capitulo 15

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El domingo me veo obligada a afrontar la realidad de mi vida: si no dedico unas cuantas horas a hacer la colada tendré que ir al trabajo desnuda.

-A Carl le gustaría -me dice Jamie cuando le explico por qué ese es mi plan del día.

-Prefiero no tener que comprobarlo. ¿Me acompañas?

Llevo un cesto con la ropa bajo el brazo y estoy apoyada contra el marco de la puerta de su dormitorio. Jamie contempla el revoltillo de ropa tirada por el suelo y dice en tono serio:

-Creo que está limpia.

Me estremezco.

-No sé cómo podemos ser buenas amigas.

-Por el Ying y en Yang.

-¿Tienes alguna audición la semana que viene?

-La verdad es que tengo dos.

-En ese caso vuelve a lavar todo esto. Luego te ayudaré a plancharlo y doblarlo. No puedes presentarse a una audición con un abrigo de piel de gato. -Lady Miau-Miau levanta la cabeza como si supiera que hablo de ella. Está ovillada encima de algo negro que me resulta familiar-. ¿Eso de ahí es mi vestido? -pregunto.

Jamie sonríe con aire culpable.

-Una de las audiciones es para Sexy Girl in Bar y tengo tres líneas de diálogo. Pensaba llevarlo a la tintorería.

-Vamos, Yang -respondo secamente-. A ver si las máquinas no están ocupadas.

La lavandería tiene una salida que da a la piscina, y cuando hemos dejado nuestra ropa cogemos un par de tumbonas. Mientras me instalo, Jamie sube corriendo al apartamento sin darme explicaciones. Al cabo de unos minutos regresa con una bolsa colgada del hombro y una botella de champán en la mano.

-¿Teníamos champán?

Hace un gesto de indiferencia.

-Ayer compré una botella en la tienda. -Levanta el hombro y mira dentro de la bolsa-: Y zumo de naranja.

Desata el alambre de seguridad, empuja el corcho con los pulgares, y al cabo de un momento me sobresalto por el sonido del corcho que sale despedido y da en el cartel metálico que prohíbe objetos de cristal en la piscina.

-Impresionante -le digo-. ¿Te has acordado de traer vasos?

-He pensado en todo -responde con orgullo y empieza a sacar el zumo, los vasos de cartón, una bolsa de patatas fritas, un tarro de salsa y un cuenco de plástico.

-Me encantan los domingos -comento mientras cojo la mimosa, el cóctel que Jamie me alarga y alzo el vaso para brindar.

-Por nosotras.

Nos estiramos en nuestras tumbonas y nos dedicamos a beber y a charlar de todo y de nada en concreto. Un cuarto de hora más tarde he acabado mi cóctel, Jamie se ha tomado tres, y hemos hecho un juramento de sangre para ir a Target esta misma tarde y comprar una cafetera que prepare café en lugar de agua sucia. Al parecer esa es toda la conversación que Jamie puede soportar, porque cierra los ojos, echa la cabeza hacia atrás y empieza a tomar el sol.

Sin embargo yo estoy intranquila.

Doy vueltas en la tumbona durante unos minutos, intentando ponerme cómoda, pero al final renuncio y subo a por mi portátil. Llevo unos días entretenida con una aplicación sencilla para iPhone, y paso por el simulador lo que llevo codificado por el momento antes de meterme en la parte divertida, pero solo dedico media hora a codificar, declarar objetos, sintetizar propiedades y crear varias subclases. Es un día demasiado perezoso incluso para un sencillo trabajo de programación. Además, el resplandor del sol me impide ver bien la pantalla. Apago el ordenador, subo a dejarlo en el apartamento y vuelvo con la cámara de fotos.

Desatame H.S. y TN (hot)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora