4 .Noche mágica

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Adrien toma mi mano mientras que caminamos por la cubierta del inmenso crucero en el que estamos. Un hermoso viaje de tres días por los mares del Mediterráneo, una aventura increíble y al mismo tiempo indescriptible.

Hay demasiada gente en el lugar. La piscina se ve repleta de niños que juegan sin detenerse y revolotean alrededor del inmenso tobogán de agua con más de diez metros de altura. Miro a mi esposo de reojo y sonrío. Me siento completamente diferente, renovada y feliz.

—¿Por qué sonríes? —pregunta, volteando su rostro hacia dirección. No puedo evitar perderme al verlo. Su cabello alborotado por el viento, los lentes de sol de estilo aviador, su sonrisa... todo en él me encanta—. Responde mi pregunta —me pide con impaciencia.

Me rio levemente y coloco mis manos con mucho cuidado detrás de su cuello.

—Me rio porque estoy muy feliz —respondo—. ¿Tú no lo estás?

Nos besamos durante un largo rato y luego nos acercamos hacia la borda. El agua se mueve de un lado al otro debido a los movimientos del barco, la brisa hace que mi piel se erice y mi cabello se mueva de aquí para allá. Es la combinación perfecta de cielo azul, sol y viento. Simplemente perfecto.

—¿Tienes frío, preciosa?

—Solo un poco.

Tomo mi celular, enciendo la cámara y ambos nos ponemos en posición para otra mini sesión de fotos personalizadas. Le damos la espalda al mar para que todo el hermoso paisaje salga en la fotografía. Sonreímos y luego tomo la primera foto. En la segunda nos besamos y en la tercera hacemos muecas graciosas.

—Te amo. ¿Lo sabes, cierto?

—Claro que lo sé —alardeo con una sínica sonrisa—. Yo también.

Nos besamos nuevamente para luego seguir con nuestro paseo por la cubierta exterior del barco. Hay mucho alboroto, pero logramos encontrar dos reposeras a unos cuantos metros de las gotas de agua que salpican los niños en la piscina.

—¿Quieres algo de beber?

—No —digo rápidamente.

Estoy tan relajada que no quiero ni siquiera hablar. Esto es lo que necesito. Calor, mar, crucero... todo es perfecto.

—¿Está ocupado? —pregunta una voz femenina distrayéndome de mis propios pensamientos. Abro los ojos y me siento sobre la reposera rápidamente. Observo a la mujer de unos treinta años que luce un bañador color verde esmeralda y trae un bebé de un año en sus brazos.

—No, puedes usarla —murmuro, refiriéndome a la reposera.

—Oh, qué bueno. He buscado una por todos lados, pero no he tenido suerte —Comenta distraída—. No tienes idea de lo difícil que es caminar con un bebé en brazos por todas partes.

No, no tengo idea de lo que eso significa, pero si mis teorías son ciertas, tal vez alguna vez, quizá en un año, lo entienda.

—¿Tú tienes hijos? —cuestiona inoportunamente mientras que acomoda las cosas del pequeño niño para que se siente en el piso y juegue con muchos juguetes y mordillos.

—No —digo algo espantada.

Adrien me lanza una mirada de reojo y luego regresa su vista hacia su teléfono celular.

—Es una lástima, son tan hermosos y divertidos. Mi pequeño Sam es el motor de mi vida. ¿Verdad que sí, cariño? ¿Verdad que eres el bebé de mamá? —le pregunta a su bebé haciendo muchas caras graciosas, provocando que el niño ría sin control. No estoy del todo molesta, pero no me agradan los extraño y mi burbuja personal se siente algo invadida, sin sentido alguno, por esta desconocida. Solo quiero que se marche y que me deje sola.

PERFECTA 2. Dime que me amas © Deborah HirtDonde viven las historias. Descúbrelo ahora