LA EMPERATRIZ DE NUEVA YORK

Від AlejandraEstherDiaz

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 ¿Qué hacer cuando un caprichoso quiere hacer valer su ley a sangre y fuego, sin importarle los sentimie... Більше

Capitulo 1. El testamento.
Capitulo 2. La propuesta.
Capitulo 3. Nuevos Horizontes.
Capitulo 4. El inicio de un engaño.
Capitulo 5. Un nuevo empleo.
Capitulo 6. La Navidad más triste.
Capitulo 7. Entre la vida y la muerte.
Capitulo 8. Una decisión dolorosa.
Capítulo 9. Aprendizaje.
CAPITULO 10. TRAVESÍA SENTIMENTAL
Capitulo 10. Error Afortunado.
CAPITULO 11 SECRETAS INTENCIONES.
CAPITULO 12 QUINCE AÑOS DESPUÉS.
Capitulo 13. Una Declaración Inesperada.
Capítulo 15. Noche de Insomnio.
Capìtulo 16. Pesadilla en la calle 12.
Capitulo 18. Se acerca la hora de la verdad.
Capítulo 19. En la boca del lobo.
Capitulo 20. Decisiones.
Capítulo 21. Una sola palabra
Capítulo 22. Reencuentro con el pasado.
Capítulo 23. La Navidad que cambió todo.
Capitulo 24. Adòpteme, por favor.
Capitulo 25. El Nacimiento de una emperatriz
EPILOGO

Capitulo 17. Un trabajo sucio.

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Від AlejandraEstherDiaz

Viena Briceño llegó temprano al bufete en su flamante BMW, hasta hacia unos meses tenía un modesto Mazda3, hoy llegaba en un auto digno de su condición aristocrática, sin percatarse que le darían una de las peores noticias de su vida.

-¿Y esas caras de velorio?- rió nerviosa al ver a su personal reunido y comentando en baja voz.

-Pasa, que acabamos de recibir dos paquetes parecidos a los de la semana pasada. -comentó Franco, pálido como una vela de cera. -Se trata del corazón de Noris Lao y su cabeza.

-¿Qué? -inquirió incrédula al escuchar a Franco decirle lo que halló en el paquete. -No estarás hablando en serio.

Por toda respuesta, Franco le mostro el paquete mortal. En el estaba en una cama de algodón el sangriento despojo que fuera la cabeza de la mujer y en otro el corazón, que parecía palpitar todavía, fuera del cuerpo de su dueña. Pálida del terror, salió corriendo del despacho.

-¡Malditos asesinos! ¡Esto lo hacen para volverme loca! -gritò frente al espejo del lujoso baño.

Y lo que le esperaba, su hija querida, Atenas también venia en otro paquete, que nadie se atrevió a abrir. Ella abrió con mano temblorosa el paquete, y lo que vio la hizo desmayarse.

En el no solo estaba la cabeza y el corazón sino que también sus partes íntimas, a manera de advertencia y de que supiera que sabían lo que fueron a hacer al cuartel de las Alas Delta la madrugada del día siguiente a las elecciones.

Franco salió del despacho a tomar aire, asqueado de lo que vio. La gente que tenía a Magdalena no jugaba. Si seguían con la necedad de investigar donde estaba para llevársela, no garantizaban quien seria el siguiente en la sangrìa.

-Mi mujer y mi hijo corren peligro, ahora como están las cosas no puedo pedirle a Carito que vaya a pasar unos días con su familia y el nene, mientras esto se calma, perdería la entrada al país nuevamente. -pensó. -Y ese obcecado todavía creyendo que puede encontrarla y hacerle pagar su traición, suena como un corrido mexicano de los de antes, sin saber que está en manos de gente que si descuartizó a Noris, a su marido, a Atenas, a Capriles y quien sabe a quién más.

Y para completar, unos días antes, recibieron la visita de agentes del FBI norteamericano y de la Drug Enforcement Association. Pese a que no hallaron nada, advirtieron que estarían monitoreándola estrechamente.

La tensión en el pasillo podía cortarse con un cuchillo y sobraban rebanadas. Ya nadie osaba burlarse ni recordar a Magdalena con odio. Los tres escritorios vacíos eran la prueba que el que quisiera hacerle daño a ella, lo pagaría con la vida.

Yalena, una de las mensajeras, se acercó a Franco. Esta chica estaba a punto de renunciar. Se uniría al grupo Alas Delta dentro de unos días, solo que no deseaba que se supiera la razón de su renuncia.

-Esto ya se está pasando, licenciado. Y yo soy pobre, pero de apellido honrado, no quiero tener que ver nada con asesinatos ni con plata sucia.

-Te comprendo, Yalena. -Replicó -Yo si supiera que voy a hallar empleo mañana, me iría hoy mismo, pero la situación está fea, y dejar el empleo que se tiene para quedar con las manos vacías, no me parece.

-En mi caso, no quedo con las manos vacías completamente. Ya lo verà.

Ese día, Viena recibió cinco renuncias, dos mensajeros y tres auditores forenses que se lavaron las manos al ver todo aquello. Habían ayudado mucho en la firma, pero ahora sus vidas peligraban de continuar con ella. De una plana de casi cincuenta empleados, solo le quedaban treinta. Y el número amenazaba con bajar todavía más.

Se encerró en su despacho y marcó un número. Estaba desesperada. Del otro lado una voz gruesa de mujer con un fuerte acento germánico se dejo escuchar.

-Oigo.

- ¿Edel? -preguntó. -Soy Viena, necesito hablar contigo personalmente.

-Sabes que no atiendo a nadie si no es por cita. - respondió tajante. - ¿A ver, qué quieres?

-No puedo decírtelo por teléfono, debo tener el mismo intervenido. Necesito hablar contigo personalmente, es algo de vida o muerte y que nos puede echar todo el negocio al agua si no actuamos.

-Ven a las siete de la noche a mi casa. Hablaremos de lo que te tiene tan misteriosa y asustada. Presiento que es una sandez más de las tuyas.

-Te aseguro que no lo es. -replicó Viena, ante los demás se mostraba prepotente y cruel pero ante ésta, se volvía servil y pusilánime.

-Mas te vale que así sea, no concedo entrevistas sin cita, a menos que sea muy importante la información que me tienes.

Colgó, sintiéndose un poco más tranquila, la alemana era fuerte y sabía manejarse en momentos críticos. Su única preocupación era la inglesa Maryland Ainsworth, que era su polo opuesto y su némesis.

****

Marìa del Rosario le tomó el pulso luego de inyectarla, esta cayó sin sentido en los brazos del nórdico, luego de haber gritado de la forma tan salvaje que lo hizo.

-Sigo sin entender porque ella se estaba sobre entrenando. -comentó preocupado. -¿Usted sabe el por qué de esto?

-Si, se trata de que ella le desea. Y no sabe como manifestar ese deseo que siente por usted.

-Mi princesa quiere acaso que yo la seduzca y hagamos el amor. -Dijo -¿es eso acaso?

-Si, solo que no sabe cómo expresarlo. Le metieron muchos tabúes en la cabeza y eso no se borra de la noche a la mañana.

-Lo sé, tengo que hacer algo para evitar que ella piense que es mala o pecadora, solo por desearme.

-Usted es un hombre de mundo, tiene recursos para lograr que ella cambie de manera de pensar. Ha ido a Hong Kong, Japón, Singapur, etc. Oriente tiene secretos para borrar marasmos como los de Magdalena.

-Ya lo tengo pensado, lady Rhiannon. Voy a hacer algo para borrarle a Magdalena esos tabùes. Y de paso que sienta algo de cariño.

-No estará pensando hacerle el amor. -replicò Marìa del Rosario. -Sabe que las reglas de la casa son estrictas-

-No voy a comprometer su virtud, si es lo que teme, doctora. -repuso volviéndose hacia el galeno. -Seria una magnífica idea, de poder hacerlo, pero no voy a buscarme un dolor de cabeza por una cosa que bien puedo hacer con más tranquilidad.

Magdalena salió del sopor en que cayó cuando la inyectaron en el gimnasio, intentó moverse y su cuerpo protestó adolorido, le dolía desde el primer cabello de su cabeza hasta la última uña del pie. Mareada intentó incorporarse, su espalda protestó y sus brazos también.

-No te muevas, debes estar muy adolorida, princesa -escuchó una voz a su izquierda. Era Miodrag.

-¿Qué me pasó? -Inquirió -No recuerdo nada, solo que le estaba pegando al costal de boxeo.

-Hiciste exceso de ejercicio, tu cuerpo va a protestar por el castigo que le diste, liebchen. -se acercó. Tenía puesta una camisa negra y un pantalón gris oscuro. Unas prendas sencillas, pero seductoras en él. -Voltéate y quítate la blusa de pijama. Voy a darte un masaje y hacerte algunas preguntas íntimas.

Ella se aferro a la cobija, de quitarse la blusa, quedaría semi desnuda frente a èl, en situación sumamente vulnerable. Y no quería.

-Yo no puedo hacer eso, comandante.

-Vamos, princesa. Quítate esa blusa y voltéate de espaldas. Necesitas un masaje que relaje esos músculos adoloridos. No voy a hacer nada que ofenda o incomode tu pudor.

Con timidez y titubeo, se la quitó. Miodrag se acercó y se desabotonó la camisa, quitándosela. Por estar de espaldas, ella no lo vio despojarse de la prenda, de hacerlo, ella hubiera huido por la primera puerta que hubiera encontrado.

Vertiendo un pequeño chorro de aceite de lavanda en sus manos, calentándolo para masajear la espalda de la chica. Se sentó a horcajadas sobre la chica, para hacer la terapia que sabía.

El Masaje Reiki era una técnica japonesa para relajar, curar y estimular puntos energéticos en el cuerpo. Una técnica milenaria.

-Magdalena ¿Cuándo tuviste tu primera regla?

-A los quince años, creí que estaba enferma o que algo se me había roto internamente. Nadie me dijo que eso era la menstruación.

-Tu madre nunca te dijo nada. O te dijo lo que era.

-Me dijo que debía cuidarme, ahora era una señorita, que no se me permitiría ir a fiestas, salir sola a algún lado ni maquillarme. Mucho menos tener amigos varones, que me convenía obedecer porque de lo contrario me llevarían a un burdel y me dejarían allá.

-Por todos los santos, esa no es explicación para una niña. Una lista de prohibiciones, solo les faltaba prohibirte hablar o respirar.

-Que el esposo que tendría, seria escogido por ellos, que si les daba la gana de no dejarme casar con nadie, también podían hacerlo.

-Alguna vez te hablaron de lo que pasa cuando un hombre y una mujer se enamoran.

-Nunca, para mamá, eso que llaman amor no es más que una tontería para que las mujeres se dejen coger y los hombres satisfagan su sexo. Que el matrimonio era un contrato por conveniencias económicas y materiales, que nada tenia que ver con esa tontería que llamaban amor.

-Una última pregunta, y la más importante. ¿Alguna vez viste a tus padres besarse, tomarse las manos, bailar pegados una canción o encerrarse para hacer el amor?

-Nunca, dormían en cuartos separados, mas era lo que peleaban y ofendiéndose que teniendo momentos románticos, al menos delante de mí no.

Miodrag guardó silencio. La ira lo consumía por dentro, el daño infligido a la psique y a las emociones de Magdalena era más grave de lo que se imaginó.

-Princesa, recuerdas el cuento del Patito Feo ¿Puedes referírmelo? -Las manos del hombre, grandes, algo ásperas pero intensamente sensuales al contacto con su piel, dirigían dardos de calor a todo el cuerpo de la chica.

-No sé, si lo recuerde, ya hace tantos años que lo leí. -Replicó insegura -Era más o menos así, en una granja dejaron un huevo grande, gris. La pata lo empolló sin saber que era un huevo robado. Pasado el tiempo de incubación, el huevo empezó a romperse, saliendo un pato raro, de color gris sucio y de mala apariencia, el patito sufrió de todo, sus hermanos lo despreciaban, sus padres se avergonzaban de él, todos lo maltrataban y un día se aventuró a irse de la granja, pasó hambre, frío, golpes, injusticias indiferencia, hasta que el invierno pasó, y se acercó a un lago donde habían aves majestuosas, los cisnes. Pensando que le iban a matar bajo la cabeza y espero los picotazos. Cual no fue su sorpresa que al reflejarse en el estanque, la imagen era la de un cisne níveo, de blancura deslumbrante, más hermosa que todos los demás. Y los compañeros le dieron la bienvenida y le abrieron paso. El cisne, que en su época de patito feo, nunca abrigo rencor ni venganza, se sintió feliz y aceptado entre los suyos.

-¡ Muy bien! -Sonrió -Exactamente como lo referiste, ese cisne de blancura sin igual, deslumbrante, delicado, grácil eres tú, liebchen, atrás quedó la gordita sin gracia ni atractivo, la sumisa que se dejaba hasta matar a golpes por no contrariar a los demás. Ahora te sabes defender y defiendes a otros., eres un cisne tierno, delicado, sexy, sensual, que merece amar y ser amado.

Y recostó su pecho desnudo contra la espalda de la chica. Esta se sobresaltó al sentir aquella piel ardiente. Intentó incorporarse, pero èl no la dejó.

-Intenta voltearte bajo mi pecho. -Murmuró roncamente. -Hazlo, liebchen. -la apremió.

Lo hizo, él gimió sensual al sentir los senos desnudos de la chica en su pecho. Y una erección violenta asustó a la chica. De modo que el la iba a obligar a sentir cariño.

-Nos van a dar una fuerte reprimenda, no garantizo que nos traten con piedad después de esto.-jadeó ella al sentir en su piel aquella que ardía al tocarla.

-No te preocupes, liebchen, puse seguro en la puerta para no ser molestado. -replicó. -Ahora, abrázame, rodéame con tus brazos, uno a mitad de espalda y otro en la cintura.

Lo hizo, y él empezó a frotarse suavemente contra el busto de ella. Una sensación de placer la inundó y su braga empezó a humedecerse.

-¿Qué sientes, liebchen? -Inquirió besándola suavemente en el cuello, -yo tengo unas ganas enormes de quitarme toda mi ropa y hacerte el amor.

-Mi busto - se quejó. -Lo siento caliente y duro. No aguanto.

Se incorporó un poco, y un busto hermoso, erguido, anhelando que unos labios sensuales lo desflorasen para darle placer a su dueña, aparecieron ante sus ojos hambrientos.

-Voy a aliviarlos un poco. No te asustes, esto es normal y natural. -Dijo no sin antes contemplarlos nuevamente -Tienes unos pechos hermosos.

Y suavemente empezó a besarlos. El calor de su boca contra sus pechos hizo que volviera a humedecerse. Ella se retorció bajo él.

-Miodrag, te amo. -murmuró sintiéndose perdida entre tanto placer. -Te amo.

Una sonrisa triunfal curvo sus labios. Y continúo saboreando su piel tierna, como quien saborea un dulce. Los rodeó con sus labios, acaricio cada centímetro con su boca, al llegar a las cimas sensibles succionó suavemente, con cuidado. Convirtió aquello en una caricia sensual.

--Magdalena, te amo. -murmuró ardiente. -Sentirte mujer con las caricias de tu amor, no es pecado. Lo más hermoso es cuando amas a tu pareja y la deseas. Quieres ser uno con él o ella en cuerpo y alma. -dijo sosteniéndose sobre los codos y mirándola a los ojos. El amor no es sucio, no es pecaminoso, ni la entrega es brutal y sin sentimientos. No es lo que te han hecho creer.

-El amor es peligroso, casi me matan por él. -replicó con suavidad, sintiendo aquel pecho pegado al busto. -Tuve suerte que no me ocurriera algo peor, conociendo a esa gente.

-No tienes que preocuparte por ellos, no permitas que controlen tu vida, ni lo que quieras hacer con tu cuerpo, eso es únicamente asunto tuyo y de nadie más. -la besó en la punta de la nariz.

-¿Vas a quedarte conmigo aquí, durmiendo? -le preguntó, pensando que en cualquier momento, María del Rosario u otra de las instructoras llegaría a la habitación -No quiero perjudicarte.

-Puse seguro, para que no nos interrumpieran, liebchen, quería tenerte un rato para mí solo. Y demostrarte con mis besos y caricias que el amor no es malo, que besarse, acariciarse y tener intimidad sexual no es pecado cuando amas de verdad. De otra forma, no significa nada.

Magdalena se arrebujó bajo el peso de Miodrag, era grande, fuerte y estaba totalmente entregado a hacerla sentir mujer en sus brazos. Un sueño y debilidad deliciosos se apoderaron de ella. El calor de esa piel aterciopelada contra la suya, le gustaba demasiado, el roce de sus manos, de sus labios, la manera como la tocaba, todo le encantaba.

Un beso sensual y profundo cubrió su boca, ella le acaricio suavemente la espalda, se apretó a él. Y deseó con toda su alma que estuvieran casados, para poder entregarle su cuerpo sin temor al juicio de la sociedad. Ya la habían juzgado como roba maridos aun sin haber hecho nada. No quería volver a pasar por eso.

-No creas que por lo que ha ocurrido ahora, dejo de quererte, ni te tomo como aventura, quiero que seas mi esposa, mi emperatriz. -afirmó convencido, apretándola en sus brazos. -Quiero despertarme todas las mañanas viendo tu dulce rostro recostado en mi hombro. Noche a noche entregarme a ti, acariciar tu piel, gozar tu entrega plena de mujer.

-¿Estás hablando en serio? -Magdalena aun dudaba. La ilusionaron tantas veces para luego burlarse de ella.

-Nunca en mi vida he ilusionado a nadie para luego sacarle la tabla y burlarme o despreciarla. Todas han sabido desde un principio qué esperar y qué no esperar de mí. -expresó categórico. -Me gustaba la chica que sabia a qué iba conmigo, que no exigía lo que en ese momento no podia darle.

-¿Nunca te enamoraste de ninguna de ellas? -inquirió -Debieron sentirse mal al saber que no podías quererlas.

-Sabían a lo que se exponían, nunca prometí nada que no pudiera ofrecer. Y me aseguraba de protegerme para evitar problemas tanto para mí como para la chica que estuviera conmigo. Un hijo no es un muñeco que se devuelve a la fabrica por qué no lo quieres o es un estorbo. Es una persona que hay que formar, amar, guiar y educar. Y si no estás dispuesto a asumir esa responsabilidad, hay que cuidarse.

-¿Por qué te enamoraste de mí? -quería saber por qué, se había fijado en ella, que no tenia mayores prendas que su deseo de cambiar y ser diferente a la sumisa que se dejaba humillar y pisotear.

-Una, tu belleza, eres muy hermosa, no solo de cara y cuerpo. Sentirlo en el mío, me trastorna, me hace perder los sentidos. Me despierta como hombre, potencia mi sensualidad. -la apretó y ella sintió más ese cuerpo musculoso -Tienes un alma hermosa y un corazón de oro. Y eso sale a tu rostro.

-Solo tu supiste ver algo que otros nunca vieron. Para el resto, yo era una loca que necesitaba camisa de fuerza y golpes.

-Si supieran que ahora si sabes cómo defenderte, temerían enfrentarse a ti.-sonrió acariciando suavemente su piel. A él le encantaba hacerlo, tal vez sería la única oportunidad de tenerla para él en total intimidad.

-Tengo tantos tabúes y pensamientos destructivos. Inculcados por gente para la cual nunca di el ancho.

Aquella frase lo estremeció. Recordó lo que acababa de descubrir y pensó que hasta no tener suficientes pruebas de todo lo que sabía, no le diría nada. Y una idea loca apareció en su mente. ¿Y si los que a Magdalena llamó padres, nunca se hubieran casado, sino que eran gente que la tenia cautiva?

Era algo loco, seguramente, pero lógico. Iría un dia a la casa de Magdalena cuando ellos no estuvieran. Dianette y Federico lo ayudarían, para develar el misterio del origen de Magdalena y saber si esos dos entes, se habian casado, o por el contrario, nunca lo estuvieron.

Y si no lo estaban aquello se agravaba, tenían retenida a una chica en contra de su consentimiento. Un delito que tenía una pena de prisión de muchos años. Y si caia el régimen militar, era muy probable que dicha pena aumentara.

Magdalena sentia aquel cuerpo apoyado contra ella. El calor y la suavidad de aquella piel satinada la maravillaba sobremanera. Un beso cubrió nuevamente su boca y el movimiento sensual de su pecho contra su busto.

-Quisiera hacerte el amor ahora. Al menos una caricia que nos calme un poco.

Y le bajó suavemente el pantalón del pijama corta, su masculinidad acaricio con suavidad el centro de su cuerpo.

-Miodrag, te amo. -volvió a repetir. Aquella confesión le había costado lágrimas y noches sin dormir. El continúo con la suave caricia a aquel centro húmedo y tibio.

-Eres una delicia para mí. Madeleine, cuanto voy a amarte, liebchen. -murmuró con voz ronca apretando el abrazo en que la tenia sujeta.

Su masculinidad siguió rozándola suavemente, mientras sus bocas fundidas en un beso sensual y apretado entregaban todo lo que tenían por dentro.

*****

El gimnasio del edificio se encontraba vacío durante aquella hora. María Alejandra aprovechó para descargar el estrés y la tensión de los últimos días. Recordaba una tarde que vio a Callum nadando en una de las piscinas privadas cercanas a la sauna, como Dios lo trajo al mundo.

El sonrojo fue violento, jamás había visto un cuerpo masculino tan perfecto, vigoroso, sexy, haría las delicias de un escultor de los que hablaban los libros de Historia Universal en la antigüedad. Ni Fidias hubiera captado en sus esculturas tanta perfección. Todo un Apolo o Ares.

Y esa noche, tuvo su primer orgasmo o sueño húmedo. Asustada, intentó olvidar aquel incidente, mas fue en vano. Su imagen se le clavó en la mente y la atracción sexual en el corazón. La noche de las elecciones unos celos indomables, furiosos se instalaron en ella, estaba dispuesta a lanzarse como fiera ante la que quisiera acostarse con él.

Y fue en ese momento que una verdad la golpeo con la contundencia de un knock out. Estaba enamorada, por primera vez en su vida. Intentó huir de aquello, disimular lo que sentía, inútilmente. En la calle 12, lo vio a merced de dos batalloneros. No dudó ante la situación, se lanzó y en menos de diez minutos acabó con ambos, sacándolo sano y salvo.

-Otra vez me salvas la vida. No niegues lo que pasa entre los dos, amor. -Advirtió -Nos haremos daño si lo negamos.

Era cierto, cómo decirle que le amaba. Temía no ser asumida, valorada como mujer y compañera. No quería ser la de turno, quería ser la eterna, la única, la que se declaraba como suya aunque el mundo se viniese abajo.

Puso un casette en la grabadora que estaba justo cerca de la pista. Las notas de la canción tema de la película Flashdance, llenó el lugar. Y ella inicio su rutina. Al principio con timidez, pero la música, una potencia poderosa, se apoderó de ella, convirtiéndola en una bailarina gimnasta.

Callum estaba por entrar a los jacuzzis cuando escuchó la música y entro al gimnasio. La pista estaba casi a media luz, en el centro una figura femenina haciendo su rutina de danza gimnasia. No tuvo que ser adivino para saber que era ella, María.

No le importó su desnudez y se sentó a disfrutar el espectáculo que ofrecía aquella figura femenina enfundada en un leotardo y mallas, con zapatillas especiales para aquellas rutinas.

Hacia tiempo que la deseaba, no con el deseo de una noche que es saciado a escondidas, sino con el deseo que daba el querer convertirla en su compañera, reclamar el calor de su piel, el sabor de sus besos, la entrega apasionada, sensual y erótica que adivinaba tras el fuego de su mirada.

Todos los movimientos de la chica le resultaban sensuales, encantadores, que lo tentaban, encendían, provocaban. Aunque ella no estuviera consciente de lo sensual, sexy y tierna que a él le resultaba.

Hipnotizado por sus movimientos, se acercó más para verla danzar al ritmo de uno de los éxitos más sonados de inicios de los años ochenta. Quería abrazarla, besarla, acariciar su piel, perderse en ella hasta sacarle gemidos de placer y cariño al sentirlo entregarse totalmente a ella.

Por fortuna, ella no le había visto aún. Al acabar la vigorosa pieza, inicio un lento muy conocido en esos años. Foolish Beat, la interpretaba Debbie Gibson. Callum bajo de la grada y a paso lento, sensual se acercó al centro de la pista. La envolvió con sus brazos.

María quiso protestar, desprenderse de su abrazo, pero era más fuerte que ella. Solo consiguió que la apretara mas, sintió todo su cuerpo de varón, incluido aquel miembro viril que amenazaba con erguirse al roce de ambos.

-María, ¿qué tratabas de hacer con esa vigorosa danza? -inquirió con voz grave y sexy. -¿Disimular que te hago sentir mujer?

-¿Quién te dijo eso? -respondió casi sin aliento. -Yo no quiero ser el deseo de una noche.

-¿Quién te dijo que yo quiero una aventura contigo? -Inquirió -Yo quiero más que eso, ser el dueño de tus atardeceres y amaneceres. Dormir acariciando tu piel, después de entregarnos a la pasión sexual. No es pecado amar en cuerpo y alma, amor.

-Me reprimieron demasiado. Temían que si me dejaban tener novio, no acabaría la escuela. Lo que no sabían era que me estaban mutilando como mujer.

-De modo que era eso, miedo a que tus padres te retiraran el apoyo, si tenías un novio a escondidas.

-Si, quería ser diferente a las demás, al final no sirvió de nada. Nunca estaban satisfechos con lo que hiciera, así fuera darles gusto y ser obediente.

-Error, te reservaste para mí. Eres mía, aunque te empeñes en decir que no, me vuelves a salvar nuevamente la vida, voy a agradecerte apropiadamente todas y cada una de esas veces. -Amenazó con el deseo temblando en su mirada- Vas a conocer mi lado sensual y erótico. Me voy a comer tu piel a besos, si puedo te hago un bebé, para que no puedas separarte de mí.

María temblaba, aquello no era una simple advertencia. Era la promesa de un hombre que la deseaba más allá de la razón y de la realidad. Y con angustia pensó si podría entregarse como él deseaba y exigía.

El aroma del sudor de la chica, mezclado con el splash de baño que se había puesto, intoxicaba sus sentidos, el calor de su cuerpo, la cadencia romántica y sensual de aquella balada jazz lo excitaba mucho.

-Te deseo, no puedo evitarlo. -Confesó -Nunca había sentido algo así por ninguna mujer, pese a que he vivido aventuras sexuales con muchas, siempre con precaución. Era deseo de una noche, como dices. -Recordó - Diferentes a lo que eres en mi vida. Quiero que seas mi mujer, no para una noche, sino para siempre.

María no pudo hacer otra cosa que rodear sus hombros con el dogal de sus brazos. Lo quería, ser su mujer le daba miedo y al mismo tiempo curiosidad. La curiosidad de descubrir en sus brazos los placeres de la cama y del sexo, tener con él todos los bebés que complacieran el natural sentido de la paternidad y maternidad de ambos. Perderse en su cuerpo viril, sentir el calor de su posesión y abandonarse a su deseo.

La canción finalizo y él buscó la boca de la chica con sed y anhelo, un beso violento, donde se mostraba el deseo postergado para no perjudicarse mutuamente, quebrantando las reglas que Maryland les había impuesto, por el bien de ellas.

*****

Viena bajo del costoso auto que compro fruto de los "negocios" que había hecho a lo largo de su ejercicio profesional. En aquella hora de la noche, una de las calles del exclusivo sector de Coco del Mar en San Francisco, se hallaba desierta, como correspondía una noche de viernes. Unos de parranda en la discoteca de moda, complementando la diversión con los mas finos licores y bebidas espirituosas y otros, más serios, disfrutando de otro fin de semana luego de las accidentadas elecciones que terminaron anuladas por el Tribunal Electoral en manos de la cúpula militar.

Se dirigió a un costoso edificio de departamentos, donde el guardia de seguridad la dejo entrar, por ser visitante frecuente del lugar. Subió en el elevador al piso quince, donde vivía la alemana nacionalizada panameña, Edeltraud Walgreen, la nacionalidad la adquirió por matrimonio con un ingeniero.

-Pasa, por la cara que traes, adivino que la chica que enviaste a hacer aquel trabajito, salió quemada del trance.

-Si, me entregaron lo que quedó de ella. Y la otra, sigue sin dar señales de vida. -refunfuñó con frustración. -Hay alguien que amenaza con descubrir nuestro secreto. Hemos labrado la desgracia de muchos niños que no debieron nacer, arrancándolos de sus casas y entregándolos a gente malvada para que los dañara. No podemos permitir que esto llegue a saberse.

-Calma, Viena. -la tranquilizó la alemana, cuyos ojos pequeños bien podria ser los de una rata, volviéndose ante la imponente vista de la ciudad a esa hora de la noche. -He de averiguar quién esta entrometiéndose en mis asuntos. Tengo informantes, apenas sepa quién es el intruso, pagara con su vida el haber hecho esto, con él también se irá la pequeña zorra esa.

Uno de los sirvientes de la alemana, tenia un hijo dentro de los centuriones delta, escucho toda la conversación. Apenas se fue Viena, aprovechó que le ordenaron que fuera a un pequeño super delicatesen que estaba cerca del lugar para llamar al cuartel Alas Delta.

Federico estaba en la azotea cuando le avisaron que su madre lo llamaba. Graciela, trabajaba como ama de llaves en la casa de Edeltraud, pese a que su hijo no quería que siguiera trabajando con ella, que tenia fama de mandar a matar a los trabajadores que despedía.

-Mamá, ya te he dicho que no me llames aquí, se que lo haces para saber cómo estoy, pero te arriesgas mucho al hacerlo.

-Hijo, debes decirle algo a tu amigo danés, aquel del que me hablaste, que se cuide, están tras su pista.

-¿Esa vieja bruja sabe algo ya? -Inquirió Federico con el ceño fruncido -Yo se que tiene gente en todas partes que les informan lo que hacemos y lo que no.

-Va a ordenarle a alguno de esos que investigue quien se esta metiendo en sus asuntos, le espera un final horrible.

-Gracias por informarme, mamá. Y por enésima vez te pido, sal de esa casa, por favor, te arriesgas demasiado.

-Es la única manera que tengo para protegerte. Y ayudar a tus amigos con su causa. Esta mujer hace ver que es civilista, pero tiene un alma negra, peor que la del dictador.

-De todos modos, mamá, sal de ahí. No quiero que te descubran, si lo hacen perderé a la mejor amiga y confidente que tengo en la vida. Y si esa mujer te hace daño, me convertiré en un justiciero que no descansará hasta verla muerta o presa.

-Me cuidaré, hijo, tengo que colgar. Solo vine a hacer un mandado y aproveché para llamarte. Dios te bendiga.

Y colgó, para dirigirse a la caja con los artículos que le habian pedido que comprara. Esperaba no haberse demorado demasiado.

Edeltraud llamó a uno de sus secuaces. Wilhelm Strasser, conocido como el doctor Strasser, maniático sexual bipolar, con fuertes rasgos esquizofrénicos y de locura. A este le encomendaría vigilar estrechamente el cuartel de las Alas Delta.

Miodrag fue a llevar un documento a la embajada, llevándose una sorpresa. Su hermano estaba allí. Había pedido un traslado al personal militar de la embajada para estar cerca de él y aunque no lo dijera, de Magdalena.

-Stuart, no esperaba encontrarte aquí -lo abrazó apretadamente -Lo último que supe fue que estabas en la Casa Blanca, cuidando al Presidente.

-Me enviaron con la comitiva de observadores y pedi un permiso temporal para formar parte del personal de la embajada. Y conocí ya a quien será mi futura cuñada.

La confesión lo dejo de piedra. Ya había visto a Magdalena, conociendo a su hermano, sería un problema si a él le gustaba también.

-No pongas esa cara, hermanito, relájate. -Sonrió -Es tu chica, nunca intentaría disputarte semejante mujer. Ella te ama demasiado para fijarse en mi.

-¿Cómo lo sabes? -frunció el ceño. Sabia como se las gastaba su hermano cuando le gustaba una mujer. -No me digas que intentaste coquetearle.

-Una pequeña prueba, no más, hermanito. -Dijo con ligereza -La chica se da a respetar, todos mis coqueteos se estrellaron en una muralla de granito. Te quiere, no te faltaría ni con el pensamiento. Ya quisiera yo una panameñita vida mía así de bella y guerrera.

Eran gemelos idénticos, con la única diferencia en el color de los ojos, los de Miodrag eran verdes con un reflejo azul que los hacía casi azules según su estado de ánimo y los de Stuart de un azul acero que congelaban a la más valiente, pero que también podían ser apasionados, sensuales y ardientes al mirar a la mujer que le moviese algo más que el deseo.

Por un tiempo se dedico a las rubias y pelirrojas, cuando iniciaba su trayectoria en la Marina, pero al llegar a la edad madura, se decantaba por las morenas, como Magdalena.

-Me alegra saber eso de ella, lo que no me gusta es que hayas tratado de hacerla trastabillar, tienes un atenuante, no sabías que era mi novia.

-Lo supe después que la dejaron en el edificio cuartel de las Alas Delta, me gané un bien ganado regaño de parte de mi superior y de uno de los ex presidentes, que me dijo que la mujer de un amigo se respeta y más cuando se trata de un hermano. Que si quería una igual, hablaría con Maryland para que me dieran una asignación.

-Bien empleado lo tenías. -le dijo con severidad. Conocía a su hermano, pese a que ambos eran Marines, uno siempre fue más centrado que el otro, eso se notaba. Cuando tenían veinte años, les gustaba gastarles bromas a las chicas debido al parecido, pero nunca llegaron a quitarse las novias mutuamente. Cada quien respetaba los gustos del otro.

-Lo sé, por eso pedí la licencia y luego quedarme entre los agentes que están al servicio del Embajador. Así puedo protegerte y proteger a mi cuñada en caso de necesidad.

Miodrag dudó si contarle a su hermano lo que había descubierto. Una cosa así, no era fácil de abordar sin tener pruebas contundentes. Su hermano tenía conexiones en Panamá, y él era un detective nato. ¿Por qué no pedirle ayuda en este asunto tan peligroso?

-Necesito tu ayuda con Madeleine. Eres un sabueso nato y te metes en lugares donde yo tengo problemas para que me den alguna información. Antes tengo que contarte algo muy feo sobre ella y su familia.

-Vamos a mi hotel. Allá podemos conversar con más libertad, hermano, sospecho que la chica tiene su par de secretos tortuosos.

-La historia te va a espantar. No puedo contarte más, porque prefiero que lo veas por ti mismo.

Ya en el hotel, Stuart leyó el expediente de Magdalena, Miodrag le contó lo del envenenamiento con fenciclidina, cosa que le alarmó, esa droga mezclada con alcohol era para hacer un viaje sin retorno, o si lo había la persona quedaba peor que si no hubiera regresado.

-Todo porque no le hizo caso a un imbécil. A los extremos que llegan algunos -, dijo moviendo negativamente la cabeza.

-Se enamoró de un cobarde que en el momento que debió defenderla, simplemente permitió que la humillaran, maltrataran y casi asesinaran. Un tal Franco del Vasto Navarro Q.

-Casi un Rockefeller o Vanderbilt. Da calambre en los dientes de pensar cómo se las gasta la gente de alta sociedad.

-Ella ha trabajado duro para reconstruirse interna y externamente. Ha progresado mucho, tenía una autoestima inexistente, muchos tabúes en la cabeza, y dudas en el corazón.

-No es para menos, hermano. Nada más leer esto, me ha hecho admirarla y tomarle un gran cariño.

-Lady Maryland, lord Edghill, lady Rhiannon y el almirante Mc Allister la han apoyado mucho. Gracias a ellos hoy puedo decir que tengo una asignación capaz de hacer lo mismo que un soldado veterano sin perder la feminidad ni el glamour.

-Apreciación de un hombre enamorado, hermano. -sonrió Stuart. -Ya sabes que también quiero una así. Si la encuentro, la amaría con pasión.

-Te conozco, cada chica que tenías se resistía a dejarte cuando terminaban. Y si se resignaban, no les era fácil encontrar otro parecido.

-No te quedas atrás, Miodrag. Por algo te dicen EL EMPERADOR.- La risa ganó a ambos, se tenían cariño y se profesaban mutua admiración.

-Lo que me preocupa es una idea loca que anda rondando mi cabeza desde anoche. -su hermano lo miró con interés -Sonará loco, pero estarás de acuerdo conmigo, un padre por muy malo que sea un hijo, jamás hará lo que hicieron con ella.

-Es cierto, pero sigo sin saber a dónde quieres llegar con esto. -Expresó -Hermano, se que tienes tus misterios, pero este es más que eso, por la expresión de tu cara.

-Pienso que los que ella creyó que son sus padres, no lo son, es más, creo que ni siquiera están casados.

-Eso sería horroroso. -expresó con alarma -Y saberlo la devastaría.

-Por eso te pido que me ayudes. -rogó Miodrag. -Tú eres un detective nato, puedes meterte en lugares que yo no puedo, ni siquiera con mi rango de comandante. Tienes contactos dentro del sector gubernamental, conseguirías lo que no puedo obtener por ser de otro gobierno.

-Me has convencido. -concluyó. -¿Qué necesitas?

-De momento un certificado de matrimonio. -escribió los nombres de los padres de Magdalena. -Estos son los nombres. Necesito saber si están casados por lo civil.

-Está bien. Tengo un contacto en el registro civil, la llamaré esta noche para que me consiga ese documento. Ojalá y no sea cierto. Si lo es, estamos ante un delito de alto perfil. El robo de infantes es un delito penado fuertemente, calificado como trata de personas.

-Sabia que no me fallarías, hermano te debo muchas. -sonrió dándole un afectuoso abrazo a Stuart.

-Lo hago por ella también. No se merece pasar por más dolor del que ya ha tenido. Y si le hieres, ten por seguro que tu hermano te dará una tunda, solo un necio deja ir una chica así.

****

Magdalena despertó luego de la tarde y noche eróticas que había pasado. Miró la sábana. No había huellas de lo ocurrido, como esperaba. Todavía era virgen, se recostó sobre la almohada pensando en las caricias que Miodrag le había regalado.

Aun sentía en la piel el tacto delicado y firme de sus manos. Y el calor de sus besos y caricias. Había cumplido lo que prometió, enseñarle a ser mujer en sus brazos sin llegar a tomarla. Una leve incomodidad en su intimidad, le dio a entender que el había estado también en ese lugar.

-No es malo amar, ni entregarse totalmente a las caricias de tu amado. Donde hay amor, no hay pecado ni faltas.

Se tiró de la cama y fue a la ducha. El roce de la espuma del gel de baño, le ponía sensible. Y la hacía recordar aquel masaje y aquella piel tersa y aterciopelada acariciando su busto, poniéndolo duro y sensible a sus caricias. Y la boca húmeda y silenciosa que homenajeo aquella feminidad que se erguía esperando las caricias de sus labios.

-Algún día seré tu mujer. -se dijo convencida. -En tus brazos quiero aprender a ser una diosa sensual y apasionada, tal como te gusta.

María Alejandra también recordaba lo ocurrido en el gimnasio. Callum no había parado de besarla, acariciarla y hacerla sentir su cuerpo viril, sensual, excitado, expectante ante tantos estímulos de cariño. Debía tomar una decisión. Abrió la ventana y miró el amanecer.

Hiciera lo que hiciera, nunca daría el ancho para sus padres, desde que salió de su casa aquella tarde para no regresar, sabía que tenía que buscar su camino por sí misma. Estaba harta de ver a su madre someterse a la violencia y los malos tratos de un hombre al que ella como hija le fue perdiendo el respeto con cada infidelidad y cada pelea que terminaba en golpes e insultos. Ya no más.

-De que sirve que siga conservándome señorita si eso jamás les importó. Y yo merezco vivir, vivir para un amor de verdad, no para abrigar ilusiones de cambio de parte de un animal que nunca quiso cambiar, ni ser padre. Desde que empezó a mirarme de otra manera, acabó con el poco respeto que le tenía.

Un ruido tras ella, la alertó, era él. La rodeo por detrás y sintió un suave beso en su nuca.

-Buenos días, querida. -la voz grave de él acaricio sus oídos. -Gracias por la tarde tan bella que pasamos.

-Pese a lo que me asusto verte así. -Replicó -No crei que me estuvieras mirando danzar.

-Eres hermosa y más cuando bailas. Es como si la música se apoderara de ti, te moldeara y diera forma, eres otra mujer cuando lo haces. Y esa mujer me atrae tan intensamente como la primera.

En sus ojos un brillo sensual, picaresco y travieso la hizo sonreir. Un hombre diametralmente opuesto a todos los que conocía. La promesa ardiente de su mirada cuando se despidieron luego de un baile lento, romántico y erótico.

-Cuando todo esto termine, nos casamos y te llevo a Edimburgo. Construiremos el hogar que ambos soñamos tener. Sin fantasmas, violencia ni malos tratos. Nos merecemos tener la vida que queremos.

-Estás muy seguro de que así será. -replicó. -Maryland debe saberlo.

-Lo sabe, de hecho vengo de conversar con ella al respecto. -sorprendida se volvió a mirarlo. -Me ha dado su permiso para cortejarte y entregarte una sortija de compromiso. Si salgo hoy, paso por una joyería, lo compro y te lo entrego.

María lo abrazó. Por primera vez tenía algo que sería suyo muy pronto. La situación estaba complicándose, con las elecciones anuladas, un gobierno electo en la clandestinidad y uno de facto haciendo despliegue de poder. Nadie se atrevía a predecir el final de aquel gobierno espurio. Lo que no imaginaban era cómo sería. Muchos serían heridos en su patriotismo y sentido de soberanía. Y otros, tendrían que elegir si se quedaban a pasar carencias y reproches, o por el contrario desvincularse de los amigos, la familia y la patria que los vio nacer. Una elección nada fácil.


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