Ese viernes subí al autobús con camino a mi casa. Mamá había hecho mi comida favorita.
Entonces Justin subió al mismo autobús que yo. Mi mirada bajó al suelo y el pasó de largo mi asiento.
Qué idiota soy, creí que se sentaría conmigo o al menos diría hola.
Suspiré, nunca se fijará en mi. Ni siquiera se el tipo de chica que le gusta.
Saqué de mi mochila mis audífonos pero al sacar la mano también rodó mi pastillero. Maldije para mis adentros mientras escuchaba como rodaba hacia la parte trasera del bus.
-Hey...
Su voz detrás de mi.
-Hey... Em, disculpa. -Tocó mi hombro.
Está... Tocándome. Está hablándome a mi.
Voltee sin querer parecer emocionada (nunca supe si mi expresión fue la indicada)
-¿Si?
-Creo que se te cayó esto... -dijo dándome el pastillero con cara de cerdito. Amaba los cerditos casi tanto como a Justin.
Tomé el pastillero entre mis dedos y los rocé levemente con los suyos. Me sonrió y volvió a sentarse bien en su lugar.
Pasé mi cabello detrás de la oreja y dije un gracias sonriendo.
No podía esperar llegar a casa para escribir esto en el blog.