Huellas en la Piel ©

By MileMoony

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La tragedia que marcó su vida y el casi perderlo todo, hizo de Pepper una chica fuerte e independiente, ademá... More

Prólogo
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41. Parte 1
41. Parte 2
41. Parte 3
41. Parte 4
41. Parte 5
41. Parte 6
Epílogo
Agradecimientos
Descargalo!!! :D
Primer borrador de Huellas en la Piel

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By MileMoony

Dastan

Si este idiota está bromeando, juro que le voy a romper la cara.

En el momento en que formuló la pregunta, el poco color que quedaba en la piel de mi ángel, desapareció. Incluso los colores de sus tatuajes se ven pálidos.

Pensándolo bien, voy a matarlo ahora mismo por hacer que Pepper se ponga en ese estado. Me vale mierda si es un juego o no.

Pero sé que esto es totalmente real.

–No puede ser –replica Pepper, algo alarmada. Su mirada se ve un poco perdida y su voz suena temblorosa.

–Hey, tranquila, Pepper –dice Lex.

–¿A qué viene esa pregunta? –murmuro, poniendo todo mi esfuerzo para controlarme. No puedo perder la compostura en estos momentos.

–Tengo que analizar todas las opciones –contesta él, completamente tranquilo–. Necesito saber cuándo fue tu último periodo –le dice a Pepper.

Ella abre la boca para contestar pero no dice nada. Me doy cuenta que trata de recordar, pero el miedo la está bloqueando.

Hago cuentas en mi cabeza. Tenía su periodo cuando yo estaba en Dubái.

–Casi dos semanas–contesto en su lugar.

–¿Sé están protegiendo?

Estoy a punto de mandarlo a la mierda a él y a sus jodidas preguntas.

–Usa inyecciones –digo lo más calmado que puedo.

Lex frunce el ceño–. Por lo regular, el periodo desaparece.

¿Entonces por qué mierda lo tuvo?

–Explícate –le exijo a Lex.

–Empecé a ponérmelas cuando inicié el posgrado –murmura mi ángel.

–¿Cuándo te la pusiste? –le pregunta Lex.

–Al finalizar mi periodo anterior –dice Pepper y luego frunce el ceño.

Entiendo por qué parece extrañada. Según mis cuentas, tuvo dos periodos en un mes más o menos.

–¿Tomabas la píldora antes?

–No. No tenía relaciones.

Él asiente con la cabeza–. Es normal que haya cambios en el periodo, es un proceso de adaptación –afirma–. ¿Cómo fue el último?

¿Cómo puede estar tan calmado? Pregunta todo como si fuera algo habitual, y sí, es un profesional, pero en estos momentos esa calma me está sacando de quicio. ¡¿Por qué no dice lo que tiene de una buena vez?!

–Casi no tuve sangrado –le dice ella y luego se lleva las manos a su rostro y se lo cubre con ellas.

–¿A qué va todo esto? –pregunto–. ¿Qué tiene Pepper?

No sé por qué mierda pregunto eso. Conozco perfectamente la respuesta, pero me está costando trabajo procesarlo.

–Bueno –contesta Lex–, ningún método anticonceptivo es cien porciento seguro, excepto la abstinencia.

–No necesito que me des clases sobre control de natalidad, Lex. ¿Qué tiene Pepper?

Él pone los ojos en blanco–. No haré un diagnostico sin estar seguro por completo. Puedo hacer la prueba de embarazo ahora o está el hospital, aunque será un poco lento porque no es una situación de emergencia y no hay cita previa. Y yo no trabajo ahí.

–Prueba –dice Pepper.

–Hospital –digo yo.

Ambos hablamos al mismo tiempo.

–De todas maneras –continúa Lex, con una paciencia sorprendente, paciencia que estoy a punto de metérsela por el culo–, podrían ponerse de acuerdo en lo que termino de revisar y descartar una infección estomacal o cualquier otro problema. Sin embargo recomiendo el hospital, ya que si es positivo, tendrán que empezar los cuidados prenatales. De todas formas puedo hacer la prueba ahora y dependiendo el resultado, pueden llamar y hacer una cita.

–Sólo estoy cansada por el vuelo, Lex –replica Pepper.

Él asiente con la cabeza–. Es una posibilidad. Incluso el cambio de horario y del clima puede influir en tu cuerpo. Necesito terminar de examinarte.

Pepper se echa hacia atrás en la cama y se tapa su rostro con el brazo, frustrada.

Lex continúa con su trabajo, escuchándole su estomago con el estetoscopio y hace todas las cosas que tiene que hacer.

Entonces me acerco a lado de mi ángel–. Nena, tranquila.

–Tengo miedo, Dastan –murmura, sin apartar el brazo de su rostro.

–¿Por qué?

–Pues por... –no dice más. Sé por qué tiene miedo y entiendo que es difícil de explicar. La verdad yo también lo tengo, pero al mismo tiempo no.

–Nena, no es seguro –aparto el brazo de su rostro y empiezo a acariciar su mejilla–. Y si así lo fuera, creo que es algo maravilloso.

Ella voltea a verme y en sus ojos se expresa todo: tiene miedo y está preocupada, y también me doy cuenta de que está tratando de buscar algún indicio de que lo que le acabo de decir sea mentira, así que pongo todo de mí para hacerle entender que lo que dije es en serio. Pero entonces empiezo a perderme en ellos y la tensión que tenía hace unos momentos se esfuma por completo. Es tan fácil perderse en sus ojos y encontrar cosas que ni siquiera sabía que buscaba.

Entonces toma aire profundamente y lo suelta con lentitud y poco a poco se ve más tranquila.

–¿En qué piensas? –murmuro.

–Nada. Creo que me daba miedo por cómo fue con mi hermana.

–Yo no te voy a dejar sola.

–Lo sé –una hermosa sonrisa empieza a aparecer en su rostro–. Pero siento que es muy pronto.

Me encojo de hombros–. Las cosas pasan cuando tienen que pasar. Además, desde el principio hemos ido muy rápido. Supongo que deberíamos acostumbrarnos a ello.

–¿O sea que buscabas esto? –pregunta, sorprendida.

Me echo a reír–. Claro que no, nena.

–Pero si el otro día insinuaste algo así.

–Sí, y también te dije que quiero todo contigo. Yo tampoco quería un hijo tan pronto, pero si ya está pues que así sea.

–Bueno –dice Lex–, no tienes ninguna infección en tu tracto digestivo, así que sólo quedan dos opciones. ¿Ya decidieron?

–No quiero esperar, Dastan –murmura Pepper.

Pensándolo bien, no quiero que nadie más la toque. Con trabajos tolero que Lex la revise y la verdad es que sólo confio en él ahora.

–Si la lastimas te parto el culo, imbécil –le digo a Lex.

El que confíe en él no quiere decir que lo admita en voz alta. Y no es como si él no lo supiera.

–Ni siquiera voy a tocarla, idiota –replica, mientras saca un recipiente pequeño y se lo entrega a mi chica–. Necesito que orines aquí, Pepper.

Ella toma el recipiente y se dirige al cuarto de baño.

–¿Es en serio? –le pregunto a Lex en lo que esperamos a Pepper.

–En unos minutos estaremos seguros.

–¿Y por qué mierda tienes pruebas de embarazo? Eres oncólogo, no obstetra.

–Es un buen habito, idiota. Al parecer en tu caso nada está de más. Siempre tengo que cuidar tu jodido trasero.

Lo ignoro y me pongo a dar vueltas por la habitación, yendo y viniendo por el mismo lugar. Un montón de recuerdos vienen a mi mente, pero las diferencias entre aquella situación y ésta son totalmente obvias.

–¿Qué hubieras hecho entonces? –murmura Lex.

–Sabes que me hubiera hecho cargo.

–Pero no era tuyo.

–Pero el bebé no tenía por qué pagarlo. Definitivamente no me iba a quedar con ella, pero el imbécil desapareció y no iba a permitir que el bebé sufriera. Y sabes que me enfureció mucho que lo abortara.

–¿Y cómo te sientes ahora?

–Pareces un jodido psicólogo –bromeo.

¿Cómo puedo hacer bromas ahora?

Él pone los ojos en blanco. Sé que sólo trata de distraerme.

–Tengo miedo –admito–, pero la verdad es que estoy feliz.

–¿Y si es falsa alarma?

Me encojo de hombros–. Será cuando tenga que ser.

En eso, se abre la puerta del baño, Pepper se acerca a nosotros y le entrega el recipiente a Lex. Él introduce una lamina en el frasco y luego los minutos se convirtieron en una eternidad. Juro que podía contar cada grano de arena en el mundo y esa cosa aún no estaría lista.

Pepper no deja de rascarse un brazo, como un acto nervioso, así que ocupo mi tiempo en apartarle la mano para que no se lastime.

Entonces Lex se fija en el recipiente–. Bueno, la inyección está haciendo su trabajo –anuncia.

Un gran suspiro de alivio sale de la boca de Pepper y la mía al mismo tiempo.

~ · ~ · ~ · ~ · ~ · ~ 

–¿Cómo que no voy a ser tía?

–Es muy pronto, hermanita.

Estamos en la cocina. Salí a preparar algo ligero para que Pepper comiera mientras ella sigue en nuestra habitación, hablando con sus padrinos. Kaa está sentada en uno de los taburetes viéndome hacer lo mío, y también preparo algo para ella, un simple sándwich de jalea y mantequilla de maní. Los adora.

–La verdad es que me alegro –murmura–, pero también hubiera sido divertido tener un mini Wolf más en la familia –dice sonriendo.

–¡¿Cómo que más?!

–Cálmate, exagerado –replica, frunciendo el ceño–. Me refiero a Bruno y Nicole.

–Bueno, será después –murmuro–. Y más te vale que no te adelantes.

–¿Estás loco? ¡Ni que fuera tú!

–Bien. Porque no tienes permitido hasta los cuarenta, mínimo.

Ella se pone pensativa–. Me pregunto cómo me veré a los cuarenta y con gatos.

Me echo a reír. En serio se le ocurren ideas locas.

Me voy a volver loco con todos estos cambios de ánimo.

–¿Cómo vas con Lex? –murmuro, mientras le entrego su sándwich.

Sus ojos se iluminan. No es algo que no pasara antes cuando lo mencionaba o ella lo veía pasar o estaba con nosotros. Pero ahora le brillan diferente. Me alegra verla contenta.

–¿Y si no funciona? –dice nerviosa, cuando despierta de su ensueño.

Recuerdo cuando éramos pequeños y Lex siempre le jalaba el cabello y le rompía sus muñecas. La mayoría de las veces yo lo ayudaba, o él a mí. Es mi hermana, así nos llevamos. En una ocasión fuimos al parque y trepamos uno de esos arboles caídos, pero en ese entonces no estaban tan inclinados, así que podías llegar más alto. Subimos los tres, pero después Kaa no podía bajar. Yo fui a buscar algo para ayudarla, una cuerda o incluso un adulto que nos pudiera ayudar. Volví con una tabla de madera que pensaba que podía funcionar como rampa, pero antes de llegar, vi cómo Lex la animaba a que se arrojara hacia él, le prometía que la atraparía y que no le pasaría nada. Kaa se dejo caer hacia él y Lex la atrapó, pero cayeron mal y ahí fue cuando él se rompió el brazo. Jamás se quejó al respecto. Desde entonces sé que estos dos se traían algo.

–Lex es un idiota, Kaa. Es un milagro si lo de ustedes funciona.

Sólo lo digo para molestarla pero noto que se desanima un poco.

–Un idiota que está enamorado de ti –agrego.

Ella sonríe de nuevo–. La verdad es que pensé que te enojarías conmigo.

–Como si te importara.

–Tienes razón, no me importa –murmura y luego le da un mordisco a su sándwich–. Y que gueno que gejagte ge ger un kagado con Peppeg –dice con la boca llena. Igual que papá. Y que Pepper.

–Ya recibí suficientes sermones por eso.

–No, te faltó el mío. Pero la verdad es que no sé qué más decirte, sólo que eres un tarado.

–Gracias –replico con sarcasmo.

–De nada.

Niego con la cabeza y me echo a reír.

–¡Dios! Imagínate que sí hubieran salido embarazados –pone cara de asombro y se tapa la boca con las manos–. Pobrecito del bebé. Seguramente tendríamos que ponerte una bolsa de papel en la cabeza para que no se asuste cuando te vea.

–Sí me sigues molestando, voy a tomar tu iPad y borraré la capeta de libros que no has leído.

Ella alza las cejas y abre la boca con sorpresa.

Libros. El mayor vicio de mi hermana. ¡No deja de leer! Bueno, es un vicio sano.

–Tiene contraseña –replica, cruzándose de brazos.

–No es difícil adivinarla. Seguro es el patrón de alguno de tus libros, apuesto por las reliquias de la muerte.

¡Cristo! No puedo creer que recuerde el nombre, producto de la infinidad de veces que he visto las películas con ella.

Kaa entrecierra los ojos y me mira como si quisiera matarme. Luego se levanta y se dirige escaleras arriba, seguro a cambiar su contraseña.

~ · ~ · ~ · ~ · ~ · ~ 

–¿Estás lista, nena?

No sé ni para qué pregunto. Ella todo el tiempo se ve hermosa. De acuerdo, pregunto porque es una excusa. Adoro verla todo el tiempo, y es que se ve tan jodidamente sensual con su blusa holgada debajo de su chaqueta de cuero roja, sus shorts, sus medias hasta por encima de las rodillas y esos tacones, todo de ese jodido color negro que le sienta tan bien y que estiliza su cuerpo de una forma tan sexy.

¡¿Qué mierda?!

Ella hace que el negro sea un buen color, no al revés.

Ahora no quiero ir a ningún lado excepto regresar al pent-house y quitarle toda la ropa.

Decidimos salir después de asegurarnos de que ya estaba mejor. Además de que vendría bien divertirnos después del susto de la tarde.

Espera, ¡tengo la llave!

–¿Me vas a decir a dónde vamos? –murmura.

De acuerdo, tengo que controlarme. Algo que es casi imposible con ella y yo solos en un ascensor y con la llave en los bolsillos de mi pantalón.

–No –replico sonriendo.

–Dastan... –se queja.

Entonces se abren las puertas del ascensor.

¡Joder! Lo pensé demasiado.

Aún así no voy a arruinar la velada.

–Te va a gustar –la tomo de la mano y salimos allobby donde nos esperan Kaa y Lex, y luego todos vamos a perdernos entre lascalles de Nueva York.

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© Huellas en la Piel por Michelle Acero. Todos los derechos reservados.

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