La chica de la Media Luna (1)

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🖋En proceso🖋 🌙 Fantasía y Romance +18🌙 ⚜Primer libro de la saga: ILLARGI, (luces de luna)⚜ Secuestrada na... Mere

Introducción
Capítulo 1: La puerta escarlata (e)
Capítulo 2: Tazas de té colgantes (e)
Capítulo 4: La calma previa al caos (e)
Capítulo 5: Trampas atrapa felicidad (e)
Capítulo 6: Alianzas inesperadas (e)
Capítulo 7: Brújulas que señalan al este (e)
Capítulo 8: El paso increbrantable del tiempo (e)
Capítulo 9: Sonrisas crueles (e)
Capítulo 10: En batalla, todo vale (e)
Capítulo 11: Aires de rebeldía (e)

Capítulo 3: En el ojo del huracán (e)

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Cada vez queda menos para que conozcamos a la protagonista.

¿Alguien más está emocionada?

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Capítulo 3: En el ojo del huracán

Hacía horas que Ananías se había marchado de su casa para preparar en la Tierra todo lo que hacía falta antes de desaparecer con la pequeña. A pesar de que sabía que lo que iban a hacer era inevitable y necesario, Clarissa no pudo evitar pensar en los pobres padres de la criatura. Pensó en sus caras al ver que la cuna de su hija estaba vacía y fría. Un escalofrío le recorrió el cuerpo haciéndole suspirar resignada.

Ante ella se encontraban pilas y pilas de libros que había desenterrado de su desván. Todos ellos eran sobre hechizos que en un futuro debería enseñar a la joven que secuestrarían. Cerrando los ojos un momento se sentó en el suelo. Ojalá hubiese otra opción menos dolorosa, pero no podían permitirse el lujo de perderla. No podían permitir que Ella la encontrará antes. Comparado con lo que aquella tirana le haría a la pequeña, el secuestro sonaba cada vez mejor.

Tras colocar en la estantería todos aquellos libros, salió de su casa y miró el lugar. A pesar de lo mucho que echaría de menos aquella zona del bosque, y su pequeño jardín, tenía que moverse. Nadie podía saber dónde estaban. Con una sonrisa, y tras mirar que nadie estaba cerca, se frotó las manos traviesa. No había nada mejor que un poco de magia para alegrar las penas.

Extendiendo las manos hacía la casa empezó a murmurar viejas y olvidadas palabras que hicieron resplandecer las piedras de su muñeca. Ante su ceño fruncido, y mejillas sonrosadas por el esfuerzo, la casa se fue encogiendo, y encogiendo, hasta que se quedó del tamaño de una manzana. Agachándose, y quedándose de cuclillas, se abrazó las rodillas y se quedó mirando su hermosa casita. Las paredes blancas estaban cubiertas de enredaderas y flores de mil colores. Las tejas, del tamaño de las semillas de girasol, eran de color verde oscuro y recubiertas de musgo. Levantándola con cuidado del suelo, trató de mirar el interior de esta a través de las ventanas redondas. Por lo que pudo ver, todo seguía en su sitio. Con suerte esta vez solo se le romperían cinco tazas y no veinte... Eso es lo que pasaba cuando tu mejor amiga era una fugitiva buscada por todos y debías mudarte cada dos por tres para no levantar sospechas.

Metiéndose la falsa manzana en el bolsillo, se dio la vuelta lista para irse. Su trabajo en Minerva ya estaba hecho, ahora tendría que ayudar a Ananías a realizar su parte. Sacando un papel arrugado de su vestido, leyó el conjuro que la llevaría hasta Villa Verde. Levantando frente a ella la mano derecha, pronunció aquel hechizo en latín. En su mente trató de visualizar la puerta roja y la plaza frente a la iglesia que le había descrito horas antes Ananías. Con la imagen del salón y la chimenea en sus pensamientos, comenzó a recitar el conjuro. Su brazalete parecía temblar en su muñeca, iluminándose intensamente. Envuelta por una ráfaga de luz, sus palabras se apagaron mientras dejaba atrás su hermoso jardín y daba la bienvenida a la casa de su amiga. Ananías al notar su presencia, dejó de leer el mapa frente a ella y se giró a mirarla. Una simple inclinación de su cabeza fue el saludo que le dio. Avanzando por aquella sala extraña con una chimenea crepitante, miró por encima del hombro de Ananías.

Sus curiosos ojos esmeralda miraron aquel antiguo mapa. En el centro se podía ver en letras cursivas el nombre de la capital: Minerva. El resto de los pueblos se distribuían alrededor de ese nombre. Se podían ver una veintena, cada uno de distinto tamaño, pero todos ellos llenos de seres únicos. Si bien Minerva era un cóctel de todo tipo de razas, desde hechiceros hasta hombres lobo, las pequeñas poblaciones que la rodeaban solían tener menos diversidad.

Como una serpiente, que se enredaba sobre ella misma, se podía ver el único río del reino: Goretti. Este se enrollaba, giraba y se extendía por todo el territorio hasta acabar en el mar Amarilis Ilse. Abriéndose paso en la memoria de Clarissa, un recuerdo se coló en su mente a traición. Se trataba de una imagen de aquel hermoso río, de aguas cristalinas y rodeado de vastos prados llenos de flores. Seguidamente, otra imagen. Esta vez era el recuerdo de cómo había quedado aquella pradera, cercana a su hogar, tras la guerra y la llegada de Ella. El río antes transparente, teñido de rojo por la sangre derramada durante la batalla. Las bellas flores sustituidas por los cuerpos sin vida de incontables soldados... Dejando caer la sonrisa ante el recordatorio del poder de destrucción que Ella tenía, Clarissa siguió observando el mapa.

Ladeando la cabeza, Clarissa se fijó de nuevo en el centro del papel. Alrededor de la capital, se podían ver hectáreas y más hectáreas de bosque. Si las historias eran ciertas, aquel bosque era similar a un laberinto. Algunas personas incluso afirmaban que este estaba vivo y que, por las noches, los árboles se movían de sitio. Ese era uno de los motivos por el cual los mapas del reino siempre eran distintos. Esta peculiaridad del bosque, hacía prácticamente imposible plasmar su imagen exacta a papel.

Lo único que impedía que la ciudad quedase aislada del resto del reino, eran los tres caminos que se habrían alrededor de esta cada noche y el río que dividía la ciudad en dos. Solo había cinco puntos de entrada y cinco de salida, tres de los cuales, en constante movimiento. Esa era la razón principal por la que era tan difícil colarse en la ciudad. La otra, eran los cientos de guardias que patrullaban los caminos. Solo un experto en el arte de la mimetización podría intentar entrar y lograrlo sin ser visto. Así pues, mucha gente evitaba adentrarse en el bosque por miedo a perderse y no ser encontrados. Sin duda era un sitio perfecto para desaparecer, pensó Clarissa.

— ¿Necesitas ayuda? —preguntó mientras jugaba a repasar con la punta del dedo su sol brillante en la muñeca. A pesar de saber cuál iba a ser la respuesta de su seria compañera, hizo la pregunta sin miedo.

— No. —mirando hacía el cielo Clarissa pensó en lo cabezota que podía llegar a ser su amiga. Ignorando la negativa de Ananías, la alegre hechicera puso, con su típica sonrisa bailando en el rostro, el dedo en aquel punto del mapa donde nadie quería ir.

— Aquí jamás nos encontrarán. —expuso con tono alegre. A su lado, unos ojos azules se clavaron en su mirada verde como dos dagas de hielo. En la cara de Ananías se podía ver lo confundida que estaba ante la descabellada propuesta. Abriendo la boca exageradamente, al mismo tiempo que sus ojos, empezó a negar con frenesí la cabeza.

— ¿Estas mal de la cabeza? —preguntó escandalizada. Con el dedo todavía sobre el papel, Clarissa inclinó la cabeza con calma. Cualquiera diría que sabía exactamente que esa iba a ser la reacción de Ananías— ¡Ese punto es el ojo del huracán! —dijo a pesar de que ambas eran conscientes de ello— No solo está pegado a la ciudad, sino que estás hablando del bosque Chaos. Te recuerdo que nadie sabe cómo funciona ese laberinto.

— Exactamente. Pero piénsalo bien, Ana... —comenzó Clarissa gesticulando sin cesar— ¿Quién busca algo que huye justo frente a sus narices? —a pesar de todos sus esfuerzos por ocultar sus pensamientos, en los ojos de Ananías bailaba la duda.

En el fondo, tenía razón. Pero no estaba segura de querer arriesgarse tanto. Mucho menos con una niña a la que cuidar. Con la pregunta de Clarissa todavía flotando en el aire, Ananías volvió a fijar su mirada fría en el papel ante ella.

¿Cuál era la pieza del puzle que le faltaba a ese plan? ¿Cómo iban a descifrar un laberinto con vida propia?

La mente de Ananías empezó a buscar una solución. A su lado, Clarissa creyó escuchar los engranajes de su cerebro funcionando a máxima velocidad. Repasando mentalmente todos los libros y manuscritos que había leído sobre el Bosque Chaos, trató de descifrar el enigma. De los rincones de su mente surgió la respuesta.

La verdad era que si había alguien que sabía moverse por el encantado puzle. Más bien, varios. A pesar de su alegría, la única emoción que llegó a su rostro fue una breve sonrisa torcida. Entrando en su sala secreta, con Clarissa persiguiéndole los talones, encontró en libro de los seres del bosque. Pasando con rapidez sus páginas, buscó el nombre de aquel ser. Cuando sus ojos lo encontraron, otra sonrisa breve decoró sus labios.

Los Ents eran los guardianes del bosque. Estas criaturas eran árboles, pero a diferencia de los otros del bosque, estos tenían conciencia y podían moverse constantemente, sin importar si era de día o no. La mejor manera de definirlos era la siguiente: humanos hechos de madera. Pero por desgracia, esa definición no les hacía justicia. Se trataban de seres poderosos, muy grandes y profundamente sabios. Su función principal era vagar por el bosque. Vigilarlo. Protegerlo. La sabiduría de los Ents no tenía límite, pues llevan vagando por el mundo más de lo que nadie podría imaginarse.

— Recoge todo querida. —dijo Ananías cerrando el libro y colocándolo bajo el brazo— Ya es hora de ponerse en marcha. —ordenó mientras salían de la casa vestidas con sus capas más oscuras—Y después, —murmuró mientras se colocaba la capucha por encima de la cabeza y escondía el rostro— iremos a visitar a un viejo amigo mío... 

(Clarissa- Hechicera de luz)

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¿Opiniones?

Espero que sean positivas.

Ya queda menos para el secuestro, pero mucho para saber el motivo.

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Fortsæt med at læse

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