"Donde se esconden los ángele...

By DanielaGesqui

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Durante muchos años Sebastián reprimió sus sentimientos; abogado exitoso, brillante y con un futuro prometedo... More

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FINAL
- Bonus Track -
Crossover

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By DanielaGesqui

CAPITULO XIV

"Ab umbra veritas"

(Por la sombra, la verdad)

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Eran pasadas las seis de la tarde; Daniela parpadeó varias veces hasta notar la hora. Se habría quedado dormida enroscada entre las mantas de su cómodo sillón, en la sala. Extendiendo sus brazos se desperezó no sin antes dar un bostezo.

Sebastián habría prometido volver antes de la merienda. Siendo que habrían transcurrido más de tres horas de su marcha, ¿en qué se habría demorado? Sería sólo tomar un taxi hasta su casa y armar un pequeño bolso para pasar el fin de semana con ella, encerrados mirando alguna película y sucumbiendo a sesiones de sexo delicioso.

Algo nerviosa, encendió la televisión deseando evadirse; una sonrisa maliciosa curvó sus labios de tan sólo imaginarlo doblar metódicamente cada remera y cada jean para armar un bolso prolijo y ordenado.

Con una taza de té caliente en una mano y el control remoto en la otra, el tiempo pasaba y Sebastián no aparecía. ¿Se habría arrepentido?

¡No!, se respondió de inmediato, su rostro al irse de allí le indicaría todo lo contrario; el viaje de ayer a la noche bajo la lluvia, las confesiones hechas desde el rincón más oscuro y recóndito de su alma, demostraban el verdadero compromiso que Sebastián asumía para con ella.

Acurrucada, con la mirada vaga, optó por llamarlo. Sin ánimos de controlarlo, él comprendería su preocupación.

El contestador automático no le permitía comunicarse. Rascó su cabeza. ¿En su huida nocturna habría olvidado recargarle la batería? De seguro se habría percatado de eso al llegar a su casa, cuando habría querido enviarle un mensaje de texto avisándole que estaba a resguardo. Un mensaje que tampoco habría llegado...

Esperó diez minutos más. Ya no hecha un ovillo intentando serenarse, sino intranquila, removiendo las piernas sentada en una de las sillas, le dejó un correo de voz.

"Sebas, soy yo...estoy preocupada porque no me avisaste sí llegaste bien o si ya estabas en camino a casa. Perdoná mi ansiedad...te quiero. Nos vemos prontito. Besos"

No hubo respuesta. Ni a los cinco minutos ni a los diez.

Corriendo hacia la habitación dejó un abrigo sobre la cama, "si Mahoma no va hacia a la montaña, la montaña irá a Mahoma" pensó, optando por tomar un taxi e ir directo a su casa. Deteniendo sus frenéticas conjeturas, el sonido poco familiar de su nuevo teléfono proveniente de la mesa del comedor hasta la mesa, la llamaba.

Veloz, tropezando con cuanto objeto se interpusiese en su camino tomó el aparato entre sus manos; el cual arrojó un número desconocido.

- ¡Mierda! - mordió sus uñas, dejando que sonase. No atendería. Lo que menos necesitaba en ese momento era que las amenazas aparecieran, otra vez.

A excepción de Sebastián, sólo su amiga Ximena y Ramiro Thompson, tendrían ese número. Temió lo peor, ese teléfono no estaba siendo monitoreado.

Volvería a sonar, insistentemente. Pero esta vez, agarró un papel y una lapicera en caso de tener que transcribir algo que fuese de utilidad para sumar a sus denuncias.

Temblorosa, sometiéndose a una angustia devastadora, aunó coraje para mirar el número que asomaba en la pantalla. Inspiró profundo hasta presionar el ícono verde, para atender.

- ¿Ho...la? - frágil, insegura, Dani experimentaba un temor sin precedentes.

- ¡Al fin Dani! ¡Soy Leandro! - la voz rasposa del primo de Sebastián aquietaría sus palpitaciones; agradeciendo a Dios, puso su mano sobre su pecho.

- ¡Qué bueno! Me demoré en atender porque desconocía el número. Tuve miedo de que fuese otra amenaza - exhalando, daba explicaciones.

- Dani, por favor, escucháme- preocupado, su tono transmitía una inesperada intranquilidad. El Gringo se caracterizaba por sus voz arrullada y vivaz - Mirá...no sabemos bien qué pasó, pero Sebastián sufrió un incidente, en plena calle.

Su mundo comenzó a desmoronarse a su alrededor. Las esquirlas de su estallido pegaban de lleno en su menudo cuerpo. Llevó las manos a la boca con el llanto desbordante y afligido comprimiendo sus pulmones, siendo incapaz de articular oración. A punto de soltar el celular, la voz de Leandro se coló por su oído.

- Estoy en el Pirovano, la ambulancia lo trasladó hacia acá; el incidente ocurrió cerca de tu casa aparentemente.

- ¿Cómo...cómo está? - preguntó desesperadamente, con el sudor recorriendo su frente.

- Se encuentra fuera de peligro...es duro el Sebas - confirmó entre sonrisas - Volvió a demostrar por qué César le puso el Tren - soltó aligerando la pesada carga de los hombros de Dani, que se sentía afiebrada y confusa - Dani, escucháme bien - regresando a su vestimenta de abogado, indicaba con firmeza - a Sebastián lo atacaron en la calle. Como te dije recién, él está bien pero permanecerá sedado un tiempo más. ¿Conservás las llaves de su casa, todavía?

Ante su silencio atroz, Leandro se vería en la obligación de repreguntar:

- Daniela, por favor, prestá atención y tranquilizáte. Sebastián está bien, eso es lo verdaderamente importante, por lo demás no te preocupes; la policía y Ramiro están en camino. Necesito que vayas a la casa de Sebastián y armes un bolso con ropa limpia. No sabemos cuánto tiempo puede estar internado, y tendrá que cambiarse para cuando salga. ¿Sí?

- Sí...sí...tengo sus llaves...- estancada en la primera pregunta, Dani respondió con un suspiro de fondo.

Llorando, desconsolada, imaginó que ese ataque no habría sido al azar. De seguro, era el mismo autor intelectual que la amenazaría a ella.

Protegiéndose del frío con algo más que una camisa, tomó el tapado que aguardaba por ella en la cama y se colocó unas botas de paño y corderito, cómodas y calientes. Con un bolso grande, salió de su propiedad procurando cerrarlo todo.

A gran velocidad, corrió con su cartera y el bolso vacío bajo su brazo; trabó la puerta de la calle y se subió al primer taxi que pasó por Avenida Triunvirato providencialmente.

--

- ¡Espéreme un momento que ya vuelvo!- Daniela retendría al chofer para ingresar al departamento de Sebastián y tomar sus pertenencias, tal cual le indicaría su primo.

Eyectada hacia al pallier, se adentró al ascensor y rogó que éste volase hasta el séptimo piso sin escalas. Una vez allí, abrió con dificultad con el miedo atrapando sus pasos. Como en una carrera contra el tiempo, de inmediato iría al cuarto principal, no sin antes ver la botella de escocés casi vacía en la barra de tragos y un vaso, con apenas dos dedos de líquido ambarado en su interior.

¡Cuántas cosas habrían cambiado en un par de horas...!

Una vez en su dormitorio, abrió el cajón que presumió sería de ropa interior, para tomar dos bóxers negros. Olían a él, a masculinidad, a perfección.

De su vestidor, exageradamente amplio, sacó un sweater de cachemire gris oscuro, de escote en V. Dos chombas, una celeste pálida y otra blanca perfectamente dobladas en un estante serían parte del equipaje junto a un jean azul sin rasgar. Aunque el de ayer era sumamente sexy y atrevido, no tenía que ir por la Ciudad como un linyera teniendo jeans tan costosos esperándolo en su guardarropa.

Un par de medias y unas zapatillas íntegramente negras, serían parte del vestuario. Ubicando el calzado en una bolsa individual para no ensuciar la ropa, Daniela cerraría el bolso.

Recordando que estaba sin afeitarse, se dirigió raudamente al baño, deseando que el chofer del taxi no se hubiese marchado creyendo que no bajaría nunca más. Del pequeño armario laqueado que colgaba sobre la bacha de vidrio, recogió una brocha, su desodorante y una máquina de rasurar desechable.

Regresando a la habitación, prometiéndose ser por última vez, buscó su grueso montgomery de botones de madera, y lo arrepolló en su antebrazo. Una vez fuera del cuarto, retrocedió al notar que el cajón de la ropa interior estaba abierto, trabado por otras prendas que se habrían de amontonar al sacar sus bóxers. ¡Ella y su obsesión por el cierre de las cosas!

- ¿¡Qué mierda....!? - dijo tanteando en el fondo del cajón, algo duro y frío, mezclado con la ropa.

Tragando en seco, y con cuidado, lo empuñó. Sin sacarlo por completo supo que se trataba de un arma, probablemente un revólver, que Dani rápidamente soltó. Empujando el cajón sobre sus rieles, intentó olvidar el arma, y corroborando que todo estuviese en orden, saldría con prisa en busca de su taxi.

Sin tener idea del costo del viaje y la demora, Dani entregaría un puñado de billetes de 50 y 100 pesos que sobrepasarían exageradamente el monto que debía abonarle al chofer.

- ¡Quédese con el cambio!- con los ojos abiertos de par en par, el conductor agradeció al alma caritativa que aparecería en su sábado.

Como una tromba, torpe y a toda marcha, fiel a su estilo a pesar de su tamaño corporal, avanzó entre la gente de la guardia; de un lado al otro, como una loca descontrolada, caminaba por los pasillos, hasta dar finalmente con Leandro, quien se tocaba el pelo, acomodándoselo, mientras hablaba por teléfono, con gesto adusto.

Sin deseos de interrumpirlo pero necesitando saber de Sebastián, aguardó detrás de él, que al voltear, la vio.

- Mamá, te dejo, Dani ya llegó.

Daniela lo saludaría efusivamente, con la ansiedad y el dolor pulsante en sus venas.

- ¿Cómo está? ¿Se despertó?

- El Sebas está bien, bastante moretoneado y algo magullado, pero nada que no pueda curarse con algo de reposo y una buena enfermera dispuesta a hacerle mimos - cómplice, Leandro la cobijaba entre sus brazos, en los cuales Dani se echaría a llorar, liberando todo su malestar.

En ese instante, parecían recrear una escena de la película La Bella y La Bestia.

- Unos tipos lo agarraron a pocas cuadras de tu casa, lo golpearon no sin antes recibir un par de puñetazos del Sebas- Leandro, hablaba como santafecino y no como un abogado de un prestigioso estudio - Lo metieron a la fuerza en un auto, siguieron golpeándolo hasta que lo dejaron tirado en una calle.

- ¿Le robaron algo? - con el horror en sus ojos, Daniela intentaba no sucumbir ante el llanto, otra vez.

- No, excepto por su celular que quedó hecho pelota, el resto ni lo tocaron; incluso tiene la billetera en perfecto estado, con plata y todo. Es más, dudo que no le hayan dejado unos billetes, compadeciéndose de la pinta de vagabundo que tenía...- bromista, le arrebataría una sonrisa a regañadientes.

- ¿Puedo pasar a verlo?

- Ahora está la enfermera, supongo que cuando salga ella, podés.

- Bueno...

- Dani - oscureciendo su voz, tomó el bolso que ella aún sostenía con manos apretadas - ¿Vos sos consciente que esto probablemente esté relacionado con las amenazas que venís recibiendo, no?

Bajando la mirada, ella asintió en silencio.

- ¿Seguís sin imaginar quién puede estar detrás de esto?

- La verdad es que no tengo idea - dijo encorvando su postura - ¿Ustedes? ¿Averiguaron algo?

- Ramiro está investigando conjuntamente con Álvaro, nuestro detective privado. Por el momento están siguiendo una línea de investigación, pero no tienen nada en concreto.

- ¿Cómo llegó hasta acá? - preguntó retomando el interés por la salud su novio.

- Un móvil de la policía Metropolitana dio aviso al SAME; ellos fueron alertados por un vecino que lo encontró recostado, malherido contra una pared en la calle Roosevelt, al lado de las vías del tren. En seguida lo trajeron para acá, porque estaba inconsciente. Buscando entre sus pertenencias encontraron una tarjeta del estudio y su DNI. Identificaron que trabaja conmigo, y fue para entonces cuando me contactaron.

Cuando una enfermera de unos sesenta años salió del cuarto, Dani se abalanzó sobre ella sin demasiada delicadeza.

- ¡Perdón! - se excusó por su arrebato - ¿Puedo pasar? Soy la novia - estrenando título nuevamente, Daniela frotaba sus manos, inquieta.

- Sí querida, está un poco dormido pero en poco tiempo, supongo, ya se le pasará el efecto de los calmantes. Sufrió algunas contusiones y tiene el tabique malherido. ¡De todos modos este chico es duro como una piedra! - sonriéndose, con simpatía, la enfermera se disolvió en el pasillo, adentrándose a otra habitación.

- Pasá Dani - Leandro abría la puerta, girando el picaporte delante de ella.

- Gracias.

La habitación era compartida; a su lado tres camas permanecían extrañamente vacías; separadas por unas cortinas plásticas colgadas mediante argollas metálicas de un caño superior, empotrado en la pared.

Sin hacer ruido, Daniela dejó su cartera en una silla de plástico, y se acercó a Sebastián, vestido con una bata celeste de tela y tapado hasta la parte baja de su pecho. Respiraba sin ayuda, pero lo hacía pesadamente.

Un vendaje cubría su mano izquierda; con las yemas de sus dedos lo acarició imperceptiblemente. Con esa, de seguro, habría impactado de lleno a uno de sus atacantes. Unas gasas con una solución yodada a la altura de sus costillas y en su hombro izquierdo, delataban unos raspones y quizás, unos futuros moretones, por debajo de la bata.

Su nariz estaba inflamada bajo una oscura y morada mancha, cubierta con un parche más pequeño que el de su torso, ubicada más precisamente, sobre su tabique Dani reprimió un llanto agudo y sofocado para tomar su mano sana, y acariciarse las mejillas con ella.

Mirándolo con devoción, liberó su mano, para acomodar una de las dos sillas plásticas de visita para tomar asiento lo más próxima a él que pudo. Recostó su cabeza suavemente sobre su muslo derecho. Con la mejilla en su fuerte músculo, pasaba una mano por arriba, acariciando sobre la manta hospitalaria, su rodilla. Perdiéndose en el tiempo, con ternura y dedicación, bajó sus párpados cansados con una lágrima saliendo de su ojo y surcando el puente de su nariz.

Triste pero firme, permanecía con él, incondicionalmente, cuando tuvo la sensación de una mano acariciando su cabello. Con cuidado, levantó la cabeza, pero Sebastián aun se mantenía dormido.

Incorporándose de la silla, acarició su frente, respirando cerca de su oído, susurrándole palabras dulces.

- Mi amor, estoy a tu lado. - los labios de Sebastián se despegaron exhalando un breve murmullo y una bocanada de aire fresco la llenó de esperanzas. Divisando una jarra alta de vidrio sobre la mesa que acompañaba la cama, cargó el vaso con agua y tomó la servilleta de la bandeja de acero inoxidable para embeberla. Despacio, humedecería su boca. Sebastián reaccionaba aceptando contacto de la tela.

- A...gua...- dijo finalmente.

Sin dudar, agarró el vaso lleno hasta la mitad, y delicadamente, pasó su mano por su nuca, inclinándola hacia adelante.

- Shhh - arrulló en un volumen inaudible - despacio amor...- Dani alejó el vaso para recolocar la cabeza de Sebastián en la almohada. Sobre su frente, al correr su cabello, pudo ver un trozo de gasa ajustado con unas cintas.

Sebastián estaba muy dolorido, pero vivía y eso ya era suficiente. Parpadeando, recibiendo la luz de la sala en sus ojos como dagas, recobró la visión definitiva teniendo frente a él la imagen de la divinidad celestial personificada.

- Estoy acá, cielo. - venerando esos ojos verdes, Sebastián esbozo una sonrisa con esfuerzo al oírla.

- Ya...lo...sé - afirmó agitado pero firme - Soñé...con vos.- Dani acarició su cabeza maternalmente entremezclado sus dedos en su pelo húmedo y con olor a desinfectante.

- ¿Ah sí?

- Soñé que te veía como ahora, con el cielo a tus espaldas. Pero te alejabas - tragando fuerte, una mueca de dolor frunció sus ojos - Te alejabas...rápido...y te perseguí.

- Shhh, amor. No hables si te cuesta, ya vas a tener tiempo de contarme.

Ignorando su sugerencia, siguió adelante con su relato.

- Corrí, mucho. Y finalmente...te encontré donde se esconden los ángeles. - inspiró, pero no cedía en su voluntad por hablar - Te mezclabas entre ellos, envolviéndote en unas nubes. - recobrando algo de fuerza, apretó la mano con la que Dani sostenía la suya - Vi el sol amanecer en tu sonrisa, el alba despertando en tus ojos - inevitablemente, ella limpiaría unas lágrimas emotivas al desprenderse de sus ojos verdes, enamorados de Sebastián y su sueño.- Cuando me viste, esperando por vos, finalmente te acercaste. Me acunaste las manos, y me invitaste a correr con vos. Me prometías que siempre ibas a cuidar de mí. Te creí. - con sus ojos pesados, la miraba embelesado; ella tenía la nariz roja y las mejillas ardidas del llanto. Nunca podría disimular sus emociones...Ni sus risas, ni sus penurias ni la piel encendida al hacer el amor con él.

- Siempre amor...siempre voy a estar para cuidarte.

Siendo acariciando nuevamente en sus nudillos por su pulgar, Sebastián sintió aquel contacto como el que lo devolvería a la vida, salvándolo de su infierno personal. Su ángel lo rescataba, le prometía permanecer eternamente a su lado.

Un golpe ligero en la puerta desconectó sus corazones enamorados por un instante, permitiendo que Leandro entrase junto a Ramiro Thompson.

- Bueno, bueno - se frotaba las manos, acercándose a la cama - ¿Qué me decís de la enfermera que te traje?¡No me digas que no es la mejor!

- Es lo mínimo que podrías hacer por mí - chicaneó, recobrando el humor y el aliento.

Dani llenó sus pulmones de oxígeno, tranquila. De a poco todo volvería a la normalidad, aunque con el atacante vagando por la calle, nada podría devolverle la paz por completo.

- La policía quiere interrogarte Sebastián, pero antes necesito que me cuentes que pasó.

- ¿Siempre aguafiestas, Thompson?- dijo el malherido. Risueños, todos acompañarían distendiéndose con una gran carcajada.

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- ¡Pude pedirme solo dos días, Sebas! Susana me mata si no aparezco mañana por la oficina.

Ni siquiera adolorido, Sebastián dejaba de acosarla. En reposo, algo incordioso por la postura, él luchaba con todas sus fuerzas por vencer el espíritu hiperactivo que dominaba su cuerpo. Por fortuna, en Dani encontraría una buena enfermera y una amada atenta y considerada. Enarcó su ceja de recordar la sesión de sexo oral a la que lo habría sometido por la noche. Estaba desesperado por congraciarla.

- Hacéle caso al médico con el tema de reposo, no seas terco. Mañana ya te levantás, ¡no seas hincha!- siendo tironeada por él desde la cama, no la dejaba bajar del colchón.

- Pero te quiero acá, ¿no ves que estoy convaleciente? - exagerando sus gestos, se comportaba como un nene caprichoso pero adorable.

- Amor, en serio, tengo que ir a casa a buscar ropa decente, no me gusta que Antonia me vea con la misma ropa todos los días. Desde que fui al hospital a llevarte el bolso no vuelvo y tengo que traerme algo de ropa para ir a trabajar. - de espaldas a él, en el borde de la cama, se abotonaba la camisa.

- ¡Ufa! - resopló disgustado - ¿Y si vas a hacer las compras y renovás vestuario? Cabildo y Juramento queda cerquita. Compráte algo por acá así volvés enseguida - sentándose por detrás de ella, rebotando pesadamente en el colchón, colocó su pelo por delante, inundando su cuello de besos implacables.

- Mmm...es tentador "reventar" la tarjeta de crédito, pero no es para nada razonable. ¿O lo pongo a cuenta de AGP & Asociados?

- Leandro no tendría inconvenientes. Con tal de no aguantar mi malhumor por estar acá como un gato enjaulado, acepta cualquier cosa. - su contacto, sus labios en su piel, lo estaban encendiendo.

- ¡Basta! No me extorsiones. ¡Te voy a denunciar!

Dani caería de espaldas bruscamente sobre la cama, impulsada por Sebastián, que la sujetaba por las costillas. Sin importar la molestia de su cuerpo, la atrapaba, degustando su cuerpo con sus ojos: tenía la camisa a medio abrochar y sólo el culotte de la cintura para abajo. Con una maniobra hábil podría estar dentro de ella inmediatamente.

- ¡Basta! - sin querer golpearlo en alguna zona adolorida, Dani se retorcía por las cosquillas de su incipiente barba en la hendidura bajo su cuello.

- No me dejes...

- Amor, me tomo un taxi y en menos de una hora estoy de vuelta. Te llamo cuando llegue a casa y cuando esté volviendo...¿dale?

Como un nene, Sebastián bufó disconforme, pero sabiendo que ella no declinaría en su accionar. Devolviéndola al extremo de la cama, para que terminase de vestirse, Sebastián se sentó a su lado.

- Está bien, avisame cuando llegues y cuando vuelvas a salir.

- Sí amor...es exactamente lo que acabo de decir - Dani revoleó los ojos poniéndose de pie, alejándose unos pasos de la cama.

- Tenemos que hablar seriamente de tu casa - cursó Sebastián, mirándose las uñas, haciéndose el distraído.

- ¿Perdón? - colocándose los jeans Dani abrió grandes sus ojos.

- Sí. No voy a soportar mucho tiempo más que estemos yendo y viniendo de una casa a la otra.

Daniela miró sorprendida.

- ¿Qué querés insinuar?

- Que quiero que vivamos juntos, y tu casa no es una buena opción.

Perpleja, dibujaría una "O" mayúscula con su boca. Dejarla callada no era poca cosa.

- ¿Vivir juntos? ¿Ya? No es un poco... ¿rápido?

- ¿No es más o menos lo que estamos haciendo ahora?

- Bueno sí,...no...- respondió aturdida por la bomba arrojada por su novio - Pero al menos teniendo mi casa sé que si nos peleamos tendría un lugar propio adonde escaparme.

- Preferiría que no tuviésemos que pelearnos - dijo sereno notando un cambio en el rostro de Dani - Acá también tenés un lugar para escaparte.

- La habitación de al lado no cuenta, Sebas. ¡No hagas trampa!

Con sus botas ya puestas, Daniela le daría un beso en la frente cuando un remolino llamado Sebastián, la tomo de la mano, sin soltarla.

- Amor...mi mano...no puedo agarrar las cosas si te la apropiás. - a regañadientes, él la soltaría. Desde la puerta, ella arrojó un beso al aire y se fue de su vista.

Dani tomaría un taxi sobre Avenida Cabildo, y según lo acordado, cumplió al enviarle un mensaje de texto a Sebastián.

"En camino"

Cómo era de esperar obtendría la respuesta inmediatamente.

"Ok...volvé pronto..."

Daniela rió ante el perfil autoritario y controlador de su novio.

"Sí encuentro una capa roja como la de Superman, a un precio accesible, la compro y voy volando... ¿te parece?"

Sebastián frunció la boca de lado, imaginándola desnuda, envuelta en el rojo de la tela, contraponiéndose al blanco inmaculado de su piel. Sacudió su cabeza, por recomendación médica no podía hacer ejercicios físicos de gran intensidad, y tener sexo, era una de ellas. Maldijo por su mala suerte y su abstinencia.

" Mmm te quedaría muy sexy sin ninguna duda; de todos modos no tardes!!"

Sebastián y su volátil sentido del humor...

Siendo menos generosa que el sábado, bajaría del taxi abonando lo que correspondía al viaje y, como de costumbre, hurgueteó sostenidamente en su bolso hasta encontrar las llaves de su casa.

- ¡Hola Dani! -la voz tranquila pero ronca de Máximo la sobresaltaría.

- ¡Maxi! - llevando la mano al pecho dio un pequeño salto - ¡Hola!- desconcertada saludó a su amigo sin abandonar la búsqueda del tesoro. -¡Acá están! - dijo alzándose victoriosa.- ¿Qué...hacés acá?

- ¿Tenés tiempo para ir a tomar un café?

- Uff, la verdad es que no...- dijo mordiéndose el labio - ¿Cómo sabías que estaría en casa? generalmente a esta hora estoy trabajando - concluyó Daniela aferrándose a su cartera obsesivamente.

- Llamé a tu celular, pero me dice fuera de servicio .¿Se te rompió? Llamé a tu oficina y Ximena me comentó que te habías a pedido dos días de licencia médica. Sinceramente me extrañó y preferí venir a verte en persona. Pero... ¡te veo bien!

- Bueno sí, estoy bien...la verdad es que me enganchaste justo...por salir. Estoy algo apurada, pero...- mordisqueándose la uña del pulgar, lo invitó a pasar - Tengo que buscar unas cosas en casa y salir de vuelta. ¿Qué tal si entrás y te preparo un café mientras busco lo que necesito? ¿Te parece?

- Dale, buenísimo.

Dani ingresó primero, Máximo le cedería caballerosamente el paso; hablando animadamente, caminarían hasta la casa del fondo.

Aburrido, Sebastián miraba un programa especial en "Discovery Channel", el cual se trataba de los leones y su hábitat natural, la sabana y no las jaulas de zoológico. Sintiéndose claramente identificado, observó por un rato más hasta que finalmente, decidió apagar la TV.

Se puso de pie, con el brazo dolorido y su nariz latiéndole más de la cuenta. Estaba acostumbrado a las palizas de sus oponentes, pero era noble recordar, que su última pelea habría sido no menos de diez años atrás.

Vestido de joggings y una remera deportiva azul, Sebastián fue rumbo a la cocina.

- ¡Sebastián!¡Vos tendrías que estar acostado!

- Me siento bien, Antonia - le dijo a su empleada besándole la coronilla. Le llevaba casi 30 centímetros de altura y más de 40kg de peso.

- ¡Daniela después me va a preguntar cómo te portaste y le voy a tener que decir la verdad!

- Entonces le dirás que bien. - con una botella de agua fresca en la mano, dio un sorbo, dejándola sobre la mesada de granito.

- ¡Eso sería mentirle!

- Es una mentira blanca, Antonia. Shhh, quedará entre nosotros.

- Vos me enseñaste que no existen las mentiras de colores. - torciendo la boca, graciosa, Antonia le daba de su propia medicina.

- Bueno, a partir de hoy no creas nada de lo que te diga.

El timbre interrumpiría la charla con Antonia, quien respondió desde el portero eléctrico ubicado en la cocina.

- Sebastián, es el doctor Thompson

- Decíle que pase - sorprendido, realmente no lo esperaba.

Antes de recibirlo, chequeó la hora. Habría pasado más de una hora y media desde que Dani le comunicó que estaba en el taxi, en teoría, no podría tardar tanto. Él mismo tardaría menos si fuese caminando, como aquella noche de lluvia. Quizás se habría dispersado haciendo otras cosas, olvidándose de avisarle.

Pensó en que lo mejor sería darle un poco más de oxígeno; era miércoles y el tránsito por Cabildo a esas horas de la mañana, siempre era conflictivo.

Antonia abrió las puertas a Thompson, que a diferencia de su impecable traje de abogado, lucía una camisa informal y unos jeans.

- ¿Cómo te sentís? - palmeando su omóplato, pero sin imprimir mucha fuerza, Ramiro se acomodó en una de las sillas de la sala.

- Mejorando, de a poco.

- Eso es bueno.

- Bueno sería salir de acá. Estoy aburrido, Daniela ya no me soporta - admitió sacando una pelusa imaginaria de la mesa.

- La compadezco, no debés ser un paciente muy fácil - sonrió de lado.

- Seguro que no... ¿Queres un café?

- No, te agradezco...

- Bueno...al grano entonces Ramiro, no creo que te hayas molestado en venir hasta acá para que hablemos de mi conducta como paciente extra hospitalario.

- Tenés razón. Lo cierto es que tuve novedades, de las importantes, y no quise perder el tiempo, por eso me tomé el atrevimiento de venir sin llamar.

- No hay problema Ramiro, sé que no vendrías si no fuese algo que valiera la pena.

- En efecto.- replicó acomodándose en la silla y dejando su celular sobre la mesa - Se pudo verificar que el auto en el que te atacaron el sábado es robado. La denuncia de sustracción del vehículo está radicada en Lanús.

- ¡Eso sí que es bueno!

- Gracias a la colaboración de tu contacto dentro del Gobierno de la Ciudad, pudimos identificar a las cuatro personas que afirmaste, se encontraban en el auto - sacando unos papeles de una carpeta con tapas de cartón y colocándose los anteojos, leyó - El conductor del coche se llama Eric Salerni, el acompañante Fabricio Volturna, y los que te atacaron son Carlos Fontana y David Vosniak, todos con antecedentes por delitos como ser tenencia de drogas y estupefacientes; robos a mano armada, hurto, secuestro de armas, pero por fortuna nunca con víctimas.

- Hijos de puta - masculló Sebastián, cerrando su puño.

- Pero eso no es lo mejor. - reclinando su vista, apuntó a su colega.

- ¿No?

- El idiota de Vosniak fue enganchado robando con un arma, en un kiosco en Mataderos, así que cayó en cana ayer por la tarde.

- ¡Lo podemos obligar a confesar! - animado, quería salir corriendo ya mismo.

- ¡Pará! No sólo eso Sebastián, hay un dato no menor que de constatarse nos abre la puerta a algo más profundo.

- ¿Cuál?

- Tanto Salerni como Vosniak compartieron abogado cuando cayeron presos por delitos anteriores.

- ¿Sí? Mirá vos...mientras las mujeres recomiendan marcas de ropa, ellos, prefirieron recomendarse abogado.- meneó la cabeza, sarcásticamente.

- ¿No te das una idea de quién fue el penalista que los sacó en libertad, pagando una jugosa fianza?

- Sí bien podría enumerarte muchos abogados corruptos, no sabría decirte quién puede ser en este caso.

- Fue Pavón, Sebastián. Máximo Pavón puede que esté involucrado en todo este asunto.

Sebastián quedó inmóvil, aun más que si lo estuviesen sometiendo nuevamente a una paliza como la del sábado.

- ¿Pavón?¿El soso de Máximo Pavón contratando gente para fajarme? No entiendo...

- Cuando hable Vosniak ataremos cabo, con suerte podremos desenmarañar este gran misterio. De momento, es lo que tenemos

- ¿Esos tipos tienen algo que ver con el incidente en la casa de Daniela?

- Aun no lo sabemos. Los tres restantes tienen orden de arresto, apenas caigan podemos ver cuáles son sus coartadas...procederemos como ya sabés.

Sebastián se puso de pie, estrellando su mano no lastimada en la mesa; de un puñetazo, rajó la madera. Él siempre intuyó que Pavón no era trigo limpio; independientemente de sus celos para con Daniela, podía oler que había algo en él que lo hacía poco fiable.

- Sebastián, calmáte - poniéndose tras él, lo sostenía por los hombros - Estamos metidos en algo bastante pesado. Ya sufriste las consecuencias, te molieron a palos y amenazaron a Dani. La justicia está avisada de todo esto, ahora tenemos que reunir más pistas. Además falta confirmar si la idea principal era atacarte a vos y con qué motivo o si la idea era asustar a Daniela...

- ¡Dani! - sobresaltado, miró a Ramiro desencajado.

- ¿Qué pasa con Daniela? ¿No está trabajando?

- Ramiro, tengo un mal presentimiento; hace más de una hora y media se fue de acá y todavía no me avisó si llegó bien a su casa.

- Quizás hay mucho tráfico, viste como es la Capital a estas horas.

- ¿Vos llegaste rápido, no?

- Sí...bueno... ¿y si se le olvidó avisarte?

- No quiero arriesgarme. Después de todo lo que nos pasó, no creo que haya sido tan imprudente de no avisar siquiera si está viniendo para acá.

- ¿Qué querés hacer?

- Acompañáme a su casa, de camino te cuento bien.

Enardecido fue hasta la cocina, dio aviso a Antonia que se retiraba a lo de Daniela y de paso, también a gran velocidad, recaló en su habitación, en busca de su escudo protector.


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[Emily es secretaria de la famosa directora de la revista "Cúspide of moda". Su rutina se ve alterada por la aparición de un atractivo hombre en las...