Desatame H.S. y TN (hot)

By BridenDaco

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______(tn) Fairchild es una joven diseñadora de software que lleva en su cuerpo las cicatrices de un oscuro p... More

Aviso importante.
capitulo 1
capitulo 2
capitulo 3
capitulo 4
capitulo 5
capitulo 6
capitulo 7
capitulo 8
capitulo 9
capitulo 10
capitulo 11
capitulo 12
capitulo 13
capitulo 14
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capitulo 16
capitulo 17
capitulo 18
capitulo 20
capitulo 21
capitulo 22
cap 23
capitulo 24
capitulo 25
capitulo 27
***Final***

capitulo 19

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By BridenDaco

Me hallo al borde de un acantilado. Las olas se estrellan contra su base.

Miro hacia abajo. Harry está allí, con los brazos extendidos y la cabeza hacia atrás. Me llama. Eres mía, dice. Salta hacia mí. Te cogeré.

Salta.

Solo salta.

Solo salta...

Me despierto con un sobresalto cuando la alarma de mi teléfono empieza a sonar. Después de la ducha me he tumbado en la cama y he cerrado los ojos diez minutos. Gracias a Dios tuve la precaución de poner el despertador para una hora después, por si acaso. Son casi las cinco. Harry estará aquí dentro de una hora.

No me tomo la molestia de vestirme con algo especial. Al fin y al cabo voy a tener que desnudarme. La idea me hace torcer el gesto, pero me digo que todo irá bien. Seguro que no querrá el cuadro cuando sepa la verdad, pero no será cruel. Harry puede ser gélido a ratos, pero no es cruel.

Me pongo unos tejanos y una camiseta de tirantes con el logotipo de Universal Studios que compré el año pasado cuando vine a visitar a Jamie. Me calzo las sandalias, compruebo mi pelo en el espejo y decido que tengo un aspecto aceptable. No llevo maquillaje y me siento desnuda sin él. Es una de esas tristes verdades que me fastidian porque solo siento la necesidad de ir maquillada por culpa de mi madre, que me inculcó que una mujer no podía salir de casa sin haberse arreglado la cara previamente.

¿De verdad, madre?, porque cada día estoy más convencida de que una cara no se puede cambiar.

Sin embargo, a pesar de mis réplicas sarcásticas, sigo enterrándome todos los días bajo un montón de cosméticos y consolándome sabiendo que la mayoría de las chicas hacen lo mismo. No es cosa de las madres, es cosa del carácter femenino. Mejor dicho, es cosa mía.

De todas maneras he participado en suficientes desfiles de belleza y sesiones fotográficas para saber que los artistas suelen preferir que sus sujetos empiecen como una tela en blanco. Así pues aquí estoy sentada con la cara desnuda, una cara que no tardará en hacer juego con un cuerpo desnudo.

Paso la siguiente media hora ante el ordenador poniendo al día mi currículo y se lo envío a Thom, el cazatalentos que me consiguió el trabajo con Carl. Incluyo un mensaje explicándole la situación para que entienda por qué busco un nuevo empleo cuando apenas he durado una semana en el anterior. Con un poco de suerte no pensará que soy una clienta problemática y no se deshará de mí. Y con un poco más de suerte incluso me conseguirá otra entrevista para esta semana.

Todavía dispongo de unos minutos, de modo que decido trabajar un rato en uno de mis códigos; pero en lugar de eso me veo introduciendo el nombre de Harry en el buscador. No me interesa nada en concreto. Simplemente deseo saber más. En lugar de saciar mi curiosidad, los fragmentos de información que me ha dado no han hecho más que estimularla.

Como era de esperar encuentro tantas páginas como dólares tiene. Su trayectoria deportiva, su imperio industrial, sus obras filantrópicas, sus mujeres... No puedo evitar ceñir la búsqueda a Harry y las mujeres con las que ha sido fotografiado. Clico en el enlace que solo muestra imágenes y me pongo cómoda mientras una interminable serie de bellezas llenan mi pantalla, todas ellas del brazo del sexy pero enigmático Harry Styles.

Por lo que veo rara vez se ha dejado fotografiar más de dos veces con la misma mujer, y eso concuerda con lo que me dijo. Me fijo en una en concreto y clico la fuente original de la imagen. Es un blog de chismorreos sobre famosos que identifica a la joven como Giselle Reynard. La miro atentamente y la reconozco: es Audrey Hepburn, pero con el pelo más largo. Parte de la tensión desaparece. Al menos sé que está casada.

También hay varias fotos en las que aparece Harry con una rubia de ojos grandes identificada como Sara Padgett. Algunos de los pies de foto explican que Sara fue hallada asfixiada. Aunque ninguno dice que Harry estuviera relacionado con el suceso, veo tantas indirectas que acabo preguntándome si esas fotos y sus respectivos pies no serán obra del hermano de Sara y si será la clase de material que Harry ha encargado a Maynard que combata.

Acaricio el rostro de Harry en el monitor, pero mis ojos no se apartan de Sara. ¿Se mató a propósito o estaba intentando correrse de verdad y murió accidentalmente? Sea como sea me entristece. Me he visto tan perdida e impotente que he acabado haciéndome daño con tal de sentirme real, pero nunca he llegado tan lejos como para desear morir. Al contrario, lo que buscaba era un latido de vida en mi interior.

Cierro la página web. Me siento melancólica y así no lo voy a arreglar. Entro en YouTube y miro unos cuantos cortos de Ginger Rogers y Fred Astaire bailando. Empiezo con «Smoke Gets in Your Eyes».

Fred se está inclinando sobre Ginger cuando oigo que llaman a la puerta. Cierro el portátil, cojo el bolso y corro hacia la puerta. Mi pulso se ha acelerado y mi cuerpo parece tomar conciencia del espacio que ocupa, como si se dispusiera a compartirlo con otra persona.

Me detengo, respiro hondo y pongo la mano en el picaporte. Abro esperando ver a Harry y me llevo una sorpresa al encontrarme con Edward.

-Oh, creía que...

-El señor Styles se disculpa -explica el chófer-, pero lo han retenido.

-Sí, claro.

Lo sigo hasta el coche llena de frustración y cada vez más enfadada. No con Harry, sino conmigo misma. Me he dejado arrastrar por fantasías infantiles y he perdido la perspectiva. Solo soy algo que Harry ha comprado, como su hotel, su avión o su coche. No soy ni su pareja ni su amante. En realidad no. Simplemente le pertenezco, y no pasa nada porque he aceptado que así sea y cobrar por ello. Pero no puedo empezar a pensar que un acuerdo tan tentador tenga nada que ver con la realidad. Para él únicamente se trata de un juego en el que estoy dispuesta a participar y cuyas condiciones he negociado con firmeza.

Y no solo las he negociado, sino que las he impuesto. No debo olvidar ese hecho importante. Puede que dé la impresión de que Harry tiene todo el control, pero no es así. Yo también tengo un poco y voy a salir de esta con un millón de dólares en el bolsillo.

***

El terreno está lleno de operarios en pleno trabajo. Unos acarrean tierra, otros plantan flores y quitan piedras. Una cuadrilla trabaja en la pared de piedra de la fachada este, o al menos me parece que da al este. Por lo que a mí respecta, todo lo que en California mira al mar es el oeste y lo opuesto el este.

Por un momento temo que el interior de la casa también esté lleno de gente porque entre mis condiciones no figuraba la privacidad. Siempre di por hecho que únicamente estarían presentes Harry y el pintor, pero viendo toda esta gente...

«Harry no me haría posar desnuda ante todo el mundo.»

«No estés tan segura.»

Sin embargo, cuando Edward me abre la puerta y me conduce dentro veo que mis temores eran infundados. La casa está en silencio salvo por una suave música que proviene de algún lugar de la parte de atrás.

La decoración todavía no está terminada, pero solo faltan cuestiones de detalle. Aún hay que pintar las paredes y pulir las maderas. Cables eléctricos cuelgan en los lugares donde tienen que ir los apliques y los focos. Aun así, la majestuosidad de la vivienda salta a la vista. Los techos son altos y el suelo me parece espectacular a pesar de que está casi todo él cubierto de papel protector. La escalinata de mármol con su pasamanos de hierro fundido parece sacada de un hotel de cinco estrellas.

Sigo a Edward escalera arriba, y el cambio que veo cuando llegamos al rellano de la segunda planta es impactante. Allí no hay nada a medio acabar. El suelo de madera brilla intensamente y se ve realzado por grandes alfombras. Las paredes han sido pintadas de un color rosa pálido y me hacen pensar que seguramente resplandecen cuando reflejan la puesta de sol.

Toda la estancia resulta cautivadora y cálida y obviamente está destinada a recibir por mucho que su centro lo ocupe una cama gigantesca. No me cabe duda de que está ahí por mí, y tengo que apretar los muslos para interrumpir el flujo de sangre que inunda mi sexo.

A la sala parece faltarle una pared, pero enseguida me doy cuenta de que dicha pared está hecha de paneles de cristal que alguien ha corrido y escondido como si fueran puertas correderas. Salgo al exterior y me encuentro en una terraza de piedra que da al mar. Si tengo en cuenta la cantidad de giros y vueltas que hemos dado para llegar, este parece hallarse más cerca de lo que pensaba, tanto que oigo claramente el ruido de las olas al romper en la orilla.

-El señor Styles estará con usted enseguida -dice Edward antes de retirarse con una reverencia y dejarme sola para que explore el lugar a mis anchas.

Una parte de mí desea permanecer fuera y sentir la brisa del mar en mi cabello mientras oigo el batir de las olas a mis pies. Pero también deseo contemplar la habitación, de modo que entro y me quedo de pie junto a la cama. Está colocada en ángulo con respecto al ventanal, y del techo cuelgan amplios visillos que ondean con la brisa. A unos metros veo un caballete. Comprendo que todo eso lo han preparado para mí y me estremezco al pensarlo. Paso la mano por uno de los barrotes de la cama. Es antiguo, de hierro brillante. Recio y sensual al mismo tiempo. Igual que Harry. Fuerte, como si la cama tuviera sus propias exigencias.

«Oh...»

Carece de colcha, y solo veo unas sábanas de color azul grisáceo que han sido revueltas para dar la sensación de que alguien ha dormido en ellas recientemente. Me pregunto si habrá sido Harry y mientras me siento en el lado que da al mar. Una ráfaga de viento empuja los visillos y siento su caricia en los brazos. Cierro los ojos y me echo hacia atrás. He dejado de preguntarme el porqué de la ausencia de Harry. Está claro que desea que me deje llevar por mis pensamientos acerca de la cama, la brisa y el suave roce de los visillos en mi piel.

-Me gusta esta vista.

Reconozco la voz, pero no me levanto. Permanezco estirada mientras una sonrisa se dibuja en mi rostro.

-Entonces por qué no entra y disfruta de ella.

Un instante después noto que el colchón se mueve. Mantengo los ojos cerrados cuando me acaricia los labios con el pulgar y su mano desciende entre mis pechos hacia la cintura de los vaqueros.

-Le dije que no llevara ropa interior -susurra.

-Y no la llevo -respondo.

Creo oír su sonrisa en el silencio.

Sigo sin abrir los ojos cuando me desabrocha el pantalón y me baja la cremallera. No son ceñidos, de modo que mete la mano bajo ellos sin dificultad. Mi vello púbico rasurado ya está húmedo, y cuando desliza los dedos por mi vulva me derrito de deseo y levanto las caderas para afirmar el contacto. Mi clítoris palpita ante lo que se avecina.

-Mmm... -susurra mientras me introduce dos dedos. La sensación resulta tan inesperada y excitante que tengo que morderme el labio para no gritar-. Pero no quiero vaqueros, solo una falda y nada de ropa interior. Si lo desea puede llevar medias, pero con liguero. La quiero accesible en todo momento y en todo lugar.

Mi sexo se contrae de excitación alrededor de sus dedos.

-Me gusta que responda tan bien... -dice en voz baja. Retira los dedos y estoy a punto de gemir de disgusto, pero entonces los noto en mis labios-. Chúpelos y mantenga los ojos cerrados -me ordena.

Meto sus dedos en mi boca. Los noto impregnados con mi sabor y me enrosco en la cama, frotando una pierna contra la otra mientras sigo chupando con todas mis fuerzas en mi intento de alcanzar el máximo placer.

Los retira lentamente.

-Harry... -murmuro.

-Mía -susurra, y esa palabra me basta para saber todo lo que necesito saber: que me correré cuando le plazca. La idea resulta excitante por sí misma, pero también frustrante.

Noto la presión de su boca en mi pecho cuando me chupa a través de la camiseta. Arqueo la espalda para acercarme y dejo escapar un grito al notar que sus dientes me muerden el pezón. Abro los ojos de golpe y veo sobre mí a un Harry que sonríe con aire travieso.

-Ah, hola. Veo que le gusta la cama.

Me siento e intento poner cara de chica formal y seria.

-¿Es suya?

-No -contesta-. No en el sentido que imagina. Es para el cuadro y solo durante esta semana. Supongo que podría decirse que es suya. -Sus ojos recorren mi cuerpo de arriba abajo y me estremezco bajo su inspección-. O nuestra -añade.

Trago saliva.

-Bueno, debo decir que ha organizado un bonito decorado. Estoy segura de que el cuadro será muy bonito. ¿Cuándo llega el artista?

-Ya está aquí -dice Harry que se echa a reír al ver mi expresión de horror-. No se preocupe, está en la cocina. No me gusta el sexo en público... pero sí todo lo demás -me susurra al oído, y noto que todo mi cuerpo se enciende al pensar en lo que puede significar ese «todo lo demás».

-Blaine -llama-, ¿por qué no vienes con tu taza de café?

-¿Blaine? -pregunto-. Creía que su trabajo no le gustaba.

-Al contrario. Creo que tiene un gran talento. Sabe plasmar un gran erotismo. Sencillamente no me impresionaron las modelos que utilizó ni la puesta en escena. Busco el mismo atractivo erótico, pero sin tanta parafernalia. La ataré, ______(tn), pero no colgaré un cuadro con esa imagen en mi casa.

«Me atará...»

Asiento con la cabeza como una tonta. No deja de desconcertarme.

Blaine llega con una taza de café en la mano. Me abrocho rápidamente los vaqueros y salto de la cama. Viste de manera más informal que la noche de la fiesta de Evelyn, con unos Dockers y una camiseta negra, y me saluda con una gran sonrisa.

-Me alegro de verla, ______(tn). ¿Está nerviosa?

-Mucho.

Mi respuesta lo hace reír.

-No se preocupe. Considéreme como si yo fuera su médico. Todo es estrictamente profesional.

Arqueo las cejas con expresión incrédula.

-Está bien, no es completamente cierto, pero sé apreciar la belleza y disfruto plasmándola en el lienzo. Es algo personal y al mismo tiempo no lo es. No sé si me entiende.

-Lo comprendo perfectamente -contesto mientras pienso en mis fotografías.

-Debemos confiar el uno en el otro. ¿Cree que podrá?

-Lo intentaré.

-Y para que lo sepa, he firmado el acuerdo de Harry.

No sé de qué habla y supongo que el desconcierto debe reflejarse en mi cara porque añade:

-Me refiero al acuerdo de confidencialidad. Según lo pactado no puedo hablar con nadie de estas sesiones y cuando el cuadro esté terminado tampoco podré revelar la identidad de la modelo.

-¿De verdad? -pregunto mirando a Harry.

Este asiente y después se vuelve y señala la pared opuesta al ventanal. De hecho no es realmente una pared, sino una gran chimenea sobre la cual se alza un muro de piedra que oculta el tiro.

-Lo colgaré allí -dice-, así estará mirando hacia el mar y todas las noches disfrutará de la puesta de sol.

-Sí, pero ¿dónde está el lienzo? -pregunto.

Si va a ocupar ese espacio tiene que ser muy grande, y en el caballete no hay nada aparte de un cuaderno de bocetos.

-Mañana -contesta Blaine-. Lo de hoy es para que nos vayamos conociendo. Dibujaré un boceto de sus curvas, de modo que póngase ahí y ofrézcame su mejor aspecto.

-Me parece que le toca el trabajo más fácil -comento secamente.

-Desde luego -contesta, y nos echamos a reír.

-Estoy nerviosa -reconozco.

-Es completamente normal.

Lanzo una mirada de desesperación a Harry. Noto la piel pegajosa y el pulso acelerado. ¿Cómo he llegado a pensar que esto sería fácil? Voy a tener que desnudarme delante de un desconocido. Madre mía.

-¿T... tiene un poco de vino? -farfullo.

-Desde luego.

Roza castamente mis labios con los suyos y desaparece tras la chimenea. Regresa con tres copas y una botella de Pinot Grigio. Me sirve un poco y bebo la mitad de un solo trago. Harry y Blaine cruzan una mirada divertida, así que apuro el resto con gesto desafiante.

-Vale -digo sujetándome al pilar de la cama-. Creo que estoy mejor.

Alargo la copa para pedir más vino, pero Harry solo me sirve una pequeña cantidad.

-La quiero de pie, no mareada -dice sonriendo con indulgencia y me da un apretón en la mano-. Los primeros momentos son los más difíciles.

-Claro. Seguro que lo sabe por la cantidad de veces que ha posado.

-Touché -contesta-. Tómese su tiempo.

-Colóquese junto al ventanal, cerca de los visillos -me indica Blaine en un tono profesional que agradezco-. Harry, ¿dónde ha dejado esa bata?

Este se acerca a un arcón antiguo que hay al pie de la cama, lo abre y saca una bata de seda roja.

-Vale, déjela encima de la cama, en el otro lado para que no entre en mi composición. Exacto, así. Muy bien, ______(tn), ahora usted. ¿Prefiere ponerse la bata en el cuarto de baño y después entrar? Quizá le resulte más fácil si se la retira de los hombros.

Acaricio la seda entre mis dedos.

-No -contesto y acto seguido cojo la camiseta por el borde y me la quito con aire desafiante.

La fresca brisa asalta mis pechos desnudos, y los pezones se me ponen duros. Procuro no mirar a Harry y concentrarme en el mar.

-¡Uau! -exclama Blaine-. Eso es perfecto. Tiene un perfil increíble y unos pechos preciosos. Quédese así -dice mientras pasea de un lado a otro por la habitación-. Solo busco el mejor ángulo.

Al cabo de un momento se ha decidido, y aunque debería sentirme algo más relajada noto que la tensión crece en mi interior cada vez que le oigo decir lo guapa que soy y la piel tan perfecta que tengo.

Mantengo los ojos muy abiertos e intento no parpadear mientras imagino que formo parte del mar, que soy como la marea, que va y viene.

-¿Puede quitarse los vaqueros? -pregunta Blaine.

Su voz me sorprende tanto que doy un respingo.

-______(tn)... -El tono de Harry es suave.

-Sí..., claro.

Bajo las manos hasta el botón y lo desabrocho. Luego empujo la prenda a lo largo de mis caderas. Mis dedos se deslizan por los muslos y noto las cicatrices, feas y abultadas.

Me quedo petrificada, de modo que respiro hondo y vuelvo a intentarlo.

Pero no puedo. Abro la boca para decir algo -para pedir más tiempo, un momento a solas, lo que sea- pero no me salen las palabras. De repente me echo a llorar. Todo mi cuerpo tiembla y las piernas no me sostienen. Me dejo caer al suelo y hundo el rostro en el suave tejido de los visillos.

Harry corre junto a mí.

-No pasa nada, no pasa nada -susurra-. Nos lo tomaremos con calma e iremos despacio. Sé que no resulta fácil exponerse de esta manera, pero sé que puede hacerlo.

Meneo la cabeza y dejo que me estreche entre sus brazos. Aprieto el rostro contra su hombro mientras me abraza. Mis pechos se aplastan contra su camiseta y mis pezones notan el suave tacto de la prenda. Me acaricia la espalda, pero sin que haya nada sexual. Simplemente me está tranquilizando, consolando, haciendo que me sienta segura y a salvo.

-No puedo -digo con un hilo de voz cuando los sollozos remiten lo suficiente para que pueda hablar-. Lo siento pero no puedo. -Me aparto. Sigo temblando y dando hipidos-. Creía que podría. No sé en qué estaría pensando, supongo que en vengarme de usted y del mundo. No lo sé.

Estoy hecha una pena. Harry me mira con tanta preocupación y dulzura que creo que me va a estallar el corazón.

-Lo siento, Harry -le digo-. No puedo aceptar su dinero y tampoco puedo hacer esto.

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