Dejado en un pesebre

Las maravillas del invierno

31 de diciembre de, 1986:

Harry esperaba con impaciencia enfrente del fuego en el salón, moviéndose sin parar. Él estaba esperando que Blaise Zabini llegara, junto con su mamá, Annamaria. Ellos tenían una cita de juegos hoy después de dos semanas sin verse, ya que Harry ya no estaba castigado por deslizarse por la escalera hasta la nieve. El lo había encontrado muy divertido, pero su padre y su abuelo no habían estado para nada de acuerdo. Y por eso las dos semanas de castigo, donde no le habían permitido salir o hacer nada divertido o que vinieran amigos a visitarlo. No que el tuviera muchos, no habían muchos niños de su edad entre las familias que trabajan para las Empresas Prince, solo Blaise y Mindy Klasky, que hoy estaba con una gran resfrío y no podía venir. Ya que Severus lo educaba en casa, Harry en realidad no tenia opciones de conocer otros niños, pero hoy era diferente.

Hoy jugaría no solo con Blaise, que era muy divertido y un diablillo que tan bien era muy bueno para meterse en problemas, sino que con un niño nuevo, Neville Longbottom, cuya abuela era una antigua conocida de Augustus, y que estaba criando a Neville ya que sus padres estaban enfermos en el hospital. Era similar a la familia de Harry y Harry estaba ansioso de hacer otro amigo.

Él suspiro y golpeteo con su pie impaciente contra el piso, igual como hacia su padre cuando esperaba que Harry terminara de vestirse para ir a algún lado. Los golpecitos con el pie normalmente eran acompañados por un ceño fruncido y un rápido comentario para que dejara de perder el tiempo.

"¿Porque están atrasados?" le pregunto a Mystic, que estaba acurrucada en su almohada favorita cerca de la chimenea.

La mascota de Augustus era bastante vieja, tenía casi treinta años, era mitad-Kneazle, y dormía la mayor parte del tiempo.

Harry esperaba recibir un gato todos los años para Navidad, pero no había tenido suerte. Él suponía que el Padre Navidad no lo encontraba listo para uno, especialmente después del incidente con la escalera. ¡Oh, pero era tan difícil ser bueno todo el tiempo! Pensó con tristeza. Pero siempre estaba el próximo año. Entonces tendría siete y seria suficientemente grande para cuidar un gatito.

El se acerco a acariciar al viejo gato, que ronroneo, sus ojos cerrados, medio dormido. Mystic, antes una ávida cazadora, ahora prefería estar acostada frente al fuego, sus huesos estaban tiesos y carecía de la rapidez en sus músculos que antes había tenido. Cuando antes solía correr y esconderse de Harry, ahora permitía que el chico la acariciara, y Harry, que había aprendido durante los años a respetar y amar a la gata negra, tenia mucho cuidado al hacerlo.

De repente el fuego se volvió verde y Harry levanto la mirada, una sonrisa apareciendo en su pequeño rostro. Mystic levanto la cabeza, bostezo, y volvió a dormir. Estaba demasiado cómoda para salir corriendo a un lugar mas seguro.

Blaise salio de la chimenea, sacudiéndose la ceniza casualmente de sus jeans y jersey. Era un niño pequeño con cabello negro, piel color oliva y brillantes ojos negros. El amaba correr y encaramarse en las cosas, era como un mono, y podía hablar italiano y español con fluidez. También amaba el Quidditch y jugar en la nueve. Tenía una hermana pequeña, Josephine, que tenia cinco años, y un hermano y una hermana mayores, Alina y Alexander, que eran mellizos de nueve años.

"¡Hola, Harry! ¿Listo para salir a construir un fuerte de nieve?"

Harry asintió ansioso. "¡Si!"

"Primero ponte los guantes y el abrigo, bambino," le recordó Annamaria, cuya forma de hablar aun demostraba rastros de su nativo Sorrento.

Blaise rodó sus ojos. "Mama, deja de quejarte," murmuro. "¡No soy un bebé!"

Annamaria, una bonita mujer de cabello negro que recién había cumplido los treinta, le frunció el ceño a su hijo y dijo, "Con cuidado Blaise Domenic Zabini. Solo haz lo que te dice tu mama y no me respondas, ¿esta bien? O nos iremos a casa de inmediato y jugaras a las muñecas con tu hermanita."