Love Hangover {Resaca de Amor}

aryamei_

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Chanyeol creyó que su «noche de recuperación emocional» estaba yendo fenomenal: alcohol y diversión al por ma... Еще

Capítulo 1: Confusion and feelings
Capítulo 2: Making a new start
Capítulo 3: Just a boy: Unknown feelings
Capítulo 4: Attraction, an inconvenient truth
Capítulo 5: "Love is Love"
Capítulo 6: Heaven
Capítulo 8: What about Us
Capítulo 9: Can't help falling in love
Capítulo 10: You light up my heart
Capítulo 11: Slow emotion
Capítulo 12: All of Me Wants All of You
Capítulo 13: Out of my Mind
Capítulo 14: Some kind of love
Capítulo 15: My answer is you
✨¡Sorteo por quinto aniversario!✨
¡Ganadores del sorteo!
📚Versión Física📚

Capítulo 7: Latte

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aryamei_

— ¡Piensa rápido!

Di media vuelta hacía donde escuché esa voz y, al instante, sentí como algo golpeó mi frente.

Claramente no había pensado rápido.

— ¡Eres un imbécil Woohyun! — solté molesto, recogiendo el juego de llaves que me habían sido lanzadas. — ¿Y esto? — pregunté, arqueando una ceja mientras me ponía de pie. — No, por favor, otra vez no.

— Sí, otra vez sí, Jongdae — de inmediato comencé a negarme, ganándome un resoplido del contrario. — No estás en posición de negarte, que ya bastantes favores te he hecho con tapar tus retrasos y faltas por irte a buscar otro trabajo.

Me crucé de brazos y fruncí el entrecejo chasqueando con la lengua, molesto. Pero, aunque no me gustara, él tenía toda la razón. Woohyun me había salvado de llevarme regaños por parte del gerente al cubrir mis faltas y mentir acerca de mis retrasos, los cuales, sí eran porque estaba buscando un nuevo trabajo.

Bien, quizá sí le debía más de una.

— Pero hoy la cafetería está hecha un desastre, es demasiado para mí solo — exclamé en un último intento por hacerlo cambiar de opinión.

Sabía que no resultaría.

— Tengo una cita muy importante con Sunggyu, por eso tengo que llegar a tiempo — dijo él, arqueando una ceja y alistando sus cosas. — Con esto ya estamos a mano, ¿qué dices?

Alzó su mochila y la colgó sobre su hombro, mirándome con una sonrisa de autosuficiencia. Él sabía que no me convenía negarme.

— Está bien, sólo porque me has ayudado mucho y para que no digas que soy un malagradecido, ¿vale? — rodé los ojos cuando vi su estúpida sonrisa triunfadora. — Ya lárgate antes de que me arrepienta.

Evitando a toda costa que su sonrisa se me contagiara, caminé hasta él y comencé a empujarlo hacía la puerta de la cafetería. Y sí, traté, pero al final no pude evitar reír cuando Woohyun lo hizo.

— Cuanta agresividad, Dae, por eso no has conseguido pareja — lo que sea, murmuré cuando por fin estuvimos frente a la puerta. — Ya me voy. Cierra con llave y no abras a nadie, sin excepción alguna, que no quiero verte mañana en primera plana del periódico por asalto o asesinato, ¿ok? Que el único que puede matarte aquí sino obedeces, soy yo, ¿te queda claro?

Arqueé mi ceja, sin poder evitar lanzar un golpe al brazo de mi compañero. Cuando este se quejó, sonreí con satisfacción.

— No seas imbécil y un dramático. Pero para que no digas, me cuidaré y reservaré ese privilegio únicamente a ti — dije, abriendo la puerta y dando un empujón al otro para que saliera. — Ahora sí vete, que quien terminará muerto por llegar tarde, serás tú.

Woohyun miró el reloj de muñeca y abrió más sus párpados en una expresión de susto al ver la hora. Sin tener ya tiempo de nada, tan sólo gritó un «gracias» antes de echarse a correr y dejarme completamente solo, y con el desastre que era la cafetería esta noche.

Volteé a mis espaldas echando un vistazo al lugar, y suspiré. Desde ya me sentía cansado.

— Será una larga noche — me dije en voz baja, descubriendo que apenas eran cerca de las diez. — Muy, muy larga.

Volví a suspirar y cerré la puerta con llave, colocando el letrero de "Cerrado" antes de volverme a la cafetería y comenzar con las labores de limpieza. Y mientras estaba en ello, no pude evitar pensar qué estaba haciendo de mí vida en este lugar.

Tenía pocos meses de haberme graduado como chef de la universidad; sin embargo, era fecha en que no había encontrado un trabajo en algún restaurante importante a causa de mi falta de experiencia, siendo la cafetería lo único que había encontrado para solventar mis gastos. Y no es como si menospreciara el lugar, para nada. No obstante, hacer café y servir pastelillos no es lo que yo quería hacer de mi vida.

En lo absoluto.

— Pronto llegará mi día — me dije, tratando de animarme.

Después de mi charla interna, entré al cuarto de limpieza y salí de él varias veces mientras limpiaba a toda prisa, con la esperanza de regresar a mi apartamento lo más rápido que pudiese. Sin embargo, si había una mínima esperanza de no llegar tan tarde, todo aquello se esfumó en un dos por tres al momento que la cafetería fue iluminada por un rayo y mis tímpanos retumbaron ante la fuerza del trueno. 

¡Genial! Esto era lo único que faltaba para hacer mi noche perfecta, ¡una tormenta eléctrica!

— Maldición — suspiré frustrado y me dejé caer sobre una silla. — ¿Ahora qué sigue? ¿Qué venga un asesino a querer matarme?

Lancé la pequeña toalla que tenía en mi mano sobre la mesa, dándome la oportunidad de frotar mi rostro. Sabía que sentado no lograría nada, así que opté por ponerme de pie y terminar de limpiar la máquina del café, así como el resto de la cafetería. Sin embargo, conforme el tiempo pasaba, la lluvia aumentaba al grado que el exterior no se podía distinguir bien a través de los ventanales.

— Maldito Woohyun, ¿cómo se te ocurre dejarme solo precisamente esta noche? — refunfuñé, caminando hacía el ventanal.

En el preciso instante que miré hacia afuera a través del cristal, la luz de la cafetería falló y el interior se vio sorpresivamente iluminado gracias al rayo que cayó en ese mismo momento. Por un segundo me cegué. No obstante, cuando logré ver de nueva cuenta, me llevé un gran susto que hizo que saltara hacía atrás y que cayera de sentón sobre el suelo.

¿Qué rayos es lo que estaba viendo?

Me puse de pie y enfoqué mi vista para tratar de distinguir la silueta que estaba al otro lado del cristal, pero era imposible, pues lo único que lo iluminaba eran los coches que pasaban por la calle ya que la luz se había ido a causa de la tormenta. 

Quizá es un fantasma, me dije, pero inmediatamente deseché la idea y reí por lo ridículo que sonaba. 

Con curiosidad me acerqué más a la puerta, agradeciendo que la luz volviera y que me dejara ver que eso quería entrar. Y con eso, me refería a una persona que estaba completamente empapada y que de seguro buscaba la calidez de una cafetería como esta para sobrellevar el frío.

Lástima, pues no pretendía abrir de nuevo.

— Lo siento, pero ya está cerrado al público — dije fuerte para que me escuchara al otro lado de la puerta.

Debía seguir los lineamientos de seguridad y estar con la guardia alta, pues no sabía qué clase de persona era la que estaba afuera.

Pero cuando esta se quitó la capucha de su chamarra y se asomó al interior de la cafetería, todas aquellas clases de seguridad y las palabras de Woohyun se borraron completamente de mi cabeza, pues lo único que era capaz de pensar ahora, era la manera en la que ese hombre joven me miraba y me embelesaba con su completa belleza.

Era algo estúpido, pero no pude evitar sentirme profundamente cautivado con sus amplios ojos marrones y con sus labios rosados que temblaban con el frío, los cuales tenían la capacidad de hacerme olvidar que lo que estaba a punto de hacer, era una insensatez.

Dios. Estaba jodido.

— ¡Gracias! — abrí la puerta sabiendo que podría morir si Woohyun se enteraba. Pero no me importó, incluso sentí que valió la pena cuando ese chico agradeció con reverencias mientras me sonreía.

Jamás había visto una sonrisa tan hermosa.

— No agradezcas, mejor pasa antes de que te sigas empapando más — pronuncié, haciéndome a un lado para que el hombre pasara.

El desconocido asintió sin dudar y entró, dándome la oportunidad de volver a cerrar la puerta con llave, guardando estas finalmente en el pantalón de mi uniforme. Bien, aún seguía con vida.

Al menos por ahora, pensé conteniendo una sonrisa pues, aunque físicamente estuviera bien, sabía que mi corazón había sido atacado y asesinado por la belleza de ese chico. Por eso no me contuve, y giré hacia atrás para verlo de nueva cuenta, con el corazón más acelerado.

Pero me olvidé de ello cuando vi que comenzó a temblar cada vez un poco más.

— ¿Estás bien? — pregunta estúpida, me reprendí mentalmente. — Aguarda un momento, ¿sí? Traeré algo para que te seques y te haré un café.

Él tan sólo me miró sin contestar nada.

Alentado por ello y aún más preocupado, caminé a paso firme al cuarto de limpieza donde tomé varias toallas limpias, regresando enseguida con aquel hombre que seguía de pie en mitad de la cafetería. No quise pensarlo mucho, pero lucía muy pequeño estando abrazado a sí mismo.

— Toma, esto te servirá — asintió y extendió sus manos temblorosas hacía mí.

— Gra-gracias — comentó con voz temblona, tomando una de las toallas para comenzar a secar su rostro.

Fue ahí cuando supe que no podría solo, así que decidí ayudarlo un poco.

Aun con la sonrisa queriendo asomarse en mis labios, tomé una de las toallas y la pasé alrededor de los hombros de ese chico; después, cogí una tercera y la coloqué sobre su cabeza para comenzar a hacer suaves movimientos con ayuda de mis manos, todo en un intento por secar sus oscuros y ligeramente largos cabellos.

Quizá estaba siendo un completo descarado, pero en ese momento sentí la necesidad de poder estar un poquito más cerca de él.

¿Qué me está pasando?

— Disculpa — su voz me sacó de mis pensamientos, y dirigí mi mirada hacía él. No supe cómo ni por qué, pero sentí que por un segundo me perdí en el brillo de sus ojos.

— ¿Sí? — pregunté distraído, pues me sentía imposibilitado de dejar de verlo.

— No te preocupes, puedo hacerlo solo. Demasiado te he molestado ya con que me dejaras entrar — dijo él, tomando la toalla que yo traía entre mis manos.

Y al darme cuenta de lo que hacía, me avergoncé. Estaba preocupándome de más por un desconocido y estaba actuando como un idiota confianzudo, como si lo conociera de años. Claramente las cosas no eran así, pero ¿por qué seguían en mí las ganas de ayudarlo? Al no tener respuesta, lo único que pude hacer fue sonreír como un tonto.

— Vale, de acuerdo — rasqué mi nuca, descubriendo que eran cerca de las once de la noche. — Iré a hacerte el café.

— Gracias — volví a escuchar esa palabra de sus labios, la cual me hizo sonreír.

Quizá ya me estaba volviendo loco.

— En lo que está toma asiento, ¿te gustaría que te sirviera un latte? — cuestioné, yendo detrás del mostrador de los clientes para empezar a hacer el café.

— Claro, está bien. Aunque el americano es mi favorito, creo que un latte me caería mejor en este momento — respondió, sentándose en un banquillo frente al mostrador mientras seguía secando sus cabellos.

— Bien — sonreí, poniéndome manos a la obra.

Comencé a preparar el shot de espresso enseguida. No obstante, mientras hacía este, no podía evitar mirar de vez en cuando a ese hombre joven que estaba sentado casi frente a mí. Y no comprendía bien por qué me estaba pasando esto, pero entendía por quién y qué, tan sólo bastaba verlo para saber la respuesta.

Ese chico me había gustado.

— Dime, ¿estuviste mucho tiempo bajo la lluvia? — decidí iniciar la plática. Si no lo hacía, creía que él podría escuchar mis pensamientos.  

— Alrededor de una hora... — lo miré sorprendido. Él sonrió de forma que parecía ser amarga. — Tenía una cita, pero nunca llegó. Por eso te agradezco que hayas abierto aun cuando ya tenías cerrado.

Una sonrisa más sincera se mostró en sus labios, la cual hizo que mi corazón latiera un poco más acelerado. Yo por mi parte no podía entender quién podría dejarlo plantado, pero decidí que no me molestaría por ello, no podía estropear el café que le estaba haciendo.

Por eso me enfoqué en mi tarea, y vertí la leche espumada que acababa de hacer dentro de la taza que ya contenía el shot de café espresso. Cuando ambas sustancias se fueron mezclando, se creó un maravilloso contraste que me dio la oportunidad de crear algo más.

— Pues creo que ella se ha perdido de algo muy bueno — comenté, mirándolo de reojo mientras hacía formas con la espuma del café y con la ayuda de una pajilla.

Me regresó la mirada de forma intensa, haciendo que por un momento mi cuerpo temblara.

— Él — murmuró, y yo no entendí al principio. — Era un él, no un ella.

Alcé mi rostro y por un momento nos miramos directo a los ojos. En ese instante no supe bien que sentir, así que opté por sonreír y retirar la pajilla del latte antes de entregar el café al nuevo cliente.

— Verás que algo mejor llegará — dije a modo de reconfortarlo, y después puse el café ante él. — Y esto está listo, espero que lo disfrutes, va por cuenta de la casa.

El desconocido de inmediato se negó y sacó la cartera para pagar, pero yo repetí y fue lo suficiente como para que ya no insistiera y guardara su cartera. Después de ello, bajó su mirada a la taza y volvió a sonreír.

— Arte latte, me encanta — su voz se escuchó entusiasmada, por lo que de inmediato me sentí satisfecho.

Mientras él tomaba el café a sorbos, yo me quedé mirándolo, observándolo y descubriendo cada una de sus facciones. Ahora podía darme cuenta de que sus pestañas eran largas y daban un efecto grandioso a sus ojos, aumentando su tamaño y brillo.

Tan preciosos... Tan sublimes.

Y no solamente era eso, también creía que sus mejillas daban la sensación de ser suaves y tersas, haciendo que me entraran las ganas de poder acariciarlas para saber si aquello era cierto.

No, momento. Tenía que tranquilizarme.

Sacudí mi cabeza para quitar esos pensamientos de mi mente y mejor opté por volver a la máquina de café para limpiarla, pues apenas terminara la lluvia me iría a casa. Y era irónico, pues momentos antes había refunfuñado por ella. Pero ahora, estaba agradecido porque gracias a esta él había llegado a mí.

Sonreí como un estúpido, porque poco a poco iba comprendiendo mi situación.

— Terminé — mencionó él volviendo a sacar su cartera. — Sé que ya dijiste que va por cuenta de la casa, pero no me parece correcto.

El chico extendió un billete hacia mí y yo negué varias veces, alejándome un poco de él tomando la taza en el proceso para lavarla y colocarla después en su lugar.

— Ya te dije que no es nada, va por mi cuenta — repetí, quitándome el delantal que abrazaba mis caderas y que formaba parte de mi uniforme. — Ya tuviste que soportar el frío bajo la lluvia, como para que venga yo a querer cobrarte, así que olvídalo y pon de vuelta ese billete en tu cartera.

Sentencié, poniéndome mi chamarra fingiendo que la mirada oscura e incrédula que aquel hombre me dedicaba, no me afectaba. Pero no me podía engañar, lo hacía.

— ¿Estás seguro? Ni siquiera nos conocemos o somos amigos como para que lo hagas — dijo aquel sin estar muy seguro. — Vamos, toma el dinero, no me sentiré a gusto.

Reí, y tomé mi bufanda para después rodear el mostrador y así poder quedar frente a él.

— Nada, así está bien — coloqué la bufanda alrededor de su cuello. — Me caíste bien, y cuando alguien me cae bien me tomo atribuciones que quizá no me corresponden, así que tendrás que aguantarte — dije firme, sacando las llaves del bolsillo. — Y si aun así quieres pagarme, puedes hacerlo saliendo ya que cerraré la cafetería ahora que ha dejado de llover.

El de cabellos oscuros se giró para comprobar lo que yo decía; cuando vio que era así, asintió un par de veces y salió junto a mí después de que apagué todas las luces del local y todo quedó en orden para cerrar. Estando ya los dos en la calle, no pude evitar reír aún más cuando él comenzó a agradecer varías veces junto a un par de reverencias.

— ¿Siempre sueles agradecer tanto? — incliné mi rostro conservando la sonrisa, notando que él se avergonzó un poco.

Dios, lucía tan adorable.

— Es una costumbre que tengo desde niño, es muy difícil deshacerse de ella a estas alturas de la vida, ¿sabes? — ahora fue el turno de él de reír, rascando un poco su nuca antes de reacomodar sus cabellos húmedos que me daban ganas de acariciar. — Bueno, creo que ya te he retenido mucho tiempo, así que mejor me voy. Gracias por todo.

Se inclinó hacia mí a modo de agradecimiento, por lo que no me quedó más remedio de hacer ese mismo movimiento siguiendo los buenos modales que mi madre me había enseñado desde pequeño.

— De acuerdo, pero ya no me agradezcas tanto que no hice nada tan grande como para merecerlo — reí y negué suave, metiendo mis manos en los de mi chamarra. — Espero que te conviertas en un cliente regular y que esta no sea la última vez que nos veamos.

Fue imposible no pronunciar aquellas palabras que decían lo que pensaba y sentía en ese momento. 

— Lo intentaré — aseguró, dando un paso hacia la calle. — Nos vemos.

— Sí, nos vemos — contesté agitando mi mano hacía él y di un par de pasos rumbo a mi casa.

Pero algo gracioso pasó.

Ambos habíamos caminado hacía la misma dirección, por lo que en ese instante reí y una idea se cruzó por mi mente.

— Vivo en Jongno-gu. ¿Tú dónde vives? — pregunté con expectación.

— También en Jongno-gu — él soltó una risa al haberse dado cuenta que ambos íbamos al mismo rumbo.

— Entonces sé mi acompañante de viaje por esta noche, ¿qué dices? — sin poder controlarlo, sentí como el calor viajó por mi cuerpo al mismo ritmo de los acelerados latidos de mi corazón.

— ¿Ir juntos? — por una milésima de segundo creí ver la duda en su mirada, pero si fue así, duró cuestión de nada, pues al siguiente segundo su mirada tan sólo me transmitió seguridad y un brillo espectacular. — ¡Claro! Me parece buena idea.

Asentí no pudiendo evitar ensanchar la sonrisa de mi rostro, mientras comenzamos a caminar uno al lado del otro. Fue ahí cuando caí en cuenta de un pequeño detalle: no sabía su nombre.

— ¡Por cierto! — me detuve abruptamente y esperé a que él también se detuviera. Cuando lo tuve frente a frente, extendí mi mano hacía él. — Mi nombre es Kim Jongdae, mucho gusto en conocerte.

Aferré su mano sin esperar su respuesta e hice una leve reverencia hacia él. Por un segundo temí que fuera a molestarse por el atrevimiento que tuve de tomar su mano, pero aquello no fue así, y lo demostró con la sonrisa que se también ocupaba sus labios.

— Mucho gusto, Jongdae — dijo él, estrechando mi mano un poco más fuerte e imitando mi inclinación. — Mi nombre es Kim Minseok.

Escuchar mi nombre ser pronunciado de sus labios erizó mi piel, aceleró mi pulso y me hizo sentir un agradable cosquilleo en mi estómago. Pero cuando nuestras miradas se cruzaron y por fin tuve un nombre con el cual asociar su imagen que tanto me había llamado la atención, fue cuando realmente supe lo que me estaba pasando con respecto a Minseok.

Estaba padeciendo lo que la gente popularmente llamaba amor a primera vista.

Tal vez era ridículo pensar que era amor si aún no lo conocía bien, quizá era un gusto, el cual, con el paso de los meses fue transformándose justo en eso, amor.

Y aun ahora, un año después de nuestro encuentro en ese día lluvioso, mis sentimientos por Minseok no se habían extinguido, al contrario:

Estaban en su máximo esplendor.

(♨)

— ¡Minseok! — reí como un idiota y lo abracé con mucha fuerza.

Haber recordado el día en que nos conocimos, hizo que me entrara un poco de sentimiento y más ganas de poder estrecharlo entre mis brazos.

Aunque ese último deseo lo tenía a diario.

— No, ya basta Jongdae, ¡de nuevo estás ebrio! — arrugó su entrecejo al mirarme. Por mi parte, quedé absorto en sus rosados labios que se movían. — Es hora de irnos.

— No, no quiero — cerré mis ojos y apoyé mi cabeza sobre su hombro, aspirando su aroma. — Me estoy divirtiendo mucho, no quiero que esta noche termine.

Lo estreché más entre mis brazos y comencé a balancear mi cuerpo al ritmo de la música, pues quería seguir disfrutando de esta noche, quería seguir bailando junto al mayor como jamás antes lo habíamos hecho en nuestras vidas.

— Chanyeol y Baekhyun ya se fueron — comenzó a decir, dejándose guiar un momento por mi balanceo. — Jongin está con un amigo, así que ciertamente esto ya no parece una celebración para Baekhyun por haberse unido a nosotros. Lo mejor es que te vaya a dejar a tu casa, ¿de acuerdo? — presté atención a sus palabras, sabiendo que estaba a casi nada de ceder a causa del tranquilo tono de su voz. 

— Podemos seguir festejándolo en su nombre, ¡nos estamos divirtiendo Minnie! Quedémonos un poco más, ¿sí? — solté su cuerpo y uní mis manos a modo de súplica, sin dejar de verlo.

Él negó.

— Quizá ahora es divertido, pero no lo será cuando bebas más y tenga que llevarte a tu casa casi arrastrándote — fruncí los labios, sabiendo que eso era un regaño. — Anda, vamos ya que también estoy cansado, ¿sí?

Nos miramos a los ojos durante un segundo. No importó la música estruendosa, la oscuridad del lugar ni que mi vista fallara un poco por el alcohol. No, aquello no fue suficiente como para evitar que el efecto que tenía Minseok en mí me afectara y me hiciera estremecer por completo.

No lo estaba tocando, tampoco abrazando, pero con una simple mirada sentí como si expusiera mi alma ante él.

— Tú ganas — murmuré ocultando mi sonrisa.

— Como siempre — dijo él, riendo.

Al final los dos reímos y terminamos acercando nuestros cuerpos. Quizá no de la manera que yo quería, pero me conformé con sentir el brazo de Minseok rodear mi cintura para ayudarme a mantener el equilibrio mientras yo pasaba mi brazo sobre sus hombros, buscando hacer aquello mismo.

Aunque eso no era del todo verdad. Lo que yo buscaba era tenerlo un poquito más cerca de mí.     

— No lo entiendo Jongdae, ¿por qué siempre bebes demasiado? Sabes que no tienes mucha tolerancia al alcohol — giré mi rostro hacía él, notando aquel ceño fruncido con el que trataba de mostrar que estaba enojado.

Pero yo lo conocía bien, y sabía que estaba fingiendo. Él sólo estaba preocupado.

— Por ninguna razón en especial — sonreí y caminé con algo de torpeza, pero al dar el primer paso en la calle, sentí como me despabilé gracias al aire frío que chocó con mi rostro.

— ¿Crees que voy a creerte que no pasa nada? Eres un mentiroso — Minseok masculló sin quitar su ceño fruncido. Yo tan sólo reí.

¿Qué yo mentía? Sí, era cierto. 

Había una razón por la cual yo siempre terminaba así cada vez que salíamos: necesitaba tomar valor. Porque, aunque Minseok y yo somos mejores amigos y la confianza que existe entre nosotros es muy grande, nuestra relación actual distaba mucho a lo que yo deseaba que fuera, porque ser amigos ya no era suficiente.

Necesitaba que fuéramos algo más.

Cerré mis ojos con aquellos pensamientos y deseos en mente. Sabía que con beber así no lograría nada, ni siquiera había logrado superar el miedo que me invadía cada vez que pensaba en confesar mis sentimientos.

Pero al menos, de esta manera, me atrevía a acercarme un poco más a él.

— Tienes razón Minseok, soy un mentiroso — suspiré y abrí los ojos notando que estábamos a unos pasos de su auto. — Hay algo que me hace ponerme así, pero aún no tengo el valor de poder decirlo en voz alta — las palabras salieron arrastradas de mis labios, aun cuando luché porque mi voz sonara normal.

— Jongdae, eres mi mejor amigo — escuchar ese último par de palabras fue el equivalente a un pinchazo en mi corazón. — Por eso deseo que lo hagas, que me digas que te ocurre, ¿sí? Sabes que puedes confiar en mí.  En verdad estoy preocupado.

Suavemente me solté de su agarre y me coloqué frente a él. Estando ambos tan cerca era difícil, pero aun así pude manejarlo y sonreí con sinceridad.

— Lo sé — dije. — Sé que estás preocupado y sé que puedo confiar en ti, Minseok — continué mis palabras, quedándome completamente cautivado cuando lo vi de pies a cabeza.

Esta noche Minseok había decidido usar pantalones ajustados, lo cual me sorprendió apenas lo vi cuando pasó por mí a mi apartamento, pues ese hombre nunca solía usarlos. Pero no sólo aquello es lo que me tenía alucinado, sino también esa camisa negra de cuello redondo y desabrochado en los primeros botones que mostraba parte de sus clavículas y hombros.

Minseok estaba vestido para matar a cualquiera de un infarto, y yo había muerto desde el primer instante en que lo vi.

Sin embargo, y a pesar de que su vestuario me traía por las nubes, tenía que confesar que lo que más me gustaba y llamaba mi atención, eran sus ojos que estaban ligeramente acentuados con el delineador negro junto con aquellas lentillas verdes que hacían que su mirada fuese más felina e hipnotizadora.

Al verlo una vez más, no pude evitar caminar hacia él para así tomar su rostro entre mis manos y poder admirarlo con devoción.

— Llevas delineador y lentillas — murmuré, acercando más mi rostro hasta que descansé mi frente contra la suya. — Lucen geniales... Luces genial y hermoso... — por un momento me perdí en su mirada, teniendo un solo deseo:

Probar sus labios por primera vez.

— ¿Qué cosas dices? No es para tanto — Minseok comentó enseguida, riendo un poco dando un paso hacia atrás. Pero yo avancé, impidiendo que se alejara de mí. — Jongdae... — murmuró, sacudiendo un momento su cabeza. — Ya vámonos que es muy tarde y mañana tenemos que trabajar.

Hice un puchero con mis labios, y me atreví a mover mis manos hasta que hundí mis dedos entre sus cabellos que acaricié suavemente.

— Realmente no me importaría desvelarme si es a tu lado... — sonreí, notando que Minseok posaba sus manos en mis hombros para alejarme un poco de él.

Y aunque quise evitarlo, ya no pude hacer nada cuando dejé de sentir el calor de su cuerpo cerca del mío.

— Ya te quiero ver mañana con estos mismos ánimos cuando te estés quejando de la resaca — Minseok dijo al mismo tiempo que abría la puerta del copiloto para que yo entrara. — Vamos ya, entra para que pueda llevarte a tu apartamento.

Abrí mi boca con la intención de decir algo, pero ya no pude hacerlo cuando Minseok me había dejado para subir al auto. Frustrado y creyendo que ese hombre no estaba tomando mis palabras en serio, resoplé sin tener más remedio que subirme también al carro y acomodarme en el asiento, mientras el mayor encendía el motor.

Y por un momento no pude hacer otra cosa más que verlo manejar, hasta que él decidió acabar con el silencio.

— Apenas lleguemos, toma un té y metete a bañar para que puedas dormir a gusto — mencionó el contrario con voz dura.

Sabía que él estaba molesto por los malos hábitos que últimamente estaba adoptando, pero aun así y aunque supiera que estaba mal, no pude dejar de sentirme emocionado y con una calidez en mi pecho de tan sólo pensar que su preocupación por mí no se debía sólo a que ambos fuéramos amigos.

Porque quizá, después de todo, tal vez sí existía una oportunidad.

— Minseok — lo llamé, escuchando un ¿sí? de su parte. — Hace rato estuve recordando el día en que nos conocimos — miré hacia él, quien estaba concentrado en el camino a mi apartamento. — ¿También lo recuerdas?

El mayor estuvo en silencio por un momento, haciendo que me sintiera un poco temeroso de que ya no lo recordara.

Pero cuando sonrió, yo también pude volver a hacerlo.

— ¿Cómo puedes preguntarme si lo recuerdo? — me miró de reojo, sin borrar la sonrisa de sus labios. — Es imposible no recordar ese día. A pesar de la decepción que me llevé, tú hiciste que esa noche se quedará muy grabada en mi mente, y por los motivos correctos.

Mordí mi labio inferior, descubriendo cómo con unas simples palabras él me hacía sentir tan bien.

— Yo tampoco lo he olvidado y sé que no lo haré, no quiero hacerlo — lentamente me fui movimiento en el asiento, hasta que recargué mi cabeza sobre el hombro de Minseok. — Es lo mejor que me ha pasado en la vida — susurré, y cerré mis ojos cuando giré mi rostro y besé su hombro. La tela de su camisa se interponía, pero aun así deseé que el ligero temblor de su cuerpo se debiera a mi acción.

— Tampoco lo olvidaré, Jongdae — se detuvo en un alto y, en el momento que giró su rostro para verme, noté algo que aceleró mi corazón.

Sus mejillas sonrojadas.

¿A qué se debía esa reacción? ¿Acaso también estaba ebrio como yo? No, eso no era posible, sólo había bebido un trago y él tenía una envidiable resistencia al alcohol, así que no tenía sentido.

Entonces... ¿Se debía a mí?

El alcohol no me dejaba razonar bien, pero pensar que él se había sonrojado únicamente por mi causa, hacía que mi pecho se inflara y que una felicidad me invadiera. Aun así, no quise ilusionarme más allá, y tan sólo decidí seguir observando ese tono rosáceo de sus mejillas cuando nos pusimos en marcha de nuevo.

Y quizá me estaba comportando como un acosador, pero realmente no me importó mucho en ese momento.

— ¿Por qué me miras tanto? — cuestionó, sin llegar a verme. — ¿Acaso tengo algo en el rostro?

— Nada que me no me guste — dije riendo un poco, pero al final callé porque no quería decir algo que pudiera incomodarlo.

El mayor al parecer notó el cambio en mi humor, pues se giró a verme por un segundo.

— Jongdae, ¿seguro qué estás bien? — asentí. — ¿Por qué no me dices qué te ocurre?

Observé el movimiento de sus labios, e inevitablemente suspiré.

— ¿Debería decírtelo? — pregunté, fascinándome de como la punta de sus cabellos negros rozaban grácilmente sus pómulos. — ¿Estaría bien si te lo digo? Quizá no sea muy buena idea...

Mientras hacía aquellas preguntas, comencé a temer y a sentir que no faltaría mucho para decirle mis verdaderos sentimientos. 

— Deberías — dijo él, justo cuando el auto se detuvo. En un rápido vistazo, descubrí que estábamos frente al edificio de dos pisos en donde estaba mi apartamento. — Sabes que puedes decirme cualquier cosa, Jongdae.

Sonreí, siempre era un deleite escuchar mi nombre ser pronunciado de sus labios.

— Lo sé. Gracias por eso.

Dicho eso, sonreí y acomodé un mechón de sus cabellos detrás de su oído antes de alejarme de él y salir de su auto en un movimiento un poco tambaleante. Por eso me di un segundo, y automáticamente pasé mi brazo sobre los hombros de Minseok cuando llegó a mi lado, mirándome con un poco más de insistencia de lo normal.

Él tenía curiosidad, y yo moría de ganas por contar todo en la misma cantidad que temía decir algo que pudiera arruinar nuestra amistad.

— Dame tus llaves — dijo al mismo tiempo que rodeó mi cintura, y ambos comenzamos a andar hacía los escasos tres escalones de la entrada del edificio.

— Están en mi pantalón — metí una de mis manos a uno de los bolsillos, y se las entregué. — Aquí tienes.

— Gracias — ladeé mi rostro y alejé las llaves de él, haciendo que frunciera su entrecejo.

— Jamás se te quitó la costumbre de agradecer por nada — dije entre risas, permitiéndome esconder mi rostro en la curvatura de su cuello.

— ¡Yah! No te burles de mí — Minseok me arrebató las llaves, por lo que alejé mi rostro de su cuello y, en cambio, enterré mi nariz en sus cabellos haciendo un mote cariñoso.

Él no dijo nada por mi acción, parecía que más bien prefirió ayudarme a subir los escalones para así entrar al edificio y caminar por el pasillo del primer piso que llevaba a mi apartamento. Y aunque me gustaba sentir a Minseok cerca de mí, no pude evitar sentirme como un tonto e idiota por estar ligeramente mareado y por no poder coordinar bien mis pasos.

El mayor también se dio cuenta de ello, por lo que no dejó pasar el momento para echármelo en cara.

— A la próxima que te pongas así, te dejaré botado en el club — mencionó con un tono de malicia en su voz, mientras yo me recargaba más en él apropósito para hacerlo renegar más. — ¡Jongdae! No te recargues en mí que no estás tan ligero.

Con la mano que sostenía las llaves, me propinó un golpe en mi abdomen que tan sólo me hizo reír más en una acción que era potenciada por el alcohol. Sin embargo, cuando me acerqué un poco más a él y percibí el aroma de su cuerpo, poco a poco fui dejando de reír hasta que lo único que podía hacer, era mirarlo a los ojos y con mi corazón latiendo fuerte.

Me sentía tentado, y mi sangre comenzaba a arder por una razón que nada tenía que ver con el alcohol en mis venas.

¿Debería decirle acerca de mis sentimientos por él? Y si lo hacía, ¿qué podría pasar? ¿Qué es lo que podría perder?

Todo¸ respondió mi subconsciente. Pero, así como podría perder todo, también podría ganar mucho más de lo que ya tenía.

Y eso, era el amor de Minseok.

— ¿Te quedas a dormir conmigo? Ya es tarde, me preocupa que estés en la calle a estas horas — confesé mi preocupación, percibiendo como poco a poco iba despabilándome y el efecto del alcohol comenzaba a desaparecer.

— No es tan tarde — escuché su respuesta al mismo tiempo que la cerradura de la puerta cedió a la llave. — Ya, listo, abrí. Entremos de una vez.

Me aferré más a él y me dejé guiar por sus pasos al interior de mi apartamento después de quitarnos los zapatos, siendo abrigado de inmediato por la calidez de mi hogar que contrastaba con el frío que hacía en la calle.

Después de ello Minseok cerró la puerta a nuestras espaldas y comenzamos a caminar a mi habitación, por lo que cerré los ojos y escondí mi rostro una vez más en su cuello hasta que mi nariz rozó contra su piel. Él tembló de inmediato, y supe que eso nada tenía que ver con el frío.

— ¿Te quedarás? — insistí, rozando ahora mis labios sobre su cuello.

En ese momento Minseok apretó mi cintura con una de sus manos, y giró su rostro hacía mí por lo cual me alejé también un poco de él para así podernos ver a los ojos.

— ¿Por qué tanto afán en que me quede? — cuestionó en voz baja, siendo yo el que se estremeció ahora. — Mejor deja de hablar tanto y vamos a tu habitación, que se me hará más tarde para ir a mi casa.

No respondí nada porque no se me ocurría decir algo que no llevase un "te quiero" incluido. Por ello mejor suspiré, y permití que Minseok me ayudara a llegar a mi habitación. Pero con cada paso que daba, sentía que mi determinación para confesar mis sentimientos se fortalecía más, es cómo si algo dentro de mí me estuviera gritando que ese era el momento indicado para exponer mis sentimientos ante él.

— Bien, ahora tienes que dormir — su voz me trajo a la realidad, haciendo que cayera en cuenta que ya estábamos en mi habitación. — Son cerca de las tres de la mañana, tenemos poco tiempo para descansar.

Alcé un poco la comisura de mis labios, y permití que Minseok me ayudara un poco más hasta que finalmente me senté sobre la cama.

— Mi Minseok siempre tan responsable — dije en un tono orgulloso, dejando caer mi espalda sobre el colchón. — Por eso quiero que te quedes, debes estar cansado para manejar — lo miré desde mi posición, y palmeé el espacio que estaba a mi lado. — Hay suficiente lugar para los dos.

El otro chef rodó los ojos, y negó sutilmente.

— No insistas Jongdae, dormirás más a gusto sin mí. Además — comentó, haciendo una pausa en la que aprovechó para acercarse un poco a la cama hasta que se sentó en la orilla. — Te conozco bien y sé que terminarás pateándome en la noche mientras duermes y no, gracias.

Ambos reímos un poco porque sabíamos que eso era cierto. Sin embargo, mientras reía, no pude evitar sentir un vacío cuando noté que él tuvo la intención de levantarse para irse.

Y aunque pudiera sonar infantil, no quería que él se fuera.

— No quiero estar solo... — murmuré para mí, pero al parecer él logró escucharme.

— Jongdae... — lo miré, notando la preocupación en su rostro. — Hoy has estado muy raro, ¿por qué no me cuentas qué te pasa? Confía en mí.

Al siguiente segundo Minseok se inclinó sobre la cama para poder verme mejor, por lo cual, aproveché ese momento para tomar su muñeca y tirar de él para que se recostara a mi lado. Él se quejó por lo repentino del movimiento, pero yo tan sólo pude suspirar cuando ambos estuvimos frente a frente, recostados de lado sobre el colchón.

— Es que no sé qué hacer — dije con sinceridad, creyendo que estaba por llegar a mi limite.

— ¿Te ha pasado algo? — cerré los ojos cuando sentí que comenzó a acariciar mi cabello. Aquello siempre lograba tranquilizarme. — ¿Le pasó algo a tu familia? ¿Es el trabajo? O tiene algo que ver con... ¿Baekhyun?

Cuando escuché el nombre de mi mejor amigo me extrañé, pero no porque lo mencionara, sino por el tono que había empleado para ello.

— ¿Baekhyun? Él no tiene nada que ver en esto — entrecerré mis ojos mientras decía, pues aún no entendía por qué había salido su nombre en la conversación.

— ¿Entonces qué es lo que tienes? — él también me miró fijamente, como si por medio de nuestras miradas tratáramos de descifrar nuestros pensamientos.

Y comencé a dudar, pero ya no me echaría para atrás.

Se lo diría.

— Minseok... — respiré hondo, tratando de darme valor. — Me gusta...

Antes de poder terminar mi confesión, Minseok me interrumpió mientras me miraba un poco sorprendido.

— ¿Te gusta alguien? — asentí, esperando su reacción. — Bueno, eso no tiene que ser algo malo — dijo en voz baja. Yo por mi parte cerré mis ojos y me quejé bajito cuando dejé de sentir su mano en mis cabellos. — Yo creo que Baekhyun será capaz de corresponderte. Además, es alguien atractivo y...

Cuando escuché lo que el mayor comenzó a decir, abrí mis ojos de golpe.

¿Qué Baekhyun me gustaba? ¡Vaya tontería! Ambos éramos mejores amigos desde los catorce años y, aunque durante una época sí creí sentir algo por él, eso estaba muy en el pasado y no tenía ni punto de comparación con lo que Minseok me hacía sentir.

— ¿Pero qué tonterías estás diciendo? ¡Por supuesto que no es Baekhyun! ¿Qué te hace pensar eso? — fruncí mi entrecejo y me acerqué a él hasta quedar a unos cuantos centímetros de su cuerpo.

— Bastó con verlos bailar en el club para darme cuenta de la química que existe entre ustedes. No es algo malo, no entiendo por qué te pones así... — mientras más hablaba, más me sorprendía.

¿En qué momento Minseok se había creado una historia donde no la había?

— No, tú te estás confundiendo — dije a toda prisa y con seguridad. — Tenemos química pero no en plano amoroso. Somos mejores amigos.

A pesar de todo lo que él decía, noté que su voz no reflejaba para nada que sintiera gusto por mí. Al contrario, todo parecía indicar que él estaba celoso y, de alguna manera, eso hizo que comenzara a tener la esperanza de que correspondiera mis sentimientos.

— Si no es Baekhyun, ¿entonces quién es? — cuando notó la sonrisa que se figuró en mis labios, él desvió su mirada hacía el techo fingiendo que ya no ponía interés en la conversación. 

— Es alguien que tú conoces — pronuncié mirándolo, deseando que posara su mirada en mí. — Tiene unos ojos hermosos y expresivos. Su piel es blanca, lechosa y me encanta la sensación que queda en la punta de mis dedos cuando la tocó sin poder contener mis sentimientos. Su cabello es oscuro y suave como la seda y... — hice una pausa, en la cual me atreví a delinear su mandíbula con la yema de mis dedos. — Y sus labios rosados me encantan al punto de que sé que no me podré contener más y terminaré besándolos hasta que me quede sin aliento... — la respiración de Minseok se agitó, y mi corazón se detuvo un segundo cuando posó su mirada confundida pero expectante en mí. — Él me gusta mucho y sé que no podré callarlo por más tiempo...

Minseok cerró sus ojos y suspiró al sentir el tacto de mi toque sobre su rostro, demostrando a la misma vez que el sueño quería apoderarse de él.

— ¿Tanto te gusta? — me preguntó.

— Gustar es poco para describir lo que siento, Minseok — respondí y, sin que se diera cuenta, acerqué mi rostro al de él hasta que nuestros labios quedaron a un par de centímetros de distancia. — Creo que me enamoré... ¿Debería decirle?

Terminé por llamar su atención cuando comencé a acariciar su mejilla con mi mano. Sentía que moriría de nervios, y aquella sensación aumentó cuando él abrió sus párpados y me vio con sus grandes y brillantes ojos.

— Díselo — fue su única respuesta, la cual, me hizo sonreír.

Haría caso a sus palabras.

Me reacomodé sobre su cuerpo y coloqué mis antebrazos a los costados de su cabeza, compartiendo ambos una mirada cargada de sentimientos a la par que él aferraba con fuerza la tela de mi camisa. Rocé sus mejillas con la punta de mi nariz y él suspiró. Yo me sentía desfallecer, y aquella sensación aumentó en mí cuando caí en cuenta de que esto no era un sueño, era la realidad, una en la que mis sentimientos parecían ser correspondidos.

Por ello no dudé más, y cerré mis ojos para eliminar la distancia entre nuestros labios y hacer lo que tanto había deseado desde que lo conocí: besarlo.

Con el corazón galopante, tomé sus labios entre los míos y lo besé como si no existiera el mañana, descubriendo que por un año había estado completamente equivocado. Siempre había tenido la creencia que un beso de él dejaría un sabor mentolado en mis labios; sin embargo, para mi grata sorpresa, estos tenían un sabor dulce que resultó ser aún más adictivo para mí.

Ante ese detalle sonreí en el beso sabiendo que no ya no podría parar, y tampoco quería hacerlo, mucho menos cuando aún no me podía recuperar de la impresión y de la emoción de que Minseok estuviera correspondiendo.

Porque lo hacía, y era muy difícil no crearme esperanzas cuando sus brazos abrazaban mi cintura y sus labios se entregaban a los míos en un profundo beso que nos tenía en el límite de la cordura. Y aunque no estábamos usando palabras para demostrar nuestros sentimientos, estaba seguro de que mínimo yo le atraía.

Creí que podría morir de felicidad en ese momento.

— Jongdae... — murmulló mi nombre sobre mi mejilla cuando separamos nuestros labios para tomar aire. Pero no me quedé quieto, pues al siguiente segundo comencé a dar suaves y tiernos besos en todo su rostro porque eso era algo de lo mucho que Minseok me provocaba: ternura. — Jongdae...

Pero a pesar de que él seguía llamándome, no fui capaz de contestar nada, no sabía que debería decirle ahora y preferí concentrarme en él y perderme en el deseo de seguir disfrutando un poco más de este momento.

Dejándome llevar por mis emociones, deslicé mis manos por su cuerpo hasta que rodeé su cintura y lo atraje a mí para girar sobre la cama cambiando de posiciones. Ahora él estaba recostado sobre mí, y creí que nunca había visto algo tan hermoso en mi vida hasta que vi su rostro sonrojado por la vergüenza y sus párpados cerrados mientras que su respiración agitada chocaba con mi barbilla.

Dios, es como si estuviera en el mismísimo cielo.

— ¿Ahora lo entiendes? — uní nuestras frentes, deslizando mis manos sobre su espalda emergiendo un nuevo sentimiento en mi interior: el deseo.

— No... — respondió él, ocultando su rostro en la curvatura de mi cuello.

Por mi parte suspiré, sin poder detener mis manos que se introdujeron bajo su camisa buscando sentir la piel tersa de su espalda.

¿Estaba mal desearlo? ¿Era un pecado que yo quisiera poder sentir un poco más de él? ¿Debería controlarme?

Pero, aunque quisiera hacerlo sería imposible, pues mis sentimientos y deseos comenzaban a desbordarse.

— ¿No quieres? ¿No lo deseas? — dejé caer mis palabras sobre su oído, obteniendo un suspiro como respuesta.

Tomé aquello como un sí.

— Minseok.... — pronuncié su nombre en una manda y, en un movimiento que el mayor no vio venir, hice que volviéramos a girar sobre la cama hasta que de nueva cuenta estuve en cuatro sobre él.

Lucía completamente hermoso... Y era solamente mío.

Absorto en su belleza, enlacé los dedos de nuestras manos e hice que estás descansaran a los costados de su cabeza mientras lo miraba con amor y deseo, el cual incrementó cuando el abrió sus ojos y miró directamente los míos, sin dejar de estar sonrojado.

— ¿Para esto querías que me quedara contigo? — preguntó despacio, dejando escapar un suave suspiro de sus labios cuando me acomodé entre sus piernas y me incliné a besar su cuello.

— Sí, y que bueno que te quedaste — contesté sin cuidar mis palabras. — Te deseo Minnie... Te deseo tanto.

Cerré mis ojos y volví a besar su cuello para respaldar mis palabras.

Al instante que mis labios entraron en contacto con su piel, él apretó mis manos e inclinó su cabeza a un costado para dejarme más espacio. Me sentí alucinado, afortunado, y ahora que había probado un poco de Minseok, me negaba a dejar de sentirlo por lo que no pude evitar que mis labios bajaran por su cuello hasta llegar a su clavícula que besé, lamí y mordí con suavidad queriendo provocar que él también me deseara un poquito más.

Sin embargo y a pesar de cómo me sentía yo, algo dentro de mí me hizo ver que las cosas no estaban del todo bien.

Con ese presentimiento en mi pecho, me alejé de él y alcé mi rostro para observar su rostro y, cuando lo vi, sentí que el corazón se me partió.

¿Por qué Minseok estaba llorando?

Durante un segundo me quedé congelado en mi lugar sin saber qué hacer ni cómo reaccionar ante lo que veía. Pero cuando el mayor se removió bajo mi cuerpo y logró soltar una de mis manos para ocultar su rostro, fue cuando pude reaccionar.

— ¿Minseok? ¿Estás bien? ¿Qué te ocurre? ¿Te hice daño? — comencé a preguntar a toda prisa y con nervios, mientras me alejaba de él para darle su espacio.

— Yo... Yo no lo sé — rápido tomó asiento en la cama frente a mí, a la par que secaba sus lágrimas con las mangas de su camisa.

No lo entendía... ¿Yo había causado eso? ¿Estaba triste por mi culpa?

— Minseok, yo... — traté de hablar, pero él me interrumpió.

— Estás ebrio — sentenció, dedicándome una mirada dura y decepcionada. — Así que no hablemos de cosas así cuando estés en este estado, yo... — calló un segundo, antes de cerrar sus ojos y volver a abrirlos. — Me voy a casa.

Tarde unos momentos en comprender qué estaba pasando, pero cuando lo hice, me alerté. Minseok creía que yo estaba haciendo todo esto porque había bebido y estaba borracho. Él... Él creía que yo quería pasar la noche con él sólo por los efectos que el alcohol estaba provocando a mi cuerpo. 

Dios, no, él lo estaba malinterpretando todo.

— ¡Minseok! — lo llamé.

Para cuando me di cuenta, él ya estaba saliendo de mi habitación con urgencia. No podía dejar que él se fuera con esa idea errónea en la cabeza.

Temeroso y alarmado, me levanté de la cama a toda prisa ignorando el mareo que sentí por hacer esa acción. No me importó, en aquel momento nada más me importaba que alcanzar a Minseok para aclararle las cosas.

— ¡Por favor Minseok, espera! — corrí más a prisa, y afortunadamente alcancé a tomar su brazo cuando llegó al centro de la sala de estar. — No te vayas por favor, no te vayas sin escucharme.

El mayor negó, sin querer verme.

— Por favor tú... — susurró, luchando por soltarse de mí. — No permitiré que juegues con esto, Jongdae.

Le miré sin entender nada.

— Yo no estoy jugando contigo Minseok, ¡jamás lo haría! — la desesperación comenzó a hacerse de mí. Las cosas empezaban a salirse de mis manos. — ¿Por qué piensas eso?

— Es que no encuentro otra explicación para esto — se giró a verme, y sentí como mi corazón se contrajo de dolor al notar la tristeza de sus ojos. — Tú jamás habías hecho algo así, pero lo entiendo, estás borracho — de inmediato se soltó de mi mano, dejándome sorprendido por sus palabras. — Aunque no por eso dejaré que sigas haciendo esto para que al final despiertes a la mañana siguiente y no recuerdes nada. Yo no quiero eso Jongdae, yo no quiero ser el tipo al que te tiraste en una noche de borrachera... No me lo merezco.

Antes de poder procesar sus palabras y así poder decir algo, Minseok se giró a toda prisa y salió corriendo hacia la puerta para colocarse sus zapatos y así poder irse de mi apartamento. Yo seguía impresionado por lo que había dicho, pero fui capaz de salir de mi trance para así correr detrás de él.

Sin embargo, Minseok tenía razón. Estaba borracho, y eso hizo que mis capacidades motrices fueran un asco por lo que, sin poder evitarlo, mis pies tropezaron con sí mismos haciendo que cayera de lleno al suelo, llevándome un golpe debajo de mi ojo izquierdo por cortesía de la mesita de noche. Dolía como el infierno, pero eso no me detuvo a ponerme de pie para seguir corriendo detrás del chico del cual estaba enamorado.

— ¡Minseok, espera! — grité sin importarme que pudiera despertar a mis vecinos. — ¡No te vayas así, tienes que escucharme! — volví a alzar la voz, y corrí hasta que salí de mi apartamento y recorrí a toda prisa el pasillo para salir del edificio. — ¡Tengo muchas cosas que decirte!

Jadeé por el dolor bajo mi ojo, pero también existía la posibilidad de que el dolor fuese causado por mi corazón que dolía al ver la mirada que Minseok me estaba dedicando antes de subir a su auto, con su cuerpo parcialmente empapado por la lluvia que había iniciado seguramente minutos después que llegáramos a mi apartamento.

Él estaba dolido, él creía que quería acostarme con él sólo por el calor de la noche, pero no era así, las cosas no eran así.

— Minseok... — pronuncié bajando la escalinata de entrada del edificio, mirándolo a través del parabrisas. — No te vayas, por favor... — supliqué a voz muda.

Pero él no lo hizo, no se quedó.

Con impotencia vi como encendió el motor de su auto para irse de ahí sin siquiera voltear atrás. Minseok estaba decepcionado de mí y me dolía, pero a la vez me hizo sentir como un completo imbécil cuando caí cuenta de una cosa: no le había dicho directamente que él me gustaba.

Es más, de seguro a estas alturas él creía que lo había besado y acariciado con tanto afán porque estaba imaginando que él era la persona que me gustaba. Y era así, Minseok es de quien me había enamorado. Sin embargo, al parecer eso no le había quedado muy claro a él.

— ¡Maldición! — me reprendí, y cerré mis ojos con fuerza ante lo que había provocado. — ¿Por qué las cosas tienen que ser así?

Hundí mis dedos en mis cabellos mojados y tiré de ellos desesperado. Quería ir tras él, quería llamarle y decirle que él era el único que estaba en mi corazón, pero lo conocía, y sabía que él no respondería a mis llamados.

Pero aun así lo intenté, llevándome sólo decepción cuando él no respondió justo como lo había imaginado.

— ¿Cómo todo cambió en un segundo? — me pregunté, observando el móvil en mi mano que estaba mojándose por la lluvia. — ¿Es posible que te esté perdiendo cuando aún ni siquiera te he podido tener...? — mi voz se quebró cuando dije las últimas palabras.

Ofuscado, alcé mi rostro al cielo sintiendo como las gotas de lluvia caían sobre mi rostro con fuerza haciendo que se sintieran como pequeñas agujas.

Vaya ironía.

En un día de lluvia él había llegado mí, y en un día de lluvia había huido de mí.

Sólo esperaba que no fuera a ser para siempre.

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