual que los calcetines.

—¿Quieres hacer éste tipo de ejercicio? —pregunta quitándose la camiseta.

—Ahora quiero... solo contigo.

Más tarde nos quedamos acostados en la inmensa cama y, entre besos y caricias, hablamos sobre cosas sin sentido.

—Adrien —murmuro cuando veo que comienza aquedarse dormido.

—¿Qué? —pregunta con el tono de voz apenas audible—. ¿Estoy dormido? Porque oigo a un ángel —bromea. Me rio levemente y golpeo su hombro.

Abre los ojos y me besa en los labios.

—¿Sabías que el crucero tiene un centro comercial?

Arquea las cejas y sonríe.

—Sí, lo sabía, pero tenía la esperanza de que no te enteraras.

Lo miro fijamente y no logro contener el ataque de risa que invade mi cuerpo y produce grandes carcajadas, que se escapan de mi interior. Me siento tan bien, tan normal. Sin máscaras, sin mentiras, sin tener que fingir. Somos solo nosotros, soy solo Gea.

—Tengo deseos de ir de compras.

—Lo supuse.

—¿Y entonces...?

—Ahora estoy cansado, duerme conmigo —Inquiere, estirando su brazo por encima de mí con insistencia, pero lo esquivo velozmente—. Tenemos toda una vida para ir de compras, mi preciosa Gea —murmura besando mis nudillos. Si, lo sé, pero si me acuesto con él, dormiré eternamente y no haré nada de lo que tengo deseos de hacer.

—Quédate y descansa si quieres. Iré a hacer algunas compras y regresaré en dos horas —propongo cruzando los dedos en mi interior, para que me deje hacerlo.

No quiero que me acompañe. La idea del supuesto bebé ha estado rondando en mi cabeza durante toda la mañana y necesito conseguir ese test de embarazo aquí dentro. Si hay un centro comercial, debe haber una farmacia y, si la hay, por fin podré saber si tengo a una mini Gea en mi interior.

—No quiero que estés sola por ahí.

—Adrien... —protesto. —Estamos en un barco, que pesa más de diez toneladas, en medio del Mediterráneo. No podré escapar por ningún lado —Me quejo.

Se ríe y luego me da un beso en los labios. Me mira por unos segundos y noto como sus ojos pasan de un simple color marrón a un marrón de ilusión, felicidad y amor.

—¿Te he dicho alguna vez, que eres la mujer que siempre he soñado?

Sus dedos acarician mi pelo y mi cara con ternura. Intenta retenerme, no quiere que me vaya y por eso lo hace, pero estoy completamente decidida a dejarlo aquí por un par de horas. Las ansias y la desesperación me superan por completo.

—No me los has dicho con palabras, pero, aun así, lo sabía —confieso con una enorme sonrisa. Me siento extraña, nunca había sonreído tanto en un solo día—. Duerme tu siesta de las seis de la tarde —le digo, dándole un beso esquimal—. Yo iré a comprar algo y regresaré enseguida.

—Cuídate, cariño.

—Lo haré —respondo—. Descansa porque esta noche tendremos mucho que hacer.

—Te amo, mi preciosa Gea.

—También yo.

Me besa en los labios y deja que me marche.

Recorro diversas tiendas del centro comercial, ubicado en el tercer piso del crucero. No he visto nada que sea de mi estilo por el momento. No estoy segura si iremos a la fiesta en la cubierta, esta noche, pero por los carteles promocionales que he podido observar, sé que será una fiesta sin ninguna temática en particular, así que podré escoger entre más opciones para mi vestimenta. Quiero impresionarlo, no lo sé, solo quiero que me vea algo diferente a lo habitual. Quiero cambiar un poco.

Entro a otra tienda y le pido a una de las chicas que me muestre algún vestido que no sea de mi estilo. Le explico durante unos segundos lo que busco, ella me sonríe y desaparece entre filas y filas de vestidos perfectamente colgados en un rincón. Reaparece y trae dos diseños en sus manos. Los veo y los dos me fascinan. Son de una tela fresca y algo trasparente, similar a los vestidos que utilizan en Hawái. El primero es de color blanco, me llega hasta los tobillos y tiene un escote en ve, que se ajustan muy bien a mis pechos bronceados. El segundo vestido es celeste, también me llega a los tobillos, pero tiene escote recto y algunos detalles bordados en el. Me encantan los dos. Me los pruebo y, sin dar más vueltas al asunto, los compro a ambos. Salgo de la tienda con dos bolsas y mis piernas comienzan a tiemblan cuando entro a la farmacia. No hay demasiada gente en la sección de medicamentos, todas están encantadas con los perfumes en exhibición. Avanzo en la fila y, cuando llego al mostrador, titubeo varias veces antes de hablar.

—Necesito una prueba de embarazo —murmuro con la voz cargada de temor—. No. Mejor, que sean dos.

La mujer rebusca entre los estantes y, luego de unos pocos segundos, me enseña diversas marcas y modelos. Opto por los que tienen el signo positivo/negativo y el otro por el de una raya/dos rayas. Los pago y guardo ambas cajas entre la tela de los vestidos que compré. No quiero que Adrien los vea y se imagine algo así, no quiero que se ilusione, ni siquiera yo quería ilusionarme, pero creo que es algo tarde para eso...

—¿Todo en orden, cariño? —cuestiona dulcemente la voz de Adrien al otro lado del teléfono.

—Sí, todo está bien. Estoy de camino al camarote. Llegaré en diez minutos.

—¿Encontraste algo que te gustara?

—Sí, lo verás esta noche —respondo—. Te encantará.

—Estoy ansioso.

Me rio levemente y luego camino por los amplios pasillos hasta salir a cubierta.

—Te veo luego, cariño.

Adrien me retiene durante varios minutos, pero con la excusa de vestirme para que tengamos una hermosa noche, entro al baño, le pongo el pestillo a la puerta y luego suelto un leve suspiro. ¿De verdad haré esto? ¿Por qué me siento tan desesperada?

Es increíble pensar que hace un mes atrás la palaba bebé me causaba terror y, ahora, estoy desesperaba por que se haga realidad algo que ni siquiera existe. No me comprendo a mí misma Adrien me cambió en todos los sentido posibles y creo que he perdido el control de mí misma.

Coloco música en mi teléfono celular para no sentir todos esos nervios gritándome, mil veces, que lo haga. Me desnudo y luego entro a la ducha. Necesito un baño, necesito relajarme, todo saldrá bien, si lo estoy, lo estoy, se lo diré y seremos felices, pero, si no lo estoy, volveré a hacerme la prueba en dos semanas y se acabó. Voy a cumplir su deseo, voy a darle el bebé que tanto quiere, puedo controlar eso.

Escojo el vestido blanco para esta noche. Peino mi cabello hacia un lado y hago varios bucles con el aparato que he traído. Me maquillo y me pongo un poco de perfume. Justin Timberlake sigue sonando desde mi teléfono, pero los nervios no se van. Miro dentro de la bolsa del vestido y ahí está la caja.

Me desespero, la abro y, rápidamente, leo las instrucciones. No parece difícil. Voy al inodoro y hago lo que debo hacer sobre el test. Cierro los ojos y lo dejo sobre la mesada durante cinco minutos.

Me miro una y otra vez en el espejo mientras que cuento los segundos en mi mente. Sigo viéndome perfecta, pero por el nerviosismo acomodo mi cabello una y otra vez sin poder dejarlo quieto en un solo lugar. Adrien golpea la puerta del baño unas tres veces y cada una de ellas le digo que saldré enseguida, pero en realidad no sé si es así. Estiro mi brazo y tomo el test entre mis manos. Me desmayé sin sentido, pero tal vez no sea lo que estoy pensando. ¿Qué sucederá si no lo estoy? ¡Mierda! Estoy demasiado confundida.

El signo negativo significa que usted no está embarazada...

—No estoy embarazada —Me digo a mi misma mientras que me miro en el espejo. Mis ojos se han cristalizado y un oscuro sentimiento se apoderó de mi pecho—. No estoy embarazada —repito. Es decepción, es tristeza, angustia...

Una lágrima se escapa de mi ojo derecho y no puedo contenerlo por demasiado tiempo. Todos esos sentimientos que tenía atrapados en mi pecho se desbandan. Yo si lo quería, ahora sé que lo quería. Estaba segura que si ese test me enseñaba un signo más, estaría saltando de alegría...

No estoy embarazada. Aún no cumplo el sueño de Adrien.

<< ¿También es tu sueño, Gea?>> —Me pregunto a mí misma, pero decido ignorar esa pregunta.

Salgo del cuarto de baño con los ojos aún húmedos. Hice todo lo posible por ocultar lo que ocurrió, pero sé que él lo notará, me conoce mejor que nadie.

—Te ves hermosa, cari... —murmura viéndome detenidamente, pero su frase se apaga cuando nota mis ojos vidriosos.

Se mueve rápidamente hacia mi dirección y me estrecha entre sus brazos con mucha fuerza. Hundo mi cara en su pecho y lo abrazo con todo lo que mis brazos me permiten. Sollozo afligida y percibo como, entre la confusión y la desesperación, Adrien intenta controlarme. No debo decirlo, no puede saberlo. Sé lo que es la desilusión cuando se trata de esto. La Gea de antes estaría feliz por algo así, pero ahora soy diferente, no soy la misma Gea de antes, he cambiado bastante y eso me asusta.

—¿Por qué lloras, mi preciosa Gea? ¿Qué sucede?

Me limpio la nariz con el dorso de la mano y vuelvo a abrazarlo.

—Sé que ya lo he dicho, pero solo abrazarme y no hagas preguntas, Adrien, por favor.

Intento olvidarme de lo que sucedió. Luego de evadir las miles de preguntas de Adrien, diciéndole que solo me sentía sentimental por todo lo ocurrido, dejó de molestarme. Salimos del camarote tomados de la mano y nos dirigimos rápidamente a la cubierta. Cientos de pasajeros se pasean de un lado al otro. La piscina en la que los niños jugaban en la tarde está vacía y perfectamente iluminada por algunas velas que crean un maravilloso ambiente. Hay cientos de mesas y camareros vestidos de traje, se pasean de un lado al otro con copas de champagne, vino y refresco. Adrien toma una copa de vino y yo uno de zumo de naranja, estamos parados durante casi media hora, solo contemplando el mar negro en pleno silencio. Nadie dice nada, las olas son las únicas que hablan entre ambos. Miro hacia el horizonte y solo distingo lo oscurecido. Este es nuestro momento de pensar, de esclarecer todo lo que sucede, todo lo que nos pasa.

—No sé por qué llorabas hoy, Gea, pero estoy volviéndome completamente loco. Quiero saber que te sucede, que piensas. Quiero que seas sincera conmigo y...

Poso mi mirada en mis manos y me muevo nerviosamente. No quiero que él lo sepa, pero tampoco quiero decir una mentira. No sé qué hacer y, por primera vez, tengo miedo de no poder controlar la situación. Todo esto está superándome por completo y... me asusta.

—No sucedió nada —respondo, intentando parecer segura—. Simplemente recordé momentos y fui débil.

—¿Estás segura? —cuestiona frunciendo el ceño.

—Completamente —respondo.

—Esta es tu oportunidad para decirme la verdad, sea lo que sea, cariño. Ya lo sabes.

Toma mi mentón y eleva mi mirada hacia la suya. No puedo mentir viendo esos ojos desesperados y preocupados, simplemente no puedo hacerlo. Tiene que saberlo, no quiero ilusionarlo en vano, pero algún día lo estaré y el será feliz de todas formas.

—Yo...

—¡Gea! —exclama la chillona voz de la tal Gina a unos pocos metros de mí.

Pongo los ojos en blanco y hundo mi rostro en el pecho de Adrien, como si intentara esconderme de ella y de su fastidioso esposo.

—Aléjalos de mí.

—No seas descortés, cariño —me dice con una divertida sonrisa, que no puedo ver, pero si sentir—. Ambos son agradables.

Es hora de utilizar una máscara. Luego de tanto tiempo, la Gea malvada abre el viejo baúl lleno de polvo y toma la máscara de "tú me agradas" y se la coloca rápidamente. En mi rostro se forma una amplia sonrisa antes de voltearme hacia su dirección.

—Gina —digo finalmente.

Ella se acerca y me da un abrazo algo amistoso y perturbador. Luego saluda a mi esposo y segundos después, su marido aparece delante de ambos y carga al pequeño bebé en brazos, que se ve completamente adorable vistiendo unos pantalones de jeans, zapatillas y una camisa a cuadros. Es como una mini versión de Damien. Sonrío ampliamente al ver al pequeño y mi mente comienza a imaginar cosas. Eso es un bebé...

—Estaba diciéndole a Gail que si vendrían y mira, aquí están —Expresa con una sonrisa de oreja a oreja. Su esposo nos saluda a ambos y Adrien toma la pequeña manito del bebé y la besa con ternura. Un nudo se forma en mi garganta y bebo un poco de jugo para disimularlo.

Los hombres se quedan en donde están y hablan sobre negocios y cosas que no me importan porque, de verdad, no me interesan en lo más mínimo. Gina busca dos asientos y obligadamente debo hacerle compañía. Miro a Adrien todo el tiempo y veo como sonríe y disfruta de la conversación, mientras que Gail se mueve de un lado al otro para que el pequeño bebé se duerma. Me siento incomoda, no sé qué hablar con ella, ni siquiera la conozco.

—Bien, Gea. Háblame de ti, que te gusta, que no, cuéntame algo.

Sonrío forzadamente y ladeo mi cabeza hacia su dirección. Ella es madre, es alguien que ya vivió la experiencia, tal vez este es mi momento de aprovechar y sacar toda la información que debo de saber para estar segura de la locura que cometeré.

—¿Puedo hacerte una pregunta algo extraña? —cuestiono.

Frunce el ceño, pero luego una sonrisa aparece y me da luz verde, para bombardearla con mis miles de dudas.

—¿Qué se siente ser madre? Es decir... ¿Cómo sabes que estás lista para algo así?

Me mira con sorpresa y luego posa sus ojos sobre mi vientre. Abre la boca y, antes de gritar, la cubre con sus manos y se mueve de un lado al otro de una forma extremadamente exagerada.

—¿Estás embarazada? —cuestiona en un susurro, sin quitar su cara de felicidad y emoción.

—¡No! —Niego con la cabeza una y otra vez y luego me atrevo a clavar mis ojos en los suyos. Tal vez, si dejo de ser esa Gea dura y solitaria de siempre, logre sentirme mejor, tal vez, si le digo por primera vez a alguien como me siento, quizá, eso me ayude.

—¿Qué sucede, querida?

—Yo... —susurro sin saber que decir exactamente. Volteo mi mirada hacia Adrien y lo veo sonreír una y otra vez—. Quiero hacerlo feliz, quiero darle ese hijo que tanto desea, pero... —La voz se me apaga rápidamente.

Me gusta su sonrisa, me gusta verlo así de feliz, sé que cuando estamos juntos y de buen humor todo es diferente, hay algo que marca la gran diferencia, pero aún sigo confundida y aunque lo quiera, es decir, aunque quiera ser madre, no sé si será buena idea. Ni siquiera he terminado de conocerme a mí misma y estoy pensando es esto... es ilógico.

—A veces creo que soy una persona que no puede tomar decisiones por sí misma. Toda esa seguridad que le demuestro a los demás es solo un escudo, no soy así realmente... —confieso en un leve murmuro. Estoy avergonzada, no es fácil admitir algo de este calibre, pero tengo que hacerlo.

Gina me mira con el ceño fruncido, pero luego una sonrisa reaparece en su rostro.

—Aún eres joven y hay muchas cosas de ti que tú ni siquiera sabes, cuando tenía tu edad, también tenía miedo de lo que pudiera suceder si la vida me sorprendía, pero con miedo no logras nada. No debes de permitirte vivir siendo algo que no eres, los escudos son creados para defendernos de los que nos quieren hacer daño, pero tu esposo jamás te hará daño. ¿No crees? Simplemente debes dejar que las cosas sucedan naturalmente...

Adrien y Gail aparecen y se sientan en la mesa al lado de nosotras. La conversación se interrumpe y las dos nos callamos rápidamente, no quiero seguir hablando de esto, ni siquiera quiero pensar en nada. Necesito dejar mi mente en blanco por unos minutos. Es demasiado para procesar.

—¿De qué hablaban que se quedaron calladas? —pregunta Gail con una sonrisa.

Gina besa a su esposo en los labios y luego carga a su pequeño bebé en brazos, el niño tiene demasiadas energías, aún no se ha dormido y eso realmente me asusta.

—Solo hablábamos de cosas sin importancia. ¿Vedad, Gea?

—Claro —respondo velozmente.

Adrien me besa en la mejilla, luego rodea mi cintura con sus brazos y besa mi pelo una y otra vez sin apartarse de mí. Quiero salir de aquí, necesito pensar con lamente fresca, quiero a Adrien desnudo en nuestro camarote, es lo único que necesito.

Un maestro de ceremonias emerge de algún lugar con un micrófono en manos, para dar comienzo a la fiesta. Todos prestamos atención a su frase que es traducida en más de cinco idiomas por pantalla gigante. Aplaudimos y todo ese tipo de cosas hasta que finalmente se da por iniciado el crucero de tres días por el mar mediterráneo. Se oyen gritos y silbidos una y otra vez. Las luces bajan su intensidad y una alegre música disco de los años ochenta comienza a sonar a través de los altavoces.

—¡Vamos a bailar, cariño! —exclama Adrien, tomándome de la mano y arrastrándome hacia la pista de baile. Me quejo una y otra vez, pero simplemente no logro detenerlo. Yo no sé bailar este tipo de música, ni siquiera sé que dice la canción, no quiero hacer esto delante de todo el mundo.

—¡Adrien, no! —grito por enésima vez, pero cuando logro comprender todo lo que sucede, me doy cuenta que ya estoy rodeada de gente que baila sin importarle lo que los demás piensen. Se mueven sin control. No importa la edad, el físico, la ropa que llevan o lo que sea, simplemente están divirtiéndose, yo también debería de estar divirtiéndome.

Clavo mi mirada en sus ojos por unos segundos y no puedo resistirme. Es simplemente perfecto, verlo sonreír es lo único que necesito para cometer locuras. Me enamoré perdidamente y ahora debo asumir todas las idioteces que tendré que hacer porque lo amo.

Muevo mis brazos y mi cabeza al ritmo de la música mientras que percibo como una sonrisa real se mantiene en mi rostro. Me siento completamente feliz, con Adrien a mi lado no necesito nada más, solo él.

—¡Adoro esta canción! —exclama Gina uniéndose a nosotros. Gail aparece al lado de su esposa y se mueve de manera muy graciosa con su hijo en brazos—. ¡Esta noche será mágica! —Exclama mientras que mueve sus dedos de un lado al otro y acorta la distancia entre ambas.

—No tienes que pensarlo demasiado, Gea. Amar es un motivo suficiente... —susurra dulcemente, haciéndome comprender la realidad. Lo amo, eso ya lo sé, pero puedo amarlo mucho más. Quiero que sea para siempre, ahora lo sé con claridad.

Oigo un gran estallido a mis espaldas y rápidamente el cielo se ilumina con varios colores. Es un espectáculo maravilloso. Luego tres estallidos seguidos, que hacen que me asuste levemente. Todos los pasajeros miran el cielo y contemplan como los fuegos artificiales hacen su magia para que todo salga perfecto. Me aferro al torso de mi esposo y descanso mi cabeza en su pecho mirando atentamente el oscuro cielo cubierto de estrellas y luces.

—Antes de que Gina nos interrumpiera ibas a decirme algo —comenta Adrien sugerentemente.

—Iba a decirte que te amo —murmuro, clavando mis ojos en los suyos que se ven brillantes y hermosos, mucho más que las anteriores veces.

—Dime que me amas, entonces.

Beso sus labios y cierro mis ojos, coloco mis manos detrás de su cuello y me olvido que todo el maldito mundo existe. Solo somos nosotros dos. Me gusta sentir que no hay nadie alrededor, este es nuestro mundo, nuestra burbuja, nuestra noche que recién comienza, nuestra nueva oportunidad. Todo es nuestro, todo podemos controlarlo si estamos juntos.

Suelto un suspiro y lo beso dulce y lentamente. Necesito sus labios, son mi droga, son mi único remedio, él es el único que logra hacerme conocer a mí misma sin que yo lo intente, él es el único que quiero, que deseo, que amo.

—Te amo...

Continue Reading

You'll Also Like

657 146 12
Jacob Alexander, el segundo heredero de la influyente familia Castle, más conocido por la sociedad como Jake "el libertino", supuso que debido a su r...
962 73 7
ADVERTENCIA: En la historia encontrarás contenido adulto. Sexo explícito y duro. Trios y relaciones fuera de lo común. Guardaespaldas sexy, frío, cal...
964K 49.7K 45
Desde el momento que subí al tren del expreso de Hogwarts y choque con Draco y Blaise mi vida no volvió a ser la misma. Más cuando el sombrero selecc...
2.8K 280 43
Mentiras, secretos, tentaciones y un amor prohibido. Son las cosas necesarias para crear el caos total. ¿Estás listo para averiguar quién miente y...