Rojo Amanecer ©

By LillyHaggard

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Cuando un corazón se lastima una vez, ¿puede volver a amar? Angie es una mujer fuerte, ha sobrevivido a la m... More

Nota
Prefacio
Primera Parte
1. La firma de autógrafos
2. La entrevista
3. Bloody Sunrise
4. Cuatro puntos
5. Luz mortecina
6. Libros y alebrijes
7. El concierto
8. La caverna
9. Juegos de borrachos
10. Corazones embriagados
11. Amanecer
12. Hasta pronto
13. Decisiones
14. Acapulco
15. Emociones en imágenes
16. Nada como tú
Segunda Parte
18. A través de la oscuridad
19. Por favor, perdóname
20. Tercera oportunidad
21. Emily
22. Sin dejar rastro
23. Hora de despertar
24. Sueños frágiles
25. Sólo una explicación
26. Un nuevo amanecer
Epílogo
Mis otras novelas
Alas de Cuervo, disponible en Amazon

17. Un simple error

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By LillyHaggard

Canción: Anathema - A Simple Mistake


I

La noche se estaba terminando para ellos y Brad aún no volvía. Angie miró su reloj una vez más, ya era bastante tarde y al día siguiente aún se tenía que levantar temprano para asistir a la clausura y luego acudir al salón señalado donde se les entregarían las constancias. Preguntó nuevamente a los amigos de Cesar si había visto el lugar por donde se fue pero nadie sabía.

—¿Por qué no te vas a dormir? —Había sugerido Cesar—. Cuando vuelva yo le diré que te has ido.

Pero Angie no veía esa opción como una buena idea. Pensó en que quizás él se había encontrado con algún fanático y éste le estaba quitando el tiempo así que caminó al rededor de la pista por última vez. Fue un momento de suerte, vio a Brad junto con un grupo de mujeres muy bonitas y muy risueñas, él bebía con ellas y también se le notaba feliz. No le estaban quitando el tiempo, él estaba allí porque quería. ¿La había abandonado? ¿Así nada más? Si ella desaparecía como él lo había hecho ¿se enojaría con ella? Y además ¿Por qué tendría que enojarse? No era como que él y Angie tenían una relación.

Caminaba por inercia hacia donde él se encontraba pero prefirió quedarse a buena distancia para que él la viera; sin embargo, no la veía. Brad se encontraba tan atento a esas otras chicas que ella ya no resultaba atractiva. Se acercó aún más.

☀︎☁︎

BRAD VIO A ANGIE caminando hacia él, miró su reloj y se percató de que había pasado mucho tiempo tonteando con esas chicas. Seguramente estará enojada, pensó. Le hizo una seña de "espera" para que no se preocupara, así él se comenzó a despedir de sus seguidoras disculpándose por no poder quedarse más tiempo, luego se acercó a Angie.

—Discúlpame, no había visto que era tan tarde —Le dijo él—. A veces mis seguidores me hacen perder noción del tiempo.

—No te preocupes —expresó ella sin demostrar lo que en realidad sentía—. Sólo quería decirte que yo aún me debo levantar mañana temprano así que ya me voy, pero si tú quieres puedes quedarte más tiempo con ellas.

—No, ya me despedí. Si te vas, me voy contigo. ¿A qué me quedaría?

Angie regresó a la mesa de Cesar y se despidió de él y de los otros chicos. Cesar le recordó a Angie que le debía pasar su número de teléfono así que ella lo hizo y se despidieron con un "te veo mañana", y eso no le gustó a Brad aunque prefirió no comentarlo.

Ambos caminaron hacia el lugar donde habían estacionado el coche rentado. La noche estaba fresca en esa ocasión, se sentía un delicioso viento provenir del mar y que lograba apaciguar un poco el clima tan cálido. Las calles estaban bien iluminadas y a pesar de la hora la gente continuaba paseando como si fueran las tres de la tarde, incluso había niños caminando con sus padres de espíritu joven.

El tráfico también era igual, quizá incluso había aumentado. Como el ambiente en el coche estaba tenso decidió buscar una emisora de radio. Encontró una donde se reproducía jazz y allí le dejó.

—Creo que no deberías estar conduciendo tú —dijo Angie.

—¿Por qué no?

—¿No bebiste mucho?

—Hem, un poco. Pero no me siento ebrio ¿O lo parezco?

—Creo que no. Lo malo es que los polis siempre están al acecho.

—Oh, tienes razón. ¿Quieres conducir tú?

Ella se encogió de hombros.

—Hum, no sé conducir.

Brad rió a carcajadas contagiándola. Sin embargo, a pesar del momento alegre ninguno se dirigió alguna mirada. Ella prefirió observar la vista que tenía de la playa desde la carretera y él no apartó su mirada del camino.

La feria aún continuaba y en esta ocasión había más gente, se amontonaban cerca de la entrada que llevaba al garaje del hotel impidiendo el paso. Un empleado debió salir para quitar a la gente que estorbaba y permitirle a él estacionar el automóvil hasta un espacio libre, eso le llevó a pensar que quizá había cosas aún más interesantes en los puestos. La curiosidad era terca.

Angie no parecía interesada en regresar a verlos así que él lo sugirió. Su respuesta fue:

—Hum, bien. Si quieres podemos ir. Solo que no nos demoremos mucho, ¿está bien?

—No hay problema —dijo él y la tomó de la mano para caminar hacia los puestos.

No había muchas cosas diferentes, lo único nuevo eran los puestos con juegos de puntería. Brad se interesó en uno que tenía globos al fondo, le preguntó a Angie las reglas del juego y ella le explicó que le darían tres pesados dardos para tronar tres globos, solamente así obtendría el premio, el cual podía escoger de entre tantas chucherías que tenía el puesto.

—Muy bien —comentó Brad—, ¿cuánto cuesta?

—Veinticinco pesos —contestó el vendedor.

Brad le tendió un billete de cincuenta pesos y éste le regresó su cambio junto con los dardos. Parecía fácil, la tabla estaba llena de globos y daba la sensación de que tronarías tres a la primera; sin embargo, nunca nada era así de sencillo. Calculó su primer lanzamiento y... globo reventado, los restos del globo rosa salieron volando después del característico sonido al estallar. Segundo dardo y ¡segundo globo reventado! Esta vez había sido un globo rojo y los restos no salieron volando, se quedaron allí como si fuera sangre escurriendo de una herida que había hecho la filosa punta del dardo en el muro. Su suerte terminó con el tercer lanzamiento, el dardo cayó entre un globo amarillo y otro verde, ambos globos se agitaron como burlándose de él. No podía dejarlo así, ahora era algo personal. Tomó otros veinticinco pesos y pidió una nueva ronda. Esta vez ganó, rompió los tres globos, aunque uno casi se había salvado, estalló segundos después de que el dardo se enterrara en la madera, tardó tanto en reventar que Brad ya se estaba preguntando si tenía otros veinticinco pesos en la cartera. Angie eligió una bonita estrella roja con ojos y boquita sonriente, era esponjada y muy suave. Después de recorrer por unos pocos minutos más los puestos decidieron que de verdad no podían con el cansancio y regresaron a la habitación.

—Brad —Lo llamó Angie mientras él anudaba su cabello—, había olvidado que compré algo para ti.

—¿Qué es?

En lugar de contestar Angie le entregó una bolsa negra de plástico. Observó la púa con mucho detalle. Era preciosa.

—Oh, Angie. Está genial.

Brad sonrió satisfecho con ese obsequio. Se lo colocó sin pensarlo más.

—Me alegra que te guste —dijo ella sonriente—, tenía dudas...

—Me encanta, Angie, es para lucirlo en los conciertos. De verdad, gracias.

—Por nada. Aunque ahora vas a tener dos colgantes.

—No es molestia.

—Debe ser importante para ti ese anillo. —Se refería ella al collar que llevaba él—. En todas las fotografías y videos que he visto lo llevas puesto.

—Nunca me lo he quitado. Creo que sí, es muy importante.

—Es bonito.

Angie no pudo evitar la curiosidad de mirarlo de cerca, lo tomó entre sus dedos pulgar e índice. Era un delgado aro con un bonito diseño torcido, dentro estaba una pequeña parte lisa donde se tenía grabado el nombre de Emily. Angie no supo qué más decir ni qué más pensar así que se mantuvo en silencio. Él la atrajo hacia sí logrando sentarla en las piernas a horcajadas, Angie no protestó y aceptó lo que Brad le dio a continuación: besos y caricias.

II

Brad despertó temprano, no había sucedido desde que ella durmiera con él, pero en esta ocasión despertó casi hora y media antes de que sonara el despertador de Angie. Observó el perfil su desnudo y siguió con la mirada la curva de su cintura. Su piel en la oscuridad y bañada por la tenue luz de afuera se notaba como pálida, le daba la espalda así que no podía ver su rostro.

Su estancia en Acapulco se había pasado tan rápido que Brad simplemente no sabía cómo tomarlo, ese día el concurso de fotografía recibiría la premiación y luego les darían las constancias por haber asistido al evento. Después tenían que regresar.

¿Y después?

¿Volverían a verse?

¿Podría llamarle él por teléfono? ¿Tendría el tiempo para eso?

¿Le será fácil a él regresar a México?

¿Será posible para ella salir de México?

¿Qué era lo que Brad deseaba específicamente? No era como que podía llevar una relación con ella, estaba tan ocupado todo el tiempo que no podría brindarle a Angie la atención que requería. Cuando estaba de gira significaba viajar, viajar y viajar. Así también significaba dormir muy poco o nada y desfases horarios. Resumido significaba agotamiento. Tan sólo estar de pie por dos horas era algo sumamente cansado, añadiendo a eso los "movimientos bruscos" que el médico le había prohibido hacer debido al golpe en la cabeza... Pero bien, ¿de qué se estaba quejando? Adoraba su vida a pesar de todo. Y quería a Angie. Nunca había encontrado a alguien que lo llenara tanto como ella, no le dejaba huecos de insatisfacción. No le exigía nada, ni dinero, él no tenía un símbolo de dinero en la cara para ella.

Para poder dejarla ¿debía ser frío con ella?

No podía hacer eso, no deseaba hacerle daño sino todo lo contrario. Quería tenerla en sus brazos, quería brindarle cariño... Necesitaba brindar todos esos sentimientos que no había podido brindar desde que... desde Emily. Debía superar la ausencia de Emily. Tal vez Angie podía ser esa mujer indicada.

Hum, suspiró Brad. ¿Por qué Angie le recordaba tanto a Emily? ¿Por los ojos color miel? No, era algo mucho más allá de solamente eso. Al principio tal vez había sido el color de ojos lo que llamó la atención de Brad, ahora había algo más, mucho más.

Brad estiró un brazo y acarició con suavidad la piel de Angie, luego la cobijó.

—Diablos, Angie —susurró Brad, consciente de que ella estaba profundamente dormida—. Creo que estoy enamorado de ti.

III

Angie se sintió rodeada por los brazos de Brad. Se sentía tan cansada y tan soñolienta que pensó que era muy temprano todavía. Se quejó porque él la estaba despertando antes de que el teléfono sonara avisando que ya era hora.

—Es muy temprano, Brad. Déjame dormir.

Él sonrió esparciendo la calidez de su aliento por toda su nuca. La besó una y otra vez, luego susurró:

—Hace varios minutos que tu teléfono dejó de sonar. El pobre sonó como tres veces y ni le hiciste caso.

Eso la despabiló un poco.

—¿En serio?

Significaba que ya era muy tarde. Se quejó con un gruñido, pero no se levantó.

—¿Es muy importante esa última conferencia, Angie?

—Es la clausura y la entrega de premios al ganador del concurso.

—Puede ser que hayas ganado.

—Lo dudo. Participaron muchos profesionales y mi fotografía no era mejor a esas que ellos entregaron.

—No he visto esa que tú entregaste, pero puedo estar seguro de que es buena. Ya he visto tu trabajo y me gusta.

—Mmm, gracias.

—¿Por qué no te duermes más tiempo y vamos después por las constancias?

—Es que le prometí a Cesar que nos veríamos en esa conferencia...

¿Cesar? ¿Otra vez ese tal Cesar?

—¿Por qué? —inquirió Brad, un tanto molesto.

—Ah, es que...

Angie ahora se sentía incómoda, él había demostrado que no quería volver a saber de Cesar. Angie había prometido a su amigo que se verían una vez más. Después de todo eran amigos y tenía muchísimo tiempo que no se juntaban. Pero si a Brad no le gustaba la idea...

—¿Te cae mal Cesar?

—No es eso, sólo quería pasar este último día contigo. Pero está bien, de verdad. No me molesta que vayamos con él o con sus amigos.

La mentira de Brad fue tan verosímil que ella le creyó.

—Entonces, ¿le digo que podemos verlo hoy?

—Claro.

Acto seguido ella se levantó apresurada, ya era tarde y no alcanzaría definitivamente el comienzo de la conferencia. Brad no tenía ahora tantos ánimos para tocar su guitarra, después de arreglarse prefirió salir al balcón para fumar. Su cajetilla estaba aún sellada así que la rompió y entró a depositar la basura en el cesto cercano a la ventana y vio a Angie sentada en la cama, enviaba un mensaje con su teléfono, tal vez al tal Cesar. No le dio interés y volvió al balcón.

Ya muchas veces había fotografiado la vista desde ese balcón, pero nada podía retratar a la perfección la excelente imagen que sus ojos enviaban a su memoria. El clima cálido estaba contrastando con el viento fresco que enviaba brisa con olor a sal, lograba moverle la ropa y el cabello.

El humo de sus cigarros mentolados se dirigía hacia la habitación así que cerró las cortinas y volvió para seguir maravillándose de la vista frente a él. Todo era azul cristalino, blanco y amarillo hasta donde alcanzaba a ver. El sol brillaba en el mar y casi segaba por la intensidad de su luminosidad. Sin embargo, aquello resultaba relajante. De vez en cuando algunas aves volaban sobre el agua o cerca de la playa formando varias V. Los techos de las palapas se veían como una masa grande de color café que se extendía a lo largo de la playa. Entre las olas la gente disfrutaba de un buen chapuzón así como los salvavidas y los demás que practicaban surf aprovechaban las grandes olas en ese momento.

Él deseaba rentar una tabla y practicar surf también. Si Matt estuviera allí seguramente en ese momento estarían entre las olas disfrutando del mar, y no esperando a reunirse con un locutor de radio desconocido para él.

Angie le llamó diciendo que ya estaba lista y entonces él restregó lo que quedaba del cigarro en la tierra de una macetita, para apagarlo, y lo depositó en el cesto de basura. Tomó a Angie de la mano y bajaron juntos a la sala donde se celebraría la entrega de premios.

IV

La clausura terminó y Cesar aún no se había presentado, Angie no recibió ningún premio ni nada qué festejar así que ambos se dirigieron hacia el salón donde les entregarían sus constancias. Ahí estaban los archivos ordenados por la primera letra del apellido, el de Brad estaría en la C mientras el de Angie en la Z, hasta el otro extremo. Brad le pidió que lo esperara mientras le entregaban el suyo, ya que podía ser que la edecán no supiera hablar ingles.

—¿Cuál es tu nombre completo? —preguntó la señorita en español a Brad, él le dijo.

La señorita encontró la hoja con la constancia de Brad y la colocó en una carpeta azul con el logotipo de la institución que llevaba esas conferencias. Luego le entregó su constancia a él.

Después de recibirlo se dirigieron al fondo para ir por el de Angie.

—Angélica María Zamora Pensamiento —Dio Angie su nombre completo.

—¿Pensamiento? —inquirió la señorita que le entregaría su constancia.

—Sí.

—Angélica María —susurró Brad a su lado—, ¡qué bonito nombre!

—Gracias —contestó tímida. A ella no le gustaba su nombre, casi nunca lo daba completo. Por el contrario, su madre siempre se quejaba de "Angie", porque ese no era su nombre.

—¿Me repites tu otro apellido? —volvió a susurrar Brad.

—Pensamiento. Hay una flor que se llama así, no sé como se dice en inglés.

—¿Cómo se escribe?

Después de que la señorita le entregara a Angie su constancia Brad buscó la palabra en su teléfono aprovechando que tenía internet. La palabra para esa planta en inglés era "pansy".

—Pansy —repitió ella—. Suena gracioso, como "panza".

—¿Qué es panza?

—Panza, estómago. O un guiso mexicano, la pancita, es el estómago preparado de una res.

—¿El estómago? —Brad hizo una mueca de desagrado.

—Sí, y lo mismo digo. A mí no me gusta. Aunque es uno de los platillos mexicanos más exquisitos.

Cesar no llamó así que ellos decidieron ir a cambiarse de ropa a la habitación para ir a nadar un poco en la playa. Si Cesar quería verse con ellos debía ser allí.

Hasta ese momento la suerte seguía de su lado, Brad esperaba que el amigo de Angie no llamara y permitiera que ambos tuvieran una tarde feliz, ya que el autobús salía a las nueve de la noche. Pero si su vuelo salía el sábado entonces podrían todavía dar algún paseo el viernes por la tarde, todo dependía de cómo se dieran las cosas o de si estaban muy cansados por el viaje.

Pero entonces, cuando estaba sintiendo la alegría de tener tanta suerte, de pronto se terminó al sonar el teléfono de Angie. Su estado de animo decayó al escucharla mencionar el nombre de Cesar. No podía comprender lo que ella decía, pero intuía que estaban quedando en un acuerdo.

Maldición.

De pronto sintió la gran necesidad de decirle que cambiaba de opinión. Aunque no sabía cómo hacerlo. Pensó que si le decía probablemente ella se sentiría mal.

La miró mientras ella reía por algo que su amigo le comentaba.

Entonces se percató de lo que sucedía. Había algo entre ambos... ¡Claro! ¿Cómo no lo vio? Estaba preocupado pensando en cómo pasar más tiempo con ella que no se dio cuenta de que quizá no le correspondía de igual manera. ¿Por qué habría de corresponderle? Después de todo Angie sólo estaba pasando unas divertidas vacaciones con su cantante favorito, ¿no? Ella había sido clara, le había dicho que era seguidora. ¡Qué estúpido había sido! Y se burlaba de su amigo Jari diciéndole que era un bastardo romántico y tonto, ¿quién era el tonto romántico ahora? Imaginándose cosas que no eran.

Ciertamente ella no había expresado lo que sentía por él. Además, antes de siquiera pensar en pasar la noche juntos ella le fue específica. Dijo que no estaba preparada para otra relación formal y que había rechazado varias propuestas debido a eso. No se aventuraría entonces a llevar algo con él.

En realidad no había ocurrido algo interesante. Sólo compartieron un momento que ya había llegado a su fin.

—Brad —Lo llamó ella.

Brad entró a la habitación dejando las cortinas del balcón abiertas. Ella sonrió para él. Brad no tenía ganas de sentirse feliz.

—Cesar me ha dicho que consiguió un restaurante que tiene mesas en las palapas. ¿Quieres ir?

Ya había acordado con Cesar, ¿no? ¿Para qué preguntar si quería ir?

—Claro, vamos —aceptó Brad. Ahora parecía renuente.

—¿Pasa algo? Te noto extraño.

—No pasa nada, Angie. Vamos.

—Lo vemos rápido y luego vamos a nadar, ¿está bien eso?

—Angie no tienes qué pedir mi opinión. No es necesario.

Las palabras de Brad la desconcertaron. ¿A qué se refería con eso? ¿No debía pedirle su opinión? ¿Entonces? Él estaba molesto pero no lo quería admitir. Angie no quería que esa sensación de incomodidad permaneciera en el ambiente. Muchas veces había peleado con Rafael, tantas como para saber con exactitud cuando un hombre se sentía incómodo con otros que eran únicamente los conocidos de Angie. Pero le había prometido a Cesar una cosa y ella siempre cumplía sus promesas, ante todo se tenía en el concepto de mujer responsable. No podía fallarle a Cesar, además sería sólo un momento pequeño, nada más.

—¿Entonces vamos?

—Ya había dicho que sí, Angie. Ah, por cierto. ¿Llevas tu loción protectora?

—Sí, la llevo. Pero esta vez voy a dejar mis cámaras y parte de mi dinero, para así dejarle a Cesar mi bolsa...

—¿Entonces se va a quedar más tiempo?

—Él está con sus amigos, también fueron a nadar. Nosotros podemos estar por ahí sin necesidad de acompañarlos. Es solamente para darle un...

—Angie, está bien. No hay necesidad de explicaciones.

—Pero noto que estás enojado. Necesito explicarte para que...

—Angie —interrumpió otra vez, agitaba sus manos para dar más énfasis.

—¿Por qué me interrumpes? Me molesta que no me permitas hablar. Si no quieres ir con Cesar entonces dímelo, cancelo con él y vamos a otro lugar. Solamente tienes que hablar conmigo.

—Angie, no eres mi novia como para que me estés diciendo esas cosas y usando un tonito conciliador.

Esas palabras la tomaron aún más por sorpresa, no lo esperaba y ahora no sabía qué decirle. ¿A qué venía eso? Ella ya sabía que no eran novios y no llevaban nada formal... Pero entonces, ¿por qué le había dolido tanto que le dijera eso? Sintió escozor en los ojos y prefirió entonces darle la espalda.

—Ah, bien —dijo ella. Y luego no pudo decir nada más.

Angie se había prometido que jamás iba a volver a llorar frente a un hombre así que se serenó. Una vez que sus sentimientos se controlaron un poco continuó hablando.

—Perdóname, Brad. Tienes razón. No soy nada para ti y ya te estoy haciendo rabietas como si fuera tu novia. Por un momento me sentí en el papel. Le mandaré un mensaje a Cesar para decirle que no iremos, que se presentó un problema.

Brad se mantuvo en silencio mientras veía como ella mandaba el mensaje a su amigo. Se sentía tan mal por lo que le había dicho que ahora no sabía como remediarlo. No había sido su intención herirla. Y por la manera en cómo ella había estado a punto de llorar se percató de que realmente le había hecho daño.

—No, Angie. No canceles con él —dijo; sin embargo, fue demasiado tarde, el sonido que indicaba "mensaje enviado" sonó.

—Está bien. Lo comprendo —le comunicó ella. Su voz se sentía fría.

—No, vamos. Yo no soy quien para impedirte...

—Pero tienes razón. Y yo no soy más que una puta fácil y tonta que de pronto se sintió Cenicienta.

—Angie, no. Yo no dije eso...

—No fue necesario, yo ya lo sé. Creo que será mejor que me vaya yo primero.

Angie comenzó a caminar por la habitación tomando sus cosas para guardarlas, entró al cuarto de baño y salió con las botellas de su champú y sus jabones. Su teléfono sonó una vez y luego insistió una segunda, Angie contestó.

—Angie, ¿qué sucedió? ¿Por qué no puedes bajar? —preguntó Cesar, se notaba asustado.

—No, no te preocupes —contestó Angie con la voz más fría que pudo, pues el nudo en su estómago crecía de manera descomunal—, no pasa nada, es sólo que tengo que irme ahora, mi autobús sale más temprano de lo que preví. Discúlpame, no pude conseguir el autógrafo para tu esposa. Espero que ella me perdone.

—Angie, me preocupas tú. Dime qué sucedió. ¿Te hizo algo?

—No, es eso que te dije. Tengo que irme, debo empacar.

—Angie.

Y entonces ella colgó. Continuó empacando sus cosas frente a la mirada atónita de Brad, quien se mantenía en la misma postura observándola, como si no diera crédito a lo que veía, como si pensara que ella únicamente estaba haciendo un berrinche, pero cambiaría de opinión de un momento a otro.

—Mencionaste la palabra "autógrafo" —afirmó Brad, no hizo una pregunta.

—Sí. Le prometí un autógrafo a Cesar para su esposa, pero ya me has dado a entender que no quieres hacerlo así que no hay problema, le he explicado que no se ha podido.

—No me dijiste que era para un autógrafo.

—Eso intenté decirte. Pero ya está bien.

—No, Angie. No está bien.

—Brad, me haz regañado por intentar usar un tono conciliador. No necesitas usarlo tú también. Ya se terminó esto, ya no es necesario que sigas actuando como un hombre romántico y perfecto. Ya no necesito escuchar más mentiras.

—Angie no te he mentido en ningún momento. Eso que te dije... no... no debí decírtelo.

Brad estaba temblando, también su boca temblaba mientras intentaba hablar. Tenía su teléfono en la mano y lo apretaba como si su vida se fuera en ello. Intentaba serenarse para poder explicar las cosas.

Angie terminó de empacar su ropa, así que continuó con sus zapatos, los guardó en una bolsa de plástico y los metió en su pequeña maleta; luego metió sus productos de aseo personal y los cosméticos. Empacó a parte las cosas que había comprado en la feria, así recordó que había comprado pan y aún había un poco en el frigorífico. Sacó el boleto del autobús que sería para Brad y lo colocó en la cama.

—Te dejo el otro boleto, si quieres puedes pedir cancelación para que te hagan un reembolso.

—Angie, no. Por favor, perdóname por decirte eso.

Pero ella lo ignoró y continuó hablando.

—No está lejos de aquí el aeropuerto, si quieres puedes también allí cancelar tu vuelo del sábado y realizar otro para que no tengas que esperar tanto ni tampoco sea necesario volver a la capital.

—Angie, basta. Te lo suplico, perdóname. Por favor, Angie.

Ella tomó sus maletas y se las colgó al hombro.

—Cuando llegues a Inglaterra salúdame por favor a los chicos y a Amy.

—Angie. No me abandones.

—Ah, olvidaba mi estrella.

La estrella que había ganado Brad en la feria estaba en una silla al fondo de la habitación. Había sido un regalo para ella así que era suya.

Brad aprovechó para colocarse frente a la puerta de la habitación, impidiéndole el paso. Suplicó nuevamente que lo perdonara, pero ella prefirió no mirarlo a los ojos.

—Ya he dicho todo lo que te tengo que decir. Solamente quiero que sepas que, a pesar de haber sido todo una mentira, realmente fue algo muy bonito. Disfruté todo el tiempo que pasé contigo.

—Angie, te lo ruego. Escúchame. No fue una mentira. No te he mentido. No sé por qué te dije eso.

—Brad. Por favor, déjame pasar —pidió ella, se notaba tan cansada, como si hubiera llorado tanto que ya no podía más—. Ya me han herido una vez, no creo soportar una segunda. Me tomó mucho tiempo recuperarme. Por favor. Déjame ir.

Brad se retiró de la puerta.

—No puedo dejar que te vayas así, Angie. De verdad quiero que sepas que no te mentí. Mis sentimientos por ti fueron reales. Lamento mucho haberte dicho aquello y...

—No deberías preocuparte, después de todo tú y yo no somos nada. Y tú puedes conseguir más chicas, todas las que quieras y tan fáciles como yo. Anda déjame pasar.

—No —Esta vez él suplicó casi llorando.

—Basta, Brad. No hay nada más que decir, déjame salir.

Y entonces él se retiró renuentemente. Conteniendo lágrimas de frustración. Sus puños estaban enrojecidos por apretarlos.

Angie abrió la puerta y salió tan aprisa como sus piernas le permitían, no podía arrepentirse ahora.

No podía detenerse porque se echaría a llorar en cualquier momento y no pensaba fallar ante su promesa. No más. No permitiría más. Todos tenían un límite y ese era el suyo.

Angie pidió en la recepción un taxi y éste llegó más a prisa de lo que realmente quería. Subió y dio la dirección de la central de autobuses.

Ya no había vuelta atrás.

En la taquilla pidió a la empleada que cambiara su boleto por uno que saliera más temprano. Había sido una suerte encontrar un lugar en un autobús que saldría en veinte minutos. Así que se apresuró para abordarlo.

La fila era larga y cuando ya sólo faltaban dos personas para entrar divisó de reojo a Brad que corría hacia las taquillas, entre tanta gente él no la encontró así que Angie le dio las maletas al hombre que se encargaba de acomodarlas en el compartimento adecuado y luego casi corrió hacia la entrada del autobús, no sin antes ver a Brad caminando hacia esa salida, pero al no tener boleto fue detenido. Angie entró apresurada, Brad no la había visto así que él se retiró de esa salida y caminó hacia las demás.

Y esa fue la última vez que lo vio.

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