Dejado en un pesebre

Od Astrid3490

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En nochebuena, un niño no deseado es dejado en un pesebre y encontrado por un joven Maestro de Pociones, camb... Viac

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Noche de Paz... más o menos
Navidad azul
¿Escuchaste eso?
Llegaron a un claro de medianoche
Bailando alrededor del árbol de Navidad
Decorando los pasillos
¿Frosty el perro de nieve?
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Nada para Navidad
Las maravillas del invierno
Noel
¿Donde estas Navidad?
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Algún día de Navidad
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Deja que nieve
Una Navidad para recordar
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El acebo y la hiedra
Aliento del cielo
Que Dios lo bendiga querido señor
Que haya paz en la tierra
Alegría para el mundo

¿De quien es este niño? EDITADO

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Od Astrid3490

Diciembre 24, 1981

Londres:

Un hombre corpulento envuelto en un pesado abrigo y usando pesadas botas y guantes de cuero marchaba por el pavimento hacia el gran nacimiento que estaba enfrente de la Catedral de San Pablo. La iglesia estaba cerrada por la noche, eran casi las dos de la mañana y el servicio de medianoche hace tiempo había terminado. Todos estaban en sus casas durmiendo o preparando los últimos detalles en los árboles Navideños o chimeneas para la visita de Santa Claus.

Todos, claro, excepto por el obeso hombre y la delgada mujer con cara de caballo que caminaba a su lado llevando una cesta de picnic. Ella también estaba protegida contra el viento que azotaba y el frío extremo con un gran abrigo con piel en el cuello y las mangas, y su rostro estaba cubierto por una bufanda azul tejida.

Si alguien los hubiera visto aparte del gato callejero o la tiritona rata, habrían pensado que la pareja se dirigía a la catedral para entregar una canasta para una familia necesitada en Navidad. Ellos lucían como gente de bien y la canasta parecía pesarle a la mujer por la forma en que la cargaba.

El hombre miro furtivamente cuando alcanzaron su objetivo, el nacimiento de tamaño real de María, José, y el bebé Jesús, los tres Reyes Magos, los pastores y los animales rodeando el pesebre. Todas las piezas habían sido cuidadosamente talladas a mano y pintadas, lucían bastante reales, desde la sonrisa en el rostro de María hasta el brillo en los ojos del bebé. San Pablo había estado usando este nacimiento hace más de setenta años, había sido echo por un maestro tallador de madera que había muerto hace mucho tiempo.

La mujer se detuvo y dejo la canasta en el piso, miro al hombre y dijo en voz baja, "¿Estas seguro que podemos hacer esto? ¿Y si alguno de ellos se entera?"

El hombre soltó un bufido burlón. "¿Cómo? Ellos solo lo dejaron en nuestra puerta con una nota. Estoy cansado de preocuparme por otra boca que alimentar, él no es familia mía, ¿Por qué tengo que aceptar esta carga?"

La expresión preocupada de la mujer aumento. "Es el hijo de mi hermana..."

"¿Y? Tú nunca quisiste tener contacto con ella después que termino esa loca escuela y se caso con uno de esos locos. ¿Tú quieres que nuestro hijo crezca con un fenómeno? ¿Con una criatura anormal? ¿Eso quieres?"

"No, por supuesto que no."

"Escucha, ellos no pueden obligarnos a aceptarlo. Si lo quieren tanto, entonces alguno de ellos debió quedarse con él. ¡Que uno de su propia clase se encargue!" él miro a la canasta de picnic con completa repulsión y la pateo. Un leve quejido salio de adentro. "Vamos, hagamos esto antes de que alguien venga, aunque hace un maldito frío que habría que estar loco para salir en una noche como esta."

La mujer tirito, pero si era por frío o miedo a ser descubierta no se supo. "¿Quizás debimos considerar un orfanato?"

"Demasiado problema. Este es un buen lugar como cualquiera para que alguien lo encuentre." Él se acerco al pesebre, que estaba lleno de olorosa alfalfa, tomo al bebé Jesús de madera y lo dejo a un lado en el piso. Luego le hizo un gesto a la mujer, que se agacho y abrió la canasta, sacando un bulto grande envuelto en una arrugada manta azul. El bulto gimió y estornudo.

Ella se apresuro donde el hombre que la esperaba impaciente, y acostó al envuelto niño de diecisiete meses, que se veía más pequeño, ya que apenas tenia suficiente para comer, en el pesebre. "¡Listo! ¡Que el Señor se encargue de ti ahora, patético desecho!"

Entonces ella y su marido miraron una vez más alrededor y dejaron atrás el nacimiento volviendo al pavimento, ansiosos por alejarse de la escena de su nefasta acción. Jamás miraron atrás.

En el pesebre, el frío repentino despertó al bebé, ya que la manta no era lo suficiente gruesa para protegerlo el viento, y comenzó a llorar, un lastimero gemido que hacia eco en el amargo aire de esa Nochebuena.

.

Incluso después, siempre se preguntaría que lo llevo a aparecerse desde el Callejón Diagon a este particular lugar, a una cuadra o dos de San Pablo, en vez del lugar más común cerca del puente de Londres. Estaba oscuro y frío y Severus Snape, recientemente certificado Maestro de Pociones, estaba agotado de preparar tantas pociones para su empleador, el tacaño boticario Amos Smithers. Smithers le había dado una lista de tres pies de largo e insistió que todas fueran preparadas antes de que Snape regresara a su hogar al sucio apartamento que arrendaba en Whitechapel.

Finalmente había terminado la última y ahora podía irse a su hogar y buscar su cama, fría y solitaria, como había sido desde que se había mudado a Londres hace meses, lejos del valle de Godric, lejos del conocimiento de que la mujer que amaba y había perdido estaba muerta, asesinada por un loco. No, era más que eso, Severus pensó sonriendo amargamente. Algo sobre una profecía que su hijo tenia que cumplir, que provocaría la caída del mago oscuro que se hacia llamar Voldemort, ella y su familia habían sido traicionados por su guardián secreto, pero después de enterarse de su muerte, Snape no se había molestado en seguir leyendo.

Vagamente recordaba que el niño, Harry lo había nombrado ella, de alguna manera había sobrevivido, y había sido llevado para vivir con sus familiares en alguna parte. Pero todo lo que sabia es que ella se había ido y su partida lo había dejado con un agujero en el corazón que jamás podría arreglar. Por que él la había amado, pese a su rechazo, él era un tonto. Su amor había sido un anhelo sin esperanza, para jamás ser cumplido, aun así no podía dejarlo ir. Lo que amaba, lo amaba para siempre.

Trago con fuerza y alejo las traicioneras lágrimas que trataron de sobrepasarlo. ¡Snape, eres un tonto! Ella te dejo por Potter y todavía te aferras. Ella jamás habría vuelto contigo. ¿Volver contigo para morirse de hambre y congelarse en un apartamento de una habitación como una mendiga cuando tenía a Potter y todo su oro y su gran mansión para vivir? Se burlo de sí mimo. Pero yo la ame primero. Susurro su corazón. Él pudo haberla ganado, pero fue mía primero. Y aún la amo.

Continúo caminando, saliendo del portal del Callejón Diagon hacia un callejón al lado de la catedral. Su túnica y capa negra, un requerimiento para aquellos que trabajan con pociones diariamente y arriesgan quemaduras y derrames de pociones en todas sus ropas, estaba envuelta en su delgada figura, y su cabello voló a sus ojos con el fuerte viento.

Esta malditamente frío aquí afuera esta noche, pensó mientras apuraba el paso, sus botas resonando en el pavimento. Considero lanzar un breve hechizo calentador, pero estaba cansando y no quería agotar su energía mágica. Pronto estaría cálido, su apartamento estaba a diez cuadras de aquí.

Miro al cielo y vio una estrella brillando con fuerza en el congelado aire. Por un instante perdió su aire cínico y cansado, y se vio como lo que era, un joven de veintiún años, que apenas se mantenía a flote. A lo lejos escucho sonar la campana de un reloj y se sobó los ojos dándose cuenta de algo. Es Navidad. Y estoy solo. Otra vez. Oh, Lily, te extraño tanto. Deseo que las cosas hubieran sido diferentes. Si solo tú hubieras sobrevivido. Entonces quizás...

Molesto, siguió caminando. Era mejor no seguir por ese camino. Era inútil desear cosas que no fueron. O cosas que jamás serán. Esta era su vida, la vida que escogió al dejar la escuela. Convertirse en Maestro de Pociones y un día tener su propio negocio, ese era un sueño que podría cumplir, uno que no estaba tan lejos de su alcance, si trabajaba duro y ahorraba mucho. A diferencia de esos otros, donde soñaba que Lily dejaba a Potter y venia a encontrarlo, disculpándose por haber sido tan cruel, por escuchar a sus amigos en vez de a su corazón.

"Los Gryffindor no salen con Slytherin. Yo pensé que podríamos hacerlo funcionar, pero estaba equivocada. Tu vives en la oscuridad, Severus, como todos en tu casa, y no puedo seguirte por ese camino."

"¡Lily, no! ¡No soy uno de ellos! Te lo juro." Le rogó, nunca había rogado por nada. "Por favor escucha."

"Tu me dijiste que Lucius Malfoy te invito a su 'grupo especial', ¡Y tu sabes lo que son ellos, Severus! ¡Son Mortífagos!"

"¡Nunca dije que acepte!" chillo, frenético. "Le dije que lo pensaría."

Debiste mandarlo al infierno!"

Su rostro se contorsiono por la angustia. "¿Y qué me hechizara hasta el cansancio? ¿Él y todos los demás? ¿Qué se supone debía hacer?"

"No lo se. Alejarte."

"Eso hice."

"No lo suficientemente rápido. Lo siento, Sev. Pero será mejor que no nos veamos más. Adiós." Ella se giro para irse.

Estiro una mano, pero solo había tocado aire. "¡No!" dijo, algo rompiéndose en mil pedazos dentro de el. "No te vayas, Lily! ¡No!" Quiso gritarle esas palabras mientras se alejaba, pero su voz se había vuelto un susurro rasposo y ella no lo oyó.

"¡No te vayas!"

Pero ella se había ido... derecho a los brazos del arrogante idiota, su enemigo personal, James Potter.

Ella nunca supo que sus palabras habían sellado su destino.

Le había dado la espalda a todo ese día. Había rechazado la oferta de Lucius, diciéndole que no era merecedor de ella, y se había dedicado a vivir por solo una cosa, su Maestría en Pociones. Había terminado su aprendizaje en solo tres años, volviéndose el más joven en ganar su Maestría en Gran Bretaña o en Europa. Todo su intelecto y mente brillante, toda su magia, había sido dada a su elegida profesión, su primer y único amor. Durante su estadía en la Academia de Hacedores de Pociones en Oxford, había una broma que se repetía entre los aprendices de que él había nacido en un caldero y tenia pociones corriendo por sus venas en vez de sangre, porque nunca tomaba vacaciones, nunca se reunía con ellos para ir a un bar después de las clases, nunca tenia amigos, vivía y respiraba su arte.

No se molesto en explicar que había una razón para hacerlo, y la razón era que las pociones eran algo que comprendía, algo que no lo traicionaría, algo que calmaría su solitario corazón y le daba algo en que enfocarse.

Pero ahora había terminado con todo eso y no tenia que darle explicaciones a nadie.

Miro nuevamente la estrella, ¿acaso se había puesto mas brillante desde que la había mirado recién?

Sus pasos lo llevaron al lado del nacimiento que estaba en el pasto frente de la catedral, y se detuvo un momento para envolverse aún más con la túnica. El viento frío gruñía a su alrededor, lanzándole el pelo a los ojos. Levanto una mano enguantada para quitárselo del rostro.

Fue entonces cuando lo oyó.

El viento disminuyo a una leve ráfaga que levanto polvo en el pavimento y lo elevo en el aire, pero aun así se sentía el indiscutible llanto de un bebé.

Severus se pregunto que mocoso estaría despierto a esta hora tan cerca de la mañana de navidad y se compadeció de los padres, que eran forzados a escuchar un sonido tan molesto.

Se sobo las manos, las tenía entumecidas por el frío pese a los guantes, y se preparo para seguir caminando.

El llanto se repitió, con más insistencia esta vez.

Severus meno la cabeza. Eso sonaba como si... como si viniera del pesebre en el nacimiento.

Meneo su cabeza irritado. Quizás había inhalado demasiado humo de pociones esta noche, estaba demasiado cansando, y su cerebro estaba soñando fantasías, ¿como si el bebé del pesebre hubiera vuelto a la vida de repente y se pusiera a llorar?.

Miro fijamente al pesebre, rodeado de la Sagrada Familia y de los adoradores Reyes Magos y animales. Contrólate, Snape. Son figures de madera, pintadas y talladas, no están vivas, ni siquiera en Nochebuena. Se reto a si mismo.

¿No? ¿Entonces porque se mueve el bebé? Pregunto otra parte de él.

Dio un paso hacia el pesebre. De seguro estaba imaginando cosas. Había pasado junto a este nacimiento durante su camino de ida y vuelta al trabajo y había mirado las figuras innumerables veces.

El bebé es de madera, Severus. Madera.¡Y este es un nacimiento Muggle y no cobra vida! Estas imaginando cosas.

¿Acaso tenia whiskey de fuego la Poción Restaurativa que había bebido antes de terminar las ultimas pociones? ¿Acaso andaba vagando por Londres borracho y no quería reconocerlo?

¿Estaba alucinando? Como los demás aprendices le habían dicho que le sucedería un día, ¿Por solo tener ingredientes y calderos por compañía? ¿Uno podía perder la cordura y no darse cuenta?

El llanto aumento al acercarse aun más al pesebre.

Se paro y miro al bebé dormido en el heno.

Excepto que el bebé no estaba dormido.

El bebé estaba despierto y lloraba como si estuviera poseído, azul por el frío.

Maldición, ¡No estoy viendo esto! ¡No estoy viendo esto! Grito su mente.

Cerró los ojos y respiro profundamente. Y lo hizo nuevamente.

Eso es, Severus. Solo respira. Cálmate. Recito ingredientes de pociones en su cabeza, A de asfódelo, B de bezoar, C de consuelda, D de ditany... entonces abrió los ojos.

El bebé en el pesebre no se había vuelto un silencioso trozo de madera.

Estaba llorando y moviendo sus puños, estaba envuelto en una manta azul bien echa, pero raída en algunos lugares.

"Por Merlín, eres real." Dijo en susurro Severus, sin poder negar la verdad.

La cara del bebé estaba arrugada y azul por tanto frío, Severus no entendía como el pequeño encontraba energía para chillar de esa manera. Y entonces pensó que si él estuviera congelándose, también gritaría.

Cuidadosamente, Severus acerco un dedo enguantado y lo paso por la mejilla del bebé.

El bebé abrió sus ojos.

Severus se encontró mirando en ojos inocentes, de un sorprendente color verde.

Encontró que esos ojos lo llamaban, lo atrapaban, como una especie de fuerza mística, y no podía apartar la mirada. Sus pensamientos giraban en círculos, haciéndose preguntas sin respuesta.

¿De quien es este niño?

¿Quien dejaría a un bebé en un pesebre para que se congelara en Nochebuena?

¿Y por Merlín que voy a hacer yo?

El bebé comenzó a estornudar y toser, obviamente congestionado por tanto llorar.

Severus finalmente logro apartar los ojos del niño y miro alrededor, esperando sin mucha confianza que quien hubiera dejado allí al niño volviera, porque nadie podía ser tan cruel para abandonara a un bebé de esta manera.

Pero la calle estaba vacía, la iglesia se imponía como un testigo silencioso, y las oscuras tiendas contaban una historia triste y desolada.

Solo estaba él y el niño abandonado.

Un niño que moriría congelado si no se hacia algo.

Y pronto.

Severus sabía que era considerado frío y distante por sus pares, pero ni siquiera él podría hacer algo tan cruel.

Miro nuevamente al niño, indeseado, abandonado, que aún tenia el corazón para seguir luchando por vivir.

Tomo su decisión.

"Tú eres un sobreviviente. Igual que yo."

Entonces se arrodillo y saco al niño de entre el heno, incómodamente, y acerco al niño hacia su cuerpo, envolviendo en su tunica. El bebé gimió y se estremeció. "Tranquilo. Estas seguro ahora. Lo se, soy un extraño, loco por hacer algo como esto, ¿pero que otra opción tengo?" él murmuro un suave hechizo calentador, y el bebé dejo de tiritar y se acurruco contra su pecho. "Ni siquiera yo soy un bastardo tan cruel para dejar que mueras congelado. ¿Quien diablos deja a un bebé en un pesebre a la intemperie como un saco de papas?"

Como sus preguntas anteriores, no tenía respuesta, y probablemente nunca las tendría.

Empezó a caminar rápidamente por la calle, el niño abandonado agarrado firmemente contras si entre su capa, babeando y lloriqueando en su brazo.

Subió las escaleras hasta su apartamento y en un susurro dijo un hechizo de desbloqueo. La puerta se abrió y el joven Maestro de Pociones y su inesperado invitado de navidad entraron.


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