-Eh, cuidado- repiten las misma palabras por décima vez en el día.
He estado durmiendo últimamente poco y en el trabajo se nota. Soy más torpe que de costumbre, he roto dos platos en lo que llevamos de día y mi cara lo expresa todo.
Sigo durmiendo en casa de Stephen y Alex, este último está demasiado pesado. Hemos estado más unidos durante estos días y noto que se preocupa demasiado por mí.
Puede que haya noches que necesite llorar para desahogarme, pero en el fondo estoy bien.
Ha pasado una semana desde lo ocurrido y a pesar de ello, los recuerdos siguen ahí. Las constantes pesadillas en las que aparecen Adam, son diarias. Además, en algunas aparezco yo caminado por un pasillo y justo cuando llego al final de ese sitio, encuentro un cuerpo muerto y cubierto de sangre en el suelo. Y no es nada menos que Stephen. Mi subconsciente me atormenta con las imágenes de su cuerpo sin vida y no ayuda nada a que pueda dormir bien.
-¿Te ocurre algo?- Pregunta mi jefa.
-No he dormido muy bien- Digo limpiando una mesa y recogiendo las sobras.
Las coloco en una bandeja y las llevo a la cocina de nuevo, mientras Susan me sigue.
-Te veo mal cariño, deberías ir al médico- Niego con la cabeza sonriendo mientras me volteo para verla.
-Estoy bien, Susan- Le indico.
-No lo creo, por eso te voy a dar el día libre.
Niego con la cabeza.
-No, no es justo. Además no quiero perder sueldo, lo necesito.
-No te lo descontaré- Dice- Alice, vete a casa.
Lo que menos quiero es volver a casa y verle la cara a Stephen, ¿no os lo he contado?
Me ignora.
Pero de verdad y muy enserio.
Desde lo que pasó con Adam, no ha vuelto a hablarme, ¿por qué? No tengo ni idea. Supongo que será alguna tontería de las suyas, por lo que yo también le sigo el royo y no le hablo. Aunque no es algo muy agradable, pues tenemos que vernos casi las 24 horas del día.
No rechisto más y me despido de mis compañeras y de mi jefa mientras cojo el bolso.
Por el camino me siento extraña, pues hace mucho que no caminaba tranquila por la calle. A pesar de que sé que Adam está vivo, sé o quiero creer que no intentará nada hasta que no esté recuperado totalmente.
Abro la puerta de casa y camino en silencio, son las 17:30 y no creo que ninguno de los dos éste en casa.
Pero mi suposición es completamente errónea.
Aprieto los puños y cierro los ojos mientras los vuelvo a abrir lentamente.
Odio estas situaciones y sobre todo odio que Stephen le esté sobando los pechos a una morena.
Resoplo captando la atención de los dos individuos, la chica se baja del regazo de Stephen mientras veo como le susurra algo en su oído.
Dejo el bolso en la mesa del salón mientras voy a la que ahora es mi habitación. La misma en la que estuve la primera vez que pisé esta casa.
Toda la tarde tengo que estar escuchando los gemido extra fuertes de la chica. Es un suplicio por lo que coloco los auriculares en mis oídos y me fundo en la voz de Jason Walker, también, disfruto de una tranquila lectura. En la que no están ni Stephen, ni mafiosos, ni violadores.
° ° °
Cuando abro los ojos pego un respingo, estapando mi frente con la del chico de tatuajes. Quito los auriculares de mis oídos y aparto el libro de mi regazo, no sin antes poner el marcapáginas.
Pongo mi mano en mi frente mirando con odio a Stephen, él ni siquiera parece dolido por el golpe.
-Tienes que irte de casa- Espeta y se aleja, apoyándose en la pared.
Bostezo y tapo mi boca mientras lo miro confundida.
-¿Ahora te dignas a hablarme?- Pregunto cruzandome de brazos.
-¿Te irás o no?- Insiste.
-No- Contesto rotunda y totalmente confiada en que no me iré. No le daré el gusto.
Sonríe de lado.
-Atente a las consecuencias después niñata- Contesta y hace que un escalofrío me recorra la columna vertebral.
¿Por qué querrá que me vaya?
Que confuso es esto.
Después de esa rara conversación, camino hasta la cocina. Dispuesta a preparar la cena, aunque siempre la hago yo. No me importa, la verdad, me encanta cocinar. Era una de las cosas que hacía junto a mi madre antes de... bueno antes de que me dejara.
Tarareo una canción mientras remuevo la sopa y echo un poco de sal en ella.
-Así que eres tú...- Una desconocida voz hace que me gire.
Frunzo el ceño observando al extraño frente a mí.
Es un hombre de unos dos o tres años más que yo. Su cabello es corto y ondulado, de un color claro. Lo que más me llama la atención de su rostro es que tiene los labios muy rosados, dándole un aspecto además de sexy, seductor. Va vestido con ropa informal.
-¿Perdona? ¿Quién eres?- Pregunto.
-Un amigo de Alex y Stephen. ¿Tú eres Alice, no?
Asiento no muy confianza.
-¿Cómo llevas lo de vivir con dos capullos?- Ríe.
Sonrío falsamente y contesto incómoda:
-Bien.
En ese momento Stephen interrumpe en la habitación haciendo el ambiente más tenso de lo que está.
-John, Rick ya ha venido- Informa y el tal John asiente.
Luego, se acerca a mí y me estrecha la mano, pero abro los ojos sorprendida cuando me atrae hacía él y hace que mi rostro quede muy cerca de su pecho. John se acerca a mí oreja y me susurra:
-Nos vemos pronto, preciosa- Cuando se aleja suspiro ruidosamente.
Alzo la mira encontrándome con la de Stephen, lo último que veo, antes de que desaparezca por la puerta es su boca fruncida.
Después de cenar decido ir al salón para ver un poco la televisión pero me quedo estática cuando observo al grupo de hombres charlar sentados en el sofá. Cada uno tiene una cerveza en la mano.
-Stephen, ¿por qué no cuentas como te tiras a la niña buena?- Pregunta sonriendo John.
Las carcajadas de Stephe se paran de pronto.
Me alejo de la puerta del salón y me escondo para que no puedan verme, mientras escucho la conversación.
-¿Quién, la niñata? Esa con el único tío que ha estado ha sido con su padre.
Las risas de los demás resuenan por toda la sala.
¿Soy yo o se están riendo de mí?
Aprieto la mandíbula por la impotencia que va creciendo en mi interior.
No soporto que se rían de mí y menos que hagan referencia a mi difunto padre.
-No puedes negar que la tía tiene buen culo- Las palabras de John hacen que sofoque un grito.
-Ni siquiera se lo he mirado- Responde Stephen.
-Seguro que algo ha habido o ¿me equivoco?- Pregunta John, el otro hombre los observa divertidos.
-Te equivocas, nunca podría tener algo con esa mojigata e inocente niña.
La conversación sobre mí acaba ahí y con ello todo el buen humor que tenía ese día.
¿Por qué tiene qué ser así de cruel al referirse a mí?
¿Es así cómo me ve?
Totalmente frustrada e indignada camino hacía mi cuarto, para coger mi pijama y meterme en la cama lo más rápido posible. Paso corriendo intentando no ser vista por los tres hombres y me encierro en el baño. Después de cambiarme, salgo mirando a ambos lados. Cuando veo que no hay nadie cerca camino a paso rápido. Pero mi camino es interrumpido por la persona a la que menos quería ver ahora mismo.
Es irónico, cuando menos quieres ver a una persona es cuando más se te cruza en el camino.
Se para frente a mí y me mira con una ceja alzada.
-Estás obstruyendo mi paso- Le espeto molesta.
Se encoje de hombros.
-¿Te ha venido la regla o ese es tu humor de siempre?- Sonríe mostrando sus dientes.
-Este es el humor que tú provocas- Contesto apretando los dientes.
-¿Y se puede saber qué te he hecho ahora, niñata?
-No, haz memoria. Imbécil.
-Niñata, no sigas por donde vas- Amenaza señalandome.
-¡Oh claro! Tú puedes decir que no he estado con un chico en mi vida y encima burlarte nombrando a mi padre muerto. ¿Pues sabes qué? Haz lo que quieras, sigue siendo un gilipollas el resto de tu vida, pero deja a la gente en p...
Este es uno de los momentos más clichés de mi vida.
¿Ha vuelto a besarme?
¿Y por qué cada palabra que estaba diciendo antes se disuelve cada vez que sus labios se funden en los míos?
Stephen coloca mi cuerpo aprisionada por el suyo mientras me coloca pegada a la pared. Mi sorpresa es enorme cuando me siento totalmente relajada en sea posición. De mi boca se escapa una especie de quejido, bueno, supongo que es un gemido. Nunca había gemido con ningún chico, es decir, de los besos no pasábamos.
Cierro los ojos.
Me siento extraña cuando su lengua entra en mi boca y danza fundiéndose con la mía. En mi estómago aparecen esas mariposillas que son comunes en mi estómago cuando el coche baja una cuesta a una velocidad normal.
Literalmente tiemblo cuando siento las manos de él en mi trasero. Abro los ojos encontrándome con la mirada ardiente de Stephen. Las manos de él se colocan en la parte inferior de mis nalgas y me sorprendo cuando de un momento a otro me encuentro rodeando con mis piernas su cintura.
Stephen gruñe varias veces sobre mis labios y se separa frunciendo el ceño ligeramente.
Ahí es cuando reacciono y me doy cuenta de lo mal que está esto. No puedo permitir que esto ocurra más, aunque sean las mismas palabras de siempre me repito, nunca podre cumplirlas sí sus labios vuelven a rozar los míos otra vez.
Creo que acabo de encontrar esa debilidad de la que él y yo, hablamos una vez.
Mi debilidad son sus prohibidos y adictivos labios.
* * *
¡Muy buenas tardes a todos!
Os deseo un feliz martes o lo que queda xd.
Espero que os guste este capítulo.
Siento que sea corto, pero no puedo, de momento, hacerlos más largos.
No puedo prometerlo pero intentaré hacerlos más largos.
¡Gracias por los comentarios y los votos!
♥♥
Atte: Lucy.