"Donde se esconden los ángele...

Od DanielaGesqui

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Durante muchos años Sebastián reprimió sus sentimientos; abogado exitoso, brillante y con un futuro prometedo... Více

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FINAL
- Bonus Track -
Crossover

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Od DanielaGesqui

CAPITULO XV

"Et lux in tenebris Lucet"

(Y la luz brilla en las tinieblas)

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- No será como el de la cafetería de Tribunales, pero creo que zafa bastante - Dani entregó la taza con café oscuro a su amigo.

- Está hecho por vos, Dani, es rico de todas formas.

- Siempre tan cortés.

Sin perder de vista el objetivo de su escala técnica, Daniela fue hasta su dormitorio y desde allí hablaba, elevando mucho la voz, casi a los gritos, con el propósito que su amigo la escuchase.

- Y ahora que me encontraste gozando de buena salud, ¿te quedás más tranquilo? -bromeó poniendo patas para arriba su armario; tenía mucha ropa por lavar y las opciones para llevar a la casa de Sebastián no era muy variadas.

- Sí....mucho...pero...Dani, no hablamos de la visita a tu papá.

- Es que no hay mucho por decirte; en realidad conversamos cosas propias de la relación padre e hija.

Poniendo varias prendas de uso diario y ropa interior dentro del bolso, cerraba la cremallera con fuerza. Aún faltaban guardar zapatos y algún que otro sweater de abrigo para lo cual acudió a una silla para treparse del placard y bajar una valija un poco más grande.

Suspendida en puntas de pie, con gran esfuerzo, arrojó la valija desde las profundidades de su armario cayendo ésta sobre el colchón. Cuando Dani hubo bajado de su peripecia, encontraría a Máximo recostado sobre el marco de la puerta, sonriendo por la batalla ganada de su amiga, sosteniendo con ambas manos su taza humeante.

- Parece que te mudaras.

- Algo así - sonrió nerviosa sacudiendo las manos entre sí.

- ¿Sí? ¿De verdad? - elevando una ceja, Máximo mostraba confusión.

- Por el momento me estoy quedando en lo de Sebastián.

- Ah - su boca se enfrió como el Ártico - ¿Las cosas andan mejor?

- Sí.

- Bueno...supongo que tendría que alegrarme - mirándola con cierto escepticismo hundió sus labios en un sorbo de café.

- Sí realmente me querés, por supuesto que tendrías que ponerte contento por mí.- reprochó.

- Es que ese es el punto Dani. Yo te quiero...más que quererte, yo te amo, ¿nunca vas a entenderlo?

Dani dejaría de armar su segundo bolso para acercarse a su amigo, que sostenía su mirada, y presionaba fuerte sus nudillos en la cerámica de la taza.

- Maxi, yo entiendo que estás enamorado de mí; pero sos vos el que tendrías que entender que lamentablemente esto no es correspondido. Me duele tener que ser tan directa, pero no encuentro otro modo de decírtelo - subiendo sus hombros, sintiéndose culpable como muchas otras tantas veces, Dani fruncía su boca de lado, esperando que entendiese su punto de vista.

- ¿Por qué no yo?

- ¿Por qué vos no, qué? - repitió como un trabalenguas.

- ¿Por qué tenía que aparecer Alcorta y arruinarlo todo?

- Maxi...Sebastián no arruinó nada.

- Si no fuera por él, estaríamos juntos - Dani retrocedería un paso; un tanto molesta por sus palabras, finalmente se escurriría de sus palabras, en dirección a la sala.

- ¡Lo que decís es un sinsentido! - continuó hablando mientras deambulaba por el comedor, guardando su notebook - Aunque Sebastián no estuviera en mi vida, nosotros no estaríamos juntos. Ni ahora ni nunca...¡Entendélo, por favor Maxi!

Su celular nuevo sonó, pero cuando estaba por atenderlo, Máximo avanzó violentamente, arrojándoselo sobre la mesa de la cocina. Con fuerza desmedida la tomó por las muñecas, sin dejar de mirarla; furioso.

- Maxi, me estás lastimando, ¿qué te pasa? - forcejeando, Dani sentía un ligero ardor por el amarre.

- ¡Estoy harto de no ser tu primera opción! Antes fue el idiota de Martín, te casate con él, me banqué ser tu amigo fiel, tu hombro en donde llorar. Incluso te asesoré en el juicio de divorcio, para que le sacaras algo de guita a ese energúmeno bueno para nada y pudieras comprarte esta casa de mierda...- lastimando con sus palabras y sus manos, el odio dilataba sus pupilas - Creí que me había ganado una oportunidad con vos.

Daniela se retorcía de dolor e indignación, descreyendo que ese hombre era su amigo; Máximo era alto, ancho y corpulento, se le haría difícil zafarse de él.

- ¡Soltáme o grito! - amenazó obteniendo una risa ladina de su parte.

- ¿Quién creés que va a escucharte? Tus vecinos de adelante son sordos como una tapia, ni se inmutaron cuando los muchachos vinieron a hacerte una visita.

Dani parpadeó sorprendida, con los músculos de su cuerpo paralizados por completo, quedaba en shock. Contrariada, buscaba explicaciones en su relato. Nada tenía sentido, nada de eso podía ser cierto.

- Máximo... ¿vos...? - con un hilo de voz, con el aliento a café fuerte de su amigo presionando su nariz, esbozó solo esas dos palabras.

- ¡Sí! ¡Yo!... ¡el mismo que ahora te va a coger duro, fuerte, como le gusta a las putas mojigatas como vos! - con la espuma saliendo de su boca, como un perro rabioso, confesaba sus verdaderos y más oscuros deseos.

- ¡Estás completamente desquiciado!- a esas alturas Máximo la presionaba fuerte contra la mesada, sin dejarle escapatoria posible. Su lengua recorrería extasiada el cuello de su amiga, que movía la cabeza de un lado al otro, impidiendo el contacto de lleno.

- Sí te seguís moviendo va a ser más doloroso. Mejor quedáte quieta y disfrutá.

- ¡Soltáme enfermo de mierda! - masculló entre dientes, conteniendo las ganas de gritar y luchando contra el nudo en su garganta.

- Enfermo era tu viejo, que teniendo a una mujer con cáncer, se cogía a mi vieja. - inoculando veneno, lograba que Dani se mantuviese quieta por un instante.

- ¿De qué carajo estás hablando?

- De la verdad, Daniela. ¿O por qué te pensás que se llevaban tan bien nuestros padres? Mil veces tuve que taparme los oídos para no escuchar los alaridos de mi mamá cuando tu viejo la agarraba en su habitación.

- ¡Estás mintiendo! - con sus ojos atrapados por una catarata de lágrimas, Daniela sufría sin saber si le dolía más saber que su padre habría traicionado a su madre en desmedro de su salud o pensar en que las cosas con Máximo podrían pasar a mayores en pocos minutos más.

- Más hubiera querido que no fuese verdad. - por un instante, Maxi descomprimió el agarre, lo que dio cuenta que aquella versión de los hechos era real y horrenda. - Mis viejos se separaron por el malparido de tu papá; disfruté mucho cuando vino casi de rodillas a pedirme que fuese su abogado defensor. Volví a creer en la existencia de Dios nuevamente.

- ¿Aceptaste el caso para destruirlo?

- "Siéntate a tu puerta y verás pasar el cadáver de tu enemigo." - replicó parafraseando al conocido proverbio chino.

- ¿Cómo conseguiste meterlo preso? - exhausta emocionalmente, indagó.

- No podrás creer la cantidad de gente que se vende por un puñado de billetes, Dani.

- ¿Compraste testigos?

- Fue difícil - mordió el lóbulo de su oreja, y a Dani le darían arcadas. Como un animal en celo, Máximo no dejaba de presionarla contra la mesada, y con su creciente erección agolpándose en sus pantalones de sarga. - No pude encontrar que alguien hablase mal de tu papá; Sergio el profesor, Sergio la eminencia, Sergio el doctor abnegado y solidario....todos desplegaban palabras maravillosas en torno a él. Sin embargo un par de empleados que no estuvieron mucho tiempo en su clínica, se ofrecieron a ayudarnos.

- ¡Pero mentiste!

- ¿Y qué con eso? ¡Tu abogadito no pudo descubrirlo! Se tragó el verso de todos los testigos. Deberías reconocer que hice un excelente trabajo. - dijo divertido presumiendo de sus laureles de victoria.

- ¡Sos una porquería! - largando una escupida que impactaría en sus anteojos, Máximo juntó más fuerzas. ¿Cuánto tiempo más podría mantenerla así?

- Tu papá no es mejor que yo. Este tiempo en la cárcel le va servir para reflexionar...

- ¡Pero es inocente!

- No para mí.

- ¿No te importó que hubiese una persona muerta en todo esto? - intentando prolongar la conversación, deseando que él también se agotase, no perdía las esperanzas.

- Siempre hay caídos en las guerras, Danielita hermosa...además, sus análisis fueron cambiados...María Carla era alérgica a la anestesia.

- ¡Sos un corrupto!

- Hice justicia por mí mismo; durante años pensé en la manera de joderle la vida a tu papá. Mi viejo tuvo que radicarse en Santiago de Chile para soportar la vergüenza de ser un cornudo; vendió la empresa, nos fundimos...Mi vieja, en el jucio de divorcio, le sacó hasta los dientes y yo quedé boyando...perdido entre dos padres que lo único que se disputaban eran los millones de la familia.

- Tu hermana nunca dijo nada...

- Mi hermana nunca supo el trasfondo de su separación; era una idiota ególatra que lo único que quería era irse a Inglaterra a estudiar atrás de un tipo con guita que la mantuviese.

Las confesiones se recrudecían con el paso de los segundos, la máscara de su amigo caía estrellándose en el piso. No sólo sería su amigo compasivo y confidente; ahora demostraba ser un traidor, un hombre oscuro y perturbador enceguecido por la venganza.

Imprimiendo más fuerza sobre sus muñecas, adoloridas y coloradas, Máximo respiraba fuerte sobre ella.

Dani deseaba huir, correr y despertar de esta pesadilla viviendo de cerca la terrible coincidencia con el relato de Sebastián y el intento de abuso por parte de su propio padre.

- ¡Soltáme Maxi, por favor! - rogó - hablemos como amigos...- como un manotazo de ahogado, deseó que cambiase de actitud.

- Me cansé de ser tu amigo, de conformarme con migajas. Ahora es mi turno de disfrutarte...- Dani sintió su contacto desagradable cuando él jaló de su labio.

- Vos no sos así...

- ¿Y vos qué carajo sabes cómo soy si nunca te molestaste en averiguarlo?

- Maxi...no...- con una sola mano sus muñecas fueron tomadas por él, en tanto que con la otra, su amigo tironeó de su corbata, usándola de cinta de amarre. Cuando la tuvo cautiva, con las manos por detrás, la volteó, inclinándole el torso hacia delante. Sollozando, Dani intentaba moverse, pero no podía. El peso de su cuerpo fornido caía sobre su espalda. Luchando contra él, sintió que una mano vagó por la cintura de sus vaqueros, logrando desabrochar el botón.

- No seas arisca, con Alcorta de seguro disfrutabas este tipo de cogidas violentas. El es un bruto ¿lo sabías? - descubriendo que una de sus piernas se colocaba trabando las suyas, apenas apoyadas en el piso, Dani exhaló un gemido angustioso - Él peleaba clandestinamente en Rosario, como un animal, hasta desfigurar a sus rivales.- dando información ya conocida por ella, le bajó el cierre. - Mmm...toda esta zona está bien calentita - se regodeaba ante el asco de Daniela.

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Sebastián se refregaba las sienes constantemente; revolviéndose en su asiento apuraba a Thompson quien esquivaba autos por Avenida Triunvirato, como si fuera un corredor de Fórmula Uno.

- ¡Dále Ramiro...!

- ¿Pero por qué estás tan loco? ¿Por qué salimos rajando de tu casa? - sin perder de vista el tráfico, deseaba saber el motivo de su comportamiento alterado. - Si me voy a comer una multa por exceso de velocidad, al menos decime si vale la pena.

- Daniela no me responde, recién la llamé y no contesta. Y después me saltó el contestador. ¡Me juego la cabeza que algo pasa!

- ¡Che, no seas fúlmine!

- No lo soy Ramiro...pero son muchas casualidades...y yo no creo en el azar.

Estacionando frente a la casa de Daniela, Sebastián descendería rápido, pero con el dolor de su cuerpo a cuestas. Quejoso, se tomó sus costillas lastimadas, maldiciendo por el inoportuno malestar. Ramiro bajó acompañándolo hasta la puerta de entrada.

Sebastián sacó del bolsillo de su montgomery las llaves de la vivienda de Dani, pero mayúscula sería su sorpresa al notar que la reja de acceso no tenía llaves.

- ¡Está abierta Ramiro! - furibundo, fuera de sí, la empujó con plena fuerza -¡Llamá a la policía!

- ¿Pero qué tiene de extraño?

- Ella nunca deja las puertas sin llaves.

Inspirado profundo, consciente del dramatismo de la situación, Thompson se alejó unos pasos, asintió y llamó en busca de ayuda.

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Con una mano él tironeó de sus jeans, quedando expuesta hasta la frontera inferior de sus glúteos.

- Muchas veces soñé con que debajo de ru ropa se escondería un culito sabroso como este - dándole una cachetada resonante, Daniela liberó unas lágrimas más. Ultrajada, ya no le quedaban más fuerzas para seguir forcejeando, entregándose al ataque sexual de Máximo con todo el dolor y repulsión del mundo agolpado en su mente, en su cuerpo.

Con sus caderas sobre las de ellas, el abogado desajustaría su pantalón fácilmente. Escabullendo su mano por su bóxer, dejó al descubierto su erección. Pasó su punta húmeda en la división de las nalgas de Daniela, que se retorcía (mentalmente) de desagrado. Con ganas de vomitar, ella presionaba fuerte sus dientes, deseando que el fin llegase pronto.

- ¡Basta...!- con el último aliento secuestrado en su garganta, Dani cerró los ojos aceptando su destino.

- Shhh, ahora decís basta, pero después vas a suplicar por más, te lo aseguro.

Hundiendo su nariz bruscamente en su pelo, Máximo se refregaría contra ella, contra su trasero desnudo, y contra el encaje de su culotte.

Ella sería para ese entonces, un puñado de súplicas, un cúmulo de sensaciones devastadoramente desagradables; al notar mayor intimidad en su contacto, liberó un grito desde el fondo de su alma, un pedido voraz y desencajado que buscaba piedad.

- ¡Basta!

Por el contrario, su amigo se excitó con su súplica; disfrutando de ello con una sonrisa sádica asaltando su rostro, se preparó para dar el puntapié inicial.

- ¡La soltás ya mismo o te emboco una bala en la mitad de la cabeza!- la voz de Sebastián aparecía por detrás de aquella terrorífica escena. Máximo inspiró profundo, maldiciendo en voz baja; alejándose de a poco - ¡Levantá las manos y ponételas en la nuca!

Con una sonrisa ladina, Máximo giró, exponiendo su miembro erecto, disfrutando de aquel instante.

Sebastián con todo el dolor y desagrado del mundo, vio el cuerpo inflamado de su enemigo frente a él; Daniela se desplomaba sollozando de fondo sobre sus rodillas, con las manos en su espalda, apoyando su trasero colorado y húmedo en sus talones.

- ¿Qué te pasa Alcorta? ¿Te gusta lo que ves?- un abogado provocó al otro, de modo vil y perverso.

- ¡Subíte los pantalones o te vuelo las bolas! - esbozó conteniendo las ganas de apretar el gatillo y mandar todo al mismísimo demonio.

Con incordiosa lentitud, Máximo acató las órdenes sin dejar de fijar sus ojos en Sebastián.

- Desatála a Daniela ya mismo...pero a la primera que intentes hacerte el canchero, no la contás - amenazante, avanzó dos pasos. Unos cuatro metros lo separaban.

- Me estás haciendo trabajar mucho, Alcorta. - girando, se pondría en cuclillas.

Máximo desanudó la corbata de sus muñecas, la enrolló en su puño para guardarla en un bolsillo interno de su saco gris oscuro.

- Te salvaste por poco, putita - farfulló al oído de Daniela.

- ¡Calláte, enfermo...!- susurrando, con el pecho agitado y dolorido por la fricción sobre el granito, ella frotó sus muñecas y con la vulnerabilidad en sus dedos, sintiéndose sucia y avergonzada, subió sus vaqueros.

Sebastián apuntaba con su arma al entrecejo de Máximo, el cual se mantenía sin expresión, poniéndose de pie nuevamente, levantando las manos, irritándolo con tan sólo respirar.

- Todo esto es muy cómico - dijo avanzando, teniendo a Sebastián en un puño - ¿Para qué apareciste? Decime... ¿para qué? - sarcástico, el abogado dio un paso hacia adelante - Vos estabas tranquilo, en tu estudio paquete de Coronel Díaz y Santa Fe, y te viniste a enredar con esta frígida insufrible - la señalaría a Dani con el vaivén de sus ojos, gesto que desaprobaría Sebastián, evidenciado con el aleteo de su nariz y la compresión de su mentón - Ganaste el caso, y todos felices...no tenías que meterte en el medio...- ladeando la cabeza de un lado al otro, Sebastián fruncía la boca exagerando su disgusto - Cuando supe que vos eras el nuevo juguete de Daniela, me vi obligado a mover algunas piezas. No te tenía en cuenta...- replicó. - Me complicaste la historia; si no hubieras aparecido todo iba a quedar en un par de amenazas, Dani iba a claudicar en su intento por sacar a su padre de la cárcel y yo podría hacer mi jugada con tranquilidad. La seduciría, aprovechando su vulnerabilidad, su fragilidad, su dolor...- con el estómago revuelto por las náuseas, Sebastián maldijo para su interior.

- Ella tenía que ser mía, Alcorta. Frígida y todo la quería para mí, trabajé mucho para merecerla. - sonrió - Vos sos un hombre con más calle, con tantas mujeres que podrían darte más que ella...

- ¡Quedáte quieto, la policía está en camino! - ignorando los comentarios maliciosos y crueles y notando la parálisis involuntaria de Dani detrás de su oponente, Sebastián deseaba que los agentes llegaran ya mismo. Sí Pavón continuaba provocándolo, las cosas empeorarían.

- ¡Mirá cómo tiemblo!- burlón agitaba las manos- ¡Sos un perdedor Alcorta! - bajando las manos, abandonándolas en sus caderas, manipulaba las emociones de Sebastián - Te dejaste engañar por un puñado de testigos falsos ¡idiota! ¿Te creías tan buen abogado? ¡Puras estupideces! No sos más que un abogado pobretón, ególatra y hedonista.

- ¡Cerrá la jeta, Pavón! - de no ser porque Daniela respiraba dentro de su propio mundo, recuperándose de su alteración, la historia a estas alturas, sería muy distinta. Probablemente, la policía forense estaría recogiendo los restos del abogado en cucharita.

- ¿Me estás amenazando? ¿Qué pasa si no la cierro? ¿Me vas a matar como tu vieja hizo con tu papito timbero y alcohólico? - quemando su herida con la llamarada de un soplete, definitivamente, Sebastián alcanzaría su límite de tolerancia en ese preciso instante.

- ¡Hijo de puta!- guardando su 9mm en la cintura de su jean, sucumbió conscientemente a la provocación de Máximo, abalanzándose sobre él como un león encima de una gacela.

Desaforados, ambos hombres se impartían golpes certeros y otros no tanto. Máximo se defendía bastante bien; inteligente, aventajado por el daño reciente impartido a Sebastián, Pavón le daba donde más le dolía.

Sebastián pegaba a puño cerrado, lastimando apenas el pómulo de Máximo, haciéndole volar de un solo golpe, sus anteojos. No obstante, Pavón respondería.

- Tengo miopía...de cerca puedo verte bastante bien Alcorta. - riendo, gozándolo, seguía provocando la ira irrefrenable de su contrincante.

Cayendo tras una maniobra confusa, rodando por el piso, enredándose entre las patas de las sillas y los muebles del reducido comedor, Daniela parecía recuperar su espíritu; gritando, pedía socorro desde la puerta abierta, la que daba al pasillo, ilusionada con que alguien pudiese escucharla y salvarlos a todos de un final incierto y altamente riesgoso.

Sin dejar el contacto de lado, Sebastián tomó de las solapas del saco a Máximo, estampillándolo con suma violencia contra uno de los ventanales, provocando el estallido inmediato a sus espaldas.

Cayendo en cámara lenta sobre él, con las astillas inmiscuyéndose en todo su cuerpo, el Tren (nunca mejor empleado el sobrenombre) lo embestiría con un golpe certero en la mandíbula. Aún grogui, Máximo le respondería enterrando sus dedos en la herida de su frente.

El llanto desgarrado, y las súplicas de paz por parte de Daniela no se hacían esperar; sujetándose la cabeza, caía presa de la desesperación.

Con dificultad, con el cuerpo dolorido y el orgullo intacto, Sebastián arrastraría a Pavón hacia la pared del patio, intervenido con tres grandes macetas de hormigón, en el cual lo apoyaría para seguir con la golpiza. Con los puños bajos y la fuerza por el piso, Máximo sólo sonreía maliciosamente, regocijándose con verlo a Sebastián fuera de sí.

- ¿Defensa propia? - alegó Máximo escupiendo algo de sangre - ¡Ni siquiera tengo un arma, estúpido! No se perpetró la violación, no forcejeé para entrar...nada te va a salvar de la cárcel. Además, si un jurado pusiese en la balanza tus antecedentes y los míos... ¿Quién pensás que ganaría? ¿El huérfano que boxeaba ilegalmente para ganarse la vida, o el joven abogado de buena familia y buena posición que jamás estuvo involucrado en nada perjudicial? -

Con la resignación en sus ojos y el cansancio agarrotando cada músculo de su cuerpo, Sebastián no podía más. Por culpa del resabio del atraco del sábado, de rodillas, dejaría de golpearlo. Apoyando sus palmas en sus muslos, buscó aire desesperadamente.

Sin dejar de lado su sonrisa socarrona, Máximo respiraba cada vez con menos intensidad; sus manos caían inertes a sus costado y su cabeza, de lado, lo convertían en un muñeco de trapo, viejo y deshilachado.

Ayudándose con una mano, la que no habría sido herida días atrás, Sebastián se dio impulso para ponerse de pie. Quejumbroso, a mitad de camino de la extensión total de su cuerpo sobre sus pies, Daniela aparecería para tomarlo por el codo. Susurrando palabras cariñosas, envuelta en llanto y sonrojo, colaboraba.

Cojeando, pasando por sobre el millar de esquirlas transparentes del ventanal roto, ambos arribaron a la sala. Instintivamente, Sebastián llevó las manos a su espalda baja, en busca del arma. Pero no la tenía.

En un microsegundo, volteó su cabeza ignorando las palabras de su amada, cuando notó que Máximo, de rodillas en el patio, empuñaba la 9 mm apuntando en dirección a Daniela.

- ¡Sí no es mía, no es de nadie! - disparando la frase, jalaría del gatillo.

Dani pudo ver de reojo toda la escena; Sebastián giraba su cabeza con gesto desencajado en tanto que Máximo la tendría como destinataria de su bala, tras una declaración peligrosa y cargada de ira.

Sombra, luces y un golpe fortísimo en la cabeza serían sus últimas sensaciones; eso, y el embiste potente y duro de un cuerpo sobre el de ella.

Era la embestida de un tren.

--

Dani despertó confundida. Parpadeando, le llevaría varios segundos reconocer que estaba recostada en el sillón de su casa, con Leandro de lado y Thompson hablando con un par de policías apoyados de la mesada de la cocina. Hombres y mujeres caminaban en su casa, de una punta a la otra. Murmullos, y sangre se agolpaban en las imágenes.

- ¿Cómo te sentís? - apoyando una bolsa de hielo en su cabeza, Leandro susurraba con ternura.

- ¿Qué pasó?- padeciendo una jaqueca horrible, ayudó a colocarse frío en sus mejillas. Sentía fiebre.

- Tomá un ibuprofeno - sin fuerzas, Dani extendió su mano. En la palma, Leandro le dejaría una cápsula transparente y un vaso de agua que acababa de servirle atentamente.

- Gracias. - con el sillón hundiéndose nuevamente a su lado, Dani tragó el medicamento con un gran sorbo de agua.

- Tenés un flor de chichón en la cabeza; te golpeaste contra la mesa. Zafaste de una herida peor porque es redonda y no tiene bordes tan afilados.

Confundida, Daniela intentaba tomar real dimensión de lo que sucedía a su alrededor. Sus párpados pesaban, y mucho; su cuerpo le dolía demasiado, pero no tenía lesiones, a no ser por un par de moretones en su codo y en sus brazos. Y ni qué decir de sus muñecas con unas líneas rojas rodeándoselas.

Las imágenes de lo sucedido aparecieron en su mente como un álbum fotográfico. La corbata de Máximo en sus manos, su miembro erguido acariciándola, los golpes entre él y Sebastián...y el disparo sin destino.

Sí ella estaba bien, sin heridas de consideración ¿dónde estaban los otros dos protagonistas de esta historia?

- ¿En qué quedó todo?- aún perdida, preguntó a su compañero de sillón.

- La policía llegó cuando Máximo intentaba escapar; evidentemente estaba tan roto que no se podía despegar del suelo. Lo llevaron en calidad de detenido, tiene un largo rato de confesión.

- ¿Y Sebastián?

Leandro hizo silencio; frunciendo sus labios rigidizó su cuerpo y lo peor cruzó por la cabeza de Daniela. Otra vez el miedo comprimiendo su fibra muscular, otra vez, las dudas envolviendo su alma, pegando fuerte a su corazón.

--

- ¿Lo ves? ¡No te digo que este tiene más vidas que un gato! - bromeando, el Gringo entraba a la habitación 108 del Sanatorio Privado donde permanecía internado Sebastián hacía dos días.

- Yo preferiría decir que tengo más vidas que James Bond - resopló.

- Hay que admitir que es más elegante - Dani le sonrió feliz, acariciándole la mejilla con sus nudillos.

- Bueno, bueno, por favor, ¿serían tan amables de no contar monedas delante de los pobres? ¿Sí? - dijo su primo con exagerado enojo, mientras tomaba entre sus manos el control remoto de la TV de plasma.

- ¿Máximo confesó todo?- preguntó Sebastián.

- Y sí...digamos que no le quedó otra. Él y todos sus secuaces quedaron a disposición del juez.

- ¿Entonces existe la posibilidad de que mi papá pueda salir en libertad? - con la esperanza vigente, Dani no olvidaba aquel objetivo. Aquella meta que juró cumplir ante los ojos del mismísimo Sebastián.

- Dani, hay una sentencia firme en su contra, no será fácil revertir un fallo judicial.

- ¿Eso quiere decir que aunque Máximo confiese que mintió, papá seguirá preso? ¿Injustamente?

- Amor...- Sebastián correría un mechón de pelo de su cara, entristecida, apagada de golpe - Va a ser un proceso largo, pero así como te prometí cuidarte, te prometo hoy mismo que haré todo lo que esté a mi alcance para que tu papá salga lo antes posible.

Dani asintió con el verde esperanza persistiendo en sus ojos.

- El amor es el gran juez entre débiles y fuertes. Nosotros tenemos al juez de nuestro lado. Porque somos fuertes....nunca lo olvides.

Daniela se acurrucó sobre su pecho, acomodándose en la incómoda cama del hospital, creyendo en él, confiando en sus palabras.

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