Desatame H.S. y TN (hot)

By BridenDaco

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______(tn) Fairchild es una joven diseñadora de software que lleva en su cuerpo las cicatrices de un oscuro p... More

Aviso importante.
capitulo 1
capitulo 2
capitulo 3
capitulo 4
capitulo 5
capitulo 6
capitulo 7
capitulo 8
capitulo 9
capitulo 10
capitulo 11
capitulo 12
capitulo 14
capitulo 15
capitulo 16
capitulo 17
capitulo 18
capitulo 19
capitulo 20
capitulo 21
capitulo 22
cap 23
capitulo 24
capitulo 25
capitulo 27
***Final***

capitulo 13

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By BridenDaco

El coche de Jamie está aparcado en su plaza cuando regreso al apartamento. Me alegro. Con un poco de suerte no tendrá nada previsto para el resto de la tarde. Es sábado y mientras volvía por las colinas he decidido que deberíamos organizar juntas un plan de amigas. Quizá podríamos empezar por un paseo por las colinas que rodean Studio City, después darnos una ducha, vestirnos y salir a cenar y a tomar unas copas a algún lugar de moda de Los Ángeles. Después de todo soy nueva en la ciudad. Los Ángeles y yo estamos todavía en nuestra fase de luna de miel.

No tengo pensado contarle los detalles del día, pero sé que tras unas copas de vino seguramente se lo confesaré todo. Lo cierto es que esa idea me alegra. He tenido mi tiempo para ponerme melancólica, pero en este momento lo que me apetece es cenar con mi mejor amiga y dejarle que me recuerde que, por muy mal que pueda estar, no soy el peor caso de este mundo. Jamie tiene un talento especial para eso. Poco importa lo liada que me encuentre, es la única que sabe deshacer los nudos. Ella y Ollie. Supongo que esa es la razón de que sean mis mejores amigos.

Rodeo el edificio y subo los peldaños de la escalera de dos en dos hasta el 3G.

La puerta no está cerrada con llave, así que abro y entro dando grandes zancadas.

-Maldita sea, Jamie, ¿por qué no pones directamente un cartel invitando a entrar a todos los cacos de esta ciudad...? ¡Oh!

Está en casa, desde luego, sentada en el sofá mientras el televisor emite un antiguo episodio de Jeopardy! Y sentado junto a ella se encuentra Harry Styles.

Al menos lo estaba cuando he entrado, porque ahora se ha levantado y viene hacia mí. Jamie cambia de postura y recoge los pies en el sofá para mirarme por encima del hombro de Harry.

«¡Dios, qué bueno está!», articula en silencio con los labios.

Sí, lo está.

Harry sigue llevando vaqueros, pero ha cambiado la chaqueta de sport y la camisa por una simple camiseta blanca que realza sus anchos hombros y sus brazos fuertes y bronceados. Imagino esos brazos sosteniendo una raqueta y después los imagino sosteniéndome a mí.

Carraspeo.

Harry esboza una sonrisa traviesa. A pesar de que sé que apenas pasa de los treinta, es la primera vez que lo veo con un aire tan juvenil, como el de cualquier chico que me cogía de la mano mientras caminábamos por el campus. Percibo su aroma cuando se acerca -una colonia almizclada-, aunque es posible que sea su propio olor. No estoy segura. De lo que sí estoy segura es de que no puedo hacer caso omiso de su presencia ni de las reacciones de mi cuerpo. Su olor obra en mí el mismo efecto que las feromonas.

-Pero si está aquí -digo como una tonta.

-Desde luego -contesta.

-Bueno.

Contemplo el apartamento con el que me he familiarizado durante los últimos días, pero en este momento se me antoja un territorio desconocido. Dejo mi bolsa en el suelo y me escabullo hacia la cocina. Gracias a la pared que la separa del salón podré disfrutar de un instante de intimidad para reponerme.

Sin embargo me sigue y se apoya en la nevera. Le doy la espalda y voy hasta el fregadero, pero noto sus ojos en mí mientras cojo un vaso del escurridor y lo lleno con agua del grifo.

-¿Cómo es que ha venido? -le pregunto en tono jovial antes de beberme el vaso entero.

Lo lleno otra vez y me vuelvo para mirarlo. Sus ojos se clavan en los míos y me dejan paralizada.

-Quería verla -contesta, pero por su expresión sé que lo que pretende decir es: «Quería ver si se encontraba bien».

Sonrío y comprendo que su discreción significa que no ha contado nada de lo ocurrido a Jamie.

-Estoy bien -respondo-. He ido de compras.

-Qué mujer no se sentiría bien después de eso.

Arqueo una ceja.

-No sabía que fuera aficionado a los estereotipos.

-Solo cuando encajan, señorita Fairchild. -Ríe por lo bajo.

-Ya... -Intento contener una sonrisa traviesa, pero no lo consigo.

Jamie entra y nos mira con expresión entre cómplice y lasciva. Lleva un pantalón corto de pijama y una camiseta manchada de pintura.

-Se me hace tarde y tengo que marcharme -anuncia-. Sed buenos -añade antes de dirigirse hacia la puerta.

-¡Jamie! Pero ¿qué demonios...? -protesto y le señalo su atuendo.

-Solo voy al piso de al lado -contesta.

-¿Con Douglas? -pregunto, alarmada.

No quiero que vuelva por allí, sobre todo si el motivo de ir a casa de don muescas en la cabecera de la cama es porque nuestro apartamento ha sido invadido por una sola persona.

-Solo vamos a charlar en plan amigos, te lo juro -me dice trazándose una cruz en el pecho, como si eso pudiera marcar la diferencia.

Dicho lo cual abre la puerta y desaparece antes de que pueda impedírselo. La maldición que suelto coincide con el portazo que da al salir.

-¿Douglas no nos cae bien? -pregunta Harry.

-Douglas no le conviene -respondo y lo miro a los ojos-.Dígame que es capaz de entender ese tipo de conceptos.

-Lo soy y también entiendo otro tipo dé conceptos análogos.

-¿Cómo cuáles?

-Como que es posible que el tal Douglas sea perfectamente conveniente, pero que a ella le dé miedo. O a usted.

-Es usted muy listo, señor Styles.

-Gracias.

-Pero eso no significa que lo sepa todo.

Su boca dibuja una ligera mueca que me causa un pequeño escalofrío de placer. He logrado dar en la diana de Harry Styles. ¿Cuánta gente puede presumir de lo mismo?

Sin embargo la chispa de humor de sus ojos ha desaparecido cuando me pregunta en un tono tan suave como el terciopelo:

-¿De qué tiene miedo, ______(tn)?

Noto un nudo en el estómago, así que me doy la vuelta, cojo un trapo y empiezo a secar un plato que ya está seco.

-No sé de qué está hablando -respondo con la vista clavada en una taza.

-Sí que lo sabe.

Se mueve igual que un gato y por eso no lo oigo acercarse. Sin embargo percibo que el aire se carga de electricidad antes incluso de que haya dicho una palabra. Antes incluso de que me apoye delicadamente la mano en el hombro.

-Salió huyendo -dice mientras me obliga a dar media vuelta y me acaricia la mejilla con la punta de los dedos-. ¿Acaso le doy miedo?

Dios, claro que sí y en más de un sentido. Y el menos importante no es el hecho de que me aterroriza precisamente porque me siento a salvo con él. No puedo bajar la guardia. Es precisamente en el momento en que esos muros se derrumban cuando te destrozan el corazón.

-¿______(tn)...?

Me mira con expresión entre preocupada y triste, y no puedo soportar la idea de ser responsable de esa tristeza.

-No -respondo.

Y a pesar de que no sea cierto tampoco es mentira.

-Entonces ¿por qué?

-Me sentí muy... violenta.

-¿De verdad?

Bajo la mirada. La atracción de Harry es tan fuerte que me cuesta pensar, y eso es zona peligrosa. Debo mantener la cabeza clara.

-Sí -insisto-. Le dije que no, pero logró excitarme tanto que no fui dueña de mis actos. Por eso cuando conseguí respirar salí corriendo.

-Bobadas.

Su tono denota decepción y creo que también cierto enfado.

Trago saliva.
Da un paso hacia mí y yo doy el correspondiente paso a un lado, a lo largo del mostrador de la cocina.

La cabeza clara. Necesito tener la cabeza clara.

Suspira, y percibo nítidamente su exasperación.

-No me gusta ver miedo en sus ojos -me dice.

-¿Piensa convertirse en mi caballero de brillante armadura?

-Creo que estoy un poco oxidado para eso -responde con una sonrisa irónica.

No puedo evitar corresponderle.

-En ese caso tendrá que hacer de caballero negro.

-Me enfrentaré a todos los dragones que usted quiera -me dice con una seriedad que no se corresponde con mi tono de broma-, pero no necesita un caballero. Usted es fuerte, ______(tn). Qué demonios, es excepcional.

Fuerzo una sonrisa de mi ______(tn) social.

-¿Esto es lo que les dice a las mujeres con las que sale?

-¿Salir? -La dureza asoma en su tono-. Le diré que he paseado con un montón de mujeres de esta ciudad y he follado con casi todas ellas, pero no he salido con ninguna.

-Oh...

No sé si me siento sorprendida, enfadada, triste o aliviada. La verdad es que debo acabar lo mío con Harry. Necesito protegerme a mí y a mis secretos. Pero significa que hay algo a lo que poner fin y temo haber estado en lo cierto todo el tiempo: no haber sido más que otra de sus conquistas; un polvo rápido antes de pasar al siguiente. Todas esas tonterías de Jamie acerca de que me quería a mí eran exactamente eso: tonterías.

Harry observa mi expresión, pero yo soy incapaz de leer la suya.

Me doy la vuelta, cojo un cuenco seco y empiezo a frotarlo con el trapo que todavía tengo en la mano.

-O sea que es eso, ¿no? Se acuesta con ellas y después las abandona.
-Eso es un poco duro. La palabra abandonar da a entender que ellas pretendían algo más. Sin embargo yo estoy convencido de que lo único que deseaban era que las fotografiaran de mi brazo y pasar un buen rato en la cama.

-¿Todas ellas? -pregunto sin volverme.

La conversación empieza adquirir tintes surrealistas.

-He estado con unas cuantas mujeres que deseaban algo más, pero he cortado con ellas y no me las he tirado.

-¿Quiere decir con eso que no le gustan las relaciones serias? -El cuenco está totalmente seco, pero sigo frotándolo.

-No con ellas.

-¿Por qué no?

Su mano se cierra sobre mi hombro, y noto ese calor que ya me resulta tan familiar.

-Porque ninguna era la mujer que yo buscaba -me dice al tiempo que me da la vuelta y no tengo más remedio que mirarlo.

Sus ojos son oscuros e intensos. Su voz es como una caricia. El corazón me late a mil por hora, y me cuesta respirar. Pienso en la forma en que me miró hace seis años, esa mirada que inspiró tantas fantasías, pero no se refiere a eso. Soy consciente de que no puede ser.

-Sin embargo, no hace mucho sí salió con alguien -le digo y me arrepiento en el acto de mis palabras porque veo como su rostro se ensombrece. El fuego convertido en hielo.

Por un momento tengo la impresión de que no va a contestar, pero al final hace un gesto afirmativo con la cabeza.

-Sí -confirma-, supongo que sí.

«¿Y era ella la mujer que buscaba?» La pregunta aparece con toda claridad en mi mente, pero no soy capaz de formularla en voz alta.

El silencio se prolonga, y me siento como una idiota por haber mencionado a esa mujer.

-Tengo entendido que murió -digo al fin-. Lo siento mucho.

La expresión de Harry es dura, y su mandíbula está tensa por el esfuerzo de contener una fuerte emoción.

-Fue una tragedia. -Su voz suena anormalmente seca.

Me limito a asentir, pero no sé por qué me ha dicho que no salía con nadie cuando está claro que esa mujer significaba algo importante para él. De todas maneras no pienso insistir. Si tengo en cuenta los secretos que oculto, no puedo reprocharle que haga lo mismo con los suyos.

Empiezo a estar cansada y me apetece estar sola. Deseo ir en busca de Jamie y bajar a la tienda de la esquina para comprar helado y galletas. Quiero hundirme en el sofá y llorar mientras veo películas antiguas.

Quiero quitarme de la cabeza a Harry Styles.

Pero sobre todo quiero olvidar cómo me hace sentir su contacto porque necesito abandonar cualquier fantasía acerca de él. Son demasiado crudas, demasiado reales. No obstante, a pesar de saberlo, la idea de apartarlo de mí me desgarra el corazón.

Saco a mi mejor ______(tn) social y sonrío alegremente al tiempo que dejo el trapo en el mostrador.

-Bueno, ha sido muy amable por su parte que viniera a verme y se interesara por mí, pero estoy bien. De verdad. En realidad tengo incluso un poco de prisa. No quisiera ser grosera, pero... -Dejo la frase sin terminar y miro intencionadamente la puerta.

-¿Tiene una cita para esta noche, señorita Fairchild?

-No.

La respuesta me sale sin pensar y lo lamento. Si la tuviera, si estuviera saliendo con alguien especial, tendría la excusa perfecta para deshacerme de Harry Styles.

-Entonces ¿adónde va?

-¿Cómo dice? -pregunto porque no es la respuesta educada que corresponde a la ocasión.

No obstante no he visto que Styles se ciñera a las normas socialmente aceptadas, así que no tiene por qué hacerlo ahora.

-Pregunto que si no tiene una cita, ¿adónde va?

No puedo confesarle mis nuevos planes de llorar en el sofá, así que vuelvo a la versión de mi primer itinerario.

-La verdad es que pensaba prepararme un batido e irme de excursión por Fryman Canyon Park.

-¿Usted sola?

-Bueno, podría llamar a la Guardia Real, pero creo que está ocupada.

-No tardará en oscurecer.

-No son ni las seis de la tarde, y el sol se pone a las ocho y media.

-Es posible que se oculte tras el horizonte a esa hora, pero en las colinas oscurece antes y muy deprisa.

-Solo pretendo hacer unas cuantas fotos del paisaje y de la puesta de sol. Luego volveré. Le prometo que no permitiré que me secuestre el hombre del saco.

-No se la llevará porque no se lo permitiré. Pienso acompañarla.

-No, gracias -respondo-. Aprecio su interés, pero no.

-En ese caso no se vaya y permítame que sea yo quien le traiga la puesta de sol.

No puedo discutir porque no sé de qué está hablando.

Sale de la cocina y regresa enseguida con un paquete envuelto en papel de embalar. Por su forma y dimensiones está claro que se trata de algo enmarcado.

-Me recuerda a usted.

-¿De veras? -Siento que me recorre un escalofrío de placer.

Deja el bulto encima de la mesa de la cocina.

-Tenía pensado dárselo antes, pero se marchó con tanta prisa que no tuve tiempo.

Sonrío, pero ese intento de arrancarme una explicación no va a funcionar.

-Puede que deba de estar agradecido -prosigue-. De este modo he tenido la oportunidad de ver dónde vive.

-Todavía no he podido dejar mi sello en esta casa. Los gustos de Jamie se inclinan más bien por el estilo Venta de Objetos Usados Contemporáneo.

-Y ¿los suyos?

-Yo soy mucho más refinada: prefiero el estilo Mercadillo Siglo Veinte.

-Una mujer que conoce sus preferencias. Eso me gusta.

A juzgar por su forma de mirarme se diría que le gusta mucho. Carraspeo y echo un vistazo al paquete. Soy consciente de que debería decirle que agradezco que haya pensado en mí y que no puedo aceptarlo, pero siento curiosidad por ver lo que contiene. Eso sin contar con que me halaga que me haya traído un regalo.

-¿Puedo?

-Desde luego.

Abandono la seguridad del mostrador y me aventuro hasta la mesa. Pongo una silla entre Harry y yo, pero aun así está demasiado cerca. Noto cómo su presencia carga el ambiente entre los dos. Tengo que esforzarme para que mis manos no tiemblen cuando deslizo un dedo bajo la cinta adhesiva y empiezo a retirar el envoltorio.

Lo primero que veo es el marco, y enseguida me doy cuenta de que no se trata de uno cualquiera. Es sencillo, pero está finamente trabajado. Sin embargo, lo que realmente me deja sin respiración es el cuadro, una puesta de sol impresionista que transmite un gran realismo y a la vez una poderosa ensoñación, como si el artista hubiera contemplado el horizonte a través de la lente de un sueño.

-Es impresionante -digo fascinada.

Me vuelvo para mirarlo y veo la satisfacción dibujada en su rostro. Tengo la sensación de que ha estado observando mi reacción en silencio e incluso con cierto nerviosismo. La idea de que Styles pueda estar preocupado por lo que yo piense de su regalo me complace.

-Evelyn mencionó que a usted le gustaban las puestas de sol.

Ese comentario, dicho con tanta naturalidad, me provoca otro cosquilleo de placer.

-Gracias -le digo, aunque las palabras no bastan para expresar la profundidad de mis sentimientos.

Veo en el cuadro algo que me resulta familiar y tardo un momento en darme cuenta de que el marco hace juego con los otros cuadros que Harry tiene colgados en el vestíbulo de sus oficinas. Recuerdo la colección de lienzos y que entre ellos había dos puestas de sol especialmente notables.

-¿Es de sus oficinas?

-Lo era. Ahora ha encontrado un nuevo hogar con una mujer que sabe apreciar la belleza.

-¿Usted no la aprecia?

-Desde luego, pero opino que la belleza debe compartirse.

Doy la vuelta al cuadro para apoyarlo bien contra la pared y al hacerlo veo la desgastada etiqueta del marco.

-¡Un Monet! Será una copia, supongo.

-Es el original. De lo contrario tendré una palabras muy poco amables con los de Sotheby's.

-Pero...

-Es una puesta de sol -me dice con firmeza, como si eso fuera a acallar mis protestas-, y me hace pensar en usted.

-Harry...

-Y desde luego este regalo es mucho menos valioso que el que usted me dejó en la limusina. -Sus ojos centellean, y sonríe como un diablillo.

Noto un cálido placer entre los muslos.

-¡Oh...! -exclamo.

Mete la mano en el bolsillo y saca un trozo de satén blanco. Lentamente y sin dejar de mirarme, estira las bragas hasta ponerlas a la altura de su nariz y aspira profundamente. Veo que sus ojos se llenan de lujuria y noto la correspondiente reacción entre mis piernas. Tengo que agarrarme al respaldo de la silla para mantener el equilibrio.

-Hicieron que el trayecto desde el restaurante hasta mi casa fuera mucho más agradable.

Su voz me envuelve y deseo dejarme arrastrar por ella, pero lo único que puedo hacer es negar con la cabeza.

-Por favor -suplico-, por favor no empiece otra vez.

Por un momento creo que va a discutir, pero entonces vuelve a guardarse las bragas en el bolsillo. Me pregunto si algún día me las devolverá y espero que no lo haga.

Nuestras miradas se encuentran y durante un instante es como si el aire hubiera desaparecido de la estancia. Entonces se acerca a mí y, de repente, puedo respirar cuando la realidad me envuelve de nuevo.

-Harry, no -digo al tiempo que levanto la mano para que no siga avanzando.

-Le aseguro, señorita Fairchild, que he recibido con total claridad los mensajes que me ha lanzado tanto en mi apartamento como aquí.

Su expresión es tensa, pero detecto picardía en sus ojos y me relajo un poco.

-Bien, mejor así -respiro hondo-, pero la verdad es que tiene aspecto de...

-¿De qué?

-De lobo feroz.

-Y ¿eso la convierte en Caperucita Roja? Es posible que desee devorarla, señorita Fairchild, pero le garantizo que soy capaz de controlar mis impulsos. Al menos la mayoría de las veces.

-Claro. Lo siento, pero es que hace que me sienta...

-¿Qué?

-Nerviosa -reconozco.

-¿En serio? Interesante.

La idea parece complacerle, pero yo pongo mala cara porque me siento vulnerable.

-Gracias por el cuadro, Harry. Es precioso.

-Pero va a añadir que no puede aceptar un regalo tan caro, ¿no?

-Al contrario, me encanta. -Y también me encanta que él desee que lo tenga-. No tengo inconveniente en quedármelo si es lo que usted quiere realmente. Bueno, a pesar de... En fin, ya sabe...

Dejo la frase a medias, y él se ríe.

-Me alegro. Ya que tiene la costumbre de negarse aquellas cosas que más le gustan temía que me dijera que no.

Ha dado en la diana.

-Lo que iba a decir en realidad es que la buena educación me exige que le ofrezca una copa. -Sonrío dulcemente-. Pero no voy a ofrecérsela porque confío en que se marchará.

-¿Porque la pongo nerviosa?

-Más o menos -confieso.

-Entiendo.

Al parecer no lo entiende porque sigue en mi apartamento.

-¿Y bien? -pregunto.

-¿Y bien qué?

Dejo escapar un suspiro.

-Me refiero a si va a marcharse o no.

Sus ojos se abren por la sorpresa.

-Lo siento, no me he dado cuenta de que realmente quiere que me vaya. Pensaba que hablaba metafóricamente.

Es mi turno de reír y cuando lo hago me doy cuenta de que el nerviosismo ha desaparecido.

-Voy a tomarme una copa. Como es natural, mi bourbon no estará a la altura de su exquisito paladar, pero si le apetece...

-¿Significa eso que puedo quedarme? -pregunta con aire muy ufano y satisfecho. Y condenadamente sexy.

-Supongo que no hay más remedio. Solo tenemos dos vasos de whisky, y si se lleva su copa, Jamie se pondrá hecha una furia.

-No me gustaría interferir en el delicado funcionamiento de las relaciones de dos compañeras de piso. Acepto su invitación.

-¿Solo o con hielo?

-Me va bien como lo tome usted.

Voy a buscar la botella al salón y vuelvo a la cocina.

-Es un resto -le digo antes de entregarle un vaso donde quedan un par de cubitos y un poco de bourbon-. Me gusta frío, pero si uno se entretiene demasiado el hielo se derrite y acaba aguando el licor.

-En ese caso tendremos que beberlo deprisa.

Levanta la copa y la apura de un trago.

-Lo siento, pero yo prefiero beber el mío despacio.

-Qué lástima. Resulta entretenida cuando está borracha -dice mientras mete la mano en el bolsillo.

-De eso nada, ni se le ocurra.

Me sonríe, y se produce un agradable momento: Harry Styles y yo, solos los dos bromeando en la cocina. ¿Quién lo habría dicho?

Se sirve otra copa y me dice:

-Tenía otra razón para venir esta tarde. Deseaba asegurarme de que se encontraba bien y entregarle el cuadro, pero también había algo más. Quiero hacerle una proposición.

Sopeso el significado de sus palabras mientras intento analizar mis sentimientos. Una proposición. Eso puede significar muchas cosas. Algo relacionado con C-Squared, conmigo o conmigo y con Harry.

Titubeo. El mejor camino -el más seguro- es darle las gracias por el regalo y decirle que no deseo saber nada más. Sin embargo...

Sin embargo lo deseo. Me consta que estoy jugando con fuego, pero la triste verdad es que una parte de mí quiere quemarse.

-Le escucho -respondo y apuro mi bourbon.

No estoy segura de qué pretendo demostrarle, pero lo miro a los ojos con satisfacción.

-¿Otro? -pregunta secamente.

-Sí, por qué no.

Me llena el vaso y se acerca para entregármelo. No me muevo y noto su calor. Podría alargar la mano allí mismo, acariciarle el pecho y ver cómo mi piel se cuartea y se abrasa bajo el fuego de Harry Styles. No lo hago, pero debo coger el vaso con fuerza para reprimir el impulso.

-He buscado por todo Los Ángeles y en Orange County, he examinado las colecciones de las galerías de arte que hay en internet, pero no he encontrado lo que busco.

-¿Se refiere para su nueva casa? ¿Estamos hablando del cuadro que desea colgar en la mansión que se está construyendo?

Es lo último en que yo habría pensado.

-En efecto. Por fin tengo claro lo que quiero, pero resulta que no existe, al menos por ahora.

Me mira con tanta intensidad que empiezo a ponerme nerviosa.

-No sé si le entiendo.

-Como le he dicho, tengo una proposición que hacerle.

-Bueno, pero sigo sin entenderlo.

-Quiero un retrato, un retrato de usted desnuda.

Abro la boca pero no logro que me salgan las palabras.

-El cuadro ofrecerá una vista desde atrás. Usted estará al pie de la cama, mirando por una ventana que da al mar. Los visillos flotan al viento a su alrededor y le acarician la piel. Se encuentra ligeramente de costado, de modo que se le ve el perfil del pecho y casi el pezón, pero tiene el rostro vuelto hacia el otro lado. Su identidad es un secreto que solo yo conozco, y usted, desde luego.

Sus palabras caen sobre mí igual que las olas y me arrastran con la fuerza de la marea. Noto su presión entre mis muslos y también la inconfundible humedad. Lo deseo, deseo exhibirme, y no solo para el placer de Harry, sino para que todo el mundo me vea. Anónima y a la vez conocida. No es lo que se supone que debe desear una chica como yo. Resulta alocado y lujurioso, y aunque me consta que Harry diría que se trata de arte y que es bello, no se puede negar que también tiene su lado morboso. La linda princesa a la vista de todos.

Salvo que esa no es la mujer que soy. Y desde luego tampoco lo que soy.

Harry me mira con la misma intensidad que vi en él durante la reunión.

-Bien, al menos no ha descartado la idea de antemano. Escuche ______(tn), quiero ese cuadro. Ya estoy viendo cómo quedará en mi pared.

Evito mirarlo a los ojos, pero hago dibujos con la yema del dedo en el mostrador.

-Cree que sabe lo que va a conseguir, pero se equivoca.

Se produce un breve silencio, y alzo la mirada. Sus ojos me devoran lentamente de arriba abajo.

-¿Ah, sí?

Contengo el aliento cuando se acerca un poco más, alarga la mano y me acaricia levemente la mejilla. Su gesto me da a entender que ya soy una obra de arte, frágil, hermosa y perfecta.

La idea me hace dar un respingo, y me aparto.

-No. Ni hablar. -Consigo mostrar una sonrisa irónica-. Quizá lo mejor sería encontrarle un bonito póster, algo tipo la gatita de Hang in there, baby. Eso sí que sería encantador.

Mi pobre intento de bromear lo deja indiferente.

-Establezca su precio, señorita Fairchild. Dígame lo que desea.

-¿Qué deseo?

Deseo ser como él, fuerte, segura de mí misma y capaz. Sin embargo no estoy preparada para confesarle tanto de mí misma, de modo que le contesto con una frase hecha:

-Quiero una familia, una brillante trayectoria profesional. -Y en homenaje a mis años de entrenamiento en las pasarelas y desfiles añado mi pièce de résistance-: Y también quiero la paz en el mundo.

Sus ojos parecen clavarse a fuego en mí y ver más allá de mis tonterías.

Entonces me coge por la cintura con ambas manos y me atrae rudamente hacia él. Echo la cabeza hacia atrás para mirarlo a los ojos, y lo que veo me hace estremecer, me hace desear más. Noto latir la carne entre mis muslos y recuerdo el tacto de su mano allí, sus dedos dentro de mí. Mis músculos se tensan de anhelo.

Lo que veo arde cada vez más, y temo que no seré capaz de darme la vuelta. Es más, temo que no querré hacerlo.

Mantengo el rostro inexpresivo creyendo que así no le revelo nada.

-Puedo darle exactamente lo que desea, ______(tn) -me dice en un tono tan dulce que empiezo a creer que he vencido.

Es posible que Harry sea capaz de ver lo que nadie más ve. Es posible que vea más allá de mi máscara.

Esa idea me aterroriza y excita al mismo tiempo. Meneo la cabeza lentamente y consigo mostrar una sonrisa insolente.

-¿Organizará la paz mundial esta tarde o lo dejará para final de mes?

-Le pagaré por posar para el cuadro -dice como si no me hubiera oído-. Le pagaré, pagaré al artista y pagaré el estudio donde lo pintará. Usted es una mujer de negocios, ______(tn). ¿No es eso lo que en definitiva desea, tener su propio negocio?

Lo miro, boquiabierta y demasiado sorprendida para responder. ¿Cómo sabe todo eso? ¿Con quién demonios ha hablado de mí?

-Lo que le ofrezco es la oportunidad de dar un empujón a su carrera.

Niego con la cabeza y hago caso omiso del nudo que noto en mi interior y del hecho de que me siento excitada por su propuesta.

-Soy una mujer de negocios, no una modelo.

-Usted es mi modelo, y todo el mundo tiene un precio.

-Yo no.

-¿No? -Se acerca un poco más, retador y seguro de sí-. Un millón de dólares, señorita Fairchild. Usted se lo lleva en efectivo, y yo me la llevo a usted.

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